ROSNAY, Jöel
de
Los
orígenes de la vida. Del átomo a la célula.
Ed.: Martínez Roca, S. A., 1973. (Orig. francés: Les origines de la vie. Ed. Seuil-Paris, 1970). Traducción de Mercedes Durfort.
CONTENIDO DE LA OBRA
Índice
¿Qué es la vida?
Las
antiguas teorías sobre el origen de la vida 6
La
vida a escala microscópica 24
La
vida a escala molecular 44
¿De dónde procede la vida?
Las
teorías actuales sobre el origen de la vida 86
Desde
la formación del universo hasta las primeras
moléculas orgánicas 104
Complejidad
de las moléculas orgánicas 126
El
paso evolutivo de la frontera entre lo inerte y
lo vivo 144
Los
primeros organismos vivos 158
Índice,
bibliografía e ilustraciones 186
PRÓLOGO DEL EDITOR
El
prólogo de la obra, que no va firmado, presenta al autor, Joel de Rosnay, como un joven investigador del Instituto Pasteur, que en 1964 estaba terminando su doctorado en
Química Orgánica con un estudio bibliográfico amplio sobre la aparición de la
vida en la tierra. Quería divulgar lo que conocía. En este prólogo se contiene
la tesis fundamental del libro o su propósito: «este paso -de lo inerte a lo
vivo- no representa una verdadera mutación, un brusco cambio cualitativo, sino
una lenta transformación cuantitativa que ha experimentado lentamente la
materia hasta conferirle las características vi
tales». Es esta, por tanto, la intención de la obra y no una conclusión
obtenida de la investigación, experimentación y observación de fenómenos que
pueden ser sujeto de varias interpretaciones. El propósito del autor es más
bien buscar los argumentos experimentales para apoyar una teoría, dada como un
hecho y formulada a priori «planteando el problema más allá de las
consideraciones filosóficas y morales para llegar a la conclusión de que la
evolución biológica y humana está íntimamente relacionada con la
evolución del Cosmos». Esta última afirmación del editor revela el punto de
partida de la obra, escrita bajo el prisma de una filosofía que procede de Spencer y de la que participan el materialismo y el
positivismo, negando toda otra concepción del mundo, de la vida y del hombre
que no sea material.
¿Qué es
la vida?
Aunque
Rosnay enuncia la pregunta, no la contesta. El
capítulo comienza con una exposición histórica sobre el origen de la vida.
Explica la larga discusión sobre el tema de la gene
ración espontánea: según Aristóteles, los animales proceden de otros idénticos
a ellos o de la materia inerte, como las moscas, mosquitos y polillas que
pueden nacer a partir del lodo de los pozos, del mantillo o del heno. Estas
creencias llegan hasta el siglo XVII, en el que Redi,
médico de Florencia, postula que la vida sólo procede de vida preexistente, lo
que logró demostrar por el sencillo procedimiento de poner materia orgánica en
descomposición en una vasija tapada con una gasa: después de un tiempo,
aparecieron en la gasa larvas de las moscas. La interpretación de la generación
espontánea era sencillamente un error de observación. Con el progreso de la
observación y de la experimentación se comenzó a dudar de la validez de la
teoría de la generación espontánea.
La
invención del microscopio, por Leeuwenhock (1632-
1723), supuso el acceso a un mundo hasta entonces invisible, y volvió a
suscitar la idea de que esos organismos tan pequeños aparecen por generación
espontánea. No obstante Joblot, discípulo de Leeuwenhock, demostró que «una infusión de heno hervida,
dejada en contacto con el aire, se poblaba rápidamente de microorganismos,
mientras que el mismo líquido cubierto simplemente por un pergamino, permanecía
largo tiempo estéril». Pero su observación fue olvidada. Lo mismo hizo Spallanzani. Sin embargo, experimentos simultáneos
realizados sin las debidas precauciones por Needham y
otros, dieron lugar a resultados contrarios. La polémica quedó abierta hasta
que Pasteur, cien años más tarde, logró demostrar la
contaminación de los cultivos.
El descubrimiento del pasado y la
teoría de la evolución.
El
autor pasa a exponer brevemente la teoría de la evolución de Darwin: «las formas
vivientes que se observan en la naturaleza no aparecieron espontáneamente sino
que descienden unas de otras con una serie de modificaciones que sólo se
producen en el transcurso de grandes períodos de tiempo».
El
esquema es el siguiente:
1. El número de individuos de una
especie aumenta en progresión geométrica (se entiende, si no hay límite en la
reproducción).
2. En cada generación, el número de
individuos de una mis ma especie permanece constante.
3. Existe, pues, una lucha por la
existencia y por la nutrición.
Para
el autor, la teoría de Darwin tiene dos consecuencias:
1ª Descubrimiento
del tiempo (profundidad del pasado): las especies vivas tienen una historia que
se puede representar en un árbol cronológico.
2ª «Darwin
inicia la evolución con el origen de la vida, asciende en el tiempo hacia
formas de vida más sencillas, llegando finalmente a la primera célula viva:
todo empieza allí y en el transcurso de la historia se llega al primer hombre».
En realidad esto, que el autor da como un hecho comprobado, es simplemente una
hipótesis.
¿Gérmenes procedentes del espacio
exterior o el azar creador?
Expone
Rosnay dos teorías que no le satisfacen:
1. Inseminación
de la tierra por gérmenes llegados del espacio. El posible viaje de
microorganismos por el espacio, sobre meteoritos, es poco probable por las
duras condiciones del espacio exterior. Habría que añadir, además, que eso no
es resolver el problema del origen de la vida, sino aplazarlo y trasladarlo a
otro cuerpo estelar.
2. Los gérmenes de vida nacidos al azar.
Esto
supone la súbita aparición de la vida por una combinación química accidental.
Tal acopio de circunstancias (traslación de compuestos adecuados a considerable
distancia, sustancias transmisoras de energía...) dan idea de un azar tan
«milagroso» que no es de extrañar que este milagro no volviese a producirse
nunca más; la vida tendría así un origen único. El autor rechaza tal
explicación por «contener la vieja noción subjetiva de la súbita aparición de
la vida». Sin em bargo, la
explicación que él dará luego necesita de muchos mo mentos en los que la casualidad habría de jugar su papel.
La vida a escala microscópica. El
invisible mundo de los microorganismos.
Para
el autor es necesario este capítulo, que puede encontrarse mejor tratado en
cualquier libro de Biología General, porque en la observación de los seres
vivos actuales «se aprecia que las especies animales y vegetales proceden de la
organización y la complejidad progresiva de los seres vivos más pequeños,
únicos habitantes de la tierra hace varios miles de millones de años y cuyos
descendientes viven actualmente entre nosotros». Cualquier estudiante de
Biología sabe que el planteamiento de la hipótesis evolucionista procede no de
la observación de los seres actuales, sino de su comparación con los fósiles de
los mismos grupos que se observan en el pasado. La Paleontología es la única
ciencia que puede arrojar luz sobre la hipótesis, en la que trata de apoyarse la
teoría de la evolución.
Comienza
el capítulo por la apreciación de los tamaños relativos de los seres que se van
a estudiar, desde el angstrom hasta el milímetro. Una
vez dentro de estas medidas, distingue los conceptos de vegetal y animal por el
tipo de nutrición: autótrofa y heterótrofa, respectivamente. En esto se
equivoca, pues la diferencia actualmente admitida se basa en que tengan o no,
respectivamente, membrana de secreción, ya que hay vegetales heterótrofos, como
por ejemplo los hongos. A continuación describe la estructura de un animal
unicelular -el Paramecium- y de un vegetal
unicelular: Clamydomonas. De las bacterias elige la
E. Coli, y explica su estructura y modo de
reproducción por acoplamiento e intercambio de material nuclear. Describe la
estructura y la capacidad de reproducción de los virus que se encuentran en el
interior de una cé lula, utilizando la maquinaria de
la célula, una vez infectada. Como conclusión de esta parte enuncia las
características de los seres vivos: 1. Individuación por membranas y por tanto
unidad de vida autónoma. 2. Nutrición y asimilación. 3. Respiración y
fermentación para la obtención de energía. 4. Re producción. 5. Movimiento. 6.
Muerte. De estas características, deduce tres funciones principales:
Autoconservación: que define como «la
posibilidad de mantenerse en vida mediante la nutrición, asimilación, y las
reacciones energéticas de respiración y fermentación».
Autorregulación:
«Posibilidad de conducirse por sí mismos».
Autorreproducción: «Posibilidad de propagar
la vida».
La vida a escala molecular.
Los
tres conceptos definidos anteriormente como propios de los seres vivos, los
trata a continuación en el ámbito molecular.
Autoconservación. El mantenimiento de un
orden y la organización de las estructuras celulares, así como el trabajo
interno o externo, mecánico, químico, eléctrico o de transporte, suponen unas
necesidades energéticas. Esta energía procede en último término del Sol. ¿Cómo
es este ciclo de energía? Tiene dos etapas: 1. Fotosíntesis: transformación de
energía luminosa (radiante) solar en energía química, en forma de glucosa. 2.
Respiración: transformación de la glucosa en CO2 y agua, con
liberación de la energía contenida en sus enlaces químicos.
Autorreproducción. El autor aplica este concepto
tanto a la propagación de la vida como al control del metabolismo por síntesis
de enzimas.
En
este apartado se explica la estructura de las proteínas, formadas por cadenas
de aminoácidos unidos entre sí por en laces peptídicos,
y la estructura del ADN (ácido desoxirribonucleico), haciendo especial mención
de su propiedad de auto duplicación y de las bases del código genético. La
transmisión de esta información genética se realiza por codificación de un RNA
(ácido ribonucleico) mensajero, que sirve de modelo para la síntesis de
proteínas en el ribosoma, de acuerdo con una secuencia fija de aminoácidos
codificada en el RNA.
Autorregulación.
Esta propiedad viene definida como la capacidad de mantenimiento y
autocontrol de la vida. Se pone como ejemplo el sistema de retroacción (feed back), de mantenimiento de un flujo
constante de agua por medio de un flotador que controla el grifo de entrada de
agua. Después, aplica este es quema al proceso de regulación de los genes por
medio del siguiente ciclo:
El
gen regulador produce una molécula (represor) que actúa poniendo en
funcionamiento un operón, el cual es el regulador de la actividad de los genes
estructurales del ADN. Este produce el RNA mensajero y según su codificación se
producen unas proteínas enzimáticas. Al actuar éstas
sobre los sustratos producen metabolitos, que son inhibidores de la propia
cadena enzimática que los produce y del gen represor
o del regulador.
Como
final de esta parte descriptiva de Biología Molecular, se hace una serie de
preguntas que, dice, responderá o tratará de estudiar en los capítulos
siguientes. Estas preguntas son:
1. ¿Cómo se ha logrado la estructura
característica de los seres vivos?
2. ¿Cómo se ha iniciado el pequeño
circuito eléctrico que ha impulsado la máquina de la vida?
3. ¿Cómo han adquirido los genes de DNA
la información que contienen?
4. ¿Cómo se ha logrado el regulador que
permite a la célula mantener su nivel de vida?
¿De
dónde procede la vida?
Nuevas teorías sobre el origen de la
vida.
El
autor avanza la siguiente teoría:
El
Universo es un todo: la energía, los átomos, las moléculas, los vientos, las
mareas, la vida, el pensamiento...; todo está orientado en una escala de
complejidad creciente. Su composición es de un 99 por 100 de hidrógeno y helio
y un 1 por 100 de los demás elementos. El origen del universo puede ser
interpretado de dos maneras: como un universo en continua expansión procedente
de un cúmulo de materia superdenso, cuyos restos más antiguos serían los quasars, o como un sistema cíclico de
expansión y contracción, encontrándose en este momento en la fase de expansión.
Los elementos químicos se habrían formado en el seno de esa concentración de
materia superdensa, o sólo sería el hidrógeno el único compuesto de esa materia
mientras los elementos más pesados se formarían continuamente en las estrellas.
La antigüedad sería de unos diez mil millones de años. Por aquel entonces la
materia-energía del universo estaría concentrada formando un gas a muy altas
temperaturas, del orden de mil millones de grados centígrados. La rápida
expansión de este gas y su gradual enfriamiento habría producido la agregación
de partículas elementales en átomos de los elementos que conocemos. Las fuerzas
gravitatorias concentrarían estas nubes de gas en protogalaxias,
que girando sobre sí mismas producirían cientos de miles de puntos de
condensación (las protoestrellas), los cuales, al
contraerse, engendrarían reacciones termonucleares internas, con radiación de
energía.
Una
de las protoestrellas formada en los extremos de
nuestra galaxia dio origen a nuestro sistema solar. El protosol habría
producido un disco de gas del que habrían surgido por condensación los
planetas. Uno de estos planetas sería la Tierra.
A
medida que la masa de la Tierra aumentaba por captación gravitatoria de
materia, iba aumentando su temperatura. Los materiales pesados en fusión
formaron el núcleo terrestre, y los ligeros, la corteza. Al seguir recibiendo
radiación solar, y por tanto energía, la Tierra se comportaría como un gigantesco
matraz donde se realizaban transformaciones químicas con alta reactividad.
Según
el autor, se puede suponer que la atmósfera primitiva, debido a emanaciones
gaseosas del interior de ella o captadas del espacio exterior interplanetario,
estaba formada de metano (CH4), amoníaco (NH3), agua (H20)
e hidrógeno (H2). Por la acción de la intensa radiación ultravioleta
se formaron otros compuestos más complejos por interacción y combinación de
esos radicales libres. Estas moléculas más complejas se acumularon en la
superficie de la Tierra, en los mares y en los lagos. A altas temperaturas
seguirían reaccionando entre sí durante millones de años, formándose
espontáneamente azúcares, aminoácidos, proteínas, adenina, nucleótidos, ácidos
nucleicos, ATP, etc. Como no había oxígeno ni seres vivos, tendía a aumentar la
concentración formando lo que Oparín llama la «sopa
primigenia».
Por
este procedimiento se formarían las moléculas orgánicas más complejas debido a
un cierto determinismo de formación. Muchas de estas moléculas serían capaces
de autocatálisis (reproducción de sí mismas)
aumentando su concentración en el medio a expensas de las moléculas más
pequeñas.
Con
Oparín, el autor franquea el paso que separa a las
moléculas orgánicas de las primeras células con el siguiente esquema: en el
interior de la «sopa caliente» primigenia, rica en sustancias orgánicas,
ciertas moléculas, probablemente localizadas en zonas de gran actividad
química, son capaces de crecer muy rápidamente, bajo la influencia de una
fuente ex terna de energía y de catalizadores minerales. Estas macro moléculas
tienen la propiedad de aglomerarse entre sí forman do agregados complejos
(coacervados) y se concentran en pun tos
determinados.
Estos
coacervados ("microgotas" les llama el
autor) tendrían los siguientes caracteres: 1), son individualidades distintas
del medio ambiente; 2), tienen un medio interno limitado por una superficie;
3), son capaces de intercambios selectivos de sustancias a través de la
membrana rudimentaria; 4), su estructura química interna es específica; 5),
cada uno puede tener un destino diferente: durar, evolucionar o desaparecer.
La
capacidad selectiva de la membrana a determinadas sustancias inicia las
reacciones de intercambio químico, difusión y ósmosis propias de las células
vivas. Por todo ello pueden considerarse los primeros heterótrofos (lo que no
deja de ser un aserto categórico no demostrado y totalmente gratuito). Debido a
la mayor concentración de reactivos en el interior del coacervado, algunas
reacciones se realizarían preferentemente en él y progresivamente se iniciarían
las etapas de un rudimentario metabolismo. Aquí el autor afirma con Oparín que «so lamente las microgotas
que posean reacciones químicas internas y una organización molecular favorables
para su supervivencia, podrán adquirir una existencia más o menos larga».
En
esta situación podría haber aparecido, dentro de las microgotas,
la fermentación catalizada por enzimas, con lo cual
las reacciones serían más rápidas y se seleccionarían los coacervados de mayor
velocidad de transformación química.
Partiendo
del hecho conocido de que un RNA artifical, el poli
U, es capaz de sintetizar una proteína en un sistema acelular,
y basándose en la hipótesis de Scharamm -que dice que
un polinucleótido podría catalizar la producción de
una cadena complementaria y de una proteína, y ésta a su vez acelerar la
síntesis de la cadena complementaria, y ésta última sintetizar la cadena
original-, sostiene que esta catálisis recíproca a tres podría haberse dado en
el interior de las microgotas y, por tanto, ya habría
una información codificada. El código contenido en esas macromoléculas podría
producir (fabricar) las moléculas que van faltando en el medio, debido al
agotamiento por crecimiento de los coacervados, pudiéndose por tanto conseguir
la permanencia (selección) de esos coacervados, y llegando a producirse
coacervados con ADN y ARN parecidos a los actuales y capaces de reproducir a
todo el organismo.
De
este heterotrofismo primitivo pasa el autor al autotrofismo por aparición de la fotosíntesis y quimiosíntesis, y su separación posterior entre autótrofos
(plantas) y heterótrofos (animales). El autotrofismo
lleva a la aparición de oxígeno libre y a la formación de la capa de ozono.
Esta capa actuaría de protector de la vida al impedir la llegada a la
superficie de la Tierra de las radiaciones de onda corta de alta energía e
impidiendo igualmente que el proceso pueda repetirse.
Hasta
aquí, la síntesis de la teoría que recoge Rosnay. Hay
que decir que el único punto de apoyo a toda esta teoría son los experimentos
de un grupo de biólogos, que se describen a continuación.
Miller puso en un matraz la famosa atmósfera primitiva (CH4,
NH3, H2O y H: metano, amoníaco, agua e hidrógeno), y tras
someterla durante una semana a descargas eléctricas, el resultado fue la
formación de aminoácidos.
Melvin-Calvin, al someter esa
atmósfera a un flujo de electrones, obtuvo aminoácidos, azúcares, urea y ácidos
grasos.
J.
Oró, mezclando ácido cianhídrico y amoníaco en agua a 90° C, obtuvo adenina,
compuesto que entra a formar parte de ATP y ADN.
Ponnamperuma, irradiando una mezcla de gases primitivos,
obtuvo adenina, guanina y urea; y él mismo con J. Oró, obtuvo ribosa,
desoxirribosa y glucosa.
Pero
todo esto lo único que demuestra es la posibilidad de producción abiótica de la
materia orgánica, y da pie a pensar que la investigación puede ir por este
camino. Sin embargo, a partir de aquí, los pasos que da el autor son gratuitos,
conducido por el a priori que señalábamos al principio. Rosnay acepta sin más -sin demostración alguna- el paso de
la materia orgánica inerte a la materia viva.
El
libro concluye con una simplificación de toda la teoría por medio de unos
dibujos que dan la impresión de una evolución continuada: 1, Formación del
Universo. 2, Formación del sistema solar. 3, Formación del sistema Sol-Tierra.
4, Síntesis orgánica en la atmósfera terrestre. 5, Acumulación de materia
orgánica en los mares primitivos «sopa de la Tierra». 6, Formación de
coacervados. 7, Aparición de los procesos de fermentación. 8, Aparición de los
mecanismos de reproducción. 9, Aparición de la fotosíntesis. 10, Aparición de
la respiración y separación de autótrofos y heterótrofos. 11, Evolución
biológica. 12, Tierra actual.
VALORACIÓN DE LA OBRA
1. Intencionalidad.
La
obra, en su conjunto, expone con mucha claridad gran cantidad de conceptos
biológicos, fenómenos, investigaciones y conocimientos, algunos ciertos y bien fundados, con sentido didáctico. Junto a ellos, expone
también opiniones personales, hipótesis y teorías, sin ninguna fundamentación, pero dando la sensación de que tienen el
mismo grado de certeza que aquéllos, por lo que es rechazable por falta de
objetividad.
Da
la sensación de una gran unidad, con una explicación clara, razonada y
aparentemente científica de la historia del universo hasta la aparición de la
vida y su diversificación. Esto lo consigue a base de rehuir los problemas, de
soslayarlos, de dar como demostrados, relacionados y continuos, pasos que en
absoluto se han dado en la ciencia; por ejemplo el tránsito de lo inerte a lo
vivo -objeto de este libro- no se ha dado aún en el laboratorio, y, aunque se
diera en el laboratorio, eso no demostrará nada: simplemente reforzaría la
hipótesis de que pudo haberse dado en el pasado de un modo espontáneo. En la
actualidad no conocemos científicamente cómo fue la aparición de los primeros
seres vivos, ni su diversificación, ni cómo apareció la fotosíntesis, ni cómo
aparecieron los primeros tipos de organización animal y vegetal, ni mucho menos
la aparición del hombre. Todo ello permanece en el campo de la hipótesis. Sin
embargo, para el autor se trata de hechos que pretende demostrar, pero
dándolos, a priori, como ciertos.
Esta
idea apriorística de la evolución general, no es científica, sino filosófica,
como puede verse en la formulación de Engels: «La
vida nunca ha surgido espontáneamente ni ha existido eternamente. Por tanto
debe ser el resultado de una larga evolución de la materia, siendo su origen un
simple paso en el curso del desenvolvimiento histórico». Oparín
-y con él Rosnay- toma esta afirmación de Engels como principio básico de sus teorías, por lo que
buena parte de éstas resultan, en realidad, acientíficas.
2.
Método.
El
método empleado es la yuxtaposición de los conocimientos que actualmente se
tienen del mundo biológico a escala bioquímica (molecular) y microscópica,
ordenados de tal manera que dan la sensación de una sucesión de complejidad
creciente en el tiempo, desde lo inerte a lo vivo. Pero resulta que esos
conocimientos se tienen de los seres vivos actuales y no de los del pasado.
Junto a ellos, e intercalados en el momento oportuno, el autor coloca las
hipótesis no demostradas, su propia concepción subjetiva del mundo, etc.,
rellenando el «foso» para dar los pasos para la «demostración» de su teoría. Es
un método descriptivo, con un prejuicio previo, que es a la vez la conclusión.
El
método no sigue las reglas de la demostración científica: deducción, inducción,
hipótesis, prueba experimental. Sólo encontramos el método bien aplicado en la
descripción de algunos experimentos de otros autores, pero no en la concepción
de su libro. Rosnay no demuestra, simplemente expone.
3.
Concepto de universo.
Expone
dos de las teorías que existen actualmente, pero no entra en su origen, ni
siquiera lo plantea. Para él, el Cosmos es un todo en evolución que va
estructurándose poco a poco hasta llegar al hombre.
4.
Concepto de ser vivo.
A
la pregunta ¿qué es la vida? el autor no es capaz de responder, y se limita a
dar unas propiedades o características de la vida que llama manifestaciones:
individualización, nutrición, respiración-fermentación, reproducción, movilidad
y muerte. No se trata de una definición, sino de una descripción de algunas
manifestaciones que se dan en los seres vivos.
Sin
embargo, en la conclusión del libro es algo más explícito: «la vida, como hemos
visto, se caracteriza por la permanente renovación de sus estructuras. El medio
primitivo, surcado por un flujo de energía y en cuyo interior miles de millones
de moléculas se destruyen, se construyen y actúan entre sí, ya planteaba este
hecho característico de la vida, que es el movimiento». Sin embargo, las
reacciones bioquímicas, el movimiento físico-químico y electrónico está
presente en toda la materia, y ésta no está viva. En el ser vivo hay una
organización, por eso le llamamos organismo, de las partes en el todo, con una finalidad
de las estructuras, un autogobierno, un crecimiento orgánico y no por mera
aposición, que distinguen al ser vivo de lo que no lo es.
5.
El concepto del hombre.
Para
Rosnay, el hombre es un producto más de la evolución
ciega y necesaria de la materia; un paso más en la complejidad creciente de las
estructuras, de las funciones, hasta llegar al pensamiento. Esto lo da como un
hecho, un supuesto sobre el que no duda y que no le plantea ningún problema
filosófico. En cambio, extrañamente, sí que le plantea un problema filosófico
la posibilidad de existencia de vida en otros planetas.
6.
Concepto de evolución.
Siendo
la evolución una teoría científica que sólo se encuentra confirmada
(neodarwinismo) al nivel de la subespeciación o de
especies cercanas, para el autor, que no es biólogo, es un dogma
científicamente incuestionable del que no duda un momento. Es más: estando todavía
en estudio el papel que juegan las mutaciones en el conjunto de la teoría
evolucionista, aplica sin precauciones ni restricciones el sistema de mutación
(variación, selección natural, supervivencia, adaptación) a las moléculas
orgánicas de origen abiótico, a los coacer vados, al
origen del ser vivo y a su posterior evolución. Combinando los conceptos de
necesidad (en el sentido de obligatoriedad), selección y azar en los momentos
convenientes, construye teóricamente una fabulosa hipótesis de la que sólo está
de mostrada con rigor científico la posibilidad de que una atmósfera
primitiva, si era como se sospecha, si tenía la temperatura que se
piensa, si estaba sometida a la radiación que dicen, podía haber dado
lugar a unos cuantos compuestos químicos orgánicos que ahora forman parte de
los seres vivos. Es decir, que lo único que con certeza sabemos es que en el
laboratorio, en unas condiciones que pensamos son como las primitivas, se
pueden obtener abióticamente compuestos orgánicos.
Esta es toda la base que tiene el autor para escribir su origen de la
vida.
No
sabemos nada cierto sobre: la selección de los coacervados; la aparición de
enzimas específicas; la aparición de cadenas de enzimas para la síntesis de una
estructura definida (finalidad); el origen de la información del DNA; el origen
de la reproducción sexual, ya observada en las bacterias; el origen de la
fotosíntesis; el origen de los tipos de organización vegetal y animal; el
origen de los complejos procesos de ontogenia, etc. Estos son los fosos que el
autor no rellena, aunque pretende dar la impresión contraria.
7.
Otras manipulaciones.
J.
de Rosnay, en la primera página de su libro, escribe
un párrafo introductorio que dice: «creo que el
problema del origen de la vida, si se quieren respetar sus múltiples facetas y
evitar reducirlo a un sólo dominio particular -sea el de la ciencia, el de la
filosofía o el de la religión- debe ser tratado simultáneamente bajo un punto
de vista científico, filosófico y religioso. Me he limitado estrictamente al
aspecto científico de la cuestión esperando que cada uno sabrá emplear e
interpretar en el dominio que creerá conveniente, las informaciones que le he
aportado». Este párrafo tan clarificador no corresponde al contenido del libro,
pues más adelante dice: «cuando se piensa en la aparición de la vida en la
Tierra, frecuentemente se tiende a considerar este origen como algo súbito,
espontáneo o provocado por algún motivo fortuito o sobrenatural. Esta subjetiva
idea de un cambio brusco está tan arraigada...», lo cual hace suponer que
todo enfoque distinto al suyo no es objetivo, sino subjetivo.
Además,
interpreta a su modo el hilemorfismo de Aristóteles, no entendiendo el concepto
de materia y forma. No se limita a exponer lo que se sabe, sino que, según su
propia concepción del mundo, interpreta subjetivamente los datos en una
determinada dirección que -según él- es la única objetiva.
CONCLUSIÓN
1.
El libro se puede encuadrar en la tendencia actual de muchos científicos hacia
un materialismo positivista que niega toda otra interpretación del mundo y del
hombre que no sea material.
Científicamente
no tiene categoría, por soslayar casi todos los problemas que en estos estudios
se plantean. No contesta a bastantes de las preguntas que él mismo se hace, y
no reconoce, ante muchas de ellas, que ignora la respuesta; pretendiendo darla
por conocida. No plantea ni siquiera las cuestiones que muchos biólogos se han
hecho sobre estos temas, como son el significado de la finalidad que se observa
en las líneas de descendencia de los seres vivos y la finalidad de las
estructuras y de los ciclos biológicos.
El
libro es, pues, rechazable por su falta de objetividad.
2.
La doctrina católica enseña positivamente que Dios creó el mundo de la nada, y
que la interpretación del término día (yom), que se
utiliza en la narración de los primeros capítulos del Génesis, puede hacerse de
una manera compatible con el conocimiento que actualmente tenemos del
desarrollo de las edades en la Tierra a lo largo del tiempo.
La
evolución y el origen abiótico de la vida son hipótesis y teorías que pueden
ser sostenidas como tales, al igual que otras distintas. En cambio, es
inaceptable extender la hipótesis de la evolución al hombre, pues equivaldría a
negar su espiritualidad y la creación inmediata por parte de Dios de cada alma
(cfr. Pío XII, Encíclica Humani generis, 2-VIII-1950; Dz. 2327-2328).
R.J.
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