PIAGET, Jean
Opera omnia
Introducción
I. La concepción de la
inteligencia y del desarrollo intelectual en Piaget
A. El funcionamiento
cognoscitivo
B. Etapas de la
inteligencia
II. Principales
contribuciones en el ámbito gnoseológico
A. Concordancias con la
doctrina aristotélico-tomista
B. Exclusión del
apriorismo racionalista
C. Confirmación de que el
"yo", al menos de modo explícito, no es el objeto primordial de la
conciencia
III. La psicología genética y la
educación. Algunos límites del enfoque de Piaget
A. Alcance y límites de
la teoría de Piaget sobre el conocimiento
B. La concepción del
aprendizaje y la formación intelectual. Pautas pedagógico-didácticas
C. Aplicación de las
teorías de Piaget al aprendizaje genético de las nociones
D. La educación moral
IV. Epistemología genética. Filosofía
A. El proyecto de una
epistemología genética
B. Filosofía y ciencias
C. Convergencias con el
marxismo
V. Conclusiones
VI. Bibliografía
INTRODUCCION
Jean Piaget (Neuchâtel 1896-Ginebra 1980), dejó tras de sí una
producción ingente —más de 50 libros y centenares de artículos—, que sigue
teniendo gran resonancia en la pedagogía actual. Vastísima es también la
literatura sobre los trabajos de este autor [1].
De una consideración
panorámica de su personalidad y de su obra emergen dos características: aptitud
polifacética y propensión a extrapolar, a generalizar sin suficiente
fundamento. La primera es, a todas luces, evidente: como biólogo, filósofo y
psicólogo, intentó romper las barreras que separan disciplinas muy diversas.
Respecto a la segunda, la concordancia de los autores —aún entre sus
seguidores— es prácticamente unánime. Muchos señalan explícitamente su
tendencia a ser poco cauteloso en la interpretación de los datos o incluso a
forzar los resultados de sus experiencias para que se ajusten a los modelos
teóricos establecidos[2].
Su iter
profesional y su producción científica propiamente dicha, se inicia en 1915,
año en el que obtuvo la licenciatura en Ciencias Naturales. Posteriormente, en
1918, recibió el grado de doctor. Interesado por la psicología, frecuentó los
laboratorios de Lipps y Wreschner en Zürich, y siguió cursos de psicología patológica
en la Sorbona. Trabajó también en los laboratorios de Binet y Simon
(1919-1921).
Impresionado por los
trabajos de Piaget, Claparède le ofreció, en 1921, el cargo de director de
estudios del Instituto J.J. Rousseau (Ginebra). Entre 1921 y 1927, los
trabajos realizados en este Instituto cristalizaron en cuatro libros y una
serie menos conocida de importantes artículos. Estas obras le dieron fama
mundial antes de que cumpliera 30 años.
La temática de estas
cuatro obras es el estudio del pensamiento infantil, de la génesis de algunas
nociones físicas y lógico-matemáticas, desde los 4 hasta los 8-9 años, a través
principalmente, del análisis del lenguaje[3].
Piaget consideró
estas obras como preliminares a sus investigaciones sobre lógica, incompletas y
provisionales, pero tuvieron gran éxito y durante mucho tiempo fueron las más
conocidas.
En 1925 sustituyó a
Reymond en la cátedra de Neuchâtel, encargándose de explicar psicología,
filosofía de la ciencia, y sociología. A medida que profundizaba en los
estudios de psicología de la inteligencia, se dio cuenta de que, para
comprender la génesis de las actividades intelectuales, era necesario observar
el periodo anterior a la adquisición del lenguaje. Esta época coincidió con el
nacimiento de sus tres hijos —Laurent, Jacqueline y Lucienne— y Piaget se
dedicó a una cuidadosa observación de su conducta, tanto espontánea como
provocada, desde los primeros días posteriores al nacimiento. Confeccionó
entonces experimentos tan simples como ingeniosos, poniendo de manifiesto
hechos que hasta el momento habían pasado inadvertidos. Estas observaciones
dieron lugar a tres obras[4], de
temática y metodología, dedicadas al inicio y desarrollo de la inteligencia
sensorio-motriz y a la fase pre-operatoria.
Del periodo
1929-1939, destacan los estudios realizados junto con algunos colaboradores
(Inhelder, Szeminska y otros) sobre la adquisición de nociones como espacio,
tiempo, movimiento, número, lógica, probabilidad, masa, etc. y las estructuras
lógico-matemáticas. Estos estudios —la mayoría de los cuales se publicaron en
fecha posterior— se encuentran entre los más interesantes de Piaget[5].
Las lecturas y
reflexiones de este periodo le proporcionaron la mayor parte de los elementos
para su epistemología genética, aunque su planteamiento tomó una forma más
acabada a finales de la década de los 40, cuando escribió un tratado sobre este
tema[6],
dando cauce a la preocupación que, desde el comienzo, había impulsado todo su
trabajo[7]. A
partir de entonces, en una medida cada vez mayor, los datos experimentales son
interpretados en términos de los modelos estructurales lógico-matemáticos[8].
En 1956,
subvencionado por la Fundación Rockefeller, Piaget fundó en Ginebra el Centro
Internacional de Epistemología Genética, en el que cooperan especialistas
de distintas disciplinas.
El periodo desde
1965 hasta su muerte, en 1980, es tanto de síntesis epistemológica como de
experimentación, realizada principalmente alrededor de las actividades
promovidas por el Centro Internacional de Epistemología Genética. En esta época
toma cuerpo su actitud de conceder a los principios de la epistemología
genética un carácter general, y de interpretar los hechos y datos de cualquier
orden a la luz de estos presupuestos.
La obra de Piaget es
de difícil valoración. Las razones de esta dificultad son, entre otras, la
diversidad de campos que aborda y la ausencia de sistematización en la mayor
parte de sus escritos; a estas dificultades se añaden la tendencia de Piaget a
crear términos nuevos sin dar una definición clara de los mismos; y la continua
elaboración a que somete los conceptos anteriormente formulados para
integrarlos con las nuevas experiencias y reflexiones teóricas[9].
Muchos autores, aun
entre los piagetianos, señalan en las obras de Piaget abundantes
contradicciones, incluso en un mismo escrito. En ocasiones se trata de
contradicciones reales; otras veces, tienen su origen en el temperamento
entusiasta que le lleva a generalizaciones precipitadas "que van más allá
de lo que diría si estuviera pensando con mayor detenimiento el tema"[10], o
también, a su facilidad para cambiar el punto de vista sin advertirlo.
Contribuyen a la
oscuridad de su pensamiento, y dificultan el descubrimiento de los elementos
valiosos que contiene, algunos detalles de estilo, unánimemente reconocidos:
escritos muy repetitivos, presencia frecuente de párrafos poco inteligibles,
etc[11].
No extraña, por
tanto, que la interpretación del contenido de su obra sea controvertida y que
haya sido muy criticado[12], a
la vez que tiene multitud seguidores y admiradores que ven en su pensamiento un
necesario punto de referencia.
Lo que se escribe a
continuación no pretende ser una valoración exhaustiva de su pensamiento, ni un
análisis crítico de algún punto en particular, sino una guía introductoria
para la lectura de las obras de Piaget. Para ello se han procurado señalar las
aportaciones indudables de su pensamiento y, también, los inconvenientes de
fondo —en ocasiones errores en cuestiones importantes— que se encuentran en
bastantes escritos suyos.
I. LA CONCEPCION DE LA
INTELIGENCIA Y DEL DESARROLLO INTELECTUAL EN PIAGET[13]
A) El funcionamiento
cognoscitivo
La lectura de la
obra de Bergson sugirió a Piaget la posibilidad de identificar a Dios con la vida
y —como afirma en su autobiografía— le llevó a buscar en la biología la
explicación del conocimiento intelectual[14].
Además, sus estudios
e investigaciones en el campo de la biología, donde la vida viene caracterizada
por la relación dinámica de intercambio con el medio, le llevaron a plantear en
estos mismos términos los mecanismos cognoscitivos[15].
Piaget concibe la
inteligencia, no como una facultad o una estructura estática, sino como un
resultado, como el término de un largo proceso que tiene su origen en los más
elementales esquemas de la actividad sensorio-motriz: "es un punto de
llegada, y sus fuentes se confunden con las de la adaptación sensorio-motriz en
general, así como, más allá de ella, con las de la adaptación biológica
misma"[16].
Toda actividad de
intercambio del sujeto con el medio se realiza —a todos los niveles— según el
modelo de asimilación — acomodación — adaptación que, por repetirse en
todas las etapas del desarrollo cognoscitivo, reciben el nombre de invariantes
funcionales.
La asimilación
consiste en la recepción o captación de los datos externos por los esquemas y
estructuras que posee la inteligencia (el sujeto) en un momento dado. Es acción
del organismo sobre los objetos que, en lugar de someterse pasivamente al
medio, lo modifica, imponiéndole cierta estructura propia.
Recíprocamente, el
medio —el objeto— obra sobre el organismo, sobre el sujeto; tiene lugar así la acomodación
de las estructuras que posee el sujeto a la realidad exterior para
interpretarla, para reducir la situación nueva a lo ya conocido. La acomodación
es, por tanto, el resultado de la acción del medio sobre el sujeto: la
reestructuración de los sistemas de comprensión del individuo que le permiten
una más adecuada interpretación de la realidad.
Si las estructuras
organizativas no son adecuadas para la comprensión del objeto que se está
considerando, tiene lugar una interpretación incorrecta de la realidad; este
desajuste, esta resistencia que ofrece el objeto a ser incluido en los
"moldes" que el sujeto posee, se manifiesta por la contradicción
entre los distintos esquemas de pensamiento que el sujeto aplica. Se introduce
así un desequilibrio en el cuadro de referencias del individuo, que le
lleva a modificar o construir un sistema nuevo —o parcialmente nuevo— que le
sirva para interpretar la realidad presente. En este proceso intervienen de
nuevo el sujeto y el objeto, ya que las regulaciones endógenas que dan lugar a
la acomodación, tienen como origen el desequilibrio producido por la confrontación
de las estructuras del sujeto con la realidad exterior que se resiste a ser
organizada por un sistema que no es el adecuado y tiene, a la vez, como
finalidad, conseguir una adecuación entre el objeto y los sistemas de
comprensión del individuo.
La adaptación
es ya el estado de equilibrio, el resultado de la asimilación-acomodación[17].
La afinidad terminológica
con los procesos biológicos es patente, así como también el influjo de Spencer
(Principles of Psychology, 1870), obra en la que define la inteligencia
como "la facultad que permite a su poseedor ajustarse de un modo más
eficaz a un medio complejo y siempre variable".
En conjunto, el
desarrollo intelectual —desde sus primerísimas manifestaciones de la
inteligencia sensorio-motriz hasta el periodo de las operaciones formales— es
un proceso que conduce a continuo reequilibrios o reestructuraciones,
cada una de las cuales engloba a las anteriores dentro de un sistema
estructural más amplio y complejo. En este proceso intervienen factores
exigencias y factores endógenos en forma de autorregulaciones, cuya raíz más
profunda se encuentra en las regulaciones inherentes a todo ser vivo[18].
Por eso, la
inteligencia no se concibe como una organización única e inamovible, sino como
una equilibración progresiva que se va realizando mediante procesos de carácter
evolutivo, concretamente, como la adaptación mental más avanzada[19].
En Recherches,
que escribió cuando tenía 20 años, aparecen ya los conceptos clave de la
psicología de la inteligencia (equilibrio, asimilación, adaptación, etc.) que
en la misma terminología reflejan su afinidad con los procesos biológicos.
Estas nociones (por ejemplo, la de equilibrio), a 60 años de distancia fueron
objeto de un nuevo estudio: L'equilibration des structures cognitives,
Discurso durante el Simposio de 1976 (Epistémologie génetique et
equilibration: Colloque en l'honneur de Jean Piaget, Neuchâtel-Paris 1976).
Las estructuras
organizadoras de la inteligencia evolucionan en función de la edad. El paso de
un período o estadio de desarrollo intelectual al siguiente, marca el acceso a
una organización mental más compleja que se refleja en conductas intelectuales
de nivel superior. Pero la edad de aparición de cada una de las estructuras no
es absolutamente fija: depende de cada niño y del medio que rodea al individuo.
Sin embargo, en todos los casos siguen un orden determinado de aparición
debido a que cada estructura es base y condición de adquisición de la
siguiente.
Piaget observa,
además, un fenómeno que llama desfases horizontales: la adquisición de
una estructura de pensamiento más evolucionado no se realiza simultáneamente en
todos los campos[20].
Estos desfases ponen
de manifiesto la falta de generalización en la aplicación de las
estructuras operativas, que parecen ligadas a unos contenidos determinados y
que manifiesta, a su vez, el carácter interaccionista y constructivo del
conocimiento: el conocimiento —según Piaget— resulta de una continua reconstrucción
en contextos situados en eslabones sucesivos según un verdadero proceso
dialéctico.
Sólo a través de las
estructuras puede "leerse" el mundo. Pero estas estructuras (al
contrario de lo que sucede en Kant) se construyen en la misma interacción con
el medio externo: son el resultado de la "interacción entre las
actividades del sujeto y las reacciones del objeto".
Ha quedado así breve
y esquemáticamente esbozada la concepción interaccionista del conocimiento.
Para Piaget, la sola presencia de los objetos no provoca el conocimiento,
porque el individuo no actúa como una máquina registradora, sino que es la
actividad del individuo la que provoca las acomodaciones necesarias para el
conocimiento: la actividad estructuradora del sujeto sobre el objeto engendra
el conocimiento.
Se concibe así el
conocimiento como el resultado de un proceso constructivo, en el transcurso del
cual se van generando los instrumentos intelectuales que lo hacen posible y que
resultan, a su vez, probables generadores de nuevas formas de conocimiento. El
estudio de la génesis de las construcciones es, de este modo, el estudio de la
génesis de la inteligencia.
B) Etapas de la
inteligencia[21]
El desarrollo
cognoscitivo es un proceso continuo que empieza con el nacimiento. Según
Piaget, la psique infantil está estructurada de manera fuertemente egocéntrica
y subjetiva, mientras que la psique del adulto está estructurada de manera
social y objetiva. La psicología genética tiene como misión descubrir el
paso gradual de una estructura a la otra, por efecto de una interacción
creciente entre el sujeto y el mundo (cosas, personas) que lo circundan.
La vida tiene, entre
sus características esenciales, un poder morfogenético, o sea, productor
de formas, que se expresa en diferentes grados y niveles, unificando y
coordinando en totalidades cada vez más vastas y complejas, una multiplicidad
de estructuras y funciones. La distancia entre el punto de partida y el de
llegada, por grande que sea, no suprime la continuidad funcional que une
todas las manifestaciones de la vida, desde las más elementales formas
biológicas, hasta las más elevadas y complejas creaciones del pensamiento.
Piaget designa con
el término periodo las principales épocas del desarrollo; reserva, en
cambio, el término etapa para las subdivisiones de esos períodos y
cuando es necesario, considera también subperíodos y subetapas. Los
describimos, brevemente, a continuación.
1) Periodo
sensorio-motor. Se extiende desde el momento de nacer hasta los 2 años.
El primer nivel es
el biológico, que asegura los intercambios materiales. El segundo nivel
es el instintivo, que constituye una prolongación funcional de la
estructura de los órganos: todos los individuos de una determinada especie
nacen, no sólo con una organización anatómica y fisiológica definida, sino
también con un bagaje de instintos fundamentales.
Como inicialmente el
niño no dispone todavía de categorías representativas, se limita a aplicar al
objeto todas las formas o esquemas de acción de que dispone (golpear, sacudir,
chupar, botar, hacer rodar, arañar, etc.).
El tercer nivel,
corresponde a las primeras actividades de asimilación sensorio-motriz, la percepción
y el hábito. Desde las manifestaciones más elementales de la
inteligencia (la inteligencia sensorio-motriz), la conducta infantil procede ya
según el modelo de asimilación —acomodación— adaptación. Para conocer las cosas,
el niño, somete el objeto a los "esquemas" de su conducta (esquemas
que, inicialmente, son sólo reflejos simples), lo incorpora a los mismos, por
así decir.
La aplicación de los
esquemas a nuevos objetos va produciendo unas diferencias: la acomodación a
nuevos objetos da lugar a la génesis progresiva de reacciones cada vez más
complejas.
Durante este
período, las acciones tienden únicamente a la satisfacción práctica, es decir,
al éxito de la acción y no al conocimiento por sí mismo. La inteligencia sensorio-motriz
es "inteligencia vivida" y no inteligencia reflexiva.
2) El período
preoperatorio abarca de los 2 a los 7 años[22].
Se subdivide en dos
estadios (egocéntrico: de 2 a 4 años; y estadio intuitivo: de 5 a 7 años). A lo
largo de este periodo, al poder sustituir el objeto por su representación
simbólica, se adquiere el lenguaje y la capacidad para poder reproducir
conductas.
De los dos a los cuatro
años, estamos ante un tipo de inteligencia preconceptual. Los preconceptos son
las nociones que el niño refiere a los primeros signos verbales de los que
aprende el uso. Estos esquemas permanecen a medio camino entre la generalidad
del concepto y la particularidad de los elementos que lo componen. El niño es
todavía incapaz de distinguir entre "todos" y "algunos", y
no puede aferrar la noción general de "clase", pero posee ya un
esquema representativo capaz de evocar muchos objetos agrupados por semejanza.
Del nexo que establece entre estos pre-conceptos, resultan razonamientos
primitivos o transducciones, que no constituyen un verdadero proceso
deductivo, sino que se verifican por analogías inmediatas, pero permaneciendo
siempre como procesos de inclusión incompleta.
De los cuatro a los
siete años, en íntima continuidad con el periodo precedente, sitúa Piaget el pensamiento
intuitivo. En esta etapa, se vislumbra la generación de la capacidad
operativa, que caracterizará las siguientes. Por tratarse de un momento de
transición, Piaget la explica a través de muchas experiencias.
De modo general, se
observa en este período un esquematismo pre-lógico muy centrado aún en la
percepción. De manera semejante a como la inteligencia sensorio-motriz asimila
los objetos a los esquemas de acción, el pensamiento intuitivo también asimila,
pero la acción se realiza esta vez mentalmente: la intuición es un pensamiento
que se efectúa por imágenes, pero de modo más penetrante que el pensamiento
preconceptual.
Las relaciones que
se aprehenden con la intuición, al no superar la esfera de la configuración
imaginativa, permanecen incomponibles entre sí. El sujeto no ha alcanzado aún
la reversibilidad, porque una actuación que viene traducida simplemente en una
experiencia imaginativa, conserva aún un sentido único.
En los últimos
momentos de este período, la intuición, dominada al principio por la referencia
inmediata al fenómeno, evoluciona después hacia lo operativo. Esta operación se
produce a medida que aumentan el número de relaciones que van enriqueciendo la
perspectiva y contribuyen al descentramiento de la referencia inmediata al
fenómeno. De este modo, el niño descubre, poco a poco, cómo unas cosas implican
otras, y va despegándose progresivamente de lo que es "apariencia"
fenoménica disociada o atomizada.
3) Periodo de las
operaciones concretas: de 7 a 11 años.
En este período, se
organizan las operaciones concretas, es decir, las agrupaciones operatorias del
pensamiento construido con objetos manipulables o susceptibles de ser intuidos.
El esquema
sensorio-motriz, el pensamiento simbólico pre-conceptual y la intuición están
"centrados" en un aspecto particular del objeto, el cual, a su vez,
es percibido desde un ángulo subjetivo. Se trata pues, de una acomodación
fenoménica al objeto, y de un egocentrismo del sujeto. En cambio, con el
pensamiento operatorio, se "descentra" la aprehensión, se produce una
labor de articulación y rectificación progresiva. El pensamiento no permanece
por más tiempo adherido a los estados particulares del objeto: no se atiene más
a la particular manera de presentársele un objeto, porque coordina todos los
puntos de vista en un sistema de objetiva reciprocidad. La
"agrupación" representa, por primera vez, un equilibrio entre la
asimilación de las cosas a la acción del sujeto, y la acomodación de los
esquemas subjetivos a las manifestaciones de los objetos.
Estas agrupaciones
lógico-aritméticas y espacio-temporales, no constituyen todavía una lógica
formal aplicable a todas las nociones y razonamientos. Se trata de operaciones
que se dan únicamente con la manifestación de objetos concretos.
4) Periodo de las
operaciones formales: de 11 a 15 años y en adelante.
El pensamiento
formal que, en síntesis, viene a ser un proceso de reconstrucción de las
agrupaciones concretas que se verifica en un plano superior, madura en la
adolescencia, que es cuando aparece la reflexión.
* * *
La exposición esquemática de los periodos evolutivos evidencia cómo,
para Piaget, el problema de distinguir netamente la inteligencia de otros
mecanismos inferiores de adaptación, no parece tener excesivo interés: al fin y
al cabo, se da una continuidad evolutiva, y la cuestión de fronteras se
convierte en cuestión de etapas o de formas sucesivas de equilibrio.
Desde el punto de vista funcional, "puede decirse que una
conducta es tanto más «inteligente» cuanto la trayectoria entre el sujeto y los
objetos de su acción dejan de ser simples y requieren una composición
progresiva. La percepción no implica así más que trayectos simples, incluso si
el objeto percibido está muy alejado. Un hábito podría parecer más complejo,
pero sus articulaciones espacio-temporales quedan soldadas en un todo único,
sin partes independientes ni susceptibles de componerse separadamente. Al contrario,
un acto de inteligencia, tal como desentrañar un objeto oculto o la adquisición
de una imagen, supone un cierto número de trayectos (en el espacio y en el
tiempo), a la vez aislables y susceptibles de composición"[23]. La reversibilidad
operatoria es, por tanto, lo que caracteriza la inteligencia.
Desde el punto de
vista estructural, Piaget llega a la misma conclusión: mientras que las
adaptaciones sensorio-motrices elementales son rígidas y de sentido único, la
inteligencia se empeña en la dirección de la movilidad reversible.
"Definir la inteligencia por la reversibilidad progresiva de las
estructuras móviles que ella constituye, es volver a decir, aunque bajo nueva
forma, que la inteligencia constituye el estado de equilibrio hacia el cual
tienden todas las adaptaciones sucesivas de orden sensorio-motor y
cognoscitivo, así como todos los intercambios asimiladores y acomodados entre
el organismo y el medio"[24].
En relación con los
periodos y etapas Piaget no mantiene una clasificación fija y constante. Por
ejemplo, el período de pensamiento pre-operatorio lo divide en tres etapas en
una publicación y en dos en la siguiente; de un artículo a otro sufren ligeros
cambios, incluso los nombres de las etapas.
Por esto,
refiriéndose a las críticas contra el pensamiento de Piaget surgidas con
ocasión de los estudios sobre el aprendizaje temprano o estimulación precoz,
aclaraba Inhelder, una de sus más asiduas colaboradoras, que hay que entender
de modo flexible estas etapas del desarrollo.
II. PRINCIPALES
CONTRIBUCIONES EN EL ÁMBITO GNOSEOLOGICO
A) Concordancias con
la doctrina aristotélico-tomista
La investigación de
Piaget ha puesto de relieve diversas facetas de la actividad sensorial previa
al conocimiento, y también la estrecha solidaridad que existe entre el
conocimiento abstracto y la actividad sensorio-motriz, entre la conciencia y la
acción. En este sentido, su obra puede considerarse como una constatación
empírica de la teoría aristotélico-tomista de la cogitativa, de la inducción y,
en definitiva, de la continuidad entre el conocimiento sensible y el
intelectual.
Donde la
investigación de Piaget aporta nueva luz es en el ámbito del funcionalismo
cognoscitivo, concretamente, en la descripción del paso de las funciones más
elementales, sobre todo de la percepción, al pensamiento.
Piaget sostiene que
"antes del pensamiento existe la acción", y antes de la acción
"en acto", las tendencias a la acción. La vida psíquica se inicia con
el ejercicio de los "reflejos" que, a pesar de su simplicidad, son de
hecho "estructuras", "formas de actuar" bien definidas;
estos reflejos no son piezas rígidas, sino que se adaptan y se integran en
"formas de conducta" totalizantes. En esta continuidad solidaria, la
inteligencia sensorio-motriz pone de relieve el papel de la sensibilidad, en
cuanto condiciona en el tiempo la aparición de la inteligencia: la inteligencia
sensorio-motriz constituye así la preparación "funcional" para el
pensamiento lógico.
Uno de los textos,
quizá el más expresivo, en el que Piaget expone su pensamiento sobre el
particular, es el siguiente:
"La
inteligencia verbal o reflexiva descansa sobre una inteligencia práctica
o sensorio-motriz que se apoya, a su vez, en los hábitos y asociaciones
adquiridas para recombinarlas. Estas suponen, por otra parte, un sistema de
reflejos en los que la conexión con la estructura anatómica y morfológica del
organismo es evidente. Existe, pues, una cierta continuidad entre la
inteligencia y los procesos puramente biológicos de morfogénesis y de
adaptación al medio"[25].
Las invariantes
funcionales, que manifiestan una continuidad hasta el pensamiento en la edad
adulta, revelan un principio superior en el hombre, al que Piaget —polarizado
en la cuestión del funcionamiento en sí mismo (o en la estructura en cuanto
equilibrio de funciones)— no hace referencia, pero que se corresponde —según el
juicio de Fabro, entre otros— con la cogitativa tomista.
"Si
verdaderamente existe un núcleo funcional de la organización intelectual que
procede de la organización biológica en lo que tiene de más general, es
evidente que esta invariante orientará el conjunto de las estructuras sucesivas
que la razón elaborará en su contacto con lo real: desempeñará, de este modo,
la función que los filósofos han atribuido al a priori, es decir,
impondrá a las estructuras ciertas condiciones de existencia necesarias e
irreductibles. A veces, se ha cometido el error de considerar el a priori
como si consistiese en estructuras acabadas y dadas desde los comienzos del
desarrollo, mientras que si la invariante funcional del pensamiento trabaja
desde los estadios más primitivos, resulta que se impone poco a poco a la
conciencia, gracias a la elaboración de estructuras siempre más adaptadas al
mismo funcionamiento"[26].
Es sobre todo en
este texto y a la luz de los análisis de Piaget, donde ve Fabro la descripción
explícita de la función isagógica que tiene la cogitativa tomista con respecto
a la inteligencia: se trata —en opinión de Fabro— de la descripción
fenomenológica que el aristotelismo clásico no pudo dar. A su vez, la
concepción aristotélica (que había distinguido tres etapas fundamentales en la
estructuración perceptiva: sentidos externos, sentido común y cogitativa) da al
análisis experimental de Piaget un sustrato teórico compatible, clarificador de
sus mismos resultados[27].
La continuidad que
Piaget detecta a lo largo de toda la génesis del conocimiento, manifiesta
efectivamente la participación de la cogitativa en el intelecto. En la
descripción genética de los esquemas de asimilación-acomodación, Piaget no
parece hallarse lejos del realismo (la inteligencia regula y dirige los
procesos de intercambio con las funciones sensibles y ese intercambio es
precisamente el fruto de los esquemas).
"La
asimilación-acomodación de los esquemas, tal como es concebida por Piaget, es
una concepción que —no obstante sus evidentes intemperancias empiristas—
coincide con la naturaleza y las funciones de la cogitativa tomista"[28].
El juicio positivo
de Fabro deja entrever algunas reservas, pues, en efecto, la relación
sensibilidad-intelecto no encuentra en el pensamiento de Piaget fundamentación
acabada[29].
Hemos señalado como
la noción de inteligencia sensorio-motriz manifiesta, en el proceso genético,
el paso previo de actividad "experimental" para llegar al
conocimiento universal. Las funciones elementales (percepción, memoria, etc.),
por un proceso de solidificación, van formando los esquemas. La interacción
entre el martillear de sensaciones, percepciones, la retención de éstas por la
memoria y las diversas actitudes del niño, condicionadas en gran parte por su
indigencia (hambre, por ejemplo) van formando una trama que constituye los esquemas.
Es patente en este
planteamiento de Piaget, la analogía estrechísima con la doctrina aristotélica
de la inducción. La labor de Piaget en este sentido, por ser muy extensa
e ir avalada por una investigación sistemática y rigurosa, constituye una importante
aportación.
Por último, y dentro
de este contexto de concordancias, se puede señalar que su concepción interaccionista
del conocimiento (modelo de asimilación — acomodación) se armoniza con el
realismo tomista que pone de relieve el papel activo del sujeto en el conocer[30] : el
conocimiento de lo real se da por la conjunción de la actividad del sujeto y
del influjo del objeto; es decir, por el poder de presenciarse del objeto y por
el poder de integración y delimitación del sujeto[31].
Fabro lo expresa con
precisión en el siguiente texto: "la percepción progresa y se construye
mediante procesos de elaboración y construcción (...). La objetividad de la
percepción crece precisamente en relación a la complejidad de la construcción
en cuanto que es sólo ésta la que hace posible la presentación global e
intrínsecamente coherente de los contenidos múltiples de un objeto. La
elaboración subjetiva no contrasta entonces, sino que más bien condiciona la
objetividad perceptiva. Y Piaget, intuyendo el final del problema, observaba
que el niño en el primer período, el estado de mayor dependencia o bien de
pasividad respecto al mundo exterior, coincide con los primeros estadios de la
vida perceptiva, o sea con el subjetivismo o solipsismo más indiferenciado; el
período de actividad comparativa y constructiva señala sin embargo la aparición
y el constituirse de la objetividad.
Desde el punto de
vista de la fenomenología, la objetividad está salvada, aún más, asegurada con
mayor fuerza en la "construcción perceptiva", porque tal construcción
no es una creación absoluta, sino la actualización de las virtualidades
representativas del esquema. El esquema, a su vez, no es como lo entendía Kant,
un principio de organización de la experiencia derivado de la razón, sino que
se ha formado en el alma en dependencia de la experiencia. El esquema no es ni
siquiera, como quería el atomismo psíquico, un simple producto de sedimentación
de la experiencia, sino el resultado de un proceso de discriminación
cualitativa, realizada sobre los contenidos concretos por parte de una
facultad, ciertamente sensitiva aún (la cogitativa), pero que está bajo el
control y la dirección de la inteligencia"[32].
B) Exclusión del
apriorismo racionalista
Una primera
conclusión general de los trabajos de Piaget[33]que
parece válida y rigurosamente comprobada, es la exclusión del apriorismo
de corte racionalista: el análisis genético de la causalidad, y también el de
las nociones de sucesión y de tiempo, evidencia la existencia de
transformaciones estructurales progresivas, debidas a una elaboración lenta y
continua, estrechamente dependiente de la experiencia inmediata que el niño
adquiere del propio cuerpo y del ambiente que lo rodea.
El esquematismo
kantiano, en cambio, derivaba los esquemas en la sensibilidad desde la
espontaneidad del Verstand y limitaba el contenido únicamente a las
cualidades formales, más concretamente a la ordenación en el espacio y el
tiempo. Ya la doctrina aristotélico-tomista de la cogitativa superaba esta
doble dificultad del esquematismo kantiano, y Piaget ha corroborado esta
solución, mostrando —como escribe Fabro— "una teoría adecuada del
esquematismo, tal como es conocido por la nueva fenomenología, se resuelve en
una crítica y en un repudio decidido de la teoría kantiana (J. Piaget, La
naissance de l'intelligence chez l'enfant, Neuchâtel-París 1936, pp. 23,
273 ss), que desgraciadamente pasa todavía como la única doctrina del
esquematismo, incluso en ambientes antikantianos, en la que esquema y
esquematismo son sinónimos de categorías y de a priori"[34].
Por lo que se
refiere a la causalidad, sus análisis manifiestan que no es una categoría a
priori del espíritu, sino que se adquiere durante el desarrollo evolutivo,
por medio de sucesivas construcciones, como el resultado de todo el complejo de
actividades (percepciones, asimilaciones y funciones vitales) del niño en
reacción con el ambiente[35].
En este sentido
puede decirse que los trabajos de Piaget son una contribución positiva a la
solución del origen de la noción de causa[36].
Algo semejante hay
que decir respecto a las nociones de espacio y tiempo: las
experiencias y ricos análisis realizados por Piaget, y su teoría del
esquematismo, muestran que estas nociones no son formas a priori de la
sensibilidad externa e interna respectivamente, sino que se adquieren en el
curso de la actividad estructuradora de la inteligencia sobre la experiencia[37].
C. Confirmación de que
el "yo", al menos de modo explícito, no es el objeto primordial de la
conciencia[38].
Los análisis de
Piaget ponen de manifiesto que, en los primeros meses de la evolución
post-natal, el universo del niño es totalmente indiferenciado: sin espacio, sin
tiempo y sin objetos; consiste en un mundo de cuadros fenoménicos más o menos
fugaces, en los que no hay distinción entre lo objetivo y lo subjetivo, porque
el "yo" permanece absorbido en los cuadros exteriores.
Durante las primeras
semanas, el mundo cognoscitivo del niño se identifica con las percepciones
actualmente presentes: su universo no está constituido de cosas substanciales
exteriores al "yo" y permanentes en el ser cuando no se ofrecen
directamente a la percepción. Como señala Fabro, "lo que es, el ente o
bien la realidad, es —para el niño, durante los primeros pasos de su espíritu—,
aquellos sabores, olores, aquellas caricias, aquellas actitudes de persona...
que se hacen presentes a la conciencia en cuanto la alegran o la entristecen,
más como presencialidades respecto al surgir de estas situaciones subjetivas
que como contenidos objetivos"[39].
Inicialmente, no
existe una correlación o coordinación entre las percepciones obtenidas por los
diversos sentidos: cuando el bebé deja de tocar un objeto, éste deja de existir
para él, y vuelve a existir cuando lo percibe de nuevo. En este sentido, afirma
Piaget que el mundo del niño es un mundo puramente fenoménico, es decir,
estrechamente ligado a la aparición. Pero esto no significa —como aclara
oportunamente Selvaggi— que se trate de un mundo puramente subjetivo en
oposición al mundo real; significa solamente, que para el niño, el mundo real
se identifica con el mundo fenoménico y se agota en él[40].
Aunque, como se ha
indicado, al comienzo no existe coordinación entre las diversas percepciones,
el niño dispone de muchas regulaciones sensorio-motoras capaces de recibir
sensaciones procedentes del interior de su cuerpo y del ambiente próximo
inmediato, a las cuales puede ofrecer ciertas respuestas limitadas. Después de
un largo proceso con éxitos y fracasos, se van coordinando las diversas
sensaciones que se refieren a un mismo objeto. Se comienza por la coordinación
de succionar y del tocar (espacio oral y cutáneo), hasta llegar a
la coordinación del ver y del oír (espacio visivo y auditivo).
Esta lenta evolución psicológica, con una progresiva asimilación y acomodación
y, sobre todo, organización y coordinación, confiere a los cuadros perceptivos
mayor grado de solidez que el que tiene la percepción singular.
Aproximadamente
hacia el final del primer año y durante todo el segundo año (aunque la época
varía de un niño a otro) se adquiere definitivamente y se refuerza, cada vez
más, la convicción de la permanencia objetiva y sustancial de las cosas, con
una existencia independiente de su percepción actual y de la actividad del
sujeto.
En el progresivo
diferenciarse del campo perceptivo, el niño se interesa enseguida —inicialmente
con asombro— del propio cuerpo, manos, pies, etc. Empieza a percibir y valorar
la cercanía o distancia de los objetos con su propio cuerpo, con su propio
"yo"; se da cuenta de que su "yo" está en el mundo, forma
parte del mundo, y se distingue cada vez más claramente del resto del mundo[41].
Tenemos nuevamente
una corroboración —por vía fenomenológica— de otro de los pilares del
aristotelismo tomista: el primer movimiento cognoscitivo no es hacia el
conocimiento mismo (o hacia nosotros mismos), sino hacia lo que tenemos delante
(ob-iectum). Como dice Santo Tomás: "prius est intelligere aliquid,
quam intelligere se intelligere"[42].
III. LA PSICOLOGIA
GENETICA Y LA EDUCACION. ALGUNOS LIMITES DEL ENFOQUE DE PIAGET
A) Alcance y límites
de la doctrina de Piaget sobre el conocimiento
Una primera
aclaración resulta necesaria: toda la doctrina de Piaget sobre el conocimiento
está expuesta en términos funcionales: ésta es la perspectiva que define
su alcance y sus límites.
Con frecuencia se ha
achacado a Piaget que su concepción estructuralista y constructivista del
conocimiento y del desarrollo intelectual implica la negación de la
inteligencia como facultad y, en definitiva, del alma con sus potencias. Es
cierto también que el mismo Piaget ha criticado muchas veces las teorías
psicológicas de las facultades, refiriéndose ordinariamente a las teorías que
hacen agrupaciones convencionales, dirigidas más a clasificar que a explicar
las diversas manifestaciones de la actividad cognoscitiva.
La negación de la
facultad intelectiva del hombre al nacer, si se entiende en términos
funcionales, es una afirmación que concuerda con la concepción aristotélica de
que el intelecto, al principio, es como una tabla rasa en la que nada hay
escrito. Ahora bien, la definición piagetiana de inteligencia (el estado de
equilibrio hacia el cual tienden todas las adaptaciones sucesivas de orden
sensorio-motor y cognoscitivo) y el lugar central que ocupa en su sistema la
noción de equilibrio, o mejor, de equilibración o reequilibración, entendido
como la forma misma hacia la que tienden todos los procesos mentales[43], nos
plantea la cuestión de si, por debajo de esta función, se encuentra una
naturaleza más profunda.
Aunque Piaget afirma
que procurará extraer de su investigación datos para analizar la naturaleza del
conocimiento, su excesiva polarización en el aspecto funcional, le lleva a
confundir la naturaleza del conocimiento con la naturaleza del funcionalismo
mismo: la inteligencia viene descrita, únicamente, por leyes y características
que no se salen del ámbito funcional. Asimismo, cuando trata de dar razón de la
discontinuidad de estructuras, alega como único principio o fundamento
el de la "continuidad funcional" que hace posible que, a
partir de las estructuras perceptivas, por la interacción sujeto-objeto, surjan
las restantes, y en último término, el equilibrio del pensamiento formal. En
esta misma línea, para explicar el cambio más importante —el paso de la
percepción a la inteligencia— acude al tránsito de la irreversibilidad al
equilibrio reversible, hechos que, en efecto, pueden constatarse, pero
que no explican la naturaleza del conocimiento, ni de las demás
funciones. Por ello, en cuanto que Piaget ha absolutizado, en cierto modo,
estos principios, y ha querido ver en ellos la naturaleza misma del
conocimiento humano, podemos decir que ha reducido el orden del ser al del
obrar[44].
Intimamente
conectada con la naturaleza de la inteligencia, está la cuestión de su
capacidad para llegar a la esencia de lo real. Piaget considera que la esencia
de un objeto es su estructura lógico-matemática y que el ápice del desarrollo
intelectual se encuentra, precisamente, en el logro de las estructuras formales:
no se fija tanto en el aspecto de "captación de una realidad", como
en la "construcción operatoria", y afirma también, que el objeto
existe, pero que descubrimos sus propiedades sólo mediante aproximaciones
sucesivas, sin llegar nunca a alcanzarlo[45].
Por lo que se
refiere a la esencia de las cosas, conviene aclarar que la forma no es la
"estructura", que en sí misma consiste en un conjunto unitario y
armónico de relaciones, sino que es un acto que dimana de la
organización estructural de la materia: conocer las estructuras de los cuerpos
es, efectivamente, un camino rápido y eficaz para determina la sustancialidad y
la presencia de una forma, porque constituyen un signo adecuado (y muchas veces
inequívoco) de la esencia, pero no son la esencia misma.
En cuanto a la
naturaleza del conocimiento, Piaget señala que el conocimiento busca siempre un
límite, algo así como el cierre del sistema[46].
Pero —como señala L.B. Archideo— los instrumentos que permiten la integración y
el cierre del sistema son, en definitiva, las estructuras lógico-matemáticas,
en cuanto se vuelven muy generales y aplicables a cualquier contenido, siendo
progresivamente más independientes de la experiencia. Por tanto, hay una
tendencia cada vez mayor a separarse de lo real, y queda sin respuesta el
problema del retorno de las estructuras a lo concreto, porque falta la función
mediadora que el tomismo pone en la cogitativa[47].
Lo que se encuentra
en Piaget es, por tanto, una descripción funcional, todo lo analítica y
detallada que se quiera, pero sólo funcional. Piaget quiso, sin embargo, dar un
alcance mayor a sus afirmaciones y, en la medida en que lo hace, dejan de
tener, en ese contexto, rigor científico.
En suma, si la
epistemología genética de Piaget se considera como una filosofía o
interpretación de la naturaleza del conocimiento, es claro que su
concepción se reduce a un estructuralismo evolucionista. Pero cabe
interpretarla como el fundamento experimental de las operaciones cognoscitivas
y de la capacidad de habituación y desarrollo de la inteligencia que, aunque de
naturaleza espiritual, está en continuidad con la sensibilidad. Esta última no
es, desde luego, la interpretación y el alcance que quiso darle Piaget.
B) La concepción del
aprendizaje y la formación intelectual. Pautas pedagógico-didácticas[48]
Toda concepción del
conocimiento entraña una visión del aprendizaje. De los trabajos de Piaget y
colaboradores se desprende un estilo pedagógico-didáctico que trataremos de
resumir a continuación en sus líneas esenciales.
a) Aprender
no es tanto recibir unas enseñanzas o posesionarse de unos contenidos: es,
principalmente, adquirir los esquemas necesarios para la comprensión de la
realidad. La carencia de esquemas de asimilación hace al sujeto
intelectualmente ciego para las propiedades correspondientes de las cosas. Por
eso, el aprendizaje debe atender a los procesos constructivos, porque
son éstos los que posibilitan las nuevas construcciones en contextos
operacionales distintos, al mismo tiempo que desarrollan la capacidad
estructurante y comprensiva de la realidad.
Uno de los mensajes
más importantes de la teoría piagetiana es, en efecto, que los niños adquieren
conocimientos mediante la actividad: el significado y la comprensión se
obtienen a través de la acción sobre los objetos y las cosas que se deben
conocer, en dependencia de los mecanismos nerviosos y también en función de un
cierto ejercicio verbal. Piaget no concede gran importancia a los contenidos, a
los programas, sino a la conquista personal del saber por medio de la investigación
libre y del esfuerzo espontáneo: el conocimiento de un hecho vale únicamente en
función de los procesos de descubrimiento que han permitido establecerlo[49].
b) Como la
adquisición de los esquemas es el resultado de una actividad del
individuo que viene, en gran parte, desencadenada por estímulos externos,
interesa conocer cuáles son los estímulos adecuados para proporcionar al niño
la posibilidad de ejercitar los esquemas intelectuales que posee y que le
conducirán a una reestructuración de nivel más evolucionado, acelerando así su
madurez intelectual.
c) Estas
consideraciones encuadran la función del profesor y del alumno en el
aprendizaje. El niño es el protagonista y el creador de su propio
aprendizaje: es él quien debe modificar su propio pensamiento y construir
otro más acorde con la realidad, dejando que sea la misma realidad, las
propiedades inherentes a los objetos, quien se encargue de invalidar los
razonamientos inadecuados.
La función del
profesor se concreta, por
tanto, en buscar situaciones que permitan al niño construir las operaciones que
debe adquirir, apelando a los esquemas de que ya dispone el niño para que, a
partir de ellos, desarrolle la nueva operación. Debe mantener —según Piaget—
una actitud neutra, sin dejar entrever su manera de pensar, sin corregir
directamente, ni dar la solución correcta, porque, si procediese de este modo,
sería muy posible que el niño aceptase la solución correcta pero como una
creencia, apoyado en la autoridad del maestro, como un aprendizaje mecánico, y
se eliminaría todo el proceso que debe seguir el niño para construir las
nociones operativas. Sí puede, en cambio, el profesor formular preguntas (sin dar
la solución) consecuentes con las afirmaciones del niño, dirigidas a que éste
generalice los razonamientos correctos y a crearle las condiciones perceptibles
por él cuando éstos sean incorrectos, para que el niño se dé cuenta por sí
mismo de los errores colocándose en una situación de contradicción o de
contraste que le induzca a rectificar.
d) Como los nuevos
esquemas se apoyan sobre construcciones anteriores que los hacen posibles, es
importante tener en cuenta dos factores al planificar el aprendizaje: el nivel
actual de evolución cognoscitiva del niño y el nivel que, según la génesis
normal, sucede a éste. Y también, dentro de cada estructura, hay que promover
la adquisición de los esquemas previos que la suponen[50].
e) Por estos cauces,
la concepción piagetiana, junto con otras teorías, ha contribuido a hacer
gravitar la didáctica en torno a los estudios psicológicos, en lugar de hacerlo
sobre los contenidos. Principio fundamental de Piaget es que la práctica
educativa deber ser más coherente con el conocimiento que se tiene del
desarrollo del niño.
"Es
sorprendente constatar que, en virtud de una tradición que grava fuertemente
sobre la enseñanza, se piensa que, para enseñar correctamente matemáticas basta
conocerlas, sin preocuparse del modo como se construyen las nociones en el
pensamiento del niño. En cambio, estudiando desde el punto de vista psicológico
el desarrollo de la inteligencia matemática del niño y del adolescente, se
encuentran una serie de constataciones importantes para la enseñanza"[51].
f) Por último, otra
directriz didáctica, puesta de relieve por los planteamientos piagetianos
—aunque, obviamente, no guarda una relación de absoluta necesidad con sus
presupuestos, pues podría deducirse también de otros planteamientos— es la
necesidad de prestar atención a la asimilación verdadera, en lugar de
prestársela al resultado perceptible del aprendizaje. En este sentido, y
partiendo del concepto piagetiano del conocimiento como construcción, la
técnica didáctica debe evitar el peligro de memorizar y para ello, en lugar de
ofrecer un conocimiento ya acabado, se orientará a ofrecer la posibilidad de
seguir todos los pasos necesarios para su construcción.
La didáctica de
inspiración piagetiana propugna el uso abundante de ejemplos, y la explicación
de los mismos hechos utilizando términos y procedimientos diversos, para evitar
que las ideas queden indisolublemente unidas a alguna fórmula verbal o a un
determinado contexto accidental. Por las mismas razones, y para favorecer la
generalización y movilidad de los esquemas, promueve el trabajo de los alumnos
de modo que lleguen a la misma solución por caminos diversos. Esto explica la
importancia que Piaget concede a las actividades socializadas: al
obligar al niño a tener en cuenta los enfoques y puntos de vista de los demás,
los distintos modos como resuelven los problemas, etc., se favorece la
movilidad de las operaciones.
Según Piaget, el
desarrollo de la personalidad intelectual presupone necesariamente la
intervención de un ambiente colectivo que, simultáneamente, es también formador
de la personalidad moral.
"No se podría
construir una verdadera actividad intelectual, bajo forma de acciones
experimentales y de investigaciones espontáneas, sin una libre colaboración de
los individuos, es decir, de los alumnos entre sí y del profesor con los
alumnos. La actividad de la inteligencia supone no sólo continuas estimulaciones
recíprocas, sino, sobre todo, el mutuo control y el ejercicio del espíritu
crítico, que conducen al individuo a la objetividad y a la necesidad de
demostración. Las operaciones de la lógica son siempre co-operaciones e
implican un conjunto de relaciones de reciprocidad intelectual y de
co-operación, tanto en el ámbito moral como en el racional"[52].
Como primera
aproximación valorativa, podemos decir que estas líneas didácticas, tomadas
únicamente en lo que tienen de directrices metodológicas, pueden ser útiles y
tienen, de hecho, puntos positivos. Su fecundidad se ha mostrado principalmente
en la adquisición de nociones y operaciones de carácter matemático y geométrico[53].
Al respecto, es
interesante, sin embargo, señalar dos cosas. En primer lugar, que estas
sugerencias para la actividad didáctica no están ligadas de manera necesaria a
los presupuestos piagetianos: se trata de orientaciones o modos de enseñanza a
los que puede llegarse también desde otros presupuestos. En la elección de un
estilo de enseñanza intervienen también otros factores, como son la concepción
que se tenga de la educación, lo que la experiencia educativa vaya mostrando
como más eficaz, etc[54].
Los procedimientos
didácticos que propone Piaget para asegurar la transferencia[55]
son modos posibles —no los únicos— para lograrla, y tampoco están unidos
indisolublemente a su concepción psicológica.
Si atendemos a la
base filosófica que, en el caso de Piaget, sustenta estas directrices
didácticas —aunque ya hemos señalado que no guardan con ella una relación de
dependencia intrínseca— hay que concluir que si se asume su estructuralismo
como única base para una teoría del aprendizaje a la que quiera darse un
alcance ontológico, significaría cerrar el camino al plano metafísico[56].
Por último, cabe
señalar también el peligro de polarización didáctica, prestando atención única
o casi exclusiva al estudio psicológico del sujeto; peligro no lejano, cuando
falta un fundamento filosófico realista que permita integrar las diferentes componentes
educativas a la luz de la realidad de la persona humana y del fin
del hombre[57].
C) Aplicación de las
teorías de Piaget en el aprendizaje genético de las nociones
Hemos hecho
referencia a la fecundidad de los estudios psicológicos piagetianos acerca de
la génesis de las nociones como número, espacio, tiempo, movimiento,
equivalencia, y también de operaciones como división, clasificación, etc. para
proponer enfoques didácticos eficaces, tratando de adecuar el contenido de la
educación al nivel de desarrollo cognoscitivo del alumno. Estas investigaciones
son útiles también para la construcción de instrumentos de evalución del
desarrollo intelectual de cada niño, de sus aptitudes específicas para el
estudio, de sus disposiciones para diversos tipos de instrucción (matemáticas,
lengua, etc.).
Los trabajos sobre
la sucesión de las formas cognoscitivas, se han revelado también fecundos en la
rehabilitación psicomotriz de retrasados mentales y de personas que han sufrido
lesiones cerebrales, pues esta rehabilitación ha de hacerse siguiendo los
niveles evolutivos. Pero, como el estudio de Piaget se centra preferentemente
en los factores relativos al individuo (factores endógenos), considerando el
medio únicamente como el campo sobre el que se ejerce la actividad del sujeto,
queda abierto un campo enorme de investigación. Muchos de los estudios actuales
se dirigen, precisamente, al mejor conocimiento los factores exógenos que
intervienen en la adquisición de las estructuras, y a la investigación detallada
de los modos, estrategias mentales y formas concretas de acceso a esas
estructuras, de las que Piaget ha estudiado únicamente los aspectos más
generales de su evolución genética.
No puede extenderse
este juicio positivo a otros campos, concretamente al camino seguido para la
adquisición de nociones fundamentales como espíritu, Dios, libertad,
etc. Fabro, junto a los elogios que dedica a los estudios de Piaget sobre la
percepción y la génesis de las nociones mencionadas en el párrafo anterior,
señala también la estrechez de su perspectiva cuando se aplica a la
consideración genética de las nociones más elevadas[58].
En efecto, en el
ámbito de las matemáticas o de la lingüística, interesa mucho conocer los
estadios evolutivos, descubrir las nociones y elementos previos —más sencillos—
que resultan necesarios para la comprensión de una fórmula o estructura
superior. Adecuarse al desarrollo evolutivo, seguir su gradualidad, es aquí
condición para una didáctica eficaz, porque se trata de nociones de carácter
técnico —neutras— sin relevancia para la conducta moral. Garantizar aquí la
adquisición clara de una noción y no proceder con la siguiente hasta haber
logrado este objetivo, puede ser una buena directriz.
Pero cuando se trata
del concepto de Dios, de espíritu, o de nociones que se refieren a la moralidad
de la conducta humana, la situación es diversa: resulta necesario ir más allá
de un esquema de sucesión cognoscitiva y hacer intervenir otros parámetros que
Piaget no considera.
Es cierto que el
niño no puede, en la edad infantil, forjarse un conocimiento acabado y
completo de Dios. Pero no se deduce de aquí que sea inútil y, muchos menos,
pernicioso, hablarle de Dios. Se ha de tener en cuenta en primer lugar, que
tampoco llegan muchos adultos a una noción teológica de Dios que exige en el
hombre el pleno ejercicio del pensamiento lógico abstracto. Además, los
análisis fenomenológicos de la noción de Dios (que ponen de manifiesto, por
ejemplo, que el niño imagina a Dios como un anciano con barba blanca) no
permiten concluir, con rigor científico, que el niño está privado del verdadero
concepto de Dios: esta conclusión precipitada y poco perspicaz, confunde la idea
con su imagen, olvidando que la imagen es una ayuda del concepto, pero
no su verdadero contenido. Bastaría observar como para el niño no acaba todo en
esa imagen, sino que la idea de Dios ocupa un puesto en su vida, dando, entre
otras cosas, cierto sentido de responsabilidad a sus acciones.
Como señala Fabro,
es experiencia de todos los educadores que tratan de cultivar la vida
espiritual del niño, que es capaz de entender estas realidades más altas,
aunque a su modo, es decir, con el presentimiento más que con la lógica. Para
muchos, el primer contacto con el Invisible, con el Trascendente ha sido sin
mediación de razonamientos. "Se podría decir que la ilación de Dios en el
niño sigue un camino directo, desde lo positivo (finito) a lo positivo
(infinito) sin pasar a través del momento dialéctico de lo negativo, a través
del conocimiento reflejo de la suficiencia y contingencia de lo finito, como
hace el adulto, y especialmente la filosofía. Dios entra a formar parte del
mundo infantil, sin encontrar dificultad u oposición, como un momento o un
elemento indispensable de este mismo mundo"[59].
Por tanto, la
gradualidad como principio didáctico, no hay que entenderla en estos casos como
desarrollo sucesivo de lo menos complejo a lo más complejo. Por ejemplo,
el núcleo central del concepto de Dios como Creador, Eterno, Infinitamente
perfecto, Omnipotente, etc. puede presentarse muy precozmente en el alma del
niño, aunque sólo en la segunda infancia (después de los 6-7 años
aproximadamente) se forma el concepto de espíritu. "Se puede, pues,
concluir (contra Piaget y la pedagogía materialista e idealista) que el niño
acepta las verdades religiosas, incluso de orden sobrenatural, con tal que
no parezcan contradictorias. Las vacilaciones de su pensamiento y los
errores formales son comprensibles porque el niño, a causa de su estrecho
horizonte representativo y de la inestabilidad de la conciencia que se viene en
él organizando, no está todavía en situación de comprender todas las
consecuencias de un principio"[60].
A modo de síntesis,
se puede concluir que el sistema piagetiano hace difícil dar cuenta de algunas
formas de inteligencia filosófica, religiosa y artística, cuya riqueza no cabe
en los esquemas de la adaptación entendidos como puro equilibrio de
asimilación-acomodación.
D) La educación moral[61]
Piaget da un alcance
general a su concepción constructivista e interaccionista: la inteligencia no
es más que uno de los modos de conducta, y el modelo de evolución cognitiva
puede aplicarse a todas las demás conductas. Bajo este prisma, considera que la
afectividad no es más que una "distribución de energía" coordinada
con la inteligencia. Su modo confuso de entender la voluntad y la afectividad
da lugar a un planteamiento incierto de la moral.
Los cauces por los que
discurre la formación moral, son sustancialmente los mismos que recorre la
educación intelectual: la educación forma un todo que no es posible disociar.
Así lo expresa Piaget: "No es posible formar personalidades moralmente
autónomas, si en otros campos el individuo se somete a una coacción intelectual
que lo limita al aprendizaje bajo órdenes, sin dejarle descubrir por sí mismo
la verdad: si es pasivo intelectualmente, no puede sentirse libre moralmente.
Recíprocamente, si su formación moral consiste sólo en la sumisión a la
autoridad adulta, y si las únicas relaciones sociales de la vida escolar son
las que mantiene cada alumno individualmente con un profesor que detenta todos
los poderes, tal alumno no puede ser activo intelectualmente"[62].
El error no está en
señalar la estrecha conexión que existe entre pensamiento y conducta moral,
sino en su concepto de autonomía y de libertad. Siguiendo un método analítico,
aborda conceptos tan complejos como los de conciencia moral, libertad, normas
jurídicas, derecho, partiendo de unos principios filosóficos no exentos de
ambigüedad, debido principalmente a la ausencia de una fundamentación
metafísica; así, por ejemplo, en ocasiones afirma que el conocimiento humano es
esencialmente colectivo y, al no aclarar suficientemente si hace esta
afirmación en sede sociológica u ontológica, resulta incierto el valor que
confiere a la responsabilidad personal[63].
Piaget pone en la
base del desarrollo moral la noción de autonomía, que tiene como
correlato pedagógico el fomentar al máximo la autodisciplina[64].
Por lo que se
refiere al primer aspecto, entiende la libertad como ausencia total de coacción
externa en la formación y no como autodeterminación y respuesta hacia el bien.
Supone, asimismo, que el desarrollo moral debe tener lugar en una atmósfera
moralmente neutra. Aunque estos planteamientos tienen raíces más lejanas (Kant,
Dewey), su influjo immediato en teorías educativas actuales se ha debido
principalmente a las teorías de Piaget, entre otras[65].
Coherentemente con
este enfoque, los programas de educación moral de Piaget se oponen a la
influencia religiosa exterior al niño, viendo tales influencias como una
restricción de la libertad y del crecimiento intelectual[66].
Junto con la
negación del derecho natural y de la metafísica, las objeciones anteriormente
expuestas indican las deficiencias más importantes del pensamiento de Piaget[67], con
independencia de que algunos de sus análisis fenomenológicos sobre nociones con
relevancia moral y ciertas indicaciones de carácter didáctico —aisladas de sus
presupuestos— puedan ser acertadas.
IV. EPISTEMOLOGIA GENETICA. FILOSOFIA
A. El Proyecto de una
epistemología genética
Piaget más que
psicólogo se considera epistemólogo, e intenta el ambicioso proyecto de
construir una teoría general y universal, que dé cuenta de las relaciones
existentes entre el sujeto cognoscente y lo conocido[68].
Piensa que si se
parte del objeto y del sujeto en sí y a priori, o bien, a posteriori,
en el conocimiento constituido, se llega necesariamente a epistemologías
múltiples e irreductibles entre sí, porque son solidarias con una metafísica
del espíritu o del mundo exterior, o de ambas. En conformidad con este
planteamiento, se inclina más a "justificar" una epistemología que a
"construirla" o fundarla[69].
Su proyecto
epistemológico quiere ser un esquema explicativo de todos los ámbitos y órdenes
del conocer: "la epistemología genética es una ciencia interdisciplinar
que estudia las condiciones necesarias y suficientes que hacen posible el
conocimiento —incluyendo el conocimiento animal y el humano (y éste desde el
conocimiento del recién nacido hasta el del científico)—, así como el
desarrollo histórico del conocimiento desde su estado de validez inferior a
otro de validez superior"[70].
En suma, vemos en el
itinerario seguido por Piaget, una tendencia creciente a interpretar los datos
y experiencias —en su mayor parte valiosos— en función de algunos esquemas
preconcebidos (modelos estructurales pre-establecidos) que dan lugar a
extrapolaciones que carecen del rigor científico que efectivamente tienen
muchos de sus experimentos.
Según esta línea
directriz, se interesa por el desarrollo de las diversas nociones y
conocimientos a lo largo de la historia, incluyendo el estudio de la
evolución de las ciencias (método histórico-crítico), y por la génesis del
conocimiento en el individuo, desde su nacimiento hasta la edad adulta
(método psicogenético).
Congruentemente con
su enfoque funcionalista, lo que busca en el estudio histórico y en el del
individuo no es tanto el punto de partida o el equilibrio final, como la misma
ley de la construcción, es decir, el sistema operatorio en su constitución
progresiva.
Para ilustrar el
procedimiento que sigue, tratando de unificar el análisis histórico-crítico con
el psicogenético, puede ser de utilidad un ejemplo concreto. Toma un concepto
—el de fuerza— dentro de un campo científico particular (la física), y
analiza cómo ha cambiado su significado científico desde los tiempos anteriores
a la civilización griega, hasta el momento presente. A continuación, intenta
mostrar los paralelismos fundamentales entre la evolución histórica y
ontogénica de este concepto: en ambas evoluciones hay un progresivo despojarse
de adherencias egocéntricas arraigadas en la experiencia personal del esfuerzo
corporal, para alcanzar una concepción objetiva que sea independiente del yo[71].
La interpretación
histórico-crítica que hace Piaget, pone de manifiesto el influjo en su
pensamiento de algunos principios evolucionistas. En efecto, al admitir una
analogía radical (homología) entre los primeros años de la vida de un hombre y
las primeras manifestaciones culturales de humanidad, se muestra partidario del
filogenismo. En este punto, se observa, también en Piaget el influjo que
ha ejercido en la psicología la ley biogenética de Haeckel (la ontogenia es un
resumen de la filogenia) y las ideas evolucionistas de Spencer y Baldwin[72].
En el caso de
Piaget, aunque la trasposición adquiera un carácter más complejo, lógico y
elaborado, en sustancia, la línea directriz sigue siendo la misma. Se trata de
un principio de interpretación que presenta dos dificultades: su carácter
hipotético, ya en el ámbito biológico[73], y
la extensión indebida del campo biológico al psicológico[74].
Por último, la
homología que establece entre el período infantil y las primeras
manifestaciones culturales de la humanidad, con la consideración de un progreso
igualmente paralelo, es decir, cumulativo y lineal, está en la raíz de
su desprecio por la especulación de los antiguos, especialmente de Aristóteles,
al que se suele referir.
B) Filosofía y
ciencias
La consideración que
hace Piaget de la filosofía, de las ciencias y de las relaciones entre estos
órdenes del saber, tiene también dos vertientes: histórica y
teórico-especulativa.
En este punto nos
limitaremos a indicar esquemáticamente —trayendo a colación algunos textos— dos
puntos que, a nuestro juicio, están en la raíz de las restantes afirmaciones de
Piaget sobre estas cuestiones: la reducción del conocimiento a lo que resulta
empíricamente verificable, con la consiguiente negación de la metafísica, y la
relación de dependencia de la filosofía respecto a las ciencias. Para el
primero, sigue preferentemente —aunque no en exclusiva— una vía de estudio
teórico-analítica; el segundo, en cambio, lo aborda fundamentalmente con una
perspectiva histórica. Con todo, esta distinción de método no es clara, ya que,
como hemos visto, el procedimiento histórico-crítico —de acuerdo con el
principio filogenético— sigue la trayectoria psico-genética, y ésta, a su vez, repite
los eslabones del desarrollo cultural.
Piaget considera que
conocimiento científico es únicamente el que puede someterse a la verificación
empírica o al control lógico o biométrico[75]. La
metafísica, al no regularse ni por el principio de verificación empírica ni
tampoco por el control deductivo subordinado a algoritmos lógico-matemáticos,
tiene cerrada la vía del progreso, pues no encuentra modo de rectificar los
errores cometidos. Así, concluye, la metafísica no ha hecho ningún progreso
desde Platón hasta Heidegger[76].
Piaget tiene una
visión muy pobre de la filosofía. Considera que es simplemente una toma de
posición frente a la vida y el mundo: "todo hombre que piensa, adopta
o se hace una filosofía, aun cuando a sus ojos, su concepción de conjunto y su
comprensión de los valores sean aproximativos y personales"[77].
En esta misma obra,
para diferenciar la filosofía de otras tomas de posición puramente prácticas o
afectivas, y también de las creencias sencillamente admitidas, sin una
elaboración reflexiva (moral, fe, etc.), afirma que "la filosofía es una
toma de posición razonada con respecto a la totalidad de lo real"[78].
Pero su concepto de
totalidad de lo real resulta ambiguo y subjetivo: no se trata de la totalidad
de lo real en cuanto tal, de lo realmente existente, sino la mera intención
(o aspiración) de llegar a un saber total. La filosofía no se caracteriza, por
tanto, ni siquiera por su extensión a la totalidad de las cosas que son; para
considerar como filosófico un saber, bastaría elegir un ámbito cualquiera y
asumirlo como si fuese la totalidad de lo existente. Esta concepción es la que
se deduce de muchas de las afirmaciones contenidas en su obra Sabiduría e
ilusiones de la filosofía. Por ejemplo, para Piaget: "existen
filosofías según las cuales la cosa en sí existe, pero es incognoscible; la
toma de posición frente a ella se apoya entonces sobre la razón práctica, sin
que por ello tales filosofías dejen de considerar la totalidad de lo real.
Otras filosofías, como el materialismo dialéctico, parecen al contrario limitar
esa totalidad al universo sensible o espacio-temporal (...) Es, pues, evidente
que el materialismo entra también en la definición propuesta (...) con todos
los caracteres de una posición razonada sobre la totalidad de lo real, ya que
la noción de totalidad es central en el marxismo"[79].
Cuando Piaget ataca
la filosofía, se refiere a la metafísica[80], y
de la metafísica tiene esa visión empobrecida a la que hemos aludido: un
discurso que escapa al control empírico y, por tanto, un ámbito donde cada uno
puede decir lo que le parezca[81]. De
hecho, Piaget ignora la metafísica y reduce la filosofía a epistemología con
las características que hemos indicado en el punto anterior.
Respecto al desarrollo
histórico seguido por la filosofía y las ciencias, y sus mutuas relaciones, las
afirmaciones de Piaget son gratuitas, y tienen su origen en los esquemas
cientistas desde los que interpreta los hechos.
Según Piaget, la
mayor parte de los sistemas filosóficos han nacido de una reflexión sobre las
ciencias, o de proyectos que hacían posibles nuevas ciencias[82].
Esto explica que se interese únicamente por los filósofos que han elaborado una
teoría del conocimiento[83].
Al tratar de
establecer las relaciones de dependencia entre la filosofía y las ciencias,
concede la primacía a estas últimas, haciendo derivar de ellas la filosofía:
"Parece incontestable —escribe Piaget— que los sistemas más grandes de la
historia de la filosofía, es decir, los que han dado nacimiento a otros
sistemas y han ejercido ellos mismos una influencia duradera, han nacido todos
de una reflexión sobre los descubrimientos científicos de los mismos autores o
sobre una revolución científica propia de su época o inmediatamente anterior:
así, Platón con las matemáticas, Aristóteles con la lógica y la biología,
Descartes con el álgebra y la geometría analítica, Leibniz con el cálculo
infinitesimal, el empirismo de Locke y de Hume con sus anticipaciones de la
psicología, Kant con la ciencia newtoniana y sus generalizaciones, Hegel y el
marxismo con la historia y la sociología e incluso Husserl con la logística de
Frege. Y, notémoslo a título de contraprueba, los sistemas sin vínculos con las
ciencias no han llegado a una epistemología original y todos han puesto el
acento sobre la defensa y la interpretación de los valores, en una teología
trascendente con Plotino, rigurosamente inmanente con Spinoza o en un idealismo
radical con los postkantianos alemanes"[84].
Sin entrar en la
discusión de las tesis mencionadas, remitimos a tres estudios en los que se
pone de manifiesto la tesis contraria: el influjo fundamental que han tenido
las cosmovisiones religiosas y metafísicas en la génesis de la ciencia. Y más
exactamente, la cosmovisión cristiana, con el dogma de la creación divina que,
al mostrar el mundo como una obra racional, pero a la vez no necesaria, y dando
la suficiente confianza en la capacidad cognoscitiva del entendimiento humano,
hizo posible la actitud científica de fondo adecuada[85].
Esto no significa
que el conocimiento de la creación dé lugar necesariamente a la ciencia, sino
que constituyó una base suficientemente fuerte para permitir que la ciencia
iniciada por los griegos, y debidamente asumida, se convirtiera en una empresa
con sentido de progreso ininterrumpido.
C) Convergencias con
el marxismo
Piaget no es un
pensador marxista ni se inspira en el marxismo. Sin embargo, en los últimos
años, desde varias partes, se han trazado paralelismos entre sus teorías y el
materialismo histórico de Marx.
En efecto, estas dos
concepciones, aunque en ámbitos muy diversos, son teorías
genético-estructuralistas y ambas conceden mucho espacio a conceptos fundados
en la actividad (la acción para Piaget, la praxis para Marx). Además, estas dos
teorías subrayan la importancia de la contradicción que, para Marx, es un
importante factor causal de la superación de un determinado estado y, para
Piaget, una de las razones que motivan el cambio o el progreso cognoscitivo.
También, su estructuralismo dinámico y su biologismo generalizado suponen, de
hecho, un materialismo dinámico[86]. El
mismo Piaget afirma que son claras las convergencias entre su pensamiento y la
dialéctica marxista, pero que se trata de convergencias, no de influencias[87]. Al
parecer, en los últimos años, el acercamiento de Piaget hacia las posiciones
marxistas fue más definido[88]. En
la página 160 de esta obra reconoce explícitamente el parentesco de su posición
constructivista con el principio epistemológico fundamental del marxismo. Pero
ya anteriormente —aunque quizá de modo no tan explícitamente reconocido— estaba
presente este parentesco[89].
En esta obra, al
interpretar lo que llama "modelos sociológicos", critica claramente a
Durkheim y a Pareto y exime, en cambio, de dicha crítica a Marx. Es difícil dar
un juicio claro al respecto, debido al eclecticismo que caracteriza el
planteamiento filosófico piagetiano y a su ambigüedad. En cualquier caso, es un
hecho que el pensamiento de Piaget está siendo ampliamente utilizado por los
filósofos marxistas[90].
Según Lucien Goldmann, lo que ha hecho Marx con la historia, lo ha realizado
Piaget con la psicología: ambos han mostrado la estrecha vinculación existente
entre la estructura categorial de todo pensamiento humano y la praxis[91].
V. CONCLUSIONES
Los resultados de
las experiencias de Piaget, especialmente las recogidas en sus primeras obras
(etapas evolutivas, sobre todo lo relativo al período sensorio-motor; génesis
de las nociones de espacio, tiempo, movimiento, número, etc., modelo de
asimilación-acomodación-adaptación: su psicología genética, en definitiva), por
tratarse de observaciones y estudios analíticos rigurosos, constituyen aportaciones
de valor indudable, con independencia del alcance que, sobre todo,
posteriormente, quiso darles el mismo Piaget al integrarlas en su planteamiento
epistemológico. Las interpretaciones del autor son con frecuencia gratuitas,
porque partiendo de su teoría constructivista, hace violencia a las
observaciones empíricas, para adaptarlas a modelos previamente establecidos.
Los estudios mencionados constituyen la aportación positiva de la obra de
Piaget, y se encuentran aquí elementos valiosos, tanto para un planteamiento realista
del conocimiento, como para realizar una confrontación muy al caso con las
epistemologías contemporáneas.
De estos estudios
pueden dimanar también directrices pedagógico-didácticas válidas y eficaces,
especialmente en la línea de una revisión de los programas de modo que los
contenidos se adecúen mejor a las etapas del desarrollo evolutivo. Sus análisis
parecen tener mayor aplicación en el área de las matemáticas y de la
lingüística, y menos en otros ámbitos como el de la filosofía, la religión, el
arte, etc., aunque también aquí —evitando la confusión de la imagen con el
significado— pueden encontrar algunas aplicaciones.
Donde, sin duda, su
fecundidad se ha mostrado mayor, es en la enseñanza de retrasados mentales, y
personas que han sufrido lesiones cerebrales, porque el conocimiento minucioso
de los pasos que deben recorrerse en la adquisición de las estructuras
necesarias para la comprensión de los conceptos, ha permitido crear los métodos
didácticos adecuados. La psicología genética se está mostrando muy eficaz
también en la prevención de la demencia senil, porque se ha constatado que la
pérdida de las facultades mentales sigue el ritmo genético inverso al de su
adquisición; la rehabilitación debe hacerse, por tanto, siguiendo los niveles
evolutivos. Esta última aplicación es fruto de estudios posteriores, que Piaget
no llegó a conocer.
La psicología
genética de Piaget, debe leerse en clave funcional. Muchas de sus afirmaciones
son correctas cuando se entienden como descripciones funcionales, pero dejan de
serlo si se les pretende dar alcance ontológico. Recogemos un ejemplo que puede
ser ilustrativo: "Las cosas no son nunca conocidas en sí mismas, porque la
labor de acomodación no es posible sino en función del proceso inverso de
asimilación" (J. PIAGET, La naissance de l'intelligence, p. 15).
"Durante los
primeros meses, el objeto no existe fuera de la acción, y la acción sola le
confiere sus cualidades constantes. En el otro extremo, por el contrario, el
objeto es conocido como una sustancia permanente, independiente de la actividad
del yo, y que la acción encuentra a condición de someterse a ciertas leyes
exteriores a ellas" (J. PIAGET, La construction du réel, p. 97).
Estas expresiones
dan pie para presumir un trasfondo kantiano y racionalista pero, desde el punto
de vista metodológico (funcional) —como, en este caso, es el de Piaget— se
trata más bien de expresiones con sentido prevalentemente descriptivo: se
utilizan con vistas a poner de relieve la actividad del sujeto que, en el orden
funcional, aparece con anterioridad al desarrollo de la inteligencia, así como
la interacción entre sujeto y objetos que se observa en el desarrollo genético
de la personalidad humana.
Conviene advertir,
sin embargo, que Piaget, con frecuencia, interpreta sus experiencias dándoles
alcance ontológico.
Su epistemología
genética, en cambio, es pródiga en afirmaciones gratuitas, pero, al no derivar
con una conexión necesaria y lógica de sus experiencias, ni reciben fundamento
de éstas, ni anulan su validez.
VI. BIBLIOGRAFIA
A. Obras que ofrecen
una visión de conjunto del pensamiento de Piaget:
1. J. H. FLAVELL, La
psicología evolutiva de Jean Piaget, Ed. Paidos, Buenos Aires 1979.
Una de las mejores
síntesis de la psicología piagetana. Contiene también breves referencias
críticas.
2. R. VUYK, Panorama y
crítica de la epistemología genética de Jean Piaget 1965-1980, 2 vol., Ed.
Alianza Universidad, Madrid 1984.
El volumen primero
es una síntesis del pensamiento de Piaget en el periodo 1965-1980. El segundo
volumen ofrece una panorámica de las críticas hechas al trabajo de Piaget. Útil
para conocer las críticas de muchos autores a los distintos desarrollos de
Piaget y por las abundantes referencias bibliográficas, tanto de las obras de
Piaget (vol. I) como de los escritos sobre su pensamiento (vol. II). Hay que
tener en cuenta, sin embargo, que se trata siempre de críticas internas, o
hechas desde una epistemológica parcial. Esta perspectiva es congruente con el
relativismo y el escepticismo que parecen dominar la visión de la autora:
"Cuando se le critica, muchos autores querrán saber con certidumbre cuándo
y dónde no tiene razón Piaget, pero quien espere una respuesta definitiva se
sentirá desengañado. Estoy convencida de que sólo se puede dar esa respuesta
sobre la base de una epistemología y una teoría propias (...). Si sólo podemos
juzgar una teoría sobre la base de una teoría superior que le sigue,
necesitaríamos una teoría que fuese más allá que Piaget para dar respuestas definitivas"
(vol. I, pag. 30). Aún teniendo la utilidad señalada, esta obra es solamente
apropiada para especialistas.
B. Aplicaciones de la
psicología piagetiana a la enseñanza
1. H. AEBLI, Una
didáctica fundada en la psicología de Jean Piaget, Ed. Kapelusz, Buenos
Aires 1958.
Flavell considera
esta monografía como la mejor fuente para comprender el pensamiento de Piaget
acerca del método educativo. También contiene una síntesis clara y ordenada de
la psicología de Piaget (capítulos III a VI).
2. B.J. WADSWORTH, La psicopedagogia nel pensiero di Jean Piaget, La Scuola, Brescia 1985.
Puede ser de
utilidad para conocer la aplicación que han tenido algunos principios
piagetianos a la enseñanza de conceptos matemáticos, historia, aprendizaje de
la lectura, etc.
3. M. MORENO — G. SASTRE,
Aprendizaje y desarrollo intelectual, Ed. Gedisa, Barcelona 1980.
Libro dedicado,
especialmente, a la aplicación de las teorías de Piaget al aprendizaje de
personas con dificultades escolares y deficientes mentales.
4. L.B. ARCHIDEO, La actualidad de la cogitativa tomista. Su importancia en la Pedagógica actual. Atti dell' VIII Congreso Tomistico Internazionale (L'uomo e il mondo nella luce dell'Aquinate) Studi Tomistici, 16, Pontificia Accademia di S. Tommaso, Libreria Editrice Vaticana, 1982 (pp. 79-88).
Ofrece una acertada
valoración crítica acerca de las posibilidades de la psicología piagetiana para
fundar una teoría del aprendizaje.
5. J. RASSAM, Le
professeur et les élèves, Revue Thomiste (1976) 1.
Este ensayo —aunque
no se refiere específicamente al tema de este apartado— puede ser útil para
enjuiciar algunas insuficiencias en la aplicación de la psicología piagetiana a
la educación.
6. J.L. KUETHE, Los
procesos de enseñar y aprender, 2ª ed., Ed. Paidós, Buenos Aires 1979.
Tiene la misma
utilidad que el anterior.
C. Estudios sobre la
percepción, el desarrollo evolutivo de la inteligencia y la continuidad entre
conocimiento sensible e intelectual.
Una excelente
valoración de estos temas, tal como vienen desarrollados en La
représentation du monde chez l'enfant Ed. Alcan, Paris 1926, La causalité physique chez
l'enfant, Ed. Alcan, Paris 1927, La naissance de l'intelligence chez
l'enfant, Ed. Delachaux-Niestlé, Neuchâtel 1936, y La construction du
réel chez l'enfant, Ed. Delachaux-Niestlé,
Neuchâtel 1937, pueden encontrarse en las siguientes obras:
1. C. FABRO, La fenomenologia della percezione, 2ª. ed., Morcelliana, Brescia 1961.
2. C. FABRO, Percepción
y pensamiento, EUNSA, Pamplona 1978.
3. F. SELVAGGI, Causalità e indeterminismo Università Gregoriana, Roma 1964.
4. F. SELVAGGI, Filosofia del mondo, Università Gregoriana, Roma 1985, capítulo I.
D. Epistemología
genética. Filosofía
Para valorar la
epistemología estructuralista y constructivista de Piaget, y, en general, su
concepción de la filosofía y de la relaciones filosofía-ciencias, pueden ser
útiles, las obras críticas sobre el estructuralismo y sobre filosofía de la
ciencia. En particular:
1. J.M. IBAÑEZ-LANGLOIS, Sobre
el estructuralismo, EUNSA, Pamplona 1985.
2. M. ARTIGAS, Ciencia,
Razón y Fe, EPALSA, Madrid 1985.
3. E. AGAZZI, Scienze e fede, Ed. Massimo, Milano 1983.
4. J.J. SANGUINETI, La
filosofía de la ciencia según Santo Tomás, EUNSA, Pamplona 1977.
5. M. ARTIGAS, Historia
de la ciencia y teología natural. Reflexiones en torno a la obra de Stanley L.
Jaki, «Scripta Theologica» 13 (1981/1) 185-202.
Contiene referencias
de las obras de S. L. Jaki de particular interés y utilidad, así como
bibliografía para poder enjuiciar las interpretaciones de Piaget acerca de la
relación filosofía-ciencia a lo largo de la historia.
6. L. ROMANINI, Il movimento pedagogico all'estero, vol. I, 2ª ed., La Scuola, Brescia 1953, (capítulo I).
E. Educación moral y
religiosa
1. C. FABRO, Introducción
al problema teológico, Ed. Rialp, Madrid 1961.
Contiene
consideraciones de gran interés que ponen de manifiesto la insuficiencia de la
perspectiva de Piaget (y de otros autores) respecto a la adquisición o génesis
de la noción de Dios en el niño, y para la orientación de la conducta.
2. Recensión sobre L'Emile
de Rousseau.
M.A.V. — F.R. (1990)
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[1] Una relación suficientemente completa de sus obras, se encuentra en J.H. FLAVELL, La psicología evolutiva de Jean Piaget, Ed. Paidós, Buenos Aires 1979. Pueden consultarse las referencias bibliográficas de escritos sobre Piaget en el vol. II de la obra de R. VUYK, Panorámica y crítica de la epistemología genética de Piaget 1965-1980 (2 vol.), Ed. Alianza, Madrid 1985, en la que, sin pretensiones de carácter exhaustivo, se recogen 467 títulos entre libros y artículos.
[2] Cfr. R.VUYK, o.c., passim. En esta obra se recogen testimonios de muchos autores sobre el particular. Cfr. N. ABBAGNANO, Jean figlio di Henry. Artículo publicado en Il Giornale (Milano) 2-X-1980, con ocasión de su reciente fallecimiento; J.H. FLAVELL, o.c., pp. 455-456. De aquí en adelante, las referencias a esta obra, remiten a la edición de 1968.
[3] J. PIAGET, Le langage et la pensée chez l'enfant, Neuchâtel-Paris 1923; Le jugement et le raisonnement chez l'enfant, Neuchâtel-Paris 1924; La representation du monde chez l'enfant, Alcan, Paris 1926; La causalité physique chez l'enfant, Alcan, Paris 1927. Podría añadirse, Le jugement moral chez l'enfant, Alcan, Paris 1932, dedicado al desarrollo de las principales nociones morales.
[4] J. PIAGET, La naissance de l'intelligence chez l'enfant, Delachaux-Niestlé, Neuchâtel-Paris 1936; La construction du réel chez l'enfant, Neuchâtel-Paris 1937; La formation du symbole chez l'enfant, Delachaux-Niestlé, Neuchâtel-Paris, 1945.
[5] Citamos algunos:
J. PIAGET,
Remarques psychologiques sur les relations entre la classe logique et le nombre
e sur les rapports d'inclusion, Recueil Travaux Université Lausanne 1937, pp.
59-85.
J. PIAGET — A. SZEMINSKA, Quelques expériences sur
la conservation des quantités continues chez l'enfant, I. Psychol. Norm. Path. 1939, pp. 36-65.
J. PIAGET —
B. INHELDER, Le devéloppement des quantités chez l'enfant, Ed.
Delachaux-Niestlé, Neuchâtel 1941.
J. PIAGET,
Le devéloppement de la notion de temps chez l'infant, P.U.F., Paris 1946.
J. PIAGET,
Les notions de mouvement et de vitesse chez l'enfant, P.U.F., Paris 1946.
J.
PIAGET, The child's conception of number, Humanities, New York 1952.
J. PIAGET — B. INHELDER, The growth of logical thinking from childhood to adolescence, Basic Books, New York 1958.
[6] J. PIAGET, Introduction a l'épistemologie genetique, P.U.F., Paris 1950 (3 vol.).
[7] Toda la vida de Piaget como científico estuvo dominada por dos preocupaciones que él describe del modo siguiente: "La búsqueda de los mecanismos de la adaptación biológica, y el análisis de esa forma superior de adaptación que constituye el pensamiento científico, cuya interpretación epistemológica ha sido siempre mi objetivo principal" (Prefacio de Piaget, p. 11, en H.E. GRUBER — J.J., VONÈCHE, The essential Piaget, Routledge & Kegan Paul, London 1977).
[8] Cfr. J.H. FLAVELL, o.c., p. 27.
[9] "Los escritos de Piaget contienen una buena dosis de vaguedad, imprecisión, inestabilidad en la definición de los conceptos y otros obstáculos para una exposición adecuada. A menudo es necesario esforzarse para comprender lo que Piaget trata de decir, y no siempre se logra" (J.H. FLAVELL, o.c., p. 449).
[10] R. VUYK, o.c., vol. I, pp. 28-29.
[11] Cfr. Ibidem, p. 28.
[12] Cfr. Ibidem, vol. II, p. 319.
[13] Nos limitaremos aquí a esbozar algunos de los conceptos clave, haciendo una síntesis de la exposición que ofrece Piaget en sus obras, principalmente en Psicología de la inteligencia, Ed. Psique, Buenos Aires 1969.
[14] La tesis central de su obra Biologie et connaissance, Ed. Gallimard, París 1967, es precisamente, la afirmación de que no existen fronteras entre lo vital y lo mental, entre biología y psicología.
[15] El modelo de adaptación cognoscitiva que propuso Piaget es un resultado directo de sus tempranos estudios biológicos sobre los moluscos. Estaba impresionado por la forma en que se acomodaban al ambiente, y, a la vez, lo asimilaban activamente de acuerdo con su dotación estructural. La imagen de un organismo activo que selecciona e incorpora estímulos de una manera determinada por su estructura, al mismo tiempo que adapta su estructura a los estímulos, surgió de estos primeros estudios como un modelo ya confeccionado para el desarrollo cognoscitivo (cfr. J.H. FLAVELL, o.c., pp. 55-56).
[16] J. PIAGET, Psicología de la inteligencia, p. 19.
[17] A nivel conceptual se distinguen la asimilación y la acomodación, pero ambas son indisociables en la realidad concreta de cualquier acto adaptativo.
[18] Cfr. J. PIAGET, Biologie et connaissance, o.c.
[19] Es interesante notar como el concepto de estructura, de totalidad organizada y el concepto de equilibrio, que serán desarrollados ampliamente en la segunda fase del pensamiento piagetiano, están ya esbozados en un ensayo juvenil titulado "Bosquejo de un neo-pragmatismo" en el que estos principios se aplican a todos los campos de la vida orgánica, mental y social.
[20] Por ejemplo, un niño puede ser capaz de clasificar correctamente en clases y subclases un material geométrico, y ser incapaz de realizar esta misma operación si el material está constituido por imágenes de animales.
[21] Para un estudio detallado de estos períodos y etapas pueden consultarse: J. PIAGET, Psicología de la inteligencia, o.c.; J. PIAGET-B. INHELDER, The Psicology of the Child, Basic, New York 1969; B.J. WADSWORTH, La psicopedagogia nel pensiero di Jean Piaget, La Scuola, Brescia 1985, capítulo II; J.H. FLAVELL, o.c., capítulos III, IV, V y VI, en los que remite a las obras de Piaget donde estudia cada una de estas etapas evolutivas.
[22] Piaget ha dedicado su libro Le formation du symbole chez l'enfant a estudiar esta fase del desarrollo mental.
[23] J. PIAGET, Psicología de la inteligencia, pp. 22-23.
[24] Ibidem, p. 23.
[25] J. PIAGET, La construction du réel chez l'enfant, p. 9.
[26] J. PIAGET, La naissance de l'intelligence chez l'enfant, p. 11.
[27] Cfr. C. FABRO, Percepción y pensamiento, EUNSA, Pamplona 1978, pp. 262, 266, 396, 404.
[28] Ibidem, p. 265.
[29] En todas sus obras, Piaget insiste en la
función directora de la inteligencia respecto a todos los procesos
cognoscitivos y activos y, en particular, al tratar el tema de la percepción
(cfr. J. PIAGET — P. FRAISSE, La percepción, Ed. Paidós, Buenos Aires
1973). Pero, en la búsqueda de la función mediadora, Piaget parece situarla,
inicialmente, en la coordinación de las acciones y, posteriormente, en la
abstracción reflexionante que versa sobre ella (cfr. J. PIAGET, Recherches
sur l'abstraction refléchissante, XXXIV, P.U.F., Paris 1977).
Puede verse al respecto, L.B. ARCHIDEO, La actualidad de la cogitativa tomista. Su importancia en la Pedagogía actual. Atti dell'VIII Congreso Tomistico Internazionale (L'uomo e il mondo nella luce dell'Aquinate), Studi Tomistici, 16, Pontificia Accademia di S. Tommaso, Libreria Editrice Vaticana, 1982, pp. 79-88.
[30] Cfr. C. FABRO, Percepción y pensamiento, pp. 15-16.
[31] Cfr. Ibidem, p. 17.
[32] C. FABRO, Percepción y pensamiento, pp. 447-448.
[33] Las observaciones de Piaget descritas e interpretadas, pueden verse en las siguientes obras: La construction du rèel chez l'enfant, o.c.,(especialmente capítulos II, III y IV); Dal bambino al adolescente. La construzione del pensiero, 2ª ed., Ed. La Nuova Italia, Firenze 1970, (capítulos X, XII y XIII).
[34] C. FABRO, Percepción y pensamiento, p. 288.
[35] "Por lo que se refiere a la percepción (...) es más difícil cada vez sostener que las ideas y operaciones deriven de las percepciones por medio de simples abstracciones o generalizaciones (...) Es posible mostrar que la causalidad sensorio-motora no deriva de la causalidad perceptiva, y que, al contrario, la causalidad perceptiva visual se basa en la causalidad táctico cinestéstica, la cual es a su vez dependiente de la apropiada actividad como conjunto, y no exclusivamente de factores perceptivos. De esto se sigue que la causalidad operativa tiene sus raíces en la causalidad sensorio motora y no en la causalidad perceptiva, en cuanto esta última es ella misma dependiente de la causalidad sensorio-motora en sus aspectos tanto motores como perceptivos" (J. PIAGET, Mechanism of Perception, Basic, New York 1969, pp. 34-35).
[36] Cfr. F. SELVAGGI, Casualità e indeterminismo, pp. 40-46.
[37] En cuanto a la génesis de la noción de espacio, Piaget ha mostrado además que, al contrario de lo que creía Kant, lo primero que aparece en la vida del individuo, son muchos espacios heterogéneos y de orden práctico, que a lo largo del desarrollo individual darán lugar por coordinación y generalización, al "espacio objetivo".
[38] Los estudios de Piaget sobre el particular se encuentran principalmente en las siguientes obras, ya citadas: La naissance de l'intelligence chez l'enfant; La construction du réel chez l'enfant; Dal bambino all'adolescente. La construzione del pensiero.
[39] C. FABRO, Percepción y pensamiento, pp. 416-417.
[40] Cfr. F. SELVAGGI, Filosofia del mondo, Pontificia Università Gregoriana, Roma 1985, p. 34.
[41] El juicio de Selvaggi acerca del pensamiento de Piaget sobre el particular es positivo. Afirma sin embargo, que en estos análisis, Piaget no considera suficientemente la contemporánea toma de conciencia de las otras personas que rodean al niño, principalmente, de la madre: es, sobre todo, el contacto con las personas que le rodean lo que más despierta y desarrolla en el niño la conciencia del propio "yo"; y si la experiencia de los otros "yo", es elemento fundamental para la toma de conciencia de sí mismo, tiene que serlo también para la toma de conciencia de las cosas, como objetos materiales existentes en sí independientes de su actual percepción (cfr. F. SELVAGGI, Filosofia del mondo, pp. 27 y 35).
[42] SANTO TOMAS, De Veritate, q. 10, a. 8, c.
[43] Cfr. J. PIAGET, Adaptation vitale et psychologie de l'intelligence, Ed. Hermann, Paris 1974. Véase también, J. PIAGET, Psicología de la inteligencia, especialmente el capítulo II.
[44] Este planteamiento no es sino un elemento más de su concepción antimetafísica: según Piaget, preguntarse qué es el conocimiento en sí o cuestionar acerca de la relación sujeto-objeto de modo definitivo, es introducirse en un callejón sin salida; lo que interesa —dirá— es saber cómo se construyen los conocimientos.
[45] Cfr. J. PIAGET, Intervista su conoscenza e psicologia, p. 78.
[46] Cfr. J. PIAGET, Biologie et connaissance, cap. VII.
[47] Cfr. L.B. ARCHIDEO, La actualidad de la cogitativa tomista. Su importancia en la Pedagogía actual. Vid. supra, nota (29).
[48] Para este punto, es útil consultar H. AEBLI, Una didáctica fundada en la psicología de Jean Piaget, Ed. Kapelusz, Buenos Aires 1958. FLAVELL (o.c., capítulo IX) considera esta obra como una de las mejores fuentes para comprender las ideas de Piaget acerca del método.
[49] Cfr. J. PIAGET, Il diritto all'educazione nel mondo attuale, Ed. di Comunità, Milano 1951, pp. 48-56.
[50] Experiencias rigurosas, realizadas para el aprendizaje de las nociones de clasificación, avalan que la situación de aprendizaje, diseñada de acuerdo con la tesis cognoscitiva de Piaget, acelera el ritmo de adquisición espontánea (cfr. M. MORENO y G. SASTRE, Aprendizaje y desarrollo intelectual, GEDISA, Barcelona 1980, capítulo III).
[51] J. PIAGET, Dove va l'educazione, Ed. Armando, Roma 1974, p. 88.
[52] J. PIAGET, Il diritto all'educazione nel mondo attuale.
[53] Cfr. H. AEBLI, o.c., capítulos XI-XIV, en los que se describen detalladamente algunas experiencias didácticas.
[54] Interesantes referencias sobre el particular, pueden encontrarse en J.L. KUETHE, Los procesos de enseñar y aprender, 2ª ed., Ed. Paidós, Buenos Aires 1979.
[55] Se entiende por transferencia, la capacidad de aplicar unos conocimientos en contextos distintos de aquellos en los que tuvo lugar el aprendizaje.
[56] Cfr. L.B. ARCHIDEO, o.c., pp. 86-87.
[57] Pueden verse al respecto, J. MARITAIN, Pour une philosophie de l'education, Ed. Fayard; y J. RASSAM, Le professeur et les élèves, Revue Thomiste (1976) 1.
[58] Cfr. C. FABRO, Dios. Introducción al problema teológico, Ed. Rialp, Madrid 1961, p. 30. En las pp. 27-41 de esta obra se encuentra un excelente resumen del análisis fenomenológico de la religión en la infancia, que constituye la fuente principal de cuanto decimos a continuación.
[59] C. FABRO, Dios. Introducción al problema teológico, p. 37.
[60] Ibidem, p. 39.
[61] Citamos algunas obras: J. PIAGET, Le jugement moral chez l'enfant, Ed. Alcan, Paris 1932; Remarques psychologiques sur le travail par équipes, Bureau International d'Education, Ginebra 1934, pp. 89-108; La notion de justice chez l'enfant, en "Troisième cours pour le personnel enseignant", Bureau International d'Education, 1930 pp. 55-57; Introduction psychologique a l'éducation internationale, en "Quatrième cours pour le personnel enseignant", Bureau International d'Education 1931, pp. 56-68; Il diritto all'educazione nell mondo attuale, Ed. di Comunità, pp. 48-56; Dove va l'educazione, Ed. Armando, Roma 1974.
[62] J. PIAGET, Dove va l'educazione, p. 96.
[63] J. PIAGET, Etudes Sociologiques, Librerie Droz, Génève 1965.
[64] Ibidem, pp. 98-99.
[65] Cfr. K.J. WALKER, Moral autonomy as an aim of primary education, UNICORN (Bulletin of the Australian College of Education), 5, 1979, pp. 138-149. El autor advierte en este ensayo cómo los planteamientos de Piaget son, efectivamente, un revivir de los planteamientos morales de Dewey.
[66] Cfr. III. C).
[67] Les sciences sociales avec et après JEAN PIAGET, Hommage publié à l'occasion du 80e anniversaire de Jean Piaget et précedé de son autobiographie, Librerie Droz, Génève 1976. En esta obra están recogidos los escritos más destacados de Piaget sobre sociopsicología y moral, junto con diversos artículos de otros autores.
[68] Ha desarrollado su teoría epistemológica, principalmente en su texto Introduction a l'epistemologie genetique (3 vol.). Casi todo lo que Piaget ha dicho sobre el tema, puede encontrarse en germen o plenamente desarrollado en estos tres volúmenes. Para una síntesis sobre el particular, véase: J. H. FLAVELL, o.c., capítulo VII.
[69] J. PIAGET, Traité de logique, Ed. A. Colin, Paris 1949, pp. 4-5.
[70] R. VUYK, o.c., vol. I, p. 60. En estas líneas, la autora sintetiza las numerosas definiciones y descripciones dadas por Piaget.
[71] Cfr. J. PIAGET, Introduction a l'épistemologie genétique, Ed. P.U.F., Paris 1950, vol. II, pp. 62-68.
[72] La extensión de la ley (hipótesis) de la recapitulación biogenética del ámbito biológico a la psicología resultó muy oportuna para la pedagogía naturalista. Se empezó a imaginar que la "alegría" infantil de construir con fango y arena, con trozos de arena, era el retorno recapitulativo de la fase de los pueblos primitivos que construían así para protegerse de la intemperie; el cabalgar por juego sobre el mango de una escoba, se entendió como el retorno capitulativo de la fase de pueblos nómadas que cabalgaban por forestas salvajes; el tender inútilmente los brazos hacia un objeto alto sin pensar servirse de un taburete o escalera, se quiso interpretar como el retorno recapitulativo de la fase mística de los pueblos que todo lo esperaban de fuerzas superiores (cfr. A. REY, L'intelligence pratique chez les enfants, Alcan, Paris 1935).
[73] Morgan, por ejemplo, la consideró inútil y dañosa (cfr. T.H. MORGAN, Embriologia e genetica, Ed. Einaudi, Torino 1941, pp. 181 y 55).
[74] Una valoración crítica puede encontrarse en L. ROMANINI, Il movimento pedagogico all'estero, vol I, 2ª ed., La Scuola, Brescia 1961, capítulo I.
[75] En una nota autobiográfica recogida en el
tomo XIV de la Colección Etudes d'epistemologie genetique, Ed. P.U.F., Paris
1961, p. 144, explica como llegó a esta convicción:
"Durante
el período del liceo creí, bajo el influjo de Bergson, que por su naturaleza,
los procesos vitales no podían resolverse en estructuras lógico-matemáticas;
pero enseguida, las reflexiones sobre la noción de "especie" y la
aplicación de los métodos biométricos al estudio de la variabilidad de los
moluscos terrestres, me convencieron de la relación estrecha que existía entre
las estructuras orgánicas y las estructuras lógico-matemáticas.
Después de esta "desconversión" en relación con la especulación filosófica, resolví no prestar confianza en adelante más que a la experimentación o al cálculo (biométrico o lógico), y decidí que para construir una epistemología biológica, era necesario (...) estudiar primero el nacimiento de la inteligencia en el niño, y el desarrollo de las principales operaciones intelectuales".
[76] "Descubrí en mí una inclinación
grandísima hacia la especulación y entendí enseguida que mi epistemología
biológica podía ser una filosofía como otra cualquiera, si me dedicaba, por una
parte, a continuar con mis investigaciones en zoología y, en las horas libres,
a "reflexionar" sobre cuestiones generales. Consideré además como un
modo de deshonestidad intelectual toda producción mía que no estuviese sometida
al control de los métodos de verificación, pues estos me parecían los únicos
que tenían validez. Otras vías de trabajo que me parecían intelectualmente
honestas eran: el control de los hechos, pero subordinado a una experimentación
personal, y no apoyado simplemente en una reflexión sobre los trabajos de
otros; o también el control deductivo, pero subordinado a algoritmos precisos,
como los que se usan en matemáticas y en la lógica simbólica" (Ibidem, p.
143).
Cfr. J. PIAGET, Intervista su conoscenza e psicologia, p. 24.
[77] J. PIAGET, Sabiduría e ilusiones de la filosofía, Ed. Península, Barcelona 1988, p. 56.
[78] Ibidem, p. 51.
[79] Ibidem, pp. 51-52.
[80] Cfr. J. PIAGET, Intervista su conoscenza e psicologia, p. 23.
[81] Cfr. Ibidem, p. 21.
Para el enjuiciamiento crítico de todas estas afirmaciones, remitimos a algunas obras y ensayos: J.J. SANGUINETI, Lógica, 2ª ed., EUNSA, Pamplona 1985, parte IV; La filosofía de la ciencia según Santo Tomás, EUNSA, Pamplona 1977, passim; Ideas metafísicas y verificabilidad en las ciencias, VI Simposio Internacional de Teología, Universidad de Navarra, en Dios y el hombre, EUNSA, Pamplona 1985 (pp. 85-102); M. ARTIGAS, El principio de verificación empírica en la ciencia actual, Ibidem, pp. 67-84; E. AGAZZI, Scienze e Metafisica, Per la filosofia (1984) I, n. 2, pp. 1-3.
[82] Cfr. J. PIAGET, Sabiduría e ilusiones de la filosofía, cap. II.
[83] Cfr. J. PIAGET, Intervista su conoscenza e psicologia, p. 23.
[84] J. PIAGET, Sabiduría e ilusiones de la filosofía, pp. 59-60.
[85] Las obras a las que nos referimos son las siguientes: S.L. JAKI, The Road of Science and the Ways to God, University of Chicago Press, Chicago 1978. Trad. it.: La Strada delle Scienze e le Vie verso Dio, Ed. Jaca Book, Milano 1988; The Origin of Science and the Science of its Origin, Scottish Academic Press, Edinburgh 1978; Cosmos and Creator, Scottish Academic Press, Edinburgh 1980.
[86] Para aspectos más particulares y referencias bibliográficas, véase el ensayo de A. CATURELLI, Examen crítico de la psicología evolutiva de Jean Piaget y su influencia en la Educación, Ed. Mikael, Argentina 1981, pp. 50-63.
[87] Cfr. J. PIAGET, Sabiduría e ilusiones de la filosofía.
[88] Cfr. Les sciences socials avec et après Jean Piaget.
[89] Cfr. J. PIAGET, Etudes Sociologiques, Ed. Libraire Doz, Ginebra 1965.
[90] G. VERGNAUD, Validez de la obra de Piaget, en C. CLARET, C. LATERRASSE y G. VERGNAUD, Dossier Wallon-Piaget, Ed. Granica, Buenos Aires 1974.
[91] L. GOLDMANN, Epistemología de la Sociología, en J. PIAGET, P. GRECO, L. GOLDMANN, L. APOSTEL y B. MANDELBROT, Epistemología de las Ciencias Humanas (vol. VI de 'Lógica y conocimiento científico`), Ed. Proteo, Buenos Aires 1972.