Clément d'Alexandrie. Etude sur les
rapports du Christianisme et de la Philosophie grecque au IIème siècle
Bibliothèque de l'école des Hautes Etudes.
Sciences Religieuses, Paris 1898 (2ème édition 1906), 350 pp.
CONTENIDO DE LA OBRA
Esta obra es uno de los más conocidos estudios históricos sobre Clemente de Alejandría. En ella se estudian —en torno a la figura de Clemente— las relaciones del cristianismo con la filosofía griega del siglo II.
En la Introducción se hacen algunas consideraciones sobre el origen del cristianismo, para pasar después, a lo largo de tres partes bien diferenciadas, al estudio de esas relaciones entre cristianismo y filosofía griega. La primera parte trata de la cuestión literaria; la segunda de la cuestión histórica; y la tercera de la cuestión dogmática. En la conclusión, titulada Dos formas de Cristianismo, realiza una comparación entre lo que De Faye llama cristianismo griego y cristianismo romano.
La obra se concluye con un apéndice constituido por un estudio sobre la bibliografía.
VALORACIÓN CIENTÍFICA
De Faye realizó con esta obra un importante trabajo de documentación histórica y bibliográfica de la época. En el libro se tocan todos los aspectos con mucha extensión. Sin embargo, la obra es ya antigua, y está redactada con criterios anticuados, que aun haciéndola más amena, disminuyen su valor científico.
En la primera parte—la cuestión literaria—, De Faye aporta una solución al problema de la composición de las obras de Clemente, en especial al lugar de los Stromata. Esa solución ya está superada, entre otros, por Lazatti, Quatember y Marrou.
En la segunda parte—cuestión histórica—se trata principalmente del lugar de Clemente en la Historia de la Iglesia, y de la función que para él tenía la filosofía griega.
En la parte dedicada a la cuestión dogmática se trata casi exclusivamente de cómo influyó en Clemente el platonismo, el estoicismo, Filón y la Escritura, para ver qué es lo que en él hay de griego y qué de cristiano. La conclusión general es que lo griego influye en su pensamiento, en su actitud intelectual, nocional; mientras que el Cristianismo influyó solamente en su sentimiento religioso, que quedó revestido de moldes nocionales helénicos.
El valor de esta obra radica principalmente en su extensa documentación, que la hizo una de las más citadas en los estudios sobre Clemente de Alejandría, por lo menos hasta 1940.
VALORACIÓN DOCTRINAL
De Faye comparte con Harnack la interpretación que el racionalismo protestante de la época —paralelo a la crisis modernista— da a los primeros siglos de la Historia de la Iglesia. Sin embargo, esta interpretación no es central en su obra, sino accesoria. En la Introducción, por ejemplo, explica el origen del Cristianismo como una pluralidad de corrientes, hasta que con el predominio de Roma se llega a una unidad. Así, por ejemplo, dice en la página 21: “la historia posterior mostrará que la unidad absoluta es una quimera y que siempre habrá en el seno de la Iglesia un cierto número de tipos irreductibles de cristianismo, donde ninguno se dejará absorber por los otros”.
Es importante señalar la línea que el autor sigue en lo referente a la Sagrada Escritura. Por ejemplo, en la página 224, dice que el criterio de Clemente para interpretar la Escritura no era, como el de Tertuliano, la interpretación de la Iglesia, sino el ser fiel a una tradición de la Iglesia manifestada en un sentido que sólo posee el gnóstico cristiano.
Si Tertuliano quitaba al fiel cristiano el derecho a interpretar la Escritura —actitud intolerante, dice De Faye—, Clemente “arma al cristiano interiormente; se fía de su fe para preservarse de errores, y lo deja en libertad”.
En el capítulo siguiente, contradictoriamente, De Faye se dedicará a demostrar que el criterio alegórico que Clemente usaba para interpretar el Antiguo Testamento no tenía ninguna base y era cuestión de pura imaginación y deseo de presentar sus propias teorías como avaladas por la Escritura.
En la conclusión, el autor se define con toda claridad. Si Tertuliano y Roma basaban el cristianismo en una norma exterior, en una ley, creando así un cristianismo juridicista y estatutario, Clemente y Orígenes representan otro espíritu más auténtico de cristianismo. Por eso no hay nada más absurdo —dice— que la condena que el Concilio hizo de Orígenes, demostrando con ello una gran ignorancia.
Es significativa la última frase del libro: “tenemos el deber de invertir la sentencia de la Iglesia y de declarar que el Cristianismo que se enseñaba en Alejandría era mucho más auténtico que el Cristianismo que se promulgó en Cartago o Roma” (p. 321).
Para
una respuesta a la interpretación de Harnack sobre Clemente de Alejandría,
puede consultarse: Batiffol, La Iglesia primitiva y el Catolicismo.
J.J.S.
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