HARRIS,
Marvin
Introducción
a la Antropología General
Año de
edición castellana: 1981, revisada en 1982-83.
CONTENIDO
(26 capítulos).
En el capítulo
I sitúa el ámbito de estudio y sus herramientas. Define el objeto de la
Antropología: ciencia de las semejanzas y diferencias entre los seres humanos,
para lo cual se apoyará en otras ciencias (antropología cultural, arqueología,
lingüística arqueológica y antropología física), que define del siguiente modo:
Antropología
cultural: "Se ocupa de la
descripción y análisis de las culturas —tradiciones sociales aprendidas— del
pasado y del presente. La etnografía, subdisciplina suya, se consagra a
la descripción de sistemas de culturas contemporáneas. La comparación de estas
descripciones proporciona la base para hipótesis y teorías sobre las causas de
los estilos de vida humanos" (p. 15).
Arqueología: "estudia la secuencia de la evolución social y
cultural bajo las diversas condiciones naturales y culturales" (p. 15).
Lingüística
antropológica: "Intenta
reconstruir la historia de las lenguas y de las familias lingüísticas enteras
por la forma en que el lenguaje influye y es influido por otros aspectos de la
vida humana, por la relación entre la evolución del lenguaje y la evolución del
Homo sapiens, así como por la relación entre la evolución de las lenguas
y la evolución de las diferentes culturas" (p. 14).
Antropología
física: es la ciencia que "trata
de reconstruir el curso de la evolución humana mediante estudios de los restos
fósiles de especies antiguas. Aspira a describir la distribución de las
variaciones hereditarias entre poblaciones contemporáneas y, deslindar y medir
las aportaciones relativas a la herencia y la cultura y del ambiente a la vida
humana" (p. 15).
Según
Harris, el enfoque de la antropología debe ser multidimensional, comparativo y
global. La estrategia de investigación del autor, es decir, los supuestos
básicos desde los que parte es en el fondo única: el materialismo cultural,
porque según Harris las constricciones materiales a las que está sometida la
existencia humana explican la semejanza y la diferencia en la forma de pensar y
comportarse de los seres humanos. Las constricciones materiales se reducen
todas a la necesidad básica de producir alimentos, abrigo, útiles y maquinaria,
y de reproducirse dentro de unos límites biológicos y ambientales. Así pues la
prioridad de importancia compete a los aspectos demográficos, tecnológicos,
económicos y ecológicos en la existencia humana pasada y presente, y esto
explica las diferentes modalidades de instituciones (domésticas y políticas),
de valores morales, creencias religiosas y cánones estéticos de los pueblos
concretos.
El autor
intenta probar esta afirmación a través de la descripción, análisis e
interpretación (teorización) de las semejanzas y diferencias entre los modos de
vida de los antepasados humanos, tribus aborígenes actuales y hombres
civilizados. Todo esto en un marco de evolucionismo "radical".
En el capítulo
II, Harris trata de justificar científicamente su tesis estudiando la
evolución desde los mamíferos primitivos, que tenían garras, pulgar, primer
dedo del pie no oponible y ojo lateral, y apoyándose en la selección natural.
Los genotipos más resistentes, es decir los de mayor eficacia biológica y, por
tanto de mayor éxito reproductor en el medio, se convierten rápidamente en los
más frecuentes. Esta es la principal fuerza del cambio evolutivo. La
selección natural, como concepto
científico, ha sido traducida en el s. XIX por un término ideológico que es el
de "lucha por la supervivencia" (acuñado por Thomas Malthus); pero no
es la lucha directa entre los individuos para sobrevivir, sino un esfuerzo por
adaptarse mejor a las condiciones ambientales y así poder sobrevivir (p. 29).
Según el autor no hay ningún nivel absoluto y fijo de eficacia biológica que
garantice la perpetuación de una especie ante los cambios diversos del
ambiente. Considera que las características de la evolución orgánica son el
carácter local, pragmático y oportunista de los cambios biológicos. Sin
embargo, Harris acepta también que hay una evolución general que consiste en
una dirección global del proceso evolutivo de la tierra. Esta evolución general
explica la ocupación y utilización gradual de todos los hábitats capaces de
sustentar vida, y la aparición de estructuras y sistemas de vida cada vez más
complejos, según una serie lineal de complejidad, debido a una selección
automática por parte del medio de las innovaciones genéticas relativamente
ventajosas para el éxito reproductor (pp. 29-30).
En el capítulo
III Harris traza la genealogía de la especie humana en el orden biológico
de los primates. Los cambios de hábitat, la evolución de los mamíferos
primitivos a los primates. Las garras se transformarán en uñas planas, se
formarán los pulgares y el primer dedo de pie oponible, y los ojos se
localizarán delante en la cara de modo que permitan la visión estereoscópica.
Si
quisiéramos poner en esquema la secuencia evolutiva de Harris, tendríamos lo
siguiente:
Primates
--- Prosimios
(orden)
--- Antropoides --- Ceboides
(suborden) --- Cercopitecoides
---
Hominoides --- Póngidos
(superfamilias)
--- Hilobátidos
---
Homínidos
(ser
humano)
En
definitiva, los cambios biológicos desde los primates más primitivos al Hombre
se explican por una adaptación a:
Cambios
de hábitat (del bosque a la sabana)
Cambios
de alimentación
Bipedestación
Cultura.
Con la cultura está asociado el lenguaje. Es el factor más importante. En el
hombre las adaptaciones genéticas que facilitan el lenguaje son motivadas por
la creciente dependencia de la cooperación social y de los modos de
subsistencia culturalmente adquiridos. Los dos sexos proporcionan en común
comida y refugio a los recién nacidos y jóvenes. Esto exige una comunicación
fonética o semiótica.
En el capítulo
IV, Harris desarrolla el estudio del proceso de hominización partiendo de
los resultados paleoantropológicos, es decir de la consideración de los fósiles
humanos. Pone en duda la teoría explicativa de la hominización basada en que la
caza es la principal fuerza impulsora de la evolución. Afirma que, según el
estudio de los modernos pueblos cazadores contemporáneos, esos pueblos no son
sólo cazadores sino cazadores-recolectores, y obtienen la mayor parte de las
calorías y proteínas de la recolección de raíces, semillas, frutas y nueces,
larvas de insectos, ranas, lagartos e insectos. Apunta la hipótesis de que es
posible que los primeros útiles fabricados por el hombre sirviesen para la
agricultura y no para la caza; pero, por ser de materiales perecederos como
piel y madera, estos útiles se habrían perdido y los de caza, en cambio,
habrían podido conservarse. (p. 77):
Harris
termina afirmando que el requisito fundamental para alcanzar el status de
homínido avanzado no fue la división sexual del trabajo, como si el varón se
ocupara de la caza y la mujer de la recolección, sino la reunión en común de
los alimentos para la comida después de cierto tiempo de almacenamiento. En
cambio los primates consumen los alimentos inmediatamente y por ellos son más sensibles
a las épocas de escasez. Para almacenar y compartir los alimentos es necesario
que el grupo dependa fuertemente de tradiciones culturales que regulen y
coordinen numerosos aspectos de la vida (p. 80).
El capítulo
V trata del proceso que denomina de Sapientización, que consiste en la
evolución Homo Habilia al Homo sapiens a través del Homo
erectus en el último millón de años, a partir del estudio de los fósiles y
útiles hallados en África y Asia. Llega a la conclusión de que el Homo
sapiens Sapiens, hombre plenamente sapiens, se extendió por toda Europa
desde Oriente Medio su lugar de origen, en un intervalo cálido de la última
glaciación continental (pp. 99-100). La causa de la selección del Homo Sapiens
Sapiens en todas las partes del mundo, viejo y nuevo, fue su mayor capacidad
para vivir como animales culturales gracias a su capacidad craneal y vocal
mejor desarrollada y por tanto, debido a su competencia o capacidad
lingüística. Esta mayor dependencia de la cultura le induce a la exogamia con otros
grupos para enriquecerse con los logros culturales de esos grupos. La exogamia
determina un mayor intercambio de genes: esto explica la similitud de los
cambios biológicos y culturales del Homo Sapiens en diferente lugares
geográficos, similitud de útiles usados por diferentes culturas primitivas (p.
104).
En el capítulo
VI Harris aborda la cuestión de las variedades raciales de la especia
humana. Se opone al concepto tradicional de "raza", que define como
arquetipo o modelos constitucionales que se manifiesta en los individuos de
pura sangre. Los caracteres distintivos de una raza son tan antiguos como la
especie. De esto se deduce que la especie Homo Sapiens está compuesta de
un número fijo de razas, cuya identidad se puede descubrir con técnicas de medición
y comparación adecuadas. Esto significa —según la teoría tradicional— que las
razas actuales ya existían al fin del proceso de la hominización. A todo
miembro de una raza se le identifica por un conjunto específico de caracteres
hereditarios de esa raza (p. 107). Esta concepción tradicional no puede encajar
con la concepción evolucionista del autor. Para Harris la existencia de una
raza en un continente se explica por la existencia en él de un paquete de
caracteres hereditarios seleccionados por las condiciones ambientales. Por
ello, Harris afirma que el término "raza" no es científico y enumera
tres tipos de deficiencias en el significado de este término: a) no
existen "pura-sangre" o "arquetipos", representativos de
cada raza, b) el concepto de "raza" se funda en individuos mientras
que debe fundarse en los caracteres de una población, c) los genes
característicos de las razas no son estables y cambian su frecuencia de
aparición por selección ambiental. Por ejemplo, los grupos sanguíneos cuya selección,
según el autor, se debe a la historia de las enfermedades sufridas por esa
población concreta. Otro ejemplo es el de los hematíes en forma de
"coma" llamados células falciformes que predominan en poblaciones
endémicas de malaria.
En la
selección de los diferentes caracteres físicos de una población intervienen,
junto al ambiente, la selección cultural[1]. Incluso, esta selección cultural modifica más
bruscamente la evolución filogenética que la selección ambiental. Esto se advierte,
por ejemplo, en la atención preferente que los pueblos esquimales dan a los
recién nacidos que tienen el pliegue epicanto de los ojos. Estos individuos son
mejores cazadores pues les molesta menos el sol en la nieve. Otro ejemplo de la
selección cultural es la preferencia en la elección de pareja sexual a
individuos con cierto rasgos constitucionales (p. 116).
En el capítulo
VII, el autor sienta las bases para el estudio de la evolución cultural, y
de las diferencias y semejanzas culturales. Hasta ahora, el autor ha estudiado
la antropología física que consiste en el estudio de las causas materiales que
explican las semejanzas y diferencias biológicas a través de la
evolución filogenética. Ahora va a estudiar la antropología cultural que
busca describir las semejanzas y diferencias culturales y sus causas, siempre
materiales. Harris hará esto por medio del estudio de las tribus
contemporáneas, completando este estudio con datos y ejemplos de la historia de
la cultura, obtenida a través de una lectura antropológica de la arqueología.
Define la cultura
como los estilos de vital total, socialmente adquiridos, de los grupos, que
incluyen los modo pautados y recurrentes de pensar, sentir y actuar (p. 123).
Afirma que
hay rudimentos de cultura en los mamíferos, aunque los antropólogos hablen
propiamente de cultura sólo al referirse a los estilos de vida humanos. Incluye
bajo el concepto de cultura el estudio de los grupos sociales y las relaciones
interpersonales. Así pues incluye a la familia, en la cultura de la vida
doméstica de una sociedad concreta.
Define la sociedad
como el conjunto de personas que comparten un hábitat común y que dependen unos
de otros para su supervivencia y bienestar (p. 124)[2].
A
continuación, Harris explica el proceso de continuidad y cambio cultural
basándose en los conceptos de enculturación, para explicar la
continuidad que consiste en la enseñanza de normas de padres a hijos. Cada
generación está programada, por sus padres, para explicar la conducta de la
generación anterior y para premiar y castigar las conductas de la generación
siguiente; y difusión para explicar el cambio cultural que consiste en
la transmisión de rasgos culturales eficaces; para la adaptación de una
sociedad a otra. Afirma que ambos procesos se dan, pero no explican más que una
mínima parte de los rasgos culturales de una población concreta (p. 135). La
mayor parte de la cultura se explica por la necesidad que toda la sociedad
tiene de satisfacer unos requisitos mínimos de subsistencia que van a
determinar el modo de producción y por la necesidad de regular el crecimiento
demográfico que va a determinar el modo de reproducción.
Para el
autor hay un patrón universal de cultura y que define como el conjunto
de datos organizados sobre elementos que se dan en todas las culturas.
Considera que hay tres niveles determinantes de toda cultura:
1. La infraestructura:
"se compone de las actividades "etic"[3] y conductuales mediante las cuales toda sociedad
satisface los requisitos mínimos de la subsistencia (modo de producción) y
regula el crecimiento demográfico (modo de reproducción) (p. 132). (1)
2. La estructura:
"se halla constituida por las actividades económicas y políticas de tipo "etic"
mediante las cuales toda la sociedad se organiza en grupos que distribuyen,
regulan e intercambian bienes y trabajos. Se puede hablar de economías
domésticas o economías políticas como componentes universales en el
nivel estructural, según se centre el foco de organización en el grupo
doméstico o en las relaciones internas y externas de la sociedad global"
(p. 132).
3. La superestructura
es el conjunto de actividades creativas, expresivas, estéticas, deportivas,
religiosas e intelectuales y un conjunto de aspectos mentales y
"emic" de la estructura e infraestructura, modos de pensar y explicar
las conductas de los niveles anteriores por parte de los protagonistas de dicha
cultura (p. 132).
La
estrategia de investigación de las semejanzas y diferencias culturales de las
distintas sociedades, que el autor emplea, es el materialismo cultural
que tiene como principio teórico básico el determinismo infraestructural:
"los modos etic y conductuales de producción y reproducción determinan probabilísticamente
la estructura, la superestructura y todos los componentes "emic" y
mentales de los sistemas socioculturales (p. 133).
En los capítulos
VIII y IX, Harris estudia la cultura en base a las condiciones
infraestructurales de la especie humana a través del Paleolítico, período que
va desde los 2,5 millones a 10.000 años. En un principio, el homo se
adapta a los problemas del ambiente y a la presión demográfica con cambios
biológico-genéticos, pero después, Paleolítico superior, se adapta con
innovaciones culturales, lo que supone el gran despegue cultural del Homo
Sapiens, que pasa de la caza, pesca y recolección durante el Paleolítico a
la domesticación de plantas y animales en el Neolítico (capítulo IX). Durante
el período de transición, Mesolítico, el Homo resuelve sus necesidades
alimentarias por medio de la caza y de la recolección "de amplio
espectro", asentándose junto a ríos, lagos, y costas, mediante la pesca.
Con esto se amplía el aporte energético de la caza que es mayor en el
Mesolítico, que en el Paleolítico (p. 151).
A juicio de
Harris, los cambios ambientales del período que va del Paleolítico
inferior al Neolítico, hacen más difíciles las condiciones de obtención de la
energía alimentaria y el hombre reacciona con invenciones culturales,
que incrementan el rendimiento energético, como la domesticación de plantas y
animales. Con esto evita el homo el recurso al control demográfico, que
resulta difícil y de coste psicológico elevado" (pp. 163-164).
La vida
sedentaria del Neolítico, asociada a la domesticación lleva consigo una
organización de la producción, distribución, comercio y defensa, que motiva el
surgimiento de las ciudades y los estados, como se ha comprobado en los
yacimientos arqueológicos de Mesopotamia. La organización y el control total dan
lugar a una jerarquía político-religiosa-militar núcleo de la primera
burocracia estatal, que con el tiempo se convertirá en la clase explotadora,
asentada en una fuerza política y militar (pp. 166-167).
En el capítulo
X el autor describe la evolución de la cultura en el Nuevo Mundo,
tratándose de demostrar el carácter nomotético[4], uniforme y regular de su secuencia cultural y, por
tanto, que las secuencias culturales del Viejo y del Nuevo Mundo son semejantes
pero independientes. Esta regularidad se debe a que ambas secuencias tiene
causas semejantes: "los factores de la infraestructura". Las
diferencias entre ambas culturas se deben a las diferencias existentes en el
ambiente con el que interactúan dichos factores.
El autor
trata primero de demostrar la independencia cultural del Nuevo Mundo respecto
del Viejo Mundo, describiendo la diferencias y después trata de mostrar las
semejanzas que supone una misma respuesta cultural ante unos mismos problemas
infraestructurales en condiciones ambientales parecidas.
Harris
concluye, afirmando que como los ecosistemas[5] del Oriente Medio y de Mesoamérica, cuna de las
culturas del viejo y del Nuevo Mundo respectivamente eran muy diferentes, no
cabe esperar un paralelismo exacto en la trayectoria evolutiva de la cultura.
Sin embargo, en numerosas ocasiones, encontramos soluciones convergentes a
problemas semejantes cuando las condiciones tecnológicas, ambientales y
demográficas subyacentes son más o menos parecidas. Esto significa que los
asuntos humanos están sujetos a fuerzas determinantes que seleccionan las
innovaciones y modelan el curso de la evolución cultural de la misma manera que
la selección natural determina la evolución biológica. Estas fuerzas
determinantes surgen de la infraestructura (p. 190-191).
En el capítulo
XI el autor inicia el estudio sistemático de la cultura, bajo la división
del patrón universal (infraestructura, estructura, superestructura). La infraestructura
consiste en las formas culturales de resolver los problemas de la subsistencia,
es decir, de la obtención de alimentos (de la antropología ecológica que
se ocupará la ecológica), y de su distribución (de la que se ocupará la antropología
económica) y "las formas culturales de los modos de reproducción y
control demográfico.
En el
estudio de la infraestructura, Harris utiliza más los datos etnográficos e
históricos que los arqueológicos. Harris parte de la proposición que afirma que
"la cantidad y el tipo de energía utilizada en la vida diaria afectan a
todos los aspectos de la existencia
humana" (p. 194). El estudio abarca las interrelaciones entre la
producción energética, el entorno cultural y la tecnología, y sus efectos sobre
las pautas cotidianas de trabajo y de ocio en las diferentes sociedades,
primitivas o contemporáneas. El sistema de relación entre los organismos en un
medio ambiente se denomina ecosistema. El aspecto más importante de un
ecosistema es la pauta de flujo energético característica de sus componentes
vivos y no vivos. Antes de la invención de
la energía nuclear casi toda la energía de cualquier ecosistema se
obtenía, directamente o indirectamente, de la luz solar. Este hecho se ve
oscurecido de nuestra clasificación convencional de la energía en hidráulica,
eólica, alimentaria, de combustibles fósiles, etc. La luz solar es responsable
de todas estas formas diferentes de energía.
La ecología
estudia cómo las plantas absorben y almacenan la energía de la luz solar en
diferentes entornos naturales y cómo utilizan esta energía diversas
"comunidades" de plantas y animales dada su mutua influencia y la de
factores inorgánicos tales como los tipos de suelo, las lluvias y otras
condiciones ambientales. Durante el proceso de absorción, intercambio y
utilización de la energía, las comunidades de organismos transforman las
condiciones naturales, y estos cambios modifican, a su vez, la naturaleza de la
comunidad orgánica.
Debido a la
gran versatilidad del modo de adaptación cultural, el ser humano es un animal
importante, aunque no necesariamente dominante, en la mayoría de los
ecosistemas. El estudio de los ecosistemas centrados en las relaciones
ecológicas entre los seres humanos y sus culturas y el resto de su entorno
orgánico se denomina ecología humana (o ecología cultural). La
producción e intercambio de energía proporcionan la clave para comprender las
relaciones entre las poblaciones humanas y los restantes componentes, vivos y
no vivos, de sus ecosistemas. Esto proporciona, a su vez, la clave para
comprender muchos rasgos básicos de los aspectos infraestructurales,
estructurales y superestructurales de la vida sociocultural (p.194-195).
Tampoco se puede decir que la influencia del medio determine de forma inevitable
y clara el comportamiento del hombre ya que éste tiene una gran capacidad de
decisión. Dicha decisión la podemos ver usando como ejemplo los prisioneros de
guerra o los ocupantes de campos de concentración, a los cuales se les privó de
todo menos de la libertad de tener una u otra actitud dentro de las condiciones
que vivían y ¿cuál fue la reacción de estos hombres? No se volvieron
"animales" como se ha dicho sino que incluso tenían gestos cariñosos
con sus compañeros.
El autor
propugna la siguiente fórmula para medir la eficacia de los sistemas
energéticos humanos: el índice de eficacia es igual al partido por el de
energía de un sistema cultural humano (p.197)[6] (e). Harris aplica esta fórmula a algunas de las
tribus actuales que tienen unos sistemas básicos de producción energética
distintos entre sí:
—
Caza y recolección en los bosquimanos "Kung".
—
Agricultura dependiente de la lluvia en la aldea Genieri (Gambia)—
—
Agricultura dependiente de la tala y la quema de los bosques entre los Tsembaga
Maring (Nueva Guinea).
—
Agricultura de regadío en la aldea Luts'un (China).
La
conclusión del autor es que la mejora de la tecnología productiva incrementa la
obtención de energía, pero, que para cada tipo de técnicas, hay unos límites
impuestos por la capacidad de sustentación del medio. Harris define esta
capacidad de sustentación como el límite máximo de población que puede sostener
un medio teniendo en cuenta el límite de obtención de energía con la técnica
disponible.
El capítulo
termina comparando los resultados obtenidos en el estudio de ecosistemas de
tribus energía con los resultados del estudio de la sociedad industrial actual.
Marvin Harris concluye preguntándose "¿Por qué se ha dedicado el gran
potencial para ahorrar trabajo que encierra la tecnología a una expansión
cada vez mayor de los sistemas energéticos en vez de la consecución de un
progresivo incremento del ocio basado en una población constante y un nivel
estable de producción y consumo?" (p. 211).
En el capítulo
XII el autor examina el papel de la reproducción en los ecosistemas
humanos. Afirma el autor, que los modos de regular la reproducción son tan
importantes como los modos de producción para comprender la evolución cultural
de las sociedades (p. 215). Desde una perspectiva "etic", presenta un
estudio histórico y etnológico de los controles reproductivos culturales y
artificiales del Hombre antiguo y moderno. Considera que ha habido controles reproductivos
en todas las culturas y que los métodos de control más importantes son los que
intervienen después de la concepción (p. 217). Las enfermedades, según
el autor, tienen un papel muy secundario en dicho control pues actúan cuando la
población es tan elevada que la alimentación y el aporte proteico de la dieta
se empobrece produciendo un empeoramiento de la salud que facilita la aparición
de enfermedades (pp. 218-219). A continuación Harris pasa a estudiar la
guerra como factor de control de población en las diferentes tribus, concluyendo que la
guerra tiene un papel en directo en dicho control. La guerra lleva a despreciar
el valor de las niñas ya que no sirven para guerrear[7]. Los cuidados ínfimos que reciben las niñas hace que
su índice de mortalidad sea mayor que el de los niños (p. 223).
En el capítulo
XIII el autor estudia la distribución de los bienes y servicios. Al final
de este capítulo examina los modos alternativos de controlar el reparto de
estos bienes entre los individuos y las repercusiones sociales de dicho
control, completando así el contenido de la antropología económica.
Define el
término "economía" desde un punto de vista formal como la
asignación de medios escasos a fines alternativos; así, economizar es asignar
medios escasos de tal manera que se maximice la consecución de fines y se
minimice el gasto de los medios. Desde un punto de vista sustantivo, siguiendo
a Dalton, Harris define la "economía" como el conjunto de actividades
institucionalizadas que combinan recursos naturales, trabajo humano y
tecnología para adquirir, producir y distribuir bienes materiales y servicios
especializados de una manera estructurada y repetitiva (pp. 236-237).
El autor
distingue tres tipos principales de intercambios:
1. Recíproco:
Es el intercambio que se da entre individuos unidos por relaciones de
parentesco y amistad. Se da principalmente en sociedades organizadas en bandas y aldeas, para cuyos
pobladores dar y recibir tiene un alto
significado sentimental y personal (p. 238).
2. Redistributivo:
Es aquel intercambio en el que todos los productores de bienes aportan a un
almacén central sus productos y un distribuidor los reparte a todos los
pobladores aunque no hayan aportado nada. Estos distribuidores acaban siendo
los jefes y los más ricos y obligan a producir más a sus productores. Este tipo
de intercambio es —a juicio de Harris— uno de los determinantes de la aparición
de los estados (pp. 242-243).
3. Mercado:
Es el intercambio regido por la compra-venta. Es el más tardío en aparecer y el
preponderante en la sociedad industrial. Con él aparece el dinero (pp.
248-249).
Para el
autor la propiedad de la tierra y recursos es uno de los determinantes
fundamentales de que la economía se convierta en política pues es uno de los
aspectos más importantes que motiva la aparición del control político. La
renta en la explotación de la tierra es un excelente medio de control del input
y output de energía o producción: el "campesino" tiene que
producir más para alimentarse y pagar además la renta. Harris afirma que hay
una estrecha semejanza entre renta e impuesto pues ambos dependen de la
presencia de un poder coactivo en forma de policía y armas para exigir su pago
(pp. 254-255).
Finaliza el
capítulo afirmando que la mayor parte de los seres humanos en la actualidad son
campesinos productores de bienes preindustriales que pagan renta e impuestos y
que sólo se diferencian entre sí según las circunstancias demográficas,
tecnoambientales y tecnoeconómicas locales (p. 255).
En el capítulo
XIV comienza el estudio de los elementos de la "estructura" del
patrón universal de la cultura. En cuanto a las modalidades de organización
doméstica, Harris investiga si los grupos domésticos están básicamente
compuestos de una sola forma de familia y si existe una base genética para los
intercambios de personal,que vinculen entre sí a los diversos grupos
domésticos, concluyendo que no.
Harris hace
una extensa exposición descriptiva de los diferentes modos de matrimonio y de
las relaciones familiares en el mundo, explica sus causas recurriendo siempre a
los factores materiales, y concluye que en todas las culturas tienen actividades
pautadas que se pueden agrupar en la categoría de la esfera doméstica de la
vida. El ingrediente básico es un espacio de vivienda, abrigo, residencia o
domicilio que sirve como lugar en el que se realizan ciertas actividades de
carácter universal. Ahora bien, no es posible ofrecer una lista rígida de estas
actividades domésticas. En muchas culturas comprenden la preparación y consumo
de alimentos; el aseo,
acicalamiento y disciplinamiento
del joven; dormir, y las relaciones sexuales entre adultos. Sin embargo, no hay
ninguna cultura en la que estas actividades se realicen exclusivamente dentro
del marco domestico y, en muchas, algunas se realizan fuera de ellos. La
variedad de combinaciones de actividades características de la vida doméstica
es tan grande que resulta difícil encontrar un único denominador común para
todas ellas (pp. 261-262).
Hay algunas
personas que están presentes en todos los marcos domésticos de las diversas
culturas humanas: el marido, la esposa y los hijos. Estos constituyen la
familia nuclear, en la que se llevan a cabo adecuadamente las actividades
domésticas, pero la familia nuclear no es la célula básica de todos los grupos
domésticos pues hay otras muchas alternativas. No existe una sola pauta o tipo
familiar que sea más natural que otra. Afirma, Harris que las pautas humanas de
apareamiento muestran un enorme grado de diversidad, aunque en todo el mundo se
dé algo similar a lo que se llama "matrimonio" en nuestra cultura. Es
difícil especificar la esencia mental y conductual de esta relación pues
también hay "matrimonios" entre sólo hombres, entre sólo mujeres,
"matrimonios" con padres femeninos, y matrimonios con exclusión de
los hijos; incluso la corresidencia puede no ser esencial (p.268-269). Harris
afirma: "Puesto que el término matrimonio es demasiado útil para
desecharlo del todo, brindo la siguiente definición: el matrimonio
designa la conducta, sentimientos y reglas concernientes al apareamiento
heterosexual entre corresidentes y a la reproducción en contextos domésticos.
Para no herir susceptibilidades al aplicar este concepto exclusivamente a
corresidentes domésticos heterosexuales, se puede recurrir a un sencillo
expediente: designar las demás relaciones como "matrimonio entre no
corresidentes", "matrimonio entre hombres", "matrimonio
entre mujeres", o mediante cualquier otra nomenclatura específica que
demuestre ser apropiada. Está claro que estas uniones tienen diferentes
implicaciones ecológicas, demográficas, económicas e ideológicas. Por tanto,
nada se gana discutiendo si son o no son "verdaderos"
matrimonios" (pp. 269-270). Harris afirma que incluso entre matrimonios
heterosexuales, corresidentes y con finalidad generativa, hay una gran variedad
de deberes y de derechos asociados a las funciones productiva, sexual y
reproductiva de los cónyuges y su prole. Es muy difícil delimitar la esencia de
la unidad doméstica porque los intereses productivos y económicos entre los
grupos domésticos a los que pertenecen los cónyuges son muy diversos (pp.
272-273).
Siguiendo su
doctrina materialista, Harris, explica la exogamia y la prohibición del incesto
como efecto de fuertes intereses corporativos de los grupos domésticos,que
establecen preferencias de unos tipos de matrimonio sobre otros. Así pues —a
juicio de Harris— el vínculo marital tiene un carácter o naturaleza corporativa
(p. 278).
En el capítulo
XV se analiza la organización doméstica. Examina Harris los principales
componentes mentales y "emic" (interpretación que da el
"actor" de los grupos domésticos) y los relaciona con sus aspectos
"etic" (interpretación del observador). Harris expone algunas de las
teorías materialistas que tratan de fundamentar las causas de las variaciones
mentales y conductuales de las organizaciones domésticas en las condiciones
infraestructurales,"pilares de toda explicación causal".
Harris
sostiene que estudiar el parentesco es estudiar las ideologías que
justifican y normalizan la estructura corporativa de los grupos domésticos. El
parentesco se basa en las relaciones de matrimonio y filiación (p. 282). Define
la filiación como la creencia de que ciertas personas desempeñan un
papel especial en la concepción, nacimiento o crianza de los hijos. Afirma que
el significado "emic" de la filiación no es equivalente a su
significado biológico (pp. 282-283). De las relaciones de filiación pueden
deducirse deberes, derechos y privilegios de unas personas respecto a otras,
relativos a muchos aspectos distintos de la vida social. Existen muchas teorías
populares sobre la filiación aunque ninguna de ellas corresponden con exactitud
a las actuales explicaciones científicas de la procreación y la reproducción
(pp. 283-284). Cada una de las reglas de filiación proporciona la base lógica
para alinear mentalmente a la gente en grupos de parentesco "emic"[8]. Estos grupos tienen una influencia importante sobre
su manera de pensar y comportarse en situaciones domésticas y extradomésticas.
Existe un amplio acuerdo entre los antropólogos en el sentido de que la pauta
de residencia que sigue después del matrimonio constituye un importante
determinante de las reglas de filiación, porque determinan quien entra, deja o
permanece en un grupo doméstico (pp. 290-291).
Cada tipo de
filiación se relaciona unívocamente a un tipo determinado de residencia.
Ejemplo: en la filiación bilateral en la que el parentesco se traza de
forma igual y simétrica siguiendo la línea materna y paterna en la generación
ascendente y descendente. Se dan pautas de residencia postmarital de tipo neolocal
o con domicilio diferente al de los parientes, bilocal en la que se
alterna el domicilio entre los parientes del marido y de la mujer, ambilocal
en la que unas parejas viven con los parientes del marido y otras parejas
eligen parientes de la mujer. Estos tipos de pautas de residencia que se dan
con la filiación bilateral varían según el tipo de sociedad de que se trate:
así, neolocal se da en las sociedades industriales, la bilocal en las
sociedades sedentarias que permiten el desarrollo de intereses corporativos
exclusivos sobre propiedades y personas (pp. 291-292).
En el caso
de la filiación unilineal se
considera parientes a los ascendientes y descendientes sólo varones o sólo
mujeres, según las diferentes sociedades. Esta filiación se relaciona con
pautas de residencia postmaritales de tipo patrilocal, con residencia
junto al padre de la mujer, y la filiación es de tipo patrilineal en la que los
parientes son los relacionados con los varones (p. 294).
La principal
función de las reglas alternativas de filiación es el establecimiento y
mantenimiento de redes de parientes cooperadores e interdependientes
incorporados a unidades domésticas de producción y reproducción adaptadas a su
entorno ecológico, y militarmente seguras. Para que estas unidades actúen con
eficacia y seguridad deben compartir una ideología organizativa, la filiación y
el parentesco, que interprete y valide la estructura del grupo y la conducta de
sus miembros. Por esto las relaciones de parentesco se basan en los principales
rasgos de organización, práctica de residencia y reglas de filiación (pp.
303-304).
En el capítulo
XVI, siguiendo con el estudio de la "estructura", el autor
examina las relaciones existentes entre individuos de diferentes grupos
domésticos y entre estos últimos entre sí. Su objetivo es describir las
instituciones alternativas para el mantenimiento de la ley y el orden. Se
centra en las sociedades organizadas en bandas y aldeas, que según el autor,
tienen una naturaleza igualitaria y en el capítulo XVII aborda las
sociedades de nivel estatal y establecerá una comparación entre ambos tipos de
sociedades.
Su tesis
gira en torno a la idea de que en las sociedades de bandas y aldeas el orden en
las relaciones interindividuales no requiere especialistas ni instituciones
para cumplir la ley y el orden, que son características de las sociedades de
nivel estatal, debido a su pequeño tamaño, el predominio del parentesco en
dichas relaciones, la reciprocidad en el intercambio de los bienes y el acceso
igualitario a los recursos vitales. En las sociedades de bandas y aldeas la
opinión publica, aprobativa o reprobativa, es la principal fuente de la ley y
el orden. En ellas no existe propiedad de la tierra a nivel individual o de
familia nuclear, aunque hay propiedad privada de algunos artículos. El
intercambio recíproco y la ausencia de mercados anónimos, donde vender los
posibles productos, hace innecesario y poco práctico el robo (pp. 205-207).
En el capítulo
XVII el autor expone una teoría, plausible para él, acerca de las grandes
transformaciones de las bandas y aldeas en jefaturas y estados[9]. Finalmente trata de analizar el papel de la fuerza
física coactiva y de formas sutiles de control del pensamiento, para el
mantenimiento de la desigualdad, naturaleza esencial de los estados, y
del status quo en los estados antiguos y modernos.
Afirma que
las sociedades con "grandes hombres", jefes y clases dirigentes
representan tres formas diferentes de organización política presentes en la
transformación de sociedades igualitarias a sistemas estatales estratificadas. Los
grandes hombres son figuras de liderazgo basado en la rivalidad y
caracterizado por redistribuciones de bienes de forma competitiva que aumentan
e intensifican la producción gracias a la figura del gran hombre que logra que
la población produzca más y así haya más bienes para redistribuir una vez
reunidos (p. 320).
Los jefes
también desempeñan el papel de gran proveedor, y también tratan de incrementar
e intensificar la producción. Para ello celebran festines y organizan
expediciones de guerra y comercio de larga distancia. Los jefes gozan de un status
hereditario, tienden a vivir algo mejor que el plebeyo medio y sólo pueden ser
depuestos por la derrota en la guerra (p. 322). Su poder es limitado pues
carecen del apoyo de un grupo permanente de especialistas policiales y
militares y no pueden impedir a un número importante de sus seguidores el
acceso a los medios de ganarse la vida. Todo esto último se dará en el estado.
Cuanto más grande y densa es la población, mayor es la red redistributiva y el
poder del jefe guerrero redistribuidor. Bajo ciertas circunstancias, que se
especifican más abajo, la balanza poder entre los jefes, de una parte, y los
productos de alimentos ordinarios, de otra, se vuelve muy desequilibrada. Las
contribuciones al almacén central dejan de ser voluntarias y se convierten en
tributos; el acceso a las tierras cultivables y los recursos naturales dejan de
ser un derecho, transformándose en un favor; los redistribuidores dejan de ser
jefes para convertirse en reyes, y las jefaturas dejan de ser jefaturas para
convertirse en estados (p. 325).
En las
sociedades estatales estratificadas, el poder de los reyes se basa en la
capacidad de recaudar impuestos. La negativa de los campesinos a contribuir al
sistema redistributivo puede acarrearles la perdida de los medios de
subsistencia. Las actividades militares, económicas y rituales de una red de
aldeas son coordinadas por una burocracia administrativa y los mismos asentamientos
muestran diferencias jerárquicas denominadas por el autor "estratificación
del yacimiento", término arqueológico basado en hallazgos de
poblaciones con edificios públicos rodeados de caseríos y aldeas más pequeñas.
Las circunstancias que explican el surgimiento del estado se caracterizan por
la concentración de población en hábitats restringidos, estrechos valles
fluviales rodeados de desierto o valles montañosos rodeados de escarpados
montes, cuyos habitantes si no querían someterse al pago de impuestos debían
emigrar o pedían la posibilidad de utilizar los medios de producción, pasando
privaciones y penalidades en un nivel inferior de vida. Estos primeros estados
se difunden con el tiempo, a otras zonas (pp. 325-326).
Como todas
las sociedades estatales se basan en desigualdades acusadas entre ricos y
pobres, gobernantes y gobernados, el mantenimiento de la ley y el orden
presentan un desafío crítico. La policía y los militares mantienen a raya a los
pobres y explotados, con su control de los medios de coacción física. Sin
embargo, todos los estados consideran más conveniente mantener la ley y el orden por medio del
control del pensamiento de gente, que se consigue de diferentes maneras: las
religiones estatales, los ritos y espectáculos públicos, la educación
obligatoria, etc (pp. 336-337).
En el capítulo
XVIII, el autor examina las principales variedades de grupos estratificados
halladas en la sociedad de nivel estatal. Trata de mostrar con ello que los
individuos de estas sociedades piensan y se comportan de tal forma que, en gran
medida, están determinados por su pertenencia a grupos estratificados y por su
posición en una jerarquía de estratificación. Harris afirma que los valores y
el comportamiento de estos grupos están relacionados con la lucha por el acceso
a las fuentes estructurales e infraestructurales de la riqueza y del poder (p.
338).
Para él
todas las sociedades estatales están organizadas en grupos estratificados:
clases, minorías y castas. Al menos hay dos clases en todas estas sociedades:
gobernantes y gobernados. Harris acepta que las clases dirigentes pueden actuar
voluntariamente en beneficio de los plebeyos, pero sólo si con ello no se
reduce su poder.
Para el
autor, las jerarquías debidas al sexo y a la edad, también son formas importantes
de estratificación. Las diferencias de clase suponen un acceso diferencial al
poder y unas profundas diferencias en los estilos de vida. Hay que distinguir
las versiones "emic" y "etic" de las jerarquías de
estratificación, pues esto ayuda a comprender mejor las clases y las otras
formas de estratificación social. Desde el punto de vista "etic" y
conductual las clases pueden existir aunque no haya un reconocimiento
"emic" de su existencia. Para comprender el fenómeno de la explotación
también se ha de distinguir entre las perspectivas "emic" y
"etic". Los criterios "etic" de la explotación son la
adquisición de artículos de lujo por parte de los individuos de la élite y la
privación de los productos de primera necesidad a los plebeyos,que produce su
pobreza y su miseria (p. 360).
La estratificación
en clases difiere en el grado de movilidad ascendente que permite a sus
miembros. En USA, los índices de movilidad son altos, pero hay muy pocas
posibilidades de cambios acusados en el status de clase durante la vida. Harris
afirma que si las clases fueran exógemas[10] y si los hijos de los más ricos fueran
desheredados, la movilidad sería mucho más alta (p. 361).
Las
minorías y mayorías raciales, étnicas
y culturales existen en todas las sociedades estatales y se diferencian de las
clases en que su estilo de vida tuvo origen en otra sociedades, y en que
manifiestan diferencias internas de clase y un alto grado de conciencia de
grupo. Las mayorías luchan por el acceso y por el control de las fuentes de
riqueza y de poder. En esta lucha se ven ayudadas o entorpecidas por las
fuerzas o debilidades adaptativas con las que compiten en esferas especificas
del poder (p. 361). Defiende el autor que el chauvinismo racial y étnico
beneficia más a las clases dirigentes que a los miembros normales,tanto de las
mayorías como de las minorías (p. 362).
Los
científicos sociales identifican un tercer tipo de grupo estratificado, la casta,
típica de la India. Las concepciones tradicionales de casta en la India han
estado dominadas por idealizaciones, derivadas de los dos tipos de visiones del
sistema de castas:
1) La visión
de las castas superiores: estas opinan que las inferiores aceptan su status
inferior.
2) La visión
de las castas inferiores: las castas inferiores no aceptan su status y
luchan por la movilidad ascendente de un modo flexible y adaptativo. Se
asemejan mucho a las minorías culturales, étnicas y raciales de otras
sociedades (p. 362).
En el capítulo
XIX el autor estudia las desigualdades que se producen en el mundo actual
como consecuencia de los niveles de desarrollo y subdesarrollo económicos. El
subdesarrollo es la herencia del imperialismo colonial. El autor describe y
valora algunas de las posiciones para estimular el desarrollo. Harris afirma,
que los antropólogos tienen mucho que aportar al estudio del subdesarrollo
debido a su experiencia de primera mano con campesinos, clases bajas urbanas y
otros grupos pobres y explotados de todo el mundo. Por lo tanto los
antropólogos juegan un papel importante en la evaluación de los planes que
pretenden acabar con el subdesarrollo y con la pobreza, poniendo de manifiesto
cómo afectan estos planes a la vida de la gente normal (p. 363).
En resumen,
el autor sitúa hace 500 años el comienzo de las desigualdades en los niveles de
vida de los países desarrollados y de los subdesarrollados . Modelo de uno y
otro son Europa y China, que en el siglo XV se encontraban en un nivel de
desarrollo idéntico. Para Harris el origen de las desigualdades se debe al
"despotismo oriental", teoría defendida por Karl Wittfogel que
viene a decir que mientras en Europa hubo un sistema de economía política de
corte feudal y descentralizado, con densidad demográfica relativamente baja y
un modo de producción agrícola dependiente de las lluvias, China tuvo una
burocracia "agrogerencial" formada por un estado central y unos
terratenientes locales a su servicio (el modelo más parecido en la actualidad
son los estados socialistas), una población densa y un modo de producción
agrícola basado en el regadío. Estas condiciones impiden en China la
acumulación de capital privado ya que no es posible la competencia ni la
sustitución del trabajo humano por maquinaria. Por tanto el autor atribuye la
causa de las diferencias de desarrollo a las distintas economías políticas[11].
Una vez que
los europeos cruzaron el umbral que separa el feudalismo del capitalismo, sus
máquinas les proporcionaron una ventaja militar decisiva que les permitió
conquistar y dominar la mayor parte del mundo. En su incesante búsqueda de materias
primas, mano de obra barata y nuevos mercados para sus productos, crearon
vastos sistemas de países colonizados y dependientes. La colonización produjo
en estos países restricciones político-económicas y su explotación, con lo que
no pudieron acumular capital ni desarrollar sus propias formas de producción
industrial y,como en el caso de China, muchos retrocedieron a niveles
anteriores de productividad (p. 387).
El autor
amplía también el caso de Japón para corroborar su teoría de que gran parte de
los fenómenos del subdesarrollo son un legado del colonialismo y del
imperialismo. Japón y Java en época precolonial, tenían condiciones políticas y
económicas feudales descentralizadas adecuadas para el desarrollo del
capitalismo y de la industrialización. Japón consiguió aislarse de la influencia directa europea y logro una
transición con éxito al capitalismo industrial, mientras que Java, gobernada
directamente por los holandeses, continuó siendo rural, agraria y pobre (pp.
387-388).
En la
actualidad con el ya próximo final de la era del gobierno colonial directo, los
países subdesarrollados tienen que encontrar una vía fácil y segura para
mejorar su destino. Según el autor hay una alternativa para ello, optar por el
capitalismo o por el socialismo. Ambos poseen ventajas y desventajas, y hasta
ahora,sigue diciendo Harris, no hay evidencia de que ninguno de los dos sea
practicable en su forma extrema. La mayor parte de los esfuerzos actuales de
desarrollo combinan elementos de ambos sistemas.
La tendencia
a ver en el proceso de desarrollo una interacción compleja entre componentes
infraestructurales y estructurales es cada vez mayor, por lo que las soluciones
tecnológicas "estrechas", es decir, basadas en la idea de que el
desarrollo es únicamente un problema de una inadecuada tecnología, han caído en
desprestigio. Tenemos el ejemplo de la "revolución verde" que dio a
finales de la década de los 50 y que, a grandes rasgos, consistía en trasladar
el éxito obtenido en México y Filipinas con variedades enanas de trigo, arroz y
otras plantas, a otros países subdesarrollados, que acabó en un rotundo fracaso
(p. 388).
Harris
concluye afirmando que en la actualidad predomina la idea de que el proceso de
desarrollo depende de la aplicación de tecnología apropiada, que pone en
juego habilidades y recursos locales como la basada en las fuerzas de los
bueyes, en combinación con una política de administración social más eficiente
y equitativa. La transferencia del actual sistema de agricultura industrial al
resto del mundo no aparece posible o deseable a la vista del ritmo de
agotamiento de los combustibles fósiles, de la alta tasa de crecimiento
demográfico mundial y de los ingratos efectos secundarios de la
industrialización. Para el autor, no hay duda de que las altas tasas de
crecimiento mundial surten un efecto adverso en el proceso de desarrollo. Los
efectos adversos del auge demográfico no deben se resolver —a juicio de Harris—
sólo con tecnología sino con un control anticonceptivo adecuado, junto con una
mejora de las condiciones sociales, políticas y económicas, que no hagan tan
necesarios los hijos como fuerza de trabajo (p. 388).
En el capítulo
XX, el autor centra su estudio en la relación pobreza-cultura. Comienza
Harris con la siguiente pregunta "¿En qué medida las comunidades
campesinas son víctimas de sus propios valores culturales?". La
desconfianza del campesino frente a las innovaciones, que le lleva a aferrarse
a su viejo estilo de hacer las cosas, induce a pensar que existe una relación
causal entre la pobreza y la cultura. Harris recoge la teoría de "la
imagen de la limitación de lo bueno" de Georges Foster (1967), según
la cual los campesinos piensan que la vida es una lucha monótona en la que muy
poca gente puede triunfar y los que lo logran hacer lo hacen siempre a costa de
los demás, pues lo bueno es limitado. Harris reconoce la gran difusión de esta
teoría pero afirma que no esta claro el papel que desempeña en el desarrollo
económico, no pudiendo considerarse esta teoría como la causa directa del freno
del desarrollo (p. 389). Añade que el desarrollo económico depende de una
mezcla de condiciones infraestructurales y estructurales locales, nacionales e
incluso internacionales.
Entre los
pobres de las ciudades, la contrapartida de la imagen de la limitación de lo
bueno es "la cultura de la pobreza", que explica la pobreza de
los pobres urbanos, por los valores y tradiciones. Harris rechaza esta opinión afirmando que estos valores son
el resultado de una adaptación de los pobres a su situación social opresora.
Por ejemplo, la actitud hacia el trabajo que tienen los pobres se comprende si
se considera la naturaleza tediosa e ingrata del trabajo que deben realizar y
las pocas esperanzas de alcanzar con esos empleos desagradables un status
de clase media. Así pues el autor es partidario de que las condiciones
político-económicas hacen la pobreza inevitable para algunos. Por otro lado, no
siempre se puede suponer que la embriaguez, las reyertas y la ociosidad son
conductas desviadas, propias de la cultura
de los pobres. Pueden representar adaptaciones racionales a situaciones
de frustración, a las que algunas culturas otorgan recompensa positiva.
Ejemplo: los jóvenes guerreros de fin de semana de Truk, que se dedican a beber
y alborotar para desahogo de frustraciones que antes se descargaban en la
guerra. Esta frustración se debe a la represión de la agresividad y a los
hábitos de trabajo altamente compulsivos. En Truk, el joven abstemio es anormal
y no al revés, pues esas reuniones para beber son expresión de la agresividad
de una manera socialmente aprobada (p. 407).
Otra forma
tradicional que aparece en la cultura de la pobreza de USA es el predominio de
la organización matrifocal que para el autor no es un síntoma de
desintegración social sino una adaptación. La causa de este tipo de
organización familiar de las clases pobres es el desempeño masculino y las
reglamentaciones sociales que hacen de la mujer el cuerpo de la casa, y de los
hombres el soporte económico. Es decir, la estructura y la ideología del sistema
de Seguridad Social hace que las unidades domésticas pobres que buscan ayuda
social no "puedan" tener padres en condiciones de trabajar. Así pues
las madres cuyos maridos no ganan el dinero suficiente para mantener la unidad
doméstica pueden solicitar prestaciones sociales a la "Ayuda a las
familias con hijos dependientes", siempre que los padres no residan con
sus hijos. La razón, según el autor, es que a la Seguridad Social le resulta
más barato proporcionar estas prestaciones, que establecer un sistema de
guarderías infantiles, que dejaría libres a las madres para ayudar a sus
maridos trabajando (pp. 407-408).
Harris
concluye que la multiplicidad de problemas asociados a los procesos de cambio
cultural y civilización, generan esclavitud, enfermedad y pobreza en muchos
grupos sociales como se ve en las tribus y las aldeas preestatales que han sido
civilizados en los últimos años, por ejemplo, los indios "aché" del
Paraguay oriental (p. 408).
En el capítulo
XXI Harris examina e interpreta las variedades de experiencias religiosas.
El capítulo lo inicia con el estudio de algunas de las principales
manifestaciones de la superestructura que convencionalmente se denominan
religión, mito o magia, y que el autor define como ideas culturalmente
pautadas. También estudia las pautas de conducta que , según él, tienen el
sentido de mediar, por una parte entre seres humanos y fuerzas sobrenaturales y
por otra parte entre seres y fuerzas sobrenaturales entre sí. El capítulo es
netamente descriptivo siempre bajo el prisma personal del autor. Define
conceptos básicos, tales como religión y magia, y expone los tipos básicos de
organizaciones religiosas y sus rituales (p. 409).
¿Qué es la
Religión? El primer intento antropológico de definir la religión fue el de
Edward Tylor para quien la esencia de la creencia religiosa era la idea de
"dios". Probablemente, la mayoría de los occidentales todavía
consideran tal creencia como integrante esencial de su propia concepción de lo
que constituye la religión. Sin embargo, la época victoriana en la que Tylor
vivió tendía a considerar la religión en términos todavía más restringidos,
limitando a menudo el concepto al cristianismo. Las creencias en dios de otros
pueblos se relegaban al reino de la "superstición" al "paganismo".
La principal aportación de Tylor, sigue diciendo el autor, fue demostrar que el
concepto judeocristiano de Dios era esencialmente similar a las creencias sobre
seres sobrenaturales halladas en todo el mundo.
Tylor
intentó, con considerable éxito, afirma Harris, poner de relieve que la idea de
Dios era una elaboración del concepto de "alma". En su libro
"Primitive Culture" (1871), demostró que la creencia en "la
doctrina de las almas", a la que llamó animismo, está presente
hasta cierto punto y de una u otra forma en todas las sociedades. El animismo
es la creencia de que dentro del cuerpo tangible, visible, ordinario hay un ser
normalmente invisible e intangible: el alma (p. 410).
La idea del
alma se desarrolló como intento de explicar fenómenos tales como los trances,
los sueños, las sombras y los espejismos. Para el autor, la definición de Tylor
se completó con los conceptos de "animatismo" y "maná" de
Marett. "Animatismo" alude a la creencia en la presencia de una
fuerza vital, impersonal, de índole distinta a la del alma, que se encuentra en
algunas personas, animales y objetos. La concentración de esta fuerza confiere
a esos seres "maná" o capacidad de tener poder y éxito
extraordinarios (p. 412).
El autor
afirma que la distinción entre el ámbito de lo sagrado y el de lo profano
puede tener una validez universal mayor que la distinción entre lo natural y lo
sobrenatural. Harris suscribe la idea de Durkheim de que el rasgo definidor de
una creencia o práctica religiosa es el estado emocional del participante y por
tanto la esencia de la creencia religiosa consiste en que ésta evoca un
sentimiento misterioso de comunión con el ámbito de lo sagrado. Todas las
sociedades tienen sus creencias, símbolos y rituales sagrados, que se
oponen a los acontecimientos ordinarios o profanos. La aportación
distintiva de Durkheim, según Harris, fue relacionar el ámbito de lo sagrado
con el control que la sociedad y la cultura ejercen sobre la conciencia de cada
individuo. Así aunque el contenido del ámbito de lo sagrado pueda variar según
las culturas, el contraste entre lo sagrado y lo profano probablemente ocurre
de modo universal (pp. 413-414).
Para Harris
no hay diferencias profundas entre oraciones y hechizos mágicos, y por tanto
entre religión y magia. El autor cita la distinción entre estas que hace Sir
James Frazer: "el que una creencia concreta sea o no religiosa depende del
grado en que los participantes creen poder lograr que una entidad o fuerza
obedeciera a sus órdenes. Si la actitud de los participantes era de incertidumbre
y humildad, si se inclinaban a suplicar y pedir favores y concesiones, entonces
creencias y acciones eran esencialmente religiosas. Si pensaban que controlaban
las entidades y fuerzas que rigen los acontecimientos, no dudaban del resultado
y no experimentaban ninguna necesidad de suplicar con humildad, entonces las
prácticas y creencias eran ejemplos no tanto de religión como de magia. La
oración es la esencia del ritual religioso. La actitud del mago es exactamente
la del científico pues ambos creen que si se hace A bajo un conjunto apropiado
de condiciones, entonces seguirá B, prescindiendo de quién sea el practicante o
de cuál pueda ser la actitud hacia el resultado" (pp. 414-415). Harris
añade que este esquema de Frazer no ha resistido la prueba del trabajo de
campo, pues la conducta humana en el ritual religioso es una mezcla de temor y
asombro, aburrimiento y entusiasmo, poder y debilidad. Probablemente, lo que
regula el grado de ansiedad y súplica asociado a cualquier secuencia de estas
conductas es más la importancia del resultado para los participantes que su
filosofía de la causa y el efecto. Las principales variedades de creencias y
rituales muestran una correlación con los niveles de organización de la
economía política. Harris distingue cuatro niveles de organización o cultos
religiosos: individualista, chamanista, comunitario y eclesiástico. Esta distinción la toma de
Anthony F.C. Wallace (1966).
La religión
esquimal ilustra el nivel individualista. Cada individuo realiza una
serie de rituales y observa un conjunto de tabúes que se consideran esenciales
para su supervivencia y su bienestar, y cuyas pautas de realización han sido
definidas culturalmente (p. 417).
Según el
autor, ninguna cultura carece de cultos chamanistas, definidos por la presencia
de expertos mágico-religiosos o chamanes, que tienen talentos y conocimientos
especiales, incluida la prestidigitación, los trances y la posesión. Como
ejemplo ilustra el chamanismo tapirapé. La separación entre el chamán y el
brujo es muy tenue y a menudo se les culpa de las desgracias, uno de cuyos
ejemplos más conocido es la caza de brujas en la Europa medieval. (pp. 421-422).
Los cultos comunitarios
tienen rituales públicos considerados esenciales para el bienestar y la
supervivencia de todo el grupo social. Están presentes en casi todos los
niveles político-económicos. Harris distingue dos tipos principales de ritos
comunitarios: los de la solidaridad y los de paso. Los primeros
reafirman e intensifican el sentido de identidad común del grupo y expresan en
forma simbólica sus derechos sobre un determinado territorio y los recursos que
contiene. Los segundos representan simbólica y públicamente la extinción o
muerte del status socialmente significativo de un individuo o grupo y la
adquisición o nacimiento de otro (pp. 423-424).
Los cultos eclesiásticos
están dominados por una jerarquía de especialistas o sacerdotes con plena
dedicación. Sus conocimientos y habilidades suelen estar al servicio de una
clase dirigente de nivel estatal. Los sacerdotes deben adquirir información
histórica, astronómica y ritual. El culto se caracteriza por ingentes
inversiones en edificios, monumentos y personal, y por una profunda división
entre los celebrantes especialistas del ritual y la gran masa de espectadores más
o menos pasivos que constituyen la congregación(pp. 427-428)[12].
En el capítulo
XXII Harris explica la variedad de formas y contenidos de las creencias y
rituales religiosos, tratando de deducirlos de la influencia combinada de
factores infraestructurales y estructurales (p. 433). El autor defiende la
hipótesis de que las variedades de creencias y prácticas religiosas están
influidas y adaptadas a condiciones infraestructurales y estructurales. Hay una
estrecha relación entre las religiones eclesiásticas y el Estado. Las
religiones eclesiásticas tienden a preconizar credos universales de amor y
misericordia relacionados con la economía política y la superestructura. El
origen de estas tendencias universalistas y caritativas radica, probablemente,
en la naturaleza expansionista del Estado. Antes de la evolución del Estado,
las religiones tendían a estar estrechamente asociadas a las tradiciones e historia
de jefatura, aldea o bandas concretas. La guerra preestatal rara vez daba lugar
a la incorporación de poblaciones enemigas a la organización social del
vencedor. En condiciones preestatales, la incorporación de las poblaciones
enemigas habría significado una reducción de los niveles de vida para todo el
mundo. De ahí que el enemigo fuera expulsado y sólo se hicieran algunos
cautivos. Además, había una pauta muy difundida de hacer trofeos con cráneos y
huesos humanos y de llevarse algunos cautivos, torturarlos y comerlos.
Sin embargo,
con el desarrollo del Estado, se pudo dejar a las poblaciones enemigas en sus
territorios y obligarlas a que aportaran impuestos, tributos y mano de obra que
incrementaban el poder del Estado y le permitían expansionarse aún más e
incorporar nuevas jefaturas y reinos hasta alcanzar finalmente las dimensiones
de un imperio (p. 435).
La religión
eclesiástica azteca no se ajusta a este modelo, pues los sacrificios humanos y
el canibalismo se volvieron más importantes cuando el Estado se hizo más
poderoso y las guerras se emprendían no para incorporar las poblaciones
conquistadas, sino para obtener más víctimas sacrificiales. Esta excepción se
explica por el agotamiento de las proteínas animales en el centro de México y
la necesidad de recurrir a las proteínas humanas. La búsqueda de carne humana
por los aztecas es expresión de una estrategia adaptativa que no se pudo
suprimir debido al agotamiento de las fuentes alternativas de carne animal. Con
el ejemplo de los aztecas, el autor vuelve a poner de manifiesto la relación
entre la religión y la economía política (pp. 436-437).
En los
movimientos de revitalización se puede ver la relación entre creencia y ritual
religioso y condiciones políticas y económicas. Bajo las graves tensiones
asociadas a la conquista colonial y a una intensa explotación de clases y
minorías, las creencias y rituales tienden a preocuparse de alcanzar una mejora
drástica en las condiciones inmediatas de la vida y/o en la perspectiva de una
vida futura. A veces se califica a estas creencias y rituales de movimientos
nativistas, revivalistas, milenarios o mesiánicos. El término
"revitalización" pretende abarcar todas las variedades cognitivas y
rituales específicas que implican estos términos. La "revitalización"
esta en la raíz de los mitos fundamentales de la civilización occidental. El
judaísmo y el cristianismo son religiones mesiánicas nacidas de la lucha contra
la pobreza, el colonialismo y el imperialismo en el antiguo Occidente Medio. La
revitalización es otra categoría de fenómenos religiosos que no se pueden
entender al margen de las condiciones político-económicas. Estos movimientos
tienen la capacidad latente de atacar a los grupos dominantes directa o
indirectamente a través de la acción política o militar, pero también se pueden
replegar sobre sí mismos y acomodarse recurriendo a doctrinas y rituales
pasivos que implican una culpa individual, uso de drogas y la contemplación
(pp. 438-440).
Como se
analizó en el capítulo anterior, la religión puede considerarse como la
concentración del sentido de lo sagrado. En las teorías de Emile Durkheim, lo
sagrado es el sentimiento de temor reverencial que suscita el poder de la vida
social. Se sucede de ello que la apelación a la naturaleza sagrada de una regla
que rige las relaciones interpersonales o la relación entre la población y su
entorno será útil para resolver las incertidumbres que la gente puede
experimentar respecto a lo que debe de hacer. Por esto, las creencias y
rituales religiosos también muestran relaciones adaptativas en forma de tabúes,
que adoptan la forma de mandatos sagrados que resuelven las ambigüedades en el
comportamiento y controlan la tentación de desarrollar conductas como el
incesto, que tiene beneficios a corto plazo pues todos los bienes y fuerza de
trabajo quedan en la propia familia, pero, a la larga, son socialmente
perturbadoras por el empobrecimiento de la salud. Con este enfoque se pueden
examinar muchos tabúes sobre animales cuya explotación provoca consecuencias
ecológicas y económicas ambiguas. Uno de ellos el tabú del cerdo entre los
antiguos israelitas que se explica como una adaptación al cambio de los costos
y beneficios de la cría de cerdos, provocado por el crecimiento demográfico, la
deforestación y la desertización. Otro ejemplo bien conocido es el de la vaca
sagrada de la India (p.446-448). En esta explicación de los tabúes, Harris
vuelve a poner de manifiesto el determinismo infraestructural, en ámbito
religioso.
En el capítulo
XXIII el autor examina los aspectos distintivos de las lenguas humanas.
Compara los sistemas de comunicación humana e infrahumana, identifica los
componentes básicos de las lenguas humanas e investiga las razones de su
diversidad. Finalmente analiza la relación entre el lenguaje y la cultura.
Harris
afirma que la capacidad para las adaptaciones culturales, desde la tecnología a
la religión, se basan en el desarrollo humano del lenguaje y de sistemas de
pensamiento basados en él. Aunque otros primates usan complejos sistemas de
señales para facilitar su conducta social, los sistemas humanos de señales son
no sólo cuantitativa, sino cualitativamente, diferentes de todos los demás modos de comunicación animal.
Los rasgos únicos del lenguaje humano indudablemente provienen de adaptaciones
genéticas relacionadas con la mayor dependencia de los primates homínidos de la
cooperación social y de modos de subsistencia más culturales que genéticos. El
tipo de circuitos neuronales con que nacen los humanos hace que aprender a
hablar sea tan natural como aprender a caminar.
Una manera
de sintetizar las características especiales del lenguaje humano es afirmar que
hemos alcanzado lo que el lingüista Joseph Greenberg llama "universalidad
semántica". Un sistema de comunicación que tiene universalidad semántica puede
transmitir información sobre aspectos, ámbitos, propiedades, lugares o
acontecimientos del pasado, presente o futuro, reales, posibles o imaginarios,
cercanos o lejanos (p. 454).
Harris
considera que la diferencia capital del lenguaje humano respecto al de las
especies inferiores es su limitada capacidad potencial para producir mensajes
distintos, debido a la arbitrariedad de los elementos que transmiten
información. Para el autor el hablar de los lenguajes depende totalmente de la
enculturación (p. 456-457). La capacidad de enunciar y recibir mensajes en un
lenguaje humano depende de la existencia de reglas compartidas, que forman
parte de la gramática de una lengua y que normalmente se sitúan en un plano
inconsciente. No hay pruebas para afirmar que unas gramáticas son más eficaces
que otras. Las categorías (conceptos y palabras) y el vocabulario difieren
ampliamente de una lengua a otra. Esta diferencia no significa que las lenguas
tengan defectos intrínsecos ni tampoco que se dé una inferioridad intelectual
por parte de los hablantes, sino que son resultado de la necesidad práctica de
hacer distinciones generales o específicas bajo condiciones culturales y
naturales concretas. Harris afirma que la opinión de que algunos dialectos de
"lenguas standard" son formas de habla "inferiores"
reflejan prejuicios étnicos y de clase (p. 464-465). Tampoco se puede afirmar
que la gramática determina cómo piensan y se comportan los que la usan (p.
477). Para Harris las lenguas, como todos los demás elementos de la cultura,
están sujetas a un cambio constante como consecuencia de procesos internos y
externos. Todas las lenguas son "composiciones" de lenguas madres
anteriores. El estudio de los cambios lingüísticos y de otros aspectos de la
lingüística ponen de manifiesto el predominio de factores inconscientes en la
vida sociocultural. Para hacer conscientes estos factores, debemos tratar de
comprender como la cultura controla lo que pensamos y hacemos (p. 477).
En el capítulo
XXIV el autor examina el elemento de la superestructura llamado
"arte". Trata de encontrar el elemento común que subyace en el
pensamiento y en la conducta asociados a la pintura, la música, la poesía, la
escultura, la danza y a los otros medios específicos de expresión artística. Al
mismo tiempo, intenta explicar por qué las formas y los estilos específicos de
expresión artística varían de una cultura a otra.
Harris
considera que el arte no es un sector aislado de la experiencia humana, sino
que está íntimamente relacionado con otros factores de la superestructura y con
los componentes estructurales e infraestructurales de los sistemas
socioculturales (p. 478). El autor cita la definición de arte de Alexander
Alland: "juego con la forma que produce algún tipo de
transformación-representación estéticamente lograda". Los ingredientes
claves de esta definición son "juego", "forma",
"estética" y "transformación" (p. 478).
Aunque la
capacidad para el arte está prefigurada con la conducta de los primates no
humanos, sólo el Homo Sapiens es capaz de desarrollar un arte que
implica "transformaciones-representaciones estéticamente logradas".
Los antropólogos no distinguen entre artesanía y arte, que es una distinción
accidental. Como sugiere Alland, el juego es una forma de conducta exploratoria
que permite a los humanos ensayar respuestas nuevas y, a veces, adaptativas en
un contexto protegido y controlado. Es probable por tanto, que el impulso de
juego creativo que subyace en el arte guarde una estrecha relación con el
impulso creativo que anima el desarrollo de la ciencia, de la tecnología y de
las instituciones nuevas. Según el autor, el arte en un sentido amplio tiene
funciones adaptativas y se relaciona con los cambios creativos en los demás
sectores de la vida social. El arte y la tecnología se influyen mutuamente (p.
480). A pesar del énfasis que dentro del arte se hace de la innovación
creativa, la mayoría de las culturas poseen tradiciones o estilos
artísticos que mantienen la continuidad formal a través del tiempo. La
continuidad en integridad de estos estilos proporciona el contexto básico para
la comprensión y apreciación de las transformaciones creadoras del artista en
el seno de un pueblo (p. 483). Otra característica del arte, además de su
innovación creadora y de su contexto tradicional, es su función comunicativa.
En el arte del "establishment" de la moderna cultura occidental se
está perdiendo esta función comunicativa por el excesivo hincapié en la
creatividad estructural o forma, y en las transformaciones creadoras, con lo que
se incrementa el aislamiento del artista. Esta falta de comunicación puede
producirse por la reacción de los artistas ante factores como la producción
masiva, los mercados de arte comercial, el rápido ritmo del cambio cultural y
el talante despersonalizado de la vida industrial urbana (pp. 483-485).
Harris
resalta la relación entre arte y religión y para ello describe numerosas
manifestaciones artísticas con motivos religiosos. Las estatuillas de Venus del
Paleolítico superior relacionadas con un ritual para la fertilidad femenina,
los cánticos en las actuaciones chamanistas, las danzas, etc. Establece también
una relación significativa entre arte y política, y pone como ejemplo el arte
eclesiástico con sus monumentales iglesias patrocinadas por el Estado, que,
según el autor, tiene como función inculcar en la gente el temor a sus
gobernantes. Sólo en la época moderna, con el surgimiento de los estados
capitalistas descentralizados el arte ha gozado de suficiente libertad respecto
del control político directo (pp. 485-486).
Hoy día
muchos artistas de sociedades capitalistas y socialistas consideran el arte
como un medio importante de expresión política, viéndose confirmada esa
relación entre arte y política (p. 486-487).
En la medida
en que el arte está relacionado con la tecnología, economía, religión, política
y otros aspectos del patrón universal, ha evolucionado pues estos han
evolucionado (p. 487).
En el capítulo
XXV el autor estudia las formas en que la cultura influye en la
personalidad de los individuos. Considera que algunos de los aspectos más
complejos de la personalidad están relacionados con las diferencias entre
masculinidad y feminidad, diferencias que derivan de la configuración cultural
de los roles sexuales. Harris examina los conceptos centrales de las teorías
freudianas de la personalidad y, después lo hace con las teorías más recientes
que intentan explicar las variaciones y cambios en las configuraciones ideales
de la masculinidad y feminidad. Según Harris la personalidad, tal como la
define Victor Barnouw, "es una organización, más o menos duradera, de
fuerzas dentro del individuo asociadas a un conjunto de valores, actitudes y
modos de percepción bastante estables que explican, en parte, la consistencia
de la conducta del individuo". La personalidad es, sobre todo, una
característica de los individuos, así como la cultura lo es de los grupos:
ambas se relacionan estrechamente y se ocupan de las pautas de pensamiento,
sentimiento y conducta de los individuos. Teóricamente, una descripción de las
pautas de personalidad media o típica presente en una población determinada ha
de constituir una descripción de la cultura de esta población. En la práctica,
empero, esto no sucede así; la razón es que los conceptos que se emplean al
describir el pensamiento, sentimiento y conducta de los tipos de personalidad
difieren de los que se emplean cuando se describe la infraestructura, la
estructura y la superestructura Al describir personalidades, los psicólogos
emplean conceptos tales como agresiva, pasiva, ansiosa, obsesiva, etc. Estos
conceptos no equivalen a los que se emplean para describir los modos de
producción y reproducción, la economía doméstica y política, los sistemas de
guerra y paz, los ritos e instituciones mágico-religiosas (pp. 595-496).
Los
antropólogos que estudian la personalidad aceptan, en general, la premisa
freudiana de que la personalidad es moldeada fundamentalmente por las
experiencias infantiles. Esto ha llevado a un interés por los modos en que los adultos
interactúan y se relacionan con los infantiles y los niños, en especial, en
materias tales como el adiestramiento, la limpieza, la lactancia, el destete y
la disciplina sexual (p. 496).
Hay fuertes
diferencias de personalidad asociadas a los roles masculinos y femeninos. Los
seguidores de Freud subrayan el papel de los instintos y de la anatomía en la
formación de la personalidad "masculina" activa y agresiva, y la
personalidad "femenina" pasiva y subordinada. Los instintos y la
anatomía determinan el modo de resolver la tensión de los complejos de Edipo y
Electra (pp. 500-501). Según el autor, los datos antropológicos han puesto en
tela de juicio las ideas de Freud, debido a su excesivo etnocentrismo, que le
lleva a defender los estereotipos sexuales de la Viena decimonónica como modelo
de personalidad femenina y masculina (pp. 501-502). Es cierto, resalta Harris,
que en la mayoría de las sociedades los varones tienen una personalidad más
agresiva y dominante que las mujeres y que hay por tanto un núcleo de verdad en
la noción freudiana de antagonismo entre generaciones adyacentes de padre e
hijos. Harris cita los siguientes ejemplos a favor del dominio social del varón
sobre la mujer: en primer lugar, en la preeminencia general de los
varones en las formas de liderazgo basadas en los cabecillas, la redistribución
y las jefaturas, en instituciones políticas tipo monarquía e imperio, y en la
ausencia de matriarcado. En segundo lugar, la persistente concepción
masculina de la mujer como foco de contaminación y brujería refleja diferencias
reales de poder. Tales creencias, como en los casos de Bangladesh o los fore
(tribu de las tierras altas de Nueva Guinea), forman parte de un sistema para
privar a las mujeres del acceso a los recursos estratégicos como son las
proteínas e incapacitan a la mujer para alcanzar una autonomía o un equilibrio
de poder (p. 522). En tercer lugar, hay un persistente control masculino
sobre los cargos, rituales y símbolos religiosos en todos los niveles, desde el
culto chamanista al eclesiástico. Por último, en las instituciones centrales de
la vida doméstica, predominan las centradas sobre varones, la poliginia
predomina sobre la poliandria, y el precio de la novia sobre el precio del
novio.
El autor
explica estas diferencias de los roles sexuales en las tribus y sociedades
preestatales, apoyándose en el complejo de supremacía masculina, fruto de la
necesidad de criar un número máximo de varones valientes dispuestos para el
combate en hábitats superpoblados. La intensidad de este complejo varía según
la intensidad de la guerra y de la presión reproductora.
Para Harris,
las variaciones transculturales en las pautas y conductas sexuales impiden que
una sola cultura sirva como modelo de lo que es natural en el campo de las
relaciones sexuales, y por tanto de los ideales de femineidad y masculinidad.
En las
sociedades industriales los roles sexuales no se pueden atribuir a diferencias
anatómicas y fisiológicas. Son los cambios de tecnología de la producción los
que cambian la definición de los roles masculino y femeninos ideales. La
industrialización ha incrementado los costos de la crianza de los hijos al
tiempo que ha reducido sus beneficios. Esto ha alterado fundamentalmente el
matrimonio y la vida doméstica, y con ellos la definición de los roles sexuales
(pp. 522-523).
En el capítulo
XXVI y último el autor hace un estudio de los enfoques deterministas de
tipo genético. La posición adoptada en el libro por el autor es la de que
las causas de las semejanzas y diferencias socioculturales son de índole
cultural más que biológica. Hemos visto que se pueden construir teorías
culturales plausibles y verificables para explicar muchos aspectos repetitivos
y variables de la vida social humana. Estas teorías rara vez han atribuido de
modo explícito un grado importante de causación a factores genéticos. Ha
llegado la ocasión de examinar los méritos de estrategias alternativas que
subrayan la importancia de factores genéticos (p. 524). Analiza la historia y
situación actual de la raciología científica y evalúa el status
actual de los test de inteligencia como medidores de la influencia de la
herencia sobre la cultura. También revisa y evalúa el planteamiento genetista
de la sociobiología. Finaliza el libro con discusión de la relación
entre determinismo cultural y libertad individual (p. 524).
Harris
afirma que la capacidad de los individuos y de las poblaciones enteras para
cambiar sus repertorios culturales en una sola generación, demuestra la
independencia de las diferencias y semejanzas culturales respecto de la
determinación genética, que atribuía a la raza blanca la superioridad cultural
y política sobre las demás razas.
Los estudios
raciológicos modernos se han centrado cada vez más en los tests de
inteligencia como medio de medir las diferencias raciales. Últimamente se ha
observado que si se controlan las condiciones ambientales se pueden eliminar
gran parte de las diferencias entre las puntuaciones de las diferentes razas.
Hallazgo que va en contra, también del determinismo genético y a favor del
determinismo cultural, que es el causante de esas diferencias en las
puntuaciones de los tests entre las distintas sociedades y razas (p. 542).
El autor
define la sociobiología como una estrategia de investigación genetista, que se
ocupa de los efectos que la naturaleza humana produce en la cultura y trata de
explicar las diferencias y semejanzas culturales en relación con el principio
de eficacia biológica o éxito reproductor (p. 537). Harris es contrario a esta
idea y más bien insiste en los determinantes infraestructurales y estructurales
en la explicación de dichas semejanzas y diferencias culturales (p. 548).
Finaliza
admitiendo que en la vida social humana existe alguna forma de determinismo
material pero es de "índole probabilística", (p. 546), es decir la
probabilidad de que confluyan ciertos factores materiales nos indica qué
probabilidad hay de darse un cambio cultural. Por tanto, es posible un cambio
cultural del mundo para con la posibilidad de mejorarlo, por normativa de la
voluntad de los ciudadanos pero, para ello se requiere un adecuado conocimiento
de las relaciones entre cultura, gente y naturaleza y precisamente esto es lo
que constituye el campo de estudio de los antropólogos. Sin embargo, Harris,
niega que sea posible un cambio cultural a expensas sólo de la voluntad humana
y sin contar con los condicionamientos infraestructurales y estructurales (p.
549).
VALORACIÓN
CIENTÍFICA Y DOCTRINAL
Al menos en
España, esta obra de Harris es considerada como el mejor manual de
antropología. De hecho, es libro de texto en 11 de 17 facultades de filosofía.
La obra tiene una indudable claridad expositiva, una buena sistematicidad y
demuestra un alto grado de erudición. Ofrece además una visión sintética y
completa de la antropología, consiguiendo explicar de modo verosímil y
relativamente sencillo muchos fenómenos socioculturales extraordinariamente
complejos. Estas características hacen de la obra formalmente un excelente
manual.
Dado su
carácter de manual, no resulta posible recoger aquí y valorar todas sus
afirmaciones. Por ello, la presente nota se limita a consideraciones de orden
metodológico que impregnan todos los capítulos de la obra.
Metodológicamente
la obra se inscribe en la perspectiva de la ecología cultural o antropología
ecológica y más en concreto en el materialismo cultural propugnado por Harris.
La obra es por tanto programáticamente materialista. La perspectiva adoptada es
la consideración de los fenómenos socioculturales como una adecuación entre las
necesidades de una sociedad y su técnica en determinado medio-ambiente. En
terminología de Harris, se trata de explicar los factores emic de una
cultura desde los factores etic. En terminología habitual, lo que la gente de
una cultura piensa de sí misma, de esa sociedad y del mundo no sólo no tiene
valor explicativo respecto de esa sociedad, sino que esas creencias deben ser
explicadas desde el principio de determinación tecnoecológico. Esa
determinación es entendida a veces de un modo probabilístico.
En segundo
lugar, metodológicamente la obra se inscribe en un planteamiento estrictamente
nomotético, rechazando todas las dimensiones ideológicas. No se trata de comprender
desde dentro una cultura, sino explicar desde fuera todas las
semejanzas y diferencias entre todas las culturas aplicando la estrategia del
materialismo cultural. Aparece así una concepción de la antropología como
ciencia estricta, con una fuerte tendencia al positivismo.
Científicamente
hablando, el planteamiento de Harris es sumamente parcial, su punto de vista es
muy restringido y, pareciendo explicarlo todo, en realidad no explica casi
nada. Y ello porque es obvio que una sociedad tiene que estar organizada de tal
modo que resuelva sus necesidades con una técnica dada en un ecosistema dado.
Si eso no se logra, la sociedad desaparece. Pero poner esto de manifiesto no
agota la antropología sociocultural. Lo único que Harris considera son las
condiciones materiales de posibilidad de un fenómeno sociocultural. Pero hay
muchos otros posibles puntos de vista más interesantes.
Harris
admite como Marx la determinación de la supraestructura por parte de la
infraestructura, pero lo que le distingue
de Marx es que no acepta la dialéctica. El planteamiento de Harris es un
materialismo mecánico. Pero esa determinación de los factores etic sobre los
factores emic es problemática. Es obvio que los factores tecnoeconómicos
condicionan los factores estructurales y superestructurales de una sociedad,
pero no es que los determinen ni siquiera probabilísticamente. Porque si es
verdad que determinadas condiciones tecnoecológicas influyen y condicionan la
estructura social y ésta puede sancionar positivamente determinados valores y
creencias, también es verdad que determinados valores y creencias pueden
modificar los factores tecnoecológicos.
Además, lo
que Harris debería demostrar —cosa que creo no hace ni en esta obra ni en
otras— es que determinadas variaciones en los factores etic provocan
necesariamente determinadas variaciones en los emic, y no sólo mostrar —como
hace— el valor adaptativo de los factores emic. Es decir, si el principio
explicativo de Harris es cierto no basta con demostrar que el tabú de la vaca
en la religión hindú es económicamente rentable sino que lo que debería hacer
es deducir la religión hindú desde los factores tecnoeconómicos. Y con la
religión, el arte, el derecho, la filosofía, etc. Pero esto es algo que Harris
ni siquiera se plantea en la medida en que su materialismo es exclusivamente
mecánico.
Por otra
parte, no se ve cómo una sociedad pueda estar perfectamente organizada sin que
lo sepan sus miembros. La explicación de lo emic por lo etic lleva a
Harris a postular continuamente una racionalidad económica inconsciente
una astucia de la razón hegeliana omnipresente. Es verdad que es distinto lo
que la gente hace y lo que piensa que hace, pero no es verdad que la gente no
sepa nada de lo que está haciendo y que —contra lo que la gente sabe— la gente
hace exactamente lo que debe hacer en términos tecnoecológicos.
En resumen,
desde el punto de vista científico se trata de una obra seria, con indudables
cualidades formales, escrita desde una perspectiva muy parcial y muy
desenfocada.
Doctrinalmente,
además del desenfoque señalado que gravita sobre todos los capítulos de la
obra, contiene errores serios sobre puntos tan capitales como la evolución
humana, el origen de la religión, etc.
Una recta
comprensión de la antropología positiva sociocultural pasa en primer lugar, por
la aceptación de una autonomía de cada factor del sistema sociocultural
respecto de los demás. Si se acepta que en todo sistema sociocultural hay una
técnica, una estructura social y un conjunto de normas o pautas sociales de
comportamiento y, en tercer lugar, un conjunto de creencias y símbolos,
entonces hay que respetar la autonomía de esos factores. En terminología
aristotélica, la razón técnica —tecne— y su objetivación, las
técnicas; la razón práctica —phronesis— y su objetivación, las
normas morales y sociales; y la razón teórica —nous, episteme y sofía—
y su objetivación, el saber; los tres son hábitos distintos que interactúan. Si
la técnica condiciona la estructura social y el saber, también el saber
condiciona la técnica y la estructura social. El determinismo tecnoecológico es
falso como lo sería un determinismo moral o un determinismo idealista. Hay
interacción pero hay también autonomía.
En segundo
lugar, para explicar de este modo la constitución y dinámica de un sistema
cultural hay que tener en cuenta además cómo la cultura —que es producto de la
sociedad humana y de cada hombre en mayor o menor medida— interacciona con cada
hombre. Si ontológicamente hablando la cultura es producto del hombre,
psicológicamente hablando el hombre es en buena medida configurado por su
cultura.
En tercer
lugar, habría que explicar cómo media —o no media— la cultura en las relaciones
interpersonales. Habría que estudiar tanto cómo la cultura es resultado de una
intersubjetividad como el que la cultura modifica las relaciones
interpersonales.
F.S.
(1985)
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[1] Selección cultural: proceso por el que se incrementa un genotipo determinado en la población, debido a un tratamiento privilegiado de los individuos que lo poseen por parte de los individuos adultos de dicha población. Ej: una atención más cuidadosa de un recién nacido que tenga un rasgo físico que sea más adaptativo al ambiente en el que se da y se acompaña de una desatención de los recién nacidos que no lo posean. Los primeros tienen mayor probabilidad de sobrevivir y por ello de transmitir sus rasgos físicos a sus descendientes.
[2] Cultura y sociedad: la cultura definida como pautas de conducta y pensamiento aprendidas, características de un grupo social. Se origina en un grupo de individuos de una población organizada (sociedad) por los cambios adaptativos que se producen en la interacción con el ambiente y por las relaciones interpersonales. Por tanto la cultura es una característica de la sociedad.
[3] Distinción entre lo "emic" y lo etic": Harris arranca del pasaje de la ideología alemana en que Marx y Engels afirman que, contrariamente al idealismo, que toma como punto de partida para sus explicaciones la conciencia individual, el materialismo explica partiendo de lo real mismo, de la vida real tal como en sí misma es. Esta distinción es harto problemática desde el momento en que se maneja una noción indefinida e indefinible, la realidad, que lleva a una dicotomía más problemática aún entre lo que es real e irreal. Para obviar estas dificultades Harris propone una distinción introducida por el antropólogo-lingüista Kenneth Pinke en su libro "Language in Relation to a Unified Theory of the Structure of Human Behavior" (2ª ed. 1967), a partir de la diferencia entre lo fonético y lo fonémico. La fonética explica los sonidos desde las partes del organismo que los producen, y clasifica las letras en fricativas, labiales, etc. La fonémica se refiere a las características que dan a los sonidos de una lengua los que la hablan para dotarlos de significación. Tomando los sufijos de estas dos palabras,"etic" es utilizado para designar el punto de vista de la ciencia objetiva, y "emic" para designar el punto de vista del informante nativo. En el libro se perfila lo "etic" como lo inapelablemente verdadero, aunque resulta insuficientemente fundamentado desde una perspectiva filosófica (Jacinto Choza. Anuario Filosófico. 13-1-1980, p. 215-227).
[4] Nomotético e ideográfico: una estrategia de investigación es ideográfica cuando supone que el azar y la espontaneidad humana dominan todos los fenómenos humanos y por tanto es útil buscar un gran proyecto en la historia o relaciones repetitivas de causa-efecto para explicar la semejanzas y diferencias socioculturales. Hace hincapié en los aspectos singulares y/o "emic" de la vida social.No hay causas generales explicativas de la cultura humana. Será nomotética si parte del supuesto de que existe un considerable grado de uniformidad y regularidad en los fenómenos culturales. Hace hincapié en los aspectos recurrentes de las experiencias sociales y culturales del hombre más que en las de carácter singular e irrepetible. Hay causas generales en la explicación de la cultura humana.
[5] Ecosistema: se explica en la página siguiente.
[6] Índice de eficacia (e). Input y output: los sistemas de energía alimentaria pueden describirse en términos de balance entre la energía gastada en la producción de alimentos (Input) y la energía obtenida gracias a ella (output). Esta descripción y comparación de sistemas energéticos alimentarios depende de la cuantificación del trabajo y tiempo empleados por el trabajador y el tiempo empleado en la producción de alimentos:
E output
E= m.t.r.e (e)= --------- = -----------
m.t.r input
E: energía alimentaria total obtenida.
m: número de productores de alimentos.
t: horas de trabajo por cada productor.
r: calorías consumidas por cada productor.
(e): cantidad media de energía alimentaria obtenida por unidad de energía consumida en la producción.
[7] La tasa de población se mantiene fundamentalmente por el número de hembras fértiles y no directamente por el número de varones fértiles pues un sólo varón puede fecundar a muchas hembras fértiles. Así pues en la guerra al disminuir el número de varones de la población por morir en combate no se afecta directamente la tasa de población y sí indirectamente pues hay una mayor atención a la crianza de los varones para que se incremente el número de guerreros para las sucesivas guerras. Paralelamente hay una desatención de las niñas con lo que se incrementa la mortalidad femenina y así disminuye el número de hembras fértiles, disminuyendo la tasa de población.
[8] Parentesco "emic": las personas se relacionan entre sí a través de la filiación o de una combinación de afinidad (relaciones a través del matrimonio) y filiación. Estas personas así relacionadas se llaman parientes. El campo de ideas constituido por las creencias y expectativas que los parientes comparten entre sí se llama parentesco y su estudio debe comenzar por el estudio de los componentes mentales o "emic" de la vida doméstica.
[9] Estado: al asentarse los individuos en territorios fijos debido a la producción energética a expensas fundamentalmente de la agricultura, la población agrícola se precisa mucha mano de obra. La red de redistribución de los alimentos producidos se hace muy extensa y el poder del jefe redistribuidor se hace mucho mayor, rompiéndose el equilibrio de poder entre los jefes y los productores existentes en las sociedades organizadas en bandas y aldeas. Esta desigualdad de poder es la esencia del Estado. Así surge el Estado.
[10] Exogamia: una "clase social" es exógama cuando sus miembros se casan con miembros de otras clases sociales.
[11] La situación histórica a la que alude Harris carece de total precisión pues en el s. XV-XVI el feudalismo ya había desaparecido casi en su totalidad.
[12] Los ejemplos que cita Harris de rito de solidaridad es el Totenismo de la tribu Wirchetty que pertenece a los Arunta de Australia. Como ejemplo de rito de paso cita el rito de circuncisión —inicio de la madurez de los varones— de la tribu Ndembu del norte de Zambia. Como ejemplo de cultos eclesiásticos asociados a estado o imperio cita a los Incas y a los Aztecas.