AL HILO DE HANNAH ARENDT:
TOTALITARISMO FABRICADO EN ESPAÑA
Ana Azanza Elío
Doctora en filosofía
Profesora en Jaén
Estas reflexiones que me atrevo a poner por escrito nacen de una experiencia personal. En el verano de 2005 fui entrevistada como antiguo miembro del opus dei que soy por un periodista que trabaja para la BBC en español[1]. El reportero me aseguró que él estaba interesado en la relación del fundador del Opus con el nazismo y concretamente en sus simpatías por Hitler. En un primer momento no me pareció un tema fácil, pues por mucho que el fundador opusiano tuviera esas simpatías políticas ignoro como se las va a apañar dicho periodista para encontrar documentos que avalen la tesis.
Pero leyendo las reflexiones de la filósofa judía Hannah Arendt (1906-1975) sobre el origen del totalitarismo la tesis de Max Scheltz, que así se llamaba el entrevistador, me va pareciendo de lo más oportuno. Además Arendt escribe también sobre algunos intelectuales católicos famosos, los llamados “católicos sin fe” que evolucionaron a Acción Francesa y que fueron condenados por el papa en 1926. Dichos católicos “amaban la Iglesia y sentían un abierto desprecio por el contenido de la fe cristiana, precisamente a causa de sus elementos democráticos intrínsecos. Eran católicos porque odiaban la democracia; les atraía el verdugo de de Maistre, como el pilar más fiable de la sociedad, y la posibilidad de ejercer la dominación mediante una jerarquía, en la misma medida en que les repelían las enseñanzas acerca de la caridad y de la igualdad entre los hombres.[2]”
En la medida en que el Opus Dei no se presenta a sí mismo como un partido político, sino como una “prelatura” con finalidad estrictamente religiosa, estas consideraciones sobre católicos más interesados por la jerarquía y el poder político que por la fe parece que no atañen a dicha organización.
Cuando yo formaba parte de la misma, estaba suficientemente convencida de que todas las exigencias que fui capaz de aceptar se debían a motivos enraizados en la fe. Educada en una familia católica practicante, el Opus apareció en mi vida como cualquier otro camino dentro de la iglesia y me “dejé” embarcar en él siempre desde la perspectiva de la fe.
Voy a dejar de lado las consideraciones sobre la manipulación y el engaño que se ejerce sobre los adolescentes captados por el opus. Lo más terrible es que cuando alguien es captado la adolescencia se prolonga en su vida mucho más allá de lo deseable, hasta que llega el despertar a la verdad, un despertar bastante traumático.
Me interesa mucho más señalar el hecho de que estando dentro del opus todo lo que el fundador escribió y dijo es prácticamente de origen divino, como tal hay que tomarlo. Y por supuesto las indicaciones que llegan desde los directores o jefes, no se discuten, sólo hay una alternativa “obedecer o marcharse”. Son palabras textuales del fundador que yo misma repetí hasta la saciedad a toda nueva adepta. Con la distancia en que va quedando mi paso por el opus dei, salí en 2002, creo que efectivamente la esencia de esta institución es el poder, su búsqueda y su conservación a toda costa. Por ello es evidente que aunque los portavoces del opus digan lo contrario en sus intervenciones, véanse los dos amplios reportajes en El País el 6 y 7 de marzo de 2006, las prácticas y el devenir de la institución tienen implicaciones políticas importantes, dentro y fuera de la iglesia católica, y por supuesto en todos los países donde operan.
Así que bien sencillamente estudiando esa parte de la historia de la iglesia católica de principios del siglo XX, observamos que la célebre “iluminación” de Escrivá en 1928 se enmarca en un amplio marco de pretendido renacer católico[3], en una serie de movimientos demasiado interesados en la jerarquía, el orden y la obediencia como para suponer de veras un renacimiento del evangelio.
Cuántas veces he oído la expresión “amar a la iglesia” dentro del opus dei, me doy cuenta de que realmente el fundador nunca amó la iglesia. Amó la imagen que él se había hecho de la iglesia. La iglesia como la comunidad espiritual formada por los creyentes en Cristo no es la iglesia de Escrivá. El sólo estaba interesado por la iglesia que él había formado, su obra. Pero necesitaba de la otra, de la iglesia católica dirigida por el papa para subsistir, para buscar legitimación y alimentar sus filas de seguidores. De este modo el opus dei crece como un parásito alimentándose de la fe auténtica que pueda haber entre los católicos al mismo tiempo que destruye el catolicismo desde dentro.
Amar a la iglesia supone amar y venerar la fe donde quiera que ésta se encuentre, y ese no es el talante en el opus dei. El opus se tiene a sí mismo por la vanguardia del catolicismo en un mundo secularizado. Son católicos “modernos”, puestos al día, dinámicos, crean universidades, escuelas de negocios, supuestamente para difundir el espíritu cristiano. No obstante, si leemos el evangelio, ¿no fue la vanguardia de la iglesia un hombre que murió ajusticiado? Por mucho que creamos que Jesús era más que un hombre ¿no fueron sus primeros seguidores gente del pueblo, muchos de ellos despreciados por ser “pecadores públicos”?
El opus dei segrega, crea división. Quiere ser una élite, lo cual se da de tortas con el evangelio, pues no fueron precisamente las élites sociales las que acogieron el mensaje. Si acaso la élite de los que sufren la enfermedad, la necesidad o el desprecio ajeno. Pero esto es una contradicción en los términos, un enfermo, un desahuciado por la sociedad no es élite. Más bien podíamos decir, y pienso que los teólogos católicos estarán de acuerdo, la iglesia ha iniciado caminos que se apartan de sus comienzos cuando se ha acercado demasiado al poder y a las “élites”.
Jesucristo no pedía las cuentas de los bienes patrimoniales a sus seguidores, una túnica y una sandalias para el camino, es la recomendación evangélica a los que van a predicar en su nombre. El opus dei ha amasado una fortuna en fincas rústicas y urbanas, y todo nuevo miembro que se incorpora con 18 años debe hacer estado de la cuestión a la organización en referencia a sus bienes patrimoniales. Más tarde con 22 años como mínimo se hace un testamento, cuando acaso ni siquiera se ha conseguido el primer trabajo, ya se dispone en un documento bien largo que todas las posesiones del “fiel de la prelatura” irán a parar tras su fallecimiento a las “fundaciones y empresas familiares opusianas”. Por supuesto nunca el interesado guarda copia de dicho testamento.
En la actualidad no se admitiría dentro del opus el desprecio a la democracia. Pero si somos objetivos, ¿en qué país y en qué época experimentó el opus su mayor crecimiento? Ya conocemos la respuesta. Si alguien la desconoce puede consultar el libro de Estruch, Santos y pillos, el Opus Dei y sus paradojas.
Así que la conclusión de todo esto es que el opus dei no es la avanzadilla cristiana que pretenden. Por una parte, los medios que utilizan los delatan, no viven de fe, viven del fraude. Y la virtud más importante para sobrevivir dentro es la obediencia, sumisión ciega como en el mejor sistema fascista.
Como en el terror totalitario, el opus dei arranca a sus víctimas de la vida corriente, de las vivencias normales de un adolescente. So pretexto de una “misión divina” y de una “elección” desde “antes de la constitución del mundo[4]”, el joven tiene que dejar los ambientes de diversión en los que probablemente se encuentre con personas del otro sexo, para vivir en una especie de mezcla entre milicia y convento.
Curiosamente los candidatos que experimentan la llamada tienen una serie de características familiares, económicas, psicológicas y hasta físicas bastante similares. Como si la providencia divina sólo se acordara de los miembros de una determinada clase social y con un determinado número de ceros en las cuentas corrientes de sus padres.
Dice Arendt que bajo el régimen totalitario, bolchevique o nazi, el terror no se detiene ante nadie excepción hecha del líder. Quienes hoy son los ejecutores del terror pueden ser las víctimas del mañana[5]. Así es dentro del opus, la más encumbrada directora de un centro, de un grupo de personas pertenecientes a la institución, puede llegar a caer en desgracia si da signos de una mínima disensión con lo que sus superiores han decidido, en cuanto dé muestras de sentimentalismo o se le ocurra denunciar a alguien que por haber alcanzado cierto status dentro de la organización tiene la venia para hacer lo que quiera.
La base social previa al germinar del totalitarismo también se puede aplicar al caso del opus dei florecido en territorio español. Señala Arendt que si Péguy llamó al padre de familia contemporáneo el gran aventurero del siglo XX, también se le podría llamar el gran criminal de la centuria. “Desde muy temprano se vio en Alemania que por mor de su pensión, de su seguro de vida o de la seguridad de su esposa e hijos, un hombre así estaba listo a sacrificar sus creencias, su honor y su dignidad humana. Sólo hacía falta el genio satánico de Himmler para descubrir que tras semejante degradación, este hombre estaba dispuesto a hacer cualquier cosa una vez que se subiera la apuesta y se viera amenazada la nuda existencia de su familia…La transformación del cabeza de familia de ser miembro responsable de la sociedad, interesado por los asuntos públicos, en un ‘burgués’ preocupado sólo por su existencia privada e ignorante de toda virtud cívica, es un fenómeno contemporáneo internacional.[6]”
Arendt quiere especificar que los integrantes de las fuerzas SS no eran seres especialmente depravados moralmente. Eran gente preocupada por el pan de su familia. ¿No es lo que les ocurre a tantas personas alimentadas por las escuelas, universidades, empresas también periodísticas (grupo Recoletos al que pertenecen el diario Marca, Telva o Expansión)? ¿Qué le importa a un honrado jardinero o bedel de la universidad de Navarra el hecho de que niños de buena familia sean engañados y entierren su vida en una secta? Secta que casualmente paga su sueldo, el del jardinero, él no es responsable de lo que su “empresa” hace de puertas adentro.
El médico o profesor de la facultad de Medicina de la misma universidad tampoco preguntará de donde salen los capitales para construir tantos edificios en tan poco tiempo o para adquirir los costosos aparatos de diagnóstico de la clínica universitaria, no le incumbe. Lo mismo a los padres que llevan a sus hijos a los “mejores colegios” de la ciudad que casualmente en España son del opus dei. ¿Qué expertos pedagogos han declarado que la educación que se sigue en esos colegios es mejor en líneas generales que la que se imparte en cualquier otro centro? ¿no será verdad que como en el siglo XIX muchos españoles siguen creyendo que la buena educación depende de llevar un uniforme y pagar enormes sumas que no todos se pueden permitir? Importante lo de “no todos”…
Verdaderamente el opus dei tiene en España terreno abonado, pues por desgracia una parte considerable de la sociedad sigue alimentando estos prejuicios decimonónicos totalmente desfasados que no resisten la más mínima crítica. Y dado que el sistema educativo español ha sufrido serios embates con las últimas reformas, el espejismo de los colegios opus parece todavía más real.
Adoctrinados en la lógica totalitaria los ejecutores del terror se aprestan si es el caso a ser víctimas. ¿No es lo que sucede con tantos numerarios en proceso de salida que son incapaces de sacudirse el yugo de las conversaciones con un director, con otro y otro, conversaciones que no conducen más que a la ruina psíquica?
Los campos de concentración totalitarios convierten a sus víctimas en un haz de reacciones que en las mismas condiciones se comportarán siempre del mismo modo[7]. ¿No lucha el opus dei contra la espontaneidad en sus más ínfimas manifestaciones? Sea la risa, el gesto, un gusto cualquiera que ate a la vida a lo que no sea el sistema, cualquier cosa puede ser corregida si se sospecha que la persona se alegra con cosas que no son el opus y sus “apostolados[8]”.
En los sistemas totalitarios se practican las purgas, con la confesión de crímenes que no se cometieron porque ni siquiera se podían cometer, se dice que esa persona que uno creía estar viendo ni siquiera era lo que parecía. Este es un sistema utilizado en el opus dei por directores y sacerdotes para presionar al que empieza a mostrar disconformidad, hacerle sentir culpable de no se sabe qué inconfesables pecados[9].
El sistema totalitario se ve a sí mismo como siguiendo una ley de la naturaleza o de la historia, una ley necesaria. Si es ley de la naturaleza eliminar lo dañino o lo no apto para la vida, esa ley no va a cambiar porque salgan del sistema todos los “no aptos”[10]. ¿No dice Escrivá también que la obra eliminará al que sea como un organismo sano elimina un cuerpo extraño[11]?
El opus dei es un aparato totalitario que no va a cambiar nunca sus métodos, pues si dejan la coacción, el engaño, la anulación de la personalidad del que integra sus filas dejaría de crecer. El opus dei se alimenta de la ignorancia de los que nunca han traspasado “el umbral” y del miedo a dar la cara de los que sí lo traspasamos, primero hacia dentro y luego hacia fuera.
Kafka diseña en sus novelas un aparato burocrático en que el gobierno ha sido sustituido por la administración y las leyes por decretos arbitrarios. El burócrata que vive del sistema tiene fe en él y ejecuta las órdenes sin pensar, sólo porque son órdenes. ¿No hemos dicho que esta es la máxima norma en el opus “obedecer o marcharse”? la misma sinrazón, el mismo agobio que experimentan los personajes de Kafka que ni siquiera tienen nombre se puede trasladar a la situación de una numeraria rebelde ante una directora. La diferencia es que en el opus disimulan y saben cambiar el decorado a tiempo para que la sensación de tortura amaine. Por eso alternan las sesiones “kafkianas” con encuentros con personas que se hacen las simpáticas. Pura interpretación en la que lamentablemente la mayoría cede y acaba aceptando la “propia vileza” y el daño que se hace a la Obra por disentir de sus directores[12].
Coincide también la observación de Arendt de que los campos de concentración nazis convertían la vida “en un permanente estar muriéndose”. No se buscaba tanto la muerte directamente, aunque ésta acabara por llegar por lo infrahumano de las condiciones existenciales que soportaban los prisioneros[13]. En la página opuslibros.org se pueden encontrar testimonios de hombres y mujeres que así vivieron su desafección con el sistema, todo era motivo de tortura en su vida para hacerles volver al redil. Impresiona en este sentido el testimonio de Carmen Tapia. Sus últimos meses en la secta fueron una especie de entierro en vida, no podía recibir correo ni llamadas telefónicas, no podía hablar con nadie, revisaron absolutamente todas sus pertenencias, en su habitación no había un rincón donde las directoras no hubieran mirado. Le quitaron sus documentos. No podía salir a la calle sin permiso y sin acompañamiento. Su pelo encaneció. Se le administraron fármacos que ella no había solicitado. Sabemos también por la misma página web que muchos se han quitado la vida debido a las presiones. Para el opus dei esos suicidios son una confirmación de que esas personas “no estaban bien”. La cuestión resulta sospechosa cuando no son casos aislados sino que se repiten en todas partes[14]. ¿qué tiene el opus dei que todo el que sale lo hace medicado o desquiciado? ¿por qué tantas personas que siguen dentro tienen también su correspondiente medicación?
Es prescripción opusiana no confesar con sacerdotes que no pertenezcan a la institución, violando así una de las máximas de la iglesia, el derecho de cada bautizado a elegir con quien quiere dirigirse si es que quiere hacerlo. Del mismo modo tampoco permiten acudir a médicos que no sean de su cuerda. En muchas ciudades españolas el opus dei tiene sus psiquiatras de consulta particular, y si se examinaran sus ficheros se sabría que su clientela procede en gran parte del propio opus dei.
En 1962 Hannah Arendt asistió en Jerusalén al proceso contra Eichmann uno de los nazis responsable del exterminio judío durante la segunda guerra mundial. Al año siguiente publicó una serie de artículos que llevaban el título de La banalidad del mal[15]. Dichos artículos serían ocasión de una fuerte polémica por parte de algunos sionistas que entendieron que con la palabra banalidad, Arendt quitaba importancia al genocidio[16]. No obstante lo que ella quería expresar es que los sistemas totalitarios, basados en las órdenes, la obediencia y la falta de responsabilidad adolecen de una peculiar falta de sustancia. De forma que frente a una resistencia decidida y solidaria su “dureza se derrite como la mantequilla al sol.”
Frente a sistemas políticos totalitarios el opus dei tiene la indudable ventaja de sus muchas caras, según el momento, la persona, la circunstancia muestran una u otra. Por ejemplo es curioso el hecho de que el fundador repitió en más de una ocasión que a su organización no le ocurriría como a otras dentro de la iglesia católica, que habían acabado dedicadas a la enseñanza. A parte de la poca estima que estas palabras muestran por la profesión docente, no se gana mucho dinero enseñando, se da la paradoja de que en la actualidad no hay capital de provincia española que no cuente al menos con un par de colegios “cuya dirección espiritual está confiada al opus dei[17]”. Como ya he dicho antes en España son legión las familias que gracias al opus tienen uno o dos puestos de trabajo y que estarían dispuestas a defender públicamente algo que en el fondo desconocen, pues nunca han vivido la realidad de una casa opusiana por dentro.
Así que nos encontramos con la extraña circunstancia de que una institución que “fundacionalmente” desprecia la enseñanza, ha logrado colocarse en el imaginario de muchos españoles como la “conservadora” de una mejor educación. Sin duda el potencial de los colegios, universidad de Navarra y clínica de Pamplona es una de las caras en apariencia presentable en sociedad de un sistema totalitario.
Frente a ese poderío y aparente aceptación por parte de una considerable porción de la sociedad española parece que lo mejor que se puede hacer es callarse y dejar que las cosas sigan su cauce. Además son conocidas las presiones que el opus ejerce sobre los individuos que disienten encaminadas a crear problemas económicos, es el gran temor de muchos que no se atreven a abandonar el opus por temor a perder su empleo.
Surge una pregunta ¿es normal que una organización decente tenga tanta necesidad de callar bocas? ¿por qué tantas presiones? Arendt se niega en su escrito a presentar a Eichmann como un ser monstruoso y carente de alma. Sería otorgarle una grandeza que no merece, y pensar que existen poderes oscuros antes los que nos encontramos inermes. En opinión de Hannah Arendt, tras esos aparentes poderes oscuros, que hoy podríamos decir recuerdan las historias de Harry Potter, se esconde una organización muy real contra la que no sólo podemos sino que debemos hacer algo.
Cambiando lo que haya que cambiar, tras el opus dei, cuya sola mención hace temblar en nuestro país, no hay un “poder oscuro”. Hay una organización totalitaria formada por personas de carne y hueso que se esconden detrás de una pantalla de honorabilidad. El problema de este sistema totalitario nacido en España es que no es fácilmente aislable, pues extiende su influencia en la sociedad. La única posibilidad que cabe es denunciar las prácticas fascistas que se viven en el interior de sus casas.
Con la muerte de Hitler y la reocupación de Alemania por las tropas aliadas terminó el sin sentido de unos campos que ni siquiera eran útiles al régimen nazi. Arendt reconoce en su estudio sobre las ciencias sociales y los campos de concentración que los propios nazis sabían que con los campos de exterminio estaban haciendo algo que ni sus peores enemigos podían esperar de ellos:
“Pues la verdad era que, mientras que todas las otras medidas antijudías tenían algún sentido y de uno u otro modo tendían a beneficiar a sus autores, las cámaras de gas no beneficiaban a nadie. Las propias deportaciones en un período de aguda escasez material ferroviario, la erección de costosas fábricas, la mano de obra empleada –que se necesitaba con urgencia en el esfuerzo bélico-, el general efecto desmoralizador sobre las fuerzas militares alemanas así como la población de los territorios ocupados, todo ello interfería de manera desastrosa con la guerra del Este, tal como las autoridades militares se encargaban de señalar[18]”.
El totalitarismo, el afán de dominar a los demás hasta extremos más allá de lo que pudiera ser útil choca con nuestro sentido común. Como dice Arendt desde fuera un campo de exterminio parece cosa de locos, no se le ve utilidad ninguna a semejante infierno, en cierto sentido un centro del opus dei como yo y otros lo hemos descrito en nuestros testimonios tampoco sirve para nada. Se vive según normas y criterios desfasados, cursis y absurdos, ¿tiene algún sentido humano la renuncia a la propia autonomía en beneficio de un sistema que en lo único que ha demostrado su pericia es en acumular capitales y en atemorizar a toda la sociedad?
En la distancia tantas situaciones bajo la opresión de las charlas, correcciones, confesiones, meditaciones, consignas variadas, nos mueven a risa. De hecho a veces mi propio libro provoca la hilaridad de los lectores y en opuslibros.org hay especialistas en subrayar lo ridículo de aquella vida que no era tal.
El opus dei es un sueño que se acaba convirtiendo en pesadilla. No es posible ni deseable la vuelta a una sociedad “oficialmente católica”, ese no es el futuro. Las estructuras no causan la fe. El fondo del opus no es eclesial ni universal, sino sectario y totalitario. Ni siquiera a la iglesia católica le conviene ese incómodo compañero de viaje que es el opus dei, la iglesia española se equivoca en la medida en que piensa que el opus va a ayudarle a reconquistar parcelas sociales. El opus dei pide siempre mucho más de lo que está dispuesto a dar.
[1] El
reportaje se puede ver en internet en la página de la BBC.
[2] Hannah
Arendt, Ensayos de comprensión
(1906-1975), Caparrós editores, Madrid 2005, p. 190.
[3] En
cualquiera de las biografías de Escrivá de Balaguer, se habla del 2 de octubre
como fecha fundacional del Opus Dei. La de Andrés Vázquez de Prada editada por
Rialp es especialmente prolija en detalles cuando describe aquel día madrileño
de finales de los años veinte en el que supuestamente, pues no hay más testigos
del acontecimiento que el alma de Escrivá, “vino al mundo el Opus Dei”. Por cierto
que no fue hasta mucho más tarde cuando la “criatura” adquirió nombre. Los
avatares y “mitología” del 2 de octubre creados para consumo interno en el opus
han sido ampliamente discutidos en la web opuslibros.org.
[4] Para
convencer de la vocación al opus dei se usan literalmente estas expresiones de
San Pablo en la carta a los Efesios 1, 4: “El nos ha elegido en Cristo antes de
crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables a sus ojos.” En la
medida en que cualquier ser humano está llamado al Amor, todo hombre es
elegido. Es un abuso por parte de la predicación opusiana apropiarse de estas
palabras con el fin de reclutar para sí.
[5] Hannah
Arendt, Ibidem, p. 366.
[6] Hannah
Arendt, Ibidem., p. 162.
[7] Hannah
Arendt, Ibidem., p. 296.
[8] En mi libro
“Diecinueve años de mi vida caminando en una mentira: Opus Dei” publicado en
2004, doy cuenta de varias ocasiones en que fui advertida porque se me notaba
en la cara que alguna intervención de otra me había desagradado.
[9] Maria del
Carmen TAPIA, antigua numeraria que convivió con Escrivá en Roma narra en su
libro Tras el umbral, las presiones a
las que fue sometida en la sede central de la organización antes de ser
expulsada después de haber ocupado cargos directivos en la misma. Sus
“carceleros” la acusaban de ignominias pero no querían concretar en qué
consistían esos fallos, se siembra la duda para torturar a la persona y que ni
siquiera pueda tener el alivio de pedir perdón.
[10] Hannah
Arendt, Op. cit., p. 370.
[11] En la
página opuslibros.org se puede consultar el catecismo del Opus Dei, el capítulo
referente a la salida y dimisión.
[12] En mi caso
la causa de disensión fue la siguiente, el Opus Dei pretendía que necesitaba un
psiquiatra, me enviaron a uno de la organización. En mi libro aporto copia del
informe en el que dicho psiquiatra desmiente de su puño y letra una supuesta
“enfermedad mental”.
[13] Hannah
Arendt, Op. cit., p. 293.
[14] Alberto
Moncada, ex miembro y sociólogo,
publicó un artículo sobre los suicidios en la página web citada.
[15] La edición
española de Carlos Ribalta es Eichmann en
Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Lumen, Barcelona 1967,
1999.
[16] Alois
PRINZ, La filosofía como profesión o amor
al mundo. La vida de Hannah Arendt, Herder, Barcelona 2001, capítulo XVIII.
[17] Es la
expresión que ellos utilizan para ocultar la realidad: quien pincha y corta en
esos colegios son las autoridades de la prelatura personal. Con frecuentes
visitas al colegio, la burocracia interna del opus controla perfectamente las
matrículas, las familias en las que pueden surgir “vocaciones”, tanto de madres
o padres, como entre los adolescentes.