ZOLA, Emile
L'Assommoir
A) RESUMEN DE LA NOVELA
Capítulo I. Gervaise y Lantier, que viven desde la juventud en concubinato,
llevan unos meses instalados en París, procedentes del Sur de Francia. Tienen
dos hijos de 8 y 4 años: Claude y Etienne. Se alojan miserablemente en una
habitación de un ínfimo hotel. Desde su llegada, han vivido de los ahorros que
consiguió Gervaise antes de venir a la capital. El dinero toca a su fin, y
Lantier decide buscar mejor compañía en la persona —poco recomendable— de
Adela.
Gervaise acude a un lavadero público con la ropa de la familia, a
excepción de la de Lantier que, inexplicablemente, se ha negado a que la lave
ella. Allí tiene un enfrentamiento verbal y físico con Virginie, hermana de
Adela, a quien logra vapulear humillantemente ante el enardecido público de las
demás lavanderas.
Al regresar al hotel, comprueba la huida de Lantier, que se ha llevado
absolutamente todo. Allí queda Gervaise, estremecida, en compañía de sus dos
hijos.
Capítulo II. Tres semanas más tarde. En la taberna (l'assommoir) del tío
Colombe, Gervaise acepta una invitación del plomero Coupeau. Aunque les gusta
beber, ninguno de los dos es vicioso del alcohol. Nos enteramos de que Gervaise
va saliendo adelante con su trabajo en un taller de plancha. Coupeau busca
descaradamente el amor de la joven, pero sin faltarle al respeto. Terminan
hablando de la familia del obrero, y marchan hasta la casa de la madre y la
hermana de Coupeau, un caserón de cinco pisos con trescientos inquilinos, que
será parte principal del escenario de la novela.
El asedio a la joven continúa durante otro mes. Gervaise sabe
guardarse de las audacias y "bromas" de Coupeau. Al fin, éste le pide
que se case con él, y Gervaise accede. Debe, ahora, presentarla a su familia, y
empieza por el matrimonio Lorilleux (la señora Lorilleux es hermana de
Coupeau), fabricantes por cuenta ajena de cadenas de oro, que reciben a la novia
con notoria frialdad y grosería.
Capítulo III. Narración de la boda de Gervaise y Coupeau,
y del banquete posterior. Se describe con un realismo minucioso del menú, de
los atuendos de los personajes, etc.: manifestación clara de lo que
literariamente se llamó "naturalismo". Se subraya la mediocridad del
festejo, en todos sus aspectos. Se resalta tristemente la falta de educación de
casi todos los asistentes. La ceremonia religiosa aparece como una obligación
social sin más trascendencia. Además de cierto anticlericalismo, hay crudezas
de expresión.
Entran en escena nuevos personajes: Mes-Bottes y Bibi-la-Guillade
(cerrajeros, amigos de Coupeau), la señora Faucomier (patrona de Gervaise), el
matrimonio Boche (los porteros), una segunda hermana de Coupeau (señora Lerat),
de nuevo el matrimonio Lorilleux, mezquino y avaro, etc. Son personajes que
aparecen a menudo en la narración, pero siempre en papeles secundarios, nunca
decisivos. Lo más destacable es quizá la aparición de la señora Coupeau, la
madre de Coupeau: una mujer de buen fondo, pero muy sentimental y sin
personalidad. Como pasaje anecdótico puede destacarse la visita al museo del
Louvre, descrita con ironía y haciendo hincapié en algunos detalles groseros.
El festejo termina de mala manera, sin alegría, entre insultos (a
Gervaise, por ejemplo, la apodan —por su cojera— "la Vaivén"). Antes
de quedar a solas con su marido, Gervaise conoce al tío Bazouge, el
sepulturero, quien, apenas presentado, le augura que algún día pasará por sus
manos.
Capítulo IV. Los cuatro o cinco primeros años del matrimonio. Prolongada paz
familiar al principio, ante la mal disimulada envidia de los Lorilleux. Ahorros
familiares. Nacimiento de la hija, Nana, cuyo bautizo vuelve a ser tratado
despectivamente por el autor. Conocen a los vecinos de su nueva casa
—abandonaron pronto la habitación del hotel—, los Goujet, madre e hijo,
excelentes, sensatos y generosos. Goujet hijo (23 años, herrero) se enamora de
Gervaise, pero externamente la respeta con delicadeza. Proyectos de Gervaise de
establecerse como planchadora por cuenta propia, empleando para ello los
ahorros familiares.
Cuando Nana tiene tres años, se produce el accidente de Coupeau —cae
desde un tejado a la calle—, quien se debate varios días entre la vida y la
muerte y convalece durante seis meses. Aquí comienza el proceso de degradación
de Coupeau, que culpa a Dios de su accidente: holgazanería, malos tratos
familiares, afición a las tabernas, etc. Desaparecen totalmente los ahorros
familiares.
Gervaise parece no darse cuenta de la tragedia que se cierne sobre su
marido y, por ende, sobre toda la familia. Vuelve a pensar en establecerse, y
acepta para ello un préstamo de Goujet, cuya madre, sin embargo, advierte con
claridad los síntomas de descomposición de aquel matrimonio.
Capítulo V. Gervaise se ha instalado como planchadora en el caserón donde viven
los Lorilleux. También los Boche están allí, pues se han trasladado como
porteros. Los Coupeau viven al fondo del taller.
Firman el contrato del local con Marescot, propietario del inmueble,
obrero enriquecido, inflexible en el cobro de los alquileres. Conmoción en el
barrio. Envidias, comentarios, calumnias propaladas por los Lorilleux, aunque
se impone la bondad y honradez profesional de Goujet. Gervaise contrata a tres empleadas,
entre ellas la joven y descocada Clemencia, que da lugar a escenas de mal
gusto.
Coupeau vuelve a trabajar, pero no es el de antes: dos o tres días a
la semana vuelve a casa borracho, sin haber trabajado en todo el día. Gervaise
no sabe resistirle con fortaleza, le consiente todo, y poco a poco comienza a
caer en aquel lento abandono que malogrará su existencia.
De los hijos de Gervaise, Claude ha vuelto al Sur, a trabajar en las
tierras de un propietario de la región de procedencia de su madre. Etienne, de
12 años, entra como aprendiz en la herrería donde trabaja Goujet. Nana tiene 6
ó 7 años. Abandonada totalmente por sus padres en materia de educación, da
rienda suelta a inclinaciones más o menos viciosas, sobre todo en los juegos
con los niños y niñas del caserón. Por su causa, se produce la ruptura entre
los Coupeau y los Boche.
Gervaise recoge compasivamente en su hogar a la señora Coupeau, que
tiene ya 70 años. Así transcurren, en relativa paz, tres años más. Sin embargo,
el préstamo de los Goujet para la instalación del local sigue sin ser devuelto,
al haber disminuido los ingresos de Coupeau por sus borracheras y continuas
faltas al trabajo.
Resulta de mal gusto la morosa descripción del trabajo en el taller de
la planchadora, con palabras y expresiones que rozan la obscenidad.
Capítulo VI. Gervaise va a buscar a su hijo Etienne a la herrería donde trabaja
Goujet. Descripción realista de la herrería. Visita de Gervaise a la madre de
Goujet. La encuentra con Virginie, a quien vapuleó en el lavadero años antes
(cap. I), convertida en la esposa de Poisson, guardia municipal. Aparentemente,
entre ambas se entabla buena amistad.
La presencia de Virginie hace surgir a Lantier en las conversaciones y
en el recuerdo, y esto descorazona profundamente a Gervaise.
Gervaise vive por encima de sus posibilidades: la prodigalidad con sus
conocidos y su buen apetito, que se ha convertido en auténtica gula, hacen que
su deuda con los Goujet no disminuya prácticamente nada.
La sombra de Lantier impulsa a Gervaise a buscar refugio en el afecto
de Goujet, a quien ve con frecuencia en la herrería donde trabaja Etienne.
Coupeau no puede ayudarla en nada: va de mal en peor, y sus borracheras son
casi continuas.
Descripción detallada del regreso a casa de un vecino —Bijard—,
totalmente borracho: pega ferozmente a su mujer —morirá poco después a
consecuencia de otra paliza— en presencia de su hija de 4 años, Lallie, que
protege como puede a su hermanita, niña de pecho aún. Gervaise intuye su
futuro.
Aparte de las crudezas de expresión, hay en este capítulo alusiones
amorales a la conducta de diversos personajes.
Capítulo VII. Año siguiente. Santo de Gervaise (19 de junio). Prácticamente todo el capítulo se reduce a la
descripción del banquete con que se celebra su onomástica. Asistentes: Gervaise
y Coupeau, mamá Coupeau, la señora Lerat, los Goujet, los Poisson, los
Lorilleux (medianamente reconciliados), los Boche, Clemencia y otra de las
operarias del taller: catorce personas mayores más varios niños. La descripción
resulta especialmente desagradable: abundan los detalles de crudeza y mal
gusto, y se muestra la pasión de la gula plenamente desatada en personas sin
ninguna educación. Para la preparación del banquete, fue necesario empeñar
algunas cosas: es el comienzo de un proceso que ya no se detendrá.
Al final del festín, aparece Lantier, y es Coupeau, medio borracho,
quien lo introduce en la mesa, sabiendo de sobra que es el antiguo amante de su
mujer.
Capítulo VIII. A lo largo de un año, Lantier frecuenta
cada vez más el taller de la planchadora, animado por Coupeau y ante la
culpable pasividad de Gervaise. Al término de ese tiempo, sus continuas
indirectas dan su fruto, y Coupeau le invita a vivir con ellos. Gervaise no
sabe oponerse. Los comentarios en el barrio, donde se da por hecho un ménage
à trois, son incontenibles. Sin embargo, Gervaise logra aún durante varios
meses tener a raya a Lantier.
Durante este tiempo, la situación económica de la familia va de mal en
peor. Ni Lantier ni Coupeau trabajan, pero viven principescamente a costa del
trabajo de Gervaise, que, por si fuera poco, ve disminuir alarmantemente su
clientela por diversos motivos y tiene que despedir a Clemencia. Casi
sistemáticamente no paga sus deudas, y su gula va en aumento.
Ante tal situación, Goujet le propone fugarse con él. Gervaise rehúsa,
pensando en su matrimonio y en sus hijos, lo que el joven comprende enseguida.
Su hijo Etienne ha sido enviado a Lille como aprendiz de maquinista.
Al término de una tremenda borrachera de Coupeau que ha durado varios
días, iniciada por instigación de Lantier —y cuyo proceso y final se describen
de un modo especialmente negativo—, Gervaise accede a los requerimientos de su
antiguo amante, ante los ojos curiosos y sensuales de su propia hija Nana. En
cierto modo, se ha consumado la degradación iniciada tiempo atrás.
Capítulo IX. Narra la historia del año siguiente. Comienzan las inevitables
consecuencias de la corrupción consumada. Gervaise ha perdido —si es que alguna
vez lo tuvo— todo sentido moral y toda su dignidad de mujer. El barrio se pone
frente a ella; los Goujet cortan toda relación profesional o de amistad; los
Lorilleux asisten gozosos a la completa ruina de "la Vaivén". En
efecto, tras perder toda su clientela y después de la muerte de mamá Coupeau,
Gervaise ha de abandonar su establecimiento en favor de su rival, Virginie (la
señora Poisson), que se queda con la tienda y con Lantier, con la aquiescencia,
también en este caso, de su marido, el guardia municipal.
Son páginas desoladoras, desmoralizantes. El entierro de mamá Coupeau
da pretexto a nuevas muestras de anticlericalismo, presentando las ceremonias
religiosas como un formalismo social, desprovisto de todo contenido.
Capítulo X. Los Coupeau ocupan un cuchitril en el último piso del inmueble. Se
narra, en términos semejantes a los utilizados para describir otras ceremonias
religiosas, la primera Comunión de Nana. Quizá se acentúa en este caso la
ironía despectiva de la descripción.
La miseria hace presa en los Coupeau durante los dos años siguientes:
el hambre y el frío los embrutece, y las relaciones entre ellos —padre, madre e
hija— se van haciendo cada vez más brutales. Gervaise trabaja como oficiala
planchadora, pero el empleo le dura sólo unos meses. Coupeau llega siempre sin
dinero, incluso los pocos días que trabaja algo. La idea de la muerte ronda,
cada vez con mayor insistencia, la embrutecida mente de Gervaise.
La salud de Coupeau comienza a resentirse seriamente: debe ser
internado, primero en un hospital y luego en un asilo psiquiátrico. Vuelve a
casa con el aviso de que una recaída puede ser mortal, pero a los quince días
su comportamiento es el mismo que antes de la enfermedad. Comienza a golpear a
Nana, hay peleas en el matrimonio...; en una palabra: envilecimiento
progresivo. Gervaise va vestida prácticamente de harapos.
Pero aún queda otro escalón que bajar. Una tarde, Gervaise va a buscar
a su marido a la taberna del tío Colombe. Lo encuentra con sus amigos, quienes
la animan a acompañarles en la bebida, y así lo hace. Por primera vez, vuelve a
su casa completamente borracha.
En medio de tanta podredumbre, Zola se complace en hacer brillar
patéticamente un hermoso brillante: Lallie Bijard. Tiene la niña 8 años, y
cuida su casa y a sus dos hermanos, de 3 y 5 años. Ha presenciado (cap. VI)
cómo su padre, borracho, mató a su madre de una paliza. Ahora le toca a ella.
Cada noche, el regreso de su padre es un martirio: bofetones crueles, patadas,
quemaduras, latigazos. Nada acobarda a aquella personita, que sigue sacando
adelante a sus "criaturas" con la caridad del vecindario. Su ejemplo
es lo único que, de tarde en tarde, sacude el adormecimiento moral y casi
físico de Gervaise.
Capítulo XI. Contiene las descripciones más sensuales de la novela, al relatar el
proceso que sufre Nana a los 15 años: de impúdica y viciosa, pasa a mujer
pública, empujada en cierto modo por el trato que recibe de sus padres. Las
descripciones son muy realistas, soeces en ocasiones. Gervaise aparece ya
plenamente entregada a la bebida, y su marido se aproxima a una muerte
irremediable por alcoholismo. Los demás personajes son meros comparsas o
espectadores de la tragedia central.
Al final, Nana abandona definitivamente la casa paterna, y con ella se
esfuma para Gervaise la última y debilísima motivación para conservar siquiera
un resto de dignidad humana. El ambiente se ha convertido en infrahumano. El
lector siente auténtico hastío ante pasajes repugnantes y sucios. Se suceden
las pinceladas de sensualidad, sin pretender un erotismo explícito.
Capítulo XII. A pesar de su sordidez, quizá sea este
capítulo el más humano. Es la historia de un día de Gervaise, ya hundida
irremediablemente en la miseria. Hambrienta hasta la desesperación, decide
pedir limosna, sin éxito. Horas más tarde, su propio marido la empuja a la
prostitución. La "carrera" infructuosa de Gervaise da lugar a varias
páginas de calidad literaria que describen la noche de un barrio obrero de
París, en día de cobro de la quincena. El patetismo llega a su cima con el
encuentro de una Gervaise harapienta, desgreñada, hambrienta y deforme con su
antiguo y platónico enamorado Goujet, que la auxilia a cambio de un beso en la
frente.
También hay párrafos de lirismo en el relato de la muerte de
Lallie Bijard, que ha atendido hasta su doloroso final a sus dos
hermanitos, a su casa y a su brutal padre. Este, en medio de su borrachera,
parece darse cuenta de su crimen a la vista del cuerpecito destrozado de su
hija, a la que despide sollozando y llamándola incongruentemente
"madrecita nuestra".
Capítulo XIII. Muere Coupeau tras un ataque de delirium
tremens descrito con un realismo sobrecogedor. Pocos meses después, le
sigue Gervaise, de cuyos servicios fúnebres se ocupa, efectivamente, aquel
enterrador que, más de veinte años antes, le auguró (cap. III) que pasaría por
sus manos.
B) VALORACION LITERARIA
L'Assommoir es la séptima del ciclo de veinte novelas publicadas por Zola entre
1871 y 1893 bajo el título general de Les Rougon-Macquart, o
"Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio".
Con ese ciclo, el autor pretende, en efecto, describir la vida de una familia y
hacer al mismo tiempo la historia de una época: la que, desde el golpe de
Estado del 2 de diciembre de 1851 hasta Sedán, condujo a Francia al borde de su
ruina. De este modo, cada uno de los volúmenes se centra en alguno de los
aspectos de la sociedad que Zola quiere describir.
L'Assommoir narra la vida de una Macquart, Gervaise. Crudamente realista, la
novela está inspirada en la vida de los obreros parisienses, mediante estudios personales
en distintos ambientes, en la lectura de la crónica de sucesos y en la de un
libro de Denis Poulot (1832-1900), publicado en 1870: Le Sublime, ou Le
travailleur comme il est en 1870 et ce qu'il peut être ("Lo Sublime o
El trabajador tal como es en 1870 y lo que puede ser").
1. Estructura general
L'Assommoir se estructura en trece capítulos de extensión equivalente, salvo el
último. En el centro de la obra, el capítulo VII contiene el acontecimiento
decisivo, que va a hacer bascular el destino de Gervaise: la vuelta de Lantier.
De este modo, la vida de Gervaise aparece primero como una lenta ascensión
social (cap. I-VI). Pero después, el acontecimiento que podría simbolizar la
cima de su éxito (cap. VII) se convierte en el punto de partida de una decadencia
irreversible, cuyas etapas se describen en los seis últimos capítulos. La
estructura, por tanto, es simple y lógica.
2. Duración histórica y tiempo de la novela
La novela transcurre a lo largo de dieciocho años (1850-1868).
Conviene notar:
a) El comienzo del capítulo I (descripción de la oleada de los obreros
en el amanecer de París) y el capítulo XII (su regreso al anochecer) se
corresponden como en un intento de significar el ritmo monótono y triste de la
condición obrera.
b) Dentro de esos dieciocho años, hay cuatro momentos privilegiados
que determinan el destino de Gervaise. Ocupan por sí solos cuatro capítulos (I,
III, VII y XII): una espera sin esperanza, una boda, un banquete que termina en
pesadilla, una inmersión definitiva en la abyección. Por los demás capítulos, y
en un movimiento cada vez más acelerado, transcurren los años, que unen entre
sí aquellos cuatro acontecimientos principales.
3. Lugares
La novela está localizada con mucha precisión en París. En el centro,
el barrio de la Goutte-d'Or. En los extremos, las alturas de Montmartre al
Oeste, las antiguas fortificaciones al Norte, el hospital Lariboisière al Sur,
los mataderos de La Villette al Este. Dentro de este cuadrilátero deambula sin
cesar una gran número de personajes: van al trabajo, o en busca de diversión, o
simplemente al azar del vagabundeo alcohólico. Sólo en una ocasión (cap. III:
la boda) salen de ese escenario, hasta el Louvre, y Zola recoge perfectamente
la impresión de desplazamiento tragicómico entre lugares y personajes.
Gervaise no escapa a esa ley general de movimiento. Sus mudanzas
sucesivas marcan las fases de su existencia: ascendentes, primero; descendentes
después: hotel Boncoeur (cap. I); calle Neuve de la Goutte-d'Or, con Goujet por
vecino; calle de la Goutte-d'Or, primero como patrona, en el piso bajo; después
en el sexto piso, entre los necesitados; y al final bajo la escalera (cap.
XIII). De hecho, la vida de Gervaise es un continuo vagabundeo al que la muerte
pone un fin miserable.
4. Ambientación histórica: París bajo el Segundo Imperio
En términos generales, en la vida parisina durante el Segundo Imperio
se codean el lujo agresivo y la miseria. Hay un desarrollo del pequeño
comercio: proliferan las pequeñas tiendas, cada vez más elegantes; Nana, por
ejemplo, trabaja en una floristería que da empleo a varias trabajadoras. Se
multiplican los establecimientos de diversión, donde se despliegan una alegría
vulgar y una intemperancia pluriforme: abundan merenderos, bailes, aparecen los
cafés-conciertos, etc.
París se transforma, testigo de la prosperidad económica de toda la
burguesía: demoliciones, construcción de hospitales, trazado de los grandes
bulevares en la entrada norte de París, levantamiento de edificios modernos.
Paralelamente, el pueblo es rechazado a la periferia, a casas sórdidas, en un
contraste vivamente sentido por Gervaise.
5. Personajes
a) Gervaise Macquart
La novela es esencialmente la historia de Gervaise. Los demás
personajes, con un perfil psicológico mucho más sumariamente trazado, aparecen
sobre todo como instrumentos más o menos voluntarios de su desgracia (Coupeau,
Lantier, Virginie). Algunos encarnan una cierta posibilidad de felicidad y de
redención para Gervaise (Goujet); otros son espectadores compasivos pero
impotentes (la señora Goujet), o indiferentes y hasta hostiles (los Lorilleux,
los Boche, la señora Lerat).
A lo largo de dieciocho años de existencia, asistimos a la degradación
física y moral de Gervaise: desde la joven ya marcada por el factor hereditario
pero honrada y digna, hasta llegar a una criatura sin edad, hundida en un
abismo por la miseria y la incomprensión, zozobrando en la embriaguez y en una
media locura.
De todas formas, se trata de un ser complejo, con una serie de
constantes, aunque son las negativas las que van predominando progresivamente:
Como aspectos positivos, pueden destacarse los siguientes: es
una madre que inicialmente quiere ardientemente a sus hijos; cuando se ve
abandonada de Lantier, continúa trabajando con confianza, y por amor a sus
hijos lleva a cabo todos los sacrificios; sueña con una felicidad sencilla y
tranquila, cuya formulación repetida tiene algo de conmovedor; está dotada de
una especie de distinción de espíritu que contrasta con el ambiente en que se
mueve: prudencia, cierta modestia y preocupación por la respetabilidad, que le
hace rechazar durante mucho tiempo las propuestas de Coupeau; manifiesta
energía, gusto por el trabajo bien hecho que legitima la sana ambición; tiene
una bondad innata, que se manifiesta, por ejemplo, en su preocupación por los
pobres: incluso cuando está en medio de la miseria sabe ayudar, y se interpone
valientemente entre la desgraciada Lallie y su padre; el sentido de la pureza
subsiste hasta en medio de sus torpezas, como lo atestigua su atracción hacia
Goujet, cuyo amor limpio la conmueve: el último encuentro con él es como un
adiós de Gervaise a la mejor parte de sí misma.
En cambio son elementos destructores de su personalidad las
supuestas leyes de la herencia biológica y el ambiente familiar en que ha
vivido: un padre brutal y una madre que muy pronto la ha iniciado en los
placeres del anisete (signo visible de esa herencia es su cojera, cada vez más
acentuada, objeto de burla para los Lorilleux); desde el punto de vista moral, una
especie de atonía, de sentimiento de impotencia para conducir su vida, que
destruye su voluntad; su nobleza natural degenera en mera bondadosidad,
en una indulgencia próxima a la cobardía: tolera las borracheras de su
marido, la instalación de Lantier en su propio hogar, y abandona todo esfuerzo
educativo respecto a Nana; una pereza, e incluso una especie de torpor
paralizante: Gervaise se convierte en alelada espectadora de su propia vida; y
sobre todo, fluyendo de lo profundo, un burdo materialismo, una sensualidad
grosera, un culto a la comida que ahoga progresivamente los impulsos del alma.
Las consecuencias son, en primer lugar, físicas: como signo de
la invasión del espíritu por la materia, la gordura la va ganando
progresivamente, unida a un afeamiento creciente. Desde la perspectiva social,
Gervaise desciende rápidamente los grados de la escala: patrona, empleada en
una lavandería, planchadora de ocasión, criada en su antigua tienda, arrojada a
la calle, prostituta sin cliente, y por fin vagabunda medio loca. Son patentes
también las consecuencias morales: pierde su dignidad de mujer y de madre,
compartiendo sus favores entre Coupeau y Lantier, sufriendo las peores
vejaciones de Virginie sin la menor reacción; pierde su honradez: se hunde en
las deudas, a las que se acomoda con una tranquilo cinismo. Como última
consecuencia, se podría señalar la fascinación que la muerte ejerce sobre ella:
siempre ha existido en Gervaise la obsesión del fracaso y de la nada.
Finalmente, cuando se acumulan las desgracias, hay una lucha dramática entre el
instinto de conservación y el abandono ante la vida.
b) Lantier
Inmoral, haragán integral: aparece como sombrerero de profesión, pero
no trabaja nunca. Vive de las mujeres que va explotando a lo largo de su vida.
Es un personaje taimado que el propio Zola procura hacer odioso. Quizá sea un
prototipo demasiado esquemático, sin la humanidad de otros personajes, pero es
quien principalmente encarna en la novela el espíritu del mal: mantiene el
misterio sobre su pasado y sus ocupaciones, emana de él una seducción
turbadora, y persigue sus designios con una obstinación y habilidad demoníacas,
abatiéndose sobre su presa tras una serie de círculos concéntricos (cap. VII).
c) Coupeau
Obrero especializado (plomero). De buen fondo, le gusta presentarse
con cierta elegancia y simpatía. Su destreza y audacia en el trabajo son
reconocidas por todos. Se describe minuciosamente la degradación de su
personalidad al entregarse al ocio y al alcohol (vid. n. 6, b): El
alcoholismo).
d) Goujet
Junto con Gervaise en sus primeros años, es el personaje más atractivo
y bondadoso de toda la obra. Bueno, sin malicia, sacrificado y austero, buen
hijo, generoso. Interviene decisivamente al ayudar económicamente a Gervaise a
instalar su taller de planchadora independiente, al proporcionarle comprensión
y cariño en los momentos en que Gervaise advierte en toda su crudeza la
degeneración de su marido, etc. De todos modos, y como ya se ha indicado (cap.
VIII), hay un momento en que propone a Gervaise fugarse con él. Al final, en un
encuentro patético, cuando ésta ha decidido prostituirse, la aparta de ese
último paso desesperado.
6. Temas principales
a) El destino
Gervaise es presentada como víctima digna de compasión, pero no
culpable: se ve perseguida por un destino perverso, que toma diversas caras.
Por una parte, un acontecimiento imprevisible: el accidente que convierte a
Coupeau en un ocioso entregado a la embriaguez, que lleva consigo la perdición
de Gervaise. Por otra, algunos personajes, que se convierten en emisarios del
destino: en primer lugar, Lantier; pero también Virginie, una especie de
diablesa: es la mala suerte la que hace que Gervaise la vuelva a encontrar al
salir de casa de Goujet.
b) El alcoholismo
El título (L'Assommoir: La taberna), tomado de un cuchitril que
existía en la época, expresa la voluntad de Zola no sólo de contar la historia
de un destino individual, sino de exaltar el poder nocivo del establecimiento
del tío Colombe. Es destacable que, aparte de Goujet y su madre, todos los
personajes tienen relación con la bebida.
El alcohol aparece como compañero de todos los momentos de la vida.
Desde la perspectiva sociológica y moral, Zola relaciona claramente el recurso
al alcohol con la pobreza y la dureza de las condiciones de trabajo y de
vivienda. El alcohol aparece como una ilusoria fuente reconfortante: se bebe
para darse coraje desde la mañana, mientras que en realidad roba las energías.
Consumido colectivamente, permite salir de la soledad para encontrar una
atmósfera de camaradería, una especie de caricatura de fraternidad.
Al mismo tiempo, se presenta la bebida como un azote social. Basta
para demostrarlo el caso de Coupeau: obrero honrado, trabajador, relativamente
sobrio (sólo bebe vino), capaz incluso de delicadeza con Gervaise durante los
cuatro primeros años, su forzosa ociosidad a consecuencia del accidente le
convierte poco a poco en un despojo humano. Esa catástrofe progresiva está
marcada por un disgusto creciente por el trabajo; la pérdida de su dignidad de
hombre y de marido, que lleva consigo la desintegración de la familia: arroja a
Gervaise en brazos de Lantier, y luego le aconseja que se prostituya; el
abandono de su responsabilidad paterna: con Nana, pasa de las violencias
físicas a una indiferencia completa ante sus excesos; la decadencia física:
Zola se entrega a un verdadero estudio clínico desde las primeras
manifestaciones patológicas de la embriaguez, pasando por el rápido
adelgazamiento de Coupeau, hasta el delirio y las crisis de alucinación que le
reducen a un miserable títere desarticulado que muere de extenuación.
Desde esta perspectiva, la novela aparece como un angustioso
llamamiento a los responsables de un orden social que engendra la decadencia de
toda una clase.
7. Valor técnico-literario
L'Assommoir significa la maduración plena del realismo narrativo, inficionado ya
del naturalismo más crudo, a veces brutal. Su publicación, en 1877, suscitó
violentas polémicas, ya esbozadas con ocasión de obras anteriores, y consagró
definitivamente al autor.
Hay pasajes de indudable fuerza expresiva, que manifiestan un talento
nada corriente y una notable capacidad de observación. De ahí que los mayores
aciertos estén en la pintura de multitudes, en la descripción de reuniones,
escenas populares, ambientes proletarios, lugares de trabajo, etc.: la masa de
los obreros al amanecer, el lavadero (cap. I); la taberna, el almuerzo de los
trabajadores (cap. II); la boda de los protagonistas, la visita al Louvre, el
banquete con que se cierra ese día (cap. III); la herrería (cap. VI); la vida
nocturna del París proletario (cap. XII). Tampoco faltan, aunque sean muy
escasos, momentos de carga emotiva, casi patética.
En cambio, el análisis psicológico de los personajes no es, en
general, convincente: falta la consideración de una gran realidad: el espíritu
humano. En consecuencia, la psicología de los personajes resulta necesariamente
incompleta, roma, casi rastrera. Hay, con todo, páginas de indudable lirismo.
En conclusión: una novela bien construida, pero cuya lectura se hace
penosa por la creciente sordidez del ambiente y de los personajes.
C) VALORACION DOCTRINAL
Zola (1840-1902), iniciador del movimiento literario denominado naturalismo,
aplica una vez más en esta novela su teoría del determinismo natural: a
partir de una situación inicial, trata de demostrar cómo la concatenación de
los hechos narrados —en este caso, la degradación de Gervaise— viene exigida
por unas pretendidas leyes de la naturaleza (circunstancias, ambiente, factor
hereditario, etc.), como si los personajes no tuvieran libertad ni, en
consecuencia, recursos morales para enderezar sus vidas.
Aunque refiriéndose a otra de sus obras, Zola manifestaba:
"Quiero explicar cómo una familia, un pequeño grupo de seres, se comporta
en una sociedad, dando nacimiento a diez, veinte individuos que a primera vista
parecen diferentes, pero cuyo análisis los muestra íntimamente ligados los unos
a los otros. La herencia tiene sus leyes, como la gravedad" (Prólogo a La
Fortuna de los Rougon). En efecto, es bien sabido que "Zola se halla
profundamente influido por las tesis del Dr. Lucas en su Tratado filosófico
y fisiológico de la herencia natural, y pretende traspasar a la creación
novelesca las leyes de la herencia y de la influencia del ambiente como
determinantes del comportamiento humano" (F.J. Hernández, en GER, tomo 23,
p. 883).
Hoy es fácil detectar el cientificismo ingenuo de Zola, al
pretender que las leyes de la herencia y las presiones ambientales son la
última explicación de la conducta humana. "En realidad, todas estas
desorbitadas pretensiones científicas constituyen hoy día la parte más
deleznable de la obra zoliana y le llevan, para mejor probar sus tesis, al
estudio de casos demasiado excepcionales y a análisis excesivamente
sumarios" (ibid.). En efecto, Zola no demuestra el determinismo:
simplemente lo supone y lo desarrolla a lo largo de sus obras.
Ciertamente hay circunstancias que influyen en el comportamiento
humano, pudiendo incluso condicionarlo parcialmente, pero en ningún caso —fuera
de aquellas situaciones patológicas que impiden hablar propiamente de actos
humanos— pueden llegar a suprimir la libertad de las personas.
Con un determinismo tan absoluto como el que Zola trata de demostrar,
toda acción humana queda justificada por su misma necesidad: carece de sentido
apelar a valores como la libertad, la responsabilidad, la moral, los derechos
humanos, etc. Desaparece todo rastro de trascendencia e incluso de moral
natural. Estamos, por tanto, ante una visión materialista del hombre. Al ignorar
cualquier fin trascendente, todo el hombre queda subordinado a lo puramente
material y externo. (Un análisis más detallado del determinismo de Zola se
encuentra en la valoración crítica de la recensión impresa de Germinal).
En lógica consecuencia, y aparte de algunos comportamientos concretos
positivos, señalados en su momento, los valores cristianos están ausentes, y
abundan las manifestaciones de anticlericalismo. Aunque se supone que todos los
personajes están bautizados, en su comportamiento aparecen ajenos a la idea de
Dios, y no hay indicios de que piensen o estén influidos por algún pensamiento
sobrenatural.
G.A. — D.E.S.
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