La ciudad y
los perros
Seix
Barral, Barcelona 1963.
1.
Resumen del libro *
PRIMERA
PARTE
Capítulo
I
Comienza la acción en los
baños de una “cuadra” (dormitorio) del colegio Leoncio Prado, internado en el
que se sigue un régimen militar: Jaguar, Cava, Rulos y Boa echan entre ellos a
suertes para robar el examen de Química. Le toca a Cava. Roba el examen, pero deja un
cristal roto. Se ve que Jaguar domina el grupo y da las órdenes.
Alberto está de imaginaria
la noche del robo. Va pensando mientras pasea. Quiere conseguir veinte soles.
En su monólogo interior imagina la forma de conseguirlos: escribir cartas o
novelitas para otros cadetes, robar en los roperos, ... Le sorprende el oficial
Huarina, descrito como un sapo, fuera de lugar. Busca una excusa: “quiero
hacerle una consulta, mi teniente... tengo un problema...” “¡Váyase a hacer
consultas morales a su padre o a su madre!... Es usted un tarado... Y agradezca
que no le consigno". Sigue andando y se encuentra con otro cadete de
imaginaria, el Esclavo, al que todos dominan y no sabe defenderse. Llora porque
no podrá salir el sábado, le han robado una prenda, el “sacón”. Alberto le
aconseja: “... aquí eres militar aunque no quieras. Y lo que importa en el
ejército es ser bien macho ... o comes o te comen, no hay más remedio”. Alberto
roba un sacón para él. Se inicia una amistad. Alberto le pide prestados los
veinte soles a cambio de cartas para su “enamorada”. Siguen otros incidentes
que describen una camaradería entre alumnos a base de faenas, bromas y cinismo.
De nuevo el grupo de los
cuatro, denominado el Círculo: Jaguar, Cava, Rulos y Boa. En este episodio
habla Boa; está en primera persona. En sus comentarios, de trazos breves,
entrecortados, impulsivos y emocionales se refleja la degeneración del grupo y
el ambiente que reina entre los cadetes de esa sección.
Día del examen de Química.
Diana. Formación de los cadetes en el patio. El desayuno. Sigue la descripción
del ambiente de la sección a través de pequeños incidentes: trato abusivo,
dominio de la fuerza, bromas hirientes. Alberto averigua a través del Esclavo
que Cava robó el examen y que pasó algo. Se relata el examen. Aparece la personalidad
del teniente Gamboa, su prestigio ante los cadetes: “los cadetes a sus órdenes
se enorgullecen”. El Esclavo es sorprendido pasando respuestas del examen a
Alberto. Queda consignado sábado y domingo.
En un corte y vuelta atrás
de la historia se cuenta el primer día que llegaron al colegio estos alumnos.
Ahora están en 5° año, entonces era el 3° y eran nuevos, “perros”, y sufrieron
el “bautizo” con novatadas abusivas y brutales por parte de los de cuarto año.
Se narra la novatada al Esclavo. Esa noche, consternados, deciden unirse en
venganza y en defensa. Se forma el Círculo. Arróspide parece el jefe, pero en
seguida surge como líder el Jaguar. Descubierto el Círculo por el teniente
Gamboa quedó reducido al grupo de los cuatro, pero al principio estaba formado
por toda la sección y actuaba dando “golpes”. Alberto piensa en uno de sus
típicos monólogos interiores que si no se hubiera reducido el Círculo no se
hubiera degradado tanto el ambiente: “Sí, por lo menos no tan rápido, se me
ocurre que si no se descubre el Círculo la sección no se hubiera vuelto un
muladar, estaríamos vivitos y coleando, no tan rápido”. Por un incidente casual
Jaguar peleó con el Esclavo, que no se defiende: “Me das asco. No tienes
dignidad ni nada. Eres un esclavo”.
En otra
vuelta atrás se relata un suceso ocurrido cuando los protagonistas estaban en
cuarto año. Hacen novatadas a los “perros” con la misma crueldad que
recibieron. Uno pierde un dedo, arrancado en una caída. Pero la rivalidad sigue
siendo con los de quinto. El suceso que se narra es una pelea contra este curso
en el cine; luego, la espera tensa de aquella noche, temiendo un ataque, y la
fiesta del día siguiente. En ella la competición de soga-tira acaba en batalla
campal delante del público y las autoridades invitadas. En el relato de estos
hechos el narrador es Boa.
En episodios aparte se
cuenta la infancia de algunos protagonistas. La de Alberto, un chico de la
buena sociedad que vive en la calle Diego Ferré, en el barrio elegante de
Miraflores. La del Esclavo, superprotegido por su madre; la debilidad de su
carácter disgusta al padre, que le trata con dureza; también de él recibe
golpes... Ricardo Arana, el Esclavo, es una víctima. Se cuenta la historia de
otro personaje que permanece sin identificar hasta muy avanzada la novela, niño
en un barrio pobre de Lima —Lince—, que adora con candor a su
pequeña vecina, Teresa, también candorosa e inocente. Es el mismo Jaguar; pero
este niño y el idilio tierno y limpio que sostiene con Teresa en nada se parece
al Jaguar que ya conocemos. De ahí que no se mencione su nombre, está escrito
en primera persona; parecen dos personajes distintos.
Se vuelve a la línea
principal de los sucesos, después del examen de Química. Seguimos ahora los
pasos de Alberto un día de salida. Vive en otro barrio, no es la calle Diego
Ferré que conocemos por el episodio de su infancia. La madre, abandonada por su
marido, ha cambiado mucho: de mujer mundana a víctima de su marido y algo beata.
Llega Alberto. En una fugaz visita se presenta el padre. Discute el matrimonio.
Alberto está delante, impaciente por salir. Tiene que llevar a Teresa un recado
del Esclavo. Se trata de la misma niña que ya conocemos por el relato de la
infancia de Jaguar. Ricardo Arana, el Esclavo, es su vecino y está enamorado de
ella. Ese día quedó en llevarla al cine, pero está consignado. Por fin sale
Alberto de su casa. En el camino se encuentra con los antiguos amigos de la
calle Diego Ferré. Se les retrata como niños bien de la clase social de
Alberto.
Teresa, en el papel de
adolescente ingenua y candorosa, tal como aparece en la historia de Jaguar,
espera que Ricardo Arana la lleve al cine y en su lugar aparece Alberto con el
recado. Teresa vive con su tía en dos habitaciones. De condición modesta. Se
había arreglado para salir. Alberto, traicionando a su amigo, lleva al cine a
Teresa, gastándose el dinero que había recibido de él en préstamo, y quedan
para salir el día siguiente. Cuando regresa a casa se encuentra con las
lamentaciones de su madre y con cincuenta soles que le ha dejado su padre. Con
ese dinero se va a una casa de mala nota. Para eso quería los veinte soles. Con
el dinero del Esclavo le quita la novia y con el dinero de su padre sigue sus
mismos pasos. En todos los pequeños acontecimientos de la novela se encierran
claves simbólicas como ésta.
Se describe la Perlita, un
tenducho del colegio, donde Paulino, un hombrecillo vil y degenerado, vende
cocas y caramelos a los cadetes, y, bajo cuerda, alcohol (pisco) y
tabaco. En su trastienda se reúnen secretamente los cadetes que han quedado
consignados los días de salida. Allí van un domingo Alberto y el Esclavo.
Llevan consignados ya un mes con todos los que estaban de imaginaria la noche
del robo del examen. Se describe la relación de amistad entre los dos: la
debilidad y aislamiento del Esclavo, y la condescendencia cínica y verdadera a
un tiempo de Alberto hacia Ricardo: en público le defiende y a solas le provoca
y humilla. No le dice que llevó al cine a Teresa. El Esclavo vive hundido,
quiere salir para ver a Teresa, pero está consignado, en tanto que Cava, autor
del robo, puede hacerlo porque no ha sido descubierto. Se siguen intercalando
episodios de la infancia de los protagonistas: de Jaguar y Teresa, en una
ocasión en que aquél fue a buscarla a la salida del colegio; de Ricardo Arana y
su madre, en el que se ahonda sobre la relación materno filial que origina la
debilidad del Esclavo.
El Esclavo
agobiado por la humillación y la soledad, sin permisos de salida, se siente
encerrado en el colegio y en sí mismo. Quiere salir. No soporta su situación.
Quiere salir para ver a Teresa y llevarla al cine, pero en realidad quiere
librarse de sí mismo. Se dice simbólicamente: “Sólo la libertad le interesaba
ahora para manejar su soledad a su capricho...”. El Esclavo delata al autor del
robo, Cava, a cambio del permiso para salir. Después de la conversación
delatora con el teniente Huarina tropieza con Alberto y habla con él; le oculta
su delación, pero Alberto la descubrirá poco después. Alberto no asiste a clase
esa tarde y se ocupa en escribir novelitas pornográficas. Luego se entera de
que Cava ha sido arrestado y la consigna que pesaba sobre los imaginarias de la
noche del robo ha quedado suspendida. Además el Esclavo ha salido; se dice que
su madre está enferma, pero Alberto cae en la cuenta y se llena de celos.
Decide “tirar contra” (escaparse). El relato de la salida se intercala con
fragmentos de monólogo interior de Alberto, como el siguiente: “Corre,
atraviesa una chacra pisoteando los sembríos. Sus pies se hunden en una tierra
muelle; siente en los tobillos las punzadas de las hierbas. Algunos tallos se
quiebran bajo sus zapatos. Y qué bruto, cualquiera pudo verme y decirme y la cristina,
y las hombreras, es un cadete que se está escapando”. Alberto llega a casa de
Teresa y se encuentra con que el Esclavo no ha ido. Teresa declara que apenas
le conoce.
Las secuencias alternadas
entre la palabra del narrador y el monólogo interior de Alberto es una muestra
de la técnica de Vargas Llosa. El monólogo de este pasaje refleja, en contraste
con la objetividad del narrador, la intensidad obsesiva de los celos y el
carácter de Alberto, siempre desdoblado.
Los episodios de este capítulo
no avanzan la línea central de los hechos. Se relata la clase de francés
del profesor Fontana, dominado por el ambiente agresivo, burlón y zafio de los
alumnos. El episodio está narrado desde el monólogo de Boa. Irrumpe en la clase
el teniente Huarina para llamar a Cava. En ese momento Jaguar intuye que se ha
descubierto al autor del robo. Alberto, mientras tanto, estaba en la glorieta
escribiendo novelitas.
Se continúa el relato de la
infancia de Jaguar y su relación con Teresa: una relación delicada, con
detalles de ternura finamente narrados. Se describe cómo Teresa se arregla con
pocos vestidos, su par de zapatos deslustrados que disimula con tiza. El Jaguar
le compra una caja de tizas y se la ofrece como algo que casualmente tiene y no
le hace falta. Se menciona a su amigo Higueras.
En otro episodio de Boa se
habla de Jaguar: “No creo que exista el diablo pero el Jaguar me hace dudar a
veces”. Jaguar adivina el soplo y lo toma como asunto personal: “esa me la han
hecho a mí, no saben con quien se meten”. Visto desde Boa, el Jaguar aparece en
la prepotencia casi animal de su carácter. Se dan otros dos episodios sobre la
infancia de Alberto —sus amigos de la buena sociedad y Helena, que forma
parte del grupo— y otro sobre la infancia del Esclavo.
Se compone
este capítulo de un sólo episodio que hace avanzar la línea principal de los
hechos para terminar la primera parte.
Se relata un ejercicio
militar de campaña que realizan los cadetes bajo las órdenes del capitán
Garrido —el Piraña— y de los tenientes Gamboa, Huarina, Pitaluga
y Calzada. La maniobra consiste en el asalto de un cerro, en avance por líneas
de diez en diez metros y despliegue en abanico. La primera línea se tiende, la
segunda dispara, avanza y se tiende al suelo y luego la tercera. Los disparos
pasan por encima de la vanguardia. Se describe a los oficiales: la calidad
humana de Gamboa —“como siempre era el primero en levantarse” ... “yo estudio
cuando estoy de servicio” ... “tú eres el oficial modelo”, etc.—, el
carácter ruin de Huarina, la pereza del suboficial Pezoa. A los oficiales,
menos Gamboa, se les ve como arrastrados por sus obligaciones y sin interés.
Esta descripción empeora más con el sucederse de los hechos. La campaña termina
con un accidente en el que resulta gravemente herido el Esclavo.
El Consejo de oficiales
dictaminó el caso Cava y será expulsado, arrancándole las insignias en acto
público. Cava era el único del Círculo que pretendía seguir la carrera militar.
SEGUNDA
PARTE
Alberto quiere ver al
Esclavo y no le permiten pasar. En la puerta de la enfermería se encuentra con
el padre que dice: “No nos dejan verlo ... No tienen derecho”. Alberto acompaña
al padre, que expansiona su sentimiento de culpabilidad con él. El padre le
ingresó en el colegio —según se contó en un episodio de la infancia— para
quitarle la debilidad. Recrimina a su mujer; discuten. Los padres reciben un
trato distante y frío. Se trata de ocultar el accidente. La versión oficial es
que se le disparó el fusil; sin embargo la bala entró por detrás. Los alumnos
se enteran de la muerte antes que sus padres. Con este y otros detalles se
muestra la falta de humanidad.
Se insertan en este capítulo
tres episodios de Boa. Relata la expulsión de Cava en un pasaje penetrado de
emotividad. Por primera vez sabemos algo de su infancia, se habla de un
hermano, al que se pinta de borracho y peleón; igual que el padre, que un día
se marchó de casa y no volvieron a saber de él. La madre se fue con otro, padre
de Boa, al que echó de casa el hermano mayor, Ricardo.
Otro episodio de la infancia
de Alberto con sus amigos de Miraflores y con Helena. Esta le rechaza. Las
notas de Alberto no son buenas. El padre se enfada. Por tradición familiar
siempre han ocupado los primeros puestos y decide meterle en el Leoncio Prado.
Alberto dice que entró en el colegio por un desengaño amoroso y por salvar el
honor de la familia.
Funeral de Ricardo Arana. Se
dibuja la figura del coronel. Es el Director del colegio, preocupado por sus
intereses, por la apariencia de las cosas. Ordena a los oficiales: “Quiero que
el 5° dé la impresión de sentir mucho la muerte del cadete”. El examen del
accidente revela que la bala vino de atrás, pero se debe sostener que fue un
error cometido por el propio cadete. La reacción de los alumnos ante la muerte:
primero risas entrecortadas y bromas; sólo Alberto reacciona cortando ese
ambiente; sólo él se emociona. Llora.
Siguen episodios de la vida
de Jaguar. Su relación con un padrino, con Teresa, con el flaco Higueras, el
amigo de su hermano Perico, ambos delincuentes. Se inicia en el robo. El lector
no acaba de comprender por completo lo ocurrido en el accidente.
Alberto
anda por Lima, muy afectado por la muerte del Esclavo. Se encuentra con Teresa.
Se inicia la despedida: “quizá no nos veamos por algún tiempo”. Sigue andando.
Llama por teléfono a Gamboa. Delata el crimen: Jaguar mató al Esclavo porque no
soporta a los soplones. Y le da a conocer la vida de la sección: el Círculo,
robo y venta de exámenes, robo de uniformes, juego, “contras”, alcohol. Nada de
esto conocen los oficiales. Cuentan el caso del Esclavo al que todos “fregaban”
(hacían faenas). Gamboa apenas le conocía.
Se cuenta la infancia de Teresa:
el padre llegaba a casa los sábados, borracho. Entonces la madre se marchaba de
casa y volvía el lunes. Cuando el padre muere, la madre lleva a Teresa a casa
de la tía con quien vive y ella se larga.
Avanza la historia de
Jaguar: su primer robo con Higueras.
Otros episodios de Boa
hablan del cambio que está ocurriendo: Alberto parece como idiota y Jaguar anda
irritado y solitario. Cree Boa que es la expulsión de Cava, pero por otra parte
el lector sabe que Alberto ha denunciado un asesinato.
Gamboa pone
en marcha la investigación. Sitúa a Alberto en la prevención. Va a por Jaguar y
le recluye también. El capitán Garrido, enterado de la denuncia, interroga a
Alberto, que no tiene pruebas; sólo puede decir que está seguro. Intenta persuadirle
para que retire la acusación; no quiere líos, pero Gamboa quiere esclarecer la
verdad y sigue adelante. Comprueba que Jaguar estaba justo detrás del Esclavo
en los ejercicios de campaña. Diferencias entre Garrido y Gamboa. Le avisa que
arruinará su carrera. “Un militar no arruina su carrera cumpliendo con su
deber”, replica Gamboa. Se humaniza su figura con algunos detalles: recién
casado, espera el primer hijo, ...
Sigue la infancia de Jaguar:
actúa en un robo con Higueras y otros delincuentes. Pelea con unos que cortejan
a Teresa.
Como consecuencia de la
denuncia de Alberto, Gamboa monta una operación de registro de todos los
armarios roperos de la sección. Se relata esto a través del monólogo de Boa,
con su acento peculiar. Los alumnos comprenden que ha habido una delación y
acusan a Jaguar de ella, pues dijo que “si le reventaban reventaba a
todos”. Arróspide, el líder anulado por Jaguar, recobra momentáneamente ese
papel y acusa al Círculo y en especial a Jaguar. Entretanto Jaguar está en el
calabozo. Allí le interroga Gamboa sobre el asesinato. “Alguien te ha
denunciado”. Niega tan fríamente que la acusación de Alberto puede parecer al
lector como imaginación de éste. Sigue la intriga sobre este hecho, con cierto
aire de novela policiaca. El capitán Garrido tuvo que cursar la
denuncia, pero el mayor la para. Nadie está interesado en averiguar la verdad.
Gamboa se enfrenta con él. Su postura ante los mandos del colegio se pone
difícil.
Se
continúan los hechos de la historia de Jaguar interrumpidos en el episodio
anterior. Jaguar llega a casa por la mañana, su madre le dice: “... estás
perdido. Ojalá te murieras... Mejor pídele perdón a Dios ... Aunque no sé si
vale la pena. Ya estás condenado”. Otra vez, en una pelea con los que acompañaban
a Teresa, acaba en la comisaría. Allí le dan una paliza y “ya no volvió a
casa”; se va con Higueras. La personalidad de Jaguar en el colegio se aclara
con estos hechos. Su historia como delincuente explica ya su liderazgo en el
colegio, la superioridad que le da su experiencia. Lleva al colegio las formas
de la banda. Por eso el soplón es para él lo peor que hay y se explica el
crimen.
En el curso
de la denuncia interviene el coronel dispuesto a parar el asunto. No le importa
la verdad de los hechos, sino las consecuencias y el desprestigio. Convoca a
Alberto a su despacho y allí le llama “espíritu pervertido, escoria”. Alberto
vuelve a la prevención y ahora le colocan en la celda de Jaguar. Alberto le
provoca directamente: “tú mataste al Esclavo”. Jaguar sigue negando tan
fríamente que el lector no sabe a qué atenerse. La escena termina en una pelea
en la que Alberto sale malparado.
Prosigue la
historia delincuente de Jaguar. Se nos cuenta que Perico e Higueras habían
trabajado con el Rajas, al que “encanaron” por cinco años. Ahora ha salido y se
planea un golpe. Pero el autor del golpe, Carapulca, les ha tendido una trampa
y detienen al Rajas y a Higueras. Jaguar escapa y vuelve con su madre, pero no
está en casa; ya murió.
Se da el carpetazo definitivo a la denuncia y Gamboa
pierde. Alberto y Jaguar salen de la prevención, pasando por la enfermería, y
Gamboa les notifica que se entierra el asunto y que deben guardar discreción
absoluta. Alberto, aunque ha retirado la denuncia, mantiene la acusación.
Jaguar sigue negándola. Gamboa advierte que cualquier indiscreción tendrá
represalias.
Concluye la
historia de la infancia de Jaguar. Al escapar de los “cachacos” (la policía) y
no encontrar a su madre, se dirige a casa del padrino. Éste le recoge y le da
trabajo en su bodega. Pero la mujer del padrino logra que le metan en el
Leoncio Prado.
Regresan
Alberto y Jaguar a la “cuadra” desde la enfermería. Los alumnos, entre tanto,
han sufrido el registro de Gamboa. Arróspide, el brigadier de la sección, que
quedó ensombrecido por Jaguar, le acusa de soplón. Tras un pequeño tumulto toda
la sección se vuelve contra él. No se defiende diciendo que fue Alberto. En el
epílogo se explica esta conducta: el soplón es el ser más vil para Jaguar, pero
Alberto lo ha hecho por vengar a un amigo y esto le justifica. Sin embargo, el
verse acusado de soplón le humilla, y desprecia a todos. El les había enseñado
a ser hombres.
Jaguar manifiesta a Gamboa
que él mató al Esclavo y se lo dice para ayudarle pues sabe que le separan de
su puesto sin que haya pruebas. Se perfila el desenlace de Alberto, que ahora
va con Marcela, una chica de su ambiente: “trabajaré con mi papá, tendré un
carro convertible, una gran casa con piscina. Me casaré con Marcela y seré un
don Juan”. Jaguar se casa con Teresa, trabaja en un banco y olvida su
delincuencia.
2.
Valoración literaria
La ciudad y los perros, (1963),
dio a conocer a Vargas Llosa. Anteriormente solo había publicado una colección
de relatos breves —Los jefes, (1959)— que obtuvo el premio
Leopoldo Alas. La aparición de la novela se rodeó de cierto escándalo,
especialmente en el Perú, su país natal.
La ciudad y los perros tiene
carácter de denuncia. Su argumento se sitúa en el pequeño mundo de un colegio
llevado por militares en la ciudad de Lima, el Leoncio Prado. En ocasiones se
ha extrapolado su significado queriendo ver en ella el cuadro de toda la
sociedad peruana e incluso de toda América. El tema —una novela sobre
adolescentes— no resulta nuevo y tampoco da para tanto. No se formula en
este relato un mensaje explícito, pero sí contiene una visión de la realidad
que trataremos de señalar.
a) El
realismo
La ciudad y los perros presenta
en superficie ciertos rasgos de novela realista, que roza a veces el
costumbrismo. Ejemplo de pintura costumbrista pueden ser los episodios que
hablan de Alberto y de sus amigos de la buena sociedad de Lima. En otros
pasajes se acerca a los caracteres de la novela rosa: los episodios que narran el
idilio entre Jaguar y Teresa tienen ese tono inconfundible. En otras ocasiones —la
forma de acceder al descubrimiento del crimen cometido— recuerda los
procedimientos de la novela policíaca. El realismo se manifiesta por la
exactitud topográfica —las primeras ediciones se acompañaban con un
plano de la ciudad de Lima y una fotografía del Leoncio Prado, colegio del que
fue alumno el autor—, por el coloquio y la jerga escolar, por las
anécdotas breves que dibujan a los personajes, por las descripciones objetivas,
etc.
Pero no se trata sólo de una
novela continuadora del realismo, pues aunque se recogen unos hechos, más o
menos reales, se da sobre todo ello un sentido simbólico. Estos dos niveles —realismo
y simbolismo— se pueden percibir en una lectura escasamente crítica;
aunque el éxito de la novela —y su escándalo— se debe más que
nada a la fácil asimilación del primero de los niveles por parte del lector.
b) El
lector
Fue una
intención consciente del autor anular el distanciamiento entre lector y mundo narrado.
El lector se encuentra ante el sucederse de los hechos y ante los personajes,
con el desconcierto del que ha llegado tarde a una apasionada discusión o del
que penetra en un mundo en marcha y debe situarse ante él sin guía alguna. El
narrador no se preocupa: suprime las introducciones, prescinde de explicaciones
aclaratorias, hace referencias anticipadoras, que no tienen punto de apoyo
porque lo referido todavía no se conoce, omite informaciones de modo que el
sentido o la realidad de lo que sucede queda en el aire.
El lector se ve envuelto así
por los sucesos, sumido en cierta sensación de caos, un poco perdido en el
sucederse de perspectivas distintas, de rupturas en las secuencias temporales.
Se ve obligado a ir entrelazando por sí mismo la trama. Sólo al final aparece
el cuadro completo y el carácter de algunos personajes. Este juego de ir atando
cabos produce a veces el efecto de suspense o intriga. Y sin embargo,
pese a esta complejidad de lectura, la trama central de los hechos resulta
extremamente sencilla.
c)
La técnica
El relato se presenta
dividido en dos partes y un epílogo. Cada parte contiene ocho capítulos y cada
uno de ellos se fragmenta o, mejor dicho, se compone de episodios
independientes, dando a cada capítulo la forma de un mosaico.
Sobre la línea de sucesos
que forman la trama central se intercalan episodios que narran la infancia de
algunos personajes. Corresponden, por tanto, a distintas épocas, pero se avanza
simultáneamente, de tal modo que con una doble imagen se compone el sentido de
los hechos de la trama central.
A este juego temporal se
añaden las diferentes perspectivas y las voces que narran. Hay una perspectiva
interior, subjetiva, en forma de flujo de conciencia: los episodios donde Boa,
con ímpetu instintivo y emocional comenta los hechos que ocurren. A veces
también cumple Boa la función del narrador, como el episodio de la
expulsión de Cava. Hay también una perspectiva “desde fuera” que corresponde a
Jaguar. Nunca se penetra en la intimidad de su conciencia. Su figura
está diseñada para que parezca un poco enigmática, para revelarse sólo al
final. Hay, por último, una perspectiva doble referida a Alberto. De una parte
la visión desde fuera, desde el narrador objetivo, y de otra la transcripción
de su monólogo interior. Esta mezcla de perspectivas perfila su personalidad
que aparece diáfana desde el primer momento.
d) El
protagonista colectivo
La novela es la historia
singular de cada uno de los personajes, pero es también, principalmente, la
historia del grupo que forman dentro del colegio y el funcionamiento de esta
institución. Hay un protagonista colectivo y a él se refiere el nudo del
conflicto. Se revela así un modo de mirar la realidad: la deshumanización que
alcanzan los personajes se explica por el conjunto. La muerte del Esclavo,
realizada por Jaguar, es un hecho colectivo. Más aún, el asesinato que Jaguar
comete no tiene repercusión en su conciencia: lo hizo para salvar a los demás.
A Jaguar le afecta el que le consideren soplón en la reacción colectiva que sucede,
pero no le apesadumbra su crimen.
Este protagonista colectivo
se presenta en el mismo comienzo de la novela con la formación del Círculo, que
responde a una reivindicación de dignidad humana ante el hecho de ser tratados
precisamente como “perros”. Un abuso produce otro de signo contrario. Pero
parece justificado por el ambiente colectivo, ante los propios protagonistas,
que se falsean a sí mismos (los conceptos de hombría, de compañerismo y
solidaridad, de valor, de amor, etc. aparecen siempre invertidos). El personaje
colectivo pretende decir solamente esto: que la degradación de cada uno es
producida por la degradación general del ambiente.
3.
Valoración doctrinal
Toda la novela es
gravemente inmoral, con defectos de forma y de fondo análogos a los señalados
en la valoración doctrinal de la recensión a “Conversación en la Catedral”, del
mismo autor. Además, por el afán crítico y de denuncia que preside esta obra,
los inconvenientes se acentúan, a base de presentar solamente realidades
negativas. Por ejemplo, todos los protagonistas adolescentes pertenecen sin
excepción alguna a familias deshechas o con graves problemas de desavenencia.
En frecuentes episodios,
aunque de escasa extensión, que se han omitido en la presente recensión, se
incluyen descripciones obscenas, de modo crudo y directo. El mismo tema salpica
más o menos otros muchos episodios con breves referencias, siempre con aspectos
deformes.
La novela trata de reflejar
un ambiente sórdido y duro en el que se dan conductas aberrantes, innobles e
inmorales. Sin embargo, estas conductas no se desaprueban en ningún momento, ni
se dan elementos positivos desde los que pueda valorarse este panorama. Todo
parece negativo, pero no se desentraña la naturaleza del mal. El bien está
ausente, y sólo algunos personajes, como Gamboa, sugieren un débil contrapunto.
Las referencias escasas e
incidentales a la religión —que prácticamente se ignora en la novela,
como si no contara en la vida de los personajes—, recaen siempre sobre
aspectos estereotipados.
Por último, un inconveniente
de fondo, implícito en la trama, que moralmente descalifica aún más la novela,
es la concepción determinista de la persona humana que parece profesar el
autor, en el sentido de que la conducta de cada personaje parece como determinada
o exigida por el ambiente que le rodea, infravalorando así la libertad y la
responsabilidad personal [cfr. n. 2, d].
J.A.V.
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* A lo largo de toda la novela aparecen
repetidamente obscenidades y descripciones aberrantes y repulsivas, a las que
se ha evitado hacer referencia en la presente recensión.