KUNDERA, Milan
La inmortalidad
Milan Kundera nació en Brno, Checoslovaquia, en 1929. Después de la invasión soviética en 1968, perdió su trabajo y quedó prohibida la circulación de sus libros. Vivió desde 1975 en Francia, país del que adquirió la nacionalidad. Recibió varios premios internacionales importantes y sus libros están traducidos en el mundo entero.
RELACIÓN DE PERSONAJES
CONTENIDO
-1ª parte: El rostro
-2ª parte: La inmortalidad
-3ª parte: La lucha
-4ª parte: Homo sentimentalis
-5ª parte: La casualidad
-6ª parte: El cuadrante
—7ª parte: La celebración
VALORACIÓN LITERARIA
VALORACIÓN DOCTRINAL
RELACIÓN DE PERSONAJES
La novela contiene tres relatos paralelos. Los dos primeros, Agnes y su familia, Goethe y Bettina, se intercalan. La historia de Rubens es un capítulo aparte, pero se conecta con Agnes.
Agnes, casada con Paul. Tienen una hija, Brigitte.
Paul, abogado, esposo de Agnes.
Laura, hermana menor de Agnes, divorciada, lleva una vida tormentosa y finalmente se casa con Paul, después de la muerte de su hermana.
Bernard Bertrand, hijo de un conocido diputado, periodista y afamado locutor de radio, aunque más joven, amante oculto de Laura durante un tiempo.
Bettina von Brentano, personaje real, hija de una antigua amante de Goethe, y que intentó enamorar al célebre y ya anciano artista.
Goethe, en los últimos años de su vida, cuando vivía con Christiane, sencilla mujer de pueblo con la que finalmente se casó.
Ernst Hemingway, imaginado por el novelista en el más allá donde mantiene diálogos con Goethe.
Rubens, fracasado como pintor, pero exitoso con las mujeres.
Avenarius, profesor, tipo original, de abultado abdomen, amigo del novelista y un circunstancial amante de Laura.
El novelista: aparece en diálogo con su amigo Avenarius y como fabulador de todo lo que ocurre. Al final, también se encuentra con Paul y Laura.
CONTENIDO
Por expreso propósito del autor, es prácticamente imposible hacer un resumen: "como la esencia de la novela consiste precisamente sólo en lo que no se puede decir más que mediante la novela, en cualquier adaptación no queda más que lo inesencial". Además: "Esas novelas (demasiado obedientes a la regla de la unidad de la acción) se parecen a una calle estrecha por la que alguien hace correr a latigazos a los personajes. La tensión dramática es la verdadera maldición de la novela, porque lo convierte todo, incluidas las páginas más hermosas, incluidas las escenas y las observaciones más sorprendentes, en meros escalones que conducen al desenlace final, en el que está concentrado el sentido de todo lo que acontecía. La novela se consume en el fuego de la propia tensión como el fuego en la paja"[1].
De cualquier manera, con la ayuda de abundantes citas, podemos dar una idea de su contenido.
Primera parte: El rostro
1.— El novelista observa a una mujer en un gesto que dejará un recuerdo imborrable transido de gracia y juventud, aunque esa mujer sea mayor. "¡Aquella sonrisa y aquel gesto pertenecían a una mujer de veinte años! Su brazo se elevó en el aire con encantadora ligereza. Era como si lanzara al aire un balón de colores para jugar con su amante. Aquella sonrisa y aquel gesto tenían encanto y elegancia, mientras que el rostro y el cuerpo ya no tenían encanto alguno... Una especie de esencia de su encanto, independiente del tiempo, quedó durante un segundo al descubierto con aquel gesto y me deslumbró"[2].
2.— Despertar del novelista, mientras oye fragmentos de programas de radio.
Evoca la figura de Agnes a partir de la nostalgia producida por el gesto de la mujer en la piscina: "(...) el gesto no puede ser considerado como una expresión del individuo, como creación suya (...) son más bien los gestos los que nos utilizan como sus instrumentos, sus portadores, sus encarnaciones"[3].
Agnes se levanta de su cama, se viste y sale para descansar un rato en la sauna. "Pero este sábado era distinto de otros sábados: hacía precisamente cinco años que había muerto su padre. Ante sus ojos volvió a desarrollarse una escena: el padre está sentado, con la cabeza inclinada sobre un montón de fotografías rotas, y la hermana de Agnes grita: ¡Cómo puedes romper las fotografías de mamá! Agnes defiende al padre y las dos hermanas discuten llenas de repentino odio"[4].
3.— En la sauna, llegan a los oídos de Agnes la conversación de otras personas. Descubre gestos que también corresponden a su hija, Brigitte.
Un recuerdo: "Cuando Agnes era una niña y salía a pasear con su padre, le había preguntado una vez si creía en Dios. El padre le había respondido: 'creo en la computadora del Creador'"[5]. Agnes piensa: "...el Creador puso en el ordenador un disquete con un programa detallado y después se marchó... En su lugar hay un programa que en su ausencia se cumple imparablemente, sin que nadie pueda cambiarlo en lo más mínimo..., que el hombre es agresivo por naturaleza, que está condenado a la guerra y que el progreso técnico lo hará cada vez más terrible. Nada de lo demás tiene desde el punto de vista del Creador importancia alguna y no es sino un juego de variaciones y permutaciones del programa general establecido, ...que fija los meros límites de las posibilidades, dentro de los cuales todo el poder ha sido entregado a la casualidad (...)
En la computadora no estaban planificados ni Agnes ni Paul, sino un prototipo llamado hombre, a partir del cual surgió un montón de ejemplares, que son derivados del modelo original y no tienen esencia individual alguna... El número de fabricación del ejemplar humano es el rostro, esa agrupación casual e irrepetible de rasgos. No se refleja en él ni el carácter, ni el alma, ni eso que llamamos 'yo'. El rostro es sólo el número del ejemplar"[6]. "Sin la fe en que nuestro rostro expresa nuestro yo, sin esa ilusión básica, sin esa protoilusión, no podríamos vivir o al menos no podríamos tomarnos la vida en serio"[7]. "Pero después llega un momento en que estás frente al espejo y te preguntas: ¿esto soy yo? ¿y por qué? ¿por qué me he solidarizado con esto? ¿y a mí qué me importa este rostro? Y en ese momento todo empieza a hundirse. Todo empieza a hundirse"[8].
Agnes no sabe si después de la muerte irá a parar a un mundo parecido a éste o jerárquicamente superior.
4.— "El padre (de Agnes) murió hace cinco años. La madre hace seis"[9]. El padre, profesor universitario, matemático, "no era muy sociable y cuando estaba rodeado de gente solía permanecer en silencio"[10]. La madre era una mujer conversadora, absorbente y pegada a su propia familia. Cuando el padre enviudó fue a vivir solo a un apartamento.
5.— Agnes camina por las calles de París y se siente agobiada por la gente. "Después la atravesó el sonido agudo de una motocicleta... No era la máquina la que hacía ruido, era el yo de la chica de pelo negro; aquella chica, para hacerse oír, para penetrar en la conciencia de los demás, había fijado a su alma el ruidoso escape al motor"[11].
Agnes piensa: "El peligro del odio consiste en que nos ata al adversario en un estrecho abrazo. En eso radica la obscenidad de la guerra: la intimidad de la sangre que se mezcla, la lascivia proximidad de dos soldados que se apuñalan y se miran a los ojos. (...) no puedo odiarlos porque nada me une a ellos; no tengo nada que ver con ellos"[12].
6.— Agnes recuerda los últimos días de su padre y una poesía de Goethe que solía recitarle de niña. Entendió el último mensaje de su padre: "Que fuera libre. Que viviera como quería vivir, que fuera a donde quería ir. El nunca se había atrevido"[13]
Agnes anhela la soledad: 'dulce ausencia de miradas'. "Supo desde entonces que las miradas son como carga que te aplasta por el suelo, o como los besos que te absorben la fuerza; que las arrugas que surcan el rostro han sido grabadas por el estilete de las miradas"[14]. "Eso significa que el individuo ya no se pertenece a sí mismo, que es del todo y por completo propiedad de otros"[15].
7.— Hojeando unas revistas gráficas, Agnes prosigue su reflexión sobre la enajenación de la persona en las miradas de los otros. En la cena con Paul, su marido, abunda sobre lo mismo.
8.— Recuerdos de la adolescencia: su primer saludo gracioso, con el brazo levantado, al despedirse de un chico que había querido besarla. A su vez, ese gesto, lo había visto en otra señora. "Cuando vio ese gesto realizado por su hermana, que desde la más tierna infancia la admiraba y la imitaba en todo, sintió una especie de indisposición..., pensó que aquel gesto estaba a disposición de todos y que, por lo tanto, no le pertenecía: en realidad cuando levantaba el brazo cometía un robo o una falsificación"[16].
9.— Mientras circula con su marido en automóvil, por la noche, se suceden los pensamientos: "Insolidariedad con la humanidad: ésta es su postura. Sólo hay una cosa que podría distraerla de ella: un amor concreto por una persona concreta. Si amase realmente a alguien, el destino del resto de la gente no podría serle indiferente, porque su amado dependería de ese destino, sería parte de él, y ella entonces no podría tener la sensación de que aquello que hace padecer a la gente, sus guerras y sus vacaciones, no son cosa suya. (...) últimamente le persigue la idea de que detrás de su amor por Paul no hay más que pura voluntad: pura voluntad de quererlo; pura voluntad de tener un matrimonio feliz. Si por un momento disminuyera esa voluntad, el amor huiría como un pájaro al que le han abierto la jaula"[17].
La vida matrimonial es como un continuo aburrimiento.
Agnes imagina un diálogo con un invitado de otro planeta. "En todas partes se sabe que la Tierra es un horror —dice el invitado—. Agnes le manifiesta que en el otro mundo no quisiera estar con su marido. El invitado explica que en el otro planeta cada uno se inventa a sí mismo"[18].
Segunda parte: La inmortalidad
1.— Vida de Goethe. Bettina, hija de una antigua amante de Goethe, visita una exposición de cuadros con Christiane, la actual compañera de Goethe. discuten sobre los cuadros. Christiane levanta la mano y salen despedidas las gafas de Bettina.
2.— Ocurrencias, con alguna anécdota, sobre la inmortalidad entendida en un sentido "completamente terrenal, de quienes permanecerán tras su muerte en la memoria de la posteridad"[19].
3.— 4.— Encuentro de Goethe con Napoleón en Erfurt. Todo lo que hace y dice Napoleón, frases breves, etc., está dirigido a dejar una impronta en la memoria de la posteridad y a la obtención de ciertos resultados políticos del momento.
5.— Bettina abriga la ilusión de ser la amante de Goethe y así dar un salto a la fama, a la inmortalidad.
6.— A lo largo de su vida, varias veces vino Bettina de visita, aunque después del episodio de las gafas Goethe le había prohibido la entrada en la casa. Bettina le escribió "cincuenta y dos largas cartas en las que le tuteaba y no le hablaba más que de amor"[20]. Goethe teme lo que Bettina pueda escribir sobre él en el futuro.
7.— Bettina se casa con el poeta von Arnim. Esto es un alivio, para Goethe que entonces puede permitirse algún flirteo sin preocuparse por las consecuencias. "Goethe era desde su más tierna juventud un seductor; cuando conoció a Bettina lo era por lo tanto sin interrupción desde hacía cuarenta años; durante ese período se había ido creando en su alma un mecanismo de reacciones y gestos de seducción que se ponía de manifiesto al menor estímulo"[21].
8.— "Bettina formaba parte además de la generación de los románticos, que estaban deslumbrados por la muerte desde el día que vieron por primera vez la luz del mundo. Novalis no llegó a los treinta años y sin embargo, aún tan joven, nada le inspiraba tanto como la muerte, la muerte bruja, la muerte transustanciada en el alcohol de la poesía. Todos vivían en la trascendencia, se superaban a sí mismos, estiraban los brazos a lo lejos, hacia el fin de sus vidas y mucho más allá de sus vidas, hacia las lejanías del no ser. Y como ya dije, donde está la muerte está también la inmortalidad"[22].
Bettina también flirteaba con Beethoven, siempre por las mismas razones.
9.— Cuando Goethe tiene setenta y cinco años y Bettina treinta y nueve, vuelven a verse, a causa de una estratagema genial inventada por Bettina que le dibujó un boceto para su estatua. Goethe tiene un momento de emoción, pero luego repara en la intención de su amiga y trata de despedirse sin chocar contra ella.
10.— Poco antes de morir, Goethe se expresa espontáneamente sobre Bettina, calificándola de "moscón antipático. Esas palabras eran libertad pura. Sólo podía escribirlas alguien que estuviera ya en la tercera etapa de su vida, en la que el hombre deja de administrar su inmortalidad y no la considera relevante. No todos los hombres llegan hasta este último extremo, pero quien llega sabe que por primera vez es allí y sólo allí donde hay verdadera libertad... La inmortalidad es una ilusión ridículo, una palabra vacía, un viento atrapado en una red de mariposas, si la comparamos con la belleza del álamo el que el hombre cansado mira desde la ventana. Al cansado anciano la inmortalidad ya no le interesa en absoluto"[23].
11.— Muerto Goethe, Bettina pide al albacea las cartas escritas por ella al poeta. Las retoca y las publica en forma de libro.
12.— Opinión del novelista sobre la figura de Goethe: "Goethe es una figura situada exactamente en medio de la historia europea. Goethe: el gran centro. No el centro, punto temeroso que evita cuidadosamente los extremos, no, el centro fijo, que mantiene ambos extremos en un asombroso equilibrio que nunca más conocerá ya Europa. Goethe estudia alquimia cuando es joven y más tarde es uno de los primeros científicos modernos. Goethe es el mayor de todos los alemanes y al mismo tiempo un antipatriota y un europeo. Goethe es un cosmopolita y al mismo tiempo en toda su vida casi no se mueve de su provincia, de su pequeño Weimar. Goethe es un hombre de naturaleza pero también un hombre de historia. En el amor es a la vez libertino y romántico. Y algo más: ...vivió en el breve periodo de la historia cuyo nivel técnico ya daba a la vida cierta comodidad pero en el que un hombre culto podía aún entender todos los instrumentos que utilizaba... El mundo de los objetos técnicos era para él comprensible y estaba del todo claro.
La obra de Beethoven comienza allí donde termina el gran momento de Goethe. El mundo empieza a perder gradualmente su transparencia, se oscurece, se hace cada vez más incomprensible, se precipita hacia lo desconocido, mientras el hombre, traicionado por el mundo, huye hacia su interior, hacia su nostalgia, hacia sus sueños, hacia su rebelión y se deja ensordecer por la voz de su dolorido interior hasta el punto de dejar de oír las voces que le interpelan desde fuera. Aquel grito interior era para Goethe un insoportable barullo. Goethe odiaba el ruido... Le gustaba Bach, porque entendía la música como una combinación transparente de voces independientes, cada una de las cuales puede ser reconocida. Pero en las sinfonías de Beethoven las distintas voces de los instrumentos se diluían en una amalgama sonora de giros y quejidos. Goethe no soportaba el vocerío de la orquesta, del mismo modo que no soportaba el llanto ruidoso del alma"[24].
13.— Bettina cuenta una anécdota: Beethoven y Goethe "iban juntos por la alameda del balneario y de pronto apareció frente a ellos la emperatriz con su familia y la corte. Goethe, al verlos, dejó de prestar atención a lo que Beethoven le estaba contando, se apartó del camino y se quitó el sombrero. En cambio Beethoven se caló aún más el sombrero, puso cara de enfado, con lo cual sus pobladas cejas crecieron unos cinco centímetros, y siguió caminando sin reducir el paso. Fueron ellos, los nobles, quienes se detuvieron, se hicieron a un lado, saludaron. Cuando estuvo a cierta distancia de ellos se detuvo para esperar a Goethe. Y le dijo todo lo que pensaba sobre su humillante comportamiento lacayo. Le riñó como a un mocoso"[25].
14.— "El sombrero de Beethoven se hizo inmortal. En ese aspecto el plan salió bien. Pero era imposible determinar previamente cuál iba a ser el sentido que adquiriría el sombrero inmortal"[26].
15.— Diálogo entre Hemingway y Goethe. Hemingway se queja de todos los chismes y exageraciones que los demás cuentan sobre su vida y que eso configure su inmortalidad.
16.— Goethe relata un sueño sobre el mismo tema que preocupa a Hemingway. La gente no se ocupa de su obra artística, sino de los detalles más pedestres de su vida.
17.— Las amistades en este mundo son meros accidentes; en el otro mundo Goethe desea estar con otras personas. La libertad es no preocuparse de la inmortalidad, entendida esta última como el afán de perpetuar la imagen idealizada de uno mismo en la mente y en el aprecio de la posteridad.
Tercera parte: La lucha
Las hermanas
Laura es la hermana menor de Agnes: "la más joven imitaba a mayor, alargaba el brazo hacia ella, pero Agnes siempre se le escapaba en el último momento"[27].
Agnes se casa con Paul. Laura admiraba a Paul. "Cuando convivía con el matrimonio se alternaban en ella la felicidad y los ataques de tristeza"[28].
Laura se casa y pierde un embarazo.
Las gafas negras
"Agnes se había aficionado a las gafas negras cuando iba a la escuela. No era porque le protegieran los ojos del sol como porque se sentía con ellas más guapa y más misteriosa. En la vida de Laura las gafas negras comenzaron a desempeñar un gran papel después de su aborto". Laura consideraba a su hermana afortunada y ella poco favorecida por la fortuna. Tenía talento para el piano, pero prefirió el canto y no prosperó. "Su matrimonio, en el que había puesto toda su buena voluntad, también se derrumbó al cabo de seis años. Después de divorciarse, Laura cambió con frecuencia de amantes, adquirió fama de amante apasionada y puso cara de que aquellos amores eran para ella una cruz con la que tenía que cargar en la vida"[29]. Puesto que Agnes había abandonado una brillante carrera universitaria, Laura la acusaba de ser negativa.
El cuerpo
Tanto para Laura como para Agnes, el cuerpo se considera sólo desde el punto de vista de la sexualidad.[30].
La suma y la resta
"Agnes le restaba a su yo todo lo que es externo y prestado, para aproximarse así a su pura esencia (el riesgo consiste en que al final de cada resta acecha el cero). El método de Laura es precisamente el contrario: para que su yo sea más visible, más aprehensible, más voluminoso, le añade cada vez más y más atributos y procura identificarse con ellos (con el riesgo de que bajo los atributos sumados se pierda la esencia del yo)"[31]. Esta personas, como Laura, pretenden imponerse a los demás con todas sus preferencias. Se convierten en fanáticos.
La mujer mayor, el hombre más joven
Laura se consigue un amante más joven que ella, Bernard Bertrand, famoso locutor radio y televisión, hijo de un renombrado diputado, Bertrand. Bernard es amigo de Paul que está encantado con la noticia, porque también el tuvo su momento una amante mayor que le permitía todo y no le exigía nada.
El decimoprimer mandamiento
El poder de hacer preguntas y exigir una respuesta de la gente es un arma terrible que poseen los entrevistadores, la prensa, sólo parangonable con el totalitarismo de los regímenes comunistas y fascistas.
La imagología
"La palabra cambio, tan querida para nuestra Europa, ha adquirido un nuevo significado: no significa un nuevo estadio de una evolución continua (como lo entendía Vico, Hegel o Marx) sino un desplazamiento de un sitio a otro, de un lado a otro, de aquí hacia atrás, de atrás hacia la izquierda, de la izquierda hacia adelante (tal como lo entienden los sastres que inventan un nuevo modelo para la nueva temporada)... Los imagólogos crean sistemas de ideales y anti-ideales, sistemas que tienen corta duración y cada uno de los cuales es rápidamente reemplazado por otro sistema, pero que influyen en nuestro comportamiento, nuestras opiniones políticas y preferencias estéticas, en el color de las alfombras y los libros que elegimos, tan poderosamente como en otros tiempos eran capaces de dominarnos los sistemas de los ideólogos"[32].
El ingenioso aliado de sus sepultureros
Paul también tiene un programa en una emisora. Su amigo, "el Oso", es el director de programación. Los imagólogos han decidido que el espacio de Paul, "El derecho y la ley", carece de interés y hay que suprimirlo.
Conversación en el bar de la emisora. Paul, con su habitual buen humor, prodiga sus comentarios ingeniosos sobre el mundo de las noticias. "¿Te has fijado de cuál es la eterna premisa de la tragedia? La existencia de ideales a los que se atribuye mayor valor que a la vida humana. ¿Y cuál es la premisa de las guerras? La misma. Te empujan a morir porque al parecer existe algo más valioso que tu vida. La guerra sólo puede existir en el mundo de la tragedia: el hombre desde el comienzo de su historia no conoció otra cosa que el mundo trágico y no es capaz de salirse de él. La época de la tragedia sólo puede acabar con la rebelión de la frivolidad... La frivolidad es una cura de adelgazamiento radical. Las cosas perderán el noventa por ciento de su sentido y se harán más ligeras. En semejante atmósfera de ingravidez desaparecerá el fanatismo. La guerra será imposible"[33].
"No me digan que dos hombres que están en profundo desacuerdo pueden sin embargo quererse: ésos son cuentos para niños. Podrían quererse si no expresasen sus opiniones o si hablasen de ellas sólo en tono de broma y atenuasen así su significado... Lo único que ahora les importa a ambos contendientes es cuál de ellos será reconocido por esta pequeña opinión pública como poseedor de la verdad, porque ser reconocido como aquel que no posee la verdad significa para cada uno de ellos lo mismo que perder el honor. O perder una parcela del propio yo.
La Cultura con mayúscula no es más que una hija de esa perversión europea que se llama historia, esa manía de ir siempre hacia adelante, de considerar la marcha de las generaciones como una carrera de relevos en la que cada uno supera a su predecesor para ser superado por el que le sigue"[34]. Y "el Oso" replica: "Tú haces lo mismo. Tú eres un ingenioso aliado de tus propios sepultureros"[35].
Asno total
Paul recibe la noticia de su despido de la emisora. Cavila: "...nunca sabremos por qué irritamos a la gente, qué es lo que nos hace simpáticos, qué es lo nos hace ridículos; nuestra propia imagen es para nosotros nuestro mayor misterio"[36].
Se encuentran con Bernard en un restaurante. También Bernard había tenido una experiencia amarga: un desconocido le entregó un diploma con el nombramiento de un asno total. Paul reflexiona con su amigo: "... nuestro yo es una mera apariencia, inaprenhensible, indescriptible, nebulosa, mientras que la única realidad, demasiado aprehensible y descriptible, es nuestra imagen a los ojos de los demás. Y lo peor es que no eres su dueño. Primero intentas dibujarla tú mismo, después quieres al menos influir con ella y controlarla, pero en vano: basta con una frase malintencionada y te conviertes para siempre en una caricatura tristemente simple"[37].
La gata
"Todos ansiamos transgredir las convenciones, los tabús eróticos, y acceder embriagados al reino de lo Prohibido. Y somos todos tan poco valientes... Tener una amante mayor o un amante más joven puede recomendarse como el medio más sencillo y accesible de transgredir la Prohibición"[38]. Paul cae en un desánimo por la humillación sufrida. Tiene un altercado con la gata de Laura, que sale en defensa del animal.
El atractivo de la relación con Laura era su falta de compromiso, pero cometió la imprudencia de pedir: "—¡Bernard, cásate conmigo!"[39].
Un gesto de protesta contra la violación de los derechos humanos
Brigitte, la hija de Paul y Agnes, protesta contra el idioma alemán. Se encuentra en una tienda con una manifestación de parados. Discute con dos policías que intentan aplicarle una multa por mal aparcamiento del coche.
"Pero como la gente en Occidente no tiene la amenaza de los campos de concentración y pude decir y escribir lo que quiera, la lucha por los derechos humanos, cuanto más ganaba en popularidad, más perdía en contenido concreto y se convertía... en una especie de energía que convierte todos los deseos humanos en derechos"[40]. Ahora los caprichos de cualquiera, como los de Brigitte, se convierten en derechos que pueden ser defendidos con desparpajo.
Ser absolutamente moderno
Paul padece de la apasionada convicción de que es necesario ser absolutamente modernos. "...ser absolutamente moderno significa: no poner nunca en duda el contenido de la modernidad y servirle como se sirve al absoluto, es decir sin dudar"[41], "ser absolutamente moderno significa ser aliado de sus sepultureros"[42]. Pero Paul ahora está muy cómodo con el mundo tal cual es. Condescendiente con su hija.
Ser víctima de su propia fama
Bernard es un periodista famoso, pero se siente prisionero de su fama, y teme parecer ridículo, ser expuesto a la picota pública. Por eso, aunque necesitase de la compañía amorosa de Laura, rehuye cualquier compromiso con ella que pueda pasar a la luz pública.
La lucha
Laura desazonada, no se da por vencida. Lo persigue hasta la casa de campo y lo provoca a una relación erótica de inusitada violencia.
"Luchar significa enfrentar la propia voluntad a la voluntad del otro con el propósito de doblegarlo, ponerlo de rodillas, eventualmente matarlo"[43].
El profesor Avenarius
Avenarius, de enorme barriga, es un amigo del novelista. Se cruza con Laura, que se encontraba pidiendo dinero para los leprosos en el pasaje del metro. De pronto dos pordioseros inician una especie de baile e intentan que Laura les acompañe. Avenarius se mezcla en esto y logra alejarse con Laura.
El cuerpo
Laura está desconsolada, porque siente que ha perdido a Bernard. "Porque lo principal no es hacer el amor. No se trata de hacer el amor. Se trata de que piense en mí. He tenido muchos amantes y ninguno de ellos sabe hoy de mí y yo no sé de ellos y me pregunto para qué he vivido durante esos años si no he dejado en nadie ni una huella. ¿Qué ha quedado de mi vida? ¡Nada, Agnes, nada! Pero estos dos últimos años fui feliz de verdad porque sabía que Bernard pensaba en mí, que ocupaba su cabeza, que vivía en él. Porque ésa es la única vida real para mí: vivir en el pensamiento del otro. Si no, estoy muerta en vida"[44].
Laura tiene deseos de suicidarse, piensa que así dejará una huella indeleble en Bernard[45].
Agnes trata de disuadir a su hermana del infausto proyecto: "—Laura, no debes hacer tonterías. Nadie vale tanto como para sufrir por él. Piensa en mí y en lo que te quiero"[46]. A esta alturas Laura ya ha concebido el deseo de proyectarse en la existencia con nuevas aventuras y lo expresa con un gesto de sus brazos.
Un gesto de ansia de inmortalidad
Volvemos a Bettina que se enamoraba de hombres famosos con la ilusión de pasar también a la fama. "¡A Bettina no le interesaban los actos caritativos! Bettina no era una de esas mujeres ricas que por falta de algo mejor que hacer organizan colectas para los pobres. Era mala con los criados hasta el punto de que su marido Arnim tuvo que llamarle la atención ("¡Un criado también tiene alma!", le advierte en una carta). Lo que la impulsaba a ayudar a los demás no era la pasión de la beneficiencia, sino el ansia de entrar en contacto directo, personal, con Dios, a quien creía encarnado en la historia. Todos sus amores por hombres famosos (¡otros no le interesaban!) no eran más que un trampolín sobre el que caía con todo su cuerpo para verse lanzada hasta muy alto, hasta allí donde reside ese Dios encarnado en la historia"[47].
Por su lado, Laura se propuso hacer colectas para los leprosos. "No tenía por costumbre dar dinero a los mendigos. Cuando pasaba junto a ellos, aunque estuvieran apenas a dos o tres metros, no los veía. Padecía de presbicia espiritual. Por eso le eran más próximos los negros a los que se les caía el cuerpo a trozos (leprosos), porque estaban a cuatro mil kilómetros de distancia. Se hallaban precisamente en aquel punto del horizonte hacia el cual había enviado con un armonioso movimiento de brazos su alma dolorida"[48].
"Llamemos al gesto de Bettina y Laura gesto de ansia de inmortalidad. Bettina que aspira a una gran inmortalidad quiere decir: me niego a morir con el presente y sus preocupaciones, quiero trascenderme a mí misma, ser parte de la historia, porque la historia es la memoria eterna. Laura aunque aspira sólo a la pequeña inmortalidad, quiere lo mismo: trascenderse a sí misma y al momento desgraciado en que vive, hacer 'algo' para que la recuerden todos los que la han conocido"[49].
La adivina
Laura cuenta a Paul sus cuitas amorosas y le pide consejo.
Paul, a su vez, le gusta consultarle cosas a Brigitte, que siempre da respuestas desenfadadas. "Paul volvía a experimentar aquella hermosa sensación de tener en su hija un acumulador del cual extraía energía. Es posible que hubiera sido más feliz si Agnes le hubiese perseguido tomando aviones para sorprenderle en islas lejanas con sus amantes. Toda su vida había deseado que la mujer amada fuera capaz de golpearse la cabeza contra la pared por él, de gritar de desesperación o de dar saltos de alegría por la habitación. Pensó que Laura y Brigitte estaban de parte del valor y la locura y que sin una pizca de locura la vida no valía la pena de ser vivida"[50].
El suicidio
Laura desde Martinica mantiene una angustiosa conversación telefónica con Agnes y Paul que tratan de disuadirla del suicidio.
"Yo (Agnes) también soy capaz de imaginarme que una persona desee quitarse la vida. Que ya no sea capaz de soportar el dolor. Y la maldad de la gente. Que quiera desaparecer de la vista de la gente y desaparezca. Todo el mundo tiene derecho a matarse. Es parte de su libertad. No tengo nada en contra de un suicidio que sea una manera de desaparecer... Pero éste no es su caso. Ella (Laura) no quiere desaparecer. Ella piensa en el suicidio porque ve en él una manera de quedarse. De quedarse con él. De quedarse con nosotros. De grabársenos para siempre en la memoria. De apoyarse con todo su cuerpo en nuestra vida. De aplastarnos"[51].
Las gafas negras
Laura regresa a casa de Paul. Llora y habla ahogada por la emoción. Por un momento entre Paul y ella hay una conmoción sensual. Agnes entra en la habitación y discute con Laura. le achaca de haber querido llamar la atención, mientras Laura le acusa de no saber amar. Agnes deja caer al suelo las gafas negras de Laura.
Cuarta parte: Homo sentimentalis
1-2-3-4-5-6.— Se enumeran algunos testimonios históricos del caso Bettina. "Bettina se interesaba por Goethe mucho menos de lo que suponemos: el motivo y el sentido de su amor no era Goethe, sino el amor"[52].
7.— "...¡ama a Dios y haz lo que quieras!, dijo San Agustín. El criterio de lo bueno y de lo malo se situó en el alma del individuo y se convirtió en subjetivo. Si el alma de éste o aquél está llena de amor, todo es correcto: ese hombre es bueno y todo lo que hace es bueno"[53]. Igual que Bettina.
8.— "Es parte de la definición de sentimiento el que nazca en nosotros sin la intervención de nuestra voluntad, frecuentemente contra nuestra voluntad. En cuanto queremos sentir (decidimos sentir, tal como Don Quijote decidió amar a Dulcinea) el sentimiento ya no es sentimiento, sino una imitación del sentimiento, su exhibición. A lo cual suele denominarse histeria. Por eso el homo sentimentalis (es decir, el hombre que ha hecho del sentimiento un valor) es en realidad lo mismo que el homo hystericus. Lo cual no significa que el hombre que imita un sentimiento no lo sienta. el actor que desempeña el papel del viejo rey Lear siente en el escenario, a la vista de todos los espectadores, la tristeza de un hombre abandonado y traicionado, pero esa tristeza se esfuma en el momento que termina la función. Por eso el homo sentimentalis, que con sus grandes sentimientos nos avergüenza, acto seguido nos deja pasmados con una inexplicable indiferencia"[54].
9.— Kundera —en estas páginas— hace unas consideraciones sobre cómo tratar el amor en la literatura, consideraciones que son inmorales.
10.— "¡Oh Francia! !Eres la tierra de la Forma, al igual que Rusia es la tierra del Sentimiento"[55].
11.— El autor hace una serie de consideraciones sobre la inflación de alma-sufrimiento en la literatura rusa.
12.— Muerta Agnes, Laura y Paul se consuelan mutuamente y acaban formando pareja[56].
13.— "Europa: gran música y homo sentimentalis. Dos mellizos que yacen uno junto al otro, en la misma cuna. (...) La música no sólo enseño al europeo a sentir con plenitud, sino también a adorar su sentimiento y su sensible yo... La música: un bombím para inflar el alma. Las almas hipertrofiadas, convertidas en grandes globos, flotan bajo el techo de la sala de conciertos chocando unas contra otras en un increíble tumulto"[57].
A Laura le gusta Mahler, a Brigitte el rock; a Paul ni lo uno ni lo otro. Bigritte se va de la casa.
14.— La anécdota de Beethoven que no se quita el sombrero ante la familia real quiere decir que "la creación es más que el poder, el arte más que la política"[58].
15.— Se pregunta el novelista por qué Romain Rolland, amigo del proletariado y de las mujeres, despreciaba a la sencilla y gorda Christiane, esposa de Goethe, y admiraba a la petulante Bettina.
16.— "El muchacho de veinte años que se apunta al partido comunista o van con un fusil a la montaña a luchar con la guerrilla, está fascinado por su propia imagen de revolucionario, mediante la cual se diferencia de otros, mediante la cual se convierte en sí mismo. En el origen de su lucha hay un amor excitado e insatisfecho por su yo, al que desea dar rasgos expresivos para enviarlo luego (mediante el gesto de ansia de inmortalidad que hemos descrito) al gran escenario de la historia, en el que están fijos miles de ojos"[59].
17.— Nuevo encuentro entre Hemingway y Goethe en el más allá. Goethe explica que ya no es y que la imagen que reproducen de él en el mundo no lo representa. "Esa preocupación por la propia imagen, ahí es donde reside la fatal inmadurez del hombre. Es tan difícil ser indiferente a la propia imagen. Semejante indiferencia es superior a las fuerzas del hombre. Sólo se llega a eso después de muerto. Y tampoco de inmediato. Mucho tiempo después de muerto. (...) Ser mortal es la experiencia humana más esencial y sin embargo el hombre nunca fue capaz de aceptarla, comprenderla y comportarse de acuerdo con ella. El hombre no sabe ser mortal"[60]. "Es que he comprendido definitivamente que lo del eterno juicio es una tontería. He decidido aprovechar por fin que estoy muerto y quisiera, si se puede expresarse con esta palabra imprecisa, irme a dormir. Saborear el placer del total no ser, del cual mi gran enemigo Novalis dijo que tenía color azulado"[61].
Quinta parte: La casualidad
1.— Se retoma la historia de Agnes. En un hotel, por fin completamente sola, dispuesta a salir. Recuerda algunos versos de Rimbaud.
2.— Da un paseo en una región alpina.
3.— "Cada tramo del camino tiene sentido en sí mismo y nos invita a detenernos. La carretera es la victoriosa desvalorización del espacio, que gracias ella no es hoy más que un simple obstáculo para el movimiento humano y una pérdida de tiempo. (...) Antes de que los caminos desaparecieran del paisaje, desaparecieron del alma humana: el hombre perdió el deseo de andar, de caminar con sus propias piernas y disfrutar de ello. Ya ni siquiera veía su vida como un camino, sino como una carretera: como una línea que va de un punto a otro punto, del grado de capitán al grado de general, de la función de esposa a la función de viuda. El tiempo de la vida se convirtió para él en un simple obstáculo que hay que superar a velocidades cada vez mayores"[62].
Agnes decide irse a vivir a Suiza.
4.— El novelista, en una piscina, charla con Avenarius sobre los distintos tipos de casualidad.
5.— Sentados ante una mesa prosigue el diálogo entre Avenarius y el novelista. Había sido el mismo Avenarius quien entregó a Bernard el diploma de 'asno total'.
6.— "...decir que queremos a A más que a B no es una comparación entre dos grados de amor, sino que significa que B no es amado. Porque cuando amamos a alguien no lo podemos comparar. La persona amada no es comparable. Aunque amemos a A y a B, no podemos compararlos, porque al compararlos ya dejamos de amar a uno de ellos"[63].
Agnes recuerda que su madre prefería a sus hijos al padre y más a Laura que a ella.
7.— Agnes siente que su hermana corre detrás de ella y acabará imponiéndose. Por otra parte: "La hermana es en su vida una casualidad igual que la forma que tienen las orejas de Agnes. No eligió ni a su hermana ni la forma de sus orejas y tiene que arrastrar toda la vida el sinsentido de la casualidad"[64].
8.— Agnes alberga el deseo de irse a vivir sola, en Suiza. De pronto recibe la oferta de ir a trabajar a Suiza, y acepta.
9.— Conversando con su amigo, el novelista relata una imaginaria escena: una mujer se sienta en la carretera para recibir la muerte. "En lo más profundo de cada uno de nosotros está inscrita... la causa permanente de nuestros actos, que es el terreno sobre el que se levanta nuestro destino. Trato de captar el ground oculto en el fondo de cada uno de mis personajes y estoy cada vez más convencido de que tiene el cariz de una metáfora"[65]. El novelista emite opiniones sobre el arte de sus novelas.
10.— Avenarius y el novelista comentan sobre Laura y Agnes. "Pero precisamente en esa contradicción se concentra, a mi juicio, el destino humano: la cabeza está llena de sueños y el trasero, como un ancla de hierro, nos mantiene a ras de tierra. (...) Esta es Laura: la cabeza llena de sueños mira hacia el cielo. Y el cuerpo es atraído hacia la tierra. (...) Su hermana Agnes: el cuerpo se eleva como una llama. En cambio, la cabeza está siempre ligeramente gacha: una cabeza escéptica que mira hacia el suelo"[66].
12.— Agnes desciende en un motel de la carretera. Sobre una mesa ve un ridículo muñeco. Reflexiona: "Cuando el hombre descubre por primera vez su 'yo' corporal, lo primero y principal que siente no es indiferencia ni rabia, sino pudor: un pudor básico que ya le acompañará toda la vida, más fuerte o más débil y desgastado por el tiempo... La base del pudor no es un error nuestro, sino el oprobio, la humillación que sentimos por tener que ser lo que somos sin haberlo elegido y la insoportable sensación de que esa humillación se ve desde todas partes. (...) El hombre hermoso ve en su rostro el plan técnico original que proyectó el diseñador del prototipo y difícilmente puede creer que lo que ve sea un 'yo' original"[67].
13.— Agnes sale del restaurante de la carretera. Piensa: "Porque el rostro que mañana desaparecerá en la tierra o en el fuego no pertenece al futuro muerto, sino única y exclusivamente a los vivos, que están hambrientos y tienen necesidad de comerse a los muertos, sus cartas, su dinero, sus fotografías, sus viejos amores, sus secretos". Por eso su padre borró todas las huellas. "El padre había sido su único amor"[68]. Agnes quiere huir del mundo.
14-15.— El novelista explica a su amigo Avenarius las razones que puede tener la chica de su imaginación para desear el suicidio: sentirse como perdida en la vida, que nadie reconoce su presencia. "Cuando sobre una persona cae un mal, la persona lo lanza lejos de sí, hacia otro. A eso se le llama conflicto, disputa o venganza. Pero una persona débil no tiene fuerza para deshacerse del mal que cae sobre ella, su propia debilidad la ofende y la humilla y se encuentra totalmente indefensa ante ella. No le queda otra posibilidad que la de destruir su debilidad junto consigo misma. Y así fue como nació su sueño sobre su propia muerte"[69]. "Cuando le hablaba a alguien, nadie le oía. El mundo se le iba de las manos. Cuando digo mundo me refiero a esa parte de lo existente que responde a nuestra llamada (aunque sólo sea con un eco apenas audible) y cuya llamada nosotros mismo oímos. Para ella el mundo se volvía mudo y dejaba de ser su mundo. Estaba completamente encerrada en sí misma y en su sufrimiento. ¿Podría sacarla de su corazón al menos la visión del sufrimiento por los otros? No. Porque el sufrimiento de los otros ocurría en un mundo que se le había ido de las manos, que ya no era suyo"[70].
16.— Agnes piensa: "La vida es para ustedes un valor condicionado, que se justifica únicamente porque les permite vivir su amor. Aquel a quien aman es para ustedes más que la Creación divina, más que la vida. Esa es naturalmente una burla blasfema a la computadora del Creador, que se considera a sí misma la cima de todo y el sentido del ser"[71]. "Si al hombre no lo ha sido dado vivir con su ser amado y supeditarlo todo al amor, queda aún otro modo de escapar al Creador: irse a un convento... Al convento se iban en otros tiempos las personas que no estaban de acuerdo con el mundo y no consideraban como propias las penas y las alegría mundanas. Pero nuestro siglo se niega a reconocerle a la gente el derecho a no estar de acuerdo con el mundo. Ya no hay sitios retirados del mundo y de la gente"[72].
"Agnes se acordó de un momento particular que había vivido aquella misma tarde, cuando fue por última vez a vagar por el campo. Llegó a un arroyo y se tumbó en la hierba. Llevaba bastante tiempo allí y tenía la sensación de que la corriente penetraba dentro de ella y arrastraba consigo todos sus dolores y su suciedad: su yo. Un momento particular, inolvidable: olvidaba el yo, perdía el yo, estaba sin yo; y en eso consistía la felicidad... Lo que de la vida es insoportable, no es ser, sino ser su yo. El Creador y su computadora dejaron sueltos en el mundo a miles de millones de yos con sus vidas. Pero además de esa enorme cantidad de vidas es posible imaginar un ser más fundamental, que estaba ahí antes aún de que el Creador comenzara a crear, un ser sobre el que no tenía y no tiene influencia. Cuando estaba hoy tumbada en la hierba y penetraba dentro de ella el canto monótono del arroyo, que arrastraba consigo a su yo, participaba de este ser fundamental que se manifestaba en la voz del tiempo que transcurría y en el azul del cielo; ahora sabe que no hay nada más bello... Vivir, en eso no hay felicidad alguna. Vivir: llevar por el mundo a su dolorido yo... Pero ser, ser es felicidad. Ser: convertirse en fuente, en recipiente de piedra sobre el que cae el universo como una lluvia tibia"[73].
17.— La chica suicida que se imagina el novelista se sienta en medio del asfalto. Por esquivarla se producen tres accidentes mortales: llamas y quejidos. Por fin, también ella grita.
18.— En su ejercicio de pinchar neumáticos, Avenarius tropieza con una mujer que, paralizada por el terror, lo acusa de intentar violarla. Un policía descubre el cuchillo escondido y lo arresta. En ese momento un abogado (Paul), le ofrece sus servicios para la defensa judicial.
19.— Comunican a Paul que Agnes se encuentra en estado delicado, después de un accidente en la carretera. Paul se desespera para poder llegar a tiempo. Por fin va en el coche de su hija.
20.— Agnes, en una especie de lúcido sopor, está muriendo en un hospital. "Tenía los ojos cerrados para no ver a nadie ni a nada... Estaba cansada, no quería miradas. No quería la mirada de Paul"[74].
21.— Cuando llega Paul, Agnes ya está muerta.
Sexta parte: El cuadrante
Todo este capítulo, en el que aparece un nuevo personaje, Rubens, experto en experiencias sexuales con todo tipo de mujeres, presenta graves inconvenientes morales[75].
Séptima parte: La celebración
1.— En un club de París, al borde de una piscina, dialogan Avenarius y el novelista. "El humor sólo puede existir allí donde la gente distingue alguna frontera entre lo relevante y lo irrelevante, y esa frontera se ha vuelto hoy imposible de distinguir"[76].
Paul que conoce a Avenarius, saluda y se integra en la conversación.
2.— El novelista es presentado a Paul. Hablan de literatos y de músicos, de obras cuya perfección es inútil porque no pueden ser comprendidas por la mayoría.
3.— Aparece Laura en bañador, saluda a Avenarius. Paul ligeramente embriagado, pues no ha cesado de beber en todo el día, cuenta que ahora en su casa son cuatro: Laura, de la cual tiene una niña de tres meses, y su hija Bigritte, cuyo novio le dejó con una niña. Paul opina: "La mujer es el futuro del hombre. Eso significa que el mundo, que una vez fue hecho a imagen del hombre, se adaptará ahora a la imagen de la mujer. Cuanto más técnico y mecanizado, cuanto más metálico y frío sea, más necesitará ese calor que sólo la mujer puede darle"[77]. Sin embargo: "Ha sido un gran suerte que las guerras las hicieran hasta ahora sólo los hombres. Si las hubieran dirigido las mujeres, habrían sido tan consecuentes con su crueldad que no quedaría hoy en el planeta una solo persona"[78].
4.— Laura se aleja hacia los vestuarios y, antes de traspasar la puerta, saluda como aquella mujer al inicio de la novela. Todos quedan encantados. Paul comenta: "...o la mujer será el futuro del hombre o la humanidad perecerá, porque sólo la mujer es capaz de mantener la esperanza sin la menor justificación e invitarnos a un futuro dudoso en el que, de no ser por las mujeres, hace ya tiempo que habríamos dejado de creer. Toda la vida he estado dispuesto a ir en pos de la voz de las mujeres, aunque esa voz sea alocada y yo sea cualquier cosa menos un loco. ¡Pero no hay cosa más hermosa que alguien que no es un loco y va hacia lo desconocido guiado por una voz alocada!"[79].
5.— Paul también se ha ido detrás de Laura. Avenarius sostiene: "...lo que a todos les importa es la admiración y no el placer. La apariencia y no la realidad. La realidad ya no significa nada para nadie. Para nadie"[80]. El novelista comprende: "...si no somos capaces de atribuirle importancia a un mundo que se considera importante, si dentro de ese mundo nuestra risa no encuentra eco alguno, sólo nos queda una alternativa: tomar el mundo como un todo y convertirlo en objeto de nuestro juego; convertirlo en juguete. Avenarius juega y la única cosa importante en un mundo sin importancia es para él el luego... Avenarius sonreía como un niño melancólico"[81].
VALORACIÓN LITERARIA
La escritura es impecable, se desliza con fluidez, sencilla y bien modulada.
Las reflexiones y los pensamientos se injertan en la narración con lineal continuidad. Sin embargo, si pusiéramos de una parte la secuencia dramática, narrativa, y de otra, separada, la parte filosófica, supongo que ambas dejarían una impresión de escasez; ensambladas con la habilidad del escritor producen el efecto de una aparente enjundia.
Más sugestiva que real es la vida de los personajes. Son como sombras, sin espesor. Despojadas del viento de las reflexiones que les insufla el novelista, se debilitarían como velas desinfladas.
Hay un juego bien aceitado de los tiempos. Historias distintas encuentran puntos de enlace que muestran un elegante dominio del oficio narrativo.
VALORACIÓN DOCTRINAL
Sobre un fondo panteísta, se plantea un cuestionamiento básico de la individualidad de la persona. Kundera no encuentra ningún argumento válido que sirva para definir la esencia de la personalidad. Los supuestos rasgos con que pretendemos diferenciarnos son un simple vestido, disfraz, compuesto por algunos estereotipos. Lenguaje, gestos, gustos, etc., son modelos que todos usamos con el objeto de afirmarnos frente a los demás, pero no superan el nivel de lo puramente imitativo.
Con sus mirada y juicios, los otros configuran nuestra imagen y se apropian de ella. Identificarse con la imagen fijada por los demás o por la 'computadora divina', por esa tiranía anónima de lo universal, es una alienación. Sólo existe un prototipo genérico que contiene una determinada dotación de instintos: los individuos con sus historias particulares son accidentes de la especie; se carece de libertad y no existe una perspectiva trascendente.
A pesar de que el 'yo' es una ilusión limitante y cualquier distintivo personal es un artificio, Kundera no escapa al pensamiento fatalista: la índole de cada persona está predeterminada por una razón, el ground, que describe la parábola de su vida.
Contra la tesis estructuralista de Kundera, podemos levantar la siguiente objeción: si todos están determinados por la estructura, ¿cómo pueden unos prefabricar la imagen de los otros? Si el estructuralismo fuera verdad, no habría lugar para la alienación.
En el universo de nuestro autor, el hombre no se reconoce a sí mismo, no sabe quién es. Sin un Dios que la llame personalmente, la persona no puede descubrir su identidad, no es un ser querido y amado por sí mismo. Si este presupuesto fuera cierto, tendríamos que estar de acuerdo con Kundera.
Bajo la tupida urdimbre del vivir cotidiano, llena de convencionalismo vacíos, la persona se encuentra totalmente falsificada, preterida. El matrimonio, por ejemplo, es aburrido. Lo excitante corre a cargo de las aventuras extramatrimoniales. Por esta razón Agnes huye hacia los esporádicos encuentros con un desconocido, iluminaciones momentáneas donde se fascina con la transfiguración mágica de su propio cuerpo.
Desde las premisas metafísicas de Kundera, sólo caben las siguientes alternativas:
a) dejarse moldear por los otros, aceptando la imagen que nos impongan;
b) imponerse sobre los demás, avasallarlos: la afirmación fanática del yo. En esta categoría entran los que propagan ideales, incluso el ideal religioso, origen de tantas guerras y trágicas violencias; el ansia de inmortalidad, afán de dejar impresa nuestra imagen en el recuerdo; los embates amorosos de Laura y Bettina;
c) huir del mundo, abandonarse en un olvido total: el caso de Agnes que con un talante budista quiere disolverse en la naturaleza;
d) la frivolidad y el juego, divertimento anticonvencionalista: el caso de Avenarius y de algunas teorías de Paul.
No existen derechos ni principios morales. Todo es cuestión de capricho; para corroborarlo está la frase de San Agustín: "ama y haz lo que quieras", como si el amor al que el Santo se refiere no estuviera anclado en la sabiduría y en la bondad de Dios.
La vida es una camino cuyo atractivo se encuentra en cada uno de sus tramos sin ninguna meta final. No hay un más allá. Vivir a fondo todos los instantes no equivale a introducirse en la dimensión trascendente, sino a recrearse en los límites de lo temporal.
Voluntad y sentimiento configuran una dicotomía insuperable. Cuando el hombre quiere imponer su voluntad y dirigir el sentimiento, precipita en el fracaso; pero si quiere 'inflar' el sentimiento, elevándolo a su máxima potencia, lo convierte en algo simulado, histérico. Por lo tanto Kundera sugiere que el hombre debe 'dejar' que cada momento transcurra según su propio ritmo, sumergiéndose en una contemplación naturalista, en un quietismo panteísta.
Parece que nuestro novelista intenta integrar la relación carnal en el amor, pero el amor que aquí se describe oscila entre el sentimiento y la excitación orgánica; lo más lejos que llega es a un impulso posesivo con la contrapartida de los celos y la desesperación. El sexo es un cuenco vacío, una excitación mágica y evanescente: tras la larga maratón erótica de Rubens, todo se evapora sin dejar rastro.
El pudor se entiende, en un caso, como la humillación de ser lo que somos, sin habernos elegido, y así ser vistos por los demás. En otra parte se habla del pudor como de una tensión excitante entre la exhibición y el ocultamiento de un deseo sexual. No reconoce, sin embargo, el sentido del pudor como una defensa de la intimidad ante el riesgo de un posible falseamiento.
Cuando el sexo no se comprende como donación recíproca, comunión personal indisoluble, participación real en el amor de Cristo, se convierte en magia, embriaguez, delirio panteísta que para disimular el vacío debe alimentarse con el juego de la ambigüedad y de lo prohibido. Todo es ilusión, apariencia, vanidad. Lo femenino se erige entonces como signo de lo ambiguo, una invitación a proseguir la vida, una esperanza sin fundamento.
G.E.W.
Volver al Índice de las Recensiones del Opus Dei
Ver Índice de las notas bibliográficas del Opus Dei
Ir a Libros silenciados y Documentos
internos (del Opus Dei)
[1] KUNDERA, Milan, La inmortalidad, Ed. Tusquets, Barcelona 1990, p. 286. Todas las citas están tomadas de esta edición.
[2] Ibid., p. 12.
[3] Ibid., p. 16.
[4] Ibid., p. 17.
[5] Ibid., p. 20.
[6] Ibid., p. 21.
[7] Ibid., p. 22.
[8] Ibid., p. 47.
[9] Ibid., p. 25.
[10] Ibid., p. 26.
[11] Ibid., p. 32.
[12] Ibid., p. 36.
[13] Ibid., p. 39.
[14] Ibid., p. 40.
[15] Ibid., p. 45.
[16] Ibid., p. 51.
[17] Ibid., p. 54.
[18] Ibid., p. 55.
[19] Ibid., p. 64.
[20] Ibid., p.78.
[21] Ibid., p. 81.
[22] Ibid., p. 84.
[23] Ibid., p. 92.
[24] Ibid., p. 96.
[25] Ibid., p. 98.
[26] Ibid., p. 101.
[27] Ibid., p. 113.
[28] Ibid., p. 144.
[29] Ibid., p. 118.
[30]
En ocasiones como esta no se resumen dichas consideraciones por ser inmorales. Cfr. p. 123.
[31] Ibid., p. 124.
[32] Ibid., p. 143.
[33] Ibid., p. 148.
[34] Ibid., p. 149.
[35] Ibid., p. 150.
[36] Ibid., p. 153.
[37] Ibid., p. 157.
[38] Ibid., p. 158.
[39] Ibid., p. 162.
[40] Ibid., p. 166.
[41] Ibid., p. 169.
[42] Ibid., p. 172.
[43] Ibid., p. 182.
[44] Ibid., p. 190.
[45] Cfr. lo dicho anteriormente en el mismo apartado de la tercera parte.
[46] Ibid., p. 193.
[47] Ibid., p. 197.
[48] Ibid., p. 197.
[49] Ibid., p. 198.
[50] Ibid., p. 207.
[51] Ibid., p. 212.
[52] Ibid., p. 231.
[53] Ibid., p. 232.
[54] Ibid., p. 236.
[55] Ibid., p. 241.
[56] Ibid., p. 245. La descripción de este encuentro presenta graves inconvenientes morales.
[57] Ibid., p. 246.
[58] Ibid., p. 250.
[59] Ibid., p. 255.
[60] Ibid., p. 258.
[61] Ibid., p. 259.
[62] Ibid., p. 267.
[63] Ibid., p. 276.
[64] Ibid., p. 279.
[65] Ibid., p. 284.
[66] Ibid., p. 289-290.
[67] Ibid., p. 296-297.
[68] Ibid., p. 299.
[69] Ibid., p. 300.
[70] Ibid., p. 302.
[71] Ibid., p. 306.
[72] Ibid., p. 307.
[73] Ibid., p. 308.
[74] Ibid., p. 319.
[75] Desde la p. 322 hasta la 396.
[76] Ibid., p. 397.
[77] Ibid., p. 404.
[78] Ibid., p. 405.
[79] Ibid., p. 408.
[80] Ibid., p. 410.
[81] Ibid., p. 411.