SCHILLEBEECKX, Edward

Révélation et théologie (Approches théologiques, vol. I)

Editions du Cerf, 2ème ed., Paris 1965, 390 pp.

 

CONTENIDO DE LA OBRA

Révélation et théologie constituye el primer volumen de una serie de ocho (Approches théologiques), de los que en 1965 habían aparecido los tres primeros.

Como el mismo autor indica en la página 136 (nota 106), se trata de un manual de Teología fundamental.

Este volumen recoge quince artículos publicados por Schillebeeckx en un amplio período de tiempo (1952‑1963), y dados a conocer en el área de habla flamenca. Los originales han sido revisados para evitar repeticiones, hacer referencias internas y dar unidad al libro.

Está dividida la obra en cuatro partes, en las que no se abarcan todos los temas tradicionales en los tratados de teología fundamental:

Parte 1ª La Révélation et sa “Tradition“

Parte 2ª: La réflexion croyante sur la Révélation

Parte 3ª: De notre manière de parler de Dieu et de nos concepts de foi

Parte 4ª: Le renouveau de la théologie contemporaine.

El contenido del libro, en los puntos de mayor interés puede resumirse así:

Su postura respecto de la investigación teológica. El oficio del teólogo consiste en ser catalizador; preparar los dogmas posteriores (p. ej. Santo Tomás en materia sacramentaria).

Los teólogos son los factores de progreso de la vida de la fe en la Iglesia (p. 128). Su oficio es arriesgado, porque se adentran por vías que no están cubiertas por el Magisterio. Pero un deseo de evitar este riesgo puede conducir a polarizarse exclusivamente hacia la teología positiva. La función de la teología, tanto positiva como especulativa, es servir a la Iglesia (pp. 138 y ss.). No es lícita propiamente hablando, la distinción unilateral entre teología positiva v especulativa: no hay más que una teología con dos vertientes complementarias que se exigen mutuamente, incluso en la misma persona. Pero si bien la teología positiva es imprescindible, a veces puede resultar una salida demasiado cómoda para el teólogo.

Así, dice Schillebeeckx en la página 92: “Notre conclusion sera: bien que provenant de la foi, la présupposant constamment et la servant, la théologie est formellement une activité et une vision scientifique, une 'recherche' et une oeuvre de précision méthodique”.

Acerca de la evolución homogénea del dogma, rechaza, después de consignar que la Revelación se cerró con la muerte del último de los Apóstoles, la pura lógica como criterio para descubrir nuevas verdades va implícitas en la Revelación. Tampoco se muestra partidario de la simple investigación histórica como regla para descubrir nuevas formulaciones dogmáticas implícitas. Sin embargo, defiende el punto de vista del Card. Newman (p. 64 y ss.), según el cual hay dos momentos fundamentales en la evolución de las expresiones dogmáticas: en primer lugar, la eclosión de un razonamiento implícito y vago, producto de la experiencia religiosa personal; y después, la elaboración de un razonamiento explícito sobre la anterior experiencia implícita. El Espíritu Santo asiste e impulsa de una manera especial en la primera etapa, pero también en la segunda (cfr. por ejemplo, p. 350).

Conviene destacar, además, que Schillebeeckx denuncia todo tipo de iluminismo, porque “pas d'acte de foi 'avant' son contenu”; “il existe une relation essentielle entre l'acte de foi et le contenu de foi” (p. 71).

Añade, en la página 76: “En conclusion, le magistère est le seul critère d'un développement authentique du dogme, mais la lumière de la foi qui engendre un sentiment vague, presque perdu dans la conscience, d'être attiré par Dieu vers la foi, lui fournit son orientation fondamentale”.

Sobre nuestro conocimiento de Dios rechaza el relativismo (interpretación de los conceptos como meros símbolos de otro contenido), y por tanto considera insuficiente la interpretación de Maréchal, basada en Blondel, según la cual el conocimiento objetivo de Dios no se funda sobre los mismos conceptos, sino sobre un elemento dinámico, no intelectual: el dinamismo del espíritu humano hacia el infinito.

Siguiendo a Santo Tomás (cfr. especialmente los capítulos II y III de la 3a parte, pp. 243‑304), señala: “La valeur noétique de notre connaissance conceptuelle de Dieu consiste typiquement dans un acte projectif par lequel, à travers les contenus conceptuels, nous 'tendons' vers Dieu, sans pouvoir le saisir conceptuellement, tout en sachant que Dieu se situe précisément dans la direction objective indiquée par le contenu conceptuel” (p. 235).

En el último capítulo del libro, que corresponde a un artículo publicado en 1961, Schillebeeckx hace un análisis de los “nuevos caminos para la teología (La nouvelle tendance de la dogmatique actuelle). El autor expone su punto de vista sobre la evolución futura de la teología, a la luz de les nouvelles perspectives anthropologiques.

La estructura de este capítulo es ternaria, de tal modo que cada una de las cuestiones apuntadas se juzga bajo el siguiente esquema:

1. análisis del nuevo planteamiento doctrinal

2. detalle de los riesgos teóricos que ofrece la nueva perspectiva

3. desviaciones prácticas que ya se han producido por una mala inteligencia de la nueva teología.

VALORACIÓN CIENTÍFICA

La preocupación fundamental del autor estriba en poner de manifiesto la necesidad de un progreso en la fundamentación y profundización de la palabra-revelación dentro de su contexto de revelación‑acontecimiento. La lectura resulta fácil, a excepción de las abundantes páginas dedicadas a la doctrina tomista sobre la analogía y el último capítulo.

En bastantes aspectos se refiere a Santo Tomás, por ejemplo:

—al tratar del lumen fidei y del Magisterio eclesiástico como juez supremo de esa luz en la comunidad de los creyentes (pp. 69 y ss.);

—al analizar el aspecto subjetivo y objetivo de la fe (pp. 86 y ss.);

—al estudiar la teología como ciencia de la fe (pp. 92 y ss.).

En la mayor parte del libro hay rigor científico. Sin embargo, en otros momentos, especialmente en la última parte en la que expone su punto de vista sobre el futuro desarrollo de la teología, falta ese rigor, haciendo afirmaciones muy poco justificadas e incluso de contenido poco preciso.

En muchas ocasiones parece que el autor hace un intento de compaginar el pensamiento tomista con la fenomenología y el existencialismo, aunque considera insatisfactoria y peligrosa una pura fenomenología de la fe y una teología fenomenológica del encuentro del hombre con Dios (pp. 349, nota 1, y 358‑359).

VALORACIÓN DOCTRINAL

A lo largo de los diversos capítulos, el autor hace ver su fe en los puntos de doctrina de mayor actualidad (presencia real de Cristo en la Eucaristía, existencia del infierno, de la resurrección, existencia y contenido de los sacramentos, función del Magisterio como juez supremo, etc.).

Sin embargo, pueden advertirse planteamientos y afirmaciones que no quedan perfectamente claras en su adecuación a la doctrina de la Iglesia, y que podrían contribuir a crear confusión en personas sin la preparación científica adecuada.

Principalmente estos planteamientos confusos se encuentran cuando el autor expone sus propias ideas sobre el desarrollo de la ciencia teológica.

Apuntamos a continuación algunos de esos puntos que pueden crear confusión:

a) respecto al oficio del teólogo en la Iglesia, es poco preciso, y la afirmación de que los teólogos son los catalizadores de los dogmas puede ser evidentemente mal entendida, incluso en su contexto.

b) respecto al juicio de la Iglesia sobre la conveniencia del tomismo, puede leerse: “il faut accepter les 'praeambula fidei' (ni plus ni moins) tels qu'ils ont été admis dès l'origine par l’Église et tels qu'ils ont été synthétisés d'une manière particulièrement brillante par S. Thomas. Pour le reste, l’Église laisse une totale liberté aux théologiens et aux philosophes” (p. 130). Esta afirmación es al menos incompleta. (Cfr., por ejemplo, Encíclica Studiorum Ducem Pío XI, 1923, Dz. 2191 y 2192).

c) respecto a la Cristología. El desarrollo que hace el autor es sugestivo, pero sorprende su interés por revalorizar a Teodoro de Mopsuestia (p. 364), que ha sido juzgado siempre como uno de los autores que más influyeron en Nestorio.

Su consideración de la Encarnación puede entenderse correctamente en su contexto, pero puede inducir a error: según Schillebeeckx, la Encarnación es algo progresivo a través de toda la vida de Jesús y encuentra su aplicación efectiva “au moment où elle s'achève, c'est‑à‑dire dans la résurrection de Jésus, sa glorification et l'effusion eschatologique de l'Esprit” (p. 362). La Encarnación “n'est pas un événement qui s'accomplit en un instant, par exemple au moment de la conception dans le sein de la Vierge Marie” (p. 362).

Estas expresiones en sí mismas son equívocas, por no decir erróneas. En efecto, de ellas podría entenderse lógicamente, que el Jesús nacido de María es un puro hombre al que gradualmente —después— se ha ido uniendo la divinidad. Así entendido es claramente herético. No parece que ése sea el pensamiento del autor, sin embargo podría entenderse así.

Baste recordar, por ejemplo, lo que dice al respecto la carta de San Cirilo a Nestorio, leída y aprobada en la primera sesión del Concilio de Éfeso (año 431): “...porque no nació primeramente un hombre vulgar, de la Santa Virgen, y luego descendió sobre él el Verbo...” (cfr. Dz. 111 a).

Tampoco parece conciliable la expresión de Schillebeeckx con la doctrina de la Iglesia, si se entiende como un progreso de la Encarnación en el aspecto psicológico de Cristo. En efecto, baste recordar ahora lo que dice el Decreto Lamentabilis condenando la posición modernista que afirmaba que Cristo no tuvo desde el principio conciencia de su dignidad mesiánica (cf. Dz. 2035).

Puede verse también la condena a los errores de Teodoro de Mopsuestia en el Concilio Constantinopolitano II (ano 553) (cfr. Dz. 224 y ss.). d) respecto a las misas “privadas”, el autor hace la siguiente afirmación: “Dans la Messe 'privée', la signification sacramentelle repose sur une base fort étroite, tout juste assez large pour se maintenir dans les limites de l'orthodoxie catholique!” (p. 371). Parece como si se dejase entrever que la ortodoxia católica está en contraste con el auténtico significado sacramental de la misa. Respecto al valor, en todos los aspectos, de lo que se llaman “misas privadas”, hay numerosas declaraciones del Magisterio, incluso dogmáticas. Puede confrontarse, por ejemplo, la condena hecha por la Constitución Auctorem Fidei de Pío VI (ano 1794), a los errores del Sínodo de Pistoia: “La proposición del Sínodo por la que (...) insinúa que falta algo a la esencia del sacrificio que se realiza sin asistente alguno (...) es falsa, errónea, sospechosa de herejía y sabe a ella” (Dz. 1528). Teniendo en cuenta que la significación sacramental es algo esencial tanto a la misa en cuanto sacrificio, como a la misa en cuanto sacramento, es difícil de sostener la afirmación de Schillebeeckx, aún entendiéndola benignamente. e) respecto a la Trinidad, aún haciendo un análisis tradicional, concluye de modo poco justificado y confuso: la naturaleza divina “désigne la façon d’être un de ces personnes, leur communauté ou 'perichorèse'” (p. 363).

f) por último, sorprende el interés del autor por desmitologizar “nuestras ideas teológicas” de los Novísimos (p. 372).

J.I.S. y D.E.

 

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