MAO TSE-TUNG
Ediciones Viento del Este, México, 1969, XVII, 336 pp.
Además del prefacio a la edición mexicana, se incluye el
de Lin Piao ―compilador de estas citas― a la segunda edición china,
de 16 de diciembre de 1966. En el primer prefacio citado se le nombra como Libro
Rojo. No consta el autor de la traducción al castellano. En su primera
página tiene el epígrafe: «¡Proletarios de todos los países, uníos!», y en las
siguientes una fotografía y unos versos del presidente Mao. Hay otra edición en
castellano, sin ningún prefacio, en 337 páginas, del mismo formato pequeño que
la anterior, con pie de imprenta «Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín,
1972». Uno y otro concuerdan casi página por página.
La edición de la ―segunda está muy cuidadosamente
hecha, sin errores tipográficos que sí tiene la primera. El castellano es
correcto. Ambas tienen pasta de color rojo con estrella dorada.
El Libro Rojo está compuesto por textos,
generalmente breves, de obras, discursos, entrevistas, etc., de Mao Tse-Tung,
al pie de cada uno de los cuales se cita la fuente, agrupados por materias en
divisiones capitulares, marcadas con números romanos. Muchas citan como fuente
las Obras Escogidas, que llegan hasta el tomo IV. Las citas no llevan
numeración por lo que, para referencia en esta recensión, se indicarán las
páginas. El Indice es el siguiente:
I.
El Partido Comunista
II.
Clases y lucha de clases
III.
Socialismo y Comunismo
IV.
El tratamiento correcto de las contradicciones en el
seno del pueblo
V.
Guerra y Paz
VI.
El imperialismo y todos los reaccionarios son tigres de
papel
VII.
Atreverse a luchar y a conquistar la victoria
VIII.
La guerra popular
IX.
El ejército popular
X.
La dirección de los comités del partido
XI.
Línea de masas
XII.
Trabajo político
XIII.
Relaciones entre oficiales y soldados
XIV.
Relaciones entre ejército y pueblo
XV.
Democracia en los tres terrenos principales
XVI.
Educación y adiestramiento militar
XVII.
Servir al pueblo
XVIII.
Patriotismo e internacionalismo
XIX.
Heroísmo revolucionario
XX.
Construir nuestro país con laboriosidad y economía
XXI.
Apoyarse en los propios esfuerzos y trabajar duro
XXII.
Métodos de pensamiento y de trabajo
XXIII.
Investigación y estudio
XXIV.
Rectificación de las ideas erróneas
XXV.
Unidad
XXVI.
Disciplina
XXVII.
Crítica y autocrítica
XXVIII.
Comunista
XXIX.
Cuadros
XXX.
Jóvenes
XXXI.
Mujeres
XXXII.
Cultura y arte
XXXIII.
Estudio
(Las citas incluidas en los 9 apartados que siguen son textuales).
1. El libro señala inmediatamente su filiación: La base teórica que guía nuestro pensamiento es el marxismo-leninismo (p. 1). ...Sin un partido construido conforme a la teoría revolucionaria, marxista-leninista y al estilo revolucionario marxista-leninista, es imposible conducir a la clase obrera y a las amplias masas populares a la victoria sobre el imperialismo y sus lacayos (pp. 1 y 2). La teoría de Marx, Engels, Lenin, y Stalin es aplicable universalmente (p. 327).
2. La ideología comunista es presentada como una redención: El proletariado aspira a trasformar el universo según su concepción del universo, y la burguesía según la suya (p. 19). El comunismo es la ideología completa del proletariado y, a la vez, un nuevo sistema social. Esta ideología y este sistema social difieren de todos los demás, y son los más completos, progresistas, revolucionarios y racionales de la historia humana... Sólo la ideología y el sistema social comunista, llenos de juventud y vitalidad, se extienden por todo el mundo con el ímpetu de una avalancha y al fuerza de un rayo (pp. 24 y 25). Nuestro programa futuro o máximo es llevar a China a la sociedad socialista y a la comunista. En nombre de nuestro Partido y nuestra concepción marxista del mundo indican de manera inequívoca este supremo ideal para el futuro, infinitamente bello y luminoso (pp. 25 y 26). El pueblo, y sólo el pueblo, es la fuerza motriz que hace la historia mundial (p. 127).
3. Propugna la intensificación industrial, la producción en gran escala como el ideal que se persigue con el sistema comunista: Estamos realizando no sólo una revolución en el sistema social: la transformación de la propiedad privada en propiedad social, sino también una revolución en la técnica: la transformación de la producción artesanal en producción moderna, mecanizada y en gran escala (p. 27). La lucha de clases, la lucha por la producción y la experimentación científica son los tres grandes movimientos revolucionarios para construir un poderoso país socialista... (pp. 42 y 43).
4. Aparecen claramente el materialismo histórico y la
lucha de clases: Las clases luchan, unas clases salen victoriosas, otras
quedan eliminadas. Así es la historia de la civilización en los últimos
milenios. Interpretar la historia desde este punto de vista es materialismo
histórico; sostener el punto de vista opuesto es idealismo histórico
(p. 9). Los cambios que se producen en la sociedad se deben principalmente
al desarrollo de sus contradicciones internas, es decir, las contradicciones
entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, entre las clases
y entre lo viejo y lo nuevo (p. 10)... En la etapa actual, periodo de
edificación del socialismo, integran el pueblo. todas las clases... que
aprueban y apoyan la causa de la construcción socialista... ; son enemigos del
pueblo todos los grupos y fuerzas sociales que oponen resistencia a la
revolución socialista y se muestran hostiles a la construcción socialista o la
sabotean (p. 49). La guerra, que ha existido desde la aparición de la
propiedad privada y las clases, es la forma más alta de lucha para resolver las
contradicciones entre clases, naciones, Estados o grupos políticos cuando estas
contradicciones han llegado a una determinada etapa... (p. 62).
5. La violencia contra los enemigos de esa ideología:
... Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el
cual una clase derroca a otra (pp. 12 y 13). La dictadura democrática
popular emplea dos métodos. Con los enemigos, emplea la dictadura, es decir, no
les permite, por el tiempo que sea necesario, tomar parte en las actividades
políticas, y las obliga a obedecer las leyes del Gobierno popular, a trabajar y
a transformarse en gente nueva mediante el trabajo. Con el pueblo, por el
contrario, emplea la democracia y no la coacción; es decir, le permite
participar en las actividades políticas y no le obliga a hacer esto o aquello,
sino que lo educa y persuade por medios democráticos (pp. 44 y 45). La
guerra es la continuación de la política (p. 62). Se puede decir.... que
la política es guerra sin derramamiento de sangre, en tanto que la guerra es
política con derramamiento de sangre (p. 63). Somos partidarios de la
abolición de la guerra... Pero la guerra sólo se puede abolir mediante la
guerra... (p. 68). Si los grupos del capital monopolista de los EE.UU. se
obstinan en llevar adelante su política de agresión y de guerra, llegará
inevitablemente el día en que sean ahorcados por los pueblos del mundo
(p. 84). Desde el punto de vista de la guerra revolucionaria en su
conjunto, la guerra popular de guerrillas y las operaciones del Ejército Rojo,
que es la fuerza principal, se complementan como las dos manos del hombre...
(p. 96).
6. El hombre supeditado al sistema y a los fines del
comunismo: ... Tanto los intelectuales como los estudiantes deben estudiar
con ahínco. A la par del estudio de sus especialidades, tienen que progresar
ideológica y políticamente, y para esto deben estudiar el marxismo y los
problemas políticos y de actualidad. No tener una correcta concepción política
equivale a no tener alma (p. 153)... Nos uniremos con todo camarada que
esté dispuesto a observar el Programa, los Estatutos y las decisiones del
Partido (p. 267). El comunista debe ser sincero y franco, leal y activo,
poner los intereses de la revolución por encima de su propia vida y subordinar
sus intereses personales a los de la revolución. En cualquier momento y donde quiera
que esté, ha de adherirse a los principios justos y luchar... a fin de
consolidar la vida colectiva del Partido y su ligazón con las masas; ha de
preocuparse más por el Partido y las masas que por ningún individuo y más por
los demás que por sí mismo. Sólo una persona así es digna de llamarse comunista
(p. 285)... Lo que exigimos es la unidad de la política y el arte, la
unidad del contenido y la forma, la unidad del contenido político
revolucionario y el más alto grado posible de perfección de la forma artística
(p. 322).
7. El principio de igualdad, la «liberación»: ... Estas
cuatro formas de autoridad ―política, de clan, religiosa y marital―
encarnan la ideología y el sistema feudo‑patriarcales en su conjunto y
son cuatro gruesas sogas que mantienen amarrado al pueblo chino...
(p. 313) ... Ayudar a los jóvenes y a las mujeres a organizarse para
participar, en pie de igualdad con los demás, en todas las actividades que
contribuyan a la guerra de resistencia contra los invasores japoneses y al progreso
social; asegurar la libertad de matrimonio y la igualdad entre el hombre y la
mujer, y dar a los niños y jóvenes una educación útil... (p. 316).
8. El Estado llamado a desaparecer, el Partido como
autoridad suprema: (En citas anteriores se hace referencia a esto) ¿No
quieren ustedes abolir el Poder estatal? Sí, queremos, pero no ahora; no
podemos hacerlo todavía. ¿Por qué? Porque aún existe el imperialismo, porque
aún existe la reacción interna, porque aún hay clases en el país...
(p. 39). Nuestro principio es: 1 Partido manda al fusil, y jamás
permitiremos que el fusil mande al Partido (p. 110).
9. Materialismo ateo: ... Nuestro Dios no es otro
que las masas populares de China (p. 215).
10. Otros conceptos que se encuentran en el libro (estas
citas no son textuales): Señala que las tres armas con las que se ha derrotado
al enemigo son el Partido, el ejército dirigido por él y un frente único de
todas las clases y grupos revolucionarios, dirigido por el Partido (p. 3).
Sus amigos más cercanos son el semiproletariado y la pequeña burguesía y en
cuanto a la burguesía media, su ala derecha puede ser enemigo, y amigo su ala
izquierda (p. 15). Las ideas erróneas deben ser sometidas a crítica y no
se puede tolerar que cundan libremente, pero la crítica debe ser plenamente
razonada, analítica y convincente y no burda, burocrática, metafísica o
dogmática (p. 21). Independientemente de la voluntad del hombre, el
sistema socialista reemplazará al capitalista, (p. 25). Es necesario
unirse con los campesinos medios y apoyarse en los pobres (pp. 32 y 33).
Para juzgar si son correctos los actos y palabras, se dan estos criterios:
deben contribuir a unir a los pueblos de sus distintas nacionalidades,
favorecer la construcción socialista, consolidar la dictadura democrática popular
y el centralismo democrático y la dirección del Partido Comunista, la unidad
socialista internacional (pp. 51 y 52). La tarea central y la forma más alta de
toda revolución es la toma del Poder por medio de la fuerza armada
(p. 66). Cuando la sociedad humana llegue a una etapa en que las clases y
los Estados sean eliminados, será la era de la paz eterna para la humanidad
(p. 69). Debemos ser modestos y prudentes y prevenirnos contra el
engreimiento y la precipitación (p. 181). Debemos unimos con el proletariado
de todos los países capitalistas y sólo así se podrá derrocar al imperialismo:
y esto es internacionalismo (p. 188). Recomienda la laboriosidad y
economía en las fábricas y en todas las actividades (p. 199), no tolerar
el despilfarro (p. 200). El camino es sinuoso: no hay que imaginar que una
buena mañana todos los reaccionarios caerán de rodillas por su propia voluntad
(p. 210). La filosofía marxista subraya la dependencia de la teoría
respecto a la práctica (p. 218) y entiende que la ley de los contrarios es
la ley fundamental del universo (p. 227). Hay que combinar el ímpetu
revolucionario con el sentido práctico, como dice Stalin (p. 248). El
enemigo no puede vencernos con la fuerza de las armas, pero la adulación de la
burguesía puede vencer a los débiles y hay que estar prevenidos contra eso
(p. 253). Señala once tipos de liberalismo, que se manifiesta en diversas
formas; por ejemplo: dejar pasar un error para preservar la amistad; hacer
críticas en privado en lugar de hacerlo a la organización; solicitar
consideraciones especiales; escuchar expresiones contrarrevolucionarias sin
informar; al hallarse entre las masas no hacer propaganda ni agitación; no
investigar, olvidándose que se es comunista y comportándose como una persona
cualquiera, trabajar descuidadamente; desdeñar las tareas pequeñas y no estar a
la altura de las grandes (pp. 261 y 263). Para nadie resulta difícil hacer
una cosa de provecho, pero lo difícil es hacerlas durante toda la vida y actuar
siempre en interés de las grandes masas y de la revolución (p. 265). En el
seno del pueblo, la democracia es correlativa al centralismo y la libertad a la
disciplina (p. 269). Cada miembro del Partido, cada palabra y cada acción
deben tener como punto de partida los intereses de todo el Partido y ninguna
violación a este principio será tolerada (p. 288). Se deben preparar y
forjar decenas de millones de continuadores de la causa revolucionaria del
proletariado (p. 294).
El recopilador no buscó hacer un tratado ni exposición
sistemática, sino recoger diversos pensamientos, agrupándolos de acuerdo con
las materias del índice. Da la impresión que tanto Mao Tse‑Tung como el
compilador están tan empapados de la causa, que no necesitan sino «Iluminar» e
impulsar a sus seguidores, que se supone están tan convencidos como ellos. En
este sentido la obra podía llamarse «Manual del Militante Comunista Chino».
Todo él supone un fondo que no se trasluce íntegramente de su simple lectura
para quien no está prevenido. Este fondo es la existencia operante de un
régimen social, político y económico, implantado en China, con la ideología,
los métodos y la práctica de la escuela socialista‑comunista tal como la
enseñaron Marx, Lenin y Stalin. Los textos están generalmente redactados en
tono vibrante, que a veces parece suave, pero que generalmente incita a
entregarse a esa ideología. Lin Piao, en el prefacio de la edición mexicana,
califica el pensamiento de Mao de «bomba atómica espiritual de infinita potencia».
Hay que tener presente que esta ideología, para llegar
al poder o para mantenerse en él ―y así lo ha demostrado la
historia―, realiza una violencia extrema y actos criminales que arrasan
lo que a ella se opone, hechos que no aparecen expresamente en el Libro
Rojo. Sobre este particular y para el caso de China, ver, por ejemplo, los
estragos que narra Ousset [1].
Se han dado cifras de bastantes millones de muertos en tres años, de los cuales
varios millones fueron suicidios. Expulsión, ejecución o prisión de obispos,
sacerdotes, religiosos.
Para no repetir aquí los errores que implica esta
ideología y su práctica, nos remitimos a la Introducción general y a
otras Recensiones. En muchas obras de sociología, de Doctrina Social Católica,
se pueden encontrar las refutaciones que se basan en la razón y el derecho
natural. A este respecto pueden consultarse las obras de Johannes Messner, La
Cuestión Social y su Etica Social, Política y Económica a la luz del Derecho
Natural. (Ed. Rialp). Basta agregar que el Libro Rojo desconoce el
fundamento humano del orden social: La dignidad de la persona humana y el hecho
de que todas las instituciones humanas deben de estar a su servicio. Aquí, por
el contrario, se trasluce el falso dualismo entre explotadores y explotados
como necesidad dialéctica, la pugna social que conduce a la eliminación final
del contrincante, que inyecta al conflicto un carácter pseudomesiánico y
absoluto, una dimensión radical y última, únicamente comparable a la que se da
entre el pecado y la gracia. Hace retroceder al hombre a ese nivel primario de
la conciencia: la lucha, en lugar de proyectarse en el interior de la persona,
lo hace sobre la exterioridad del espacio social, donde se enfrentan dos clases
que representan el bien y el mal absoluto [2].
Por otra parte, ninguna de las afirmaciones básicas del Libro
Rojo supone alguna novedad. Baste aquí recoger algunos párrafos de la
Encíclica Divini Redemptoris de Pío IX, del 19 de marzo de 1937, en los
que se puede apreciar la condenación de los principales puntos del Libro
Rojo: «... Un pseudo ideal de justicia, de igualdad y de fraternidad en el
trabajo penetra toda su doctrina (del comunismo) y toda su actividad de cierto
falso misticismo que comunica a las masas halagadas por falaces promesas un
ímpetu y entusiasmo contagioso... Más aún, se hace gala de este pseudoideal,
como si él hubiera sido el iniciador de cierto progreso económico, el cual,
cuando es real, se explica por causas bien distintas: como son, la
intensificación de la producción industrial en países que casi carecían de
ella, valiéndose de enormes riquezas naturales, y el uso de métodos inhumanos
para efectuar grandes trabajos con poco gasto. En sustancia, la doctrina que el
comunismo oculta bajo apariencias a veces seductoras, se funda hoy sobre los
principios del materialismo dialéctico e histórico proclamados antes por Marx y
cuya única genuina interpretación pretenden poseer los teorizantes del
bolchevismo. Esta doctrina enseña que no existe más que una sola realidad, la
materia con sus fuerzas ciegas, la cual por evolución llega a ser planta,
animal, hombre. La misma sociedad humana no es más que una apariencia y una
forma de la materia que evoluciona del modo dicho, y que por ineluctable
necesidad tiende, en un perpetuo conflicto de fuerzas, hacia la síntesis final:
una sociedad sin clases. Es evidente que en semejante doctrina no hay lugar
para la idea de Dios, no existe diferencia entre espíritu y materia, ni entre
cuerpo y alma; ni sobrevive el alma a la muerte ni, por consiguiente, puede
haber esperanza alguna en una vida futura.
Insistiendo en el aspecto dialéctico de su materialismo,
los comunistas sostienen que los hombres pueden acelerar el conflicto que ha de
conducir al mundo hacia la síntesis final. De ahí sus esfuerzos por hacer más
agudos los antagonismos que surgen entre las diversas clases de la sociedad; la
lucha de clases, con sus odios y destrucciones, toma el aspecto de una cruzada
por el progreso de la humanidad. En cambio, todas las fuerzas, sean las que fueren,
que resistan a esas violencias sistemáticas, deben ser aniquiladas como
enemigas del género humano.
El comunismo, además, despoja al hombre de su libertad,
principio espiritual de su conducta moral, quita toda dignidad á la persona
humana y todo freno moral contra el asalto de los estímulos ciegos. No reconoce
al individuo, frente a la colectividad, ningún derecho natural de la persona
humana, por ser ésta en la teoría comunista simple rueda del engranaje del
sistema.
En las relaciones de los hombres entre sí sostiene el
principio de la absoluta igualdad, rechazando toda jerarquía y autoridad
establecida por Dios, incluso la de los padres; todo eso que los hombres llaman
autoridad y subordinación se deriva de la colectividad como de su primera y
única fuente. Ni concede a los individuos derecho alguno de propiedad sobre los
bienes naturales y sobre los medios de producción, porque, siendo ellos fuente
de otros bienes, su posesión conduciría al predominio de un hombre sobre los
demás. Por esto precisamente, por ser fuente originaria de toda esclavitud
económica, deberá ser destruido radicalmente este género de propiedad privada.
Naturalmente, esta doctrina, al negar a la vida humana
todo carácter sagrado y espiritual, hace del matrimonio y de la familia una
institución puramente artificial y civil, o sea fruto de un determinado sistema
económico; niega la. existencia de un vínculo matrimonial de naturaleza
jurídico‑moral que esté por encima del arbitrio de los individuos y de la
colectividad, y consiguientemente niega también su indisolubilidad. En
particular, no existe para el comunismo nada que ligue a la mujer con la
familia y la casa. Al proclamar el principio de la emancipación de la mujer, la
separa de la vida doméstica y del cuidado de los hijos para arrastrarla a la
vida pública y a la producción colectiva en la misma medida que el hombre,
dejando a la colectividad el cuidado del hogar y de la prole. Niega,
finalmente, a los padres, el derecho de la educación, porque éste es
considerado como un derecho exclusivo de la comunidad, y sólo en su nombre y
por mandato suyo lo pueden ejercer los padres».
J.A.C.
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