NOVAK, Michael
The Spirit of Democratic Capitalism
Freedom with Justice
En diversas entrevistas aparecidas en la prensa después de 1982, el
autor ha manifestado la evolución de su pensamiento, en lo referente a la
Iglesia y a la cuestión social. Hace años, en el libro La Iglesia abierta
(1964), solicitaba que la Iglesia después del Concilio Vaticano II se
"abriese" a los problemas del desarrollo económico de la humanidad,
promoviendo soluciones prácticas y concretas. En cuanto a su libro Una
teología para una política radical (1969), reconoce el autor que si se
echa un vistazo se encontrarán, anticipados, todos los temas de la futura
teología de la liberación.
En 1982 publica The Spirit of Democratic Capitalism (El
espíritu del capitalismo democrático), que señala un cambio respecto a las
posturas anteriores, con la propuesta de un sistema —el capitalismo
democrático— que solucione la pobreza que atenaza a gran parte de la humanidad.
A esta nueva visión ha llegado —dice Novak— lentamente, reflexionando sobre los
resultados de los sistemas socialistas contemporáneos. Poco después, ante la
proximidad de un documento de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos
sobre economía, publica Freedom with Justice (Libertad y justicia),
centrado en la historia de la doctrina social de la Iglesia.
En estas dos últimas obras, Novak pretende mostrar a la opinión
pública que los ideales latentes en el capitalismo moderno son más adecuados al
cristianismo, y están más en sintonía con la naturaleza humana, que cualquier
otro sistema de economía política. No niega los defectos y excesos del capitalismo,
pero argumenta que el sistema de capitalismo democrático contiene más sabiduría
práctica que los demás, especialmente que los sistemas socialistas y
aristocrático tradicional, ofreciendo mayores esperanzas de mejorar la suerte
de la humanidad: "a lo largo de los años me he convencido poco a poco de
que la práctica efectiva del capitalismo democrático es más congruente con los
altos objetivos del judaísmo y cristianismo que la práctica de cualquier otro
sistema"[1].
I. ¶Resumen de
"El espíritu del capitalismo democrático"
El estudio se centra en "la vida espiritual que torna posible el
capitalismo democrático" (p. 11). Es un examen de sus valores, intenciones
y presupuestos. El capitalismo democrático es entendido como un sistema que
abarca tres aspectos definidos: políticamente, es un sistema democrático;
económicamente, está basado en el mercado y los incentivos; en lo que respecta
al ámbito moral-cultural, es un sistema de instituciones movidas por las ideas
de libertad y justicia.
La obra está dividida en tres partes.
1. En la primera parte, el autor habla del espíritu del
capitalismo, de las ideas dinámicas estructurales de que está imbuido y de
"las estructuras morales subyacentes que permiten el funcionamiento
práctico de la democracia del capitalismo" (p. 29). Se intenta aquí una
definición aproximada de capitalismo y de sus elementos (libertad de trabajo,
racionalidad, espíritu emprendedor, impersonalidad, régimen jurídico estable,
localización urbana); y se desarrolla el tema del pluralismo dentro del marco
de un orden unitario, que hace referencia a los sectores económico, político y
moral-cultural.
El capitalismo democrático se presenta como un sistema global fundado
en la interrelación de actos humanos, que no son infalibles sino sólo
probables: es decir, libres. Se presenta el pecado (no hay que olvidar que se
está estudiando el tema —según el autor— desde una perspectiva teológica) como
el costo inevitable que comporta una economía política libre, como consecuencia
indeseable de la libertad ejercitada en los tres campos o sectores ya
mencionados. La búsqueda del interés propio, se contempla como una virtud,
incluso como la clave de todas las virtudes.
Al aceptar la búsqueda del interés propio —posibilitado por la
libertad— el capitalismo democrático se configura —según Novak— como un sistema
diseñado para pecadores que tienen la esperanza de lograr el máximo grado de
bien moral en condiciones de amplia libertad. Las consecuencias indeseadas del
actuar humano se limitan por la razón práctica, que actúa a modo de providencia
sobre el juego de interrelación, con una lógica económica que no es coactiva
pero que impide la anarquía.
Se hace un análisis del lucro y de los valores positivos del comercio,
opuestos a la moral aristocrática —basada en ideales de nobleza inalcanzables—
que, en realidad, corrompe la sabiduría práctica y la empobrece. Sin embargo,
Novak explica que las virtudes comerciales son necesarias, pero no suficientes,
ya que precisan de un sistema moral-cultural.
Afirma que el capitalismo democrático no es necesariamente un sistema
que lleve al individualismo radical; todo lo contrario: posibilita una nueva
comunidad de personas libres asociadas voluntariamente. Este espíritu de
asociación, de comunidad, se basa en cuatro elementos fundamentales: el desarrollo
mundial, la gran empresa, la interdependencia comercial y la ética de
cooperación.
La tesis de esta primera parte podría resumirse así: la virtud nada
tiene que temer de un capitalismo democrático que funcione adecuadamente; en el
que las tres esferas de la vida —política, económica, y moral-cultural— se
contrapesan y se moderan, en un ambiente de libertad e iniciativa, como
preconizaron los pensadores liberales y los fundadores de los Estados Unidos de
Norteamérica. Este sería el verdadero espíritu interior del capitalismo
democrático.
2. En la segunda parte de la obra, titulada El ocaso del
socialismo se examina "sucintamente lo que hoy queda de las ideas
socialistas, para atisbar por contraste, como en un espejo, una concepción
opuesta al capitalismo democrático" (p. 207). Hace una crítica del
socialismo en sus varias formas, tanto teóricas como prácticas; critica los
presupuestos socialistas, centrándose en la concepción errónea de
"perfección humana", que afecta al punto de partida mismo del
socialismo; el cual no tiene en cuenta el egoísmo humano y pretende una
perfección natural en el hombre y en la sociedad que no es posible.
El uniformismo socialista empobrece al hombre. Por el contrario, la
fuerza del capitalismo democrático estriba en la liberación de la iniciativa y
la ambición de los individuos (sabiendo que son y serán egoístas), que tiene
como consecuencia —frecuentemente no buscada por ellos mismos— un mayor
bienestar para todos.
El socialismo —dice Novak— se ha convertido en una religión secular,
pues pretende el bien imposible: la felicidad terrena. Esto es la utopía, que
sólo puede desembocar en la pura teoría (limitándose los principios marxistas
al terreno de la moral y la cultura) o en el totalitarismo. En cambio, el
capitalismo democrático no traspasa los límites de la economía política; es
eminentemente práctico, sin utopías.
El autor defiende la posibilidad de una alternativa al socialismo,
lejos de las teologías de la liberación de raíz marxista, y superando por el
otro lado los prejuicios aristocráticos y clasistas de los teólogos que no ven
con buenos ojos el comercio y el desarrollo.
3. En la tercera parte, denominada Una Teología de la
ciencia económica, plantea una perspectiva religiosa del capitalismo
democrático, a fin de persuadir a los creyentes acerca de las posibilidades
religiosas de este sistema. Es un intento, dice el autor, de dar una
orientación espiritual basada en una teología realista; tan realista como las
tareas económicas.
Su sección más original se titula Una teología del capitalismo
democrático. Expone el autor la correlación entre algunos dogmas y nociones
cristianas, y los conceptos que fundamentan el "ethos" del
capitalismo democrático. Por ejemplo: Dios como comunidad de personas se
reflejaría en el capitalismo democrático a través del aprecio por la existencia
de sólidas estructuras mediadoras y asociaciones voluntarias de hombres libres;
la Encarnación tendría su reflejo en la convicción de que el paraíso no puede
conseguirse en esta tierra; la necesidad de adquirir virtudes se manifestaría
en el esfuerzo comercial, la competición saludable en la libre empresa; el
dogma del pecado original se refleja en la aceptación, por parte del sistema,
del hombre como es: inclinado al pecado, egoísta; la separación de los dos
reinos se traduce en la convicción de que los cristianos pueden tratar de
influir en los demás, en el sistema, pero no cristianizarlo, en el sentido de
imponer sus creencias; la caridad se reflejaría en el respeto por la persona
autónoma: querer el bien del otro como otro, en cuanto que así quiere Dios a
las personas. El más alto ideal del capitalismo democrático, por el que lucha
continuamente mediante la auto-reforma y la auto-trascendencia, es el amor.
Trata a continuación de refutar la "tradición cristiana
anticapitalista", examinando el socialismo cristiano de Europa,
especialmente la postura del teólogo protestante J. Moltmann y la corriente de
la "teología de la esperanza". Critica el simplismo de las
acusaciones de quienes dicen que la causa de la pobreza del Tercer Mundo son
los países ricos, cuando se debe a una falta de correcta aplicación de la
economía práctica; como ha sucedido por ejemplo, —según Novak— en los países
católicos latinos.
La teología de la liberación, por su parte, caería en los mismos
errores, ya que es de carácter sumamente teórico y carece de un conocimiento de
las realidades políticas y económicas efectivas. Sus ideas, que no son nuevas
en el campo económico, derivan del socialismo europeo y abocarán por tanto en
el mismo fracaso.
Como alternativa para América Latina, propone lo que denomina Teología
del desarrollo, basada en el espíritu del capitalismo democrático.
Novak es consciente de las críticas que la doctrina social de la
Iglesia ha realizado al capitalismo liberal y al individualismo, y por ello se
detiene en este punto. Defiende con fuerza que tales críticas ya no son
aplicables a las realidades económicas actuales y que, en cualquier caso,
manifiestan una reacción exagerada, basada en una falta de comprensión del genio
de los pensadores liberales británicos (Stuart Mill, Smith, Bentham), y en una
identificación excesiva de la Iglesia con las sociedades preindustriales y
aristocráticas.
Como piedra de toque compara la historia del desarrollo económico de
América del Norte y del Sur. Partiendo de recursos naturales y humanos
igualmente favorables, los resultados han sido diferentes, debido —dice Novak—
a los presupuestos culturales del desarrollo económico. Mientras que el Norte
fomentó la libre iniciativa y la empresa privada, el Sur estuvo agarrotado por
un modelo de sociedad inmóvil (aristocrático), anclado en el siglo XVIII,
perpetuado por la jerarquía católica de aquellos países aliada con el Estado
(en el Norte la jerarquía habría impulsado el capitalismo democrático) y por su
desconfianza ante la empresa privada.
El autor culpa a los teólogos y al Magisterio de no haber sabido
apreciar las virtudes y méritos del capitalismo; sólo Juan Pablo II habría
empezado a dar pasos en favor del mismo. Sostiene Novak que ha habido dos
errores fundamentales: en un primer momento la Iglesia adopta una
"neutralidad" ante los fenómenos socioeconómicos, que en el fondo no
es más que cierto desprecio por "la materia", fruto de una concepción
aristocrática de la vida social. En un segundo momento, al salir de tal
"neutralidad" para "entrar en el mundo" (la Iglesia del
"postconcilio"), el modelo socioeconómico propuesto por la Iglesia
desde el Vaticano II ha sido más parecido a un "socialismo suave" que
al capitalismo democrático.
El colofón final de la obra es: "así como la religión católica
tiene algo que enseñar a los Estados Unidos, así también el capitalismo
democrático norteamericano tiene algunas cosas que aportar a la tradición
católica. Hasta ahora la Iglesia ha aprendido de la vida intelectual de Grecia
y Roma, de Alemania y Francia, ¿por qué no también de la de los Estados
Unidos?" (p. 267).
II. ¶Resumen de
"Libertad y Justicia"
Este libro continúa y complementa el análisis de la obra anterior:
trata de remediar algunas deficiencias, prestando mayor atención a las
enseñanzas sociales de la Iglesia, y haciendo una valoración menos negativa del
Magisterio reciente[2].
La tesis del libro puede resumirse así: aunque la Iglesia en tiempos
pasados se opuso al liberalismo, hoy ha cambiado ese juicio y se muestra
partidaria de los valores que abriga el capitalismo democrático. Si la Iglesia
acaba por declararse abiertamente a favor del mismo, podrá presentar finalmente
una teología de la sociedad libre, de la cual aún carece, basada en el modelo
socioeconómico norteamericano.
A continuación se hace un breve resumen de cada capítulo.
1. Teología y economía: los próximos veinte años. Es grande la
incomprensión de los principales conceptos económicos por parte de los
escritores religiosos, muchos de los cuales han favorecido, cándidamente, una
forma aguada de socialismo. Términos como interés propio, capital, beneficio,
etc., no deberían entenderse de manera peyorativa, pues no son antitéticos con
los valores cristianos.
2. Enemigo perfecto de Dios: contra las utopías. La opinión
católica tradicional sobre el liberalismo es una caricatura: anti-autoridad;
anti-tradición; anti-familia; anti-comunidad; promotor del individualismo
radical y del subjetivismo. Esto representa una corrupción del liberalismo y no
es en absoluto su verdadero espíritu.
El verdadero espíritu capitalista no es la codicia o afán de adquirir,
sino creatividad, capacidad de asumir riesgos, de emprender, de desarrollar
para el futuro. Todo esto requiere espíritu de sacrificio, disciplina,
responsabilidad, control, paciencia, cooperación, prudencia. Estas son virtudes
propias del cristianismo, que enseña que la creación fue confiada al hombre
para que éste la desarrollase, con libertad y responsabilidad. La pasividad no
es suficiente: somos co-creadores.
La antipatía del catolicismo hacia el liberalismo —postula Novak— es
desafortunada, pues son complementarios. Acusa al socialismo de prometer
demasiado y acabar en la tiranía al concentrar el poder en el estado-custodio.
La enseñanza social católica reclama la justicia social. Gran ideal; pero la
pregunta clave es: ¿qué instituciones de política económica la harán posible?
La Iglesia ha sido siempre ambigua sobre este punto. Los mejores modelos
encontrados hasta ahora son los de la democracia liberal. La Iglesia debería
mirar a las instituciones desarrolladas en las sociedades libres, y no a la
ideología del liberalismo. El aspecto que presentan estas instituciones es
alentador: un orden social que encarna los ideales cristianos de hermandad,
amor, libertad, paz.
Pero no hemos de ser utópicos, dice Novak. La sabiduría católica es
realista en sus expectativas sobre el hombre, y también lo son las instituciones
de la sociedad liberal. Si es demasiado esperar que la Iglesia respalde un
modelo único de economía política, al menos podría ser identificado un
"abanico central" de tipos aceptables. Por ejemplo, algunos
ingredientes del sistema, que podrían ser apoyados por la Iglesia, son:
gobierno por aquiesciencia de los gobernados; cualquier compromiso en favor de
los derechos humanos debe ser también un compromiso en favor de las
instituciones que los protegen; compromiso en favor del desarrollo económico
para mejorar a los pobres; capacidad de autorreforma ordenada y pacífica, etc.
La realización de los ideales católicos compromete a la Iglesia,
implícitamente, con estas instituciones propias de una economía política
liberal.
3. Una consecuencia del pecado: los obispos USA y la economía USA.
Advierte a los obispos que no traten de buscar la solución de los problemas
sociales mediante un incremento del gasto social, pues la clave está en enseñar
la autoconfianza, y en crear puestos de trabajo mediante la actividad económica
y la producción de riqueza. Las economías de la previsión pública, en Europa,
han destruido empleo. Los obispos deberían apreciar el dinamismo y la potencia
de una sociedad libre, y estimular la empresa.
4. Los arquitectos del pensamiento social católico. Resume el
autor las ideas de Von Ketteler y Pesch, a quienes considera predecesores de
León XIII. Estos autores resaltan las conexiones entre economía y moralidad: el
liberalismo es visto como antirreligioso; y desarrollan algunos principios claves
en esta materia: el derecho a la propiedad privada con obligación de respeto
del bien común; salario justo; derechos de las familias; dignidad de cada ser
humano; trabajo y capital unidos; subsidiariedad; etc.
En el siglo XIX, como aplicación concreta de tales principios, se
realiza la difusión de la teoría social de la "solidaridad" o
"corporativismo". Esta se suponía la "tercera vía" entre
socialismo y liberalismo, pero no evitó los totalitarismos. Sin embargo, la
democracia da una mejor solución, con su conciencia cívica, su tolerancia con
los que disienten, la libre asociación, el trabajo en equipo y el respeto por
los demás.
5. La quintaesencia de un liberal: John Stuart Mill. Expone
Novak la teoría económico política de Stuart Mill, poniendo el énfasis en su
nobleza moral y preocupación por los derechos humanos y el bien común. Para el
autor, Stuart Mill sería el ejemplo de precursor de los cambios de pensamiento
sugeridos por León XIII. Su sistema no es ni un sustitutivo de la religión ni
una amenaza para ésta. Un sistema humano, ni tan individualista ni tan
materialista como el pensamiento de los Papas imaginó que eran los liberales.
"En teoría, dice Novak, el pensamiento social católico estaba finamente
equilibrado entre el individuo y la sociedad, evitando los excesos de ambos
extremos. En la práctica, las naciones católicas parecen mucho más vulnerables
tanto a la tiranía política como al estancamiento económico, porque insisten en
apartar sus ojos de la importancia crucial de las instituciones liberales".
6. De la política a la economía: León XIII y Pío XI. Resume el
autor los principios básicos y los avances de las Encíclicas Rerum novarum
y Quadragesimo anno. En estos documentos se da un realce de la doctrina
social de la Iglesia, que adquiere prestigio y difusión. Las enseñanzas falsas
son refutadas y se definen obligaciones mutuas del capital y el trabajo,
proponiendo remedios a los males sociales. El capitalismo no es atacado. Sí se
previene contra el despotismo económico y la ambición desmedida. Se oponen
individualismo y justicia social. Se caricaturiza el liberalismo burgués y el
individualismo decadente. De este modo, según Novak, se hace el juego al
fascismo y al socialismo.
7. El desarrollo de las naciones: Juan XXIII y Pablo VI. Es la
época de las declaraciones de derechos. La Encíclica Mater et magistra
de Juan XXIII da el primer apoyo claro a la concepción de los derechos humanos
contenidos en las instituciones liberales. Se reconoce la conexión entre:
libertad, auto-realización, actividad productiva, responsabilidad personal y
dignidad humana de los trabajadores.
Pablo VI será más pesimista, apesadumbrado por la situación del Tercer
Mundo. Acusa —dice Novak— del subdesarrollo de unos al desarrollo de otros, lo
cual sería próximo al punto de vista marxista. Ambivalente ante la sociedad
liberal: alaba a la empresa y la industrialización, pero ataca el beneficio
como fin y la competencia no regulada: el "imperialismo internacional del
dinero". Novak replica: libre competencia no es lo mismo que dictadura
económica. No se termina de comprender el papel de la libertad en el desarrollo
económico y los defectos de la regulación gubernamental.
8. Teología de la creación: Juan Pablo II. Novak resalta que
Juan Pablo II tiene una perspectiva más moderna, más próxima al punto de vista
del capitalismo liberal: el trabajo humano como clave de la cuestión social; la
espiritualidad del trabajo ilumina la inventiva, la dignidad del trabajador, la
creatividad. Sin embargo, dice el autor, Juan Pablo II critica aún el
capitalismo por "economicista": contempla el trabajo sólo desde su
función económica, porque presta demasiada atención a la riqueza.
Novak responde que las críticas se refieren no al capitalismo, sino a
los pecados contra el capitalismo (expresión característica de Novak),
que serían, como ya se ha visto, el egoísmo exacerbado de unos pocos. Por otro
lado —acusa el autor— tal planteamiento equivale a usar categorías marxistas:
se enfoca el trabajo como medio de producción. Se debe, en cambio, entender el
capital como adquisición de riesgo, e incluir la dirección profesional y
la labor intelectual en el trabajo.
En realidad, el capitalismo democrático —afirma el autor— ya está
haciendo lo que el Papa pide: asociar el trabajo con la propiedad tan íntimamente
como sea posible; participación de los trabajadores en la responsabilidad
corporativa; cuerpos sociales y culturales intermedios; la riqueza privada
ordenada al bien común mediante la regulación; instituciones para mejorar la
condición de los pobres, etc. Juan Pablo II, dice Novak, ha cambiado el enfoque
del análisis social desde la oposición opresión-liberación (teología de la
liberación) hacia la cuestión de la presencia o ausencia de creatividad: en sus
enseñanzas muestra que comprende al homo faber.
9. Pensamiento social católico en el futuro: Hacia una teología del
comercio y la industria. El pensamiento social ha de centrarse en el tema
clave: ¿cómo se va a crear riqueza? Necesita pasar, por tanto, de los
principios a las instituciones concretas. Una economía libre y creativa
necesita basarse en la democracia. Se ha de tener en cuenta a Maritain y a
Murray para apreciar correctamente la capacidad norteamericana de construir una
sociedad pluralista y libre, basada en el consenso práctico, el diálogo, la
cooperación y el compromiso (lejos de uniformismos en los fundamentos
teóricos). Se hace necesario hoy apreciar las actividades comerciales como una
vocación al trabajo.
10. Teología de la liberación en la práctica. La opción por los
pobres es correcta, pero todo depende del siguiente paso institucional. Es
preciso cuidar los incentivos a la producción, no el redistribuir la riqueza o
propugnar la imposible igualdad entre las naciones. Se han de evitar los
intentos autodestructivos de "cerrar la brecha" entre naciones ricas
y pobres. El pensamiento social católico —dice Novak— tiene parte de culpa en
la situación de Latinoamérica, por no enseñar el "ethos" en que se
basa una economía libre. Y la teología de la liberación amenaza con males
mayores por no haberse cuidado tal aspecto fundamental.
11. El "individuo comunitario" en la práctica americana.
El autor insiste en que a pesar de los pecados y las apariencias contrarias,
los ideales prácticos del capitalismo democrático son: comunidad, hermandad,
trabajo en equipo, voluntariado, subsidiariedad, gobierno director pero no
empresario. Ni estatalismo ni laissez faire. La política pública más
efectiva confía más en las organizaciones locales que en el Estado.
12. Economía internacional. La libertad es el primer principio
de la justicia social, porque es la base de la dignidad humana, fundamento de
la justicia social. Creatividad económica es otro concepto para el desarrollo,
y éste requiere la creatividad del espíritu humano, que debe por tanto ser
reactivado. La solución para los países subdesarrollados es que muchos
ciudadanos, llenos de confianza en sí mismos, comiencen pequeñas empresas. Esto
depende en gran parte del "ethos" cultural, y es ahí donde el papel
de la Iglesia es crucial.
Las frases finales resumen sus tesis: "el pensamiento social
católico tiene todavía que descubrir los secretos prácticos del espíritu humano
que anima las instituciones liberales; el camino que hemos seguido muestra, con
suficiente claridad, que este descubrimiento está justo detrás de la próxima
curva... Porque el compromiso católico con la dignidad de cada persona
individual demanda ahora, como su expresión institucional, un entero conjunto
de instituciones liberales: en la política, en la economía, en el terreno de la
conciencia, el "ethos", las virtudes, ideas e información... La
lógica del pensamiento social católico ya ha señalado, mediante prueba y error,
los puntos de referencia liberales básicos: la dignidad de la persona humana,
la interdependencia de todas las naciones, la institución de los derechos
humanos, la personalidad comunitaria, y la vocación de cada ser humano a llegar
a ser un co-creador con Dios".
III. ¶Valoración
crítica
Estas dos obras ponen de manifiesto el talante divulgador de Novak.
Escritas con un lenguaje accesible, captan la atención del lector, utilizando
conceptos sencillos y conectándolos con ideales atrayentes. No realiza el autor
un sistema de ideas, de presupuestos filosóficos y teológicos sobre los cuales
asentar el modelo social que propugna, sino que busca realizar la apología de
aquello que considera justo e ideal por sí mismo, por los hechos realizados y
las metas alcanzadas.
Es positivo el deseo del autor de plantear como una cuestión urgente
la aplicación de los principios de la doctrina social de la Iglesia, tanto en
el ámbito económico como en el político. Además, su crítica de los sistemas
socialistas —en cuanto sistemas ideológicos que se han mostrado ineficaces
y utópicos—, es sustancialmente útil, aunque limitada a los efectos
prácticos, sin entrar en los presupuestos de fondo.
Sin embargo, a lo largo de la exposición se encuentran aspectos que
invalidan, al menos parcialmente, la pretensión del autor de presentar el
sistema democrático-capitalista como la expresión práctica más adecuada de la
doctrina social de la Iglesia.
1. En primer lugar, Novak no duda en criticar al Magisterio de la
Iglesia en esta materia, cuando no coincide con las ideas que defiende. Este
aspecto resulta inaceptable, más aún si se tiene en cuenta que presenta sus
obras como ensayos teológicos. En realidad, no realiza una elaboración de las
enseñanzas del Magisterio, sino que toma aquello que le sirve para defender sus
propias ideas y rechaza el resto.
2. En este sentido, se opone en particular a la doctrina de la Iglesia
sobre el liberalismo. Novak niega repetidamente la existencia de errores en el
liberalismo, sin examinar a fondo sus principios teóricos. Es más, afirma que
la Iglesia no habría condenado el verdadero liberalismo, sino una idea
preconcebida del mismo, que se habría formado. Sin embargo cita a sus autores
—Stuart Mill, Smith, Bentham—, y pretende incluso que Stuart Mill haya sido el
predecesor de la doctrina social católica.
Todo esto parece indicar que Novak no conoce con profundidad los
principios del liberalismo, que son ante todo filosóficos, y fundamentan en
cuanto tales una concepción del hombre y de la sociedad que se opone a la
concepción cristiana[3].
La ética utilitarista, el pragmatismo, el individualismo, el positivismo y el
agnosticismo, no son etiquetas impuestas externamente, sino aspectos necesarios
y reales del liberalismo clásico. Esto puede comprobarse en la misma historia
social contemporánea y en las consecuencias presentes en sociedades impregnadas
de estos principios, que sacrifican, por ejemplo, la dignidad de la persona y
el valor de la vida humana a la utilidad y bienestar de la mayoría.
Quizá el autor no ha advertido que debajo de todo el sistema de ideas
que desarrolla se encuentran en cierta medida —con algunos matices— estos
principios del liberalismo clásico, en especial el utilitarismo y una
concepción de la vida socioeconómica que ha sido denominada, en el ámbito
filosófico, pragmatismo.
Además, al exponer, sobre todo en Libertad y justicia, la
evolución histórica de la doctrina social, Novak cae en la superficialidad. Es
claro que la obra no pretende ser un estudio sistemático del Magisterio en este
campo, pero la división que se postula entre un periodo maniqueísta
—equidistante del liberalismo y del socialismo— o neutral (entendiendo
por neutral la no opción por soluciones concretas, prácticas) y un periodo
postconciliar o socialista es una simplificación errada. También en
esto se manifiesta la actitud de Novak respecto al Magisterio. Según él, habría
habido cambios de fondo con las enseñanzas de la Iglesia, lo cual es falso
siendo la doctrina social una parte del Magisterio moral de la Iglesia, cuyos
principios básicos permanecen inmutables.
3. Ante los problemas que se plantean a la humanidad, Novak pide a la
doctrina social de la Iglesia que pase de la teoría a la práctica. Y que si la
Iglesia no puede actuar por sí misma, al menos, apruebe oficialmente aquel
sistema que se muestre efectivo en la solución de los problemas universales.
La primacía de la praxis sobre la teoría aflora a lo largo de
sus obras, oculta tras la exigencia —auténtica piedra de toque— de la efectividad
de toda doctrina. Todo lo que no es inmediatamente efectivo, eficaz, deja de
tener valor y es calificado como "utópico": el socialismo es utópico,
la doctrina social cristiana parece utópica, etc.
Se presenta aquí una de las contradicciones —tentación frecuente en la
historia— que suelen darse al querer conjugar la separación Iglesia-Estado con
la pretensión de que la Iglesia apruebe y ampare un modelo institucional. No es
misión del Magisterio de la Iglesia gobernar la sociedad civil, ni definir sus
instituciones y estructuras, que serán adecuadas a las necesidades de cada
época y lugar, sino tan sólo enunciar y enseñar los principios que han de informar
la sociedad humana, y señalar, cuando sea el caso, que una determinada
situación concreta es contraria a esos principios básicos.
En el caso presente, la contradicción se vuelve llamativa desde el
momento en que el autor critica —con razón— que determinados clérigos hayan
postulado instituciones y medios claramente marxistas como soluciones concretas
a los problemas sociales de determinados Estados, pero al mismo tiempo postula
la sacralización de las instituciones del capitalismo democrático.
Lo anterior puede entenderse si se tiene presente que las críticas que
Novak hace al marxismo no son resultado de su análisis filosófico como negador
de Dios, de la religión y del hombre, sino solamente de la constatación de su
ineficacia práctica. La exposición del autor se queda en el nivel de la
eficacia económica o social, sin atender a las cuestiones doctrinales y morales
que son las que se plantea la doctrina social de la Iglesia.
Se entienden, desde esta óptica, los reclamos del autor a una mayor
adecuación de la doctrina de la Iglesia con "la realidad" (ya lo hizo
anteriormente el autor en la cuestión del aborto, de las secularizaciones, y de
la teología de la liberación materialista), con el hombre y la sociedad como
son ahora, no como debería de ser según su naturaleza y destino sobrenatural.
En definitiva, la teoría que propone Novak parte de las realidades
capitalistas democráticas, con su efectividad demostrada en el plano económico,
mientras que la doctrina social cristiana tiene en su base un concepto —también
real— del hombre. La teoría de Novak se encamina a la pervivencia del
sistema, en tanto que la doctrina de la Iglesia persigue el desarrollo
del hombre y conducirle a su real destino eterno.
4. Pero incluso en el plano en que se mueve —precisamente por no haber
ahondado en los cimientos—, se presenta un problema difícil de resolver si se
plantea desde los presupuestos liberales puros: ¿Cómo se limita La búsqueda del
interés propio, en cuanto acicate central del progreso? Novak repite frecuentemente
que es éste el nudo de la cuestión económica: buscar el propio interés dará
como resultado automático el bien de todos. El mismo autor se da cuenta del
peligro que presenta la aparición de la ley del más fuerte, del poderoso
económicamente, y por eso enuncia la autolimitación por la razón práctica.
¿Qué es esa razón práctica? No lo explica Novak. Pero no es posible —como
admite el autor— más que en el caso de un sujeto que reconoce la existencia de
una moral, la cual le dicta los principios que no debe transgredir y, sobre
todo, los deberes de justicia y caridad, que tiene para con los demás. En este
ámbito, la doctrina de la Iglesia tiene un papel preponderante en la tarea de
enseñar a los hombres sus obligaciones intrínsecas —en cuanto hombres, y no
sólo en cuanto sujetos económicos—, y en la condena de las filosofías sociales
opuestas al hombre.
C.LL. — D.G.
Anexo a la recensión:
En la segunda edición de
su obra Freedom with Justice, publicada en 1989, M. Novak ha añadido
unas importantes reflexiones para la interpretación y valoración de su
pensamiento. La mayor novedad no ha de buscarse solamente en el capítulo
dedicado sobre todo al comentario de la Enc. Sollicitudo rei socialis
(el n. 13: Pope of Liberty, Pope of Creativity: John Paul II), aunque
también aquí se encuentran matizados bastantes de sus juicios anteriores, sino
en el Prefacio de esta nueva edición (pp. ix-xix) donde se hallan las
afirmaciones más relevantes para valorar esta obra, y muy probablemente de la
que le precede inmediatamente en el tiempo (The Spirit of Democratic
Capitalism).
En las páginas del
Prefacio el autor se lamenta de algunas críticas que ha recibido su obra por
parte de muchos pensadores cristianos, ya que —sostienen éstos— sólo puede
afirmar que la filosofía liberal es compatible con el pensamiento social
cristiano quien desconozca aquélla o éste. Ahora bien, responde M. Novak, esto
significa simplemente que tales autores han leído su obra sin haber captado
cuál era su tesis central ("the book's main axis"). En efecto, toda
su reflexión se dirigía a la defensa de las instituciones liberal-democráticas,
y no de la filosofía liberal (de aquí el nuevo título de la obra, que pretende
resaltar de modo más claro esta idea central: Catholic Social Thought &
Liberal Institutions. Freedom with Justice).
Novak es consciente de
que "la filosofía liberal resulta ser en muchos puntos inadecuada para
fundamentar las instituciones liberales, especialmente tal y como éstas se han
configurado en los últimos años". Es innegable, añade, que esta corriente
filosófica y cultural es sólo una de las "concausas" que han
intervenido en la aparición de las instituciones liberales, como se puede
observar estudiando la historia de los Estados Unidos; y, por otro lado, aunque
esa forma de pensamiento haya tenido en ocasiones un influjo importante, sus
frutos institucionales han sido no pocas veces muy distintos de los que podían
prever quienes así pensaban.
A la luz de estas
aclaraciones, y de las enseñanzas posteriores del Magisterio sobre este tema
—contenidas principalmente en la Enc. Centesimus annus— parece oportuno
matizar y completar como sigue la valoración crítica de la recensión sobre
estas dos obras:
1. La
"aclaración" de que su tesis principal es la armonía existente entre
el pensamiento social cristiano y las instituciones liberal-democráticas
encuentra cierto fundamento. Sin embargo, otras reflexiones personales y
referencias a autores liberales dan a entender que el autor se está refiriendo
a la "filosofía liberal" (concepto que, por lo demás, aparece con
contornos muy imprecisos en la obra). Esta "aclaración", por tanto,
parece más bien un nuevo punto de vista.
2. En este sentido, quizá
la revisión más importante que Novak debería haber realizado sería sobre la
lectura que hace del Magisterio de la Iglesia; precisamente porque son puntos
de vista distintos. Por un lado, las críticas del Magisterio —por ejemplo, en la Enc. Rerum novarum
(1891)— se refieren directamente a la filosofía
liberal en sus formas más puras, es decir, las que desarraigan la libertad de
los individuos de cualquier finalidad objetiva, y en particular de la
solidaridad con los demás (no es suficiente fundar ésta sobre razones
utilitarias, como hacen Bentham y Stuart Mill). Y, por otro lado, esa condena
se extiende a las instituciones políticas y económicas que se derivan
directamente de esta filosofía: lo que algunos llaman "liberalismo
político" y "capitalismo salvaje".
3. La continuidad de
fondo existente en el Magisterio social de la Iglesia respecto a estos temas ha
sido puesta de manifiesto por la Enc. Centesimus annus. De forma
explícita, la encíclica manifiesta en varios momentos una apreciación positiva
de las instituciones democráticas, y en particular de la economía de empresa.
Novak se mueve en la misma línea. No podía ser de otro modo, ya que en la
visión cristiana la libertad de ejercicio y de elección ha sido siempre
considerada una dimensión constitutiva del bien moral.
Ahora bien, es necesario
notar a este respecto que ese reconocimiento positivo no es de naturaleza
ideológica, es decir, no hace referencia a ningún sistema institucional
concreto (como de algún modo parece pretender Novak), ya que "la Iglesia
no tiene modelos (ideológicos) para proponer. Los modelos reales y
verdaderamente eficaces pueden nacer solamente de las diversas situaciones
históricas, gracias al esfuerzo de todos los responsables que afronten los
problemas concretos en todos sus aspectos sociales, económicos, políticos y
culturales que se relacionan entre sí" (Centesimus annus, n. 43;
véase también Gaudium et spes, n. 36).
Además, cuando la Enc. Centesimus
annus se pregunta específicamente si "¿se puede decir quizá que,
después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y
que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de
reconstruir su economía y su sociedad?", la respuesta que se da es
articulada. Dice concretamente: "Si por 'capitalismo' se entiende un
sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa,
del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para
con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la
economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más
apropiado hablar de 'economía de empresa', 'economía de mercado', o simplemente
de 'economía libre'. Pero si por 'capitalismo' se entiende un sistema en el
cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido
contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la
considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y
religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa" (n. 42).
4. La Iglesia rechaza
pues la concepción de quien, de forma fideísta, confía la solución de las
graves injusticias económicas existentes al libre desarrollo de las fuerzas de
mercado (cfr. Centesimus annus, n. 42). Por el contrario, es necesario
—entre otras cosas— un "sólido contexto jurídico" que promueva el
ejercicio de la libertad económica en la dirección del bien humano integral.
Aunque, dirá poco más adelante, sin sofocar aquélla, pues no se puede hablar de
bien humano allí donde no haya libertad efectiva.
La más valiosa intuición
de Novak se encuentra en sintonía con esta última aclaración de la Enc. Centesimus
annus. En cualquier caso, la idea a la que nos referimos se encuentra
afirmada de modo más claro su n. 48, donde se exponen las funciones que
corresponden al Estado y al Derecho. Se sostiene allí que se deben reconocer a
las instituciones públicas, además de la clásica función de garantía directa
("policial") de la libertades y derechos humanos fundamentales (sin
las que la economía de mercado sería imposible), una serie de importantes
tareas en la determinación de la estructura y funcionamiento del sistema
económico, precisamente con el fin de garantizar esas mismas libertades y
derechos en este ámbito específico de la actividad humana. Con este objetivo
deberá el Estado vigilar, coordinar, guiar, etc., las diversas actividades
económicas; pero, se advierte inmediatamente a continuación, salvo en casos
excepcionales, no habrá de hacerse cargo directamente de la realización o de la
gestión de esas actividades, pues en tal caso actuaría contra el fundamental
principio de subsidiariedad, que exige el respeto de la libertad de acción de
la sociedad civil en su conjunto, y de cada uno de sus cuerpos intermedios en
particular, en la tarea de construir un orden político y económico justo.
En este sentido, la Enc. Centesimus
annus denuncia explícitamente los excesos del así llamado "Estado
asistencial". Aunque esta denuncia no se basa tanto en su ineficacia
económica como, sobre todo, en el hecho de que ha llevado a cabo una indebida
expropiación de la libertad y de la consiguiente responsabilidad de la
sociedad. En esta forma de organización política y económica se olvida
injustamente que, en vista de la efectiva afirmación de los derechos humanos
dentro del sector económico, se debe considerar que "la primera
responsabilidad no es del Estado, sino de cada persona y de los diversos grupos
y asociaciones en que se articula la sociedad" (cfr. Centesimus annus,
n. 48).
G. Ch.
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[1] NOVAK, M.: El espíritu del capitalismo democrático, Ed. Tres Tiempos, Buenos Aires 1984, p. 260. Las páginas señaladas entre paréntesis hacen referencia a citas de esta obra.
[2] Esta obra se escribió poco antes de que la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos publicase un documento juzgando y orientando sobre la doctrina social referente a la economía.
[3] Véase, en particular, la recensión impresa a la obra Utilitarismo, de Stuart Mill, donde se señalan los errores de fondo —que Novak no tiene en cuenta— y su oposición a la doctrina católica. Pueden consultarse también en la Gran Enciclopedia Rialp las voces correspondientes a Liberalismo, Doctrina social, Stuart Mill, Bentham, Smith, y la obra de Joseph de Torre, William James: Pragmatismo, Emesa, col. "Crítica filosófica", Madrid 1983, pp. 7-29 y 111-126.