SCHEUERL, Hans

Antropología pedagógica: una introducción histórica.

Herder, 1985

(t.o.: Pädagogische Anthropologie: sine historische Einführunga, Kohlhammer Verlag, Mainz 1982, 175 pp.)

CONTENIDO

Scheuerl introduce en el tema de la antropología pedagógica mediante un análisis de diversos planteamientos antropológicos elaborados a lo largo de la historia. Considera su obra como un "essay" sobre el tema, susceptible de ulteriores modificaciones y ampliaciones.

En el primer apartado, Scheuerl expone brevemente el desarrollo de la antropología (Zur Thematik; 1.1 Was heisst "Anthropologie"). Afirma que sólo empezaría a adquirir su significado actual a partir del siglo XVI, con la Psychologia anthropologica de Otto Casmann (1596), en la que intentó elaborar una doctrina sobre la doble naturaleza corpóreo-espiritual del hombre.

La filosofía trascendental de Kant habría alterado considerablemente el enfoque de la cuestión. Para explicar la doble naturaleza del hombre, separó el conocimiento "fisiológico" o empírico del "pragmático" o especulativo, considerándolos como dos enfoques opuestos, que no podían explicar la relación entre "lo que la naturaleza hace del hombre" y "lo que el hombre, como ser libre, hace, puede o debe hacer de sí mismo" (cfr. pp. 9 s.). A partir de entonces, la antropología científica y la filosófica se habrían desarrollado como dos ramas prácticamente independientes en el ámbito de habla alemana.

En el segundo capítulo (1.2. Was heisst Padagogische Anthropologie), Scheuerl trata de delimitar el contenido de la antropología pedagógica. Afirma que las tensiones entre las antropologías positivas y la antropología filosófica, propias de la antropología desde el comienzo de su constitución como ciencia, habrían planteado la cuestión de si la multiplicidad de concepciones históricas impiden la elaboración de una antropología pedagógica que contenga afirmaciones sobre la esencia del hombre.

En el tercer capítulo (1.3 Welche Art von Einführunm ist beabsichtigt?), Scheuerl expone el propósito de su obra. Afirma que en todos los tiempos la concepción del hombre ha influido decisivamente en los cambios de "espíritu" de las distintas épocas y pretende demostrarlo, analizando cómo se ha formado el "horizonte de comprensión antropológica" actual y comparando las diversas imágenes del hombre en su dimensión pedagógica (cfr. pp. 18 ss.).

Una vez aclarada la finalidad de la obra, Scheuerl expone y analiza la imagen del hombre y sus implicaciones pedagógicas en Platón como representante de la antigüedad; en San Agustín como representante de la "autoexperiencia cristiana"; en Comenio como representante de la antropología renacentista; en Rousseau y Pestalozzi como representantes del "siglo pedagógico" y en su influencia en la Epoca clásica (Kant y Herder), y finalmente en Nietzsche y Adolf Portmann como representantes de la Edad contemporánea, haciendo un balance conclusivo sobre la situación actual.

VALOR CIENTIFICO

El primer capítulo expone de modo claro y conciso el desarrollo y la situación de la antropología en general, así como de la antropología filosófica y pedagógica actual en el área cultural de habla alemana.

En los siguientes capítulos, en cambio, se pueden apreciar muchas deficiencias respecto a la comprensión y la interpretación de las diversas concepciones antropológicas a lo largo de la historia. La exposición parece basarse en el presupuesto de que la realidad está constituida por toda una serie de tensiones y términos opuestos, que permiten interpretar la realidad de diversas maneras. Los diversos filósofos y pedagogos habrían intentado explicar cómo se compaginan en el hombre su corporeidad y su espiritualidad, adoptando dos posturas distintas: la de considerar la "doble naturaleza" como algo esencial y constitutivo del ser del hombre o como algo superable. Scheuerl afirma que la historia parece demostrar que esta cuestión no puede ser resuelta de modo definitivo (cfr. p. 73). En este planteamiento —como en otros que aparecen en la obra— se advierte que para el autor no tiene sentido pensar en una verdad objetiva e inmutable. La autocomprensión del hombre variaría necesariamente, según las épocas, culturas, etc.

Al enfocar la antropología desde esta perspectiva, Scheuerl no llega a comprender las concepciones realistas del ser del hombre. Así, p.ej., caracteriza la filosofía de Aristóteles como un "cosmos intelectual" fascinante (cfr. p. 50), que habría influido decisivamente en los siglos posteriores; define su doctrina sobre el alma humana como un "modelo ontológico y psicológico" (cfr. p. 49) y afirma que "con todo o a pesar de su rigor teórico..., la ciencia aristotélica es también realista" (p. 50).

Su concepción inmanentista del conocimiento impide que Scheuerl comprenda la antropología de San Agustín. Afirma que el santo decidió convertirse al cristianismo porque vio que el paganismo no conducía a nada, y no porque considerara que se trataba de una doctrina "falsa" (cfr. p. 55). En todas sus obras se manifestaría una constante tensión entre la cultura pagana y la fe cristiana, y en casos de duda, San Agustín siempre se habría decidido —de acuerdo con la estructura voluntarista de su pensamiento— por la fe. Estas afirmaciones manifiestan que Scheuerl considera la fe como una postura irracional, que lleva al hombre a prescindir del conocimiento de la verdad y de la felicidad en la vida terrena y a esperar alcanzar la bienaventuranza eterna, por el sometimiento irracional ante el Dios Todopoderoso (cfr. p. 59). No advierte en ningún momento que San Agustín decidió convertirse porque había reconocido que la fe contenía toda la verdad y que todas sus obras manifiestan precisamente su continuo empeño por profundizar intelectualmente en las verdades de la fe.

Al interpretar a San Agustín en términos de tensión y oposición, señala como una característica de su pensamiento la "paradoja antropológica" de que el hombre experimenta y sabe que existe, pero no consigue conocerse a fondo (cfr. p. 62). Resalta su continuo e inquieto deseo de conocerse a sí mismo como una actitud que concuerda más con la inquietud propia del hombre en la actualidad que con la concepción "unitaria y cerrada" del mundo y del hombre en la Edad Media (cfr. p. 67). Esta fascinación por San Agustín concuerda perfectamente con la tendencia en la filosofía contemporánea de reconocer en el santo un planteamiento semejante al "cogito" de Descartes, cuando en realidad, esa similitud es sólo superficial. El afán de mantener intacta la concepción medieval habría impedido que se resolvieran las tensiones provocadas por otras concepciones distintas (el misticismo y el profetismo) y habría provocado el "derrumbamiento del edificio medieval" en el Renacimiento (cfr. p. 69). En todas estas afirmaciones se manifiesta un profundo desconocimiento de la concepción cristiana del hombre y de la verdad, que lleva a considerarla como una concepción que ha sido superada definitivamente con la Ilustración. Por ello, Scheuerl resalta de un modo tan positivo la nueva orientación de la antropología a partir del Renacimiento, que se centraría en el reconocimiento y la sobrevaloración de la individualidad y la bondad natural del hombre.

Al no poder resolver de modo definitivo la pregunta sobre el ser del hombre, Scheuerl afirma que es el pedagogo quien debe afrontar personalmente esta cuestión en su tarea educativa; pues aunque la teoría no haya conseguido aclarar cuales son las características esenciales del hombre, en la praxis esta cuestión se plantea continuamente. Scheuerl tiene la esperanza de que las recientes teorías sobre la identidad y sobre la trascendencia de la biografía para la educación permitan facilitarle al pedagogo su difícil tarea. El libro pone de manifiesto la imposibilidad de los científicos de alcanzar un conocimiento verdadero sobre la esencia del hombre. Pero, partiendo de los presupuestos de la filosofía inmanentista, tampoco el filósofo logra ese conocimiento: inevitablemente el discurso se agota en la exposición de diversas teorías. Las vías que se apuntan al final podrán aportar conocimientos muy valiosos sobre el hombre, pero sólo si se apoyan en presupuestos filosóficos realistas.

Respecto a la descripción de la antropología de Herder, tiene el mérito de demostrar que la concepción del hombre como un ser excepcional en el reino animal, repetida con tanta frecuencia en los tratados de antropología pedagógica, tiene su origen en la época clásica, y no sólo en autores como Gehlen y Portmann.

VALOR DOCTRINAL

Como se ha señalado en el apartado anterior, el modo de enfocar el tema induce a pensar que se considera la antropología cristiana como una concepción superada y ligada a una visión microcósmica del hombre.

La crítica a las normas que regían la época medieval, en la que considera que las normas eran impuestas desde fuera, manifiesta el desconocimiento de la doctrina moral católica. Caracteriza las enseñanzas de la Iglesia como una preceptuación dogmática y rígida, por la que se imponía una concepción del mundo y del hombre que en el fondo era irracional y de la que el hombre habría sido liberado a partir del Renacimiento.

A parte del primer capítulo, que me parece bastante informativo y objetivo, reservaría la lectura de esta obra a personas con una sólida formación doctrinal y filosófica.

 

                                                                                                                  B.W.(1988)

 

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