Unterm Rad
Suhrkamp. Frankfurt a. M. Zwölfte
Auflage. 1979.
(Castellano: "Bajo la
rueda").
1. Introducción
Se
trata de una narración breve, una de las primeras obras del autor (1906), de
carácter marcadamente autobiográfico y polémico. El título del cuento
"Unterm Rad" (Bajo la rueda) indica el contenido del drama que
describe: un ser arrollado, arrastrado y aplastado por el engranaje de la
propia vida, por el papel adoptado en ella. En este caso nos encontramos frente
a la destrucción de un escolar bien dotado, por el ambiente de su pueblo que le
empuja a cursar estudios superiores, en el Seminario protestante de Maulbronn,
donde reinaba por aquel entonces un intelectualismo y una disciplina inhumanas
que acaban por romper el grácil sistema nervioso del adolescente. El muchacho
se ve obligado a abandonar el internado y, perdido el prestigio de 'genio
local', desconcertado y deprimido, se hunde en una humillación embotada, que le
conduce a la muerte por ahogamiento en el río: ¿accidente? ¿suicidio? A estas
preguntas no responde el cuento, que quiere ser una invectiva contra la
sociedad burguesa y sin alma, contra la educación racionalista y farisaica que
el seminario de Maulbronn encarna: el mismo colegio en que estudió poco más de
un año y del que se escapó en la primavera de 1892 el propio Hermann Hesse.
2. Resumen del libro
El Capítulo Primero describe
magistralmente y con tintas sombrías y cargadas la sociedad pequeño‑burguesa
del pueblo nativo del protagonista, pletórica de un grosero mercantilismo, de
un progresismo materialista cándido cuanto privo de altura... que de pronto ve
brotar en su seno un pequeño 'genio', un verdadero 'talento', cosa nunca
ocurrida a lo largo de sus 8 ó 9 siglos de existencia. Los intelectuales de la
población —el pastor protestante y el maestro— se sienten halagados e incluso
'llamados' a fomentar esa vocación excepcional; despiertan la ambición del padre
de la criatura, que se ve sometida a la presión brutal de un plan de estudios
extraordinario, que le absorbe del todo, agosta su alegría de vivir, le enajena
la compañía de los amigos y le exalta en una fiebre de trabajo y de codicia
cada vez mayores. Una expectación colectiva le acompaña al examen regional de
ingreso en Maulbronn —en el que participan los escolares más selectos de la
zona, y que muy pocos logran pasar— y una acogida entusiasta corona su regreso
triunfal: número 2 entre los pocos admitidos.
El Capítulo Segundo describe las
vacaciones que siguen al 'acontecimiento', que el muchacho quiere dedicar a su
mayor pasión: la pesca, significativo ejercicio solitario para gente quieta y
con tesón. Pero el pastor y el maestro se empeñan en hacerle aprovechar el
tiempo, y le convencen de que tome clases particulares de griego y de
matemáticas para poder estar a la altura de enfrentarse con los compañeros que
iba a tener en tan distinguido Seminario. Así le estropean las vacaciones,
espolean más y más su amor propio y le provocan cefaleas notables. Sólo el
piadoso zapatero le da inútilmente buenos consejos para apartarle de sus
verdugos, preservar su fe religiosa y salvar su juventud.
El Capítulo Tercero está dedicado al
análisis de Maulbronn: su situación en el paisaje, el edificio —un antiguo
monasterio cisterciense—, los profesores, los alumnos, el tipo de vida y de
educación. El muchacho se aplica con gran celo, hace buen papel entre los
compañeros y anuda amistad con su 'antagonista', que habiendo podido salvarle,
resultará de hecho su perdición.
El Capítulo Cuarto cuenta, a través de
varias peripecias de la vida del internado, como el protagonista, debido a su
división interior —entre coherencia con su ideal y fidelidad a su paradójica y
apasionada amistad—, va perdiendo cuota, tanto en los estudios como en su
equilibrio psíquico, y en el aprecio de los profesores, que al observar sus
crecientes irregularidades, distracciones, torpezas, le señalan el peligro de
ir a parar 'bajo la rueda'.
En los Capítulos Quinto, Sexto y
Séptimo se narra el retorno a su pueblo, lleno de confusión, de bochorno, de
perplejidades y vagabundeos, de aislamiento y de ensoñaciones. El paralelismo
del estado anímico con el paisaje otoñal, el contraste de esa sensibilidad juvenil
abatida con el ambiente obtuso y pragmatista de la población, los primeros
asomos de la sensualidad y la capitulación del intelectual en ciernes que
inicia el aprendizaje del oficio de cerrajero, caracterizan el clima del
desenlace trágico de esta historia.
3. Valoración doctrinal
La novela es amarga y, aunque se limita
a la crítica de una sociedad concreta, en una época determinada, y el estilo
sea comedido, sin concesiones a descripciones naturalistas ni a teorizaciones
aberrantes, es fácil que el lector desprevenido se deje llevar a
generalizaciones injustas acerca de la cacareada oposición entre 'espíritu' y
'vida', acerca de los estudios superiores en general, de las humanidades en
particular, o acerca de la disciplina escolar, las instituciones, los maestros,
los teólogos, los sacerdotes, etc. Un cierto vitalismo neoromántico, una
tendencia a la fuga del mundo civilizado, un moralismo algo demasiado
sentimental y poco amigo de normas y de principios asoman acá y allá a lo largo
de esta obra llena de nostalgias y de resentimientos.
El esteticismo se insinúa como primer
criterio de valor: "En la teología ocurre como en todas partes. Hay una
teología que es arte y otra que es, o pretende ser, ciencia. Así fue siempre, y
siempre descuidaron los científicos el echar el vino añejo en los odres nuevos,
mientras que los artistas, aunque perseverando en errores externos, fueron para
muchos portadores de alegría y de consuelo. Es la antigua lucha entre la
crítica y la creación, entre la ciencia y el arte, en la que las primeras
tienen siempre razón sin que esto aproveche a nadie, mientras que las segundas
arrojan sin cesar la semilla de la fe, del amor y del presagio de la eternidad
y encuentran buen terreno por doquier. Porque la vida es más fuerte que la muerte
y la fe es más poderosa que la duda" (p. 40).
4. Relación de personajes
Hermann Hesse ha escrito aquí
bellísimas páginas de fina psicología de la adolescencia, mientras que los
adultos aparecen algo caricaturizados.
El protagonista, Hans Giebenrath, con
sus nervios lábiles, sus febrilidades de empollón ambicioso, sus entusiasmos
intelectuales, sus incertidumbres en el trato con los demás, su sentido de la
justicia y de la lealtad, no siempre acompañado por la valentía y la entereza
del carácter, su tendencia al individualismo, sus huidas hacia la naturaleza y
hacia la fantasía, su precipitar inconsciente en el abismo de su fracaso y de
su muerte, que lleva en el alma desde su salida del Seminario, constituyen el
retrato de un pequeño personaje inolvidable, de un joven sin juventud.
Su padre, Joseph, es el prototipo de la
falta de personalidad, se parece a todos sus conciudadanos: "como ellos
poseía una figura ancha y sana, una capacidad pasadera para el comercio unida a
una sincera y cordial reverencia por el dinero, y además una pequeña casa con
jardín, una tumba de familia en el cementerio, una religiosidad iluminista y a
lo largo de los años cada vez más tenue, un adecuado respeto a Dios y a las
autoridades y una sumisión ciega a los mandamientos férreos de la decencia
burguesa. Bebía algún cuartillo pero no estaba nunca borracho. Hacía algunos
negocios no muy limpios pero no los estiraba jamás más allá de los limites de
lo formalmente permitido... Su vida interior era la del filisteo. Lo poco que
tenía de corazón estaba empolvado desde hacía tiempo y consistía en poco más
que en un espíritu de familia tradicional y tosco, en el orgullo por su hijo
único y en un caprichoso y ocasional dar limosna a los pobres... Habría podido
trocar nombre y casa con cualquiera de sus vecinos, sin que nada ni nadie se
hubiera alterado mínimamente. Incluso lo más profundo de su alma, la
desconfianza insomne ante toda fuerza y personalidad superiores y la instintiva
aversión, nacida de la envidia, frente a todo lo insólito, más libre, más sutil
y espiritual, lo compartía con los demás padres de familia de la ciudad"
(p. 1). Estas líneas con que prácticamente se abre el libro diseñan el paisaje
humano en que se desarrolla la triste historia de Hans G.
El pastor protestante (Stadtpfarrer,
así llamado, sin precisación de nombre y apellido) es un típico producto
del liberalismo protestante: mucha erudición clásica, poca vida de fe, gran
confianza en el progreso, laboriosidad "no ciertamente aplicada a
sermones, catecismo y clases de Sagrada Escritura, sino a investigaciones y
artículos para periódicos intelectuales y libros originales. La mística
ensoñadora y la sutileza cargada de presagios estaban expulsadas de su
despacho, como también la ingenua teología del corazón que por encima de los
abismos de la ciencia se inclina con amor y compasión hacia el alma del pueblo.
En su lugar se ejercitaba aquí la crítica bíblica con gran fervor y se hacían
pesquisas sobre el 'Cristo histórico'" (p. 40).
El director de la escuela (llamado
siempre por su cargo: Rektor) es en pequeño lo que van a ser los
profesores del Seminario: "Su deber y la profesión que el Estado le ha
confiado es el de domar y extirpar las fuerzas e impulsos primitivos de la
naturaleza, y de plantar en su lugar ideales callados, comedidos y reconocidos
por el Estado. Sin estas premuras de la escuela no pocos de los que ahora son
ciudadanos satisfechos y funcionarios diligentes se habrían convertido en
renovadores tempestuosos e incontinentes o en soñadores estériles" (p.
46).
El zapatero (Meister Flaig),
presentado como 'pietista', es uno de los pocos personajes simpáticos del
libro, no muy entusiasta de los estudios en general, menos todavía de los
teológicos y humanistas, de los éxitos académicos, dotado de una visión
sobrenatural de las cosas en sí justa, pero algo unilateral y desconfiada;
crítico sin pelos en la lengua del racionalismo; nada devoto de los laicos y de
los curas de moda. Del párroco decía desenvueltamente: "Hasta ahora me he
callado, pero ahora debo advertírtelo (habla con el protagonista). Tienes que
saber que el párroco es un incrédulo. Él te dirá que la Sagrada Escritura es
falsa y mentirosa, y cuando tú hayas leído junto con él todo el Nuevo
Testamento habrás perdido también tu la fe y no sabrás por qué" (p. 43).
Una frase del zapatero cierra de hecho la novela: está dirigida al padre de
Hans, después del entierro de éste, y se refiere al Maestro (Rektor) y
al Párroco: "Ahí van dos señores que han contribuido no poco a llevarle (a
Hans) a ese desenlace" (p. 166) y que resume la denuncia de todo el libro,
que un crítico alemán, en 1906, cuando esta obra apareció, formuló con estas
palabras: "Este libro contiene una iniciación para padres, tutores y
maestros sobre la manera más eficaz de conducir un muchacho aventajado a su
ruina".
Entre los compañeros de escuela de Hans
Giebenrath sobresale Hermann Heilner, que es como su contrafigura: artista, ligero,
inteligente y culto pero no aplicado, que se rebela contra la falta de
sensibilidad y de humanidad del ambiente, vivaz, dicharachero, apasionado en
todo lo que emprende, y cuya 'genialidad' prematura se exhibe en
excentricidades, ironías y bromas algo pesadas. Su crítica de la educación
clásica impartida en Maulbronn es la crítica misma de Hesse, que en buena parte
se identifica con este personaje atrayente e inquietante tanto para Giebenrath
como para los profesores que pronto le califican de 'mala hierba', como para el
lector. Heilner y Giebenrath se completan mutuamente, se hacen inseparables,
hasta que el primero es castigado por indisciplina y el amigo le abandona por
miedo a perder su prestigio de alumno modelo. La reconciliación, la profundización
de la amistad, el común desviacionismo, el sentimentalismo algo más robusto y
racionalizado, preparan la fuga de Heilner y el conflicto interior de
Giebenrath que le lleva al deterioro y al agotamiento nervioso y psíquico.
Otros alumnos —Otto Hartner, elegante,
talentudo, fuerte; Karl Hamel, de más humilde extracción, reservado, flemático,
pero capaz de arrebatos de violencia sorprendentes; Emil Lucius, el egocéntrico
estudioso, áspero, avaro, aislado que da pie al sarcasmo de los demás y al
mismo tiempo a un distanciamiento respetuoso; Hindinger, apodado Hindu, hijo de
un modesto sastre, que muere en un accidente— hacen de corona a la pareja
central. Los profesores quedan desdibujados, quizás a propósito, para hacer
resaltar el ambiente cristalizado por una larga tradición. Sólo el llamado
Ephorus actúa, educa, estimula, castiga, todo implacablemente, exactamente
dirigido con certeza metodológica al fin pedagógico medioburgués: "Un
maestro prefiere tener en su clase diez asnos notorios que un solo genio, y en
el fondo con razón, pues su misión no es la de formar espíritus extravagantes
sino buenos latinistas, contables y hombres de bien. Pero cuál de los dos sufre
más y más gravemente a causa del otro, el maestro por culpa del muchacho o al
revés, cuál de los dos es más tirano, más torturador y cuál de los dos
pervierte y deshonra partes del alma y de la vida del otro, es algo que uno no
puede investigar sin acordarse con ira y vergüenza de su propia juventud"
(p. 90).
5. Valoración literaria
Desde el punto de vista estrictamente
literario esta obra es un fruto característico del arte de Hermann Hesse: una
prosa cuidada, musical, algo amanerada pero siempre emocionada, que se deleita
en descripciones de la naturaleza y de los recovecos del alma humana. No da la
impresión de preocuparse excesivamente de la estructuración de su novela, que
sigue un cauce cronológico de simple memorización, y con evidente propensión al
ensueño de marca neoromántico‑impresionista. Sorprende a menudo una
amargura polémica que se arropa bajo la suavidad de uno de los estilos más
armoniosos que la lengua alemana ha producido. La intención del autor
—confesiones de su breve y malograda vida escolar en Maulbronn y diatriba
contra un sistema educativo— deberían concentrar la atención del lector en los
capítulos 3 y 4 del libro, ciertamente conseguidos, pero el interés
humano-biográfico y la sensibilidad poética del Premio Nobel (1946) le
arrastran a salirse del tema concreto, de manera que aun sobre el filo de la
catástrofe se abre a una visión positiva y acendrada de la vida. En este
sentido cabe decir que, a pesar del carácter ciertamente crítico de la obra,
vence en ella el poeta sobre el moralista.
6. Sobre otras obras y datos
biográficos de Hermann Hesse, vid. recensión a Demian (Apéndice).
J.B.T.
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