TOPOLSKI, Jerzy, JANSSENS, Paul; KUKLINSKA, Krystina

Historia económica: nuevos enfoques y nuevos problemas

Editorial Crítica, Barcelona, 1978, 250 pp.

(t.o.: Proceedings of the 7th International Economic History Congress 1978)

Este libro consta de dos partes. La primera, titulada Problemas metodológicos, recoge, íntegramente traducidas, las comunicaciones presentadas bajo el título indicado, y bajo la dirección del polaco Jerzy Topolski, al VII Congreso Internacional de Historia Económica, celebrado en 1978 en Edimburgo. Son un total de siete comunicaciones, incluida la introductoria de Topolski que se extienden desde la p. 11 a la 79. La segunda parte, incluye varias comunicaciones, entre las numerosas presentadas al citado Congreso, de contenido muy diverso. Esta segunda parte, tan heterogénea se ha titulado por los editores Nuevos enfoques y nuevos problemas y abarca las pp. 81 a 248. Creo que es la primera parte la que ofrece mayor interés desde el punto de vista metodológico y por esta razón me voy a ceñir a su comentario.

Jerzy Topolski, Explicación y teoría en Historia económica. Observaciones introductorias  (p. 11-17) asienta la tesis de que sólo la explicación es viable en el terreno de los hechos generales. Es decir, que sólo reuniendo los diferentes factores intervinientes en el proceso histórico (actos humanos, otros hechos, tendencias, procesos etc.) puede hallarse una explicación causal. Esta afirmación evidentemente, es cierta. Pero ¿cómo es posible reunir todos los factores intervinientes en un proceso histórico?

Considera T. cuatro cuestiones importantes, relacionadas con la explicación en historia económica.

1. ¿Hay explicaciones deterministas o probabilistas (estadísticas)?

2. ¿Cuáles son los tipos de relación causal entre los hechos?

3. ¿Cuáles son las explicaciones referentes a las acciones subjetivas (acciones humanas) y a las objetivas (el proceso histórico)?

4. ¿Cuáles son las explicaciones referentes a los distintos problemas específicos de la historia económica?

Respecto a las dos primeras, T. dice que han sido debatidas por los cultivadores de la "Nueva Historia Económica" en los Estados Unidos. Concuerda con éstos, y en particular con P.D. McClelland, en que para llegar a una verdadera explicación es preciso formular leyes. Pero disiente de él en que las "leyes" históricas son probables. Para T. hay leyes o "generalizaciones" que se cumplen siempre o necesariamente. Naturalmente, esto sólo lo puede sostener un marxista o quien tenga un concepto mecanicista de la Historia.

La cuestión tercera, nos dice simplemente T., sigue inexplorada en el aspecto metodológico. Añadimos nosotros que en todo caso es una cuestión que atañe a los marxistas, que distinguen estos dos aspectos en la Historia (subjetivo y objetivo), división característica de la concepción marxista de la historia[1]. En cuanto a los problemas implicados en la cuestión cuarta, dice T. que resulta imposible describirlos por falta de espacio. Alude simplemente a la existencia de modelos, y que en la historiografía marxista "se concede especial importancia a este aspecto de la complejidad y de la interdependencia dialéctica".

El problema de T., como el de todos los historiadores marxistas, radica en su concepción de la historia y del peculiar lenguaje que emplean. Para ellos, la investigación histórica, la investigación de las causas, o si se quiere, el proceso explicativo, no es una cuestión de conocimiento (es decir, análisis, estudio sistemático de posibilidades), sino de "revelar", de poner al descubierto las condiciones necesarias y suficientes que concurren en el hecho particular que se estudia; pero esas condiciones están ya de antemano establecidas. Mas que "conocer" es "caer en la cuenta" o exponer lo ya predeterminado por la teoría marxista.

Krystina Kuklinska, Tipos de explicación en historia económica (pp. 18-27).

Considera que la explicación causal eh historia tiene que tener en cuenta dos categorías de hechos.

1. La explicación de la toma de decisiones por individuos, clases, grupos, instituciones, etc.; es decir, las razones subjetivas para actuar.

2. La explicación de los hechos "externos a la conciencia humana"; o sea, las "regularidades" o leyes del proceso histórico.

Como se ve, sigue esta división claramente marxista.

Respecto de los hechos históricos externos, considera que se han dado tres clases de explicaciones.

1. Las extraídas de lo que llama "saber no científico" (entiéndase, no de acuerdo con la teoría marxista). Este es el tipo de explicaciones que emplea la historia económica tradicional, y están sacadas "directamente de la vida" o de "un saber científico fragmentario".

2. Las que se derivan de la teoría económica, las más avanzadas de las cuales son hoy las que utiliza la "Nueva Historia Económica" desarrollada en Estados Unidos. Estas, para ella, son economicistas.

3. Las obtenidas por historiadores propiamente dichos, de los enunciados teóricos (marxistas, quiere decir), de las cuales la autora considera que las más válidas son las de la "escuela metodológica de Poznan", en la que sobresalen Witold Kula y Jerzy Topolski.

Esta escuela de Poznan ha desarrollado varías teorías explicativas:

 1. Teoría activista del proceso histórico

 2. Teoría idealizadora de la ciencia

 3. Concepción humanista

 4. Explicación integral.

No explica con claridad la "teoría activística". Unicamente dice que incluye los aspectos subjetivos y objetivos del proceso histórico. Considera que la realidad objetiva no reacciona directamente sobre el hombre, sino por intermedio del conjunto del saber respecto a dicha realidad y de los sistemas de valores sociales. Y añade "debe completarse con los aspectos objetivos", sin más.

La "teoría idealizadora de la ciencia" es la que aplica la concepción de Marx. Y, siempre partiendo de dicha concepción, se aplica en dos niveles. El primero, que es el de la abstracción el investigador, sea por su experiencia, sea por el procedimiento contrafactual-experimental (o método empleado por la "Nueva Historia Económica") debe intentar poner en evidencia los factores más importantes. El segundo nivel, es el de la concreción, que añade al modelo utilizado detalles secundarios.

En resumen —comentamos nosotros— se trata: 1. de la teoría general de Marx respecto al desarrollo social (primer nivel); 2. las leyes extraídas de este análisis general se aplican, con los retoques necesarios, al caso concreto que se estudia. Parece que la autora —como los marxistas actuales, más flexibles— considera que la teoría del proceso histórico enunciado por Marx, es ideal, abstracta, generalizante, hay que retocarla, aunque sea ligeramente, aplicándola al caso concreto estudiado.

La que llama explicación humanista, equivale para la autora a explicación racional, y añade que se formula también "sobre la base de la teoría idealizadora de la ciencia" (marxista). Se fundamenta en el principio de racionalidad. Ahora bien; nos preguntamos nosotros, ¿cómo es posible aplicar un principio de racionalidad, a algo que ya está determinado?

La "explicación integral", que es la que ha expuesto j. Topolski en un libro reciente, es, según la autora, la más completa. Trata de unir el modelo nomológico-deductivo (de K. Hempel) con la concepción humanista. Es decir, previo a la aplicación del modelo nomológico-deductivo, debe uno preguntarse ¿por qué la gente actuaba de tal manera que se produjo el hecho que se pretende explicar? En otras palabras: estudiar lo que en terminología marxista se llama "formación de la conciencia social", que inclina a la gente a actuar en un determinado sentido[2]. De estas cuatro explicaciones, la primera, aunque incompleta, parece aceptable. La segunda es la explicación clásica del marxismo ortodoxo, algo matizada; la tercera y cuarta descansan en la llamada "teoría idealizadora de la ciencia", esto es, también la concepción marxista, a la que aplica también matizaciones extraídas por otros procedimientos. En todo caso, al aplicar como base la teoría marxista, esencialmente determinista, poco queda por explicar.

H. Boehme, Factores políticos y método histórico-económico (pp. 28-36).

Boehme nos dice que la historia económica, por sus especiales características y objetivos utiliza para la explicación la teoría económica y el método matemático-estadístico. Esta metodología tiene la ventaja de una mayor precisión y rigor, pero el inconveniente de dejar de lado aspectos sociales y políticos, difícilmente mensurables. Además, al dedicarse a temas concretos (técnica, dinero, precios, salarios, etc.), existe el peligro de sumergirse en departamentos estancos. Por otra parte, al tratar de aspectos, generalmente en la larga duración (las "necesidades"), sólo con gran dificultad puede relacionarse con la evolución de la política, que se manifiesta en la corta duración.

Diremos a este respecto, que en todo lo dicho Boehme tiene razón, aunque su concepción marxista de la historia le lleva a pensar que el objeto de la historia económica es el estudio de las "necesidades", es decir de las leyes que rigen la evolución histórica.

Critica seguidamente los procedimientos explicativos de la "Nueva Historia Económica" practicada especialmente en los Estados Unidos, que utiliza solamente variables económicas. Además, al aislar los hechos económicos "significa la exclusión de aquellos criterios sociales como factores creadores de teoría, que determinan la forma en que los hombres y las fuerzas productivas están vinculadas en un modo de producción" (p. 34). Como se ve, defiende la interacción de todos los factores, lo cual es cierto, pero lo aplica según la concepción marxista, en la que los económicos y las relaciones de producción, son las esenciales.

Boehme considera que en Alemania, Francia y otros países se "ha despolitizado la historia", y lo político es esencial en la historia. Citando a Marx, dice "sólo la inserción de las teorías económicas en el contexto político... permite la superación de las abstracciones" (p. 35). Recuérdese que para el marxista, el Estado, la política totalitaria, dirige toda la vida económica y social. De ahí, que lo esencial, en definitiva, es la acción política.

Ivan T. Berend, La indivisibilidad de los factores sociales y económicos del crecimiento económico (pp. 37-48).

Según el húngaro I.T. Berend, los autores que se han preocupado por el crecimiento económico subrayan los siguientes factores: capital, fuerza de trabajo y tecnología. Pero los han estudiado con "un economicismo cuantificado". La historiografía marxista, en cambio, ha tratado de ver el crecimiento económico como la interacción de las relaciones de producción (del complejo de factores sociales, estructura de clase e instituciones) y de las fuerzas productivas (capital, fuerza de trabajo y tecnología). Reconoce que algunos no marxistas, como A. Gerschenkron y su escuela, hablan de interdependencia de factores económicos y sociales en el crecimiento, pero de forma simplista. Para estos últimos las "relaciones de producción" y las "pre-condiciones socio-institucionales" son una especie de marco rígido y "dado", en el cual el crecimiento económico se produce mediante la actuación de los factores económicos, y parece como si los factores sociales sólo fueran decisivos en las grandes encrucijadas históricas (momentos revolucionarios, reformas radicales, etc.).

A finales de la década de los años cincuenta se inició un cambio, al subrayar diversos autores que el desarrollo tecnológico, más que un factor económico, como se venía considerando, era un factor social, en cuanto dependiente de la educación. Por otra parte, desde los años sesenta la experiencia de las políticas de industrialización en los países independizados del llamado "Tercer Mundo" se han demostrado inadecuadas por su "economicismo" práctico, que no ha tenido en cuenta los factores sociales.

En todo esto B. tiene razón evidentemente.

Según B. los factores económicos y sociales del crecimiento no son independientes (capital, mano de obra, desarrollo tecnológico); actúan de forma determinada por los factores sociales y su en interacción ellos. Tanto el aspecto cuantitativo (por ej. inversión, cantidad de capital) como el cualitativo (en qué se invierte) "están modelados por la estructura de clases de una sociedad determinada, por las instituciones del país y por las normas éticas históricamente determinadas que dominan su conducta social" (p. 41). Ilustra esta afirmación con la historia concreta del desarrollo del capitalismo en Europa oriental (s. XIX y XX), donde la inversión hubo de venir del exterior, porque terratenientes y burguesía preferían inversión en el propio lujo, y no hubo desarrollo tecnológico (a diferencia de Inglaterra, Alemania o Japón), por falta de instrucción.

Evidentemente la tesis de Berend es correcta pues hay historiadores económicos no marxistas, pero "materialistas", que sobrevaloran lo económico ante todo. Lo que sucede es, que él la entiende en el contexto del pensamiento y de la dialéctica marxista. Así por ej., cuando dice "...necesitamos la perspectiva de los procesos históricos largos que confieren unidad a los factores del crecimiento. Pues sólo podemos comprender los "factores sociales" de un siglo, si reconocemos que también son el producto de los factores económicos de las épocas precedentes" (p. 48). No parece contemplar, pues, el conjunto de valores de una sociedad independientemente de la situación económica de aquella sociedad.

Jon Elster, La motivación de los agentes económicos en el pasado (pp. 49-59).

Se centrara en las siguientes cuestiones: ¿por qué la gente hace lo que hace? ¿Por qué actúa de manera diferente en diferentes momentos y lugares? A ello se han dado tres respuestas principales: 1) Una motivación determinada; 2) El peso de la tradición 3) La diferencia de oportunidades.

E., para hallar las motivaciones de un hecho, propone pasar por diversos filtros todas las acciones del caso que se estudia, de forma abstracta, teórica. El primer filtro sería el de los condicionantes estructurales "que imponen límites físicos, técnicos, económicos y, acaso, legales, a lo que un agente económico puede hacer". El resultado de la filtración seria un "conjunto viable". Elster considera que este primer filtro es el que utiliza el marxismo.

El segundo filtro sería el de "la acción elegida por selección natural: es el "filtro selectivo"".

El tercer filtro sería el de una conducta al azar: es el filtro estocástico.

Sigue diciendo E. que el análisis motivacional tendría que estudiar sutilmente las diferencias en las conductas, pues con frecuencia se supone que las preferencias (el segundo filtro) son las mismas en todos los casos semejantes y en todas las épocas. Esto, como han demostrado diversos estudios, es errado y, por nuestra parte, estamos con E.

Por otra parte, hay una tendencia a considerar lo "tradicional" y lo "racional" como explicaciones alternativas. El autor analiza que esto no es siempre así, aunque es cierto que son casos excepcionales; es decir en un marco de economías de subsistencia y en un medio natural donde apenas exista cambio.

Analiza después si en las motivaciones tienen mayor incidencia las "mentalidades" o las oportunidades de elección. "¿Cambia la conducta porque las oportunidades se amplían o se contraen, o porque las motivaciones y "mentalidades" cambian?" (p. 56). Elster cree que es difícil dar una respuesta definitiva. Pero considera como más razonable pensar que, siendo la naturaleza humana semejante, las diferencias en las motivaciones se deben en gran parte a las diferencias en las experiencias personales y colectivas.

Creemos que este trabajo es interesante y sus opiniones, en general, válidas. Quizá se puede entrever que no da importancia (porque no lo "conoce", sin duda) a la moral religiosa, a la que cristiana, que de por sí, independiente de todo marco social, establece limitaciones a la actuación del sujeto (ganancia ilícita, negocios inmorales, etc.), o le inclina a formar determinadas actitudes positivas.

Paul Janssens, Verificaciones empíricas y verificaciones experimentales en historia económica (pp. 60-78).

Es muy agudo este trabajo de este profesor de Lovaina. Parte de la constatación real, de que muchos historiadores, especialmente los positivistas, defienden la imposibilidad de una verificación experimental. j., en cambio, opina que esto es porque se refieren a acontecimientos singulares, pero si se enfocan los acontecimientos en sus aspectos generales, es posible un cierto grado de experimentación.

Defiende que todavía hoy no tenemos "una teoría global sincrónica y diacrónica de la sociedad" y por tanto "la realidad histórica en su conjunto no se puede explicar de forma deductiva. Evidentemente, la ausencia de leyes de la historia no equivale a una ausencia de leyes en la historia". Pero sigue diciendo "el conocimiento científico establece regularidades parcelarias y —a falta del conjunto— tal acontecimiento histórico (natural o humano) se deduce de la teoría. En especial, la historia económica permite un recurso frecuente a la teoría; por tanto, en ella, la explicación será normalmente nomológica" (p. 65).

La afirmación anterior, como se ve también por las mismas reservas que hace el autor, puede ser admisible sólo de forma muy limitada y provisional; es decir, sólo con la intencionalidad de encontrar alguna forma de explicación pues el proceso histórico, e incluso alguna de sus partes, el económico por ejemplo, son causalmente inexplicables. El mismo Janssens sigue diciendo que "la historia económica tampoco es susceptible de una explicación nomológica global, pues toda explicación requiere —para que se pueda deducir un acontecimiento concreto— de proposiciones generales establecidas rigurosamente. Si la realidad histórica se nos aparece como probable, su evolución es a lo sumo posible.

Se pregunta entonces ¿cómo establecer la relación de causa a efecto? Ciertamente —responde— no por la mera observación pues sólo la repetición permite discernir entre sucesión fortuita y relación causal. Pero queda otra vía: la experimentación, al menos la experimentación mental, que siempre nos llevaría a una explicación probable, lo que llama Max Weber "juicio de posibilidad".

Consiste ésta en buscar explicaciones causales, en formular sistemáticamente previsiones, posibilidades no sólo mediante operaciones estadísticas, sino incluso añadiendo la verificación, mediante modelos. Así el autor va exponiendo los distintos procedimientos usados para ello por los economistas: modelos cuantitativos para establecer la relación funcional; método de regresión de las ecuaciones; análisis exhaustivo del factor residual, etc.. Incluso las técnicas de simulación. Para todas ellas nos dice, el ordenador es un elemento utilísimo, aunque —nos advierte— "nada puede garantizar sobre la validez de las premisas".

El trabajo de Janssens, escrito en 1978, quizá no lo mantuviera hoy. Por esas fechas, los economistas habían puesto una gran confianza en los métodos de investigación causal con el ordenador, pero actualmente el fracaso de una serie de experiencias les ha llevado a utilizarlos con enorme cautela, cuando no a desconfiar absolutamente de los resultados prácticos de dichos métodos. Pueden verse, a este respecto, los recientes libros de Mark Blaug y de Lawrence A. Boland.

Si ya la investigación económica desconfía de estos procedimientos, ¡qué decir de su aplicación a la historia, en donde el número de variables y de factores y sus interconexiones hace la investigación tan compleja!

A. Chistozvónoz, Algunos problemas del método histórico comparativo aplicado a la historia socio-económica (pp. 71-79).

El autor parte de la evidencia de que la única interpretación histórica científica es la marxista, que "ha quedado confirmada principalmente por la existencia de un sistema socialista mundial, cuya aparición necesaria ya habían argumentado y anunciado estos pensadores geniales" (se refiere a Marx, Engels y Lenin). ¡Curiosa comprobación de la cientificidad de la teoría marxista!

Sobre esta base, es decir considerando el determinismo económico (que el autor intenta explicar que no es un fatalismo, acudiendo a la interpretación marxista, de que hay una "intervención activa del factor subjetivo, objetivado en la acción recíproca con las categorías materiales objetivas en toda su diversidad"), plantea la posibilidad de aplicación del método comparativo.

Para él, la unidad y el carácter progresivo son los elementos más significativos del proceso histórico mundial. Reafirma lo de mundial, lo que equivale a la imposibilidad de desmembramiento de ese todo en "segmentos aislados". Ese proceso histórico tiene sus etapas (las llamadas "formaciones" por los marxistas[3] que no se dan siempre en todos los países, regiones, etc. Y, para explicar el porqué, dice: "Acaso en ello encuentra su expresión una especie de "sabiduría objetiva" del proceso histórico mundial, que suprime para la humanidad la necesidad de "inventar" por doquier y cada vez el mismo "estereotipo formacional"".

¡Resulta curiosa esta justificación de las diferencias en la evolución entre unos países y otros! Además, si el proceso histórico es mundial ¿qué tienen que ver las naciones, los países, las regiones, etc.?.

"El historicismo, en consecuencia, debe garantizar la posibilidad de una comparación científica objetiva y cierta de todo el conjunto complejo de hechos en todos los niveles de generalización comparada. Parte del examen de estos hechos en su movimiento, el tránsito de la cantidad en calidad y al revés el reemplazo de la evolución por la revolución; por fin, parte del hecho de que los factores que determinan el curso del proceso cambian de lugar en sus diferentes etapas". "Además varias circunstancias (de carácter interior o exterior), sus reuniones complejas habrían provocado y provocan movimientos de retroceso de todo tipo, haciendo retroceder tales o cuales estados, naciones, regiones hacia etapas, estadios de desarrollo por los que ya habían pasado. El carácter y duración de estos movimientos de retroceso pueden presentar, por causas igualmente diferentes, la mayor diversidad".

"En particular, esto tiene que ver con la pluralidad conceptual de una categoría como la del tiempo. El tiempo astronómico no coincide con el tiempo histórico a escala mundial ni, mucho menos, con los tiempos continental, regional y local; tampoco con la periodización formacional o histórico-cronológica. Esta última expresa, a su vez, sólo el comienzo o el fin de tal o cual "ciclo formacional" progresivo en la región de florecimiento culminante, mientras que una parte y acaso la "mayoría geográfica de nuestro planeta, se encuentra en fases de menor desarrollo de esta formación o incluso en estadios diferentes de sistemas de formaciones anteriores".

"El problema que se plantea es el de la determinación dimensional de los resultados de los recursos socioeconómicos necesarios para el establecimiento de la nueva formación en la región de su máximo florecimiento". Estas estructuras formacionales, antagónicas son las tres ya sabidas: esclavismo, feudalismo, capitalismo.

Termina diciendo que todas estas cuestiones pueden ser analizadas por "el método comparado de la historia socioeconómica de que se sirven los sabios soviéticos" (p. 79).

Si hemos citado textualmente varios párrafos, ha sido con el deseo expreso de mostrar la característica ambigüedad de la concepción marxista que el autor expone, envuelta en el ropaje de un lenguaje que es puro verbalismo. Creo que no merece la pena entrar en una discusión que entrañaría debatir esa concepción ambigua, grotesca y verbalista que es la "concepción científica marxista de la historia".

El método comparativo que utilizan los marxistas se basa en su concepción generalizadora de la historia y en la afirmación de leyes históricas intrínsecas. El problema que se les plantea es cómo acomodar esta teoría de la Historia a la realidad, porque en muchos casos esta realidad se muestra claramente en desacuerdo con aquella teoría. Entonces tienen que recurrir a que el "ciclo formacional" no se produce al mismo tiempo en todos los países (pero ¿si la Historia es una, qué tienen que ver los países o naciones, que son unidades circunstanciales?), y que basta que se manifieste en un lugar, etc.

 

                                                                                                              V.V.P. (1986)

 

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[1] Lo subjetivo, para un marxista, son las acciones o hechos humanos; lo objetivo, el proceso histórico que tiene un despliegue independiente de los hombres, dialéctico e impulsado, en el fondo, por lo material. En la medida en que los hombres toman conciencia (de clase) aceleran ese proceso objetivo y le dan un cauce concreto: la revolución social.

[2] Ahora bien, la "conciencia social" no nace, como Marx de la explotación, sino como completó Lenin se crea, hay que suscitar el odio de clase, el sentimiento de estar oprimido.

[3] Recordemos que para los marxistas, formaciones o estructuras formacionales son los sistemas socio-económicos por los que ha pasado la Humanidad. Hasta ahora consideran tres claramente definidos: esclavismo, feudalismo y capitalismo. El último será el socialismo o sociedad sin clases. Claro que marxistas actuales, hacen sutiles subdivisiones en "subsistemas" o "subformaciones" etc... para acomodarse más a la realidad histórica aunque en esto hallan muchas contradicciones.