DUQUOC, Christian

Cristología II. Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret el Mesías.

Ed. Sígueme, Salamanca 1974.

(Orig. Christologie I-II. Essai dogmatique. Ed. du Cerf, París 1973).

 

CONTENIDO

Esta obra es fruto de la yuxtaposición de las dos aparecidas respectivamente en 1968 (vid. Recensiones) y 1972. Lo único nuevo es el prólogo (han desaparecido los dos prólogos de los libros separados), una bibliografía general al final del libro y los índices de nombres y de citas bíblicas.

Esta Crístología II  de Duquoc, se divide en cinco partes, que abarcan todos los misterios de la vida de Cristo: infancia y vida pública en la primera, a la que sigue la Pasión, Muerte, Exaltación y Segunda Venida de Cristo. La distribución de la materia, parece responder al deseo de presentar una parte escriturística (Los Misterios de la vida de Cristo, págs. 24-125. Muerte y Exaltación págs. 281-408), y lo que puede denominarse parte sistemática (Los títulos de Cristo y su condición terrena humano-divina, págs. 127-280. Jesús es el Señor, págs. 409-504). La última parte es de más difícil clasificación. El capítulo titulado Parusía (págs. 507-542) engloba ambas visiones (escriturística y sistemática) y el capítulo denominado Revelación (págs. 543-571) parece ser un intento de interpretación de toda la Cristología desde distintas y variadas claves. El libro acaba con una breve conclusión (págs. 573-576).

ESQUEMA DE LA OBRA

Prólogo (págs. 11-21).

I. Los misterios de la vida de Cristo (parte escriturística). Las perspectivas de Mateo. Las perspectivas de Lucas. La oscuridad de la infancia de Cristo.

1. La infancia de Cristo (El género literario. Las genealogías. Las perspectivas de Mateo. Las perspectivas de Lucas. La oscuridad de la infancia de Cristo y la vida “oculta”. Significado teológico de los años oscuros).

2. El tiempo de la predicación.

I. Los acontecimientos (El Bautismo de Jesús. La tentación mesiánica. La predicación. Los milagros de Cristo. La transfiguración).

II. Las actitudes de Jesús (el Jesús de la fe y el Jesús de la historia. Los modos de parecer de Jesús: Jesús y la religión, Jesús y su contorno, el modo de vivir de Jesús, existencia y palabra).

II. Los títulos de Cristo y su condición terrena humano-divina (parte sistemática).

3. Cristo, Profeta.

4. Cristo, Siervo (los datos escriturísticos. La interpretación teológica: la kénosis).

5. Cristo Mediador: Hijo del Hombre y Sumo Sacerdote.

I. Jesús, Hijo del Hombre (la conciencia mesiánica de Jesús y el título de hijo del hombre. Sentido pre-crístico del título “hijo del hombre”. Sentido evangélico del hijo del hombre).

II. El Sacerdocio de Cristo.

III. Problemas de la ciencia y de la conciencia de Jesús.

6. Cristo, Hijo de Dios.

I. La Escritura: Jesús, el Hijo.

II. La interpretación eclesial de la filiación de Cristo hasta el Concilio de Calcedonia.

1. Los errores cristológicos del siglo II. 2. La Cristología en el siglo III: Pablo de Somosata. 3. Dos tipos de Cristología en el siglo IV (la teología del tipo “verbo-carne”, la teología del tipo “verbo-hombre”. 4. La crisis del siglo V y el Concilio de Calcedonia (la teología de Nestorio. La teología de Cirilio).

III. La unidad personal de Cristo.

Conclusión: La mesianidad de Jesús y la teología contemporánea de la “muerte de Dios”.

III. Muerte y Exaltación

7. La pasión.

I. El condenado. II. El crucificado. III. El abandonado. IV. Descenso a los infiernos.

8. Exaltación.

I. Las representaciones.

II. Las fuentes neotestamentarias (los formularios de fe. La predicación apostólica. Los relatos evangélicos).

III. Las interpretaciones (R. Bultmann, K. Barth, W. Marxen, W. Pannenberg, J. Moltmann).

IV. El Señor.

IV. Jesús es el Señor.

9. Redención.

I. Ensayo interpretativo: 1. La ambigüedad de la muerte histórica de Jesús. 2. Los niveles de interpretación.

II. Valoración crítica de algunas nociones de redención: 1. Una noción ritual: el sacrificio. 2. Una noción jurídica: la satisfacción. 3. Una noción moral: el mérito.

10. Mesianismo.

I. Liberación y promesa. II. Ascensión y pentecostés. III. Justicia y resurrección. IV. El mesianismo de Jesús y la historia.

V. El retorno del Señor

11. Parusía.

I. Las interpretaciones y su evaluación.

II. Inminencia de la Parusía y signos de los tiempos: La Escritura.

III. Resurrección y Parusía.

IV. Parusía y Juicio.

12. Revelación.

I. Trascendencia y opresión.

II. La crítica freudiana de la religión y la revelación del Padre en Jesús, el Hijo.

III. Fantasma y símbolo. Ensayo crítico de P. Ricoeur.

IV. El antimesianismo de Jesús y su filiación.

Conclusión: la singularidad de Jesús.

VALORACIÓN CIENTÍFICA Y DOCTRINAL

El mismo título del libro “ensayo” responde perfectamente al contenido. En general se hacen afirmaciones y apreciaciones sin aportar, de ordinario, ninguna prueba rigurosa. Nos vamos a fijar primeramente en el prólogo (escrito posteriormente), pues puede ser un buen reflejo de lo que el autor ha intentado.

La primera afirmación que sorprende figura en las págs. 13-14: “nos negamos a aceptar como hipótesis de base las definiciones conciliares, ya que entonces no podríamos construir más que una teología clásica”. Un poco más arriba se ha afirmado que la doctrina de Santo Tomás no es válida para el creyente contemporáneo, aunque reconoce que “muchas intuiciones de Santo Tomás en Cristología siguen siendo una instancia crítica posible”.

Bastarían estas afirmaciones para darnos cuenta de que nos encontramos con una nueva concepción de la teología, por razón del método que adopta. El autor nunca dice qué entiende por “Teología”, aunque es constante la crítica a lo que llama unas veces “cristologías clásicas” (pág. 12) y otras “dogmáticas antiguas” (pág. 11). Acusa “a ciertas teologías de que están muy lejos de tener una función progresiva” (págs. 11-12), y describe el espíritu de su ensayo como el intento de “abrir nuevas posibilidades al pensamiento teológico” (pág. 12).

Duquoc pretende hacer teología con lo que él llama un método ascendente; previamente ha calificado a las teologías clásicas como aquellas que utilizan un método descendente. La diferencia de ambos métodos radica —según él— en las diferentes circunstancias históricas: fue legítimo —asegura— el método descendente “en una época que ignoraba la exégesis científica y declaraba evidente cierta idea de Dios” (pág. 12). “Actualmente —añade— la exégesis obliga a respetar el testimonio neotestamentario y descubrir en dicho testimonio los indicios de trascendencia que confesamos a propósito de Jesús” (pág. 125).

Sin afirmarlo expresamente y, por supuesto, sin demostrarlo, da por averiguado que lo que sea la teología varía con los tiempos. Sin embargo, esto no es más que un intento de sustituir la teología como ciencia sagrada (que parte de las verdades contenidas en el Depósito de la Revelación —Escritura y Tradición— custodiado e interpretado de modo autorizado por el Magisterio vivo y homogéneo de la Iglesia) por las instancias del protestantismo liberal (que parte de la sola Scriptura  interpretada de acuerdo con los resultados —muchas veces hipotéticos— de algunas ciencias humanas: historia, sociología, psicología, lingüística, etc.). Con semejante “método teológico” no puede ya extrañar que se obtengan resultados aberrantes en relación con la fe.

Se omite aquí el análisis crítico de las dos primeras partes (I. Los misterios de la vida de Cristo. II. Los títulos de Cristo), pues ya han sido tratadas convenientemente en la Recensión anterior: nada nuevo de interés se puede añadir. Nos vamos a fijar en las tres partes restantes del esquema.

1. En el cap.7, La Pasión, se habla —en el primer apartado— de la condena a muerte que recae sobre Cristo. Duquoc lo encuadra dentro de una mentalidad racionalista, que excluye la decisión divina como factor determinante. Ni siquiera considera la declaración del Señor en el Huerto de Getsemaní antes del prendimiento (cfr. Matth. XXVI, 53), cuando afirma que puede rogar al Padre y vendrán para ayudarle más de doce legiones de ángeles. También son constantes las afirmaciones (cfr. págs. 284-295, passim) sobre el carácter inexorable de la condena de Cristo, sin que se hable nunca de la libertad y voluntariedad con que Jesucristo aceptó los sufrimientos de su Pasión y Muerte. Duquoc interpreta todos estos pasajes del evangelio recurriendo a causas puramente humanas —psicológicas y sociológicas sobre todo— y nunca habla ni de la Voluntad de Dios que determina redimir al mundo por la Pasión y Muerte del Verbo Encarnado, ni de la voluntad humana del alma de Cristo que libremente acepta esa Voluntad divina.

Dentro de este mismo cap. 7, en el apartado segundo (que comienza con una cita de K. Barth), se habla en parecidos términos, haciendo una exégesis que va desde la insistencia excesiva en el simbolismo de la Cruz (privándola casi de su realidad histórica) hasta incurrir en los defectos de la Redaktiongeschichte: “La escena de los ultrajes —se lee en la pág. 300—, reconstruida evidentemente en virtud de la fe postpascual y de la necesidad de manifestar la realización de las profecías de la Escritura, tiene su origen ciertamente en un dato histórico”. Como se ve, la historicidad de los Evangelios queda malparada y los relatos evangélicos se atribuyen a la fe y a las necesidades de la comunidad primitiva. Planteamientos semejantes fueron ya condenados por S. Pío X, en la Encíclica Pascendi (DB 2089 y 2090).

El apartado siguiente (págs. 303-314) se dedica íntegramente a las palabras del Salmo XXI que Cristo dijo en la Cruz. Los intérpretes católicos —siguiendo a los Santos Padres— han tratado de explicar este misterio del abandono de Cristo partiendo siempre de dos verdades de fe: la unión hipostática y la visión beatífica inamisible que el alma de Cristo tuvo desde el primer instante de su existencia. Duquoc, al no partir de esta enseñanza, incurre en imprecisiones y ambigüedades doctrinales y ha de recurrir a la teología mística (lo cual parece una escapatoria) o incluso a interpretaciones sociológicas insuficientes e inaceptables. Como muestra de esto último basten estas palabras: “La agonía de Jesús es la percepción de la injusticia que se comete contra los pobres y los débiles, contra los que esperan el reino” (pág. 304).

El último apartado de este capítulo lo dedica a una de las verdades que constituyen uno de los artículos de fe: el descendimiento a los infiernos. Duquoc priva al contenido de este artículo de fe de su valor real, para reducirlo a un mero valor práctico. Con muchos distingos y subterfugios que apenas encubren su intención, considera todo este artículo de fe como un “mito”. Desde luego, es evidente que, si no se quiere aceptar la realidad del alma separada del cuerpo, tampoco se puede admitir que el alma de Cristo haya bajado —unida a la Divinidad— a los infiernos. Y Duquoc evita cuidadosamente hablar del alma de Cristo a lo largo de todo el libro.

2. Todo el capítulo ,8 (pág. 333 a 409), titulado Exaltación, está dedicado a estudiar la Resurrección de Cristo. Interroga el autor, en primer lugar, a las fuentes escriturísticas. Después recoge una serie de interpretaciones de autores protestantes (Bultmann, Barth, Marxen, Pannenberg, Moltmann) y por fin emite su opinión. Destaca en todo este capítulo la negativa de Duquoc a aceptar la Resurrección de Cristo como un milagro o como un misterio, así como la notable ambigüedad respecto a la realidad histórica del hecho de la Resurrección del Señor. Adolece, en conjunto, de enfocar el hecho de la Resurrección desde las conocidas hipótesis del protestantismo liberal y del Modernismo. Desde el momento en que Duquoc no admite la muerte como separación del alma y del cuerpo, ya no sabe cómo explicar la resurrección de Cristo, que ciertamente fue gloriosa (en esto insiste con gusto el autor), pero también fue verdadera (unirse de nuevo la misma alma y el mismo cuerpo). Con actitud acrítica se aceptan como norma todas y cada una de las hipótesis de la Formgeschichte y de la Redaktiongeschichte: “la crítica de las representaciones —dice Duquoc— a partir de nuestro saber científico, coincide con los resultados de una sana exégesis. Los teólogos, sobre todo en el catolicismo, se han detenido en los relatos evangélicos. Se han olvidado de que Lucas y Juan, al escribir para un ambiente griego, tuvieron que subrayar con energía el carácter total de la vida del resucitado y oponerse al dualismo inherente a la mentalidad helenista. La insistencia en la corporeidad del resucitado, por consiguiente, se explicará por el carácter polémico de estos escritos” (págs. 340-341). Este párrafo es un modelo de afirmaciones no compatibles con lo que siempre ha enseñado la Iglesia. 1º Se pone el saber científico como norma de lo que hay que creer. 2º Se llama sana exégesis a lo que, en realidad, proviene del protestantismo liberal. 3º Dice que son los teólogos quienes lo afirman, cuando en realidad es la doctrina de la Iglesia en su interpretación infalible de la Escritura. 4º Presenta a los evangelistas como si hubieran traicionado —eso sí, con buena voluntad— los hechos en función de unas finalidades polémicas, etc.

3. En el capítulo,9 se enfrenta Duquoc con el misterio de la Redención, y comienza ya desconfiando de lo que nos dicen los evangelios: “La relectura que los evangelios nos ofrecen de los acontecimientos de la pasión, encierra un cierto peligro: hace evidente lo que no se vio por ningún lado. De ese modo caemos en la trampa de una lectura que prescinde del acontecimiento singular y que rinde tributo a ciertas necesidades metafísicas” (pág. 419). Leídas estas palabras, ya no puede extrañar que tanto la doctrina sobre el sacrificio, como las de la satisfacción y el mérito le parezcan a Duquoc puras expresiones metafóricas de las que se debe prescindir y sustituirlas por otras. La noción de redención que late en estas páginas se acerca, al no hablar nunca del pecado original, al moralismo de los protestantes liberales (“El profeta que muere dando testimonio”, pág. 421) e incluso a las conclusiones más extremadas de la llamada teología de la liberación: “La Escritura habla de 'pecado'. Nosotros preferimos hablar de liberación, sin precisar cuál es el objeto de esa liberación” (pág. 413).

4. En el capítulo,10, bajo el epígrafe Mesianismo, el autor aborda el estudio sobre el carácter del mesianismo de Cristo. Dedica, en primer lugar, un breve apartado (págs. 453-462) a la Ascensión y Pentecostés en el cual reduce a mero género literario la realidad de ambos acontecimientos “En realidad, el misterio pascual, presentado por el Nuevo Testamento, se despliega de diversas maneras: victoria sobre la muerte atestiguada en las apariciones, ausencia del resucitado simbolizada en la ascensión, don del Espíritu, arras de la promesa, significado en Pentecostés” (pág. 459). En el resto del capítulo, presenta un mesianismo de Cristo despojado de su dimensión trascendente y religiosa y reducido a un ámbito puramente humano, compatible ya con una liberación preponderantemente terrena y con la doctrina marxista. Duquoc opina que el sentido de la vida de Cristo es la “lucha por la justicia”. Lo explica así: “Hemos escogido este apelativo (se refiere al de “lucha por la justicia”), en vez del de reino de Dios, porque, a pesar de su amplitud de sentido, que no carece de ambigüedad, tiene la ventaja de unificar un deseo que ha brotado del mundo profano con la promesa profética. El apelativo de “reino de Dios” exige una referencia a la “justicia” de la tradición profética, y ésta guarda una relación con el deseo que se manifiesta en las luchas históricas por una sociedad menos inhumana” (pág. 462, nota 10).

5. Habla Duquoc en el capítulo 11 de la Segunda Venida de Cristo bajo el título Parusía. Tal y como se expresa, el autor no parece creer en la realidad de la Segunda Venida del Señor. Así escribe en la página 526: “El carácter de acontecimiento que le atribuyen a la parusía las teologías tradicionales es el resultado de una confusión. Se ha leído cronológicamente lo que tiene que entenderse, o antropológicamente o existencialmente”. Se comprende que —a la luz de esta afirmación— reinterprete todos los textos de la Sagrada Escritura referentes a este artículo de Fe de tal manera que excluye incluso la posibilidad de una profecía.

6. En el último capítulo, el 12, nos ofrece un resumen de la crítica freudiana de la religión, a la que reconoce elementos válidos para interpretar en qué sentido Cristo dice de sí mismo que es Hijo de Dios (cfr. págs. 551 y ss., passim). Pasa después a presentarnos las reflexiones de Ricoeur. Inspirándose en ellas, señala Duquoc que la finalidad del cristianismo es revelar la identidad práctica entre el hombre y Dios, por medio de la institución de la fraternidad entre el Hijo de Dios y la humanidad (pág. 551). En las páginas siguientes, se dedica a repetir ideas expuestas anteriormente. En este capítulo es donde las afirmaciones más peregrinas son sostenidas sin ninguna vacilación. Nos parece suficiente una muestra: “Jesús no es Hijo a pesar de su condición terrena, sino que es auténticamente Hijo por no haber rechazado la finitud de nuestra existencia” (pág. 564). Esto equivale a afirmar que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, se ha constituido como tal gracias a la Encarnación.

Como resumen, podemos decir que, para Duquoc, la cristología no es un capítulo de la Teología (que presupone, por tanto, el tratado De Deo Uno et Trino), sino la continuación de una cierta antropología en la que no aparece el alma humana como distinta del cuerpo, ni queda clara tampoco su espiritualidad e inmortalidad. Esto le lleva a que, en Cristología, postule implícitamente una sola naturaleza divino-humana en Cristo y dos personas (el hombre Jesús y el Verbo). Todo eso es contrario a la enseñanza del Magisterio de la Iglesia homogéneo, unitario e infaliblemente asistido por el Espíritu Santo.

Queremos hacer notar finalmente que no se hace ninguna referencia en todo el libro (siendo la edición española de 1974) a la Declaratio ad fidem tuendam in mysteria Incarnationis et Sanctissimae Trinitatis a quibusdam recentibus erroribus, de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, que Pablo VI confirmó el día 21 de febrero de 1972.

L.A.

 

Volver al Índice de las Recensiones del Opus Dei

Ver Índice de las notas bibliográficas del Opus Dei

Ir al INDEX del Opus Dei

Ir a Libros silenciados y Documentos internos (del Opus Dei)

Ir a la página principal