LUXEMBURG, Rosa

La acumulación del Capital

New York, Monthly Review Press (Edición en rústica en 1964 de la traducción al inglés de la obra original y publicada en Inglaterra en 1951). Con una Introducción de Joan Robinson *.

 

INTRODUCCION

La acumulación del Capital constituye la obra más importante de Rosa Luxemburg y está considerada ―según la opinión de sus comentadores― como una crítica marxista de Marx. El libro, dado el confusionismo y falta de rigor de algunos de sus razonamientos, se presta a notable crítica ―por parte de los mismos marxistas― y resulta difícil de interpretar. La introducción a la edición inglesa, escrita por Joan Robinson, intenta poner de relieve lo que de valioso pueda tener la contribución de Rosa Luxemburg, para un análisis marxista del proceso de evolución capitalista. Por supuesto, la propia Joan Robinson reconoce que otros autores marxistas han interpretado a Rosa Luxemburg de modo diferente llegando, incluso, a presentar sus teorías como irredeemable nonsense (irremediablemente carentes de sentido).

 

CONTENIDO DE LA OBRA

En la exposición del contenido de este libro se seguirá la misma división en tres Secciones que lo componen. A continuación se enumeran dichas Secciones, expresando los capítulos que integran cada una de ellas, y una breve exposición de la temática que se desarrollará después, al exponer el contenido de cada Sección.

Sección primera: El problema de la reproducción del capital

(Cap. I al IX). En una introducción a los modelos de Marx para la reproducción simple y reproducción ampliada del capital social. Sobre la base del modelo para la reproducción ampliada ―que supone expansión de la producción y acumulación del capital social―, Rosa Luxemburg tratará de explicitar el problema que constituye el eje de su investigación. Incluye una crítica a Adam Smith y a Quesnay.

Sección segunda: Exposición histórica del problema

(Cap. X al XXIV). Se exponen en esta Sección tres polémicas históricas que afectan al tema que ocupa a la autora. La primera contrapone las ideas de Sismondi y Malthus a las de Say, David Ricardo y Mac Culloch. La segunda las de Rodbertus a las de Von Kirchmann y la tercera es una polémica entre los marxistas legalistas rusos Struve, Bulgakov y Tugan Baranovski contra los socialistas populistas Vorontsov y Nikolayon.

Sección tercera: Las condiciones históricas de la acumulación

(Cap. XXV al XXXII). En esta sección la autora desarrolla su propia teoría intentando mostrar cómo es condición necesaria del desarrollo capitalista la invasión de las economías primitivas, así como el proceso a través del cual las destruye.

SECCION PRIMERA (El problema de la reproducción del capital)

Ya en el primer capítulo apunta Rosa Luxemburg cuál es el problema que va a investigar. Se trata del análisis de las condiciones necesarias para que una economía capitalista pueda desarrollarse, es decir, las condiciones que han de darse respecto a los medios de producción, mano de obra y mercados (demanda efectiva) para que una economía organizada según el modo capitalista de producción pueda seguir incrementando su capital social.

En síntesis su planteamiento puede esquematizarse del modo siguiente:

a) Dado que el conjunto de capitalistas busca necesariamente la acumulación de capital (como medio para apropiarse de una plusvalía creciente);

b) y dado que el proceso de acumulación supone que han de darse los siguientes pasos:

1. Producción de mercancías.

2.Circulación y realización de la plusvalía contenida en las mercancías producidas.

3.Capitalización de parte de esa plusvalía a través de su inversión en medios de producción, que pasan a incrementar el conjunto de bienes que constituye el capital social.

4.Nuevo comienzo del proceso a un nivel de producción superior.

c) Hay, pues, que explicar cómo es posible que los capitalistas encuentren:

1.La demanda efectiva que es necesaria para absorber esa mayor producción a la que da origen el proceso de acumulación del capital.

2.Los medios de producción que permitan efectivamente invertir la parte de plusvalía que han decidido capitalizar.

3.La mano de obra necesaria para abordar la producción ampliada.

4.Medios de pago necesarios para realizar el proceso de intercambio de la producción ampliada.

5.Además ―señala Rosa Luxemburg― todos estos elementos han de encontrarse en las «proporciones adecuadas».

Los restantes capítulos de esta Sección tienen por objeto poner de relieve cómo, hasta Marx, no se plantea claramente el problema de la reproducción del capital social. «Los economistas burgueses nunca han sido plenamente conscientes del problema ... ; nunca han sido capaces de formularlo con precisión y mucho menos de resolverlo» (p. 31).

A continuación, Rosa Luxemburg introduce el modelo para la reproducción simple del capital social ―es decir, sin acumulación de capital en sucesivos períodos― que Marx expone en el volumen II de El Capital. Aunque el intento de la autora sea realizar el análisis de las condiciones necesarias para la reproducción ampliada ―capital creciente―, que es el caso real de una economía en desarrollo, se detiene en el análisis de la reproducción simple ―que fue completado por el propio Marx― para mejor aislar los problemas específicos que surgen en el caso de que haya acumulación del capital.

Como ella misma pone de relieve, Marx no llegó a completar el análisis de las condiciones necesarias para que el proceso de reproducción ampliada pueda tener lugar. A partir del modelo aritmético esbozado por Marx para representar dicho proceso, [1] Rosa Luxemburg deduce que han de darse tres condiciones para que pueda ampliarse la producción, a saber:

1) La sociedad debe disponer de una cantidad creciente de mano de obra para ser empleada.

2) En cada período, las necesidades inmediatas de la sociedad han de permitir que parte de la producción se destine a incrementar el capital social, es decir, que no se consuma el total producido (Posibilidad de ahorrar).

3) La producción de bienes de equipo debe ser suficiente para que se pueda incrementar materialmente el capital social (posibilidad de invertir) (cfr. p. 131).

Esos tres puntos parecen constituir las condiciones para la reproducción ampliada, tanto si se trata de un sistema socialista planificado como si se trata de un sistema capitalista [2].

Queda, sin embargo, por comprobar, si esas tres condiciones son suficientes para asegurar que la acumulación puede darse en el contexto de una economía capitalista. En este caso ―afirma Rosa Luxemburg― se requiere una nueva condición: La demanda efectiva (disociada de las necesidades reales de los trabajadores , según la tesis marxista) debe crecer también, dado que su existencia es conditio sine qua non para que los capitalistas decidan invertir. Su pregunta, pues, será la siguiente: ¿De dónde viene esa demanda efectiva continuamente creciente, que asegura las nuevas inversiones, es decir, que asegura un estímulo al conjunto de los capitalistas para expander la producción global?

Para Rosa Luxemburg parece resultar impensable un crecimiento de los salarlos reales de los trabajadores como fuente de demanda efectiva (pues esto iría en contra de la tesis marxista de la progresiva depauperación de la clase proletaria). Tampoco le satisface, para explicar el crecimiento de la demanda efectiva, la teoría del aumento de las necesidades de bienes de capital debido al progreso técnico (de hecho arremete fuertemente contra Tugan Baranovski que mantuvo esta explicación; aunque las razones de su enfado parecen ser puramente «ideológicas»: repugnancia a que por este camino pudiera demostrarse la auto‑perpetuación del sistema capitalista).

En consecuencia, dicha demanda ha de buscarse fuera del ámbito de la economía capitalista. Con este planteamiento termina la Sección primera, afirmando en síntesis: «La realización de la plusvalía fuera de las dos únicas clases sociales (capitalistas y trabajadores) parece ser indispensable del mismo modo que parece ser imposible. La (explicación de la...) acumulación de capital ha sido atrapada en un círculo vicioso. El volumen II de El Capital no ofrece ninguna solución» (p. 165) [3].

Según Rosa Luxemburg esta omisión de Marx se explica porque «Marx acentuó repetidas veces y resaltó el hecho de que consideraba la renovación del capital fijo... como el problema más difícil e importante de la reproducción. El otro problema, el de la acumulación, Le. realización de la plusvalía con el fin de capitalizarla, fue así dejado en el trasfondo y Marx apenas lo trató» (p. 169).

Con el problema ya definido, Rosa Luxemburg pasa a analizar en la siguiente Sección los intentos de otros economistas ―anteriores y posteriores a Marx― por resolver la cuestión de «si la acumulación de capital es posible en la práctica» (p. 170), cuestión que ―para ella― se reduce a la de la existencia de una demanda efectiva fuera de la sociedad capitalista, que signifique un incentivo suficiente para que los capitalistas inviertan, buscando incrementar la producción, para realizar la plusvalía correspondiente al satisfacer dicha demanda.

SECCION SEGUNDA (Exposición histórica del problema)

Tal como Joan Robinson apunta en la Introducción (p. 22), Rosa Luxemburg trata a todos los autores sujetos a examen en esta Sección con notable sarcasmo, descartando sus análisis por inútiles, aunque los argumentos de la autora para llegar a esa conclusión son en algunos casos débiles e inadecuados. De hecho, algunos de esos autores están directamente preocupados por problemas que tienen que ver tan sólo de modo indirecto o complementario con el que directa mente interesa a la autora. Esta parece ignorar dichos problemas o, por lo menos, no parece darles importancia (como ejemplo puede citarse el problema del equilibrio entre ahorro e inversión).

Es ilustrativa de la línea de pensamiento que sigue Rosa Luxemburg la crítica que realiza de las ideas de Tugan‑Baranovski: «El enfoque de Tugan‑Baranovski, según el cual la producción capitalista puede crear mercados ilimitados y es independiente del consumo, le lleva directamente a la tesis de Say y Ricardo, es decir, a un equilibrio natural entre producción y consumo, entre oferta y demanda» (p. 324); «La cuestión era si el capitalismo en general, y el capitalismo ruso en particular, es capaz de desarrollarse; estos marxistas (Struve, Bulgakov y Tugan‑Baranovski), sin embargo, probaron su capacidad hasta el extremo de ofrecer una prueba teórica de que el capitalismo puede continuar indefinidamente » (p. 325). En último término buscan probar la destrucción del capitalismo acudiendo a otros factores [4] «destruyendo ―en opinión de Rosa Luxemburg― todos los argumentos objetivos de carácter económico que dan soporte al socialismo».

Todo el problema reside en que Tugan‑Baranovski, partiendo del modelo para la reproducción ampliada de Marx, sostiene que la demanda debida al crecimiento del capital fijo en ambos departamentos de producción permite un proceso de acumulación ad infinitum. Para Rosa Luxemburg esto no es más que «Jugar con números dentro del modelo».

Ella lo que busca en último término es demostrar que, por pura necesidad lógica, el sistema capitalista ha de desintegrarse y que, si aún no se ha desintegrado, se debe únicamente a que todavía existe una demanda efectiva fuera del sistema que permite que la acumulación del capital continúe. Esta, que parece ser su tesis central, la desarrolla en la siguiente Sección.

SECCION TERCERA (Las condiciones históricas de la acumulación)

Comienza Rosa Luxemburg esta tercera parte intentando probar que el modelo que Marx había sugerido para la reproducción ampliada es incongruente con las propias teorías de Marx al respecto:

«La acumulación, según indica el modelo, sigue su curso, pero no queda indicado de ningún modo quién se va a beneficiar con dicha acumulación, quiénes son los nuevos consumidores para quienes la producción se amplía. El modelo supone, por ejemplo, el siguiente proceso: la industria del carbón se desarrolla a fin de servir a la expansión de la industria siderúrgica; ésta, a su vez, incrementa la producción para servir a la industria de fabricación de maquinaria, lo cual sirve para ampliar la producción de bienes de consumo. Esta última ampliación sirve, finalmente, para mantener tanto a los propios trabajadores como a la creciente masa de mano de obra en las otras industrias que han aumentado su producción. El proceso puede seguir de idéntico modo ad infinitum. Estaríamos en un movimiento circular bastante parecido al que supone la teoría de Tugan‑Baranovski. Considerado aisladamente el modelo de Marx permite de hecho una tal interpretación, puesto que él mismo explícitamente afirma una y otra vez que intenta presentar el proceso de acumulación del capital social en una sociedad compuesta únicamente de capitalistas y trabajadores» (p. 330 s.). «Sobre este supuesto, sin embargo, su modelo no permite ninguna otra interpretación aparte de la de la producción por la producción misma (p. 333).

Es evidente para Rosa Luxemburg que, si se entiende adecuadamente toda lo que Marx dice acerca del proceso de acumulación capitalista ―particularmente en el volumen II de El Capital―, se aprecia claramente que el modelo del propio Marx para la reproducción ampliada es muy deficiente, es decir: un examen crítico del modelo a la luz de las teorías de Marx revela que existen incongruencias en el mismo. De modo particular ―señala― el modelo contradice la concepción del curso que seguirá el capitalismo, apuntada por Marx en el volumen III de El Capital. «Esta concepción se basa precisamente en la contradicción intrínseca entre la capacidad ilimitada de expansión de las fuerzas productivas y la capacidad limitada de expansión del consumo social bajo las condiciones de distribución propias del sistema capitalista» (p. 343).

En síntesis ―concluye la autora―, según Marx, es condición necesaria para la acumulación capitalista la expansión del mercado, entendiendo como tal un mercado que trascienda el propio consumo de los capitalistas y trabajadores.

Para ilustrar este punto en términos del modelo de Marx para la reproducción ampliada, propone una generalización de dicho modelo introduciendo en el mismo el progreso técnico (a través de una creciente productividad de la mano de obra, crecimiento del capital fijo respecto al valor total producido y crecimiento de la relación entre la plusvalía y el capital variable). Los cálculos que realiza en base a este nuevo modelo [5] hacen aparecer un desequilibrio entre la producción del departamento de bienes de equipo ―que no alcanzan las necesidades de capital fijo de ambos departamentos―, y la producción del departamento de bienes de consumo ―que, por el contrario, arroja un excedente sobre las necesidades de consumo del conjunto―. Rosa Luxemburg parece quedar convencida con esta ilustración de que la acumulación es estrictamente imposible, si nos movemos exclusivamente en el ámbito de una economía capitalista cerrada [6].

Ahora bien, si la acumulación es imposible en el contexto de una economía exclusivamente capitalista, ¿cómo se explica el proceso histórico de acumulación? «El modelo de Marx para la reproducción ampliada no puede explicar el proceso histórico real de la acumulación. Y ¿cuál es la razón? A causa de las premisas sobre las que está construido. El modelo intenta describir el proceso de acumulación, suponiendo que los capitalistas y los trabajadores son los únicos consumidores de la producción» (p. 348).

Ese «mercado externo» que, al permitir la colocación de la producción ampliada de las economías capitalistas, explica el hecho histórico real de la acumulación, lo encuentra Rosa Luxemburg en la existencia real histórica de un entorno social no‑capitalista que ha ido absorbiendo los productos del capitalismo, suministrándole a su vez otros más elementales (materias primas, etc.), junto con mano de obra para ser empleada en la producción capitalista. Si el capitalismo no ha muerto ya, se debe únicamente a que ha tenido la posibilidad de ir invadiendo esas sociedades no capitalistas de su entorno.

El proceso de invasión es descrito en detalle a partir de este punto: El capitalismo surge y se desarrolla históricamente en medio de una sociedad no capitalista. El capitalismo europeo (una vez consolidado) se encuentra a su vez rodeado por grandes territorios ocupados por civilizaciones no‑europeas que presentan diferentes niveles de desarrollo. Es este el marco adecuado para la acumulación del capital. La existencia y el desarrollo del capitalismo requieren un entorno de formas de producción no‑capitalistas, pero no todas ellas sirven para aquel fin. El capitalismo necesita estamentos sociales no capitalistas como mercado para realizar la plusvalía, como fuente de medios de producción y como reserva de mano de obra. Para todos estos fines las formas de producción basadas sobre una economía natural no son útiles al capitalismo. Una economía natural choca con las demandas del capitalismo, presentando rígidas barreras a cada paso. El capitalismo tiene que luchar siempre, y en todas partes, una batalla para aniquilar cualquier forma histórica de economía natural que encuentre. Los principales métodos de esta lucha son: la fuerza política (revolución, guerra), las cargas fiscales agobiantes que impone el estado y el suministro de mercancías baratas.

Más en concreto, en su lucha contra las sociedades basadas en una economía natural, el capital persigue las siguientes metas:

1) La obtención de fuentes importantes de fuerzas productivas: tierra, caza, minerales.

2) La «liberación» de mano de obra para someterla al servicio de la producción capitalista.

3) La introducción de una economía de intercambio de productos.

4) La separación del comercio y la agricultura (cfr. pp. 368‑369).

Como ejemplos históricos de los estadios iniciales de la lucha del capital contra las economías naturales, la autora ofrece una viva descripción de las políticas seguidas por Inglaterra en la India y por Francia en Argelia.

Más adelante continúa: «La segunda condición de importancia para la adquisición de medios de producción y para realizar la plusvalía es la introducción de una economía basada en el intercambio de productos, en sustitución de la economía natural en que estaban basadas las sociedades (primitivas invadidas), tan pronto como su independencia ha sido eliminada o, más bien, a lo largo del propio proceso de eliminación. El capital necesita comprar los productos de todos los estamentos y sociedades no capitalistas y vender sus mercancías a los mismos» (p. 386).

Para facilitar dicho proceso «la marcha triunfante de la economía de intercambio comienza en la mayoría de los casos con grandes construcciones destinadas a facilitar el transporte (ferrocarriles, túneles, etc.)» (p. 386). Rosa Luxemburg ilustra este proceso con una larga y dramática descripción de las «guerras del opio» en China.

Por último tenemos que «una fase final importante en la campaña contra las economías naturales es la de separar la industria de la agricultura, la eliminación de las industrias rurales propias de una economía agraria. Es un fenómeno recurrente en el desarrollo de la producción capitalista que, una rama industrial tras otra, es aislada, separada del medio rural, y concentrada en fábricas para la producción en masa» (p. 395).

Para ilustrar históricamente el proceso describe los avatares de los granjeros de Estados Unidos y la colonización británica en Sudáfrica.

La síntesis de todas sus descripciones es, de nuevo, su tesis inicial:

«El proceso de acumulación lleva en todas partes a sustituir la economía natural por una economía de intercambio de productos. El objetivo último, sin embargo, es el establecer el dominio exclusivo y universal del modo de producción capitalista para todos los países y todas las ramas industriales».

«Sin embargo este proceso no conduce a ninguna parte. Tan pronto como este resultado final fuese alcanzado en teoría, naturalmente, porque nunca podrá darse en la realidad (la autora está pensando en que la revolución proletaria no dejará que se llegue históricamente a ese punto terminal teórico) la acumulación tiene que terminar. La realización y capitalización de la plusvalía es imposible que se lleve a efecto. Tan pronto como la realidad comience a corresponder a las condiciones de formulación del modelo de Marx para la reproducción ampliada, el final de la acumulación está a la vista, ha alcanzado sus límites y la producción capitalista está in extremis. Para el capital, el final de la acumulación significa que el desarrollo de las fuerzas productivas se ha frenado y el colapso del capitalismo se seguirá inevitablemente, como una necesidad histórica objetiva. Esta es la razón que explica el comportamiento contradictorio del capitalismo en el estadio final de su carrera histórica: el imperialismo.»

«El modelo de Marx para la reproducción ampliada no sirve, pues, para expresar las condiciones reales de la acumulación. La acumulación progresiva no puede reducirse a las relaciones estáticas e interdependencias entre los dos grandes departamentos de producción (el de bienes de inversión y el de bienes de consumo) tal como aparecen en el modelo. La acumulación exige algo más que unas relaciones internas entre las ramas de una economía capitalista; significa primariamente una relación entre el capitalismo y un entorno no capitalista. El modelo de Marx para la reproducción ampliada representa tan sólo la reflexión teórica del momento preciso cuando el dominio del capital ha alcanzado sus límites, y así no es menos ficticio que el modelo para la reproducción simple ―que presenta la formulación teórica del punto de partida―. La definición precisa de la acumulación capitalista y de sus leyes se encuentra entre ambos puntos» (pp. 417‑418).

Siguen finalmente tres capítulos sobre préstamos internacionales, tarifas aduaneras proteccionistas y militarismo, en sus relaciones con la acumulación del capital, pero nada añaden ya a la tesis central de la autora.

VALORACION TECNICA Y METODOLOGICA

Las tesis de Rosa Luxemburg en este libro podrían sintetizarse del modo siguiente:

1.º           El colapso del capitalismo ha de producirse de modo necesario ―como una necesidad histórica objetiva―, debido a que las condiciones necesarias para la acumulación del capital no pueden existir en una sociedad capitalista cerrada, es decir, en una sociedad que no tenga abierta la posibilidad de interacción con un entorno pre‑capitalista.

2º. Si el capitalismo aún sobrevive como forma histórica se debe a que ha venido encontrando en su entorno sociedades de economía más primitivas a las que ir invadiendo. Pero, a través del propio proceso de invasión, las convierte necesariamente en economías capitalistas, eliminando de ese modo las condiciones necesarias para la propia supervivencia.

Formalmente hablando, no se puede tan siquiera decir que Rosa Luxemburg haya abordado seriamente la prueba de dichas tesis. Respecto a la primera, lo único que aporta en su libro es una modificación del modelo de Marx para la reproducción ampliada introduciendo en el mismo el desarrollo técnico, a fin de ilustrar numéricamente cómo, en el caso elegido, se produciría una falta de equilibrio en el sistema.

De hecho ―y como repetidamente pone de relieve a lo largo del libro― esta imposibilidad de un sistema capitalista, para que dentro de él se genere la demanda efectiva necesaria para estimular las inversiones en que ha de materializarse la acumulación del capital, constituye prácticamente una convicción a la que se adhiere firmemente, porque encuentra que es el único modo de conciliar el a priori del desequilibrio (en un sistema capitalista) entre capacidades productivas y necesidades de consumo, con el desarrollo de la economía capitalista ―como hecho observable―, sin caer en la explicación dada por Tugan‑Baranovski (que supone la renuncia a una prueba económica de la desintegración del sistema capitalista por su misma dialéctica interna).

Es ilustrativo poner de relieve la lógica interna de esta postura de Rosa Luxemburg. Efectivamente, una vez que se acepta (como lo hace Marx) que la acumulación del capital es algo que necesariamente ha de darse, no cabe duda que dicha acumulación ha de materializarse en inversiones, que los capitalistas harán tan sólo si encuentran un incentivo, y ese incentivo está condicionado por una demanda efectiva que les asegure la realización de las plusvalías crecientes de las que apoderarse a través del proceso productivo generado por las nuevas inversiones. Así pues, en el origen y naturaleza de esa demanda efectiva se ha de encontrar la clave que permita que al irla satisfaciendo ―aunque sólo sea como medio para realizar la plusvalía― se está al mismo tiempo dejando cada vez más insatisfecha esa demanda potencial que suponen las necesidades de consumo de los trabajadores. Suponer que esa demanda efectiva se da tan sólo fuera del sistema» elimina de raíz un problema espinoso para el marxismo, concretamente el problema de si, a pesar de los desequilibrios sociales de las que ellos llaman economías capitalistas, todavía distan de ser esa abstracción teórica e irreal que Marx denomina capitalismo, y evita tratar el incómodo tema ―dentro de una ideología marxista― de si los salarios reales de los trabajadores (una de las fuentes de demanda efectiva dentro del sistema) se alejan o no cada vez más de ese «mínimo nivel de subsistencia y reproducción» al que, según Marx, tendrían que tender inexorablemente. Evita, en último término, plantearse de frente el tema de si los sistemas económicos reales están produciendo o no esa depauperación creciente característica del modelo teórico llamado capitalismo.

Respecto a la segunda tesis de Rosa Luxemburg, cabe decir únicamente que todo lo que hace es sencillamente ilustrarla, interpretando algunos hechos históricos de acuerdo con los más estrictos cánones del materialismo marxista. Desde las guerras hasta las persecuciones de los cristianos no existe otro objeto que no sea el de abrir nuevos mercados para la producción capitalista. En todas las descripciones que realiza, cualquier observador medio y sin prejuicios podría encontrar motivos para explicar los hechos que, en algunos casos, aún serían más rastreros que los puramente económicos, v en otros casos serían mucho más nobles. Naturalmente a Rosa Luxemburg no le preocupa el tema porque no busca descubrir una explicación de aquellos hechos históricos, sino tan sólo «ilustrar» un postulado al que está plenamente adherida: el materialismo histórico.

VALORACION DE FONDO

La acumulación del capital tiene por objeto completar el análisis de Marx en un punto particular, desarrollando una teoría capaz de explicar la supervivencia temporal de los sistemas capitalistas. Los postulados centrales del marxismo son punto de partida de todos los razonamientos de la autora, sobre todo a través de las consecuencias que de los mismos se derivan en el plano económico. En esta valoración nos limitaremos a resaltar aquellos aspectos de la doctrina marxista que más directamente han condicionado el pensamiento de la autora y, sobre todo, el planteamiento de su problema.

La economía marxista ―al igual que ocurre con cualquier otro aspecto de la teoría― tiene su único soporte en unos postulados de carácter filosófico. El problema específico de la economía es que ese sacrificio de la realidad ―que ha de ser descartada como «apariencia», para salvar la coherencia interna de las tesis marxistas― le resulta especialmente arduo porque entraña la negación de verdades que, aún siendo de escasa categoría ontológica, son muy inmediatamente experimentables. De ahí que los economistas marxistas tengan que ir reinterpretando y reelaborando su interpretación de los fenómenos histórico‑económicos para salvar los postulados fundamentales del marxismo. De hecho, y en cuanto científicos, sus dificultades les vienen más bien del lado de la realidad misma [7] ―que se resiste a ser interpretada con las categorías apriorísticas del pensamiento marxista― que no del lado de la ciencia económica no marxista. Desgraciadamente, los supuestos filosóficos que se encuentran en la base de los desarrollos formales de la mayor parte de la ciencia económica no marxista son también materialistas y, valga la expresión, de un materialismo más «ingenuo» que el marxista. Falta una ciencia suficientemente elaborada que analice los fenómenos económicos como fenómenos específicamente humanos, y falta porque la economía como ciencia nació en momentos de declive del pensamiento filosófico, siendo por ello incapaz de conectarse con las grandes verdades metafísicas para hacerlas vigentes dentro de sus métodos propios y de su esquema analítico. El problema central de la economía como ciencia del hombre es el problema de la adecuación entre la producción y las necesidades. Las respuestas a este problema ―sean explícitas o implícitas―, por parte de los desarrollos teóricos al uso, son igualmente triviales, y suponen una imagen del hombre o de la sociedad que ya implica en el punto de partida la solución posterior del problema. Las teorías puras al respecto son: la clásica (los motivos que llevan a producir están tan naturalmente ligados con las necesidades de quienes producen que el equilibrio es inevitable a largo plazo) y, su opuesta, la marxista (los motivos que llevan a producir en un sistema de libre empresa están tan naturalmente disociados de las necesidades de los productores que el desequilibrio entre producción y necesidades hace inviable el sistema a largo plazo).

El correlato técnico de este problema es el de la congruencia o incongruencia de la demanda efectiva ―que pone en marcha el proceso inversión‑produccíón― con la demanda potencial, que representa las necesidades insatisfechas. Da la impresión de que hace falta una fuerte dosis de apriorismo y un empeño notable en no mirar a la realidad si se quiere prestar adhesión plena, tanto a la postura liberalista pura (el sistema económico garantiza esa congruencia cuando cada individuo busca su propio interés), como a la marxista (la búsqueda del interés individual supone necesariamente la incongruencia entre ambas). Ambas son puras abstracciones que, para ser siquiera interpretadas, suponen la solución de un problema meta‑económico, puesto que dependen fundamentalmente del contenido de los denominados «intereses individuales». La verdadera naturaleza de la cuestión aparece tan sólo al nivel de la ciencia ética. A ese nivel queda claro que si, por «interés individual» se entiende «intereses egoístas inmediatos» del individuo, la vida social se hace imposible de raíz. No es que se haga posible con un sistema e imposible con otros, es que no hay organización social posible porque no hay sociedad humana en sentido estricto (lo más que se tendría sena un grupo biológico degenerativo e inestable). Claro está que a ese nivel ―al nivel ético― ya aparecen explicitadas las dimensiones más radicales del hombre y, una vez en ese terreno, es difícil cerrar los ojos ante el absurdo que suponen las hipótesis materialistas y el caprichoso apriorismo de sus postulados. A ese nivel queda bien explicado algo tan elemental como que el hombre puede comportarse de modo egoísta o de modo contrario. Aparece la historia como un quehacer del hombre, capaz de configurar la realidad histórica a través de sus decisiones concretas en las que va ejercitando la libertad que tiene para encerrarse en sí mismo o para trascenderse. Aparece la posibilidad de formas históricas concretas de relación social, que serán más o menos justas dependiendo de la mayor o menor justicia de los individuos que contribuyen a darles vida. Ya San Agustín dejó hace siglos formulados los dos grandes límites entre los que se moverían las realidades históricas concretas y cual era su fundamento último; el amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios, que lleva al hombre a construir una ciudad terrena, animal y diabólica, o el amor a Dios hasta el desprecio de sí mismo que le lleva a construir una ciudad celestial. La libertad del hombre le permite elegir el camino pero, una vez elegido, es muy difícil evitar que le lleve a donde el camino conduce.

Un científico que trabaje con una visión completa de lo real, no se encuentra en la disyuntiva que motiva el trabajo de Rosa Luxemburg, no se encuentra con el pseudo‑problema de cómo manipular una ciencia para poder explicar de un lado los fenómenos que inmediatamente constituyen su objeto, salvando de otra parte unos postulados ideológicos que afirman la necesidad de ciertas consecuencias en el ámbito de dicha ciencia. Pedir a la economía que explique la realidad sobre la base de que las únicas posibilidades reales aún abiertas para organizar la producción son esos modelos abstractos que el marxismo denomina «capitalismo» y «socialismo», es una reducción semejante a la que significaría el pedir a la física que explicase el movimiento real de los cuerpos sobre el supuesto de que sólo hay cuerpos infinitamente elásticos e infinitamente rígidos. Una restricción tan poco realista no tiene más remedio que manifestarse a través de pseudoproblemas, es decir, a través de problemas que no se dan en la realidad sino tan sólo en la mente del reduccionista empeñado a toda costa en salvar sus ideas apriorísticas frente a una realidad que las desborda.

J.A.P.L.

 

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* La obra fue publicada originalmente en alemán en 1913.

[1] El modelo recoge las relaciones que han de darse entre las producciones de los dos grandes departamentos productivos en que divide la economía: Departamento de producción de bienes de equipo y materias primas (Dep. I) y Departamento de producción de bienes de consumo (Dep. II). Dichas relaciones son:

La producción del Dep. I ha de ser suficiente para reponer el desgaste de equipo y materias primas de ambos departamentos, más las nuevas inversiones tanto propias como del Dep. II.

La producción del Dep. II ha de alcanzar a cubrir el consumo de capitalistas y obreros de ambos departamentos.

[2] Es de advertir que para Rosa Luxemburg esta verificación la exime de tratar en adelante de esos problemas específicos. Para ella es una aseveración incuestionable que un sistema socialista planificado los resuelve automáticamente». En todo caso, habría que probar ―según ella― que un sistema capitalista es capaz de resolverlos, aunque sólo marginalmente formulará críticas al capitalismo desde ese punto de vista por ser extraño a su argumentación central. Desde un punto de vista histórico, la preocupación de los marxistas respecto a las quiebras técnicas de la organización centralizada de la producción es posterior a Rosa Luxemburg.

[3] Es muy ilustrativo a este respecto, y para el problema que nos ocupa repasar las páginas 79 a 82 de la recensión de El Capital.

[4] Efectivamente esto es así, y Rosa Luxemburg reconoce la naturaleza de la prueba que quiere dar Turgan‑Baranovski, ¡es una prueba de carácter ético! Es cierto que a este nivel ―al nivel ético― es fácil probar que si existiese un sistema tan injusto como el que describe Marx bajo el nombre de «capitalismo», un sistema que deshumanizase a los hombres cada vez más (en un sentido real de deshumanización, no simplemente identificándola con el hecho de que presten sus servicios a cambio de una retribución que puede ser escasa o no) dicho sistema no podría sobrevivir. De aquí la tendencia a llevar la prueba de la autodestrucción del capitalismo a planos superiores al económico. Pero Rosa Luxemburg se revela en esto como una marxista ortodoxa, ¡antes renunciar a la prueba que aceptarla a ese nivel! Y esta convicción le hará incluso incurrir en contradicciones al nivel científico, pero no le hará perder su confianza. Porque ―y ésta es la tragedia del pensamiento marxista― la aceptación de una ley imposible de verificar o de reducir a leyes económicas significa rechazar el materialismo dialéctico: la realidad (material) no se explicaría a sí misma.

[5] Que, entre otras cosas, al mantener los salarios reales constantes, resulta asignar ―contra lo que Marx afirma en uno de sus «postulados»― un coeficiente de beneficio para el capital que no sólo no tiende a decrecer, sino que crece.

[6] De hecho, como muestra Joan Robinson en la Introducción (p. 24), el razonamiento no es en absoluto concluyente. Un punto central al respecto es el supuesto implícito de que los ahorros de un departamento han de ser invertidos en el propio departamento.

[7] El mismo Marx padece este problema. Cfr. la recensión a El Capital, especialmente al vol. III, en el que intenta formular «técnicamente» los grandes temas» que ha tratado antes de modo ideológico, al exponer las contradicciones internas del capitalismo.