RAHNER, Karl

Kirche und Sakramente

Herder Verlag KG, Freiburg in Br., 1960.

(Edición castellana: La Iglesia y los Sacramentos, Herder, Barcelona 1964, 127 pp.).

 

CONTENIDO DE LA OBRA

Karl Rahner plantea en este libro la tesis en la actualidad aceptada por muchos - según la cual el mejor punto de partida para un profundo estudio de los sacramentos puede ser la profundización en el mismo ser de la Iglesia como Protosacramento (Sacramento General en la terminología de Schillebeeckx, Sacramento Original en la de Semmelroth). Y viceversa, el estudio de los sacramentos como clave para una mayor profundización en la realidad del misterio de la Iglesia.

En este libro no se desarrolla sistemática y exhaustivamente la doctrina de los sacramentos, sino que se supone ya conocida. Es, como el autor dice en el prólogo, una Quaestio disputata (aunque parece más bien un esbozo completo de Teología sacramentaria), en la que se plantean problemas a los que la teología no ha dado una solución universalmente aceptada.

Se abordan una serie de cuestiones - tanto sobre los sacramentos en general, como sobre cada uno de ellos en particular - a las que, partiendo de ese principio primario antes enunciado, se dan unas soluciones amplias, no perfectamente elaboradas, que el autor mismo considera susceptibles de ser substituidas por otras que se muestren más convincentes.

Un primer esbozo de este trabajo apareció en l955 en la revista Geist und Leben 28 (1955) 434‑453.

E1 libro consta de dos partes. La primera (La Iglesia como Iglesia de los sacramentos) constituye la enunciación amplia, y desde diversos puntos de vista, del carácter de Protosacramento como fundamental del mismo ser de la Iglesia.

1. La Iglesia como Protosacramento

a) La Iglesia es Pueblo de Dios, con una organización jurídica y jerárquica, que le es esencial. Es pueblo en cuanto que sus miembros son partícipes de un mismo origen, y de una historia que, arrancando de Adán, no es sólo suma de historias individuales.

b) “Cristo es la presencia real en la historia del triunfo escatológico de la misericordia de Dios” (p. 14). En Cristo, Dios se hace presente y solidario a la humanidad. Cristo es el Gran Sacramento; signo y realidad, sacramentum y res sacramenti de la gracia redentora de Dios (p. 16).

c) “La Iglesia es la continuación, la permanencia actual de esta presencia real escatológica de la victoriosa voluntad gratífica de Dios, inserta definitivamente con Cristo en el mundo. La Iglesia es la presencia permanente de esa protopalabra sacramental de la gracia definitiva que es Cristo en el mundo” (p. 19).

2. Interpretación y realización de la estructura sacramental de la Iglesia en sacramentos (en sentido estricto) en general

La Iglesia es medio necesario de salvación, y esa salvación se da siempre, o al menos, de modo cuasi-sacramental, participando en el Cristo humano-divino. “Pero cuando la Iglesia, como medio salvífico de la gracia, entra en contacto con el individuo en la última actualización de su esencia, entonces nos encontramos con sacramentos en sentido propio, los cuales a su vez son las esenciales realizaciones fundamentales de la Iglesia misma” (p. 23).

La noción de protosacramento, aplicada a la Iglesia, no es una vaga traslación del concepto estricto de sacramento, sino que se deriva de la cristología (p. 24).

“Dado que al concebir a la Iglesia como 'protosacramento' lo hacemos en primer lugar con independencia del concepto corriente de sacramento, y al sacramento en el sentido usual de la palabra lo captamos en la raíz como un grado supremo de actualidad del ser de la Iglesia en cuanto presencia salvífica de la gracia de Cristo para los individuos, podemos, partiendo de ahí, lograr realmente una comprensión de los sacramentos en general” (p. 25).

3. La esencia del sacramento (en general) desde el punto de vista de la Iglesia como protosacramento

En este apartado se analizan, a partir de la Iglesia como protosacramento, algunas de las características esenciales de los sacramentos en general.

a) En primer lugar se considera el opus operatum y el opus operantis, planteando, por una parte, las dificultades que existen para una perfecta delimitación de la diferencia entre ambas realidades; y por otra, enunciando y desarrollando con cierta extensión una correcta intelección de esa diferencia esencial precisamente a partir de la Iglesia como protosacramento, y por tanto de los sacramentos como actualizaciones plenas de la esencia de la Iglesia.

Con ocasión de este tema, trata el autor brevemente de la naturaleza de los sacramentos de la Antigua Ley, y de su esencial diferencia con los sacramentos de la Iglesia.

b) En un segundo y brevísimo punto trata Rahner de la reviviscencia de los sacramentos. Suponiendo que el lector conoce en qué consiste esa reviviscencia, se limita aquí a enunciar un camino por el que esa característica de algunos sacramentos puede profundizarse a la luz del planteamiento hecho sobre el opus operatum.

c) El tercer argumento (“Sacramentum-res sacramenti”) es enunciado en cinco líneas. Se dice simplemente que esa dualidad resulta evidente en los sacramentos, pues se da precisamente en la Iglesia.

Los dos puntos siguientes constituyen sin duda el núcleo del libro (son también, con mucho, los más extensos: pp. 37-81).

d) El modo de la causalidad sacramental de la gracia

Se comienza por analizar brevemente las diversas teorías existentes sobre el modo en que los sacramentos son causa de la gracia. Se dice que en todas esas teorías, aun cuando se afirma que los sacramentos “causan la gracia significándola”, causa y signo aparecen como algo paralelo pero en el fondo independientes.

“Ahora bien, partiendo de la posición a que hemos llegado en estas páginas, puede verse claramente que los sacramentos son causa de la gracia precisamente en cuanto signos, que aquí se trata de esa causalidad de símbolo que compete al “Símbolo esencial” en cuanto tal” (p. 40).

A continuación, Rahner expone su teoría sobre el Símbolo esencial o Símbolo real interno. Esta teoría no es de fácil comprensión y mucho menos fácil de resumir en pocas líneas. Aquí nos limitamos a transcribir la definición dada por el autor: “Por símbolo esencial - o símbolo real interno - se entiende aquí esa manifestación y tangibilidad histórica, espacial y temporal, en la que un ser, al ponerse de manifiesto, se anuncia, y al anunciarse se pone presente, originando esta manifestación que es realmente distinta de él. En los símbolos esenciales, el signo en cuanto “manifestación” es un momento interno de lo que se manifiesta y se actualiza, aun cuando es realmente distinto de eso que se manifiesta” (pp. 40‑41).

Después de explicar esta definición, el autor utiliza esta noción para entender la causalidad de los sacramentos en cuanto signos: los sacramentos vienen a ser símbolos esenciales de la gracia. Con esta noción, y teniendo presente que los sacramentos son plena actualización de la Iglesia - que es a su vez la presencia de la gracia de la redención en el mundo - , puede verse cómo “la manifestación hace necesariamente que esté presente lo manifestado” (p. 43). De aquí también se deduce la conexión entre opus operatum y causalidad de los sacramentos por lo que se refiere a la gracia.

e) La Institución de los sacramentos por Jesucristo

Este apartado es el más extenso del libro (pp. 44‑81).

Aceptando que de algún modo los sacramentos fueron instituidos por Jesucristo, se hace un análisis detallado sobre un posible significado de esa verdad, a la vista de los textos bíblicos y de la noción de Iglesia como Protosacramento.

El núcleo de la argumentación consiste probablemente en la afirmación de que, considerando los sacramentos como plenas actualizaciones de la esencia de la Iglesia, puede afirmarse la institución, al menos in genere (cfr. p. 67), de todos y cada uno de los sacramentos por Cristo, sin necesidad de “encontrar” en la Escritura textos en que esa institución venga explicitada para cada uno de ellos: “no sólo no consta históricamente la existencia de palabras explícitas de institución, sino que además se pueden demostrar como históricamente inverosímiles” (p. 79).

Por tanto, según el autor, debe aceptarse que algunos sacramentos han sido instituidos sólo implícitamente por Cristo, por medio de la institución explícita de la Iglesia como Protosacramento (cfr. p. 54).

Igualmente se trata del número septenario, afirmando lo secundario de ese número, aun siendo cierto que sólo hay siete sacramentos.

Después se trata de la institución de cada uno de los sacramentos, deteniéndose especialmente en aquellos de los que no hay textos bíblicos explícitos de su institución por Cristo.

f) Antes de terminar la primera parte del libro, se hacen unas breves consideraciones sobre Piedad sacramental y personal, que no tienen especial interés.

La segunda parte de la obra (Los diferentes sacramentos como autorrealizaciones de la Iglesia) trata - a partir de todo lo dicho anteriormente - de lo que podría llamarse “deducción trascendental eclesiológica de los sacramentos”: no es del todo una deducción a priori, sino que se trata de demostrar cómo, a partir de la Iglesia como protosacramento, se puede deducir la sacramentalidad de cada uno de los sacramentos, que ya conocemos como tales.

Eso tiene el interés de manifestar el peculiar aspecto eclesiológico de cada uno de los sacramentos, es decir su efecto eclesial específico, “en cuanto acaecimientos de la historia individual de la salud” (p. 82).

VALORACIÓN CIENTÍFICA

El valor científico del libro depende del punto de vista con que se considere. En sentido estricto, no es un libro científico: no se encuentran en él ni análisis detallados de las fuentes, ni razonamientos especulativos elaborados y concluyentes. Bajo este punto de vista, como el mismo Rahner dice en el prólogo, el libro “no ha de tener necesariamente la ambición de brillar por un gran apartado científico y por prolijas referencias bibliográficas” .

Sin embargo, el libro tiene un valor que podríamos llamar pre-científico: plantea una problemática real y señala caminos que quizá puedan servir en parte para un posterior trabajo científico. Es decir, el libro se sitúa en el plano más corriente de las obras de este autor: el ensayo (excepción hecha, al menos, de Geist in Welt).

Reconociendo este valor que hemos llamado precientífico, se echa en falta esa seriedad que adquieren los auténticos trabajos científicos, por su conexión razonada - y esencial en teología - con el Magisterio, la Escritura, la Tradición de la Iglesia y lo que hay de perenne en la teología de otros tiempos.

La idea de la Iglesia como Protosacramento, es sin duda de notable interés, si bien no es del todo original. Tampoco es totalmente original lo que hemos llamado “deducción eclesiológica de los sacramentos”, si bien en cuestiones concretas Rahner no coincide con otros autores que han desarrollado estos temas (Semmelroth, Schillebeeckx, Mersch, Masi, Monden, etc.).

Lo más original del libro es el apartado sobre la causalidad de los sacramentos. Como decíamos, la teoría del Símbolo esencial es difícil de entender a fondo, y se sitúa claramente en un concreto ámbito filosófico. Tampoco queda muy clara su dependencia - en este punto - con sus propias premisas filosóficas fundamentales (cfr. recensión a su obra Hörer des Wortes). Es una teoría interesante, aunque ciertamente discutible y en parte arriesgada que, como intento, merece ser conocida por el especialista.

En este libro, salvo ligeras referencias marginales (cfr. pp. 15, lín. 3-10; 41, lín. 6-10; 47, lín. 19-25; 95, lín. - 2 s; 118, § 1), no parece que Rahner haya hecho presente su visión filosófica de fondo. Quizá sí en lo referente al símbolo esencial, pero tampoco ahí queda muy clara - aunque sí entrevista - la conexión con sus principios: no parece que se distinga suficientemente, por ejemplo, entre la presencia real y la presencia intencional; y es por lo menos muy ambiguo decir que algo “se constituye” al manifestarse. Estas nociones recuerdan muy de cerca las tesis heideggerianas.

Algunas intuiciones principales del autor parecen aceptables, si se hacen algunas salvedades. Los planteamientos de argumentaciones (no hay argumentaciones completamente elaboradas) son de valor muy variable: unos son plenamente convincentes; otros, no. Como intentos tienen también un interés variable.

VALORACIÓN DOCTRINAL

Varías ideas centrales, y sus correspondientes desarrollos, no presentan inconvenientes doctrinales. En este libro, Rahner - sobre todo en la parte más extensa: la institución de los sacramentos por Jesucristo - cita al Magisterio de la Iglesia, al que se atiene en líneas generales. Sin embargo, los mismos temas tratados, y el modo con que son abordados, con su crítica habitual y despectiva para la teología anterior en general, hacen necesaria una previa formación sólida en la materia.

El autor es correcto en bastantes puntos que en relación con el tema son algo marginales: por ejemplo, necesidad de la Iglesia para la salvación de cada hombre (cfr. p. 24) (en este punto Rahner parece separarse de su tesis de la universalidad de facto de la gracia y de los cristianos anónimos, que aquí ni siquiera deja entrever); afirmación de la presencia real en la Eucaristía (aunque no habla de transubstanciación), del carácter sacrificial de la misa que se cumple también en las misas privadas (cfr. pp. 88-93); necesidad de la confesión, en caso de pecado grave, para la Eucaristía (p. 100), aunque es de notar que aquí el autor identifica extrañamente gravedad con obstinación, lo cual es inadmisible).

En los puntos en que Rahner deja entrever sus concepciones de fondo sobre cristología (cfr. pp. 1S, lín. 3-10; 47, lín. 19-25; 118, §1), gnoseología (cfr. p. 41, lín. 6-10), metafísica (cfr. p. 95, lín. - 2 s), etc., presenta los inconvenientes correspondientes.

Se señalan a continuación algunas precisiones que Rahner no hace, y que son necesarias para que sus teorías no lleven a desarrollos erróneos:

1. La noción de sacramento como “actualización absoluta” y “autorrealización plena” de la Iglesia - no suficientemente fundada por el autor - , es insuficiente.

Es cierto que - aceptada esa terminología - los sacramentos son “actualizaciones” y “autorrealizaciones” de la Iglesia. Pero tal como eso viene considerado luego por Rahner, nada obstaría para que otras muchas cosas fuesen sacramentos en sentido estricto. Piénsese, por ejemplo, en la aceptación del Sumo Pontificado por quien ha sido elegido para tal función; no cabe duda que eso podría considerarse como una actualización y autorrealización plena de la Iglesia (más incluso que algunos de los sacramentos, según lo que el autor parece entender con esos términos), y sin embargo no es un sacramento.

2. El punto anterior está íntimamente ligado con el tema de la institución de los sacramentos por Cristo, ya que se postula para evitar el problema de fundamentar la institución de todos y cada uno de los sacramentos en palabras explícitas de Cristo.

Sobre este punto ha habido y hay diversas teorías, que intentan una interpretación adecuada del Magisterio (principalmente de las definiciones del Concilio de Trento). Es discutible si Cristo determinó sólo genéricamente o bien en su especie ínfima cada uno de los sacramentos; muy posiblemente, los mismos Apóstoles no tendrían una noción de sacramento en general, que englobase a los siete, tal como fue elaborada posteriormente, etc.

Pero hay algo que no es opinable: la institución de todos y cada uno de los sacramentos por Cristo, de modo que e a institución no se puede reducir (como parece hacer Rahner), bajo ningún aspecto, a la simple institución de la Iglesia. Respecto a algunos sacramentos puede sostenerse una institución implícita, pero no sólo en la institución explícita de la Iglesia, sino en la asignación de gracia divina a determinadas realidades, que fuesen, cada una de ellas, sólo genéricamente determinadas en su modo concreto de realizarse. Cfr. Dz. 844, 996, 1470, 2039, 2040, 2044, 2048, 2051, 2088, 2096.

3. La teoría sobre el símbolo esencial (al menos en su aplicación a los sacramentos), debe considerarse con cautela. Concretamente, puede llevar a no distinguir entre presencia real y presencia intencional, y a apoyar las teorías de la sóla transignificación en relación a la conversión eucarística.

Además, ateniéndose tanto al contenido como al término empleado (símbolo esencial), podría afirmarse una necesidad en Dios de que la gracia se dé precisamente por esos medios y no por otros, lo cual no es aceptable.

4. Abundan también en el libro afirmaciones concretas de una notable ambigüedad, que requieren una adecuada crítica, y una suficiente formación técnica en el lector. Cfr. pp. 52, § 3, lín. 1-6; 61, § 2, lín. 1 ss; 63, § 1, lín. - 2 ss; 90, § 2, lín. 5 - 8; 92, § 1, lín. 9; 100, lín. 13-14; 103, § 1; 113, lín. 19-20; 116, lín. 21-25; 118, § 2; etc.

F.O.B. y C.C.

 

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