STENDHAL (ps. de BEYLE,
Marie-Henrie)
La Cartuja de Parma
Ed. Mateu, Barcelona 1963, 512 pp.
(t.o: La Chartreuse de Parme)
La novela comienza con una breve advertencia del autor, en la que nos cuenta las fuentes de esta historia: la visita, algunos años después de que los franceses recorrieran Europa, a la casa de un viejo canónigo de Padua, donde fue alojado quien relata la historia cuando era soldado de este ejército. Esta visita le pone en conocimiento, durante una agradable velada, de la vida y amores de la duquesa Sanseverina, dama influyente de la corte absolutista de Parma, en los años que siguieron a la caída de Napoleón. El tema le parece tan interesante que se decide a escribir la historia, sin quitar ni poner nada aunque el autor apostilla, en un tono totalmente irónico que no es nada moral, aclarando que a lo largo de la historia se verán los diferentes caracteres y actitudes de franceses e italianos.
ARGUMENTO
La novela comienza en Milán en la primavera de 1796, y nos cuenta la vida de Fabricio del Dongo, segundón del marqués de Ascanio del Dongo Valserre a quien su padre odia por su carácter tan opuesto al suyo, que se manifiesta en las ideas políticas de ambos, el padre absolutista furibundo y Fabricio impresionado y arrastrado por la figura de Napoleón, quien aparece en la novela como una figura mítica, símbolo de la libertad y el progreso. Su admiración por Napoleón, que se ha despertado, no en el seno de su familia, sino en el hogar de su tía Gina, hermana de su padre (condesa de Pietranera al comienzo de la novela, luego duquesa de Sanseverina y por último condesa de Mosca por sus sucesivos matrimonios),la llevan a intervenir en Waterloo, de una manera bastante extraña, ya que como joven adolescente, cuenta entonces 16 años, apenas se entera de la batalla. Tras este episodio Fabricio se ve perseguido por su padre y por su hermano Ascanio, heredero del marquesado y protegido desde ese momento por su tía, convertida ya en marquesa Sanseverina, por un matrimonio de conveniencia que la ha convertido en dueña de una inmensa fortuna y en señora respetable dentro de la corte de Parma nido de intrigas políticas, a pesar de ser la amante del Conde Mosca della Rovere Sorezana, Ministro de la guerra, de la Policía y de la Hacienda, de Ranuncio Ernesto IV, príncipe de Parma.
La marquesa Sanseverina,aprovecha su influencia en la corte de Parma y sus amores con Mosca para conseguir un brillante porvenir a Fabricio, por quién siente un apasionado amor al verlo convertido en un joven apuesto. El camino que elige para su ascenso en la vida es la carrera eclesiástica. En sus primeros años ha sido educado en un colegio de la Compañía de Jesús, a donde volverá más tarde, aunque en otra ciudad, Nápoles, para estudiar teología; circunstancia que sirve para ridiculizar la educación recibida, en la que destaca el autor la superficialidad y la hipocresía.
Fabricio llega a la corte de Parma y aconsejado por su tía logra ganarse el favor del Arzobispo de Parma Landriani, que lo considera un joven ejemplar y un digno sucesor. Fabricio continua su vida cortesana, escandalosa y superficial, salpicada de amoríos, para justificar esta vida el autor pone como pretexto el carácter romántico del protagonista, siempre en busca de un amor que llene el vacío constante que siente en su vida. Mientras tanto ha descubierto el amor que ha inspirado en su tía y aunque no le corresponde con una entrega física, sus espíritus se sienten identificados, y procura sacar el mayor provecho posible a esta situación, aunque Fabricio aparece siempre como un joven idealista.
Fabricio por sus amores con Marietta, actriz de una compañía ambulante, despierta los celos de Giletti, amante de la joven. Un día por casualidad el carromato donde va la compañía teatral llega a una carretera junto a la cual Fabricio realiza unas excavaciones arqueológicas, y se produce el encuentro de éste y Giletti. Giletti provoca a Fabricio, saltan los cuchillos y Giletti muere apuñalado por Fabricio,entonces éste tiene que huir a otro estado, para evitar el acoso de la justicia de Parma, en manos de los rivales políticos de su tía, que aprovechan esta circunstancia para desprestigiar al ministro Mosca y la gran influencia que la marquesa Sanseverina tiene sobre Mosca y el Príncipe de Parma, Ranuncio Ernesto IV. Estas rivalidades políticas hacen que se respire en toda la novela un constante ambiente de corrupción, en las altas esferas del Gobierno.
Fabricio, lejos de la corte de Parma, sigue con su vida de aventuras amorosas, esta vez se encuentra enamorado de una cantante, siguiéndola llega hasta Parma y como al mismo tiempo han sido interceptadas y falsificadas unas cartas que él dirigía a su tía, con la que mantenía una constante correspondencia desde su forzado destierro, es detenido. Se le recluye en la Torre Farnesio, la prisión más segura y terrible de todo el Estado, de la que es Gobernador el general Fabio Conti, uno de los miembros más destacados del partido que se opone a Mosca, que está encabezado por la marquesa Raversi. Fabricio sufre un oscuro proceso y a pesar de todos los esfuerzos del conde Mosca y de su tía, se le castiga con 12 años de reclusión.
En el recinto de la prisión vive con su padre Clelia Conti, una joven de gran belleza y un espíritu romántico como el de Fabricio. Se conocieron casualmente siendo ella una niña, encuentro que nunca han olvidado ambos, y ahora al ser detenido han vuelto a encontrarse. Se enamoran y Fabricio descubre en el amor de Clelia la satisfacción de ese anhelo amoroso que antes sentía sin verlo colmado, y la joven a través de un minucioso análisis, que hace el autor del sentimiento amoroso, se ve invadida por un apasionado amor.
A la Duquesa Sanseverina han llegado noticias de que sus adversarios intentan envenenar a Fabricio en la prisión y con la ayuda de Clelia (aunque Fabricio rechazaba la libertad por tener que alejarse de su amada) y un grupo de fieles criados, incluso un bandido, antiguo poeta y que ha salido también de la Corte perseguido por sus ideas, logran su fuga.
La libertad de Fabricio descubre a la duquesa que sus sentimientos para con ella han cambiado y en su lugar encuentra un apasionado amor por Clelia Conti. Entonces hace todo lo posible por acelerar la carrera eclesiástica de su sobrino, quién todavía no había recibido las órdenes mayores, pero que gozaba del título de Monseñor, y también el matrimonio de Clelia con el marqués Crescenzi, que le proporcionaría un título nobiliario y una gran renta, ambas cosas consideradas en gran estima por el general Fabio Conti.
El matrimonio se efectúa y entonces Fabricio al perder sus esperanzas se decide a recibir las órdenes que le convierten en clérigo. Comienza a ser admirado por los fieles de Parma, por su vida retirada y por sus sermones que llegan al corazón de todos los que le oyen, y se convierte en el predicador de moda del Principado, despertando la admiración de todos e incluso de una joven de una adinerada familia burguesa, que no se recata de pregonar su amor por el joven prelado, éste tampoco desdeña la admiración que ha despertado en la joven.
Mientras tanto la duquesa Sanseverina, perdidas las esperanzas de conseguir el amor de Fabricio y ya viuda del duque, se casa con su amante el conde Mosca y se va a vivir fuera del Principado.
Clelia, viendo que es probable que pierda para siempre el amor de Fabricio, por la admiradora incondicional que le sigue a todas partes, acalla la voz de su conciencia, incluso había hecho una promesa de no verle jamás, y se arroja en los brazos de su amado. Fruto de esos amores adúlteros y sacrílegos, nace un niño, a quien su esposo el marqués Crescenzi, considera su propio hijo. Fabricio como no puede tener a su lado ni a la madre ni al niño, le indica una estratagema para hacerse con el niño, que consiste en: Clelia engaña a su marido diciéndole que el niño se ha puesto enfermo, luego durante unos días de ausencia (llevan a cabo un falso secuestro del marqués Crescenzi) llevan al niño con Fabricio y dicen al falso padre, que en su ausencia, el niño ha muerto. Efectivamente, poco después, arrancando al niño del ambiente en el que se encontraba y lejos de su madre, aunque ella procuraba verlo frecuentemente, enferma de verdad y muere.
Clelia atormentada por la muerte de su hijo, muere poco después y Fabricio desaparecida su amada, decide retirarse a la Cartuja de Parma, dejando tras de sí la admiración de todo el pueblo y todos los honores, entre ellos el Arzobispado de Parma, que había conseguido a la muerte de Landriani. Tampoco sobrevive mucho tiempo a Clelia, y muere un año después de retirarse a la Cartuja y lo mismo sucede con la duquesa Sanseverina, que fallecido Fabricio no encuentra razón para vivir,
VALORACIÓN DOCTRINAL
Hay en toda la novela una dura crítica, aunque hecha en un tono irónico y solapado, a todos los estamentos sociales, pero es fundamentalmente la Iglesia, a través de los clérigos que aparecen en la novela, la que se ve sin piedad atacada, hay poca objetividad en la pintura de sus caracteres ya que aparecen como símbolos de todas las miserias y errores humanos. Así el padre Alanés, uno de los clérigos tratado con más simpatía, párroco de Grianta, pueblo que pertenece al marqués del Dongo, muestra su ignorancia del latín, incluso su desprecio por esta lengua, al mismo tiempo siente una gran afición por la Astrología, a la que considera como una ciencia necesaria para predecir el futuro, este interés lo logra transmitir a Fabricio.
El confesor del marqués del Dongo, no impide el asesinato de Prina, antiguo ministro del rey de Italia, que se hubiera salvado de sus asesinos, si el sacerdote abre la verja de la Iglesia y aquel se hubiera protegido en ella, por este hecho recibió un ascenso del marqués.
La condesa de Pietranera, más tarde duquesa Sanseverina, recurre a un canónigo enamorado de ella en otro tiempo, para salvar a Fabricio de la persecución de que es objeto por parte de su padre y hermano. Y a propósito de este personaje se dice: "Los amigos de la señora Pietranera le recordaron a cierto canónigo llamado Borda, un joven muy amable y de buena presencia que años atrás le había hecho la corte, y no con muy buenas maneras precisamente, pues tras convencerse de muchos intentos de que no se le daría ninguna oportunidad, habla ido a visitar al general Pietranera para informarle de la amistad de su esposa con Limerceti, pero lo único que consiguió fue ser despedido de la casa como un villano" (p. 91).
Los eclesiásticos siempre aparecen al servicio de la nobleza, y esta actitud queda sobre todo patente en Landriani,Arzobispo de Parma, quien baja la cabeza constantemente ante el poder de la nobleza, sobre todo fascinado por la educación de Fabricio y la nobleza de su cuna, adopta ante las intrigas de éste y sobre todo de su tía, para convertirse en vicario, una actitud ingenua e irresponsable. En otra ocasión obliga a los párrocos que dependen de él, a que ejerzan presión sobre sus feligreses para salvar a Fabricio de la acusación de asesinato, que ha caído sobre él tras el duelo con Giletti.
A través de la educación recibida por Fabricio, primero en Milán y luego en Nápoles, que le preparará para su papel en la vida, critica a la recibida en la Compañía de Jesús, porque en ella —según el autor— se niega la responsabilidad personal y se educa para adoptar una actitud hipócrita y oportunista: "Ese es el principal objetivo de la educación jesuítica; inculcar el hábito de no prestar ninguna atención a aquellas cosas que son más claras que la misma luz del día" (capítulo XII). Y en este mismo capítulo se ridiculiza el Sacramento de la Penitencia, buscando como pretexto el modo de hacer un examen de conciencia según el modelo enseñado por los jesuitas.
En cuanto a la religiosidad del pueblo, la nota común es su ignorancia, sólo asisten la mayor parte de las veces a los actos religiosos, por admirar al predicador de moda o para ser vistos unos de otros, con una actitud más social que religiosa.
Véase el escepticismo y la ironía que muestra Stendhal frente a algunas posibles trasgresiones de la ley moral (en concreto el 5º mandamiento). Hablando de Limerceti, amante de la condesa Pietranera a quién ésta desprecia porque no se decide a matar al asesino de su marido, dice: " había pensado pegarse un tiro en la cabeza, cosa inusitada en tierras donde existe el infierno".
Y Fabricio cuando está prisionero en la Torre Farnesio y ha despertado en él un profundo amor la joven Clelia Conti, piensa: Le parecía inútil vivir para volver a gozar de aquellas aventuras, a que se había entregado antes de conocer el amor, y aunque el suicidio no había llegado aún a ponerse de moda en Italia, pensaba ya en él como recurso final si la suerte le separaba de la joven Clelia". Aunque a la muerte de Clelia (ya al final de la novela)se comenta atenuando la frase anterior: Fabricio era muy creyente para recurrir al suicidio. Esperaba encontrar de nuevo a su adorada Clelia, en un mundo mejor, pero comprendía muy bien que tenía muchos pecados que reparar" (p. 512)
La vida de los nobles transcurre entre amores adúlteros en su mayor parte, e intrigas políticas y en todo momento usando de sus privilegios en beneficio propio. Como es una historia de amores románticos y despreciados, Fabricio y la duquesa Sanseverina serían los protagonistas, resultan unos personajes atrevidos y simpáticos a los que el autor justifica todos sus errores, pues a ambos les salva la pasión de la que son víctimas, la duquesa por su sobrino, Fabricio por la dulce Clelia. Pero el tras fondo de toda la novela, no olvidemos que Fabricio se prepara para clérigo en la primera parte, luego es Vicario del Arzobispo y por último Arzobispo de Parma (cuando es amante de Clelia) es totalmente inmoral.
VALORACIÓN LITERARIA
En la traducción se observan algunos errores, sobre todo en el uso de las formas verbales, pero en general está bien traducida. Los caracteres sobre todo de Fabricio, la duquesa y Clelia, tienen una gran complejidad y se convierten en auténticos seres vivos, son románticos, con todas las ideas, apasionamientos y errores de la época en que viven. También está muy bien descrita la atmósfera de la Corte de Parma (por lo menos como el autor quiere hacérnoslo ver, no sé si fiel a la verdad histórica) y las figuras de sus príncipes Ranuncio Ernesto IV y su sucesor Ranuncio Ernesto V, príncipes absolutistas, bastante distintos uno del otro, pero ambos llenos de temores y veleidades, que dejaban el gobierno en manos de sus ministros y que desconocen la realidad de sus pueblos.
La novela resulta excesivamente larga, aburre en algunos momentos, sobre todo cuando nos cuenta tantos pormenores de las intrigas palatinas. Son muy bellas sus descripciones de paisajes donde se advierte el cariño que Stendhal tiene por Italia. A la novela le sobran quizá 200 páginas y el final resulta excesivamente rápido pues en las tres últimas suceden demasiados acontecimientos.
M.I.J. (1987)
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