WEBER, Max

 La acción social: ensayos metodológicos[1]

A) Resumen de la obra

Prólogo de Salvador Giner y J. F. Ybars

I. La naturaleza de la acción social.

1. Fundamentos metodológicos.

2. El concepto de acción social.

II. Los juicios de valor en la ciencia social.

III. La objetividad del conocimiento en las ciencias y en la política.

1. ¿Cuál es la validez de los juicios de valor?

2. ¿Existen verdades objetivamente válidas?

 Prólogo: Metodología weberiana de las ciencias sociales

En esta nota introductoria, Giner e Ybars tocan varios puntos interesantes.

1. Destacan el carácter polifacético de la labor de Weber y la actualidad y vigencia de la misma. Llegan a afirmar que hoy todo sociólogo que se precie de serlo ha de examinar el método de Weber, incluso si es para rechazarlo.

2. Aluden al contexto histórico en el que se desarrollan las ideas de Weber. Se refieren a su tratamiento de la subjetividad y de la conciencia en el marco antes definido. Weber, afirman, va más allá del positivismo. De la confluencia entre la subjetividad humana (desde la historia) y la valoración del mundo (desde la economía política) nace la sociología de Weber: la teoría de la acción social. Es interesante la distinción que hace entre la racionalidad formal o instrumental y la racionalidad sustancial u orientada a fines éticos.

3. Señalan el problema subyacente: la racionalidad. La ciencia sólo permite alcanzar conclusiones que asienta la mayoría, mientras que en ética no existe consenso ni acuerdo, lo que produce, una desazón en Weber (se trata, de momento, de una mera constatación del hecho de la variedad de opiniones sobre ética). Se subraya a continuación la interesante distinción weberiana entre hechos y valores.

Aunque, en su opinión, ni aún el mismo saber científico se halla libre del contagio de lo valorativo, se considera el "tipo ideal" como conceptos neutrales.

4. Hallamos una sucinta referencia a la melancolía weberiana, al desencanto fundado en la destrucción de las consolaciones posibles a medida que se avanza en los aspectos metodológicos científicos. Este pensamiento trágico procede de la evolución que concibe del uso de la razón hacia el progreso, y de ahí a la destrucción de sí mismo; del uso de la razón sustancial hacia la razón instrumental —desapareciendo la finalidad ética—; de la religión hacia la ciencia instrumental dominante.

5. La nota introductoria destaca que los dos últimos capítulos apuntan a la posible concepción del mundo alcanzable desde estos presupuestos metodológicos. Hace hincapié en que Weber no es un racionalista desencantado abocado, pues, al irracionalismo, sino un racionalista consciente de los límites de la razón. Finalmente se vuelve a resaltar la nota de actualidad que tiene la labor de Weber en el campo de la metodología social.

I. La naturaleza de la acción social.

La palabra "sociología" se usa en muchos sentidos diversos. Aquí, "sociología" designa la ciencia cuyo objeto es interpretar el significado de la acción social así como dar una explicación del modo en que procede esa acción y de los efectos que produce. Se comprende por "acción" aquella conducta humana que su propio agente o agentes entienden como subjetivamente significa, y en la medida en que lo es. Por acción "social" se entiende aquella conducta en la que el significado que a ella atribuye el agente o agentes entraña una relación con respecto a la conducta de otra u otras personas y en la que tal relación determina el modo en que procede dicha acción.

1. Fundamentos metodológicos.

1. En ningún caso debe pensarse que el significado sea algo objetivamente correcto o verdadero por arte de algún criterio metafísico. El significado de la acción social puede ser: a) el sentido o fin deseado por el agente en realidad; o b) el sentido atribuido al agente como tipo puro o ideal. No se dirá, por tanto, si es correcto o verdadero, no corresponde este juicio a esta ciencia. He aquí la diferencia entre las ciencias empíricas de la acción, como lo son la sociología y la historia, y cualquier disciplina a priori.

2. No puede trazarse una clara línea divisoria entre la acción significativa y la conducta puramente reactiva, es decir, aquella conducta a la que el agente no asocia ningún significado subjetivamente deseado.

3. El objetivo de toda interpretación del significado es conseguir la certidumbre. La inteligibilidad racional se encuentra en máximo grado en aquellos conjuntos de significados que se relacionan entre sí del modo en que lo hacen las proposiciones matemáticas o lógicas, y proporciona la mayor certidumbre; mientras que la empatía con la experiencia proporciona menor certidumbre, aunque la suficiente. Existen fines y valores últimos hacia los cuales pueden orientarse las acciones empíricamente reales del hombre, los cuales no podemos entender con total certeza. Juega aquí con la racionalidad y la irracionalidad; es —como se dijo— de carácter racional pero consciente de sus límites.

4. Los acontecimientos y objetos que en sí carecen de sentido pueden ser tomados en consideración por todas las ciencias de la acción siempre que sean causas o efectos de la acción humana, o la provoquen o impidan. Es posible que la indagación futura saque a relucir leyes no significativas que subyazcan en la conducta significativa.

5. La comprensión puede ser de dos clases: comprensión directa del sentido intencional de una acción, y comprensión explicativa, según la cual se entiende el motivo para actuar de un modo en un momento y un contexto precisos.

6. En estos casos, el término "comprensión" se refiere al entendimiento interpretativo del sentido. El objeto de la interpretación es la certidumbre, pero ésta ha de mantener como hipótesis —con un valor relativo— el sentido atribuido a la acción por ser de índole subjetiva.

7. Un motivo es un complejo de significados que parece conferir al agente o al observador razones significativas para comportarse de una cierta manera. Hay que distinguir entre la adecuación significativa y la adecuación causal.

8. Decir que ciertos procesos y regularidades no cuentan como hechos sociológicos o leyes en el sentido aquí usado porque carecen de significado, no es afirmar que sean menos importan tes. Lo único que puede decirse es que operan en un ámbito distinto al de la acción significativa, el ámbito de las "condiciones", "estímulos", "obstáculos" o "fomentos" de la acción. En suma, hay cosas sin significado, no son hechos sociológicos; pero tampoco son irrelevantes.

9. La palabra "acción" en su acepción de conducta, solamente puede aplicarse de forma apropiada al comportamiento de una o varias personas individuales. El "sistema", pues, no es sino el resultado de acciones concretas de individuos. Sin embargo, para sus propios propósitos, la sociología no puede permitirse ignorar los conceptos colectivos de otras disciplinas; debe referirse a ellos para explicar la acción social. Esta metodología "individualística" no implica necesariamente un "individualismo" (en el sentido solipsista).

10. Es frecuente referirse a las varias teorías de la sociología interpretativa como "leyes". Éstas "leyes" son proposiciones verificadas por la observación sobre la probabilidad con que se pueden esperar cierto resultado de la acción social si se dan ciertas condiciones, las cuales son comprensibles según los motivos tópicos del agente en cuestión. Esto es, se habla de leyes por la pretensión de una ciencia racional, pero se basan en probabilidad porque no todo es racional: existen motivos subjetivos comprensibles, pero no explicables.

11. El sociólogo construye conceptos-tipo e intenta formular declaraciones generales sobre lo que ocurre. Esto contrasta con el historiador.

2. El concepto de acción social.

1. La acción social (que incluye la abstención de actuar y también el ser objeto de ella) puede estar relacionada con el pasado, el presente o con la conducta anticipada de otras personas en un futuro. Las "otras personas" en cuestión pueden ser individuos particulares, o un grupo ampliamente indefinido.

2. No toda clase de acción, ni tan sólo de comportamiento externo, es acción social en nuestro sentido; sólo es tal si está relacionada con otras personas.

3. No todo contacto humano es de carácter social: es social sólo cuando la conducta de una persona se relaciona en su significado al comportamiento de los demás.

4. La acción social no debe identificarse ni con varias personas que se comportan de modo semejante, ni con una persona que actúe bajo el influjo de la conducta ajena.

5. Como cualquier otra clase de acción, la acción social puede ser racional en cuanto a su fin, en el sentido de usar los medios apropiados a un fin determinado; racional en cuanto a sus valores, en el sentido de constituir un intento de realización de un valor trascendente; afectiva o emocionalmente determinada; tradicional, conducta que es la expresión de la costumbre establecida.

Rara vez una acción adopta sólo una de estas formas varias, tampoco pretende ésta ser una clasificación exhaustiva de los tipos de conducta.

Dícese que existe una "relación social" cuando varias personas ajustan recíprocamente su conducta entre sí con su respecto al significado que le atribuyen, y cuando ese ajuste recíproco determina la forma que toma.

1. En consecuencia; debe existir una relación mínima entre la acción de cada persona y la de las demás. El carácter de esa relación puede ser de la más diversa índole.

2. Nos interesa el significado empíricamente intencional en todos los participantes: bien en un caso individual,bien en un número promedio de casos, bien en un tipo "puro" construido

3. Nunca hemos dicho que la"reciprocidad" está presente en el sentido de que aquellos que relacionan sus acciones entre sí en un caso dado confieran el mismo significado a su relación social, o que el significado que cada cual confiera en su fuero interno a su propia acción varíe en correspondencia con el de los demás.

4. Una relación social puede ser transitoria o duradera.

5. El significado de una relación social puede ser cambiar.

6. El significado constitutivo de una relación social permanente puede expresarse en máximas. La posibilidad de una formulación racional del significado intencional es naturalmente mucho menor en el caso de una relación afectiva en general que en una relación contractual comercial.

7. El significado de una relación social puede estar determinado por acuerdo mutuo. Las partes hacen promesas sobre su conducta futura.

II. Los juicios de valor en ciencia social.

Entendemos por valoraciones las apreciaciones prácticas de un fenómeno, en el cual pueden influir nuestras acciones al aprobarlo o reprobarlo.

El problema que esbozaremos de entrada, es si en el transcurso de una lección universitaria se deben o no "exponer" las valoraciones prácticas personales, fundadas en ideales éticos, culturales o ideológicos. Este problema no cabe discutirlo en modo alguno de forma científica, dado que depende por completo de valoraciones prácticas.

Están representados:

1. El punto de vista de que está justificada la distinción entre los hechos que se pueden demostrar de forma puramente lógica o puramente empírica, por un lado, y las valoraciones prácticas, éticas e ideológicas por otro; pero a pesar de ello ambas categorías de problemas deben ser tema de discusión en las cátedras universitarias.

2. El punto de vista de que es recomendable descartar al máximo todos los problemas de valoración en el transcurso de la lección.

El punto de vista 2 parece al autor inaceptable.

El punto de vista 1 únicamente parece aceptable a Weber, cuando el profesor universitario se propone el deber incondicional de obligar a sus oyentes a tomar conciencia clara de aquello que en sus explicaciones es un razonamiento lógico, o puramente empírico, y de aquello que es una valoración práctica.

La pregunta de si por regla general y con las indicadas reservas cabe o no emitir valoraciones prácticas desde la cátedra, constituye un problema de la praxis de la política universitaria.

Lo que en la actualidad todo estudiante debería exigir a sus catedráticos es:

a) capacidad de conformarse con el cumplimiento escueto de una tarea dada;

b) admitir ante todo los hechos, y saber separar la comprobación de hechos de una toma de posición valorizadora;

c) posponer su propia persona a la causa, y reprimir la necesidad de exponer en lugar inadecuado sus gustos y demás sentimientos personales.

Constituye una indudable muestra de mal gusto (siempre en opinión del autor) entremezclar asuntos personales en discusiones profesionales concretas. Desde el punto de vista de Weber, las valoraciones prácticas de un erudito aumentarían de peso si se limitase a sostenerlas solamente en ocasiones adecuadas. La reivindicación del derecho a la valoración "ex-cathedra" sólo sería consecuente si al mismo tiempo se garantizara que todas y cada una de las valoraciones subjetivas tienen ocasión de ser expuestas en las aulas.

La distinción entre la comprobación empírica y la valoración práctica es difícil.

Cabe combatir con la máxima decisión la frecuente concepción según la cual el camino que conduce a la objetividad científica consiste en un equilibrio entre las diferentes valoraciones antagónicas. La "línea media" es tan poco demostrable científicamente con los medios de las principales disciplinas científicas, como la de las valoraciones más "extremas".

La cuestión:

El concepto de "juicio de valor" ha dado lugar a un enorme malentendido, que no contribuye en nada a la solución del problema. En un estudio, un escritor expone que un investigador podría considerar igualmente sus propias valoraciones como "hechos" y deducir de ellos las consecuencias. Es improcedente llamar hechos a intenciones prácticas presupuestas en común, dado que se trata más bien de un "fin establecido a priori".

Una convicción ética que se deja desplazar por una "comprensión" psicológica de valor que unas creencias religiosas que llegan a ser destruidas por los conocimientos científicos.

Asimismo, constituye un mal entendido el creer que las proposiciones formales, tales como las de la ética kantiana, no llevan inherente ninguna indicación sobre el contenido. La posibilidad de una ética normativa no queda ciertamente en entredicho por el hecho de que existan problemas de tipo práctico para los cuales no pueda ofrecer por sí misma unas indicaciones unívocas, ni por el hecho de que la ética no es lo único que tiene valor en el mundo.

Entre los problemas que ninguna ética puede resolver de forma decisiva y unívoca, se hallan las consecuencias del postulado de la "justicia".

En lo relativo a los valores no sólo se trata siempre y en todas partes de alternativas, sino también de una lucha mortal e insalvable, al igual que la lucha entre "dios" y el "diablo".

En casi todas las tomas de posición importantes de hombres reales se entrecruzan y entrelazan las esferas de valores. El carácter trivial de la vida cotidiana consiste precisamente en que el hombre no quiere tener consciencia de tales antagonismos, la vida entera no constituye más que una cadena de decisiones últimas, gracias a las cuales el alma escoge su propio destino, al igual que en Platón. Escoge el sentido y los actos de su ser.

En el campo de las valoraciones políticas prácticas una disciplina empírica sólo puede mostrar:

los inevitables medios,

los inevitables resultados secundarios,

las consecuencias prácticas de la competencia entre las diversas valoraciones posibles.

Las disciplinas filosóficas pueden, descubrir el "sentido" de las valoraciones, su estructura significativa última y sus consecuencias significativas. Sin embargo, ya entran por completo en la esfera de la elección y del compromiso preguntas tan sencillas como:

¿En qué medida el fin debe justificar los inevitables medios?

¿En qué medida hay que aceptar las consecuencias subsidiarias no deseadas?

¿Cómo hay que arbitrar el conflicto entre varios fines, que se enfrentan en concreto?

No existe ningún procedimiento científico que fuera capaz de tomar alguna decisión al respecto.

El sentido de las discusiones acerca de las valoraciones prácticas sólo puede ser el siguiente:

Subrayar los últimos axiomas de valor, internamente "consecuentes", de los cuales parten las opiniones antagónicas.

Deducir las "consecuencias" de la toma de posición valoradora.

Determinar las consecuencias efectivas que ofrecería la realización práctica de una toma de posición prácticamente valoradora,

A consecuencia de la sujeción a determinados medios inevitables.

A consecuencia de la inevitabilidad de determinadas consecuencias no deseadas directamente.

Puede defenderse unos axiomas de valor nuevos, no tenidos en consideración por el representante de un postulado práctico.

Las discusiones sobre el valor pueden facilitar en gran medida el trabajo del investigador científico, en especial del historiador, ante todo en el campo de la "interpretación de los valores", que constituye una de las principales tareas preparatorias del trabajo empírico.

Todavía se halla muy difundida la creencia de que las indicaciones para las valoraciones prácticas tienen, deben o pueden deducirse a partir de las "tendencias del desarrollo".

En general, los hombres tienden a acomodarse interiormente a lo que tiene éxito. Y no sólo lo hacen al nivel de los medios o en la medida en que proyectan realizar sus ideales, sino incluso sacrificando los propios ideales.

Una política eficaz es siempre un "arte de lo posible". Pero no es menos verdad que, a menudo, lo posible sólo puede alcanzarse yendo más allá, para alcanzar lo imposible. Todas las cualidades específicas de nuestra civilización que valoramos como una aportación más o menos positiva, a fin de cuentas no han sido obra de la única ética realmente consecuente en el aspecto de la "adaptación", esto es, de la ética burocrática del confucianismo. Deploro que se habitúe a la nación a olvidar que al lado del "valor del éxito" de una acción existe también el valor de "convicción".

"Adaptación" puede significar ya sea la adaptación de los medios de una toma de posición última a unas situaciones dadas, ya sea la adaptación a las posibles ventajas reales o imaginarias, en la elección de una de las múltiples tomas de posición últimas posibles. El término no rinde ningún servicio, puesto que a su vez precisa siempre una interpretación.

Únicamente se puede hablar de problemas realmente solubles por medios empíricos en el caso de que preguntemos por los medios apropiados para un fin dado de forma absolutamente unívoca.

Se puede utilizar el concepto de "progreso" con completa libertad axiológica, siempre que se le identifique con el "progreso" de algún proceso concreto del desarrollo, considerado de forma aislada.

Nos limitaremos a los conceptos de "progreso" racional que desempeñan un papel en las disciplinas sociológicas y económicas.

¿Qué significa realmente el calificativo de progreso racional aplicado a un proceso?. Se repite una vez más la amalgama del concepto de progreso con sus diferentes significados:

mera "progresión" diferenciadora,

progresiva racionalidad técnica de los medios,

crecimiento del valor.

Creo que resulta en extremo inoportuno utilizar la expresión progreso. Todavía resta la última problemática sobre el lugar que ocupa lo racional dentro de las disciplinas empíricas.

Cuando algo normativamente válido se convierte en objeto de estudios empíricos, como tal objeto pierde su carácter de norma: se le trata como "ente", pero no como "válido".

La metamorfosis de verdades normativamente válidas en opiniones de validez convencional, que sirve de base a todas las estructuras intelectuales, incluso a los pensamientos lógicos o matemáticos, no impide que en el momento en que estos últimos se convierten en objeto de un análisis de su ser empírico y no de su ser correcto, la validez normativa de las verdades lógicas y matemáticas constituya el apriori de todas y cada una de las ciencias empíricas.

Para una atribución causal de fenómenos empíricos precisamos unas construcciones racionales técnico-empíricas e incluso lógicas, que respondan a la pregunta de cómo se presentaría un estado de cosas, tanto si representase una relación externa de la actividad o una estructura mental como si obedeciera a una "corrección" y a una ausencia de contradicción empíricas y lógicas, absolutamente racionales. La construcción de este tipo de utopías racionalmente correctas no es más que una entre las diversas figuras posibles del "tipo ideal".

Si hay algo que se pueda exigir a un intelectual "profesional" es la obligación de conservar siempre la mente serena y la sangre fría frente a todos los ideales, incluso ante los más majestuosos que dominan determinada época, y de "nadar contra corriente" si fuera necesario.

III. LA OBJETIVIDAD DEL CONOCIMIENTO EN LAS CIENCIAS Y LA POLITICA SOCIALES

Este tercer capítulo contiene numerosas referencias al carácter de la revista de la que forma parte y cuya histórica línea pretende anunciar. Me voy a referir sólo a sus postulados más generales por ser los de más alto valor científico, y porque de hecho, con ellos, lógicamente comulgan las alusiones a la línea que se desea para la revista.

El presente estudio fue publicado en 1904 cuando la revista "Archiv fur Sozialwissenschaft und Sozialpolitik" pasó a manos de un comité de redacción constituido por Werner Sombart, Max Weber y Edgar Jaffé.

En la primera parte expondremos nuestra postura frente a la pregunta ¿Cuál es la validez de los juicios de valor que emite el enjuiciador, o que un escritor utiliza como base para sus propuestas prácticas?. Para contestar en la segunda parte a otra: ¿En qué sentido existen "verdades objetivamente válidas" en el ámbito de la vida cultural?

I.

Todavía hoy no ha desaparecido la opinión de que la economía política produce y debe producir juicios de valor a partir de una ideología específicamente "económica".

Creemos que una ciencia experimental nunca podrá tener por tarea el establecimiento de normas e ideales, con el fin de derivar de ellos unas recetas para la praxis.

¿Qué significa y qué se propone la crítica de ideales y juicios de valor?. Todo análisis reflexivo en torno a los elementos últimos de la actividad humana está ligado en principio a las categorías del "fin" y de los "medios".

En primer lugar, lo más directamente accesible a un estudio científico es la pregunta de la idoneidad de los medios ante unos fines dados. Además, podemos determinar cuáles serían las consecuencias que entrañaría la aplicación de los medios necesarios, debido a la interconexión de todo el devenir.

Entonces ofrecemos al sujeto actuante la posibilidad de confrontar las consecuencias deseadas y las no deseadas de su actuación. Ahora bien, el llevar tales confrontaciones hasta una decisión, ya no es realmente una tarea posible de la ciencia, sino de la persona voluntariosa. La ciencia puede conferir a esta persona el conocimiento de que todo acto y también, la ausencia de un acto, significa por sus consecuencias el tomar partido por determinados valores.

El estudio científico de los juicios de valor no sólo quiere hacer comprender y revivir los fines propuestos y los ideales en los que se basan, sino que ante todo se propone enseñar a "enjuiciar" de forma crítica. Esta crítica sólo puede tener carácter dialéctico. Sólo puede ser un juicio lógico-formal del material existente en los juicios de valor y las ideas; una verificación de los ideales con el postulado de la ausencia de contradicción interna de lo propuesto.

La crítica puede ayudar a la persona voluntariosa a reflexionar sobre las escalas de valor últimas, de las cuales parte inconscientemente o de las cuales debería partir para ser consecuente.

La cuestión de si el sujeto enjuiciador "debe" admitir estas escalas últimas es muy personal. La ciencia empírica no es capaz de enseñar a nadie lo que "debe", sino sólo lo que "puede" y lo que quiere.

En el campo de nuestras ciencias las ideologías acostumbran a intervenir ininterrumpidamente en la argumentación científica.

Los juicios de valor supremos y últimos, los sentimos nosotros como algo "objetivamente" valioso. Pues sólo nosotros nos podemos mostrar como representantes suyos cuando se nos aparecen como válidos. La dignidad de la "personalidad" reside en el hecho de que para ella existen unos valores a los cuales refiere su propia vida. Y si tales valores se hallasen exclusivamente en el interior de la esfera de la propia individualidad, la "entrega total" se convierte para ella en la idea que toma como referencia. Emitir un juicio sobre la validez de tales valores es asunto de fe y no es objeto de una ciencia experimental.

La particularidad de carácter político-social de un problema estriba, precisamente, en que este no puede ser resuelto a partir de unas consideraciones meramente técnicas basadas en unos fines establecidos, sino que puede y debe lucharse por las propias escalas de valor reguladoras.

El establecimiento de un denominador común práctico para nuestros problemas, en forma de unos ideales supremos de validez universal, no puede ser en modo alguno tarea de una ciencia empírica.

El destino de una época cultural que ha degustado el árbol del conocimiento es el de tener que saber que no podemos deducir el sentido de los acontecimientos mundiales de su estudio, por muy completo que este sea. Debemos ser capaces de crearlo por nosotros mismos. Tiene que saber que los "ideales" nunca pueden ser el producto de un saber empírico progresivo. Y que los ideales supremos que más nos conmueven , sólo se manifiestan en todo tiempo gracias a la lucha con otros ideales, los cuales son tan sagrados como los nuestros.

La peligrosa ilusión de que mediante la síntesis o el corte diagonal por los puntos de vista de varios partidos puede llegarse a la obtención de unas normas prácticas de validez científica, resulta muchísimo más peligrosa para la imparcialidad de la investigación que la vieja e ingenua fe de los partidos en la "demostrabilidad" de sus dogmas.

En el campo de las ciencias sociales, toda demostración científica metodológicamente correcta, si pretende haber logrado su finalidad, tiene que ser admitida como correcta incluso por un chino. Ya que por falta de material quizá no pueda alcanzar plenamente esta meta, por lo menos debe tender hacia ella.

Toda valoración inteligente de una volición extraña sólo puede ser una crítica que parte de una "ideología" personal.

Entonces no se trata ya de una ciencia, por lo que la segunda norma obligatoria de la imparcialidad es la de que en tales casos debe indicarse claramente al lector donde y cuando comienza a hablar el hombre de la voluntad. Las precedentes argumentaciones sólo están dirigidas contra la citada mezcla, pero en modo alguno contra el tomar partido por los ideales personales. La ausencia de ideología y la "objetividad" científica no tienen ningún parentesco interno.

II.

El hecho básico del que dependen todos los fenómenos "socio-económicos". es que nuestra existencia física, al igual que la satisfacción de nuestras necesidades más ideales, choca en todas partes con la cuantitativa y la insuficiencia cualitativa de los medios externos precisos para ello; que para su satisfacción se necesita una previsión planificada, trabajo, la lucha contra la naturaleza y la socialización con otras personas. Siempre que un acontecimiento de la vida cultural está ligado ya sea directamente o del modo más indirecto a dicho hecho, contiene un problema económico-social.

Entre los problemas económico-sociales nos es dado distinguir diferentes tipos. Los acontecimientos y complejos de normas, instituciones, etc., cuyo significado cultural reside para nosotros básicamente en su aspecto económico, no nos interesan desde el punto de vista de su importancia económica. Pero en determinadas circunstancias pueden adquirir importancia desde este punto de vista. Se trata de los fenómenos "económicamente importantes".

Y por último, fenómenos que muestran en determinados aspectos fundamentales de su carácter una influencia más o menos intensa por parte de motivos económicos. Se trata de los fenómenos "económicamente condicionados".

Queda entendido que el ámbito de los fenómenos "económicos" fluctúa y no puede determinarse con exactitud.

La influencia indirecta de las relaciones sociales, instituciones y agrupaciones humanas, sometidas a la presión de intereses "materiales", se extiende a todos los campos de la civilización. Influye sobre la naturaleza de la "evolución económica".

No existe ningún análisis científico "objetivo" de la vida cultural o bien de los "fenómenos sociales", que fuese independiente de unas perspectivas especiales y "parciales" que de esta forma expresa o tácita, consciente o inconsciente, las eligiese, analizase y articulase plásticamente. La ciencia social que nosotros queremos practicar aquí es una ciencia de la realidad.

En el campo de las ciencias de la cultura, el conocimiento de lo general nunca tiene valor por sí mismo. Carece de sentido un estudio "objetivo" de los procesos culturales en el sentido de que el fin ideal del trabajo científico debe consistir en la reducción de la realidad empírica a unas "leyes". Carece de sentido porque:

— El conocimiento de leyes sociales no es un conocimiento de lo socialmente real, sino únicamente uno de los diferentes medios auxiliares que nuestro pensamiento utiliza a este efecto.

— Ningún conocimiento de procesos culturales puede imaginarse de otro modo que sobre la base del significado que la realidad de la vida cobra para nosotros en determinadas relaciones singulares.

La"cultura" es un fragmento finito de entre la incomprensible inmensidad del devenir del mundo, al cual se ha conferido un sentido y un significado.

La premisa trascendental de cualquier ciencia de la cultura no es el hecho de que nosotros concedamos valor a una "cultura" determinada o a la cultura en general, sino la circunstancia de que nosotros seamos seres civilizados, dotados con la capacidad y con la voluntad de tomar una actitud consciente frente al mundo y conferirle un sentido. Cualquiera que sea el contenido de esta actitud, los citados fenómenos poseen para nosotros un significado cultural, y éste constituye la única base de su interés científico.

Todo conocimiento de la realidad cultural es siempre un conocimiento bajo unos puntos de vista específicamente particulares.

El conocimiento científico-cultural se haya ligado a unas premisas "subjetivas" en tanto que sólo se ocupa de aquellos elementos de la realidad que muestren alguna relación con los procesos a los cuales conferimos un significado cultural.

No cabe el deducir, sin embargo, que también la investigación científico-cultural solo obtiene unos resultados "subjetivos", en el sentido de que son válidos para unos, pero no para otros.

La historia de las ciencias de la vida social es, y seguirá siendo, un constante cambio entre el intento de ordenar teóricamente los hechos mediante la formación de conceptos y la creación de nuevos conceptos sobre la base así modificada. Se expresa en ello el hecho de que en las ciencias de la cultura humana la construcción de conceptos depende del planteamiento de los problemas y de que este último varía según el contenido de la cultura.

Hemos llegado al final de esta exposición, que ha tenido por único fin el de destacar la casi imperceptible línea que separa la ciencia de la opinión y el de poner al descubierto el sentido del esfuerzo del conocimiento en el orden social y económico. La validez objetiva de todo saber empírico se basa en que la realidad dada está ordenada según categorías subjetivas en el sentido específico de que constituyen la premisa del valor de la verdad que sólo el saber empírico nos puede proporcionar.

La creencia en el valor de la verdad científica es producto de determinadas civilizaciones y no es dado por la naturaleza.

La "objetividad" del conocimiento en el campo de las ciencias sociales dependen del hecho de que lo empíricamente dado se haya alienado constantemente sobre ideas de valor, las cuales son las únicas en conferirle un valor por el conocimiento.

En una época de especialización, todo trabajo realizado en el marco de las ciencias de la cultura, después de haberse orientado hacia determinada materia gracias a unos planteamientos concretos, y una vez adquirido sus principios metodológicos, verá en la elaboración de esta materia un fin en si mismo sin controlar continuamente y de forma consciente el valor cognoscitivo de los hechos aislados.

Y está bien que sea así. Pero en alguna ocasión se presentará un cambio: el significado de los puntos de vista será entonces incierto. Entonces la ciencia se prepara a su vez para modificar su posición y su aparato conceptual, para observar el flujo del acontecer desde la altura del pensamiento.

B) Valoración crítica

Resulta difícil enjuiciar la obra en conjunto, debido a varios motivos: en primer lugar, hay que advertir que se trata de clases y conferencias dictadas, por lo que no llega a ser un tratado sistemático, emite por esto afirmaciones tajantes en muchas ocasiones sin dejar ver a veces con claridad el verdadero pensamiento del autor; por otro lado, se entremezclan exposiciones sobre circunstancias históricas concretas (la situación de Alemania en la época, las características de la Universidad en aquel momento y país determinados, la publicación de una revista, etc.). De ahí la dificultad para resumirlo concisamente. Sin duda, el apartado I es el más interesante y merece mayor atención.

No obstante, cabe señalar algunos aspectos concretos y enjuiciarlos por sí mismos, de modo que nos permitan ver qué pensamiento late detrás de esta obra, que por lo demás no es la principal de su autor.

Destacaré, en primer lugar, las ideas que me parecen acertadas, aunque en no pocas ocasiones Weber se abstenga de extraer las consecuencias que debiera de cada una de ellas:

— En toda la obra está presente la distinción entre hechos y valores, distinción que el autor juzga tajante. Ello le permite observar que la ética —regida por valores— no se explica por el comportamiento de la mayoría —los hechos que mayoritariamente suceden—. Aunque unos no explican los otros, ambos existen como problemas reales.

— Otra distinción de gran valor, aunque posteriormente se haya abusado de ella (en la Escuela de Frankfurt, por ejemplo), es la de racionalidad formal o instrumental —orientada a la acción inmediata pragmática— y racionalidad sustancial —orientada a fines éticos—. Esta distinción se desvirtúa si se pretende hacer de ella una separación; pero tiene interés sobre todo si se considera que numerosos autores sólo admiten el primer tipo de racionalidad como realmente existente.

— Otra de las ideas centrales que cruzan todo este ensayo, y que caracteriza de alguna manera el pensamiento de Weber, es la de la acción individual subjetiva. Esta concepción es de gran valor y Weber la resalta con fuerza en un momento en el que dominaban las ideas positivistas, materialistas y psicologistas que convertían la acción social en un sociologismo, vaciando de contenido la subjetividad individual; Weber rechaza rotundamente estas ideas dominantes, sosteniendo una subjetividad activa y no sólo reactiva, también niega la concepción materialista de la historia. Ello le obliga a introducir el concepto de "comprensión", entendiendo por él el método de penetrar en las acciones subjetivas, que por serlo no son inteligibles por la mera "explicación" de lo objetivo. De modo que la subjetividad es, en cierto modo, ininteligible, inexplicable: en otras palabras, arbitraria, libre, incondicionada. Por ello habla Weber varias veces de un juego de lo racional y lo irracional a la hora del estudio de la sociología, que se funda, en último término, en acciones individuales subjetivas; en este sentido también habla de los límites de la racionalidad en este campo, cuestionándose hasta que punto llega a ser una ciencia "objetiva". Ciertamente, afirma en más de una ocasión, la opción por los valores no corresponde a la ciencia, pero sin esa opción no habría acción social.

— Señala Weber con acierto dos causas del desvanecimiento de la objetividad de los imperativos éticos (hecho que le parece lamentable): el relativismo histórico y el evolucionismo ético. Sin embargo, al analizarlos, acentúa demasiado la separación y el carácter subjetivo del "deber ser" frente al "ser"; no obstante, en este punto no termina de ser claro por lo que se verá a continuación.

— Afirma Weber que los valores y los juicios de valor no son ellos mismos subjetivos, ni de origen subjetivo; lo único que es subjetivo es la elección de esos valores.

— Aunque en la "ciencia" social, que no es empírica, el método debe ser la comprensión, hay unas guías o tendencias objetivas que vienen dadas por las ideas de valor. En Sociología —se concluye— no es posible desentenderse de los valores.

Junto a estas tesis, se sostienen otras que enturbian el contenido del libro; muchas veces es difícil deslindarlas por la falta de sistematicidad mencionada; en ocasiones parecen contradecirse con las anteriores: se trata de errores sutiles que resulta necesario advertir con claridad.

— Se deja ver una cierta ambigüedad a la hora de tratar la "irracionalidad" de la elección de los valores y la subjetividad de la acción social, entendiéndolas como relativismo y subjetivismo respectivamente; quizá esto ocurra por hacer contrapeso a las ideas dominantes mencionadas, pero no deja de ser un abuso.

— Niega Weber que exista una ciencia que trate de los valores "valorándolos"; sólo podría tratar de cuáles son posibles diciendo asépticamente qué consecuencias tienen ya que esto es lo único "explicable". No deja sitio, pues, para la Etica en sentido propio.

— Late también aquí una concepción de "ciencia" que se encuentra muy generalizada, es la que entiende por ella el estudio del reducido ámbito de lo cuantificable. Es verdad que no es lo único —y ello es apuntado por Weber—, pero no es cierto que el resto de la realidad, que por cierto es la mayor parte, no sea inteligible con rigor y por sus causas, y esto último es lo que define a la ciencia desde la antigüedad. Cree Weber que con admitir ese ámbito de la realidad no cuantificable queda superado el subjetivismo relativista, pero no es así, es necesario además que quepa un estudio riguroso, objetivo y "científico" de ello. Opina por ello Weber que la ciencia debe ser neutral ante los valores.

— En ocasiones confunde o entremezcla con poca claridad lo que podría llamarse influencia valorativa con las "ideologías" dominantes, en sentido peyorativo.

— Weber relaciona en algún lugar —dejando ver su concepción protestante del hombre— la objetividad, la ciencia y la razón, por un lado; y la subjetividad, los valores y el sentimiento, por otro.

— Debido a que sostiene esa cierta subjetividad en las valoraciones, afirma que no se debe recomendar, ni influir, ni siquiera pronunciarse sobre ello, a la hora de enseñar respecto a los valores, aunque a uno le parezcan del todo objetivos y recomendables.

— Tiene Weber una clara influencia kantiana de la ciencia (se deja ver especialmente al final): una ordenación de hechos por categorías subjetivas —que son reflejo de una tendencia a valores últimos— a través de unos conceptos creados provisionalmente.

 

                                                                                                              S.S.M. (1987)


 

 

 

                                                                                                                       ANEXO

WEBER, Max

La acción social: ensayos metodológicos

Península, Barcelona, 1984

Introducción

Este libro recoge tres estudios de Weber publicados por su autor en ocasiones diferentes. Como indica el título de la recopilación, versan sobre la metodología de la sociología. El problema central abordado por Weber es el de la relación entre la objetividad a que aspira la sociología y las valoraciones personales a las que el sociólogo no puede sustraerse. Otros asuntos abordados son la irreductibilidad de las ciencias comprensivas del significado de las acciones individuales y de la acción social a las ciencias explicativas de fenómenos naturales, por un lado, y la noción de "tipo ideal" como instrumento básico de la investigación social. Son frecuentes las repeticiones y en general la obra resulta "pesada" para el lector.

 La naturaleza de la acción social

Sociología es "la ciencia cuyo objeto es interpretar el significado de la acción social así como dar en su virtud una explicación del modo en que procede esa acción y de los efectos que produce" (11). A su vez, la acción social es "aquella conducta en la que el significado que a ella atribuye el agente o agentes entraña una relación a la conducta de otra u otras personas y en la que tal relación determina el modo en que procede dicha acción" (11). Este significado es esencial al objeto de la sociología y la necesidad de estudiarlo distingue a ésta de las ciencias de la naturaleza: "para una ciencia que se ocupe del significado de las acciones, "explicar" es captar el complejo de significados en los que encaja una acción directamente inteligible en virtud de su significado intencional subjetivo (18). Weber se esfuerza por evitar todo reduccionismo "naturalista": "los elementos mentales cuanto más se captan en términos estrictos de ciencia natural menos inteligibles se hacen, pues de esa manera no se obtiene una interpretación según su significado intencional" (25). De esta manera, si en la sociología cabe hablar de "leyes" será entendiéndolas como "proposiciones verificadas por la observación sobre la probabilidad con que se puede esperar cierto resultado de la acción social si se dan ciertas condiciones, las cuales son comprensibles según los motivos típicos y los significados intencionales típicos de los agentes en cuestión" (33).

De todas formas, "en la vida real la acción significativa genuinamente efectiva —plenamente consciente y claramente comprendida— es sólo un caso límite" (37).

 Los juicios de valor en la ciencia social

Este estudio trata acerca de "si se deben o no exponer las valoraciones prácticas personales, fundadas en ideales éticos, culturales o ideológicos" (49) cuando se hace o se enseña sociología. Weber no responde clara y unívocamente. Su opinión al respecto parece ser la de que es lícito —e inevitable de hecho— valorar, siempre que el científico o el profesor distingan —en la medida en que esto sea posible-- entre lo que es valoración y lo que no lo es. (cfr. 50-56)

Por otra parte es preciso distinguir entre valoración o tratamiento y presentación de lo valioso como tal, por un lado, y "referencia al valor" (77) no acompañada de enjuiciamiento de su índole de tal, por otro. Esta neutral referencia al valor tiene lugar cuando algo normativamente válido se convierte en objeto de estudios empíricos: como tal objeto pierde su carácter de norma y se le trata como "ente", pero no como "válido" (100).

Por lo demás, es claro que las valoraciones en cuanto tales quedan fuera del ámbito de la ciencia (sólo podrá admitirse lo técnicamente valioso como susceptible de estudio científico).

 La objetividad del conocimiento en las ciencias y la política sociales

Hay que reconocer que en el campo de las ciencias sociales la motivación para el desarrollo de problemas científicos se da siempre por "cuestiones prácticas" (126). Sin embargo ello no es obstáculo insuperable para la objetividad de la sociología. Además "la ausencia de ideología y la "objetividad" científica no tienen ningún parentesco interno" (125).

La sociología ha de entenderse como "ciencia de la cultura", ya que "aspira a conocer los fenómenos de la vida según su significado cultural" (145). La índole de su objeto es individual. Como "fenómenos culturales" sólo pueden entenderse "individuos históricos" (150), ya que "el significado específico que tiene para nosotros un fragmento de la realidad no se halla precisamente en aquellas relaciones que comparte con el mayor número de otros elementos" (146), de modo que únicamente una parte de la realidad individual posee importancia para nosotros, puesto que, sólo esa parte se halla en relación con las ideas de valor cultural con las cuales abordamos la realidad" (148).

Sin embargo, "es totalmente imposible una atribución válida de algún éxito individual sin la utilización de un conocimiento "nomológico", conocimiento de las regularidades de las conexiones causales" (149). Este elemento de generalidad necesario para el estudio científico de lo individual viene dado por la noción de "tipo ideal". Este es un concepto que "se obtiene mediante la acentuación unilateral de uno o varios puntos de vista y mediante la reunión de gran cantidad de fenómenos individuales, difusos y discretos, que pueden darse en mayor o menor número o bien faltar por completo, y que se suman a los puntos de vista unilateralmente acentuados a fin de formar un cuadro homogéneo de ideas, un cosmos de conexiones no contradictorias" (163). En cuanto "ideal" este concepto no es real, no es una parte de la realidad estudiada por la sociología, pero tampoco representa directamente esa realidad. Se trata de "un cuadro mental; no es la realidad histórica y mucho menos la realidad "auténtica", como tampoco es en modo alguno una especie de esquema en el cual se pudiera incluir la realidad a modo de ejemplar. Tiene más bien el significado de un concepto límite puramente ideal, con el cual se mide la realidad a fin de esclarecer determinados elementos importantes de su contenido empírico, con el cual se compara" (167).

 Breve valoración doctrinal

Los ensayos que comentamos son de índole "metodológica" más bien que "doctrinal". Por esta razón, unida a la de que Weber apenas profundiza en el fundamento de sus afirmaciones, esta obra no parece tener grandes aciertos ni grandes errores doctrinales. Con todo, se pueden hacer las siguientes observaciones.

1) Weber reconoce que a objetos distintos deben corresponder métodos y disciplinas distintos. De ahí su oposición a todo reduccionismo naturalista o materialista de lo propiamente humano plasmada en afirmaciones tan acertadas como la de que "mientras que podemos comprender la conducta de los individuos, no podemos comprender la de las células, pongamos por caso" (28).

2) Es también acertada la decidida oposición de Weber al marxismo: "en ningún campo de los fenómenos culturales la reducción a causas económicas puede ser exhaustiva, ni tan sólo en el sentido de los fenómenos económicos" (139); "la concepción materialista de la historia es la más insostenible de las hipótesis" (140).

3) En la concepción de Weber de la objetividad y universalidad de los valores morales se echa de ver cierto relativismo, si bien esta cuestión no se aborda nunca de frente y a fondo: "la realidad irracional de la vida y su contenido de significados posibles resultan inagotables, por lo que la configuración concreta de la relación de valores sigue fluctuante, sometida a las variaciones del oscuro futuro de la cultura humana" (189); "... pero todas estas cuestiones no son más que valoraciones prácticas, por lo que no cabe solución alguna" (56); "no existe ningún procedimiento científico (racional o empírico) que fuera capaz de tomar alguna decisión al respecto de, por ejemplo, en qué medida el fin debe justificar los inevitables medios" (73).

Otras veces, sin embargo, Weber parece limitarse a constatar la irreductibilidad del conocimiento moral a otros tipos de saberes, pero sin negar la validez del primer: "niego categóricamente que una ciencia "realista" de lo ético (es decir, la exposición de las influencias efectivas que las condiciones éticas predominantes en determinado grupo de personas han sufrido de otras condiciones de vida) pueda dar lugar a una "ética" capaz de afirmar alguna vez algo sobre lo que debe valer" (65). En una ocasión afirma nuestro autor que existe mayor unanimidad en dictaminar que una persona es un canalla que acerca de muchos problemas empíricos (cfr. 64); también sostiene que "comprenderlo todo no es perdonarlo todo" (67).

sociología, es de corte kantiano, según Weber mismo reconoce: "según Kant, los conceptos son y sólo pueden ser unos medios intelectuales para el dominio espiritual de lo empíricamente dado" (183); "todos los acontecimientos y situaciones animados o no, humanos o no, carecen de sentido si ningún agente los dota de significado y no se encuentran en una relación de "medios a fines entre sí" (16); "la validez objetiva de todo saber empírico se basa sólo en que la realidad dada está ordenada según categorías subjetivas en el sentido específico de que constituyen la premisa de nuestro conocimiento" (188).

 

                                                                                                               J.C.M.(1988)

 

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[1] N.B.: Está elaborada por estudiantes y se dirige a estudiantes. No se dirige a especialistas.