INSTITUTO DE ECONOMÍA. Facultad de Ciencias Económicas y de Administración

El proceso económico del Uruguay (Contribución al estudio de su evolución y perspectivas)

Departamento de Publicaciones. Universidad de la República. Montevideo, 2ª edición, 1971 (lª, 1969), 476 pp.

 

CONTENIDO DE LA OBRA

Aunque en la parte que aquí dedicaremos a valorar esta publicación daremos simultáneamente una visión detallada del contenido, anticipamos ahora las líneas generales de esta publicación, primero reproduciendo el índice —muy articulado y expresivo— y exponiendo a continuación una breve visión sintética.

1. Índice.

Prólogo a la 2ª edición. Prólogo a la lª edición.

Parte primera. Las tendencias generales de la economía uruguaya (pp. 25-220). Notas a la 2ª edición.

Capítulo I (pp. 31-54): Antecedentes. A) El Uruguay hasta 1930: 1. La expansión de la producción ganadera. 2. La dependencia y el comercio exterior. 3. Las características diferenciales del Uruguay en América Latina.— B) Resumen de la evolución posterior a 1930.— C) Problemática del trabajo.

Capítulo II (pp. 55-68): A) Las hipótesis básicas.— B) Elección de los sectores económicos fundamentales.

Capítulo III (pp. 69-138): La ganadería extensiva: A) La reproducción simple: 1. La formación de los precios. 2. Los costos de la producción ganadera. 3. La plusvalía ganadera. 4. La rentabilidad de la ganadería. — B) Condiciones para la reproducción ampliada: 1. Características del cambio tecnológico. 2. La rentabilidad marginal. 3. La investigación tecnológica y su promoción. — C) Conclusiones y perspectivas.

Capítulo IV (pp. 139-212): La industria de protección necesaria: A) Condiciones de la reproducción ampliada en la industria: 1. El desarrollo de las fuerzas productivas. 2. La inversión de capitales en la industria. — B) El crecimiento industrial y sus consecuencias: 1. El impulso inicial. 2. La etapa de crecimiento acelerado. 3. El apogeo de la industria. — C) El fin de la reproducción ampliada: 1. Hacia la reproducción simple. 2. Las modalidades del proceso. — D) Transformaciones y perspectivas de la industria: 1. Evolución de las fuerzas productivas en las distintas áreas. 2. Las consecuencias dentro del recinto económico del Uruguay. 3. Las posibilidades de una integración regional.

Capítulo V (pp. 213-220): Consideraciones finales.

Parte segunda. El proceso inflacionario. Quince años de transición de una economía en crisis (pp. 221-376). Notas a la 2ª edición.

Capítulo I (pp. 229-240): Contexto económico y político del proceso inflacionario: A) Algunas experiencias metodológicas. — B) Condiciones económicas generales de la inflación uruguaya: 1. Condiciones externas: el agravamiento de la dependencia externa. 2. Condiciones internas: caída relativa de la tasa de rentabilidad e inversión en el campo productivo. — C) Condiciones políticas generales de la inflación uruguaya: 1. Condiciones externas: consolidación de las relaciones de dominación en el campo económico internacional. 2. Condiciones internas: los poderes de administración y resistencia a los comportamientos redistributivos. — D) La estructura del poder redistributivo: 1. La naturaleza de las relaciones de poder en la inflación. 2. Los grupos económicos y sus instrumentos de redistribución. — E) Síntesis del proceso a estudiar.

Capítulo III (pp. 271-296): La inflación declarada: 1954-61. Sus principales manifestaciones: A) Los precios. — B) El comercio exterior: 1. El período 1954-58. 2. El período 1959-61. —  C)La Banca. — D)Las finanzas públicas.

Capítulo IV (pp. 297-312): La primera etapa inflacionaria: una crisis diferida: A) Las condiciones particulares del período. — B) Grupos económicos y la superestructura política: 1. Ganaderos y exportadores. 2. El Estado. 3. Los sindicatos. — C) Consecuencias económicas del proceso.

Capítulo V (pp. 313-338): La inflación explosiva: 1962-67. Sus principales manifestaciones: A) Los precios. — B) El comercio exterior. — C) La Banca. — D) Las finanzas públicas.

Capítulo VI (pp. 339-376): La segunda etapa inflacionaria: una crisis ampliada por la especulación: A) La actividad especulativa. — B) Las condiciones particulares del período: 1. El empleo de los capitales. 2. El desarrollo de la organización financiera privada. 3. Las oscilaciones de la política económica. — C) Los grupos económicos y la superestructura política: 1. Los agentes especuladores. 2. El Estado. 3. Los sindicatos. — D) Consecuencias económicas del proceso: 1. Redistribución del ingreso y la riqueza. 2. Desocupación. 3. Crisis financiera.

Parte tercera. Inflación y estabilización en 1968 y sus perspectivas inmediatas (pp. 377-456). Notas a la 2ª edición.

Capítulo I (pp. 385-408): De la devaluación de noviembre de 1967 a la congelación de salarios: A) Introducción: 1. Recomposición política. 2. La devaluación de noviembre y sus objetivos de estabilización. — B) El proceso inflacionario: 1. Las medidas adoptadas y sus resultados. 2. Dificultades para la estabilización.

Capítulo II (pp. 409-422): La congelación de salarios y precios: A) El marco político y social. — B) Una estabilización transitoria: julio-diciembre de 1968. — C) La inflación reprimida.

Capítulo III (pp. 423-456): La estabilización de 1968: evaluación de sus posibilidades: A) Los problemas centrales. — B) Algunos supuestos básicos. — C) Producción y ocupación: 1. El sector agropecuario. 2. Industria. 3. Construcción. 4. Las perspectivas ocupacionales. — D) El proceso inflacionario: 1. Antecedentes. 2. La opción deflacionista. 3. Conclusiones.

Algunas reflexiones finales (pp. 457-476):

1. Por qué la estabilización.

2. Estabilización y perspectivas de crecimiento.

Como se ve por la titulación de los distintos apartados, este libro trata de ser un estudio completo de toda una crisis económica según los criterios básicos del marxismo. De ahí que el libro tenga en cierto modo un valor paradigmático de los análisis, conclusiones y previsiones de la pretendida ciencia económica marxista. La localización en el espacio y en el tiempo —dentro de unas coordenadas bastante limitadas— es aquí especialmente interesante y trasciende el posible interés local, por cuanto los marxistas pretenden precisamente para su ideología y sus aplicaciones un concreto valor de realismo pragmático a la vez que un esencial sentido de la historia: las deficiencias en uno y otro aspecto habrían de ser, por consiguiente, particularmente graves para esta ideología y en particular para su pretendido valor económico.

Pero antes de pasar a la valoración técnica y doctrinal de este libro completamos la visión ya ofrecida con el índice reproducido, mediante una síntesis lineal.

2. Síntesis.

El prólogo a la primera edición contiene una exposición relativamente larga de los supuestos, hipótesis, y, sobre todo, convicciones con las que los autores comenzaron y desarrollaron su trabajo.

El país conoció un largo período de prosperidad que desaparece hacia 1958, seguido por una etapa de estancamiento e inflación que genera en 1968 algunas medidas políticas —congelación de salarios y medidas estabilizadoras— que decidieron al Instituto a realizar este trabajo.

Este cambio político «suponía una vuelta de timón en las relaciones del sistema político y sus bases de sustentación: los grupos de poder económico y social» (p. 11).

El Instituto ha tratado de «penetrar en los acontecimientos de más largo plazo para poder descubrir allí las condiciones generales que en el orden económico y político hicieron propicia la nueva etapa en la evolución de la superestructura» (p. 14).

Se considera «el subdesarrollo del Uruguay como la consecuencia necesaria de relaciones de explotación entre áreas» (p. 15). «Esta situación de dependencia que sustenta la base económica del país se proyecta hacia los distintos campos del acontecer social, sea político, ideológico, etc.» (p. 15).

«El esfuerzo principal de la primera parte (del libro) ha sido el de captar los acontecimientos básicos de los procesos del país con las mismas categorías e hipótesis que constituyen la base del análisis del sistema en su conjunto, y que se refieren a las condiciones de generación, apropiación y empleo de la plusvalía. Esta misma categoría implica la otra característica básica de los análisis presentes y cualesquiera sean sus niveles de aproximación a la realidad. En ellos, los procesos económicos se ven básicamente sustentados por relaciones de oposición entre los diferentes grupos y clases que se integran en la estructura social» (p. 16).

En cuanto a las tendencias generales de la economía uruguaya, se distinguen dos períodos: el anterior a 1930 y el posterior.

El primer período tuvo tres características básicas. La producción ganadera se expande entre 1875 y la década del 20, al impulso de las exigencias de la división internacional del trabajo. «Las condiciones naturales, la reducida población y las bajas exigencias en materia de capital y nivel tecnológico» (p. 32) permitieron producir a bajos costos generando una enorme masa de plusvalía, que fue reinvertida directa o indirectamente en el país (cfr. p. 36). En segundo lugar, todo el proceso se llevó a cabo en un marco de dependencia, ya que el impulsor de su progreso era la demanda internacional y su tecnología importada (cfr. p. 39), constituyendo el hecho esencial «la apropiación parcial del excedente generado, por parte de las regiones dominantes, a través de las condiciones de comercialización» (p. 40). En tercer lugar, el país tuvo algunas características diferenciales, tales como una población «europeizada, así como una buena distribución del ingreso» (p. 43), que hicieron posible una «política de desarrollo de la industria», y una «política de distribución del ingreso», que «si bien están inspirados por el solidarismo propio de la ideología batllista, pueden —desde otra perspectiva— considerarse como necesidad de una industria que dependía del mercado interno» (p. 45). Surge así una amplia clase media, que utilizó al Estado como «instrumento».

El período posterior a 1930 se caracteriza por el estancamiento a largo plazo del sector agropecuario y un proceso de industrialización basado en la sustitución de importaciones.

«La interrogante fundamental, ¿cómo es posible la industria en un país dependiente? (...), equivale a preguntarse ¿por qué (se da) esta contradicción en las leyes del desarrollo capitalista?» (p. 51). El proceso de generación, apropiación y empleo de plusvalía de las áreas dominantes está subordinado a lo que ocurra en el centro de poder. La industrialización es «resultado de un debilitamiento de los lazos que subordinan la economía uruguaya al exterior» (p. 60).

Los sectores económicos a estudiar son: la ganadería, la más importante de «las actividades competitivas», y la industria, sector principal de «las actividades de protección necesaria».

Si existe estancamiento en la ganadería es porque la tasa de ganancia no justifica la inversión. El precio está fundamentalmente determinado por el mercado internacional, y los costos, dado el carácter extensivo de la producción —baja capitalización por hectárea y por persona ocupada—, son muy bajos. La plusvalía emergente es enorme.

El valor de la tierra es una actualización de rentas a tasas no «inferiores a las obtenibles en otras alternativas de inversión».

El estancamiento del sector significa que no existe inversión, y macroeconómicamente considerada, ésta exige cambio tecnológico. Este último consistiría en mejorar las condiciones de nutrición de la tierra, o sea, realizar praderas artificiales. El costo de implantación de las mismas en el estado actual de la tecnología es igual al costo de adquisición de una pradera natural y la producción promedialmente se duplica, pero con márgenes de riesgos enormes. Las praderas artificiales no son rentables. De ahí el estancamiento productivo del sector agropecuario.

En cuanto a la industria de protección necesaria —por una «contradicción de las leyes generales de la dependencia» (p. 139)—, contaba con el capital necesario —de origen ganadero—, con la mano de obra —por la inmigración y el éxodo rural—, con la tecnología —podía importarla—, y contaba también con el mercado al sustituir importaciones importantes, que ya existían, por la redistribución anterior de la plusvalía nacional y la europeización de la población. El marco de la competencia internacional, que determinaba las respectivas tasas de ganancia de los diferentes sectores, se vio alterado por aranceles y cupos, de modo que los precios se elevaron suficientemente para permitir la rentabilidad de la producción industrial. Frente a la interpretación de que la protección es de origen causalmente político, el Instituto afirma que la «tesis de la primacía de las determinaciones políticas sobre el curso de los acontecimientos económicos» se ve desmentida por el hecho de que «el esquema proteccionista no pudo independizar a la actividad económica industrial» (p. 154), y «ello se manifestó tanto en la dependencia tecnológica como en el empleo de equipos, el uso de los insumos y las fuentes de energía» (p. 154).

El período 1935-45 fue de despegue industrial y el de 1945-55 de crecimiento acelerado, jugando el papel fundamental en este último período las industrias dinámicas (electrotecnia, petróleo, metálicas básicas y químicas). La industrialización fue además un estímulo para el crecimiento de otros sectores.

«Es indudable que en la base de los gobiernos del período hay un entendimiento tácito de los grupos patronales industriales y del proletariado urbano con amplios sectores de la clase media» (p. 177). «Por otra parte, los enfrentamientos son menos fuertes desde que el proceso de expansión de la producción origina un excedente en aumento» (p. 178).

Hacia mediados de la década del 50 se detuvo el acelerado proceso de crecimiento, que no había podido madurar sustancialmente sus fuerzas productivas (cfr. p. 182). Donde la dependencia juega más duramente es en la tecnología. La ausencia de un cambio cualitativo en la industria sería explicable dados los altísimos costos de las nuevas producciones, por la absorción intolerable de la plusvalía de otros grupos. Un crecimiento cuantitativo tuvo y tiene como limitante el estancamiento del sector agro-exportador.

La forma crítica del proceso de estancamiento de la industria se debe a «un desarrollo excesivo del aparato industrial en relación con su base de sustentación» y «la incidencia de la circulación de capitales sin colocación» (p. 191).

Una fuerte clase media y un Estado populista crearon la rigidez institucional que luego impidió que la crisis se manifestara inmediatamente, viéndose ésta diferida en el proceso inflacionario.

El futuro es muy difícil, las alternativas tecnológicas de las industrias dependientes indican que «no se podía evitar una creciente diferencia de costos unitarios de producción que las separen de las industrias de los países dominantes» (p. 207). Otra dificultad es el acceso mismo a la nueva tecnología. La integración latinoamericana no es solución, ya que mantiene la dificultad del acceso a la tecnología y sólo sería posible realizarla «en la forma más conveniente para las grandes corporaciones que concentran el poder capitalista» (p. 212).

Más tarde la obra inicia el estudio del proceso inflacionario afirmando que no es una crisis en sí misma, sino la postergación de la crisis, siendo la «categoría fundamental del proceso inflacionario» «las relaciones de poder» (p. 226). Critica la explicación más bien monetarista que da el F.M.I. (Fondo Monetario Internacional) sobre la inflación, y distingue la propia por la acentuación del carácter de etapa histórica del desarrollo económico, capitalista y dependiente, del país. Es una etapa transitoria que permite superar las contradicciones generales en el plano de las relaciones distributivas del proceso social.

Las condiciones económicas generales internas que generaron la inflación fueron la caída de la tasa de rentabilidad e inversión en el campo productivo y el destino de los capitales emergentes de la situación mencionada (adquisición de bienes de consumo, construcción residencial, financiación y formación de stocks y la compra de divisas). Las condiciones económicas externas son el deterioro de los términos de intercambio, el endeudamiento externo y la fuga de capitales.

Las condiciones políticas externas estuvieron signadas por la consolidación de las relaciones de dominación (Estados Unidos crea una superestructura política para regir el mundo). Internamente, la resistencia a los comportamientos redistributivos fueron eficaces, dado que los partidos políticos fueron policlasistas y el Estado respondió a la clase media, que era su base, absorbiendo mano de obra improductiva. Este poder de cada grupo para no perder su cuota parte en el producto social, es la esencia del proceso inflacionario.

El período inflacionario es dividido para su estudio en dos partes: 1954-61 y 1961-67. En la primera etapa, con una tasa de inflación del 20 por 100 anual, el déficit de la balanza comercial fue enorme, la expansión de la Banca muy grande, creciente el presupuesto del Estado, financiado en parte por transferencias desde los Organismos de Previsión Social.

El elemento básico para interpretar el proceso es la pugna por apropiar una cuota mayor de plusvalía. La principal presión fue ejercida por los ganaderos, que finalmente conquistaron el poder en 1959, actuando, sin embargo, el Estado en favor de la clase media, al repetirse sistemáticamente los períodos electorales.

La inflación del período 1962-67 —«explosiva»— fue del 60 por 100. Aunque la balanza comercial fue levemente deficitaria, debida a la parvedad de importaciones por inactividad industrial, el balance de pagos fue terrible por la fuga de capitales. La Banca disminuyó físicamente, creciendo el sistema financiero parabancario. El Estado incurrió en enormes déficits, solventados con el crédito del Banco de la República.

Esta segunda etapa inflacionaria fue una crisis ampliada por la especulación. Los agentes especuladores —banqueros, instituciones financieras, ganaderos, exportadores— jugaban con la repetición del ciclo anual de exceso y déficit de divisas, fruto de la zafralidad de las exportaciones.

El poder regulador del Estado decae, a la par que la relación de dominación de Estados Unidos aumenta y se polariza internamente la lucha de clases. Los sindicatos se politizaron en el período, pero igual disminuyeron sus ingresos.

En noviembre del 67 se intentó la aplicación estricta de las directivas antiinflacionarias del F.M.I., cuyo cumplimiento sin brecha trajo como resultado una inflación del 100 por 100 en ocho meses.

En junio de 1968 cambiaron definitivamente, desde el punto de vista cualitativo, las relaciones sociales, y las luchas de clases alcanzaron «dureza y gravedad» (p. 409) desconocidas. Hubo una estabilización transitoria de seis meses —bajaron los precios—, que pudo hacerse efectiva por motivos políticos y solidaridad de clase de los grupos capitalistas perjudicados.

Las causas económicas básicas siguen operando; por eso (se escribe a principios del segundo trimestre del 69), como todos los grupos exigen devaluación monetaria, la habrá antes de fin de año y no será inferior al 30 por 100. De todos modos el estancamiento productivo continuará y el receso industrial se acentuará por la disminución de la demanda, que significa la caída del salario real.

Aunque se mantuviera la estabilidad, que se pretende sea la base del crecimiento, éste no llegará, porque en el agro la innovación tecnológica no es rentable y la industria manufacturera carece de mayor demanda interna, siendo imposible que exporte por ineficiencia. Sólo la eventualidad improbable de la instalación de grandes corporaciones que produjeran para toda América Latina haría posible una industria de exportación.

 

VALORACIÓN TÉCNICA Y METODOLÓGICA

I. Introducción.

Esta obra fue elaborada por un grupo de marxistas y filomarxistas —muy jóvenes: una ínfima minoría pasaría los cuarenta años y casi la mitad no superaba los treinta al escribir el libro— que trabajan conjuntamente en el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y que tiene como cometido, además de la investigación, enseñar esa disciplina en las demás Facultades dependientes de la Universidad de la República, única en el país.

Este estudio se realizó «a lo largo de diez meses en un equilibrio inestable entre la necesidad de divulgar los resultados alcanzados y la exigencia de profundizar en el conocimiento de nuevas bases teóricas y empíricas» (p. 14). Esto nos ubica en cuanto a lo que pueda haber en ese trabajo de «contribución al estudio y perspectivas» del «proceso económico del Uruguay», al menos en lo que se refiere a investigación.

Una serie de sucesos políticos rebasaron las bases interpretativas de la realidad nacional que poseía el Instituto, por lo que éste entendió que tales sucesos suponían «una vuelta de timón en las relaciones del sistema político y sus bases de sustentación: los grupos de poder económico y social» (p. 11). El Instituto quiso, por medio de este trabajo, «ubicar al observador y partícipe de la realidad uruguaya en una perspectiva que facilite su comprensión de los sucesos acaecidos desde mediados del año 1968» (p. 11).

Dado el tiempo dedicado a ese estudio, la amplitud de los fenómenos a estudiar, la misma finalidad expresa del libro, la vehemencia de su estilo y la especificidad de los sucesos políticos del 68, se ve claramente que se aprovechó la oportunidad para una más penetrante divulgación de la ideología del marxismo-leninismo, haciendo en algunas partes más una exposición política apasionada que una investigación.

La obra carece de pretensiones filosóficas explícitas y renuncia con incoherencias a la utilización completa de la metodología marxista. Su finalidad es «mostrar» cómo el estancamiento económico uruguayo y sus injusticias se deben a la opresión del «imperio», unida a la actuación de los capitalistas nacionales.

Dividiremos esta parte de la recensión en cuatro apartados: en primer lugar, el a priori que orienta y justifica el libro; luego, algunos puntos interesantes sobre el materialismo histórico; después, las categorías económicas del análisis, y, en cuarto lugar, por qué vio la luz un trabajo así.

II. Metodología general.

El punto de partida del libro es mostrar cómo un determinado esquema de pensamiento no se ajusta a una realidad, o mejor dicho, por qué la realidad no acaba de ajustarse a un esquema de pensamiento.

El objeto de estudio es el proceso económico del Uruguay, pero todas las hipótesis y tesis son absolutamente independientes de la existencia espacio-temporal del Uruguay. Ese esquema mental —hipótesis y tesis— no sólo es absolutamente independiente de la realidad a estudiar, sino que, tal como lo manifiestan expresamente, no se ajusta al proceso uruguayo (cfr. p. 139, p. ej.). El esquema de que hablamos lo denominan «leyes del desarrollo histórico del capitalismo».

Según su concepto de que la razón se manifiesta en el espíritu subjetivo, lo único que cabe es ver por qué el espíritu tarda en identificarse con su objetivación en el proceso histórico, o sea, por qué la Historia no acaba de ajustarse a lo que un cerebro y sus sucesores, en un momento luminoso de la autoconciencia del espíritu subjetivo, vieron, previeron, y se vieron impulsados a forzar. Por razones «pedagógicas» no denominan expresamente a las «leyes del desarrollo histórico del capitalismo» materialismo histórico.

La pregunta central del libro es por qué se dio esa contradicción en las leyes citadas. Lo que consideran como premisa incuestionable, pero negada por la misma realidad económica, es lo que les permitirá estudiar el proceso económico del Uruguay.

Todo esto se aleja bastante de lo que la metodología de las ciencias prescribe sobre los pasos en una investigación positiva, en que se procede revisando la teoría al contrastarla con la investigación empírica que según las pautas de esa misma teoría se llevó a cabo. Quien pensara que todo investigador tiene derecho a efectuar su trabajo basado en sus hipótesis, debe recordar que una cosa son las hipótesis de trabajo, las categorías de análisis, y otra muy diferente es presentar esquemas sociales y económicos como verdades incuestionables, y más aún presentar conceptos como el constitutivo esencial de las cosas y los fenómenos.

La realidad es tan compleja, su carácter compuesto encierra tanta multiplicidad y la razón humana es tan limitada, que ni la realidad creada admite una línea unidireccional en su proceso causal, ni es constante en la historia, ni es capaz la razón humana de aprehenderla de un solo golpe, necesitando múltiples percepciones, innumerables puntos de vista y apreciaciones para lograr alguna aproximación al objeto.

El materialismo histórico, una vez estudiado filosófica y científicamente, se viene abajo, pero a algunos les parece que quedan convalidadas algunas de sus conclusiones por «razones económicas». Se crea el ambiente de que toda la necesidad del proceso histórico del capitalismo tiene un origen en el imperio de las leyes económicas. Por eso, luego de analizar algunos puntos del materialismo histórico, especialmente interesantes para este libro, pasaremos a las categorías del análisis económico marxista.

III. Hipótesis de filosofía social: Materialismo Histórico.

A) Verosimilitud general.

1. Determinismo económico.— Estas hipótesis son las tesis del materialismo histórico, y, por tanto, su falsedad, tanto desde el punto de vista filosófico como de las ciencias positivas, se puede ver en cualquier obra crítica. Es, sin embargo, conveniente hablar de algunos aspectos especialmente latentes en el «medio» en que se escribió el libro.

Interesa destacar que rechazar el materialismo histórico no significa afirmar que la vida del hombre transcurre al margen de lo económico. Decir que los factores económicos condicionan la vida del hombre significa, entre otras cosas, que a corto plazo un sistema y nivel económico configuran un conjunto de datos y resistencias a su comportamiento, a los que debe adaptarse. A largo plazo significa que el hombre puede ir modificando ese sistema y nivel económico de modo que modifique y supere esas resistencias. A corto plazo el hombre está más cercanamente condicionado por determinados factores económicos. A largo plazo, estar condicionado significa que el hombre siempre deberá proveer a la satisfacción de sus necesidades materiales y poco más.

El materialismo histórico considera que a corto plazo juegan mucho los factores «sociales», políticos, ideológicos, pero que a largo plazo los económicos son los decisivos.

La única forma de entender esta afirmación consiste en asimilar «fuerza productiva» a tecnología. Cada vez más el avance tecnológico es fruto de una investigación que se hace menos unilineal, ya que la profundización científica no lograría captar —si existiera— una constitución simple y, por tanto, única de las cosas. En otras palabras, la ciencia física, por ejemplo, puede avanzar de muchas maneras. Para el caso de la veracidad de la tesis, el «desarrollo de las fuerzas productivas» es algo en sí mismo aleatorio, dependiente de la elección y la casualidad.

Desde el punto de vista empírico, cada vez vemos en mayor grado cómo sobre una misma tecnología existen culturas, religiones, manifestaciones artísticas, formas de organización social diferentes, y cómo una misma religión se da entre pueblos económica y tecnológicamente diferentes. Lo que le da al materialismo histórico aire de verosimilitud es el mostrar cómo cuando han ocurrido importantes sucesos en la humanidad, ha habido cambios económicos (también esto es relativo). Es similar a la pretensión de explicar la historia de la humanidad por alguna constante humana: ansia de poder, impulso sexual, sentido de nación, etc. El materialismo dialéctico, al desconocer la noción de causa, es incapaz de un estudio científico. Lo que se debe recordar siempre es que Marx es un hombre del siglo XIX que fue testigo de las transformaciones que la revolución industrial introdujo en las formas de vida.

Condicionar las demás manifestaciones de la vida del hombre significa que de algún modo llevan su sello, que determinadas culturas se dieron en determinadas circunstancias económicas, constantes o cambiantes, pero no se puede pretender que éstas engendren ciegamente —aunque medien las «clases sociales», sus «luchas» y sus «tomas de conciencia»— un epifenómeno que sería toda la superestructura.

2. La lucha de clases: vehículo de la historia.— La crítica a todos los niveles es ya conocida. Conviene, sin embargo, efectuar algunas puntualizaciones para «liberar» al lector de hábitos mentales fácilmente adquiribles al leer libros marxistas.

Las «clases» —o sea un determinado tipo de grupo sociológico— no tienen en el marxismo el nivel de categoría de análisis, sino que es un constitutivo sustancial, que tiene entidad por sí.

En una investigación sociológica verdaderamente científica, al intentar detectar grupos, se podría partir de que hay elementos que hacen a muchas personas similares en sus ideas y en sus comportamientos; que pueden, además, tener conocimiento mutuo de esa similitud; que incluso puede existir una simpatía mutua no expresada, o que incluso puede ser que se reúnan para considerar temas comunes, organizándose constituyendo autoridad, etc. La misma investigación y la historia se encargan de ir alterando la arena movediza de los grupos sociales, que en algunos casos pueden tener realidad (ser de relación) y, en otros, existir sólo en la mente del investigador.

Para el materialismo histórico, en cambio, el componente único del fluir social son las clases sociales y concretamente la clase explotadora y la clase explotada. Se les concede una entidad supra-humana. El hombre se explica por la clase, que sería una categoría de ser más pleno. Y eso se manifiesta en que en el análisis la actuación de las clases, sigue pautas desconocidas para todos sus integrantes, pero coherentes con el fin de la clase, y que jamás existe un comportamiento errado de la clase. Ya acudirá la dialéctica explicando la perfecta racionalidad de la actitud. Es la razón que se objetiva nuevamente en la historia.

Estando claro el absurdo filosófico de la concepción de filosofía social de Marx, es interesante plantearse desde el punto de vista sociológico cuatro grandes preguntas: 1. ¿Existen las clases sociales? 2. Si existen, ¿son agentes motores? 3. Si existen y son motores, ¿son los únicos agentes? 4. Si existen, son motores y únicos, ¿su lucha es sin cuartel hasta el final?

Sociológicamente el concepto de clase en Marx no está del todo definido —si bien se pretexta que el capítulo 52 de Das Kapital está incompleto— y no nos interesa mucho: tiene más bien un sentido filosófico y místico-profético. Quizá sea suficiente recordar que ninguna de las rupturas de sistema social se dio por la lucha entre la clase explotada y la explotadora. Sin embargo, es tal la repetición del «jingle» que se puede pensar: lo que ocurre es que las leyes económicas del capitalismo prevén el desenlace: los imperios no podrán controlar más la pobreza de los países pobres.

El profano en economía pensará: filosófica y sociológicamente esto no está claro, pero económicamente sí. Este es el aspecto que nos va a ocupar en las próximas páginas.

B) Coherencia del análisis del Uruguay basado en esas hipótesis.

1. Determinismo económico.— Esta actitud determinista se afilia a la interpretación de que el proceso económico es el determinante a largo plazo de los hechos históricos.

La apelación al influjo en el corto plazo de factores políticos, como forma de explicar procesos, se hace en dos momentos muy distintos: tanto en las notas a la segunda edición (p. 379) para justificar el incumplimiento de lo vaticinado en los capítulos precedentes del libro para el año 69, como al decir que todo el proceso de prosperidad en el Uruguay (setenta y cinco años) es un fenómeno de «coyuntura» del capitalismo (pp. 223-224).

Todo el libro carga sus baterías en el hecho del actual estancamiento económico del país, como fruto lógico al acontecer histórico-económico mundial. Volveremos sobre esto al tratar las categorías de análisis económico.

2. El vehículo de la historia: lucha de clases.— El primer aspecto es que expresamente se disculpan los autores del libro por no haber hecho un estudio en el largo plazo de las luchas de clases (cfr. p. 20).

A veces mencionan los grupos sociales y sus disputas, haciendo caso omiso de la existencia de «clases», ya que, por ejemplo, se refieren a grupos capitalistas que se enfrentan (ganaderos e industriales; cfr. pp. 255 ss.), y en otras ocasiones se dice que es una misma clase social favorecida por nexos familiares e inversiones en ambos sectores (cfr. p. 148) o que actúan los banqueros contra sus intereses de corto plazo por la solidaridad de clase (cfr. p. 418). El concepto de «clase» de Marx está demasiado abandonado, como para que el uso del término pueda serles útil en el análisis.

El Estado es presentado, a su vez, alternativamente como representante de los intereses de las clases dominantes (cfr. p. 254), o de la burguesía industrial (cfr. p. 154), o de los ganaderos (cfr. p. 301), pero configurando siempre concomitantemente el Estado batllista con partidos políticos policlasistas y apoyando y defendiendo una amplia clase media (cfr. pp. 12, 47, 177).

La repetición de estas ideas parece ser, por momentos, una necesidad, aunque no venga al caso (cfr. pp. 244, etc.), quizá con ánimo de evitar la crítica de «materialistas mecanicistas» o de «estructuralistas con barniz marxista». Obviamente las dos clases, explotadora y explotada, no son los agentes en su análisis: la clase media pesa demasiado.

C) Juicio sobre las hipótesis, surgido de los resultados del estudio.

1. Determinismo económico.— Teniendo en cuenta que se quiere explicar el proceso económico del Uruguay y no toda su cultura, es obvio que sea más sencillo encontrar como factor determinante el económico.

Para explicar el Uruguay de la primera mitad del siglo XX han considerado necesario recurrir a algunos factores exógenos: inmigración, europeización demográfica (cfr. p. 43), Reforma Valeriana de la enseñanza (no era necesaria en 1870 la enseñanza primaria para todos desde el punto de vista de los capitalistas...) (cfr. p. 44) y buena distribución del ingreso y movilidad social derivados de las características especiales de la colonización (cfr. p. 43) (no era necesaria esa distribución del ingreso para sostener una industria inexistente...).

2. Lucha de clases: vehículo de la historia.— Sostiene el libro que durante la primera mitad del siglo el Estado respondió a los intereses de todos los grupos, menos los ganaderos, cuya «sorda oposición fue menos intensa en la medida que el excedente a disfrutar crecía». O sea, que no hubo tal lucha y menos entre explotadores y explotados.

«Los enfrentamientos son menos fuertes desde que el proceso de expansión de la producción origina un excedente en aumento» (p. 178). Se dio un «amplio equilibrio de clases (p. 178). «La evolución (...) de los últimos treinta años (...) apuntaba a una creciente intensificación de oposiciones» (p. 11). Esta conclusión empírica nos ilustrará una crítica formal a la ley de la tendencia decreciente de la ganancia, de la que hacen derivar todos los cataclismos económicos generadores de la revolución del proletariado.

Reconocen que se dio a su vez en el país el fortalecimiento de la clase media en un proceso de expansión económica, figura, por otro lado, atípica del marxismo.

Más adelante afirman que los sucesos políticos que alentaron la realización del libro (de junio de 1968) rompieron definitivamente el «equilibrio entre los distintos grupos sociales, típico de la era inflacionaria», «provocando un enfrentamiento entre las clases sociales de una dureza y gravedad desconocida en el país desde muchas décadas atrás» (p. 411).

El aspecto previsión del futuro se verá en otra parte (ver IV, D). Sólo es de destacar que el largo período de equilibrio se quiere presentar como un impasse, lo cual, por otra parte, sólo es lícito sobre la base de considerar clases a los contrincantes que se enfrentan en las guerras de la independencia o con motivo de los caudillos rebeldes del siglo XIX.

El proceso inflacionario del período 67-68 «produjo un enfrentamiento más intenso entre la clase capitalista y la clase trabajadora» (p. 365), pero en cambio pretenden que la política del Estado contó con el apoyo tácito de estratos de la clase media. El análisis, como vemos, refleja sólo en parte la riqueza de los procesos sociales, haciendo difícil su ajuste con las categorías marxistas.

Lo que se da como fruto del estancamiento es el aumento de los conflictos sociales por mantener la propia cuota parte en el producto social, y esto entre todos los sectores, entre gremios, entre «capitalistas»... Sobre este último aspecto de la interpretación que pretende el libro, volveremos más adelante.

D) Previsiones hechas y confrontación con la realidad.

A poco de escrito el libro, poco hay que decir, sobre todo en lo referente a las previsiones de relaciones sociales. Los sucesos del 68 marcarían el enfrentamiento más fuerte entre clases sociales y la declaración abierta de guerra a la clase obrera (cfr. p. 411). Frente a esta previsión baste recordar que en las elecciones del 71, el presidente que por acontecimiento fortuito había subido al poder el 67 se constituyó —precisamente gracias a los sucesos del 68— en líder de la mayoría de los grupos obreros y de los pasivos. Los únicos que oyeron la declaración de guerra al proletariado fueron los intelectuales marxistas.

Con los sucesos de junio del 68 se produce —dicen— la caída definitiva del «estilo batllista» (cfr. p. 388), basado en un determinado tipo de relaciones sociales entre las clases y entre éstas y el Estado. Pese a esta previsión, el estilo policlasista de los partidos no disminuyó, ya que el presidente triunfante en el 71 —el gestor de los sucesos del 68— contó con el apoyo obrero, de pasivos y clases medias, si bien la coalición de izquierdas fue más definidamente clasista, extrayendo sus votos de algunos sectores de condición alta, de profesionales e intelectuales, aunque contó también con el apoyo de dirigentes sindicales.

A causa de las medidas estabilizadoras de 1968 preveía el libro un proceso de agudización de las luchas de clases (cfr. p. 411), pero simultáneamente se afirma que no hay «ningún grupo que no apoye políticas estabilizadoras de precios» (p. 475).

IV. Hipótesis económicas: las leyes del desarrollo histórico del capitalismo.

A) Crítica general de sus categorías.

Las categorías marxistas de análisis económico de mayor difusión en América Latina son, además de las contenidas en Das Kapital y el pequeño aporte de Lenin, las contenidas en la obra de Baran El excedente económico y la obra conjunta, de Baran-Sweezy El capital monopolista. Su crítica se puede ver en otras obras, y nos limitaremos a mencionar las especialmente útiles para el estudio de la presente obra.

Si el valor de una mercancía se puede desglosar en C+V+P —siendo C el capital constante, V el capital variable y P la plusvalía—, la tasa de ganancia es  P/C+V , o, transformando la fórmula, V ( l* C/C+V), donde P/C+V es la composición orgánica del capital.

Dejando de lado las incoherencias internas de Das Kapital (vid. recensión) y la lejanía de sus simplificaciones respecto a la realidad capitalista, el fundamento cierto de la tendencia decreciente de la tasa de beneficio es la afirmación, en el primer tomo de Das Kapital, de que la plusvalía proviene solamente del capital variable, y que, por ende, el proceso de capitalización a que se ve obligado el capitalismo en la «crisis» del ciclo, por aumento del salario real debido a la disminución del «ejército industrial de reserva», sólo tiende a disminuir la plusvalía en relación a la suma del capital. En otras palabras, no admite auténtico progreso tecnológico.

Si Marx hubiera comprendido que una innovación tecnológica trae aumento de productividad tanto del capital como de la mano de obra, quizá no habría nacido la tesis del empobrecimiento, la tesis leninista de la proyección de esa contradicción a las colonias, la tesis de la necesidad de la lucha sin cuartel y definitiva, la necesidad del perpetuamiento y acentuación del carácter subdesarrollado y dependiente de países como el Uruguay. Hay todo un mecanismo de propaganda: «caída del imperio», basada en una apreciación hecha por Marx al comenzar sus estudios y enormemente equivocada.

Planteado matemáticamente, el origen del problema es:

g= P/C+V= P (V/V) * (l/C+V)= P/V (V/(C+V))= P/V * (l- (C/C+V))= p’ (l-O)

siendo p' la tasa de plusvalía y O la composición orgánica del capital. Marx sostiene que la composición orgánica del capital es creciente y que la tasa de plusvalía es a la larga constante, concluyendo de ambas afirmaciones que g es descendente.

Este modo de considerar la composición orgánica del capital y el origen de la plusvalía tiene su explicación en el uso de las categorías de análisis de los clásicos, que no preveían el enorme significado de la inversión fija.

Lenin, al dar una salida al análisis marxista, frente a la realidad del progreso social del capitalismo, dice que esa lucha por el producido económico se proyecta a las colonias, partiendo ya, por consiguiente, de un axioma falso. Por mucho que Lenin muestre los abusos del capitalismo monopolista multinacional, no se puede atribuir a tales hechos el carácter de necesarios, no se podrá hablar de «leyes del desarrollo histórico del capitalismo».

La parte propagandística del Lenin político significó un vuelco en la primera concepción de Marx. Para Marx, capitalismo era sinónimo de expansión de fuerzas productivas, y socialismo, la superestructura justa a implantar sobre la base del desarrollo del capitalismo. Para Lenin los grandes monopolios son parásitos y corrompidos. Sin embargo, la vanguardia de la investigación e innovación tecnológica corre hoy día por cuenta de las grandes corporaciones capitalistas.

Quizá sea bueno recordar que el primer país industrializado fue Inglaterra, que Europa continental tardó, pero lo logró también, y que luego el eje industrial pasó a ser una antigua colonia, U.S.A. Últimamente se han fortalecido mucho Japón y Alemania. O sea, que el progreso se expande y sus velocidades varían.

Por otro lado, Baran ha acentuado el examen del «excedente real o potencial» que no es aprovechado. Sigue la línea del planteamiento político de Lenin: el socialismo pasa a ser sinónimo de racionalidad productiva, violando la historia. O sea, que el capitalismo no permitirá el desarrollo máximo de las fuerzas productivas. A este respecto bastará preguntarse: ¿El régimen de propiedad es obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas? Bastará ver la realidad americana y la economía rusa tanto industrial como agraria.

Un aspecto importante, y que todos los análisis mencionan al hablar del subdesarrollo, es el problema del deterioro de los términos de intercambio como forma de apropiación comercial de la plusvalía de la colonia. No sólo ha sido estadísticamente discutido, sino que hay quienes han opinado lo contrario: muchos países pobres se habrían beneficiado con los términos de intercambio.

B) Inaplicabilidad básica de las categorías económicas marxistas y las «leyes del desarrollo histórico del capitalismo» al Uruguay.

El libro repite muchas veces que el centro del análisis consiste en estudiar «las condiciones de generación, apropiación y empleo de la plusvalía» (p. 16), siendo la plusvalía la cuota parte del fruto del trabajo del asalariado que excede lo necesario para el sustento del trabajador.

El sector económico básico en el caso del Uruguay es la ganadería extensiva. El valor en este sector está dado, por un lado, por la utilidad del bien, y, por otro, por su escasez relativa, derivada preponderantemente de una productividad basada en las condiciones ecológicas y, en menor grado, por el trabajo incorporado.

Si recordamos que el concepto de valor en Marx pretende ser la captación del fenómeno económico y no un juicio ético-valorativo, es obvio que su concepción del valor —eje de sus categorías de análisis económico— está muy alejada de la realidad económica, especialísimamente en el sector económico del que hablamos. En esta línea de pensamiento se llega a afirmar que la tierra «carece (...) de trabajo social incorporado, esto es, de valor» (p. 102).

Como Marx pretende explicar el funcionamiento económico del capitalismo apoyándose en la ley de valor, la contradicción entre una deducción lógica de esa teoría y la realidad es muy clara.

Hablar de la plusvalía ganadera, cuando el insumo trabajo es mínimo (relación «plusvalía total»–salarios es 6:1; cfr. p. 93), es forzar el concepto marxista. Lo único que lo valora es el peso ético que para el marxista tiene esta expresión. Es importante destacar esto, porque si en algo insiste el materialismo dialéctico es en el carácter «científico» del análisis, lo que sería válido con un concepto de ciencia positiva próximo al de una ética del sentimiento, o si se prefiere, de ideología política.

Otro forzamiento de la realidad consiste en que el libro no extiende el análisis a las explotaciones menores de 200 a 1.000 hectáreas —según el lugar del país—, porque, argumenta, no son explotaciones capitalistas, ya que no hay mano de obra asalariada, y, por tanto, no hay plusvalía ni la guía de acción es la tasa de ganancia.

Para hacer el análisis económico del Uruguay, bajo la óptica de la necesidad que le impone su carácter de colonia, no hay más salida que partir de la base de que esa necesidad no procedió hasta 1955.

Lo único que convalidaría el análisis imperialista —como necesidad— es la detención económica de muchos países de América Latina al promediar la década del cincuenta, detención que fue transitoria en muchos países, pero que en Uruguay aún persiste por múltiples razones.

C) Juicio de las hipótesis a la luz de los resultados del estudio.

Se afirma, con bastante exactitud, que el agro se estancó por la falta de rentabilidad de la inversión que mejorara las condiciones nutritivas de la tierra. Era un importante motivo.

Ahora bien: por qué los capitalistas no promovieron el progreso tecnológico es explicado por la necesidad que tienen los capitalistas de que se perpetúen las condiciones en que la «apropiación» de la tierra sea la causa fundamental de apropiación de plusvalía, negando que la guía de acción del capitalista sea el aumento de la tasa de ganancia por aplicación de mayor capital. Esto contradice la «racionalidad capitalista», hipótesis fundamental del trabajo.

Ven en el proceso de industrialización del Uruguay una ausencia de auténtico progreso por la «no maduración de las fuerzas productivas», que se caracteriza por la instalación de industrias cada vez más alejadas de los bienes del consumo final. Este progreso no es factible, porque la tecnología —«controlada» por las áreas dominantes— es para una dimensión superior. Con este planteamiento, la lógica exigiría que negasen la «necesidad» del estancamiento en muchas «colonias», ya que hay países de América Latina con una dimensión y mercado largamente superior al Uruguay, y en los que sería factible ese proceso de maduración, con la enorme ventaja de que no hay que dedicar recursos a la investigación. Se completa esa probabilidad con la existencia de excedentes que se envían al exterior desde toda América Latina, hecho largamente comentado por los analistas marxistas.

En un momento se dice que la institución del Consejo de Salarios fue un acuerdo entre el patronato y el proletariado urbanos, fruto de las necesidades del crecimiento industrial, de la ampliación del mercado interno, esto es, del nivel de ingreso y su redistribución. A renglón seguido se afirma que «paralelamente, una política de subsidios tendió a presionar hacia abajo los salarios en alza» (p. 171). Esa contradicción surge por el afán de querer explicar un hecho que beneficiaría al obrero, por la «racionalidad capitalista» para simultáneamente afirmar que la «explotación» seguiría.

Se expone que de 1940 a 1955 el «imperio norteamericano» estuvo ocupado en otras áreas, y que estuvo debilitado del 1930 a 1940, motivos por los que se industrializó Uruguay (cfr. p. 155). Por otra parte, la hegemonía mundial estuvo dudosa de 1920 a 1930, hubo guerra de 1914 al 20, y, por último, debilitamiento del Imperio británico e interés a escala mundial por el crecimiento de Argentina y Uruguay, sobre todo desde 1875 a 1913 (cfr. pp. 36-43). Todos estos hechos habrían posibilitado el buen crecimiento económico del país desde 1875 a 1955, con lo cual se quiere mostrar que hubo ochenta años de violación coyuntural de las «leyes del desarrollo histórico del capitalismo».

Otro punto a destacar es la afirmada dependencia del período 1875-1930, con su lógica carga ética, manifestada en el desarrollo unilateral de la producción ganadera y en la importación de la tecnología (frigoríficos). Que hubo gran demanda de los productos del país y que no hubo necesidad de una etapa de investigación tecnológica es «el signo más evidente de dependencia» (p. 31); también habría dependencia en que Colón descubrió América, ya que lo hizo buscando mercado al cerrarse el comercio con Oriente...

La enorme inversión extranjera que contribuyó al desarrollo del país tuvo como «intención, evidentemente, la de facilitar la inserción del país en el sistema capitalista». La enorme masa de «plusvalía ganadera» del período 1875-1920 se invirtió parcialmente en el campo; y financió, a través de precios, la ciudad y los comienzos de su industrialización, en inversiones inmobiliarias que generaron ocupación, y en Deuda Pública Nacional y Municipal, que «financió fundamentalmente obras públicas y creación de empresas estatales» (p. 36). Todo un proceso de inserción en el sistema capitalista.

Hay una valoración de estos estudios ideológicos que tiene por único fundamento científico la concepción del valor y de la plusvalía en Marx.

El hecho de que sólo el trabajo genere plusvalía y que la innovación tecnológica por mayor capitalización haga descendente —«tendencialmente»— la tasa de ganancias, impide la posibilidad de una participación en el progreso, lo que entra en contradicción con la experiencia histórica sobre la innovación tecnológica. El progreso, el avance técnico, ha hecho posible un aumento del ingreso per cápita, que en líneas generales ha estado unido a una mejora en la distribución del ingreso; o sea, que el bienestar ha tendido a generalizarse.

Es un prejuicio ideológico el no comprender que la cooperación entre los hombres a través de la división del trabajo, de la dimensión, etc., genera una mejora para el conjunto, que históricamente ha significado mejora para sus integrantes. Por eso reconocen el «debilitamiento de los enfrentamientos» como fruto del excedente en aumento.

Las fricciones sociales y las injusticias son una realidad, como lo son las rencillas y las injusticias en una familia, y, sin embargo, el destino histórico no es que la madre (explotada) culmine dando muerte al padre (explotador).

D) Previsiones del futuro y suceso a corto y largo plazo.

1. En el corto plazo.— Finaliza el libro comentando las posibilidades de la estabilización y se hacen algunas previsiones.

Las previsiones en el campo económico en muy corto plazo son en realidad ingenuas. No confirman ni mejoran las hipótesis ni el análisis según el cual fueron hechas.

Puede servir de ayuda para replantear las hipótesis lo siguiente: el mismo calor con que se hicieron trabajar las máquinas alimentadas con datos económicos, para mostrar los guarismos indicadores de la futura actividad industrial y agraria, es el que se pone al explicar la evolución de la humanidad por factores económicos.

Las notas a la segunda edición (1971) previas a este capítulo insisten en que se deben estudiar mucho más los factores de la superestructura, ya que, a corto plazo, son muy importantes.

Un pequeño cuadro de datos reales nos ilustrará acerca del valor de las pretendidas previsiones que constan en este libro:

                                                            67        68        69        70        71

                                                        –––––  –––––  –––––   –––––  –––––

Salario real (1968=100).................  114,4    100,3   111,5    110      115,7

PBI industrial ( % de crecimiento)  – 4,4      4,9       5,8       4 ,1      – 1,9

Tasa de inflación ..........................  135,9     66,3    14,5      20,9      35,7

Las afirmaciones del libro en contraste con este cuadro son:

— «Cualquier alternativa de política antiinflacionaria incrementará, de un modo u otro, una tendencia previsible de recesión industrial» (p. 431). Mientras duró la «imposición» de la estabilización, el crecimiento industrial fue bueno.

— «No puede conseguirse estabilización sin crecimiento de la producción» (p. 456). Las cifras indican que cuando se impuso la estabilización, ésta obró como condición para el crecimiento industrial, y cuando la inflación fue «liberada» bajó el crecimiento industrial.

— «Cualquiera de las alternativas que se adopte —inflacionista o deflacionista— significará una baja en el salario real, y con ello un descenso de la demanda interna y de los niveles de producción» (p. 434). La alternativa deflacionista trajo aumento del salario real y además parece que la correlación salario real-crecimiento industrial es por lo menos nula en el corto plazo.

— «Las determinantes económicas volverán a incidir desde principios de 1969 para reabrir el proceso inflacionario» (p. 421), ya «que los hechos económicos se dan independientes de los deseos que puedan tener los integrantes del Poder Ejecutivo» (p. 453), por lo «que la subida de precios internos difícilmente sería inferior al 30 por 100» (p. 456), y sería «inevitable una devaluación en el transcurso del año 1969» (p. 445). Hay que revisar hipótesis atendiendo al cuadro y al hecho de que no llegó la devaluación del 69, no vino en el 70, tampoco en el 71 y sí en el 72, o si se quiere —dada la variación de los tributos en el comercio exterior—, en diciembre del 71.

Además hay «una dificultad, de carácter práctico pero de importancia considerable, en el mecanismo de congelación: el hecho de que el aparato estatal uruguayo (...) carece totalmente de posibilidades para realizar un efectivo control de la marcha de los precios» (p. 422). COPRIN[1], en cambio, respondió por encima de lo previsto, controlando efectivamente los precios.

Por otra parte, queriendo mostrar al paso la imposibilidad de que un gobierno «dentro del sistema» lleve una política eficaz, dice que «en 1968 el Gobierno se impuso como meta la siembra de 650.000 hectáreas (de trigo), esperando incluso exportar 150.00 toneladas en 1969 (...). Pese a la intensa propaganda oficial, las áreas sembradas apenas superaron las 500.000 hectáreas» (p. 427). Es muy pueril el comentario, ya que 500.000 hectáreas es un área de siembra que no fue superada en toda la década del sesenta.

Todo este comentario del no cumplimiento de las previsiones no demuestra la verosimilitud ni la irrealidad de las hipótesis desarrolladas a lo largo del libro. Simplemente deben hacer pensar.

2. A largo plazo.— A partir de 1955, el imperio ajusta cuentas con esta área dominada, un poco traviesa.

El estancamiento del sector de ganadería extensiva podría ser superado sobre la base del surgimiento de una tecnología que hiciera rentable la inversión de capital dinámico en la tierra. Ahora bien: como el proceso de mejora tecnológica es largo, no se prevé para los próximos años ninguna inversión adicional en el agro.

Lo que lógicamente no fue previsto —ya que sería el nacimiento de un período coyuntural contradictorio como el que va desde 1875 a 1955— es que hubiese una mejora sustancial de los términos de intercambio, es decir, un aumento real muy grande del precio internacional de la lana y de la carne, que son los rubros básicos y casi únicos de la ganadería extensiva.

Ya que el valor del capital productivo tradicional (tierra) es la capitalización del excedente —la renta que la propiedad de la tierra le permite apropiar— a la tasa de rentabilidad del equilibrio de la circulación interna de los capitales, al aumentar los precios relativos de los productos, aumenta la renta de la tierra, y, por ende, aumenta el valor real de la hectárea de tierra.

En las condiciones tecnológicas y de precios de cuando se escribió el libro, una hectárea de campo natural costaba lo mismo que el capital dinámico a agregarle para obtener una pradera artificial, siendo el resultado posible una duplicación de la ganancia, pero con enormes riesgos. Por eso no era rentable. En la medida que el capital dinámico a agregarle pasara a costar la mitad de una hectárea de campo natural, se harían rentables las praderas artificiales. La evolución de los precios se ha dado.

Otro factor para tener en cuenta es que los estudios de los costos y rentabilidades con que trabaja el Instituto son de laboratorio, y que una vez que tendieran a implantarse las praderas surgirían economías de escala no previstas en el análisis.

Previendo en el largo plazo la invención tecnológica, se afirma que vendrían capitales extranjeros, aumentando la dependencia a nivel productivo. Otra de las vías por la que se acentuaría la dependencia es por la necesidad de importar maquinarias, fertilizantes, etc.

Aparte de los efectos de dominación emergentes de ambos factores, que sería marginal en el primero y asimilable a dependencia «física» en el segundo, debemos mencionar que es probable que se acentúen las corrientes comerciales que proporcionan a Uruguay maquinarias y otros insumos desde Argentina y Brasil. De ocurrir esto se iniciaría entre Uruguay y el «imperio» una «dominación en tercer grado», de la que hablaremos más adelante.

Otra de las previsiones referentes a este sector es que un subsector que podría implantar «praderas» es el de los minifundistas, ya que no tienen como guía la tasa de rentabilidad. Esto no se ha dado por el bajo capital que poseen. En las condiciones de precios anteriores, las inversiones dinámicas las hicieron las grandes extensiones, si bien puede decirse que aprovechando los préstamos baratos del Plan Agropecuario.

En cuanto al sector industrial, su expansión cuantitativa dependería del crecimiento del sector agropecuario, el cual vimos que era posible.

En cuanto a la expansión cualitativa de la industria, ésta se ve enfrentada con que «la magnitud del mercado interno es inadecuada para absorber las formidables escalas de producción que impone la tecnología creada en los países industriales dominantes» (p. 471). Esta previsión entra en contradicción con la ley del desarrollo histórico del capitalismo, por la que las áreas dominadas se perpetúan en su condición. Dado que la expansión industrial dependería del mercado interno, de su dimensión, aquélla sería alcanzable por algunos países latinoamericanos, concretamente por Argentina, Brasil y México. De hecho, Uruguay tenía en el 57 el ingreso per cápita más alto de Sudamérica, conjuntamente con Argentina. Hoy Uruguay ha descendido y Argentina lo ha duplicado. Y es obvio y de todos conocido el extraordinario crecimiento económico que tiene Brasil desde hace muchos años. Al llegar a este punto se suele abandonar el análisis económico y comenzar el juicio de valor, pues se dice que es a costa de la inversión extranjera y de la pobreza de algunas regiones.

En cuanto al segundo motivo, es evidente la desigualdad en la distribución del ingreso, pero es igualmente evidente que antes de iniciar su loca (¿coyuntural?) expansión económica, las zonas hoy pobres ya eran pobres (Nordeste), y no fue una «necesidad histórica» que la expansión del capitalismo se haya hecho «sobre sangre aún templada de los asalariados» del Nordeste...

Es lógico que lleguen a existir indignación y luchas políticas para extender el progreso a todas las regiones del país, pero no es ninguna «necesidad histórica», como tampoco es un hecho real, que el progreso de algunas regiones haya necesitado la pobreza de otras. Quizá alguien diga entonces que la distribución del ingreso empeoró con el proceso de desarrollo. El indicador «distribución del ingreso» es un indicador relativo, ya que puede indicar empeoramiento cuando todos hayan mejorado su posición absoluta. Hay que ver la evolución del salario real. Por otro lado, si la ganancia se reinvierte, es un proceso históricamente normal en determinadas etapas del desarrollo. Quizá en algunos países ese período se prolonga, como en el caso de Rusia.

En el largo plazo para no seguir el estancamiento industrial, Uruguay debería dejar de pertenecer a las áreas dominadas (cfr. p. 213), lo que es «poco probable». Lo que sí parece, sin embargo, probable es que Uruguay deje de pertenecer al área dominada para pasar a ser «el país dominado», ya que Argentina y Brasil siguen creciendo y «madurando», sobre todo el segundo, «sus fuerzas productivas». De este modo se generaría una disminución de las áreas dominadas o el surgimiento de una dominación y explotación de los asalariados uruguayos por los capitalistas del área dominante de tercer grado, ya que mediarían los «pulpos» del continente.

La otra alternativa de futuro que estudia el Instituto es la integración regional. Esta alternativa soluciona el problema de la disponibilidad de recursos naturales y materias primas y el mercado suficiente, pero deja incambiado el acceso a la tecnología más moderna (cfr. p. 212). Como ésta está controlada y el «imperialismo económico y la presión política de los Estados Unidos se dan más fuerte que nunca», «para poder prever la viabilidad de las industrias de la integración será necesario en el futuro conocer con suficiente detalle y rigor las tendencias mundiales de la producción capitalista y las leyes de expansión que seguirán las próximas etapas de desarrollo del sistema» (p. 212).

Además de mencionar que hay muchos centros industriales deseosos de captar para su comercio nuevos países, parecería que la experiencia indica que un nuevo fenómeno coyuntural afectará las «leyes del desarrollo histórico del capitalismo».

Decir que les pueda interesar a las grandes corporaciones una integración latinoamericana y dar por incambiada la situación, es como dar por incambiada la situación de Europa Occidental en la posguerra por la inversión americana. Económicamente fue un progreso, y recordemos que el marxismo, en el caso del subdesarrollo, como el uruguayo, tiene su apoyo político en la necesidad de la racionalización (crecimiento, desarrollo) económica.

V. Por qué fue posible un estudio empírico particular con estas hipótesis.

1. Ajuste aparente.— Debemos recordar que el análisis marxista, desde el punto de vista económico, se ajusta mejor a una realidad sin progreso tecnológico, sin crecimiento del ingreso per cápita en la hipótesis de plena ocupación.

De allí deriva el dedicar más de la mitad del libro al estudio de menos del 20 por 100 del período, coincidiendo con el estancamiento económico. En condiciones de constancia del producto, un aumento de la ganancia significa una disminución de otra ganancia o de otro salario, ejemplificando las ideas de apropiación, etc.

Muy unido a esto se da que una cooperación que eliminaba la «lucha» en el período de estancamiento, se transforma en una defensa de su cuota parte, generando mayores conflictos.

Es así que surgen conflictos entre «grupos capitalistas» —algunas empresas cerraron en el período—, conflictos entre gremios —algunos sectores no acompañan a otros más privilegiados (bancarios)— y conflictos entre empresas y sus obreros.

Este clima de mayores tensiones sociales y el estancamiento productivo contribuyen a una mayor verosimilitud de las hipótesis marxistas.

Por algo es justamente que estos veinte años son el período «estructural», definitivo del sistema, y por oposición a los ochenta anteriores de período «coyuntural». Los últimos estudios del Instituto apuntan al aspecto distribución —implícita injusticia—, etc. Además, el aspecto «lucha de clases» no fue objeto de estudio en todo el período (cfr. p. 20), sino más bien al final.

2. Publicar resultados.— Hay algunas partes del trabajo que son realmente interesantes y que arrojan luz sobre el proceso uruguayo. Tanto en la parte del crecimiento como en la inflación se encuentran explicaciones útiles de algunos procesos.

 

VALORACIÓN DE LAS CONCLUSIONES

Hay dos tipos de conclusiones importantes: un primer tipo sería la que podríamos llamar explícitas o cuasi explícitas, y el segundo tipo serían las conclusiones que inconscientemente obtiene el lector desprevenido.

I. Conclusiones explícitas.

A) Uruguay está condenado al estancamiento por opresión de los países dominantes. Esto fue objeto de estudio en todo el capítulo IV de la segunda parte. Conviene agregar algunas puntualizaciones. No se trata de negar que los vaivenes de la economía mundial afectan a los países subdesarrollados, o que los países desarrollados pongan trabas que impidan la colocación de productos de exportación manufacturados, o que el transporte y otros servicios sean ingresos captados por empresas multinacionales, o que en determinados bienes se den monopolios más o menos organizados. Pero sí se debe afirmar, en primer lugar, que es absurdo pensar que ahí se acaba el mundo. Esos factores condicionantes, que sufren modificaciones, contra los que hay a veces medidas paternales (fruto de congresos y organismos internacionales) y a los que debe agregarse la disposición de una tecnología —cuya ausencia costó en el siglo XIX una gran baja del salario real—, son parte de las dificultades que condicionan la vida humana y que constituyen un acicate para el desarrollo. A un nivel abstracto de análisis las condiciones materiales cómodas no han generado progresos, y las adversas sí (Toynbee).

Debemos afirmar, en segundo lugar, que no ha habido un solo centro industrial, sino que históricamente han ido surgiendo muchos.

Así, Alemania fue en su momento un proteccionista (List), porque tenía bajo nivel de desarrollo respecto a Inglaterra, y se industrializó. Así también, Estados Unidos, de centro proveedor de materia prima se transformó en el centro tecnológico más importante del mundo. Japón, por múltiples circunstancias, inició un proceso de crecimiento industrial a fines del siglo pasado, que China no conoció.

El análisis del imperialismo, con su acentuación de las áreas y la preponderancia de los componentes de la balanza comercial, exige esfuerzos para no ser una reedición del análisis mercantilista, surgido en el período del nacimiento de los estados nacionales europeos.

B) Una organización productiva racional debe provenir de la implantación en grandes áreas de criterios sociales (socialización) en la producción y distribución. Ver y denunciar un derroche o una injusticia, en una forma de organización económica, no significa que todo lo que se le opone sea bueno por sí mismo, que sea la liberación.

En terminología usual en algunos autores, en la sociedad hay asociaciones de integración y otras de dominación; entre ambos tipos de asociación se puede hallar la explicación de la historia. Una de las posibles formas de dominación es la económica, que no ha tenido históricamente en la sociedad industrial moderna una identificación con las asociaciones de dominación política. Es un peligro precisamente de la sociedad socialista la unión institucional del poder económico con el político, con el educacional, con el científico y con el artístico. Teóricamente considerado, el peligro es enorme y superior al que generarían las asociaciones de dominación en el capitalismo.

Que eliminar la propiedad en sí e instaurar el control estatal absoluto es panacea, debe ser objeto de análisis teórico y empírico. La variante del marxismo hecha por Lenin y Baran, anteriormente citada, sólo menciona la inoperancia relativa del capitalismo en el siglo XX y una teórica y posible mayor productividad en el socialismo. Hay hechos, sin embargo, que han mermado esta consideración: la experiencia general de los países socialistas y, en especial, las insuperables dificultades que los países subdesarrollados socialistas han encontrado. De más está recordar que el sector productivo básico del Uruguay es el agrícola, y que ése ha sido siempre el «talón de Aquiles» del socialismo.

Sean estas consideraciones ejemplificaciones de lo que dicta la ética social. Respecto al derecho natural a la propiedad privada, véase la Introducción general a estas recensiones (apartado «Alienación económica»).

II. Conclusiones implícitas.

A) La lucha de clases como hábito mental de análisis y juicio.

La lectura del libro puede provocar ese hábito dada la repetición hasta el cansancio de esos conceptos. Por eso conviene leerlo por partes, si es necesaria su lectura. En cambio, fríamente estudiado, aparece como lo que es: una sucesión de contradicciones (ver parte II: «Valoración técnica y metodológica»).

B) La propiedad privada es un robo.

Veamos algunos conceptos de este género: 1) la propiedad privada es un robo; 2) la riqueza de algunos es hija de la pobreza de otros; 3) el capitalismo es sinónimo de opresión y la inversión extranjera es perpetuar la miseria del proletariado.

1) La propiedad como tal, dejando a un lado exigencias antropológicas, humanas y sociales, es históricamente una necesidad para la acumulación de capital y progreso de la sociedad. Esa propiedad puede ser privada, tribal (comunidad intermedia) o estatal, teniendo cada una su esfera de necesidad, que es histórica y especialmente variable.

La propiedad privada, incluso dejando a un lado lo que imponen los resultados de la metafísica social y la concepción cristiana, es una exigencia económica (productividad) y social. Sociológicamente es ya experiencia histórica que la propiedad estatal de los medios de producción, en la medida que unifica todas las asociaciones posibles de dominación, deviene en una fuente de opresión jamás vista, sobre todo cuando el Estado está controlado a su vez por una élite minoritaria. La única vía histórica digna es la propiedad privada o tribal. Y respecto a las cooperativas —como ejemplo de propiedad tribal—, la experiencia está indicando que es ventajosa en algunos sectores muy concretos.

El fin de la propiedad privada es —económicamente hablando— la acumulación del capital social, condición del progreso. Que se deba contribuir con la política impositiva y otras normas a que cumpla esa función social, es una cosa; pero que esa institución deba ser eliminada por tener fallas, es el «todo o nada» infantil.

2) La riqueza —que es en principio hija del trabajo personal o de antecesores unida a una anterior riqueza y dado que la propiedad privada es una necesidad— no sería legítima (hay muchos casos de apropiación indebida: robo, etc., del derecho penal) si no se pagara a quien trabaja conjuntamente con el capital lo que se debe. El salario justo es una categoría histórico-cultural, sujeto en parte a la libre discusión de los hombres, pero que —para dar una regla— debe incluir una cierta participación en el progreso tecnológico. Considerar que la acumulación de capital —fruto de la ganancia— es apropiación, es partir del error de la ilegitimidad de la ganancia (lo veremos en seguida) y tiene su fundamento en la pretendida ley del valor.

3) Decir que el capitalismo es sinónimo de opresión tiene su único fundamento en las tesis de Das Kapital de la tasa descendente de ganancia y el empobrecimiento del proletariado.

Para sus análisis, la inversión extranjera es el símbolo de la explotación imperialista. Habría hechos históricos que ayudan a ver esa «necesidad histórica».

Lo que en realidad ocurre es que, según las condiciones del país, la inversión extranjera se da más o menos, generando tras de sí inversiones adicionales en la generalidad de los casos. Los beneficios de la nueva tecnología, además del aumento de ocupación y del ingreso que se generaría a tecnología constante, en parte quedan generalmente en el país. Que luego la lucha política determine que quede más o menos en el país, es lo natural de una lucha política, porque es algo variable, aleatorio, modificable, no determinado por leyes ab aeterno, y hay posibilidad de opción por diferentes posiciones políticas.

El prejuicio es ideológico, hacia la idea de cooperación, de coparticipación del fruto —antes inexistente— del trabajo conjunto.

C) La ganancia es una apropiación.

Apropiación es sinónimo de tomar lo que no le pertenece a uno. Si no le pertenece al empresario, dueño del capital, le pertenece al obrero o a la sociedad.

Considerar que le pertenece al obrero es estar influido por la concepción del valor de Marx y por la miopía de no ver la necesidad de capitalización para el progreso social. Considerar que le pertenece a la sociedad, desde cierto punto de vista es correcto, ya que la propiedad debe cumplir esa función social de servir de capital productivo, pero debe ser privada o comunitaria en la mayoría de los casos, ya que yendo al Estado no sólo se violan los derechos del hombre, sino que históricamente se incumplen los objetivos de la acumulación de capital.

III. Por qué existe el clima para una fácil e involuntaria aprehensión de esas conclusiones.

A) Factores racionales.

1) Necesidad de mayor crecimiento económico. Ya fue visto, pero parecería que el socialismo lo lograría por invertir, cuando no es rentable, lo que es absurdo.

2) Eficacia política de los grupos marxistas ante la inoperancia de los cuadros políticos de muchos países.

3) Estancamiento económico, que, unido al progreso mundial y al «efecto demostración», engendra impaciencia y hace entrar en juego los factores 1) y 2).

4) Depresión social, en la que la crítica viene con signo ideológico.

5) Desconocimiento de la historia.

6) Desconocimiento de la realidad de los países socialistas.

7) La existencia de grandes diferencias en la distribución del ingreso en los países pobres y la utilización por parte de los países desarrollados de su fuerza económica y política para obtener ventajas para las grandes corporaciones.

8) Esas ideas son parte del ambiente, de la «onda» intelectual del momento; es la vía cómoda.

B) Pragmatismo.

Podrá alguien atender a todo lo dicho sobre las contradicciones y falsedades de esas conclusiones, pero ante cierta pujanza física e ideológica del marxismo puede pensar: «Cuando suena el río, agua trae». Una idea muy importante es que es históricamente claro que los hombres han luchado con pasión por ideas buenas y ciertas y por ideas malas y perversas. Además, el pragmatismo debe sacar claras consecuencias de las «experiencias» socialistas.

C) Motivos irracionales.

Pese a todo lo anterior puede surgir un impulso irracional que haga decir: «Pero hay hambre, injusticia, opresión, imperialismo, personas que por infraalimentación no llegan a ser humanas por su escaso desarrollo intelectual; hay cantegriles, trata de blancas». Esto que se enuncia es la mera conciencia de limitaciones y miserias humanas. A través del marxismo se da vía libre al afán anarquista que todo hombre lleva dentro (por eso los anarquistas trabajan en la etapa «liberadora» junto con los marxistas). Hay latente en esas vivencias un ansia de eliminar el dominio, lo que no sólo es teóricamente imposible, sino prácticamente.

Todo eso es inmadurez que lleva a la irracionalidad de pensar que la paz que sobrevendrá a la revolución tiene su razón de ser en que la lucha de clases tiene por causa decisiva la propiedad, y que modificada esa institución se tiende a una unificación final. Es la puerilidad de encontrar tres ideas que harían que el hombre sea hombre y que todos los hombres sean hombres, y olvidar que, además de un lento y reversible progreso de la humanidad, la liberación de los males morales que causan todo eso debe buscarse más allá de meras fórmulas de organización económica.

Es la puerilidad, unida, por otra parte, a la soberbia, de quien se cree capaz de superar con su acción todas las limitaciones humanas.

El cristiano sabe que el gran enigma del hombre, sus grandes inquietudes y sus grandes problemas, sólo hallan su respuesta definitiva en la Revelación Cristiana.

Aún el progresista puede pensar: «Hagamos que progrese la sociedad económicamente y luego vemos lo demás». Pero, aparte de contradecir a Marx, que confió en el loco desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo, hay que ver las «tasas» de progreso de los subdesarrollados socialistas y luego de los desarrollados, para perder entusiasmo en seguida por ese camino fácil de la «liberación».

Los tres grupos de razones vistas son los que hacen que lo inadmisible para un hombre con fe, lo extraño para una filosofía sana y lo increíble para el sentido común y para la intuición de obreros, empresarios y amas de casa, sea lo posible para quien desconoce la historia, lo probable para el miope que no conoce la realidad de los países en que el marxismo se ha impuesto, lo necesario para quien tiene como acicate para su adhesión al marxismo, el trampolín que éste significa hacia la participación en el control político, intelectual, social, y hacia la satisfacción de sus ansias de poder, y lo cómodo cuando el imperio de la moda, de la «onda» intelectual, presenta a los marxistas como gente de vanguardia.

A.R.I.

 

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[1] COPRIN: Comisión de Precios e Ingresos.