POPPER, Karl
R.
Post
Scriptum a «La lógica de la investigación científica»
(t.o.: Postscript to the Logic of Scientific
Discovery), en tres
volúmenes: I. Realismo y el objetivo de la ciencia. II. El universo abierto.
Un argumento en favor del indeterminismo. III. Teoría cuántica y el cisma en
física.
Vol. I. Poscritto alla «Logica della scoperta scientifica». Il realismo e lo scopo della scienza (Realism and the Aim of Science), Il Saggiatore Economici, Milán 1994, ed. a cargo de W. W. Bartley III, 429 pp.
El Post Scriptum a «La lógica de la
investigación científica», pensado originariamente como una serie de
apéndices a esta conocida obra de Popper de 1934, se desarrolló más adelante
como un libro proprio que llegó a aparecer en tres volúmenes sólo en 1982-83.
El texto, sin embargo, salvo algunas adiciones, estaba ya preparado desde
1956-57 (en que estuvo a punto de publicarse), y su editor W. Bartley advierte
que se remonta esencialmente a 1962 (en la recensión indicaremos las fechas de
los añadidos posteriores). Estas circunstancias deben tenerse en cuenta ya que
la obra en muchos sectores carece de la linealidad característica de un libro,
al estar constituida en buena medida por una serie de exposiciones (a veces de
distinta fecha), bastante recurrentes en las temáticas[1].
La lectura de este libro presupone algún
conocimiento de las principales tesis de «La lógica de la investigación
científica» (LIC)[2], y para su mayor comprensión convendría
tener presentes las ideas de otros epistemólogos, como Kuhn y Lakatos, que
estimularon a Popper a introducir matices y precisaciones en su doctrina[3].
Introducción de Popper de 1982. En la LIC Popper (1902-1994) había
establecido que la falsabilidad (refutabilidad) empírica es el criterio que da
carácter científico a una teoría o incluso a una frase (así como "todos
los cisnes son blancos" puede ser falsificado por la observación de un
solo cisne negro). Sin embargo, había sido acusado de "falsacionista
ingenuo" (por ej., por Kuhn), es decir, de admitir acríticamente una
falsificación absoluta (la falsificación es la refutación de la posible verdad
de una teoría mediante enunciados empíricos, reconocidos como posibles
falsificadores y asumidos como verdaderos[4]). Pero Popper reconoce que un enunciado
"falseador" y por tanto la efectiva refutación de una teoría no puede
considerarse absoluta o definitiva, como si se tratara de un dogma irrevisable[5].
Prefacio de 1956. La inexistencia del método
científico. No existe para
Popper un especial método científico para descubrir o demostrar teorías, ni
tampoco hay realmente disciplinas científicas diversas, salvo como divisiones
académicas. Sólo se dan problemas y la actitud científica consiste en
discutirlos, con deseos de saber y de aprender. Considera un mito la autoridad
de los especialistas, de las modas científicas y el prestigio de la pretendida
exactitud de la física. Se opone, en definitiva, a hacer de la ciencia un mito
o una fuente indiscutible de la verdad.
PARTE I. LA
PERSPECTIVA CRITICA
Capítulo I. La
inducción
En este capítulo Popper desarrolla una
crítica de la inducción, inspirada en Hume, a la vez que argumenta contra el
idealismo, el subjetivismo y el instrumentalismo científicos. La ciencia
consiste en la propuesta de conjeturas contrastables, que se van afinando cada
vez más, sobre la base de la convicción del realismo metafísico y con el
instrumento de la crítica racional. La discusión se plantea entre distintos
sujetos, mancomunados por el deseo de conocer la verdad y dispuestos a aprender
unos de otros (cfr. p. 36). "Nos movemos desde el principio en el campo de
la intersubjetividad, en el dar-y-tener propuestas y críticas racionales"
(p. 110).
La ciencia es conjetura contrastable, que
puede ser verdadera (cfr.
nn. 1 y 2)[6]: el método de querer justificar las teorías
científicas está mal planteado, porque las teorías no pueden
"justificarse", es decir, no es posible demostrar su verdad con
ningún tipo de argumentos, ni racionales ni empíricos. Las teorías surgen como
conjeturas que la experiencia va contrastando, de modo que una teoría puede
aceptarse porque es preferible a otra, en cuanto ha resistido mejor a
las críticas. La teoría científica preferible se acerca más a la verdad,
mientras que la teoría desmentida no es verdadera.
La verdad, correspondencia del pensamiento
con la realidad, es una idea regulativa. Hay muchos modos de acercarse a la
verdad: con la razón, la experiencia, la tradición, la inspiración, la
comprensión simpatética, pero ninguna debe quedar exenta de la crítica
intersubjetiva, si ha de entrar en el ámbito científico. Con la crítica se
puede llegar a conocer la falsedad de las teorías, y a saber que las hipótesis
hasta ahora criticadas y no refutadas pueden ser verdaderas: son
verosímiles, una aproximación a la verdad.
La inducción (cfr. nn. 3 y 4): Popper asume la crítica de
Hume a la inducción. Ninguna secuencia de observaciones, por muy repetitiva que
sea, puede demostrar la existencia de una regularidad o de una ley en la
naturaleza. Aunque el sol salga todos los días, nada exige que tenga que salir
mañana. La "solución al problema de Hume" no es, sin embargo, el
escepticismo, sino admitir que ante el mundo conocido por la experiencia,
cuando se capta algún problema, el hombre inventa explicaciones conjeturales,
que va cribando por medio de pruebas y continuas confrontaciones. La ciencia es
un proceso semejante al aprendizaje por ensayos con eliminación de errores. Se
parte de problemas y no de simples observaciones.
La inducción es inválida, para Popper, porque
nuestra misma percepción de la realidad no es pasiva, sino que está guiada por
cuadros de expectativas, hipótesis, teorías esbozadas sobre el mundo, que a
veces proceden de la tradición o que pueden tener alguna base en nuestros
mecanismos fisiológicos perceptivos. La ciencia opera de un modo semejante y
las observaciones científicas son siempre guiadas por esquemas teóricos, tesis
que se están poniendo a prueba, etc. Los descubrimientos científicos no se
fundan, por tanto, en meras observaciones inductivas. Además no hay un dato
puro, pues cualquier observación contiene una teoría (el concepto universal
implica ya una teoría).
No acepta tampoco Popper el inductivismo mitigado,
que acoge la inducción aunque sólo con un valor probable: las teorías no son
"hipótesis probables tomadas de la experiencia inductiva", porque las
repeticiones inductivas no enseñan nada[7].
El realismo metafísico. Existen leyes
naturales. Crítica del idealismo y del fenomenismo (cfr. nn. 5-10; 16): no obstante la crítica
de Hume, para Popper existen realmente en el mundo algunas leyes naturales. Se
trata de una conjetura metafísica sobre la estructura del universo, que él
asume precisamente como preferible a otras alternativas, que pueden rechazarse
racionalmente[8]. Sin embargo, no podemos saber con certeza
si una concreta ley física es verdadera: sólo que "puede ser
verdadera" (cfr. nn. 5 y 6). Más ampliamente, Popper sostiene el realismo
metafísico (existe un mundo objetivo, real, que podemos descubrir) y lo
considera el estímulo más poderoso de la investigación de la verdad (cfr. n.
7). El conocimiento es ante todo objetivo, no algo mío: la ciencia
existe y podemos adquirirla; no hay que comenzar el tema del conocimiento con
el yo o con la subjetividad (cfr. n. 9).
Se puede argüir contra la posición contraria,
que es el idealismo o subjetivismo[9]. Popper lo hace con ironía y dureza. El
idealismo va contra el sentido común (somos conscientes de no haber producido
las cosas físicas: cfr. p. 107); incluso va contra el buen gusto, por lo que es
un "problema irreal", que hace nacer el justificacionismo o la manía
de querer justificarlo todo (cfr. p. 108). Es una "enfermedad" de la
que, cuando Russell se curó, afirmó que le parecía haber salido de una prisión
(cfr. p. 109). Popper afirma que cayó en idealismo en el invierno de 1926-27,
pero sólo por una hora (cfr. p. 114, nota 81). Si fuera verdadero, podríamos
esperarnos cualquier cosa, con lo que carece de valor explicativo (cfr. p.
124): el mundo subjetivista es un mundo fácil y sin enigmas, desprovisto de
problemas (cfr. n. 10). La finalidad de la ciencia no se comprende sin el
realismo (cfr. p. 164). Aunque Popper no es cristiano, afirma (contra Berkeley)
que la reducción de todo a idea es incompatible con la doctrina cristiana de la
Encarnación (cfr. pp. 108 y 132). Se opone también a la posición fenomenista
(Mach, Reichenbach) que pretende ser neutral ante el realismo o idealismo: en
realidad esta posición es idealista (cfr. n. 8 y p. 144).
En el n. 16 reconoce que hay ciertamente
algunos problemas difíciles para el realismo, pero "no son capaces de
afectar en lo más mínimo mi fe en el realismo" (p. 167). Es un misterio
que todo el universo tenga exactamente las mismas leyes naturales; la
regularidad, la armonía del cosmos, su inteligibilidad, su adaptabilidad a la
vida, son misterios que el realismo de por sí no soluciona. Pero no por eso
cabe asumir la fácil vía del subjetivismo y ni siquiera el apriorismo kantiano
(cfr. p. 171). Tenemos ciertos esquemas para interpretar el mundo, incluso con
una base fisiológica, pero los distinguimos de las cosas reales y los
auto-criticamos, para mejorar constantemente nuestro conocimiento de la
realidad.
Crítica del instrumentalismo (cfr. nn. 11-14). Popper critica
seguidamente el idealismo de Berkeley, que en su aplicación a la ciencia recibe
el nombre de instrumentalismo. Según esta tesis, renovada modernamente
por Mach o James, todos los conceptos "no observativos" usados en la
ciencia, como substancia, materia, corpúsculo, átomo,
carecen de significado. Una forma de instrumentalismo criticada por Popper es
también el operacionalismo (Bridgman: cfr. p. 130, nota 104). En realidad,
todos los conceptos físicos universales (por ej., "agua") no son
estrictamente observables (no son iguales a sensaciones, precisamente por su
universalidad), aunque sean controlables empíricamente. Cualquier concepto
físico universal es "disposicional" y tiene una estructura legal (lawlike),
porque supone la potencialidad o disposición de realizar ciertas acciones en la
forma de una ley natural, acciones que nos permiten reconocer el objeto
designado por ese concepto. En consecuencia, las leyes y principios de la
física no son meros instrumentos de cálculo, artificios lógicos convencionales
para deducir consecuencias observables, como supone el instrumentalismo o el
positivismo (Schlick, Reichenbach, Carnap, Wittgenstein en cierto período),
sino que son genuinas conjeturas sobre cómo es el mundo.
En definitiva, contra el instrumentalismo
epistemológico Popper sostiene que los enunciados científicos (leyes,
principios) pueden ser verdaderos y falsos, y que los conceptos de esos
enunciados tienen un significado real. El instrumentalismo destruye la ciencia
y ha sido usado a veces para disminuir su importancia, como hicieron Belarmino
contra Galileo y el obispo anglicano Berkeley[10]. El sentido común no puede abandonarse en
este punto. "En mi perspectiva, es razonable aceptar las ideas del sentido
común en la medida en que resisten a la crítica" (p. 149) y, en este
sentido, "la realidad de los cuerpos físicos está implícita en casi todos
los enunciados de sentido común que afirmamos; esto implica a su vez la
existencia de leyes de la naturaleza; y por eso todas las afirmaciones de la
ciencia implican el realismo" (p. 149). En cambio, para Hume y Berkeley, "lo
que los científicos consideran como los mayores descubrimientos de la ciencia,
el descubrimiento de leyes, no son más que trucos, reglas de transformación, o
meros modos de hablar superfluos, aunque puedan ser quizá eficaces. Estas
consecuencias indeseables deberían considerarse como correspondientes
refutaciones de las teorías del conocimiento que las han producido" (p.
149).
El objetivo de la ciencia. Esencialismo
modificado de Popper (cfr.
n. 15): la ciencia ha de tener un objetivo porque es una actividad racional. Su
finalidad es encontrar explicaciones satisfactorias acerca de las cosas que
conocemos. Son satisfactorias si: implican lógicamente lo que se quiere
explicar; pueden ser verdaderas, y se sabe que no son falsas; para conseguir el
punto anterior, es preciso que sean sostenidas por controles empíricos
independientes (para evitar explicaciones circulares o ad hoc). Para
evitar caer en explicaciones ad hoc (sólo para un caso particular), las
explicaciones deben implicar leyes universales.
Una explicación puede a su vez ser explicada
por otra más alta. No se llegará, sin embargo, a una explicación última en
términos de esencia (esencialismo). El esencialismo que Popper rechaza
consiste en admitir propiedades últimas de las cosas, auto-evidentes o no
ulteriormente explicables, como por ejemplo pensar que la "esencia"
de la materia es la extensión (Descartes). No conviene, por tanto, preguntar qué
son las cosas o buscar definiciones esenciales[11]. Pero Popper no es positivista y por eso
propone lo que denomina un esencialismo modificado, que busca mediante
las leyes universales (conjeturales, no últimas) el conocimiento de propiedades
estructurales y relacionales del mundo. No se llegará a una esencia
"última" del mundo, pero sí se puede indagar sobre "las
propiedades siempre más esenciales, o siempre más profundas" (p. 156)[12].
Nuestras teorías "hacen aserciones sobre
las propiedades estructurales o relacionales del mundo" (p. 156), y las
propiedades descritas por ellas son "más profundas de las propiedades que
deben explicarse" (p. 156). Se detiene Popper en glosar estas dos
características: por un lado, las leyes científicas penetran o describen las propiedades
estructurales del mundo y de las cosas singulares; por otro lado, cuando
una teoría explica y corrige otra anterior (por ejemplo, como la teoría de
Newton hizo respecto a las de Kepler y Galileo), puede decir que da una
explicación más profunda de las cosas (la teoría anterior, debidamente
corregida, a veces puede ser una aproximación a la teoría superadora)[13].
Capítulo II.
Demarcación
En este breve capítulo Popper matiza mucho
sus ideas sobre la demarcación entre la ciencia y la filosofía, que era una de
las ideas-madre de la LIC. En conjunto puede decirse que la demarcación
no es automática, sino contextual y sujeta a cierta interpretación humana.
Ciencia y metafísica (cfr. n. 17): la tesis central de la LIC
era que la ciencia se distingue de otras especulaciones no-científicas o
metafísicas (a veces pseudo-científicas) porque opera con enunciados
empíricamente controlables (refutables). Pero "no creo ciertamente en una
neta demarcación" (p. 177). Algunas ideas metafísicas más tarde se vuelven
científicas, y en cualquier caso las ideas metafísicas guían a las ciencias. El
fenomenismo de Mach, que tenía algún sentido científico a principios de siglo,
fue refutado por la teoría atómica, por lo que se volvió más tarde muy metafísico.
Crítica del psicoanálisis (cfr. n. 18): lo que movió a Popper a
proponer la falsabilidad como criterio de demarcación entre la metafísica y las
ciencias fue ver que los marxistas y los partidarios del psicoanálisis veían
acríticamente continuas verificaciones de sus teorías en cualquier cosa, a la
vez que se irritaban contra las críticas. Evitaban así someter sus ideas a un
control severo.
En este sentido Popper desarrolla en estas
páginas (por primera vez) un duro ataque al psicoanálisis, aunque no sistemático
sino sólo como ejemplo de los defectos del verificacionismo. Toma como objeto
de su crítica la obra La interpretación de los sueños de Freud. Reconoce
que algunos análisis de Freud pueden ser correctos, aunque unilaterales e
incompletos, y cree en la existencia del inconsciente, pero considera
acientífico el modo de argumentar de su compatriota vienés.
El objeto de ese libro era demostrar que los
sueños revelaban el carácter de satisfacción de un deseo. Pero ante el caso de
los sueños angustiados, la estratagema de Freud consistía en decir que allí la
satisfacción está "enmascarada" y que se refiere a un deseo
"reprimido". En realidad no aporta verdaderas pruebas, se salta las
reales dificultades, argumenta circularmente y acaba por renunciar a su intento
demostrativo, para reafirmar sin embargo su tesis, lamentándose de las críticas
"mal informadas". Es costumbre de los freudianos calificar a sus
críticos de personas agresivas, que necesitan ser psicoanalizadas (cfr. p.
185). Señala que los sueños de los pacientes, como el mismo Freud reconocía,
muchas veces pretenden por auto-sugestión complacer las ideas del analista (Gefälligkeitsraüme),
y por eso extrañanamente los pacientes de Freud sueñan sobre impulsos sexuales,
los de Adler sobre impulsos de dominio, etc. (cfr. pp. 187-188).
Los analistas veían con demasiada facilidad,
en estos casos, simples confirmaciones de sus ideas. Cualquier suceso (por ej.,
que un hombre arroje a un niño al agua para ahogarlo, o que se lance al agua
para salvarlo) puede ser fácilmente interpretado como una verificación de las
teorías de Freud o de Adler (cfr. p. 186). El error de método está en buscar
verificaciones a toda costa, sin plantearse con seriedad la posibilidad de una
auto-crítica que lleve a reconocer posibles errores y a rectificar[14].
Algunas aclaraciones sobre la demarcación (cfr. nn. 19-23): la distinción entre
ciencia y metafísica nació en Popper con motivo de estas cuestiones y no, como
algunos podrían pensar, del problema irreal del significado, típico del
Círculo de Viena. El neopositivismo lógico, en efecto, propuso la verificabilidad
empírica como criterio de significado, declarando que la metafísica carecía
de sentido, pero así se reducían a metafísica las mismas teorías científicas.
Científicos y filósofos pueden pronunciar frases sin-sentido (sobre todo, los
hegelianos), pero no éste el problema fundamental. La idea de una terapia
lingüística para curar de las "enfermedades del lenguaje" con la
aclaración de los significados (alusión a Wittgenstein) es, como el
psicoanálisis, una enfermedad que se toma por su propia auto-curación (cfr. n.
19).
Popper reafirma así, en estas páginas, que el
criterio de demarcación es la falsabilidad, pero lo hace de una manera flexible[15]. La falsificación se aplica con eficacia en
el contexto de sistemas teóricos de conjunto, no a enunciados aislados (cfr. p.
203), y nunca es definitiva (cfr. la Introducción de 1982, mencionada al
principio, pp. 9-27). Cuando se controla una teoría, a veces hay que decidir,
con cierta intuición y riesgo, que se va a contrastar una hipótesis concreta,
protegiendo otros sectores como más indiscutidos (cfr. p. 203). En estos
mecanismos lógicos "hay siempre implícito un elemento de libre elección y
de decisión. Nuestros procedimientos científicos no se basan nunca enteramente
en reglas. Hay siempre implicadas conjeturas y sensaciones intuitivas: no
podemos eliminar de la ciencia el elemento de conjetura y de riesgo" (p.
204).
En algunos casos conviene tratar de eliminar
ciertos aspectos metafísicos de una teoría científica, para que sea más
contrastable (cfr. n. 21), pero no pueden quitarse todos, y tampoco existe una
receta automática para hacerlo, ya que el criterio de lo que es empírico
exige una interpretación, y por tanto "la tarea de descubrir 'elementos
metafísicos' no puede cumplirse con un simple examen del formalismo" (p.
197) (es decir, con un mero análisis del lenguaje empleado).
Por otra parte, a veces las mismas
pseudo-ciencias pueden ayudar al desarrollo científico, como la astrología, con
su teoría de los "influjos corpóreos", sirvió de inspiración a Kepler
y a Newton (cfr. n. 23). La ciencia no progresaría si se quedara atada a lo
estrictamente controlable. El progreso histórico de las ciencias es impulsado
por "programas metafísicos de investigación", como por ejemplo fueron
el atomismo, el mecanicismo cartesiano, la teoría de campos de Maxwell y
Einstein, el evolucionismo, antes de que estas teorías consiguieran hacerse
contrastables (cfr. pp. 206-209).
Capítulo III.
La metafísica: ¿sentido o sin-sentido?
El objeto de este capítulo es la crítica del
empirismo y del neo-positivismo lógico. En cierto período, y en algunos
sectores del Tractatus, Wittgenstein sostuvo el criterio
verificacionista de significado, influyendo sobre Schlick (cfr. p. 211). Su
programa de reducción de la ciencia a puro contenido empírico, limpiado de todo
elemento metafísico, fue intentado por Carnap en Der logische Aufbau der
Welt ("La construcción lógica del mundo", 1928), con recurso al
inductivismo (cfr. n. 26). Tras sucesivos fracasos, el programa fue siendo cada
vez más aguado, desvaneciéndose hasta el punto de que "también la teología
racional, por ejemplo, se puede 'formalizar' en alguno de los lenguajes
propuestos por la ciencia" (p. 231).
La controlabilidad empírica no depende de la
forma lógica (cfr. n. 24).
Una de las ideas principales de Popper en esta sección es que la
falsificabilidad empírica no tiene nada que ver con las fórmulas lógicas o
lingüísticas. Enunciados metafísicos como "todo evento tiene su
causa", "existe la piedra filosofal", si se quiere se pueden
exponer en forma lógica simbólica (cfr. pp. 212-213). Popper desarrolla con
detalle una serie de ejemplos matemáticos, que omitimos por su tecnicismo, en
los que se ve cómo puede haber enunciados matemáticos falsificables (la
conjetura de Goldbach) y otros no falsificables o metafísicos, expresables con
un idéntico lenguaje matemático (cfr. pp. 214-222).
Crítica de la reducción empirista y
operacionalista del significado
(cfr. nn. 24 y 25). Sostiene Popper que el significado puede mantenerse
idéntico aunque cambie el uso del concepto, por ejemplo, aunque en un momento
sea metafísico y más tarde se vuelva controlable por la experiencia (aunque el
significado de un término pueda también cambiar) (cfr. p. 225). Por otro lado,
el carácter de "empírico" no se opone necesariamente a
"metafísico": nuestras ideas sobre Dios personal, omnisciente,
omnipresente, omnipotente, por ej., contienen connotaciones empíricas (omnipresente
supone una referencia a lugares) (cfr. p. 228)[16]. "En este sentido, podemos dar
'significado empírico' a la teología racional. Ella sigue siendo, sin embargo,
metafísica: no porque carezca de significado, sino porque sus aserciones no
pueden ser controladas" (p. 228)[17].
Capítulo IV.
Corroboración
Grado de corroboración, en vez de
probabilidad (cfr. nn.
27-31): como en la LIC, Popper rehusa el concepto de "probabilidad
de las hipótesis", ligado al inductivismo, sustituyéndolo por la
denominada corroboración. Si antes hablaba de confirmabilidad de
las hipótesis y teorías (Bewährungsgrad), como Carnap se apropió de este
término relacionándolo de nuevo con la probabilidad de las inducciones, Popper
ha preferido el concepto de grado de corroboración, que indica simplemente el
grado en que una teoría ha superado controles exigentes, mejor que otras teorías
rivales. Popper intenta en estas páginas una definición formalizada (de
carácter lógico-matemático) del grado de corroboración. No obstante su
propuesta, confiesa que no cree que la valoración numérica de la corroboración
pueda tener una utilidad práctica ("no creo demasiado en las notas de los
exámenes": p. 236)[18].
El racionalismo de Popper (cfr. n. 33): en estas páginas Popper
denuncia en el inductivismo un deseo de certeza, de dar a la ciencia la
"autoridad de los hechos". Pero la ilustración nos ha enseñado a
servirnos de la razón, sin delegarla en la autoridad. Por tanto, atribuir a la
ciencia una autoridad inapelable sería mitificarla. La ciencia es dóxa,
opinión y no dogma. Se queja, sin embargo, de que la ciencia actual, con la
excesiva especialización o con el peligro nuclear, que supone buscar el poder y
no la verdad, está perdiendo los valores tradicionales del racionalismo (el
amor a la búsqueda de la verdad)[19].
La definición (Addendum: pp. 275-290): se explicita
en esta sección cómo valora Popper las definiciones en las ciencias y en la
filosofía. Ya antes había dicho: "Los genuinos problemas no se resuelven
con definiciones; éstas, sin embargo, pueden a veces ayudar a aclarar algunas
cuestiones" (p. 248). Las definiciones pueden ser útiles y el mismo Popper
las ha empleado en su filosofía, pero deben usarse siempre en el contexto de
una teoría que intenta resolver problemas, sin pedirles una exactitud excesiva:
"para resolver nuestros problemas, no deberíamos nunca tratar de ser más
exactos de lo que sea necesario para resolver el problema en cuestión" (p.
289). Ni siquiera en la lógica y en la matemática existe una precisión
conceptual absoluta (cfr. p. 289). Cualquier definición contendrá siempre
términos que quedan indefinidos (cfr. p. 276). Es un planteamiento equivocado
pensar que el objetivo de la filosofía es sin más aclarar ideas, nociones,
significados (contra la filosofía analítica). La definición no debe usarse para
escamotear verbalmente los problemas, como sería por ejemplo, ante la pregunta
sobre si la belleza es necesaria en las obras de arte, responder sin más con
una definición de arte y de belleza (cfr. p. 288).
Se desarrollan varios casos de definiciones
(de derivada, dimensión, descripciones de Russell, verdad
en Tarski). En definitiva, Popper previene contra un uso racionalista o
convencionalista de las definiciones. No llegan a la última esencia de lo
definido, pero son esclarecedoras, como se ve por el gran aprecio que tiene
Popper por la definición de verdad de Tarski: "en cuanto al concepto
intuitivo de verdad, de uso común en la vida cotidiana, pienso que Tarski ha dado
de él un precioso análisis del significado" (pp. 286-287).
PARTE II. LA
INTERPRETACIÓN PROPENSIONAL DE LA PROBABILIDAD
Capítulo I.
Probabilidades objetivas y subjetivas
Aborda aquí Popper un tema que había tratado
con detalle en la LIC y que siempre le ha preocupado: la probabilidad.
Reafirma su tesis principal que consiste en rechazar la interpretación
subjetivista de la probabilidad, proponiendo en cambio una versión objetivista
de la misma.
La probabilidad de que suceda un evento, en
el sentido usado normalmente en el cálculo clásico de las probabilidades (nada
tiene que ver con la noción antes vista de corroborabilidad de una hipótesis)
puede recibir diversas interpretaciones. La concepción subjetivista (que
Popper ve vinculada al inductivismo, al determinismo y al deseo de certeza
total) consiste en suponer que calculamos probabilidades, a partir del estado
de nuestros conocimientos, sólo porque ignoramos las circunstancias físicas
detalladas que provocan un determinado curso de los eventos. Los enunciados
probabilitarios serían así una consecuencia de nuestra ignorancia. En la LIC
Popper había propuesto una interpretación objetivista de la
probabilidad, en términos de frecuencias relativas con que acontecen los
eventos en una sucesión de acontecimientos. Pero en este libro pasa a una
interpretación objetivista basada en el concepto de propensión.
Se trata de una interpretación física y
realista de los sucesos que se nos presentan como probables o aleatorios. La
propensión es una tendencia objetiva, no directamente observable, a que se
produzcan eventos según cierta frecuencia relativa, controlable
estadísticamente. Depende de las condiciones físicas de las cosas, no del
estado de nuestros conocimientos (por ej. al tirar los dados en determinadas
condiciones físicas, existe un cierto grado de propensión a que salga un
determinado resultado). Las propensiones son tan reales como las fuerzas de
atracción y repulsión o los campos de fuerza en física. Pueden intentar medirse
repitiendo experimentos independientes, en los que se mantienen constantes
ciertas condiciones relevantes, para ver las variaciones en la distribución de
las frecuencias[20].
Capítulo II.
Crítica de la inducción probabilista
No nos parece interesante en esta recensión
seguir los desarrollos formales, extensos y muy técnicos, con que Popper
intenta construir su propuesta de una lógica probabilitaria, con su polémica e
interpretaciones de otros autores clásicos y modernos que se han especializado
en el cálculo probabilitario. En este capítulo se critica sobre todo la
interpretación inductivista de la probabilidad. En contra de lo que sostiene
Carnap en Logical Foundations of Probability, se niega que exista una
lógica inductiva (cfr. pp. 334-335). Los partidarios de que la ciencia consiste
en una información inductiva probable, que va siendo guiada por estadísticas y
trata de calcular las acciones futuras más probables, como quien juega al azar,
consiguen un conocimiento muy pobre de la realidad, que prácticamente no
despega de los hechos o es tautológico: no habría allí un real aprendizaje[21].
En teoría no sería imposible construir una
"máquina inductiva" (cfr. pp. 331-334) que, en un determinado ámbito
físico dado, fuera descubriendo las cambiantes "leyes" que lo rigen,
para calcular de ahí las probabilidades. Pero en realidad habríamos sido
nosotros quienes han decidido construir ese "mundo" de la máquina,
con sus entidades, relaciones, repeticiones. La máquina funcionaría sólo con
esos presupuestos. "Somos nosotros los que decidimos el tipo de problemas
que queremos que la máquina resuelva. Y eso significa que todos los problemas
más importantes y difíciles los habíamos ya resuelto mientras construíamos el
'mundo' y la máquina" (p. 334).
Capítulo III.
Observaciones sobre las teorías objetivistas de la probabilidad
La introducción de la hipótesis física de las
propensiones (cfr. p. 368), análoga a la de las fuerzas[22] o campos en física, supone ciertamente
el ingreso en la ciencia de un nuevo elemento teórico inobservable, poco simpático
para los positivistas[23]. Las propensiones son auténticas tendencias
o disposiciones a la realización de ciertos actos, que permiten la previsión.
No son puramente metafísicas, porque resultan controlables por las frecuencias.
Podrían verse como semejantes a las potencialidades aristotélicas (cfr. p.
367), sólo que no tanto como inherentes a las cosas individuales, sino más bien
como propiedades relacionales de situaciones físicas objetivas completas (algo
así como los campos de fuerza). Por ejemplo, la cara o cruz en que cae una
moneda depende de situaciones (forma de la moneda, tipo de terreno en que cae,
modo en que es tirada) que en su conjunto suponen una propensión hacia un
resultado específico[24].
El proyecto de Popper es acercar la física al
realismo: los enunciados de la físicos son enunciados conjeturales sobre el
mundo (cfr. p. 397), no sobre nuestros conocimientos. Se podría abrir así el
camino para la solución del problema de la causalidad (cfr. p. 406). Más
ambiciosamente, con la interpretación propensional "se puede construir una
nueva metafísica de la física, un nuevo programa de investigación para la física,
que unifique la mayor parte de sus más viejos programas y que parece además
ofrecer perspectivas favorables para una unificación de las ciencias físicas y
biológicas" (p. 369).
COMENTARIOS
CRÍTICOS
Añadimos algunas observaciones críticas de
conjunto, aparte de las que ya hemos hecho en algunas notas a pie de página. En
este primer volumen del Post Scriptum se nota en Popper, con relación a «La
lógica de la investigación científica», un mayor acercamiento a la
metafísica y cierta flexibilización de sus criterios metodológicos
característicos, junto con una crítica férrea y constante al empirismo y al
positivismo. Su posición, sin embargo, no está exenta de algunas
contradicciones internas, sobre todo por lo que concierne a su teoría de la
verdad y a la tesis racionalista de la discutibilidad anti-dogmática, lo que
conlleva algunas insuficiencias en su concepto de filosofía.
I. El acercamiento a la metafísica
tiene que ver con su crítica al positivismo. Para Popper la ciencia no debe
mitificarse, porque es falible y está penetrada por ideas que van más allá de
lo observable. No puede dársele una autoridad absoluta, sino que hay que
mantener ante ella una actitud constantemente crítica. Las teorías son
conjeturas que mañana podrán ser falsificadas. Los hechos no imponen una verdad
absoluta a las ciencias, porque deben interpretarse a la luz de teorías. Los
autores más criticados son, en este sentido, Hume y Carnap: Hume, porque con su
filosofía empirista acaba destruyendo la ciencia; Carnap, porque con los mismos
presupuestos intenta una imposible justificación de la ciencia.
Las ciencias, además de contener elementos
inobservables e irreductibles a la observación (teoría, en la
terminología de Popper; aspectos inteligibles, en términos aristotélicos),
son guiadas por los que Popper llama en este libro los "programas
metafísicos de investigación", de los que se hablará con más detalle en el
volumen III. Por otra parte, en este libro Popper declara que la distinción
entre ciencia y metafísica no es muy neta, porque fácilmente una teoría puede
pasar del nivel metafísico al científico o viceversa.
En la base de esta mayor unidad entre
ciencias y filosofía está la convicción realista de Popper, ligada a su crítica
al instrumentalismo (Berkeley, Mach). Las ciencias pretenden ser un
conocimiento verdadero de la realidad, y no una ficción que sirva para obtener
resultados prácticos. El empirismo, por el contrario, está vinculado al
idealismo en el sentido que Popper da a esta palabra. Si los aspectos teóricos
se reducen a sensaciones (fenomenismo), la ciencia se vuelve enteramente
subjetivista: ya no es del mundo y de las cosas, sino de nuestros
conocimientos.
II. Desde el punto de vista metodológico,
Popper añade en esta obra algunos matices importantes a sus conocidas tesis. La
falsificación supone un contexto amplio y toca a la ciencia definir y hasta
decidir cuáles experiencias se considera que tienen valor falsificador respecto
a una determinada investigación, aparte de que ninguna falsificación puede considerarse
como definitiva. Sin embargo, no convence el rechazo inapelable de la inducción
y de los procedimientos verificacionistas, que podrían entenderse también fuera
del contexto empirista en que Popper los considera. Sin entrar en detalles
técnicos, parece evidente que en las ciencias experimentales se trabaja tanto
con verificaciones como con falsificaciones, y que ambas tienen mucha
importancia. En algunos casos el científico propone teorías
"inventadas", que quizá resultan verdaderas, pero en muchos otros la
misma regularidad de los acontecimientos y la experiencia humana sugieren la
teoría. La inducción no tiene por qué entenderse como meramente pasiva, ya que
es iluminada por los conocimientos intelectuales previos, y supone a veces
descubrir en la experiencia un aspecto inteligible de las cosas mismas. Al
despreciar el valor de las regularidades y semejanzas naturales que la
experiencia manifiesta, Popper sigue todavía en parte prisionero de la crítica
humeana.
III. Resulta positivo que Popper haya
reconocido sentido e importancia a la filosofía y a la metafísica,
e incluso a la teología racional. Es correcto, desde su punto de vista,
calificar a la filosofía de "infalsificable" o empíricamente
incontrolable, porque efectivamente las afirmaciones metafísicas no son
demostrables ni refutables con las experiencias científicas o con las
observaciones de los sentidos. Sin embargo, como ya dijimos, la visión que
Popper tiene de la filosofía parece algo pobre e insuficiente. La filosofía
puede confrontarse también con un tipo de experiencia ordinaria que es superior
a la de las ciencias. No basta calificar a las afirmaciones metafísicas de
"incontrastables": los filósofos, los teólogos, los creyentes,
proponen sus tesis, afirman o actúan de una manera determinada porque se guían
con algunos criterios de verdad. Popper supera de hecho estas
insuficiencias, en algunos casos, porque tiene una gran confianza en el sentido
común, pero esto, que en sí mismo es muy positivo, no dispensa de la necesidad
de una mayor aclaración de la condición de los conocimientos metafísicos,
teológicos y religiosos.
IV. Popper es sobre todo insuficiente en su
teoría de la verdad. Por una parte, él cree profundamente en la verdad
como adecuación de la mente con las cosas, pero al mismo tiempo sostiene que
podemos conocer con seguridad sólo que algunas tesis son falsas, no una verdad
determinada, y que admitir lo contrario sería caer en dogmatismo. Esta posición
es inconsistente, pero es la que fuerza a Popper a defender con cierta artificiosidad
que sólo valen los procedimientos negativos (falsificación, crítica), nunca los
positivos, o a no dar importancia a las fuentes positivas para el conocimiento
de la verdad. De hecho se ve que Popper está convencido de muchas verdades que
sostiene con pasión y coherencia, de manera que su misma actitud práctica
desmiente su posición teórica. El conjeturalismo o falibilismo no pueden ser
absolutizados. Popper supera este escollo con la "fe", pero así
desmiente sus ideales racionalistas. Es más sencillo admitir que se da en el
hombre un margen de conocimientos verdaderos, que convienen a su dignidad
racional. Sobre cualquier verdad es posible discutir, porque siempre contendrá
aspectos en los que cabe profundizar, pero al mismo tiempo el hombre puede
llegar a conocer inconmoviblemente algunas verdades fundamentales, con las que
puede guiar su vida en los aspectos más importantes.
En definitiva, en su superación del
positivismo, Popper se ha acercado mucho a la metafísica, evitando el
escepticismo, el relativismo o el idealismo. Por eso en los siguientes
volúmenes va a proponer elementos de una filosofía de la naturaleza abierta a
la antropología. Pero algunas insuficiencias gnoseológicas le impiden obtener
una concepción consistente de la verdad y de la filosofía.
Vol. II. El Universo abierto. Un argumento
en favor del indeterminismo (The Open Universe. An Argument for Indeterminism), Tecnos, Madrid 1984, edición preparada por
W. W. Bartley III, 208 pp.
Prefacio de 1982. Las confusiones sobre la libertad y el
determinismo, explica Popper, comenzaron con los filósofos, como Hume, que no
supieron reconciliar la causalidad y la libertad. Desde el punto de vista
científico, el supuesto determinismo de la física fue formulado por Laplace y
constituye el obstáculo más formidable para entender la libertad humana. La
tesis de este volumen consistirá en rebatir este determinismo, que no está
exigido ni siquiera por la física clásica.
Capítulo I.
Clases de determinismo
Encuadramiento del indeterminismo (cfr. nn. 1-3, 8): en este estudio se apunta
a disolver la tesis del determinismo absoluto, que no deja espacio a la
libertad humana (cfr. n. 8). En general, el determinismo sostiene que
todos los eventos están ya fijados de antemano, de modo que la sucesión temporal
es como la proyección de una película, que en nada influye sobre su final: el
futuro es tan inmutable como el pasado (cfr. p. 28). Existe un determinismo religioso
(todo está determinado por Dios: no es el caso de algunas grandes religiones,
como el Cristianismo[25], con la excepción de Lutero y Calvino), y un
determinismo metafísico que en su versión científica sostiene que
todos los sucesos están rigurosamente determinados por las leyes de la
naturaleza. Para que se pueda hablar de indeterminismo, en cambio,
bastaría que al menos algún evento futuro estuviera indeterminado (cfr. p. 29).
Para el sentido común nuestros actos
deliberados son libres, y además hay en la naturaleza hechos previsibles, que
funcionan "como relojes", y hechos con márgenes imprevisibles, como
el clima, que funcionan "como las nubes" (cfr. pp. 21 y 30). El
sentido común capta también que los hechos son causados, pero eso no implica
que desde sus causas se puedan siempre prever los efectos, y mucho menos
preverlos con una exactitud absoluta e infinitesimal (cfr. p. 21 y n. 2).
Sin embargo, las explicaciones físicas
causales fueron ocasión para que se pensara que cualquier evento futuro en
teoría podría ser exactamente predicho, si conociéramos las leyes naturales
y las condiciones iniciales con un suficiente grado de precisión, grado que
seríamos capaces de determinar, o al menos podríamos justificar por qué
nuestras predicciones son imprecisas (cfr. nn. 1 y 3). Popper denomina
"principio de poder dar razón" a esta exigencia: de cualquier evento
y predicción se podría dar razón en el sentido indicado. El universo sería
enteramente "como un reloj". El núcleo de las argumentaciones de
Popper será que no hay ningún motivo para creer que sea posible satisfacer esa
exigencia: no hay ningún motivo para creer en el determinismo científico.
Ha sido defendido sólo por el deslumbramiento ante los éxitos de la física de
Kepler y Newton.
Examen de algunos argumentos deterministas (cfr. nn. 4-7). Popper responde a
continuación a algunas razones que suelen apoyar el determinismo:
a) un
posible argumento es que un estudio a fondo de la conducta animal permitiría
predecir sus actos. Pero no con una precisión absoluta: podemos prever lo que
hará un gato, pero no con precisión de pulgadas (cfr. n. 4);
b) el
mismo argumento más sofisticado diría que, conociendo perfectamente la
fisiología del cerebro de un gato, por ejemplo, podría realizarse el ideal
determinista. La respuesta de Popper es que no tenemos la menor idea de cómo el
cerebro puede determinar una conducta absolutamente precisa. Ciertos eventos
macroscópicos se producen sólo con determinadas condiciones físicas críticas
(por ej., una determinada temperatura, que siempre es una media) que admiten
indefinidas variaciones en el detalle. Las múltiples descargas nerviosas del
cerebro son eventos tan complejos y variables, que no resultan determinados en
el detalle (cfr. n. 5);
c) el
determinismo piensa que "las nubes son como relojes". Pero más bien
podría ser al revés: "los relojes son como nubes". Si se quiere
extremar la precisión en el conocimiento de un reloj, se acabará por verlo como
una nube de moléculas. No hay dos relojes que den exactamente la misma hora.
Una pequeña mota de polvo altera el funcionamiento de un reloj, y este evento
es imprevisible (cfr. n. 6);
d) las
acciones humanas dependen, en sus aspectos físicos, de causas fisiológicas (por
ej., para poder hablar, esquiar, tocar el piano), pero nada hace pensar que
haya procesos fisiológicos especiales que causen que un pianista invente una
nueva composición, o que alguien descubra un teorema. Pueden aducirse explicaciones
psicológicas de estos actos (motivos, intenciones, intereses, deseos), pero
éstas ya no tienen nada que ver con el determinismo físico y no permiten una
predicción absoluta[26].
La carga de la prueba recae sobre el
determinismo (cfr. n.9): en
definitiva, Popper argumenta que toca a la tesis determinista ser demostrada,
ya que es más fuerte pensar que todo evento físico está determinado, que
no admitir que al menos algunos acontecimientos no lo están. Parece más
correcto seguir al sentido común, que distingue entre fenómenos más previsibles
y menos previsibles. Ningún conocimiento actual inclina a pensar que los
animales y los hombres surgen y se desarrollan por causas físicas perfectamente
previsibles: el determinista debe demostrarlo. Por otro lado, si el determinismo
fuera correcto, habría que pensar que el estudio del cerebro de Mozart, por
ejemplo, permitiría prever su producción musical, lo que parece absurdo y, una
vez más, en todo caso es el determinista quien debería preocuparse de
demostrarlo.
Capítulo II.
Determinismo "científico"
En este breve capítulo Popper sostiene que,
aunque la física clásica ostenta un determinismo prima facie, no se
justifica concluir desde ella el determinismo científico de Laplace.
La física clásica, concede Popper, sería
determinista prima facie en el sentido de que, a partir de una
descripción matemática exacta de las condiciones iniciales de un sistema físico
cerrado[27], definido en términos de la teoría,
permitiría idealmente deducir su estado futuro en cualquier instante, con
cualquier grado finito de precisión estipulado (cfr. p. 54). Esta definición de
por sí supone algunas limitaciones, porque vale para sistemas "no
demasiado complejos" (sólo para interacciones de-dos-cuerpos[28]), y además no tiene en cuenta que las
computaciones matemáticas tropiezan con sus propias imprecisiones. Pero
prescindiendo ahora de estas circunstancias, ¿justifica esta condición de la
física clásica el determinismo científico de Laplace? (cfr. n. 10).
El "determinismo científico"
consiste en saltar de esa predictibilidad de la teoría a la afirmación de que
el mundo real es efectivamente determinista tal como lo describe la
teoría. Está ejemplificado por la imagen de Laplace de una inteligencia
poderosa que, desde dentro del sistema (formando parte de él), contando con
conocimientos finitos tan precisos como quisiera, podría deducir todo el futuro
en sus detalles mínimos (cfr. nn. 11 y 12). La respuesta de Popper es que,
aunque la teoría de Newton sea verdadera, es siempre una descripción parcial
e incompleta, que no cubre todos los fenómenos (sólo vale para los
fenómenos mecánicos) (cf. n. 13[29]).
Capítulo III.
El argumento en favor del indeterminismo
Una vez aclarado el sentido del determinismo
científico, comienza Popper a esgrimir una serie de argumentos favorables al
indeterminismo.
El conocimiento científico es aproximado (cfr. nn. 15-17): las teorías científicas,
como se acaba de ver, son modelos simplificados de la realidad. Kant se
equivocó al creer que la física de Newton implicaba el determinismo, porque esa
teoría es sólo un modelo parcial (cfr. n. 16). Las predicciones se hacen desde
teorías, pero la teoría decide qué aspectos de las cosas se tendrán en cuenta y
cuáles se omitirán. Son como redes que siempre dejarán escapar algún tipo de
peces. Aunque llegáramos a una teoría última del mundo, no podríamos saber que
hemos llegado (cfr. p. 69).
Sobre todo, es la complejidad de las
cosas la que destruye las esperanzas deterministas. Aunque la física clásica
predice con holgura las situaciones en los problemas de-dos-cuerpos, ya no
puede hacerlo con facilidad en los problemas dinámicos de n—cuerpos
(cfr. n. 17). No es posible, además, medir las condiciones iniciales con
absoluta precisión (por ej. medir con toda la precisión que queramos las
aceleraciones de un cuerpo en un cierto instante).
La flecha del tiempo (cfr. nn. 18-19): para Popper el argumento
más fundamental contra el determinismo es la asimetría entre el pasado y el
futuro, o la irreversibilidad del tiempo. No sale solamente del 2º principio de
la termodinámica, sino que se extiende a todo el acontecer físico. El sentido
común nos dice que no podemos influir sobre el pasado, pero sí sobre el futuro,
y no hay ningún motivo científico para dejar de lado esta convicción
fundamental. Los procesos causales tienen una dirección definida y "la
película al revés" nos parecería un milagro. En la teoría de la
relatividad especial Popper advierte también una diferencia esencial entre
pasado y futuro absoluto para cada observador (cfr. n. 19), de manera que los
acontecimientos del cono de luz del pasado pueden influir sobre los del cono de
luz del futuro, pero no viceversa[30].
El aumento de conocimiento es impredecible (cfr. n. 20-22): un nuevo argumento
indeterminista es que no podemos predecir cómo va a crecer nuestro
conocimiento, qué teorías descubriremos o contrastaremos con eficacia, hasta el
punto de que sería contradictorio "prever hoy lo que vamos a saber
mañana", porque entonces ya lo sabríamos[31].
Una calculadora auto-predictiva es imposible (cfr. n. 22-23): en estas páginas se exponen
una serie de teoremas (vinculados a una fase de la computación ya anticuada)
con los que se intenta demostrar que una calculadora que pudiera predecir los
resultados de sus propias predicciones es imposible, porque le faltaría tiempo[32].
El determinismo científico es anticientífico (cfr. n. 24): de los dos argumentos
anteriores se extrae esta conclusión más amplia, que señala el carácter
auto-contradictorio del determinismo (entendido sobre todo como "capacidad
de predecirlo todo exactamente"). Su núcleo es que el determinismo, al
afirmar que todo está naturalmente predeterminado en sus causas (también
nuestro conocimiento), en el fondo es un naturalismo que destruye la noción
misma de racionalidad (la previsión sería un mecanismo automático, no un
verdadero proceso lógico). "Si el determinismo 'científico' es verdadero,
no podemos, de manera racional, saber que es verdadero" (p. 107).
Termina aquí la serie de objeciones lógicas
al determinismo científico. Con ellas Popper pretende sobre todo defender la
dimensión racional y libre del hombre, que están amenazadas por el
determinismo. Si todo puede preverse automáticamente, no hay lugar para las
decisiones humanas, el crecimiento del conocimiento sería ilusorio y la
historia sería irreal (cfr. pp. 86-87).
Capítulo IV.
Cuestiones metafísicas
Determinismo metafísico (cfr. nn. 25-26): hasta aquí se ha visto
sólo que la ciencia, incluso la física clásica, no da ningún apoyo al
determinismo. Este puede mantenerse sólo en el nivel metafísico o religioso,
donde es incontrastable, aunque valen en su contra muchos de los argumentos
expuestos anteriormente. Menciona su conversación con Einstein en 1950 en
Princeton, en la que Popper, llamándole "Parménides", intentó rebatir
su determinismo (cfr. pp. 26-27 y n. 26). Los argumentos son semejantes a los
anteriores y se basan enteramente en el sentido común: si el determinismo
metafísico fuera verdadero, el futuro sería superfluo, nuestras experiencias del
cambio y del tiempo serían ilusorias (cayendo en el idealismo), y ni siquiera
explicaríamos el testimonio de nuestra conciencia, que se representa la tesis
determinista en fases temporales. Einstein escuchó estos argumentos y
"dijo que le habían impresionado y que no encontraba respuesta para
ellos" (p. 114)[33].
El indeterminismo permite una mejor
interpretación de la física cuántica (cfr. nn. 27-31): por último, Popper señala que el indeterminismo es
mucho más coherente con la interpretación propensionista de la física cuántica,
que será objeto del siguiente volumen[34].
Addenda. El indeterminismo no basta: un
epílogo (1972). Uno de los
objetivos principales de la cosmología indeterminista de Popper es describir un
mundo en el que sea posible la libertad humana (basta ceñirse aquí a la
libertad de crear obras de arte o teorías científicas, aunque ésta se extiende
también al campo de la moralidad). En este sentido, Popper introduce aquí su
conocida distinción de 3 mundos (cfr. Conocimiento objetivo): el mundo
1 es la realidad física; el mundo 2 es el ámbito del yo y de los
actos psíquicos; el mundo 3 está constituido por las objetivaciones
lingüísticas y culturales. Los tres ámbitos son reales y pueden interaccionar
entre sí (es más, para Popper un criterio de que algo es real es que
admite ser influido y reacciona). Para sostener la libertad humana, no basta
decir que el mundo 1 contiene indeterminaciones. Más importante aún es
reconocer que el mundo 3, a través y con el mundo 2, pueden influir en el mundo
físico[35], es decir, que este último está abierto
a los influjos causales de los otros dos (cfr. pp. 135-143)[36].
El origen del universo, de la vida y de la
conciencia animal son maravillas únicas, como "milagros" que la
ciencia no consigue comprender (cfr. p. 144), y lo mismo sucede con la
emergencia del cerebro humano y de la mente y la razón del hombre, que distan
abismalmente de los demás animales (cfr. p. 144). Es propio del hombre el mundo
3, que no crece genéticamente sino mediante la crítica racional. El lenguaje
humano no es meramente expresivo y comunicativo (como el de los animales), sino
que conoce el valor de verdad y es argumentativo (racionalidad). El mundo 3 es
abierto (teorema de Gödel), porque la ciencia humana es incompleta y falible
(cfr. pp. 150-151)[37].
El indeterminismo cuántico puede significar
que en el mundo físico hay aleatoriedad, regulada estadísticamente (por ej., la
desintegración radiactiva). Pero esto no basta para entender la libertad
humana, cuyos actos son deliberados y racionales, no fortuitos (cfr. pp.
146-149). Nuestra libertad ciertamente está limitada por las restricciones que
imponen los tres mundos. Pero dentro de esos límites, el hombre tiene un margen
de acción para su libertad, no deducible de la naturaleza: las obras de artes
no están previstas por las causalidades físicas (cfr. pp. 149-150). En estas
ideas se resume buena parte de lo que Popper considera el "universo
abierto".
Reducción científica y la incompletitud
esencial de toda ciencia
(1974) (sección dividida en 18 breves apartados, indicados con números
romanos). Popper afronta en estas páginas el problema de la reducción de unas
ciencias a otras, de unas realidades a otras, con ejemplos históricos y
delineando, en parte, algo así como una filosofía de la naturaleza. La idea
central es que el reduccionismo es correcto como método de las ciencias,
pero no en filosofía, y que ninguna reducción es completa; cuando
la reducción se toma como definitiva, se cae en esencialismo (Descartes y
los newtonianos) (cfr. I, III, IX, XVII).
Se mencionan las diversas reducciones y
unificaciones conseguidas en la historia de la física y la química (Descartes,
Newton, Maxwell, Einstein, Bohr) (cfr. II-VII). Estas unificaciones se han
logrado más recientemente con la visión evolutiva del universo a partir del Big
Bang (cfr. VI) y demuestran que la naturaleza en determinadas condiciones
manifiesta potencialidades latentes (cfr. VII)[38]. Por lo que se refiere a la biología vegetal
y animal, se manifiesta más emergentista que reduccionista. Su aparición es
improbabilísima: el problema de la vida y de la conciencia animal son un enigma
(cfr. X-XII).
Respecto al hombre (cfr. XIII-XVI), en la
cuestión mente-cuerpo Popper es antirreduccionista: "yo soy, en
muchos aspectos, dualista cartesiano" (p. 174), aunque "no estoy de
acuerdo con ninguna de las dos sustancias de Descartes" (p. 174). Se da
una interacción entre la mente y el cuerpo (cfr. XIV). La conciencia humana no
se reduce a la fisiología del cerebro (cfr. XVI).
Más observaciones sobre la reducción, 1981 (de I a IX): en estos últimos añadidos se
insiste en que la reducción no tiene la última palabra. "El mundo es mucho
más interesante y emocionante de lo que la filosofía reduccionista se
imagina" (p. 184). La reducción es siempre parcial y no debe impedir que
se reconozcan las novedades de los niveles superiores (cfr. III): la biología
no es deducible de la física, ni la psicología de la biología, etc. El
reduccionismo de la biología molecular se ha convertido casi en una ideología
(cfr. VII). La física de los sistemas abiertos en estados distantes del
equilibrio, desarrollada por Prigogine, puede ayudar a sostener una concepción
física no reduccionista de la vida (cfr. VIII). Frente a los reduccionismos, el
universo es creativo (cfr. IX).
Los programas reduccionistas no deben
impedirnos "ver que el universo que alberga la vida es creativo en el
mejor sentido: creativo en el sentido en el que lo han sido los grandes poetas,
los grandes artistas, los grandes músicos, y también los grandes matemáticos,
los grandes científicos y los grandes inventores" (p. 195), palabras con
las que termina este volumen.
COMENTARIOS
CRÍTICOS
Este escrito es el más filosófico de los tres
que componen el Post Scriptum. Puede verse en él un ejemplo de lo que
considera Popper el modo de hacer filosofía: asumir convicciones del sentido
común y discutirlas en el nivel metafísico. Partiendo, en este sentido, del
convencimiento de que el hombre es libre y de que un universo absolutamente determinista
no deja espacio para la libertad humana, Popper plantea sus objeciones
principalmente contra la pretendida base científica del determinismo. La física
clásica no implica un determinismo sin residuos, porque es sólo una explicación
parcial de la realidad, que es mucho más amplia y compleja: los argumentos de
Popper se concentran sobre todo en la imposibilidad de predecir con absoluta
exactitud el futuro con medios científicos.
El indeterminismo metafísico (algunos sucesos
futuros no están absolutamente predeterminados por sus causas) está apoyado
para Popper en nuestra experiencia del flujo irreversible del tiempo: el futuro
no es una mera repetición del pasado, sino que entraña novedad y el hombre
puede influir en él. Para Popper el determinismo está frecuentemente unido al
naturalismo, mientras que el indeterminismo salvaguarda la dimensión histórica
y racional del hombre. En la última sección del volumen comienza a delinearse
una filosofía de la naturaleza que supera el reduccionismo metodológico de las
ciencias. Los estratos superiores de la naturaleza contienen auténticas
novedades, cuya aparición no se explica con el determinismo de las leyes
físicas.
Este volumen de Popper no entra a fondo en
todas las cuestiones examinadas (no aborda cuestiones teológicas que podrían
proponerse a propósito del origen último de la naturaleza). Los desarrollos más
recientes de la física de los sistemas dinámicos caóticos le brindarían nuevos
argumentos en favor de la impredecibilidad física y de la noción de "universo
abierto". Pese a estas limitaciones, la polémica popperiana contra el
determinismo absoluto basado en la ciencia es llevada con rigor y resulta
positiva desde el punto de vista filosófico. La doctrina que se sostiene en
este libro puede decirse que en cierto sentido se mueve en la dirección de una
filosofía de la naturaleza y una antropología aristotélicas. Su principal
mérito es la crítica del cientificismo y la apertura a planteamientos
metafísicos.
Vol. III. Teoría cuántica y el cisma en física (Quantum Theory and the
Schism in Physics), Tecnos, Madrid 1992, 2ª edición preparada por W. W.
Bartley III, 239 pp.
En la tercera parte del Post Scriptum
Popper afronta una cuestión de la que había hablado con cierto detalle en la LIC:
la interpretación filosófica de la física cuántica. Como puede fácilmente
imaginarse, confluyen aquí los contenidos de los dos volúmenes anteriores: la
teoría cuántica, con su estructura probabilista, ofrece una visión
indeterminista del mundo físico, a la que Popper va a aplicarle su peculiar
teoría de las propensiones físicas, planteada en el primer volumen como una
forma de entender cualquier teoría probabilista.
La física cuántica a la que se refiere Popper
en este libro es principalmente la física elaborada a fines de los años 20 e
inicios de los 30 por Bohr, Heisenberg, De Broglie y Schrödinger, cuya
interpretación filosófica más usualmente aceptada en esos años, llamada interpretación
de Copenhague (1927), se centró en torno al sentido de las "relaciones
de indeterminación" de Heisenberg. Popper entra de nuevo en el debate, que
aun sigue abierto.
Los estudios sobre la "filosofía de la
física cuántica" se han multiplicado en los últimos años, en los que se
tiene en cuenta la versión más perfeccionada de la teoría cuántica de campos
(Dirac, Feynman), concretada en la electrodinámica cuántica y aplicada
posteriormente a la nueva física de partículas subnucleares (cromodinámica
cuántica), además de su extensión al ámbito de la cosmología (cosmologías
cuánticas).
Las consideraciones de Popper en esta obra se
refieren especialmente al sentido de la indeterminación de Heisenberg y
naturalmente se relacionan con los conocimientos físicos propios de la fecha en
que se está escribiendo. En esta recensión pondremos de relieve los aspectos
filosóficos y dejaremos de lado los detalles técnicos, abundantes en este
escrito, y que en todo caso deben ser valorados por los especialistas en la
materia.
El volumen está estructurado en tres partes:
1— Prefacio
de 1982.
2— Introducción:
la mecánica cuántica sin el "observador" (de 1966).
3— El
libro propiamente dicho, Teoría cuántica y el cisma en física (1957),
compuesto por tres capítulos y un Epílogo metafísico.
Para facilitar la comprensión del lector, que
obviamente debe estar mínimamente informado del problema afrontado, cambiaremos
el orden de la exposición. Expondremos en primer lugar el libro original, menos
su epílogo; luego la introducción de 1966; seguidamente el prefacio de 1982;
por último, el epílogo metafísico. Este orden permitirá seguir el pensamiento
de Popper con más nitidez.
TEORÍA CUÁNTICA
Y EL CISMA EN FÍSICA
Capítulo I.
Comprensión de la teoría cuántica y de sus interpretaciones
Desde los tiempos en que Bohr y Heisenberg
propusieron su peculiar interpretación del formalismo cuántico, llamada de
Copenhague y considerada la escuela "ortodoxa", con simpatizantes
como Born, Dirac o Jordan, se produjo un "cisma" en la física entre
los que no admitieron esa versión, como Einstein, Schrödinger, De Broglie o
Bohm.
La interpretación bohriana[39] está ligada al instrumentalismo que
Popper ha criticado en diversos sitios, viéndolo como una alternativa al
realismo epistemológico[40]. La raíz de esta actitud en el fondo estaría
en el antiguo determinismo: una realidad probabilista, reacia a ser medida con
criterios deterministas, es ocasión para una interpretación subjetiva de la
ciencia, en la que ya no se habla de la realidad misma, sino de nuestro
conocimiento de la realidad. Esto ya había sucedido también en la mecánica
estadística, previa a la teoría cuántica: los conceptos probabilitarios como
entropía, irreversibilidad de los fenómenos termodinámicos, etc. fueron
interpretadados no como realidades objetivas, sino como medidas de nuestra
ignorancia, porque la realidad sería rígidamente determinista.
Capítulo II. La
objetividad de la teoría cuántica
No es aceptable la difundida versión de que
en la medición cuántica está implicado el observador, inseparable del sistema
observado. "Esta doctrina es simplemente falsa: la teoría cuántica
es tan objetiva como pueda serlo cualquier teoría" (p. 138). La denominada
"reducción del paquete de ondas"[41]. Se trata de un paso de lo potencial a lo
real, como el que se da en todo sistema probabilitario (cfr. n. 10).
Popper sigue a Born (como en la LIC)
cuando considera que la física cuántica es esencialmente una teoría de partículas,
y las ondas son representaciones matemáticas de probabilidades o, en su
peculiar concepción expuesta en el volumen I, de propensiones,
propiedades disposicionales de una situación experimental (cfr. p. 145, y n. 11
del vol. III). Se rechaza la interpretación ondulatoria de Schrödinger, aunque
se le reconoce el mérito del objetivismo y de haber entrevisto la importancia
del "peso de posibilidades" de las amplitudes de onda (cfr. n. 12).
Estos dos físicos se acercaron, en opinión de Popper, a la concepción
objetivista y propensional, así como el mismo Heisenberg, cuando declaró que la
probabilidad cuántica era objetiva y no estaba alejada del concepto de potentia
de Aristóteles (pero no prosiguió esta intuición) (cfr. pp. 150-151). El físico
A. Landé fue quien se acercó más sistemáticamente al propensivismo de Popper.
La interpretación de Popper de las entidades
cuánticas es realista. Desestima el equívoco lenguaje de "dualismo de onda
y partícula", o decir que son meramente "imágenes". Las
partículas existen (no como algo indestructible) (cfr. n.14), localizadas en
una pequeña región y con auténticas trayectorias espaciales (cfr. n. 15).
"Me declaro inequívocamente en favor de una interpretación en términos de
partículas" (p. 158)[42]. No convence reducirlas a un paquete de
ondas, como propuso Schrödinger. Las ondas son estados probables de las
partículas, propensiones a estar en un lugar determinado o a poseer un momento
determinado. Las ondas piloto de De Broglie han de entenderse como ondas de
propensiones.
Capítulo III.
Hacia una resolución de las paradojas de la teoría cuántica
En estas páginas Popper interpreta las
relaciones de indeterminación de Heisenberg, enucleadas en la fórmula ΔxΔp ≥ ħ, como relaciones objetivas de dispersión, como ya había hecho en la LIC
(dispersión probabilitaria que afecta a la dinámica de las partículas) (cfr. p.
161). No hace falta apelar a la "ignorancia" o a las
"interferencias" del experimentador.
Ilustra esta idea con la exposición de un
experimento cuántico en que un haz de fotones o de electrones atraviesa una
ranura ennegreciendo una placa fotográfica (cfr. n. 16). A continuación explica
el experimento ideal propuesto por Einstein, Podolsky y Rosen en 1935 para
contrastar la interpretación de Copenhague (cfr. n. 17), polemizando con la
réplica de Bohr a Einstein. En tercer lugar discute el experimento de Young
(cfr. n. 18), frecuentemente aducido para mostrar cómo una partícula se
comporta a veces como onda.
Al final del capítulo (cfr. n. 19) se lamenta
de que en nuestros días predomine entre los jóvenes físicos una actitud
instrumentalista, que se refugia en el formalismo matemático y desdeña la
especulación filosófica. Como había dicho antes, esta nueva tradición, estrecha
y super-especializada, "puede llevar fácilmente al fin de la ciencia y a
su sustitución por la tecnología" (p. 120).
INTRODUCCIÓN.
LA MECÁNICA CUÁNTICA SIN "EL OBSERVADOR" (1966)
La interpretación de Copenhague es un mito.
Necesidad del realismo (cfr.
nn. 1-2). El principal objetivo en este escrito es desterrar el papel del
"observador" o de la "conciencia" en la teoría cuántica[43]. La física cuántica nos hace conocer la
realidad, y es impropio decir que sólo nos proporciona "nuestra conciencia
de las partículas" (cfr. p. 57) (esta interpretación es principalmente de
Wigner y von Neumann). Numerosos físicos se han opuesto a la tesis de
Copenhague y a sus radicalizaciones idealistas, o la sostuvieron sólo en algún
momento: Einstein, Planck, Schrödinger, De Broglie, Vigier, Landé, Bohm. La
verdad es que esa tesis hoy está muerta, señala Popper, y en la práctica
científica los físicos no le prestan ninguna atención, aunque crean ser
partidarios de ella. Sin embargo, se siguen citando rutinariamente ciertas
frases de Bohr y de Heisenberg. La interpretación de Copenhague refleja un
momento de euforia de algunos físicos (1930), que creían que con la teoría
electromagnética del átomo habían llegado al final de la física, a una
situación completa e insuperable.
Popper se manifiesta muy polémico con el
vocabulario instrumentalista ("imágenes", "artificios conceptuales",
"complementariedad"). "Lo que buscamos en ciencia no es tanto la
utilidad como la verdad" (p. 63). Más adelante: "La
perspectiva de que las teorías no son nada más que instrumentos o
artificios para calcular se ha puesto de moda entre los científicos cuánticos,
debido a la doctrina de Copenhague de que la teoría cuántica es intrínsecamente
ininteligible (...) Yo creo que ésta es una doctrina equivocada e
incluso perversa" (p. 64).
Una interpretación propensional de las
dispersiones probabilitarias de la fórmula de Heisenberg (cfr. nn. 3 y 4): en 13 tesis (criticadas
por algunos autores, como Feyerbabend: cfr. pp. 91 y 169) resume Popper su
peculiar interpretación de la mecánica cuántica, que con más o menos detalle es
la misma expuesta anteriormente. Los problemas que afronta la física cuántica
son esencialmente probabilitarios y estadísticos (tesis 1 y 2) y no deben
reconducirse a una carencia cognoscitiva o a una intrusión del observador en el
experimento (tesis 3). Las fórmulas de Heisenberg se refieren a poblaciones de
partículas dotadas de posición y momento (tesis 6) y especifican ciertas
relaciones estadísticas de dispersión, que limitan la precisión de algunas
predicciones individuales (tesis 4 y 5). Esas relaciones son propiedades
físicas y reales que se manifiestan en las situaciones experimentales (tesis 8;
cfr. pp. 90-91)[44]. El signo Δ de las ecuaciones no debe entenderse como
"margen de incertidumbre de la medición" sino como "amplitud
objetiva" (tesis 6).
Las ecuaciones cuánticas expresan, pues, una
ley estadística de la naturaleza, no una "relación de incertidumbre"
(cfr. pp. 74-75). Su contrastación exige efectuar después ciertas mediciones
(no predictivas) con una precisión mayor que la permitida por las fórmulas
(cfr. pp. 74-75), cosa admitida por Heisenberg, aunque lo consideró
"irrelevante" (tesis 7). La "reducción del paquete de
ondas" o colapso de y es
algo normal en una teoría probabilitaria y no debe interpretarse como que el
observador "selecciona lo real entre lo posible" (cfr. p. 97 y tesis
9; también el n. 4).
No se da, pues, un "dualismo" de
ondas y partículas, como si fueran dos cosas distintas o separadas, sino que
las partículas poseen sus correspondientes campos de propensiones (tesis
10-13). Pero las propensiones no son "propiedades inherentes" de las
partículas, sino propiedades relacionales del entorno experimental, que va
constantemente cambiando, al ritmo de las diversas interacciones (tesis 11).
La teoría "many worlds" de Everett (cfr. n. 5, añadido de 1980). En 1957 Hugh
Everett III propuso una singular interpretación de la teoría cuántica, que
adquirió cierta importancia entre los cosmólogos y teóricos cuánticos. El
sistema cuántico (que podría valer para todo el cosmos) no sólo contiene sino
que realiza en sí todas sus posibilidades dinámicas (contempladas en la función
de onda o, mejor, en una " y universal") y los diversos actos
observativos particulares desmembran constantemente "muchos mundos",
o ramas de mundo (incomunicados entre sí). Cada observador, con su acto de observar,
ha seleccionado una rama de mundo, pero en realidad existen a la vez todas las
otras ramas posibles (como se suele decir popularmente, en una de ellas César
cruza el Rubicón y en la otra no)[45]. Popper afirma que, aunque se trate de una
teoría objetiva, la interpretación sensacionalista (y metafísica) del
desmembramiento de mundos es insostenible[46].
PREFACIO DE 1982: SOBRE UNA INTERPRETACIÓN
REALISTA Y DE SENTIDO COMÚN DE LA TEORÍA CUÁNTICA
Realismo (cfr. n. I): la intrusión del subjetivismo (debida especialmente al
positivismo de Mach, que se difundió en muchos medios científicos y filosóficos
y llegó incluso a engañar por un tiempo al joven Einstein) ha provocado una crisis
de comprensión en la física actual. "La cuestión central aquí es el realismo.
Es decir, la realidad del mundo físico en que vivimos: el hecho de que este
mundo existe con independencia de nosotros" (p. 26). Sin embargo,
"las teorías son invenciones nuestras: esto lo han visto claramente los
idealistas epistemológicos. Pero algunas de esas teorías son tan arriesgadas
que pueden chocar con la realidad: son las teorías contrastables de la ciencia.
Y cuando chocan, entonces sabemos que hay una realidad: algo que puede
informarnos de que nuestras ideas son erróneas. Y, por eso, el realista tiene
razón" (p. 27)[47].
Algunos problemas recientes de la física
cuántica (cfr. III-IX): en
los años 30 se había llegado a pensar que la teoría cuántica era insuperable y completa[48], una idea que se consolidó con el teorema de
von Neumann (1932), que parecía demostrar la imposibilidad de apelar a variables
ocultas en la mecánica cuántica y por tanto probar su completitud
(cfr. III-IV). Popper se manifiesta contrario a esa conclusión[49], mencionando el experimento de Einstein,
Podolsky y Rosen (EPR) (cfr. V-VI), destinado a probar la incompletitud de la
teoría cuántica[50].
Pero más adelante se vio que ese experimento,
replanteado por D. Bohm en términos de spin de la partícula, parecía indicar la
existencia de una acción a distancia, violando el llamado principio de localidad[51], que está exigido por la teoría de la
relatividad especial[52] (cfr. VII). La nueva versión de Bohm,
en base a una elaboración teórica de J. S. Bell (1964), es por fin contrastable
empíricamente. Algunos recientes experimentos concretos (por ej. el de Aspect
en 1982) parecerían sugerir que la física cuántica implica no-localidad o
acción a distancia, poniéndose así en tensión con la teoría de la
relatividad especial, que la excluye (cfr. VII-IX)[53].
Si el localismo tuviera que abandonarse,
habría que plantearse de nuevo la solución de Lorenz, aceptando alguna forma de
espacio absoluto (cfr. p. 52). "No estoy del todo convencido de que los
experimentos se hayan interpretado correctamente; pero, en caso afirmativo,
tendremos que aceptar la acción a distancia" (p. 22). En cualquier caso,
la física cuántica está atravesando ahora una nueva fase crítica, que podría
ser importante.
UN EPÍLOGO
METAFÍSICO
En estas últimas páginas Popper se explaya
sobre el sentido de los programas metafísicos de investigación y delinea una
filosofía de la naturaleza basada en las propensiones. Por su contenido
filosófico, pensamos que son las más interesantes del Post Scriptum.
La función de los programas metafísicos de
investigación (cfr. pp.
52-56 y n. 20): el desarrollo de la física es el desarrollo de sus problemas,
en los que influyen el descubrimiento de inconsistencias teóricas o de
contradicciones entre las teorías y los experimentos (cfr. pp. 176-177), pero
sobre todo la guía de los programas metafísicos de investigación (nombre en el
que se inspiró Lakatos para hablar de "programas científicos de
investigación": cfr. p. 54). Estos programas están implícitos en las
teorías y en las actitudes de los científicos. Rara vez se discuten y a veces
cambian inconscientemente en la historia de la ciencia, promoviendo nuevas
perspectivas[54]. Son "metafísicos" porque son
concepciones sobre la estructura del mundo, y son "de investigación"
porque sitúan los problemas relevantes de las ciencias, indican cuáles son los
más urgentes y cuáles serían sus soluciones más satisfactorias. Ayudan a
decidir si una hipótesis merece tomarse en serio y cómo su aceptación afectaría
a los problemas científicos y a las mismas concepciones metafísicas. Son
programas primarios, porque el entero desarrollo de las ciencias está bajo el
dominio de ideas metafísicas (cfr. p. 177 y p. 222). Pueden hacerse
contrastables y entonces se vuelven científicos[55].
Metafísica y ciencias (cfr. n. 27): las consideraciones
precedentes denotan que en la visión de Popper la filosofía y las ciencias
están muy cercanas. Ambas son solidarias en el esfuerzo por conocer la verdad y
tienen un interés especulativo, no meramente práctico: "ya no creo, aunque
hubo un tiempo en que lo creí, que haya diferencia entre la ciencia y la
metafísica en este punto tan importante" (p. 212). Una teoría metafísica
puede evaluarse si la ponemos en relación con problemas que se han de resolver,
examinando cómo lo hace, si se crean o no otros nuevos, cuáles son las otras
alternativas, etc., como Popper ha hecho en su discusión sobre el realismo y el
indeterminismo en este libro (cfr. p. 212). Algunos criterios para la
aceptación de una tesis filosófica son: la simplicidad, la coherencia con otras
teorías, la capacidad unificadora, la atracción intuitiva y sobre todo la
fecundidad (capacidad de plantear nuevos problemas y de ver los antiguos bajo
una luz nueva) (cfr. p. 213)[56].
Los programas metafísicos de investigación en
la historia de la física
(cfr. nn. 20-21): en este epílogo Popper describe en grandes líneas cómo la
investigación acerca de la naturaleza, desde los griegos hasta nuestros días,
puede verse como una sucesión de programas metafísicos de investigación. La
filosofía de la naturaleza y las ciencias se entremezclan en esta visión
histórica. En las pp. 178-180 da una lista de 10 programas que han predominado
históricamente (atomismo, geometrización, esencialismo, mecanicismo, dinamismo,
teoría unificada de campos, etc.). En las pp. 180-188 explica con algún mayor
detalle lo que sería un esbozo de la "historia del problema de la
materia", desde Descartes hasta Maxwell (deteniéndose especialmente en el
dinamismo)[57].
La situación actual de la física cuántica exige
contar con un nuevo programa metafísico de investigación, en los términos que
se han discutido en este libro (determinismo vs. indeterminismo; realismo vs.
instrumentalismo; objetivismo vs. subjetivismo) (cfr. p. 189). Los grandes
protagonistas de los debates (Einstein, De Broglie, Schrödinger, Bohm, Bohr,
Born, Heisenberg, Pauli) optan por algunas de esas alternativas, a veces con
oscilaciones. Popper se califica como indeterminista, realista y objetivista:
el indeterminismo es compatible con el realismo (cfr. p. 190), punto que no
supo ver Einstein.
El programa de una metafísica propensional (cfr. nn. 22-26): por último, Popper esboza
lo que sería su propio programa metafísico para las ciencias físicas, centrado
en la idea de propensiones, con la que se puede afrontar el problema del
cambio. El estado real de un sistema físico consiste en el entramado de sus
disposiciones, propensiones o potencialidades. El cambio es la actualización de
las propensiones, que a su vez genera nuevas propensiones (cfr. pp. 175-176).
"Las propensiones son, por un lado, potencialidades y, por otro,
son propensiones o potencialidades de realizar algo" (p. 209). Las
interacciones provocan la actualización no-determinista de algunas
propensiones. Este paso de lo potencial a lo actual puede ser provocado también
por nuestras interferencias, pero no siempre depende de ellas: "el mundo
cambia sin consideración hacia nosotros" (p. 199). Cualquier estado del
mundo puede verse como "una actualización o realización de algunas de las
potencialidades o propensiones de sus estados precedentes y como un campo de
disposiciones o propensiones a realizar el siguiente estado" (p. 211). El
mundo físico consiste en "cambiantes propensiones al cambio"
(p. 176).
Con terminología de Aristóteles, podría
decirse que "ser es tanto ser la actualización de una propensión previa a
llegar a ser, como ser una propensión a llegar a ser" (p. 217). Mejor que
ver las propensiones como sólo inherentes a cada cosa material, es
verlas en orden a estructuras relacionales de las cosas. Sin embargo, la
sorprendente autarquía de ciertas unidades naturales, resistentes a la
destrucción, como los átomos, o los vivientes, podría explicarse en términos de
propensiones inherentes del sistema, que se parecen mucho más a las potencialidades
inherentes aristotélicas (cfr. p. 221)[58].
Con diversos ejemplos, Popper intenta mostrar
cómo podrían entenderse los problemas de la física cuántica a la luz de este
programa. La concepción de partículas con ondas probabilitarias de Born podría
incorporarse a esta concepción más alta de la unidad de las cosas, que
resolvería también la vieja cuestión de la unidad entre campos y partículas
(cfr. n. 26). La creación de pares de partículas realiza ciertas potencialidades
del vacío cuántico; la aniquilación de pares de partículas en colisión realiza
también las potencialidades de ciertos tipos de interacciones (cfr. p. 210).
Pero el objetivo de la filosofía propensional
de Popper es también ofrecer "una imagen del mundo en la que haya lugar
para los fenómenos biológicos, para la libertad humana y para la razón
humana" (p. 176). Concretamente, los movimientos más indeterminados y
flexibles de los animales podrían entenderse en base a una "superposición
de propensiones inherentes", en las que unas propensiones superiores y más
finalizadas actúan y guían a otras inferiores más aleatorias[59] (cfr. pp. 221-222). El mundo viviente
se inserta en el mundo físico sin vida, "superponiendo sobre él una
jerarquía de finalidades una jerarquía de desviaciones sistemáticas cuya
finalidad va en aumento" (p. 222). Las leyes físicas no determinan todos
los movimientos espontáneos de los animales, pero éstos no violan ningún
principio físico (en particular, no violan los principios conservativos). Con
este tipo de consideraciones podrá también explicarse el surgimiento del acto
libre que mueve el cuerpo humano (cfr. p. 205, nota 28).
En definitiva, la evolución del tiempo en un
universo propensional no es ni rígidamente determinista (la película en la que
todo está ya fijado de antemano) ni es un caos en el que todo pudiera seguirse de
todo. Se da un determinismo mitigado, con posibilidades abiertas para un futuro
que no está decidido (cfr. nn. 22-25), y no sólo posibilidades, sino verdaderas
propensiones. Pero la libertad del hombre está por encima de las mismas
propensiones. No es ninguna ley física, "ni siquiera una probabilidad o
una propensión, lo que le ha hecho construir las pirámides o escalar el
Everest; y ha alcanzado alturas aún mayores que ésta en la ciencia, el arte y
de muchas otras formas" (p. 222).
COMENTARIOS
CRÍTICOS
La "interpretación de Copenhague"
de la teoría cuántica, tradicionalmente seguida por muchos físicos, era
instrumentalista al menos por cautelas críticas: una realidad microfísica
difícil de conceptualizar (sobre todo, con conceptos de la física clásica) se
conocería, según esa versión, sólo en cuanto dada a los instrumentos de medida.
Las fórmulas matemáticas probabilitarias de la física cuántica reflejarían una
relación objetiva entre los datos fenoménicos y los instrumentos de
experimentación. Sin embargo, de ahí era fácil pasar a una posición más
rígidamente positivista (ser equivalente a ser medido), que dio
ocasión en algunos casos extremos a versiones idealistas de la física cuántica
(el ser sería creado por la misma medición, o por la conciencia del
observador).
La crítica de Popper a las interpretaciones
fenomenistas, positivistas e idealistas de la teoría cuántica es adecuada y ha
constituido un toque de atención en favor del realismo en la filosofía de la
ciencia. El instrumentalismo se queda demasiado corto. Lo que se mide es
entendido en sus estructuras ontológicas mediante ideas metafísicas. La
probabilidad no tiene por qué verse como un puro resultado de la medición, y
por eso Popper introduce el concepto metafísico de propensión real o de potencialidad
de las cosas, compatible con una evolución determinista de las cosas abierta a
márgenes de indeterminación. Los conceptos de la física cuántica (partícula,
onda) tienen un referente real y no son meros constructos lógicos que se
limitan a sostener las mediciones.
La valoración que aquí consignamos de este
tercer volumen del Post Scriptum es general. Los detalles técnicos de
las discusiones del libro deben ser evaluados en un contexto especializado.
Podría reconocerse que en algunos casos Popper exagera en su polémica, pues los
físicos cuánticos, como dijimos, en parte asumían el instrumentalismo por
prudencia, ya que la realidad microfísica es elusiva, se conoce parcialmente
ante una aproximación experimental y es efectivamente difícil de conceptualizar.
Estos aspectos, por otra parte, son válidos para todas las ciencias
experimentales y particularmente para las que están más alejadas de la
experiencia ordinaria (física cuántica y teoría de la relatividad). El
conocimiento científico es parcial, lo que es compatible con el realismo y el
objetivismo. El reconocimiento de esta parcialidad exige una referencia al
sujeto cognoscente, en el nivel filosófico (no en el lenguaje físico), y
esta referencia no significa que la física se reduzca a psicología o que se
caiga en el subjetivismo.
En los últimos años las usuales
interpretaciones filosóficas de la física cuántica se han orientado más hacia
el objetivismo preconizado por Popper, superando el instrumentalismo
(especialmente, cuando la física cuántica fue aplicada a la cosmología). Sin
embargo, parece oportuno estar en guardia también ante un "hiperrealismo
platónico" (o idealista), que sería el extremo contrario del
instrumentalismo. Este riesgo se perfila ya en la versión cuántica de Everett,
que identifica la posibilidad con la realidad. Nos parece que en Popper hay
pocas indicaciones en este sentido. Las actuales cosmologías cuánticas, en
ocasiones, exploran posibilidades matemáticas que difícilmente pueden tomarse
sin más como reales y aún como físicamente posibles (por ej., la noción de
"tiempo imaginario" empleada por Hawking en su modelo cuántico del
origen del cosmos). Convendría recordar, en estos casos, la exigencia de
control experimental que asegura el realismo de las teorías científicas.
La apertura a la metafísica, la idea de los
programas metafísicos de investigación y la filosofía de la naturaleza
planteada en torno al concepto de potencialidades o propensiones, nos parecen
aspectos positivos de esta obra, que acercan a Popper, como vimos, a una
perspectiva en parte aristotélica de la realidad física. En definitiva, este
tercer volumen del Post Scriptum, el más difícil por la temática
afrontada, estimula a trabajar en la filosofía de la naturaleza y a buscar una
mayor unidad entre las ciencias y la metafísica, sin perjuicio de las conocidas
insuficiencias de la filosofía de Popper por lo que se refiere al tema de la
verdad[60].
J.J.S.
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[1] En este libro se explican numerosos puntos que salen también en otras obras, anteriores o posteriores, con diversos matices. Omitiremos, sin embargo, las referencias a otros sitios y recensionaremos este trabajo tal como se presenta.
[2] Conjeturas y refutaciones se publicó en 1963; El conocimiento objetivo en 1972; Búsqueda sin término en 1974 y 1976; El Yo y su cerebro en 1977.
[3] Para evitar demasiadas sutilezas, de todos modos, normalmente dejaremos de lado las comparaciones con otros autores.
[4] En Popper son sinónimos falsificación, refutación o contrastación empírica.
[5] En la práctica, sin embargo, Popper asume como seguras ciertas refutaciones científicas, cuya eventual problematicidad no merece tomarse muy en serio (como hoy no cabe dudar seriamente, por ej., de la falsedad del geocentrismo de Ptolomeo). Puede decirse que la "contrastabilidad" de un enunciado, en Popper, nace de su carácter contingente (nada impide pensar que ese enunciado no sea verdadero: no es auto-evidente).
[6] Estos subtítulos en cursiva, a lo largo de la recensión, serán siempre nuestros. Agrupamos levemente algunas temáticas, para evitar las repeticiones del texto.
[7] Muchos científicos encuentran dificultades en aceptar este extremo antiinductivismo, que contradice la práctica real de las ciencias. Por otra parte, la inducción no es necesariamente pasiva o "baconiana" (puro recuento), sino que normalmente está guiada por teorías, intereses y conocimientos previos. Popper parece conocer sólo la inducción humeana, en la que la experiencia se reduce al puro dato de los sentidos. Pero la experiencia en el sentido aristotélico está unida a la captación de aspectos inteligibles de las cosas reales, gracias a la unidad entre inteligencia y sentidos. Lo que Popper llama "teorías", en muchos casos es lo que la tradición tomista denomina inteligible. Por ej., al ver a un individuo y reconocerlo como persona humana, nuestra inteligencia, tras el proceso abstractivo, capta en la experiencia un aspecto real e inteligible, que el solo sentido visual no puede alcanzar: la realidad del modo de ser de la persona.
[8] Popper concede valor a la cosmología metafísica y a toda la filosofía, no empíricamente contrastable pero sí racionalmente discutible. Reconoce que algunas tesis filosóficas merecen más crédito o son más verosímiles porque solucionan mejor ciertos problemas. La filosofía posee en Popper un estatuto gnoseológico poco claro, y está más basada en un fuerte sentido común que en una metodología definida: es como una fe objetiva, racionalmente discutible (sin demostraciones ni refutaciones estrictas).
[9] Por idealismo Popper entiende aquí cualquier forma de subjetivismo o fenomenismo (Hume, Berkeley, Mach, Reichenbach), que reduce la realidad a nuestras experiencias subjetivas. Popper no tiene en cuenta en estas páginas otras formas más objetivas o metafísicas del idealismo. El término más exacto para la posición que combate sería el de fenomenismo. Se asiste en esta sección a una devastadora crítica del subjetivismo de Hume. "Hume era, como Russell, un realista convencido que fue conducido por su teoría subjetivista del conocimiento a resultados metafísicos que, aunque viéndose obligado a aceptarlos basado en la lógica, era constitucionalmente incapaz de creerlos ni siquiera por una hora. Parece que él despreció en cuanto irracional, aunque prácticamente inevitable, su firme creencia en las cosas reales" (p. 111).
[10] Popper critica irónicamente a los positivistas modernos de seguir una filosofía de la ciencia que fue usada antiguamente por algunos cristianos (Belarmino y Berkeley) para rebajar el valor de verdad de la ciencia (cfr. p. 144 y vol. III, en la edición. usada en esta recensión, p. 26).
[11] Se rechaza aquí el método aristotélico o platónico de buscar el quid est de las cosas, pero sobre todo en su versión racionalista que busca en todo definiciones unívocas o "ideas claras y distintas". Por esto mismo Popper rehuye el método del análisis lingüístico (buscar el significado de los términos), que considera heredero del racionalismo. En la p. 156, sin embargo, demuestra que no conoce bien a Aristóteles, al atribuirle la tesis nominalista de que cada cosa singular tendría su esencia propia, distinta de las de sus semejantes (con lo que se perdería la universalidad platónica).
[12] Esta posición, aceptable para las ciencias, es menos clara para la filosofía. De hecho Popper como filósofo indaga sobre cuestiones últimas, sin que esto implique necesariamente una actitud racionalista. Igualmente a veces él hace uso de definiciones, no en un contexto racionalista, como cuando asume la noción de verdad como correspondencia del pensamiento con la realidad.
[13] En este punto se insiste en que la teoría de Newton no es una generalización inductiva de las de Kepler o Galileo, ya que estas últimas en su formulación original contradicen la primera.
[14] Dejamos de lado aquí que estas críticas, para un psicólogo, puedan ser algo injustas o demasiado externas. Popper pretende evidenciar el defecto metodológico de plantear teorías de un modo que elude la posible contrastación, aunque al mismo tiempo reconoce los méritos de la obra criticada (cfr. p. 189).
[15] Sostiene, contra algunas críticas, que la falsación no es simétrica respecto de la verificación, aunque trivialmente se pueda decir que si se falsifica una frase p, se está verificando su negación no-p. En una perspectiva puramente lógica, se puede decir que conocer que algo es falso es conocer una verdad ("es verdad que el enunciado p es falso"), pero eso no elimina la diferencia real entre saber que algo es falso (conocimiento negativo) o conocer que algo es (cfr. n. 22).
[16] Estas afirmaciones se hacen en polémica contra Carnap, que sostenía que las proposiciones acerca de Dios eran sin-sentido porque no eran verificables.
[17] Recuérdese que un enunciado es "controlable" si cabe la posibilidad de que una evidencia sensible concreta demuestre su falsedad, así como la frase "mi amigo está detrás de esta puerta" es controlable porque puedo abrir la puerta y ser desmentido.
[18] En el prefacio de 1982 (p. 24) Popper declara, además, que su propuesta de 1963 (Conjeturas y refutaciones) de una definición formalizada del concepto de verosimilitud o aproximación a la verdad estaba equivocada. En estas páginas, que son muy anteriores, se trabaja todavía más preferentemente con la idea de corroboración. La "verosimilitud" de Conjeturas y refutaciones representa, en nuestra opinión, una elaboración más madura y clara desde el punto de vista intuitivo, aunque poco convincente en sus aspectos técnicos. Los intentos de "medir" cómo una teoría es más explicativa, corroborada o más verdadera que otras son difícilmente realizables, porque estas valoraciones son cualitativas.
[19] Se trata de un racionalismo peculiar, porque en el fondo se basa en una fe incondicional en la verdad, pero sin conocerla (aunque aspirando profundamente a ella). Una fe en algo que no se conoce tiene algo de irracional, y por eso toda la filosofía de Popper, al reposar en la fe en la verdad racional, contiene un elemento paradójico que la hace inestable. Esa inestabilidad se quitaría si se reconociera que el hombre puede conocer algunas verdades fundamentales de modo indiscutible.
[20] La fórmula es: p (a, b) = r, donde p es la propensión, b son las condiciones experimentales relevantes, a es el evento en cuestión y r es el grado de probabilidad o de propensidad: la propensión de un evento a en las circunstancias b resulta ser r. Prescindimos aquí del tecnicismo con que Popper explica estos puntos en esta tercera parte.
[21] La crítica de Popper se dirige, una vez más, contra el empirismo humeano en su versión carnapiana, para el que el hombre debería regularse en el mundo según una racionalidad probabilitaria automática, bajo la dictadura de los "hechos". Se abandona así la importancia del elemento teórico, de la interpretación intelectual de los fenómenos sensibles.
[22] Si la fuerza produce aceleraciones, la propensión produce frecuencias (cfr. p. 403).
[23] Reconoce Popper que su intento "será acogido con horror por muchos de mis amigos positivistas, que verán en él una prueba de mi (...) 'disposición' metafísica" (p. 401).
[24] La propuesta de Popper tuvo escaso eco en los medios epistemológicos. Independientemente de sus límites, no puede negarse que se mueve en la línea de favorecer una interpretación filosófica de la física. Popper tiene a la vista especialmente el indeterminismo y la teoría cuántica, que son el objeto de los siguientes libros del Post-scriptum. "Es aquí [en la teoría cuántica] que he advertido por primera vez la exigencia de una interpretación propensional" (p. 404).
[25] En la nota 4 de la p. 29, sin embargo (la única referencia teológica de este volumen), Popper parece confundir la omnisciencia divina con el determinismo absoluto (en realidad, Dios conoce el futuro desde la eternidad, no como futuro para El, de manera que la omnisciencia divina no implica que el futuro ya esté determinado).
[26] Popper no entra a fondo, sin embargo, en el problema del determinismo psicológico. No llega a decir con claridad que los actos libres son motivados por razones, propósitos, o favorecidos por hábitos y deseos, ni tampoco afirma que la libertad misma es una auto-causación. Pero lo que afirma en estas páginas no es incompatible con estos puntos.
[27] "Cerrado" significa que no recibe influjos físicos desde fuera.
[28] En estos sistemas dinámicos sólo se tienen en cuenta las interacciones de un cuerpo con otro, despreciando las otras interacciones que se están produciendo. Popper no conoce en esta obra los desarrollos actuales de la física del "caos determinista", que le brindarían muchos más argumentos para el indeterminismo. En términos genéricos podría decirse que la anticipa, por el tipo de observaciones que hace sobre la imprecisión de la dinámica newtoniana. Ya a principios de siglo Poincaré, preparando la vía a la física del caos, descubrió la inestabilidad de la dinámica de las interacciones-de-tres-cuerpos (por ej. Tierra-Sol-Luna). Como consecuencia, no es posible predecir el estado de un sistema para tiempos futuros muy alejados, lo que implica un argumento notable contra el determinismo que Popper combate.
[29] El n. 14 se refiere a un argumento geométrico de Hadamard que, en un artículo de 1898, proponía un modelo mecánico del que se desprende una situación indeterminista. Popper lo compara con el teorema de incompletitud de Gödel.
[30] Popper reconoce que en cambio en la teoría de la relatividad general no hay asimetría entre el pasado y el futuro. Sin embargo, si se introduce la expansión o la contracción del universo, se da flecha del tiempo a nivel cosmológico y no sólo con relación al observador local. Para Popper es fundamental la convicción de sentido común de la realidad del cambio y del tiempo, en la que está comprometido el realismo metafísico (cfr. la nota 2 del editor, en pp. 26-27).
[31] Este argumento, como los siguientes, se refiere al conocimiento humano y no al mundo de la naturaleza. Pero a Popper le interesa en este caso poner límites a la capacidad predictiva del hombre, ya que éste es el punto principal del determinismo científico con el que está polemizando. Estos argumentos valen siempre para las predicciones "desde dentro", hechas con métodos científicos intramundanos (no entran en cuestiones teológicas, como el conocimiento de Dios del futuro).
[32] En la nota 21 de la p. 92 se introduce, algo marginalmente, una observación interesante sobre la diferencia radical entre el hombre y el ordenador (que tiene que ver con el llamado "problema de Turing", debatido en la filosofía de la inteligencia artificial). En opinión de Popper, un ordenador es capaz de ejecutar cualquier tarea especificada que pueda hacer el hombre. Por eso no tiene sentido tratar de especificar una prueba que pueda superar sólo el hombre y no la máquina. Lo propio del ser humano es la creatividad intelectual. En las pp. 128-130 se vuelve sobre la diferencia entre el hombre y los ordenadores: las máquinas superan en mucho al hombre en el poder de calcular; pero sólo éste las construye y distingue entre conocimientos interesantes y triviales.
[33] Este volumen surgió precisamente de una conferencia que Popper dio en Princeton en 1950, a la que asistió Einstein (cfr. nota 2 de p. 26).
[34] En realidad también podría decirse, al revés, que la física cuántica ofrece un nuevo argumento para el indeterminismo. Pero como veremos, Popper se opondrá a las usuales interpretaciones de la teoría cuántica.
[35] La mente mueve al cuerpo (influjo del mundo 2 sobre el 1), pero es movida a su vez por ideas, problemas, conocimientos (influjo del mundo 3 sobre el 2). Reducir toda la realidad al mundo 1 es materialismo; reducirla toda al mundo 2 es subjetivismo.
[36] Popper insiste en la relativa autonomía del mundo 3, sede de la verdad: las verdades del mundo 3 (ciencias, filosofía) no dependen del sujeto, sino de su interna estructura y de su relación con el mundo 1, que es el patrón mismo de la realidad (cfr. p. 143). El mundo 3, aunque evoluciona, ejerce en la filosofía de Popper una función análoga a la de las Ideas de Platón.
[37] La incompletitud de la aritmética, demostrada por Gödel, implica que también la física es incompleta, porque usa aritmética. "El teorema de incompletitud de Gödel hace incompleta a toda la ciencia física" (p. 183). Este argumento ha sido frecuentemente empleado, de modo independiente, por S. JAKI (cfr. The Relevance of Physics, Univ. of Chicago Press, Chicago 1966, pp. 127-130).
[38] Popper no conoce obviamente el estado de la unificación de la física y sus implicaciones cosmológicas propias de los últimos años, que confirman de todos modos los planteamientos de esta sección.
[39] La "interpretación de Copenhague" insistía en que las realidades microfísicas estudiadas por la física cuántica no pueden conocerse ontológicamente como tales, sino en cuanto son dadas a la medición instrumental, en la que interviene el observador humano.
[40] Las críticas de Popper, sobre todo a físicos como Bohr, Einstein, Pauli, von Neumann, etc., deben tomarse con restricciones: se refieren a sitios concretos en que estos científicos han expresado ciertas opiniones, o a la idea general que se suele tener de sus ideas, a veces simplificadas. Pero como no son filósofos, con frecuencia han oscilado en sus interpretaciones filosóficas, con cierta falta de rigor, de lo que Popper es consciente (cfr. p. 136).
[41] La función de onda describe un conjunto de probabilidades que evoluciona según la ecuación de Schrödinger; al efectuarse una medición concreta del sistema, se dice que esa función "colapsa" o precipita ("reducción del vector de estado"). "La idea es que la probabilidad, que estaba originariamente distribuida en una función (o paquete) de onda, desperdigada por 'aquí', o por 'allá' y quizá 'por todas partes', ahora está toda concentrada 'aquí'. Ha colapsado sobre sí misma" (J.C. POLKINGHORNE, Il mondo dei quanti, Garzanti, Milán 1986, p. 59). no debe hacer pensar que el observador tiene una especial función en la teoría (cfr. nn. 7 y 8).
[42] "La partícula tiene siempre posición y momento; y la teoría no los predice exactamente porque es una teoría probabilista que sólo nos informa de las propensiones a tomar varias posiciones si el momento es dado y de las propensiones a tomar varios momentos si la posición es dada" (p. 164).
[43] Aunque en sus detalles la concepción de Popper (que no es un especialista) pueda ser discutible, su oposición al subjetivismo es certera. Radicalizando la posición que aquí se critica, se ha llegado a sostener (por ej. J. A. Wheeler) que la observación del experimentador cuántico produce la realidad (se renueva así el idealismo de Berkeley: esse est percipi). "El observador da al mundo el poder de venir al ser mediante el acto mismo de dar significado al mundo": J. WHEELER, Is Physics legislated by Cosmology?, en C. ISHAM, R. PENROSE, D. SCIAMA (ed.), Quantum Gravity, Clarendon Press, Oxford 1975, p. 541 (en ese texto la interpretación idealista de la física cuántica se aplica a la cosmología cuántica y por tanto adquiere un valor universal o cósmico).
[44] La atribución de las propiedades estadísticas de las fórmulas de Heisenberg no al conjunto de partículas sino a cada una en particular generó, para Popper, el "gran embrollo cuántico" que llevó a hablar de "dualidad onda-corpúsculo" (tesis 4).
[45] Refiriéndose críticamente a esta teoría, A. Shimony señala que "la igual realidad de todas las ramas elimina la distinción entre potencialidad y actualidad, algo que es esencial en toda decisión, en toda elección ética y en toda actividad práctica" (A. SHIMONY, Conceptual foundations of Quantum Mechanics, en P. DAVIES (ed.), The New Physics, Cambridge University Press, Cambridge 1989, p. 393).
[46] Habríamos esperado de Popper una crítica más vigorosa de la teoría de Everett, que da un papel casi fundativo al acto de observar, favoreciendo una interpretación metafísica proclive al idealismo.
[47] Este párrafo sintetiza muy bien el realismo crítico de Popper, ligado a su antiinductivismo. Su postura quizá tiene también alguna inspiración en Einstein, para quien las teorías no salían de la experiencia, sino que eran elaboraciones intelectuales que se confrontaban con la experiencia. La aversión de Einstein al positivismo está en sintonía con la actitud de Popper.
[48] En el sentido de que daba una descripción específica indeterminista ya no reconducible a paramétros deterministas subyacentes.
[49] Una teoría microfísica basada en variables ocultas fue propuesta por Bohm en 1952, apelando a propiedades no-locales, es decir, que implican fuerzas que producen efectos inmediatos en lugares distantes (acción a distancia). Este tipo de teorías no ha tenido gran aceptación entre los físicos. Sin embargo, hoy se reconoce que el teorema de von Neumann no tiene una validez general (cfr. F. SELLERI, El debate de la teoría cuántica, Alianza Universidad, Madrid 1986, pp. 55-83).
[50] En este experimento ideal, dados dos sistemas alejados después de una interacción (por ej. dos partículas después de colisionar), la medición relativa a un sistema permite medir el estado del otro sistema, sin interferir con él, lo que contradice la interpretación de Copenhague. Medir sin interferir era considerado por Einstein como una prueba de la realidad independiente de lo medido.
[51] Según este principio, una acción causal se ejerce inmediatamente donde está el agente y no a distancia (lo que supondría una acción instantánea a velocidad infinita).
[52] El experimento imaginario EPR implicaría que, al medir una de las partículas separadas (A), simultáneamente (o instantáneamente) se producía un cambio correlativo en la otra partícula (B), aunque estuviera alejada de la primera. Bohm interpretó que los dos sistemas debían considerarse "un todo inseparable", introduciendo así una consideración holística, extraña a la usual visión analítica de la física de partículas.
[53] El problema de la no-localidad está actualmente planteado entre los teóricos cuánticos, sin que haya recibido una solución satisfactoria. En el futuro podría imponer una revisión seria de las teorías físicas implicadas.
[54] "Una nueva imagen, una nueva forma de mirar las cosas, una nueva interpretación, puede cambiar la situación de la ciencia por completo" (p. 222).
[55] En las pp. 52-56 se contienen algunas leves críticas a Kuhn y a Lakatos. Las revoluciones científicas surgen de la crítica racional: la "conversión" a una nueva teoría debe ser racional.
[56] Con estas indicaciones Popper ha sido algo más explícito que lo habitual para concretar el estatuto racional de la filosofía. En p. 222 señala que de este modo podría encontrarse un criterio de demarcación interno a la metafísica, para distinguir entre las teorías metafísicas con o sin valor racional. La metafísica aspira a la verdad: "la aspiración propia del metafísico, me inclino a decir, es reunir todos los aspectos verdaderos del mundo (y no solamente los científicos) en una imagen unificadora que le ilumine a él y a los demás y que pueda un día convertirse en parte de una imagen aún más amplia, una imagen mejor, más verdadera" (p. 222).
[57] Estas páginas podrían considerarse como un breve cuadro histórico de la filosofía de la naturaleza.
[58] El dualismo entre potencialidades y actualizaciones implica un acercamiento notable de Popper a la metafísica del acto y la potencia de Aristóteles. En las pp. 217-218 Popper elenca lo que puede asumir parcialmente de los 10 programas metafísicos que había mencionado en las pp. 178-180.
[59] Estos puntos han sido más desarrollados en Conocimiento objetivo. En su filosofía de los vivientes, Popper se acerca al hilemorfismo gradualista de Aristóteles.
[60] Cfr. el n. IV de nuestros comentarios críticos al vol. I de esta recensión. Popper, en definitiva, acepta la verdad realista como un ideal regulador que se traduce en una "fe metafísica", acercándose de este modo a una posición kantiana. No admite un conocimiento evidente de ninguna verdad concreta, aunque sí la certeza de que algunas proposiciones o teorías son falsas. Esta "asimetría" entre la certeza del conocimiento de lo falso y el falibilismo perenne en el conocimiento de cualquier verdad es poco convincente y supone una posición filosófica fácilmente cercana al relativismo, que por otra parte Popper desea evitar y ve como peligroso. Si no se admite un mínimo de evidencia intelectual y experiencial, el único modo de sustraerse al relativismo de la verdad es el recurso a la fe, una fe que otros podrían no compartir. Esta postura poco coherente se funda, en la visión de Popper, en el presupuesto filosófico-político de que la certeza de conocer alguna verdad llevaría al autoritarismo. Pero esta consecuencia no es necesaria: la convicción de conocer algunas verdades es compatible con el respeto de las opiniones contrarias, y el autoritarismo puede conjugarse también con las posiciones escépticas. Cfr. sobre este tema: M. ARTIGAS, El desafío de la racionalidad, EUNSA, Pamplona 1994, pp. 45-70; Filosofía de la ciencia experimental, 2ª ed., EUNSA, Pamplona 1992, pp. 260-307; Karl Popper: Búsqueda sin término, Emesa, Madrid 1979; J. J. SANGUINETTI, Karl Popper: «Congetture e Confutazioni e Conoscenza Oggetiva». Rilettura critica, en "Cultura e Libri", n. 86, mayo-junio 1993, pp. 13-50; Il sobrio ottimismo di Popper, en "Studi Cattolici", enero 1995, n. 407, pp. 4-9; y R. MARTÍNEZ (ed.), La verità scientifica, Armando, Roma 1995.