THURIAN, Max
L'Eucharistie
Delachaux et Niestlé, Neuchâtel
1959.
(Trad.
castellana: La Eucaristía, Ed. Sígueme, Salamanca 1965).
CONTENIDO DE
LA OBRA
Como el
mismo autor—de la comunidad protestante de Taizé (Francia)— dice en el prólogo,
este libro es “una obra de teología litúrgica”, con la finalidad de “enraizar
la liturgia eucarística en la gran tradición judeocristiana representada en la
Sagrada Escritura” .
Componen la
obra tres partes:
En la primera (El memorial en el Antiguo Testamento y el contexto
litúrgico de la Eucaristía) indica el autor la necesidad de situarse en el
contexto de la tradición judía, principalmente en el de la cena pascual, para
comprender el significado profundo de la santa cena. Señala la necesidad del
estudio de la expresión eis anamnesín (en memoria), en la que se
contiene la orden de Cristo de repetir la santa cena.
Entre los significados principales de memorial, deben considerarse:
por parte del hombre, el recuerdo de Dios y su invocación; y por parte de Dios,
recordar el pecado del hombre, la alianza, el amor y la fidelidad.
Analiza—a
través de abundantes textos bíblicos—el memorial de la Pascua y de los ácimos,
así como los diversos sacrificios del Antiguo Testamento. Insiste también en el
memorial de la oración como recuerdo de la santidad de Yahvé y de las
maravillas de Dios.
La segunda parte—que constituye el núcleo del
libro—lleva el siguiente título: El memorial en el Nuevo Testamento y el
significado sacrificial de la Eucaristía.
Thurian estudia los principales textos
neotestamentarios en orden a determinar mejor el significado de memorial, en
general, y de la Eucaristía-memorial, en particular. En Hebr. 10,
3 se dice que la antigua alianza no poseía la substancia de las
realidades; los sacrificios, consiguientemente, sólo podían recordar el pecado,
pero no perdonarlo. Sin embargo, el sacrificio de Cristo, único y perpetuo,
perdonó el pecado. Cristo, sacerdote perpetuo, se sentó a la diestra de Dios,
donde aguarda en la paz a que se cumpla su obra en el tiempo. Surge por tanto
esta pregunta: ¿puede considerarse a la Eucaristía como sacrificio? Contesta el
autor diciendo que la palabra ephapax (de una vez para siempre) empleada
tres veces en la carta a los hebreos, subraya de modo perfecto el carácter
singular y definitivo del sacrificio de Cristo en la Cruz, de su entrada en el
santuario celeste y de la santificación del pueblo de Dios.
Al analizar los textos de la institución de la
Eucaristía, el autor interpreta que cuando el Señor dice “haced esto” se
refiere a toda la acción eucarística, de modo que la consagración no debe
situarse en un momento determinado, sino que debemos pensar que la oración
eucarística entera, desde el prefacio hasta la conclusión, es lo que eucaristiza
el pan y el vino.
A continuación, el autor insiste mucho en que la
Eucaristía es sacrificio, pero no un sacrificio independiente; es sacrificio
por ser presencia sacramental del sacrificio de la Cruz, por ser presentación
litúrgica que la Iglesia hace del sacrificio del Hijo al Padre, por ser la
participación de la Iglesia en la intercesión del Hijo ante el Padre en el
Espíritu Santo, y también la ofrenda que la Iglesia hace de sí misma al Padre.
Expone después el autor la doctrina de Trento sobre el
carácter sacrificial de la Misa, y también las doctrinas de los protestantes,
principalmente de Lutero y Calvino.
Pasa, a continuación, a tratar de la presencia real y
de la transubstanciación. Thurian acepta plenamente la presencia real de Cristo
en la Eucaristía durante el sacrificio, pero afirma que no hay elementos de
juicio para aceptar o negar esa presencia después del sacrificio, en las
partículas consagradas que no se han consumido.
Expone la doctrina de Trento y la de los protestantes
respecto a la transubstanciación, no pronunciándose a favor de ninguna de esas
doctrinas.
En la tercera parte del libro, que titula La
Liturgia eucarística, Max Thurian presenta algunas indicaciones sobre la
celebración de la Eucaristía, tal como se realiza en Taizé, no en el sentido de
que ese modo sea el mejor, sino como elemento de reflexión sobre la
forma de vivir la Liturgia.
Dan fin al libro unos apéndices sobre la celebración
de la pascua judía y cristiana, el memorial de los patriarcas v de los santos
en la antigua alianza y el memorial de los santos en la tradición litúrgica de
occidente.
VALORACIÓN
CIENTÍFICA
A pesar del abundante material bíblico empleado, este
libro no supone ninguna aportación notable en el plano de la teología bíblica
en que la obra se sitúa; las aportaciones que se hacen son, en su mayor parte,
tomadas de otros autores (J. Jeremias, Spicq, etc.). Como divulgación, sin
embargo, tiene aspectos de interés, principalmente en lo referente al aspecto
de memorial de la Eucaristía. E1 autor se quiere colocar desde el principio en
el aspecto pastoral del tema, evitando la excesiva racionabilidad del dogma de
la exégesis y de la historia. No obstante, su deseo de vulgarización pastoral
queda con frecuencia ineficaz, por no aparecer el material
empleado—principalmente el bíblico—dispuesto en orden a una aplicación
inmediata.
E1 aspecto sacrificial de la Misa es quizá el que está
tratado con menor rigor científico: la doctrina que se expone se reduce a unas
afirmaciones comentadas—más que probadas—con textos de Calvino y de otros
autores de los siglos XVI y XVII, que carecen de auténtico interés.
Se echa de menos el estudio de los tipos
veterotestamentarios del sacrificio de la Nueva Ley: Abel, Abraham,
Melquisedec, etc.
Se insiste excesivamente en el aspecto de acción de
gracias y de intercesión, y menos de lo debido en el carácter expiatorio del
sacrificio.
Es poco científica la postura adoptada respecto a la conversión
eucarística: se exponen diversas doctrinas, entre ellas la de la
transubstanciación de Trento, y no se hace un análisis de ellas, ni una
verdadera valoración.
VALORACIÓN DOCTRINAL
En general, la doctrina contenida en este libro está
más próxima a la enseñanza de la Iglesia de lo que cabría esperar de un autor
protestante. Sin embargo, hay puntos capitales en neta disconformidad con la
verdad católica. Los principales son los siguientes:
1. Respecto a la presencia real, es inaceptable la afirmación de Thurian según la cual
“no es de nuestra incumbencia pronunciarnos en favor de la perduración de la
presencia real (en las formas consagradas sobrantes después de la comunión) así
como tampoco de la desaparición” (Proposición 7
sobre la Presencia real). Baste aquí recordar el canon 4 sobre el sacramento de
la Eucaristía del Concilio de Trento: “Si quis dixerit, peracta consecratione
in admirabili Eucharistiae sacramento non esse corpus et sanguinem Domini
nostri Iesu Christi, sed tantum in usu, dum sumitur, non autem ante vel post,
et in hostiis seu particulis consecratis, quae post communionem reservantur vel
supersunt, non remanere verum corpus Domini: anathema sit” (Conc. Tridentino,
Ses. XIII, can. 4; Dz. 886).
Lógicamente, la anterior afirmación de Thurian, lleva
a negar el culto a la Eucaristía fuera de la misa, negación que es condenada
bajo diversos aspectos en los cánones 6 y 7 de la Ses. XIII de Trento (cfr. Dz.
888 y 889).
Ciertamente, el autor defiende la presencia real; sin
embargo, en ocasiones no queda claro lo que con ello quiere decir. Por ejemplo,
habla de “presencia real y personal”, no de presencia real y substancial
(aunque no niegue ésta última). Esta posible interpretación incompleta de la
presencia real explicaría quizá el error sobre la continuación de esa presencia
fuera del sacrificio.
2. Sobre la transubstanciación, no es admisible la interpretación del autor. Para él,
la transubstanciación no es más que una explicación teológica de la presencia
real, que es puesta en igualdad con las interpretaciones protestantes: “Si quis
dixerit, in sacrosancto Eucharistiae sacramento remanere substantiam panis et
vini cum corpore et sanguine Domini nostri Iesu Christi, negaveritque mirabilem
illam et singularem conversionem totius substantiae panis in corpus et totius
substantiae vini in sanguinem, manentibus dumtaxat speciebus panis et vini,
quam quidem conversionem catholica Ecclesia aptissime transsubstantiationem
appellat: anathema sit” (Conc. Tridentino, Ses. XIII, canon 2; Dz. 884).
3. En relación a las palabras de la consagración, es errónea la afirmación del autor según la cual la
eficacia consacratoria reside en todo el conjunto de la acción eucarística,
desde el prefacio hasta su conclusión. Puede confrontarse Decretum pro
Iacobitis del Concilio Florentino (Dz. 715) en el que se especifica la
forma de la consagración. Igualmente puede confrontarse la carta Ex quo de
S. Pío X (Dz. 2147a), en la que se afirma: “Sed nec (...) intacta relinquitur
catholica doctrina de sanctissimo Euchauistiae Sacramento, cum praefracte
docetur, sententiam suscipi posse, quae tenet, apud Graecos verba consecratoria
effectum non sortiri, nisi iam prolata oratione illa, quam epiclesis vocant,
cum tamen compertum sit, Ecclesiae minime competere ius circa ipsam
sacramentorum substantiam quid piam innovandi”.
4. Por último, es de señalar también la proposición 8
de Max Thurian sobre la presencia real, en la que aboga por la intercomunión
entre las diversas confesiones cristianas, poniendo al mismo nivel—al menos
al parecer—la unión con el cuerpo eclesial y la unión con el cuerpo real de
Cristo*.
A.G.
y D.E.
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* Merece reservas la presentación que la editorial
“Sígueme” hace a la edición castellana de este libro, con un planteamiento
ambiguo que podría causar confusión en un lector sin buena formación doctrinal.