MUGGERIDGE, Malcolm

Jesus rediscovered

Fontana books 1969, 205 pp.

 

CONTENIDO DE LA OBRA

En este libro se recogen diversos artículos de prensa y comentarios televisivos del autor, de los últimos cuatro años. El contenido es por consiguiente bastante heterogéneo. Sin embargo hay una línea común en el libro: la reflexión religiosa sobre el mundo actual.

El índice del libro es el siguiente: I. Jesus rediscovered; II. Am I a christian ?; III. Is there a God ?; IV. The Crucifixion; V. Credo; VI. A hard bed to lie on; VII. A life of Christ (The birth, the ministry, the road to Emmaus); VIII. Four sermons (another King..., Living Water, Unto Caesar, Men Like Gods); IX. A visit to Lourdes; X. Lights in our darkness (Pascal, Kierkegaard, Simone Weil, Tolstoy); XI. Me and Myself; XII. By law established; XIII. Happiness; XIV. Consensianity; XV. A dialogue with Roy Trevivian.

A lo largo de estos temas, Muggeridge va haciendo, por una parte la historia de su pensamiento religioso, y por otra una crítica aguda al mundo actual, con una fuerte carga de pesimismo.

En el fondo de todo su pensamiento está la creencia de que el mundo occidental, su cultura y su religión, está llegando a su fin, como consecuencia de un quizá irreversible proceso de descomposición.

La sociedad, dice, se está descomponiendo de una manera alarmante. Estamos deslizándonos por la “pendiente resbaladiza de (Gerasa” (una de las metáforas favoritas del autor) hacia una Nueva Edad Oscurantista, agitando banderas, gritando slogans revolucionarios, ingiriendo drogas y agarrándonos desesperadamente al mito del progreso social.

Para el autor, la mayor utopía bajo la que el hombre moderno trabaja es precisamente creer que Utopía es posible, que el reino de Dios es de esta tierra. Ridiculiza con frecuencia la idea de que el cristianismo tiene algo que ver con el progreso social.

La urgencia que siente el hombre moderno para desarrollar su mundo, es para Muggeridge una finalidad vana, pues da al hombre sólo una apariencia de independencia.

Las censuras del autor a la sociedad moderna parecen tener muchas veces una aureola de desesperación; es muy poco lo que encuentra capaz de darle una esperanza cristiana para el futuro.

VALORACIÓN CIENTÍFICA

No se trata de un escrito científico, bajo ningún punto de vista, sino de una colección de ensayos en los que el autor expone su visión del mundo, sin pretender en ningún momento entrar en demostraciones o en fundamentaciones objetivas de sus ideas.

En Muggeridge nunca es fácil descubrir si exagera deliberadamente, como técnica periodística, para asentar una idea, o cree de hecho todo lo que dice. Sin embargo, la impresión general es la de que el autor es sincero, mostrando una profunda crisis religiosa, que parece haberse atenuado en una espera tranquila de la muerte, con una esperanza vaga en un más allá: “...la idea de la muerte entristece a los demás. Yo soy como un hombre que navega y se encuentra ya cerca del puerto. Cuando embarqué, me preocupaba por tener una cabina con claraboya, por saber si sería o no invitado a comer en la mesa del capitán, por saber quiénes eran los pasajeros más atrayentes e importantes. Toda esta clase de consideraciones me parecen sin importancia, ahora que pronto me llegará el momento de desembarcar”.

Muchas de las afirmaciones del autor son verdaderas v muestran un profundo sentido crítico ante la sociedad, pero con mucha frecuencia están inmersas en un pesimismo tan profundo, que acaban por perder valor, no dando lugar a un planteamiento abierto a la esperanza.

VALORACIÓN DOCTRINAL

A Muggeridge le falta un sentido teológico, un sentido de creencia dogmática. Tiene indudablemente un sentido concreto de los valores. Esto, unido a una pluma fácil y a una hiriente ironía, hace que su crítica a gran parte del ateísmo e inmoralidad actuales sea estimulante y quizá ayude a mucha gente.

Sin embargo, su propia posición religiosa es muy oscura, y puede fácilmente crear confusión en un católico sin sólida formación.

En la medida en que la tiene, su fe es protestante con una fuerte base de puritanismo. La fe, para Muggeridge, está en fuerte contraposición con la razón, considerando a ésta como un instrumento inadecuado para resolver el misterio de la vida. Su fe parece primariamente emotiva.

Aunque se considera cristiano, su fe se detiene antes de llegar a algún credo cristiano (cfr. p. 36). No queda claro si cree en un Dios personal (p. 44). Rechaza la divinidad de Jesucristo (p. 47). Aunque dice creer en la vida después de la muerte, no está seguro de si nuestra personalidad individual sobrevive o no (cfr. pp. 177‑180).

Se manifiesta profundamente contrario a una religión organizada, considerando que las iglesias con sacerdocio, ritos, etc., son un obstáculo para la comunicación con Dios, una defensa contra Dios puesta por los hombres (p. 42).

Respecto a la Iglesia Católica escribe: “Pensamos una vez que la Iglesia Romana sería el bastión final de la religión cristiana. La imaginé como una especie de última ciudadela, dentro de la cual yo me iba probablemente a encaramar, por la sola razón de que era la última ciudadela. Pero ya no pienso así. Me parece que la Iglesia Romana va por el mismo camino que la Anglicana, y morirá con nuestra civilización muriente” (cfr. también p. 95. Su esperanza en relación con la Iglesia Católica quedó disipada por lo que él llama “carrera desesperada del Concilio Vaticano detrás del mundo”; aunque se dice animado por la enc. Humanae vitae.

C.B. y J.C.

 

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