MI CAPTACIÓN POR EL OPUS
DEI A LOS 15 AÑOS
Isabel Nath, 10
de julio de 2006
Tenía 14 años en 1979 y había estudiado
toda la vida en un colegio del Opus Dei.
Tal vez por haber estudiado en colegio de
solo-chicas no tuve ninguna relación importante con ningún chico (hubo un
‘noviete’ que duro más bien poco…). A esas edades
pienso que todos en general nos sentimos más a gusto con ‘los nuestros’, los de
nuestro mismo sexo, pero si salvo primos y algún vecino no has tratado nunca
con chicos todavía más. Te sientes más seguro de ti mismo rodeado de
‘semejantes’.
Fue en ese momento en el que empecé a
frecuentar un centro del Opus Dei. Yo estudiaba en Guadalaviar
desde que tenía 5 años, que es un colegio obra corporativa de la sección de
mujeres del Opus Dei en Valencia (España). (Doy estos
datos para que nadie tenga la tentación de pensar que me lo estoy inventando,
pero realmente habría dado lo mismo que hubiese estado en cualquier otro
colegio del Opus Dei…). Mis padres no eran del Opus
Dei pero mi padre había frecuentado mucho la labor en Madrid durante sus años
de universitario y tenía amigos y conocidos de mucho ‘pedigri’ en la
Institución. Pero éramos una familia católica
tradicional de clase media-alta y lo que aprendíamos en casa iba muy en
consonancia con lo que nos enseñaban en el colegio, la verdad… Durante mi
infancia e incluso adolescencia (hasta que me hice del Opus Dei), no noté
ninguna incongruencia en lo que se nos enseñaba, porque yo en mi casa vivía lo
mismo. Quiero dejar claro que yo fui muy feliz de niña en ese colegio, y que
aprendí cosas que están en los cimientos de mi ser actual, por lo que estoy muy
agradecida. Muy agradecida al Opus Dei, sí, habéis leído bien. Muy agradecida
por eso, pero eso no les da carta blanca para todo lo demás que viene a
continuación.
Como decía yo no me sentí presionada hasta
que cumplí 14 años. En ese colegio al menos, y por lo que yo sé directamente,
no se ‘trataba’ a las niñas ni se planteaba vocación alguna al Opus Dei. Eso
sí, te ‘orientaban´hacia el club de bachilleres de turno, en el caso de
Valencia el Club Diemal, en
el que ya se encargaban de plantearte lo que hiciese falta. Se daba eso sí, la curiosa
circunstancia de que en el colegio la dirección espiritual la llevaban
sacerdotes generalmente numerarios, y siempre el ‘segundo sacerdote’ (no el
director espiritual del colegio, quiero decir) era a la vez el sacerdote del
club Diemal…
Bueno, pues yo empecé a los 11 años a tener
dirección espiritual con el mencionado sacerdote, de iniciales O.F (sigue dentro). Todo muy bien.
Yo tenía mucha confianza con él. Era un hombre muy inteligente y muy claro
hablando, cosa que a mí, desde mi más tierna infancia ya me gustaba mucho (jeje). Así que nos entendíamos
bien. Empecé a llevar un pequeño plan de vida (igual que otras muchas amigas de
la clase). Pero más que una auténtica vida interior
(esbozo siquiera), era una especie de ‘hacer normas’ y sentirte muy mayor y
responsable por ello. Lo lamento si suena a falso,
pero como lo pienso os lo cuento. Un detalle. Recuerdo que en aquel entonces
las numerarias todavía llevaban velo en el oratorio, y en el ante oratorio del
colegio había muchos velos para uso común, que nos encantaba ponernos porque
nos sentíamos tan monas y tan especiales. Cuento estos detalles que parecen
tontos para que veáis cual era el fondo del asunto y el ‘material humano’ con
el que trataban. También rezábamos, claro, pero más oración vocal que oración
de meditación, que de eso nunca se nos enseñó, al menos a mí.
En el caso de los chicos, como contaba
Miguel, el sacerdote era como un amigo mucho más mayor que te hacía sentirte
más adulto y sobre todo especial. He oído casos muy similares a las que narra
Miguel. Para las chicas nada de eso. Pero el encandilamiento de un grupo de
adolescentes que de ordinario no tratan con chicos ante un cura, tan listo, tan
educado, tan……guapo en ocasiones, era más que evidente. Nadie se lleve las
manos a la cabeza por favor, es algo normal y natural como la vida misma, y el
que niegue que eso pasa miente, lo digo así de fuerte como suena. Por ese
motivo, más que por un auténtico interés en la ascética pura y cruda, pasábamos
una detrás de otra a hablar con el Don de turno. Y porque lo hacíamos en horas
de clase, jeje…
Sí que es cierto que en la meditación
semanal se nos hablaba de ser mejores, de amar a Dios, de hacer cosas concretas
por El, de rezar, de vivir las virtudes humanas, de
querer a nuestros padres, de generosidad, de lealtad, de honestidad, de
sinceridad…. Y eso despertaba en cualquier alma completamente inocente y limpia
a esas edades, los más puros deseos de
lo mejor. Hasta ahí no veo nada malo, al contrario. Lo malo empieza ahora.
Durante el verano, el mencionado club Diemal organizaba convivencias en turnos de 10 días a las
que un numeroso grupo de compañeras de clase y otras alumnas del colegio se
solían apuntar desde bastante pequeñas. Yo nunca fui porque nos íbamos fuera de
Valencia los dos meses de verano y mis padres no vieron la necesidad de
mandarme (ni yo la de ir…). Pero cuando cumplimos 14
años la cosa cambió, porque entonces ya nos propusieron ir de monitoras. Ah,
amigo, ahí la cosa cambiaba mucho, porque eso de ir de monitora daba mucho
caché, te hacía sentir mayor (objetivo importante a esa edad) y responsable
(bueno, responsables ya éramos, pero digamos que era un reconocimiento a
nuestros méritos). Así que junto con otras dos amigas
de la clase poco dadas a ir a club alguno, nos apuntamos de monitoras 10 días.
No sé quién nos lo propuso ni cómo contactamos con el club, pero no recuerdo
haber ido por el centro para nada. Así que nos fuimos a Vich (creo que fue el
único año que fueron allí) y nos unimos a otras niñas que estaban haciendo una
convivencia de inglés (¿?¿¿) de un mes. En esa
convivencia de inglés había de monitoras varias que acababan de pitar de
nuestra clase del colegio y que nos recibieron con gran alborozo.
Siempre me pregunté qué les llevó a escoger
a semejantes monitoras para aquella convivencia. Resulta que todas las
monitoras éramos: mis dos amigas y yo, y otras tres niñas que venían como solía
decirse casi ‘de los gentiles’. No me preguntéis qué hacían allí… Tendríais que
haber visto sus caras cuando nos dijeron nada más llegar que al día siguiente
era obligatorio levantarse para la Misa de las 7:30 am (en verano y cuando estábamos ‘de vacaciones’!...). Y que en pantalones cortos ni hablar.
Y que al día siguiente mejor con una manguita más larga… A nosotras eso nos
parecía normal, entre otras cosas porque 9 años de estudiar en ese colegio te
daban un conocimiento de la parafernalia Opus Dei bastante extenso. Así que si
empezamos así, imaginaros las charlitas de doctrina que podían prepararse estas
almas de Dios (más majas que nada, pero estaban cual pulpo en un garaje las
pobrecitas…). A los dos días decidieron las directoras
de la convivencia que mejor disfrutasen de la estancia, que si no querían ir a
Misa que no fuesen, y que las niñas de sus grupos se redistribuían entre las
tres de Guadala (o sea, nosotras).
Estuvo bien. Yo lo pasaba genial con las niñas, de unos 7-9 años, algunas
hermanas de amigas mías. Las niñas pequeñas idolatran a las mayores, y nosotras
íbamos creciéndonos por momentos. Hasta que llegó la numeraria de turno y me
dijo, así cogiéndome del brazo como solo ellas saben hacerlo, que si no me habría planteado que Dios me estuviese llamando para ser
numeraria al Opus Dei. Sin anestesia. A mí nadie jamás me había siquiera
sugerido el tema, y huelga decir que Dios tampoco. O sea, que ni se pasaba por
mi cabeza ni por mi corazón, y además no venía al caso, porque la que lo
sugirió era una persona con la que nunca antes había hablado, qué sabría ella
de mi posible vocación de nada…?.
Yo le dije que no, me cerré en banda y la
conversación acabó regular. Todavía recuerdo lo sola y vulnerable que me sentí
allí, a no sé cuantos Km de mis padres, con semejante
tema a las espaldas. Estaba tan agobiada que no se lo
dije ni a mi mejor amiga que estaba allí conmigo, sobre todo porque no me imaginaba
que a ella también le habían dicho lo mismo. A los pocos días era el ecuador de
la convivencia y vinieron los padres a vernos. Los de las tres, que además se
conocían de antes. Y nada más verlos, tanto mi amiga como yo nos tiramos
llorando en sus brazos. Llorando desconsoladamente. Mi padre se lo olía y me
preguntó, y me tranquilizó, y me dijo que no dejase que me presionasen, que yo
era muy joven para decidir esas cosas todavía, que tuviese paz, que él estaba
allí y que no pasaba nada. Que me tranquilizase, me lo pasase bien el resto de
los días, y luego a casa. Ahora que lo recuerdo y lo escribo después de tantos
años todavía se me saltan las lágrimas. No porque me duela a estas alturas de
la vida mi paso por el Opus Dei, sino porque lo veo
desde fuera, como si aquella adolescente no fuese yo, pero sabiendo exactamente
lo que sentía, y se me parte el corazón igual que se me parte cuando leo
algunos de vuestros escritos por el mismo motivo.
Esto ocurrió el verano del 79. La
convivencia acabó sin más sustos y volvimos a Valencia. A la vuelta del verano
empezamos el curso de IIº BUP. El curso anterior ya
habían pitado 4 numerarias en mi clase, casi al cumplir los 14,5, todas hijas
de supernumerarios y con hermanos ya numerarios-as. Todas en la clase lo sabíamos
y les huíamos materialmente, salvo a una que tenía mucho tirón como persona y
la queríamos mucho. Esta era la única que podía hacer apostolado con nosotras,
porque a las demás les era casi imposible… Seguimos con nuestra dirección
espiritual y con nuestras normas de piedad. Ese año hubo compañeras de clase
que siguiendo a esta numeraria de tirón empezaron a atender a charlas de
formación en el club (al que el año anterior no querían ir porque las podían
cazar). No sé qué las hizo cambiar de idea, pero iban.
Gente muy valiosa, claro, la ‘aristocracia’. Allí asistían a la charlita y
luego la numeraria que la daba las ‘cogía para hablar’. Aquello tenía mucho morbo. Todas sabíamos que querían
cazarnos para el Opus Dei, y todas contaban luego lo que les había dicho y lo
que ellas habían contestado, etc. Daba como ‘nivel’ eso de que quisiesen
cazarte… Os parecerá tonto (a mí ahora también me lo parece), pero era así.
Haceros una idea de a qué mentes infantiles se les estaba proponiendo
comprometerse con Dios como numerarias del Opus Dei para toda la vida…
Yo modestia aparte también fui invitada a
asistir (será porque sacaba buenas notas) pero me negué durante varios meses
(creo que me duraba el susto de la convivencia de verano).
Pero justo antes de Navidad me di cuenta de que era la única del grupo de
amigas que no iba, y ese pequeño detalle me estaba dejando completamente fuera
de mi círculo de amistades, que para una adolescente es de capital importancia.
Así que pensé, “qué me puede pasar si voy?, si me dicen que me haga del Opus les digo que no y punto”.
Además estamos en Valencia, mi familia y mis amigas están cerca…. Total, que a
la siguiente vez que me lo dijeron fui. Empezamos otras tres y yo una charla
nueva porque la otra tenía ya overbooking total. Nos la daba la numeraria con más
fama de cazadora de toda la ciudad: N. F. Empecé con las uñas por delante, pero
me ablandé pronto porque ella era encantadora con nosotras, se interesaba por
nuestras cosas, y era (esta sí) una amiga mayor que nos inspiraba mucha
confianza y respeto. Empecé a hablar con ella de vida interior y a ampliar el
plan de vida que ya traía. Yo recuerdo que me sentía feliz, porque tenía a Dios
en el alma y eso da mucha paz y felicidad. A esas edades además estás con ganas
de comerte el mundo, desbordas generosidad, ganas de hacer mucho y hacerlo
bien, y no tienes salvo excepciones preocupaciones ni responsabilidades de
consideración. Estás literalmente despertando a la vida. Digamos que tenía mucha
sed y la sed se me saciaba, así que todo era perfecto. El sacerdote del colegio
era el sacerdote del centro como ya he dicho, así que empecé a confesarme y
hablar con el en el club. Todo sobre ruedas. Aquí también vivían numerarias que eran profesoras
del colegio y que te trataban como hermanas mayores, con confianza y cariño, no
como profesoras. Las que íbamos por el club teníamos como un status especial de
facto en el colegio. Daba la sensación (………) de que todo el mundo en el colegio
sabía que íbamos por el club. Ahora pienso cuántas cosas más sabrían…
El año 1980 se celebró el 50º Aniversario
de la fundación de la sección de mujeres del Opus Dei, exactamente el 14 de
febrero. Fiesta grande. En el colegio se organizaron un montón de actividades y
eventos, comida especial, Misa solemne, fiesta todo el santo día. Guay. El día 13 de febrero teníamos la charla del club a la
hora de comer (me estoy dando cuenta ahora de que a las que nos quedábamos a
comer en el colegio no nos dejaban salir al mediodía a ningún sitio, pero a la
charlita sí…), y a la salida NF me ‘cogió para hablar’. Y me planteó mi posible
vocación de numeraria. Otra vez… Pero en esta ocasión fue distinto, no solo por mi personal proceso de maduración, sino porque
NF era ‘mi amiga’, y eso lo cambiaba todo. Yo tenía confianza en ella, era más
mayor que yo y se la veía ‘muy buena persona’. Sabía mucho de Dios y todo eso.
Y además (eso yo todavía no lo sabía) era la persona más proselitista del
mundo, con lo que había planteado lo mismito en centenares de ocasiones con un
porcentaje de acierto en el tiro bestial. Y sabía muy bien cómo hacerlo.
Contaba además con la información del sacerdote claro, eso yo ni me lo podía
imaginar (no hablo aquí de violación del secreto de confesión que en este caso
nunca lo percibí, sino de la confidencia con respecto a lo que alguien le
cuenta al cura en la dirección espiritual). Me dijo
que no me agobiase, que me lo pensase, que ‘lo llevase a la oración’, que dijese ‘Señor
que vea’, etc. Quiero remarcar que el ambiente que estábamos
viviendo desde hacía semanas en el colegio y el club era de euforia espiritual
absoluta por eso del 50ª aniversario. Podéis pensar que qué barbaridad e
inmadurez dejarse influir por eso, pero tengo también la certeza de que muchos
entendéis perfectamente lo que cuento. Y sí, que inmadurez; es
que teníamos 15 años recién cumplidos!. Éramos muy inmaduras (y eso que pienso
que era muchos más madura que la media, imaginaros el resto…).
Bueno, a lo que íbamos. Yo me fui a casa
curiosamente bastante tranquila. Le empecé a dar vueltas al tema, e intentaba
imaginarme a mí de numeraria. Con los datos que tenía de lo que era ser
numeraria más o menos podía verme en ese papel. Pero es que tenía muy pocos
datos. Tenía los datos que tienes por estar 11 años yendo a un colegio del Opus
Dei, pero ya está. O sea, solo lo exterior y no todo. Por supuesto que ni me
planteaba qué era hacerse mayor en el Opus Dei, ni qué problemas ni
dificultades se me podían plantear. Eso ni me lo planteaba respecto a mi vida
de adolescente normal y corriente, como me lo iba a plantear respecto a una
vida que me era del todo ajena?.
El día siguiente la euforia se desbordó.
Levitábamos todas a un palmo del suelo, hasta las más reacias a hacerlo. A la
hora de comer había quedado con NF en el club para contarle qué había pensado
al respecto, y allí me fui (yo, si digo que voy, voy).
Hablamos y le dije que yo no veía nada. Ella me dio razones sobrenaturales de
todo tipo, la más repetida de las cuales era que si miraba la progresión de mi
vida, estaba claro que todo me conducía a pitar de numeraria, que era yo muy
afortunada por ello y que debía dar ya gracias a Dios a la para que pedirle que
me hiciese ver esa vocación de numeraria que me había dado desde que me creó, e
incluso antes (literal). Me dio a leer un Noticias
(publicación interna de la sección de mujeres del Opus Dei) sobre la entrega o
algo así, no recuerdo, pero sé que luego me enteré que era el impulso
definitivo cuando alguna incauta estaba a punto de pitar. Recuerdo que lo leí
con mucha honestidad, con el corazón y la cabeza abiertos a lo que leía, porque
si algo tenía claro es que yo quería hacer la voluntad de Dios. No por no
condenarme, sino por agradarle.
Allí estuve en el oratorio (una imagen de
la Virgen preciosa, por cierto) durante no sé cuanto tiempo pidiéndole a Dios
que me hiciese ver si yo tenía vocación. Pero Dios ni pestañeó. A la salida me
dijo que volviese a la salida del colegio, que había tertulia y no se qué. Volví. Fuimos todas. Me volvió a ‘coger para hablar’
(la tercera vez en menos de un día) e insiste en lo mismito, cada vez con
artillería más pesada: que si la vocación no hay que verla, que si hay que
tirarse en los brazos de la Virgen que ella nos cogerá, y aunque no tuviésemos
vocación al Opus Dei, por ese acto generoso de entrega el Señor nos la daría
(literal). Yo a esas alturas ya estaba confundida del
todo. La razón me decía que aquello no tenía sentido, pero también sabía que a
las cosas de Dios no siempre se les puede aplicar la pura razón, e imagínate si
va y tiene razón y después de haber sido llamada desde toda la eternidad voy y
digo que no, qué traición a Jesús que murió en la Cruz por mí. La verdad es que
a mí no me amenazaron ahí ni nunca con condenas y fuego, porque no les hizo
falta… Sé que lo hacen porque lo he oído directamente decir a terceras
personas. A mí bastaba con hablarme de generosidad y correspondencia al Amor de
Cristo y ya estaba todo arreglado.
Me sugirió ante mi empecinamiento pasar a
hablar con don OF, y yo pensé que era una buena idea, porque el sacerdote no me
iba a engañar… (…………….). Pasé, le expuse el tema con la claridad que me
caracterizaba, y le pregunté “ a usted qué le parece?”.
Y él me contestó (literal): “yo creo que tienes que salir de aquí, ir a
dirección y decirle a MP (directora del centro) que quieres pedir la admisión
ahora mismo como numeraria del Opus Dei”. Claro, a mí
eso me dejó pegada al reclinatorio, porque la numeraria tira y pasa, pero es
que además el sacerdote decía lo mismito!. Pobre ingenua… Así que volví al
oratorio y me encaré con Dios y le dije que yo no veía nada, pero que parecía
ser que yo tenía vocación de numeraria
del Opus Dei y que yo solo quería serle fiel a él, así que como resugerían esas
personas tan sabias, iba a escribir la carta pidiendo la admisión. Y salí, NF
me estaba esperando, le dije lo que me había dicho el cura y lo que yo había
decidido, me acompañó a dirección donde por supuesto MP estaba al tanto de
todo, y después de hablar con ella (por primera vez en mi vida) durante unos
diez minutos, me dio unas cuartillas Galgo y una pluma y me dijo que pidiese la
admisión al Padre (en aquel entonces Alvaro del
Portillo). Y eso hice.
Nadie me explicó a qué me comprometía, que
debía asumir, que tenía que hacer… Solo recuerdo que me dijo lo de que no podía
casarme ni por lo tanto tener novio, que no podía llevar pantalones (que parece
una chorrada, pero es que yo solo tenía 1 falda además de la del uniforme del
colegio…), etc, etc. O sea,
chorraditas varias. De los auténticos compromisos y renuncias nada de nada. Eso
ya me fue goteando una vez dentro, cuando ya te trataban como un miembro de
pleno derecho y ya nadie jamás consideró que pudieses plantearte que te habías
precipitado al tomar la decisión, o que la hubieses tomado en un clima de
euforia espiritual muy poco recomendable, etc,
etc. Por supuesto nadie jamás me explicó que hasta que no haces la fidelidad no
estás plenamente incorporada al Opus Dei y etc, sino al contrario: una vez pitas ya no hay vuelta atrás, es para siempre. Es como las que pitan en el
UNIV. En el UNIV no se debería dejar pitar a nadie, porque es un clima
artificial que te lleva por donde la vida real de todos los días no es. Pero
pitan (o pitaban… A manta…).
Después de pitar todo el mundo que quedaba
ya a esas horas en el club parecía saber que yo había pitado y me abrazaban y
daban besos. Me sentí querida e importante. Todas hablaban de que era un regalo
de nuestro Padre (el Fundador) en el día del 50º Aniversario (……………..).
Mi mejor amiga MCT pitó dos días después,
el 16. Íbamos a la misma charla. Me dijeron que le dijese que había pitado para
que ella se animase. Lo hice y se animó. Hoy sigue dentro, pero por razones
obvias dejamos de ser amigas y perdimos la confianza necesaria para preguntarle
a alguien qué demonios hace ahí… Nunca nos perdimos el
cariño mutuo, y me dio la alegría de venir a mi boda (solo a la Misa, pero me
emocionó mucho verla allí; sé que tuvo que luchar por
ello).
Después de pitar empezaron los cambios
bruscos: no amigas numerarias desde el primer día, no les digas nada a tus
padres, porque los padres no comprenden a veces los planes de Dios y podrían
intentar alejarte de tu vocación, que es tu tesoro, etc. Encargos en el club, charlas, medios de formación, plan de vida in
crescendo…
Tensión en la casa, porque tus padres notan que algo raro pasa. En el colegio
bajó mucho mi rendimiento porque tenía la cabeza en otras movidas (demasiadas
cosas nuevas, demasiado que asimilar), empeoraron mis notas siempre brillantes
hasta el punto que me faltaron 15 centésimas para poder estudiar medicina, mi
auténtica vocación. Para hacerlo debería permanecer en Valencia, y o bien hacer
un año de otra carrera (biológicas, por ejemplo) y luego pasarme a medicina, o
buscar enchufes, que los tenía y gordos. Pero ‘alguien’ decidió que la voluntad
de Dios para mí era hacer el ce en Granada, así que mi vocación de medicina se
fue a tomar vientos. A nadie le importaron mis súplicas y mis razonamientos. A
Granada. Ya antes de esto, sugerí que me gustaría estudiar medicina en
Pamplona; mi padre estaba dispuesto a pagarme los estudios (caros) allí. Pero
dijeron que no. Por que?. Porque no. Punto. Y en
casa tenemos que obedecer a las
directoras que son la voz de Dios para cada uno. Así que omnia in bonum y a Granada. Ya en Granada las cosas fueron
de mal en peor, porque yo me vi forzada a estudiar
una carrera que no quería, biológicas. Sugerí hacer Magisterio y casi me
muerden (mis padres también, porque yo era de ciencias ‘de toda la vida’ y les
parecía que pasarme a Magisterio era por rebote al no poder hacer medicina). Total, que hice 3 años de biológicas, hasta que me
echaron del Opus Dei. De ahí aquello que escribí
cuando conté mi salida, que le dije a la
directora la tarde de gloria: “ahora puedo estudiar lo
que me dé la gana, así que voy a cambiar mi expediente a Valencia y voy a
estudiar Historia”.
Al cabo de los años entendí que el hacer el
centro de estudios fuera de Valencia era claramente para alejarme de la
influencia de mi familia de sangre, sobre todo de mi madre. Pero nunca llegué a entender porqué no me
dejaron ir a Pamplona, que está más lejos si cabe… Esto está sin embargo en
consonancia con muchas decisiones que vi luego en los
3 años que viví en un centro, que con frecuencia se le da a la gente lo
contrario de lo que quiere. Es decir, la que quiere ser administradora no le
dejan, y a la que no quiere poco menos que la fuerzan a que lo sea. Lo
comentábamos el otro día en el Chat y había más gente que estaba de acuerdo en
que esto sucede así con frecuencia, no es que yo lo he soñado.
Sería todavía más tedioso seguir narrando
los cinco años de mi vida como numeraria hasta que me dieron la patada, quizás
en otra ocasión, porque tiene su qué.
Así que dejo mi relato aquí.
Al releer estas páginas pienso que a priori
puede parecer un abundar en los detalles, y en temas y situaciones que ya han
sido suficientemente tratados en esta Web. Pero lo voy a dejar como está porque
pienso que es relevante esta información y el hecho de que mucha gente cuente su
experiencia con este detalle para que se vea que las tácticas de captación que
siguen son muy semejantes casi siempre, para que se vea que el proceso de
captación está plagado de irregularidades desde el punto de vista del respeto a
las personas, de la manipulación de adolescentes, de aprovecharse de momentos
de euforia artificial para manipular los más nobles sentimientos de las
personas, de la inmadurez y los planteamientos mentales de las personas
captadas, que muestran tan a las claras la inconveniencia de tomar una decisión
de esa importancia en ese momento.
Este escrito mío, como el de Miguel L.
de hace un año, como tantos otros, si se leen a la par que el documento de
Oráculo ‘La Técnica Sectaria del proselitismo del Opus Dei’, ayuda a ilustrar
los despropósitos que allí se denuncian. Os sugiero que lo hagáis, es un
ejercicio desagradable pero necesario. Sobre todo se lo sugiero a los que desde
la jerarquía de la Iglesia Católica puedan entrar en esta Web. ¿Es que los
adolescentes no son hijos de Dios?, ¿es que no son
hijos de la Iglesia?. ¿Qué madre sabría cómo han tratado y tratan y van a
seguir tratando a sus indefensos hijos adolescentes y no haría algo por
evitarlo?. Cuando mis padres se
enteraron de que me había hecho del Opus Dei, mi hermano dejó de ir por el Club Collvert.
Solo quiero añadir que el relato de Miguel
contiene muchas descripciones de situaciones, conductas y modos de pensar y
plantearse las cosas que suscribo 100%. No he querido abundar en lo que él
expone pero lo ratifico con mi experiencia.
Yo no necesito que me digáis si algo que he
dicho no es cierto; me consta que todo lo es. Tampoco quiero saber si alguien
más ha vivido algo semejante porque sé que muchos lo habéis hecho. Lo he
escrito porque como Miguel hay gente que quiere saberlo y a la que le ayuda
leer experiencias idénticas a las suyas para sentirse menos marcianos. Y lo
escribo para dar testimonio de las aberraciones que el Opus dei
puede llegar a cometer con adolescentes ingenuos supuestamente para cumplir la
voluntad de Dios.
Por si os queda la duda, todo esto queda
muy atrás en mi vida y no guardo el más mínimo rencor a nadie, ni a OF, ni a NF
(que por cierto, me comentó una oreja amiga -un besote para ti- que salió hace
tiempo), ni a MP, ni a tantos otros-as. Yo creo firme y profundamente en la
Providencia divina y en que todo en esta vida ocurre para bien. Así que en su
momento perdoné, seguí andando y soy desde hace muchísimo tiempo inmensamente
feliz. Os lo deseo a todos.
Bueno, pues aquí lo dejo. Disculpad el
rollo pero me ha parecido necesario.
Un saludo cariñoso para todos,
Isa Nath