CELA, Camilo José
Mazurca para dos
muertos
Seix Barral, Barcelona
1983
Sumario
I. Introducción; II. Fábula; III. Trama: A. Introducción; B. Resumen
de la trama; C. Trama; IV. Personajes; V. Valoración literaria; VI. Valoración
doctrinal; VII. Vocabulario Gallego-Castellano
I. Introducción
Mazurca para dos muertos, se presentó, como otras obras importantes
del autor con el sello del éxito (10 ediciones entre septiembre de 1983 y
febrero de 1985) que culminó en la concesión del Premio Nacional de Literatura.
Todavía a poca distancia de la fecha de publicación, la crítica ha dejado
juicios elogiosos en general, con algún testimonio negativo: subrayando la
continuidad de las novelas de Cela, Santos Sanz Villanueva señala que
"estas dos últimas obras (Oficio de tinieblas, 1973, y Mazurca
para dos muertos) confirman la dificultad de Cela para sostener un
argumento y unos tipos"; Mazurca para dos muertos le parece
"una prueba más del agotamiento del escritor, que se repite a sí mismo, y
de su siempre precaria capacidad para novelar. Mazurca... es una
repetición barroquizante de La colmena y de San Camilo 1936, con
la salvedad de haber sustituido el marco urbano por el contorno rural, y con el
agravante de haber acentuado los flancos más débiles de su literatura"[1].
II. Fábula
La novela es fundamentalmente un relato sobre la guerra civil española
en un marco rural gallego. Sobre el fondo de una numerosa galería de tipos y
costumbres, más o menos curiosos y en algún caso degradados, que componen esa
sociedad rural concreta, destacan los miembros de la familia más importante del
lugar, los Guxinde, y se describen sucesos de la guerra; sobre todo el que
constituye propiamente el argumento de la novela: el asesinato de Baldomero
Marvís y Cidrán Segade, por Fabián Minguela; y la posterior venganza que la
familia, una vez terminada la guerra, toma contra éste último. Fabián Minguela,
aprovechándose de las circunstancias de la guerra en zona nacional, manda sacar
a Afouto y Cidrán de sus casas y les dispara por la espalda, en la carretera.
Después de la guerra, se reúnen los Guxinde, y el hermano de Afouto, Tanis
Perello, es designado para matar a Fabián Minguela (Moucho). Lo hace azuzándole
sus perros de presa, con lo que en el informe forense, que se reproduce
al final de la novela como Anejo único, su muerte se califica de
accidental, debida a un ataque de lobos. Por otra parte, Adega, la mujer de
Cidrán Segade, al morir Moucho, desentierra el cadáver y lo da de comer al
cerdo, del que luego come ella y manda parte de la matanza a toda la familia.
III. Trama
A. Introducción
La novela no tiene capítulos y está compuesta íntegramente por el
monólogo interior del narrador que escribe el relato, en el cual fluyen
libremente observaciones varias, historias de múltiples personajes fragmentadas
y recurrentes —se organizan con técnica de puzzle, retazos de
conversaciones, etc.— con distintas voces narrativas y distintos puntos de
vista. El conjunto es difícil de resumir: las cosas se suceden unas a otras,
sin solución de continuidad —generalmente por asociación— en el flujo de la
memoria, como en una ocasión se dice: "Robín Lebozán lee lo que ya va
escrito y entorna los ojos para pensar. Sí, me gané el café, no hay duda, hay
cosas muy lejanas y cosas más próximas, la memoria revuelve el tiempo de los
sucesos y los nombres de las personas, a la memoria tanto le da, la verdad es
que ya queda todo muy lejano." (p. 189).
Dentro del desorden temporal que esto supone, pueden, sin embargo,
distinguirse algunas partes siguiendo el proceso antes-en-después de la
guerra, aunque algún hecho fundamental (la venganza particular de Adega), que
ocurriría después del final, se viene desgranando desde el principio de la
novela, y se hace patente antes de que suceda el hecho que la hace posible (la
muerte de Moucho). "A Afouto lo mató un muerto del que nadie quiere
acordarse, algunos ni pronuncian su nombre a ver si poco a poco se les olvida;
el muerto que mató a Afouto mató también al difunto de Adega y a diez o doce
más, al muerto que mató a Afouto lo acorraló un pariente mío y fue a morir como
un caballo viejo en la fuente das Bouzas do Gago." (p. 8).
Prescindiendo, pues, de algunos entrecruzamientos temporales que no
desfiguran excesivamente el hilo de los sucesos, y simplificando la
concurrencia de personajes menos significativos para la trama, podrían
distinguirse varias partes en la novela, que expondremos primero brevemente
para no perder la visión de conjunto, y después la describiremos con más
extensión.
B. Resumen de la trama
1) Hasta la página 135 aproximadamente, lo que predomina es la
presentación de personajes pertenecientes al medio rural gallego (Orense), en
el tiempo anterior a la guerra: especialmente los relacionados con la familia
de los Guxinde y ellos mismos, en una panorámica del país. A la vez, Adega
comienza a contar a don Camilo, intercalada y paulatinamente, lo que hizo con
el cadáver de Moucho.
2) A partir de la página 121 y sobre todo desde la 135, comienza a
predominar el tema de la guerra, con dos vertientes: lo que sucede en esa
Galicia descrita anteriormente, que queda en zona nacional, en la que se dan
continuos fusilamientos de muchos de los personajes conocidos en la primera
parte; y, por otro lado, una breve escapada hacia otras tierras, protagonizada
por Raimundo el de los Casandulfes y su primo el artillero Camilo, que, heridos
en el frente, se curan en el hospital de Logroño antes de volver a su país
natal. En las páginas 164-169, vemos a Moucho matar a Baldomero Marvis (Afouto)
y Cidrán Segade, con las manos atadas y por la espalda. Gaudencio, en casa de
la Parrocha, estaba tocando la mazurca Ma petite Marianne.
3) En la página 204, después de una enumeración caótica de muertos en
el frente (también muchos de los ya conocidos), prostitutas (también
mencionadas), bandos y consignas nacionales, etc., se incluye el famoso parte
que da por terminada la guerra. Meses más tarde, los Guxinde se reúnen el día
de San Carlos (4 de noviembre) de 1939 (pp. 222 y ss.) para cumplir la ley del
monte: el que mata debe morir. Don Camilo designa a Tanis Perello para cumplir
la sentencia. En la última página de la novela (249), Tanis mata a Moucho con
los perros que cría. Gaudencio aquella noche estuvo tocando la mazurca Ma
petite Marianne hasta el amanecer.
4) Anejo único. Se adjunta el Informe forense sobre el
cadáver de Minguela. Se achaca la muerte a los lobos.
C. Trama[2]
1) En esta parte, como se ha dicho, el hilo que predomina en el
recuerdo del narrador —en el que se alternan libremente descripciones,
narraciones, breves diálogos y el monólogo de Adega (aunque ésta se dirige
siempre a don Camilo, pero sin respuesta)—, es la presentación de los
personajes, de los que se cuentan los rasgos más característicos de su vida,
físico, actuación, etc. La presentación fundamental que se hace es la de los miembros
de la familia Guxinde, muy extensa, empezando por los hermanos Gamuzos, el
mayor de los cuales, Baldomero Marvís (Afouto) es uno de los dos muertos que
dan título a la novela.
"El mayor de los Gamuzos se llama Baldomero, bueno, se llamaba,
porque ya murió, Baldomero Marvís Ventela, o Fernández, otros le dicen
Fernández, es lo mismo, y se le conocía por Afouto porque era muy decidido y no
tenía miedo a nadie, ni vivo ni muerto. El día del Apóstol de 1933, en
Tecedeiras, que queda en la carretera de La Gudiña a Lalin, antes de llegar a
la mámoa de Corredoira, Afouto desarmó a una pareja de la guardia civil, les
ató las manos a la espalda y los entregó en el cuartel, con los mosquetones y
previo recibo. A él le dijeron que le iban a dar una paliza, después no se la
dieron, y a los dos guardias los echaron a la calle." (p. 12).
También se habla reiteradamente de Policarpo el de la Bagañeira,
Adega, su hija Benicia y su hermano Gaudencio; de Moncho Requeixo Casbolado
(Moncho Preguizas), Marcos Albite y la señorita Ramona. Todos son Guxinde.
Entre las páginas 38 y 42 se cuenta el curro del Xurés, al que asistieron, en
tiempos de la República, los varones jóvenes entonces de la familia: los tres
Gamuzos mayores (Baldomero, Tanis, Roquiño), Policarpo el de la Bagañeira —que
pierde tres dedos de la mano—, Brégimo Faramiñás, Marcos Albite, Moncho
Requeixo, Cidrán Segade —recién casado con Adega— y otros. De esta importante
reunión, que preside Afouto, se excluye expresamente a Fabián Minguela:
"Los Zapateiros no montan a caballo. A Fabián Minguela, Moucho, no le
dejamos venir al curro; los Carroupos tienen todos una chapeta de piel de
puerco en la frente, eso vale para encender mixtos, sí, pero no para hacerse al
monte detrás de los caballos ni para andar como si tal cosa entre nosotros
todos. Además, los Carroupo no son del país, bastante hacemos con no
escorrentarlos a palos. Y si crían mala sangre, pues que críen lo que quieran,
que el mundo da muchas vueltas y la última palabra siempre está por decir"
(p. 39).
Al terminar la evocación del curro, hay una clara pausa en la novela
(p. 43): "Cuando Robín Lebozán terminó de escribir lo que antecede, lo
leyó en voz alta y se levantó". Se abre de nuevo otro período de
presentación de personajes, de la familia y no de la familia, casi todos
marcados por historietas de carácter sexual, ordinariamente aberrante. Así las
relaciones que tienen como centro la casa de la señorita Ramona (Ramona,
Rosicler, Raimundo el de los Casandulfes...); anécdotas de personajes muy
dispares, la mayoría ya incoados en páginas anteriores: la criada muda de los
Venceás, que hace muy bien el licor de café (se incluye la receta), don Benigno
Portomourisco Turbisquedo y sus costumbres, las primas de Moncho Preguizas,
Adela y Georgina. Se habla de unos tíos (tío Cleto, tía Jesusa y tía Emilita)
que viven juntos y que tienen relativa importancia —como figuras curiosas, no
en función del argumento—. Tío Cleto, neurótico, anticlerical, odia a sus
hermanas, ultraclericales, que tampoco están bien y le pagan con la misma
moneda. Robín Lebozán le presta libros de versos a la señorita Ramona: hablan
de Rosalía, Bécquer, Curros, Ramón Cabanillas; los cuatro criados de la
señorita Ramona tienen entre 79 y 84 años. Todo mezclado con historias de otros
personajes del contorno, más o menos anormales: Pepiño Xurelo, el loco Gorecho
Tundas, el sacamantecas Manuel Blanco Romasanta, el parvo Roquiño Borrén; los
supuestos novios de tía Jesusa y tía Emilita y su posterior destino también
salen a relucir, y otros dispares personajes como la Parrocha o doña Rita,
dueña de El Bizcocho Inglés.
Algunos datos importantes en el desarrollo de la novela, son, en esta
parte, la consideración de Baldomero Marvís como héroe y el motivo de los
mastines loberos que cría Tanis Gamuzo: "Baldomero Marvís, o sea Afouto,
tiene una estrellita en la frente; no todos la ven, pero tener, ¡vaya si la
tiene! La estrellita que lleva Afouto en la frente cambia de color, según: unas
veces es roja como la espinela; otras dorada como el topacio; otras verde como
la esmeralda; otras blanca como un brillante, y así. (...) pero las cosas andan
desquiciadas y a Afouto le fue a cortar el hilo de la vida un desgraciado de
familia venida de afuera, un muerto de hambre" (pp. 79-80). También es
importante un fragmento aparentemente inocente sobre la habilidad de Adega para
hacer chorizos (receta incluida).
2) En la página 121 se establece un nuevo parón que hace terminar la
primera parte y comenzar la segunda: "Robín Lebozán se sienta en la
mecedora y lee en voz alta todo lo que antecede". Prácticamente en la
mitad de la novela, nos adentramos ya decididamente en el clima de la guerra;
se multiplican las referencias temporales al año 1936 y a las circunstancias
del momento: "Acaba de morir el rey Jorge IV, descanse en paz, le sucede
en el trono el príncipe de Gales (...) También ha muerto Rudyard Kipling, están
pasando cosas muy raras y desorientadoras" (p. 123). Desde aquí hasta la
página 204 se desarrolla la guerra, dividida en dos esta parte por el hecho
cumbre del asesinato de Afouto y Cidrán Segade (pp. 164-169). Las alusiones a
la guerra se mezclan con la continuación de historias de personajes ya
conocidos o con nuevas historias —las menos— de personajes sin importancia. La
guerra se presenta desde la retaguardia, como se ve desde la región en que se
desarrolla la novela: "A la taberna de Rauco llegan noticias muy confusas,
un viajante de comercio cuenta fantasías increíbles, sublevación de generales y
movimientos de tropas en Marruecos, la radio también da informaciones que no se
entienden bien y con frecuencia suenan marchas militares y pasodobles
toreros" (p. 128). Las cosas van tomando mal cariz: Moucho anda engallado,
Baldomero Afouto no quiere esconderse, don Jesús Manzanedo empieza a matar
personas supuestamente de izquierdas "por aprecio del orden y también por
deleite" (p. 135). Nuevamente historias recurrentes y variadas: tía Jesusa
se pone enferma y se muere; aparece muerto a puñaladas, en el portal de la
Parrocha, Bienvenido González Rosinos, Micifú, "organizador, instigador y
primer jefe de la Escuadra del Amanecer, que operaba con un ritual muy solemne,
parecían italianos" (p. 151).
Raimundo el de los Casandulfes se alista en las Banderas Gallegas de
La Coruña. Se lamenta el retraso que esta guerra va a suponer para España,
aparte de los crímenes que va a haber y ya está habiendo. Se habla una y otra
vez de un burdel de La Coruña. Robín Lebozán y la señorita Ramona hablan de la
guerra en casa de ésta. Moucho mata por fin cobardemente a Baldomero Marvís y a
Cidrán Segade: "Fabián Minguela, Moucho, no va a sacar de sus casas ni a
Cidrán Segade ni a Baldomero Afouto, no se atreve, Fabián Minguela se quedó a
una carreiriña de un can, primero de la casa de Cidrán Segade y después de la
de Baldomero Afouto, al verlos venir, mandó a diez hombres a que los prendieran
y se los llevaron atados, Cidrán Segade los recibió a tiros, se entregó cuando
le quemaron la casa, nadie vino ni al ruido de los disparos ni al resplandor
del incendio (...). Baldomero Afouto también tiró de escopeta y tuvo mejor
puntería porque mató a uno. Baldomero Afouto se entregó cuando cogieron a
Loliña, su mujer, y a sus cinco hijos, les tuvieron que tapar la boca con un
saco porque mordían" (p. 164).
"Fabián Minguela, el muerto que mató a Afouto, que va a matar a
Afouto, sonríe como un conejo a sus prisioneros, los dos van con las manos
atadas a la espalda, los dos tienen los ojos cruzados de venitas de sangre y
los dos guardan silencio (...) Fabián Minguela (...) se queda un par de pasos atrás
y le pega un tiro en la espalda a Baldomero Afouto; ya en el suelo, le da otro
tiro en la cabeza. Baldomero Marvís Ventela, o Fernández, alias Afouto, hace un
esfuerzo y muere sin un solo quejido, tarda en morir pero muere con dignidad y
sin dar ni calma ni consuelo ni alegría a quien lo matara" (p. 166).
Esa tarde, cuando llegó la noticia a casa de la Parrocha, Gaudencio
estaba interpretando al acordeón la mazurca Ma petite Marianne y seguirá
tocándola hasta la madrugada; es "una mazurca de luto" (p. 167).
Raimundo el de los Casandulfes, que está de permiso, está deseando que
se le acabe: el frente es menos criminal, hay menos veneno. Se recuerda que
Tanis Perello cría mastines loberos. Se habla de personajes ya conocidos y lo
que les sucede en estos tiempos de guerra. Hay un episodio, relativamente
extenso, en que se presentan retazos de la vida de Raimundo el de los
Casandulfes y su primo Camilo el artillero en Logroño, donde están curándose de
sus heridas. Aunque siempre interrumpido por el flujo de los recuerdos que
traen noticias de otros personajes, vemos a los dos primos recuperarse primero
en el hospital, en la sala gobernada por Sor Catalina, y luego en situación de
cura ambulatoria. Raimundo el de los Casandulfes piensa ya, con preocupación, en
la posguerra y en las órdenes que se están publicando en el Boletín Oficial y
que, en su opinión, son peores que la misma guerra.
Los dos primos vuelven a Galicia, los perros de Tanis son bravos y
serenos. Tanis es el hombre más fuerte de todo el contorno. El tiempo se
acelera al final de la guerra: en las páginas 201 a 204, sin ningún punto, ni
aparte ni seguido, se establece una enumeración caótica en que se mezclan
noticias de personajes ya conocidos que mueren en el frente, observaciones
varias, fragmentos de alocuciones patrióticas, comentarios sobre prostitutas,
avance de la guerra, etc.; hasta terminar con el conocido parte del 1º de abril
del 39. "El tiempo pasa y las conmemoraciones y los disimulos también;
cada vez que los nacionales tomamos una ciudad, la gente de la retaguardia se
echa a la calle a celebrarlo, ya quedan menos ciudades, lo más probable es que
esto esté llegando al fin, en la batalla de Alfambra los soldados caen como
moscas, Adrián Estévez Cortove, Tabeirón, murió en el frente de Madrid, la
metralla le dejó como un colador, los supervivientes de las guerras, de las
guerras púnicas, la guerra de los bóers, la guerra europea, la guerra de
Melilla, la guerra civil, esto es una guerra civil, llevamos un obituario en el
corazón y lo recordamos cada mañana con estremecimiento y con remordimiento, en
el bruñido espejo de Isabel y Fernando nos miramos todos los españoles,
Doloriñas Montecelo Trasmil, la pequeña de las siete Alontras, se repuso ya del
todo de su apendicitis, ahora da gusto verla sana como una manzana, la juventud
está diezmada, alférez provisional cadáver efectivo, (...) cada punto de tu
aguja hacendosa, mujer de España, es una victoria segura contra el frío que
tortura a los soldados que con su sacrificio están haciendo la patria, toma de
Madrid, 1 de abril de 1939, Año de la Victoria: en el día de hoy, cautivo y
desarmado el ejército rojo, etc. La guerra ha terminado" (pp. 201 y 204).
3) La última parte de la novela propiamente dicha, la constituye el
castigo de Moucho, dictado por la ley del monte, una vez acabada la guerra. El
comienzo de esta parte lo marca el abrupto fin de la anterior, arriba citado,
al que, sin solución de continuidad, sigue un párrafo de opuesto ritmo:
"Llueve como llovió toda la vida, yo no recuerdo otra lluvia, ni otro
color, ni otro silencio, llueve con lentitud, con mansedumbre, con monotonía,
llueve sin principio ni fin, se dice que las aguas vuelven siempre a sus cauces
y no es verdad" (p. 204).
Hablan Raimundo el de los Casandulfes, que está especialmente
deprimido, la señorita Ramona (Moncha) y Robín Lebozán. Hablan de la guerra y
de las represiones posteriores. Vuelve a salir la casa de la Parrocha con
Gaudencio tocando el acordeón y escenas del país después de la guerra:
personajes conocidos que han muerto en ella, etc. Aparece algún personaje
nuevo: uno más de los mayores del clan Guxinde: tío Evelio, al que llaman
Xabarín "porque es corpulento y silvestre" (p. 212). Pronto (pp.
222-224) se van a reunir todos los de la familia para determinar la conducta
que se va a seguir con Moucho: "El día de difuntos del año 1939 ya había
empezado la segunda guerra mundial, el día de San Carlos va poco después del
día de difuntos, el día de San Carlos del año 1939 y convocados por Robín
Lebozán se juntan veintidós hombres, todos parientes de la sangre, en casa de
la señorita Ramona" (p. 222). Son exactamente: Raimundo el de los
Casandulfes, los cuatro Gamuzos útiles: Tanis Perello, Roquiño Crego de
Comesaña, Matías Chufreteiro, Julián Paxarolo (libran Celestino Carocha y
Ceferino Furelo por curas, y Benitiño Lacrau y Salustio Mixiriqueiro, por
defectuosos); los tres Marvises de Briñidelo: Segundo, Evaristo y Camilo (el
padre, Roque, no está porque ya va viejo), Don Camilo y el artillero Camilo;
don Baltasar y don Eduardo, hermanos de don Camilo; Lucio Segade y sus tres
hijos mayores, Lucio, Perfecto y Camilo; tío Cleto, Marcos Albite, Policarpo el
de la Bagañeira, Moncho Preguizas, tío Evelio y Robín Lebozán Castro de Cela
(Gaudencio no está por ciego). Los atienden la señorita Ramona, Adega, su hija
Benicia, la parva de Martiñá y las dos primas de Moncho, Georgina y Adela. Los
hombres cenan, después rezan el Padrenuestro puestos en pie; todos vuelven a
sentarse. Informa Robín Lebozán de lo que todos saben y dice el nombre, que no
se ha de volver a pronunciar, del que mató a Baldomero y Cidrán. Después de un
silencio —"La decisión, aunque esperada, estremece un poco el espinazo de
cada cual" (p. 224)—, Don Camilo mira a Tanis Perello, que será quien mate
a Moucho. Avisará a los demás, cuando lo haga, con una bomba de palenque.
Las páginas restantes, hasta la 249 en que acaba el relato, aunque la
novela prosiga en el Anejo único, reflejan una inquieta espera del cumplimiento
de la sentencia, con escenas variadas (casa de la Parrocha, recuerdos de
personajes recurrentes y todavía alguno nuevo, actitud de los que saben lo que
va a pasar: Tanis Perello, Policarpo el de la Bagañeira, tío Cleto, más
derrotado y caprichoso que nunca). En la página 242, después de ver a Tanis
Perelló cuidando sus perros, de los que se pondera la peligrosidad, volvemos a
oir a Adega en su conversación con don Camilo, pero esta vez para concretar lo
que hizo exactamente con "el muerto que mató a su difunto" (p. 242):
desenterrarlo, darlo de comer al cerdo, comer después del cerdo y pensar en
otra cosa y beber un trago de vino cuando le venía la repugnancia: "tardé
mucho en sacarlo de la tierra, más de tres horas, al muerto se le iban cayendo
los gusanos y cheiraba a podre condenado, los muertos que tienen el ánima en
los infiernos cheiran peor, eché la cabeza al cerdo que después comí, sabía a
gloria, los lacones por un lado, los chorizos y la cachola por otro, los
jamones bien curados al humo de la lareira, el raxo, el unto, no quedó
nada" (p. 242). Parte del cerdo lo repartió entre los parientes.
Después de algunas escenas variadas más, en las dos últimas páginas
(248-249), Tanis Perello, en quien se han centrado las dos páginas anteriores, se
decide a buscar a Moucho para matarlo, en un paraje solitario por donde ha
tenido aviso de que va a pasar. Se le acerca en la fuente das Bouzas y lo
desarma: "el Moucho se pone de rodillas y llora y suplica, Tanis Gamuzo le
dice:
—No soy yo quien te mata, es la ley del monte, yo no me puedo echar
atrás de la ley del monte.
Tanis Gamuzo se aparta y Sultán y Morito le dan las mordeduras
bastantes, las dentelladas precisas, ni una más" (p. 249).
Tanis se aleja con sus perros. A las dos horas o así, retumbó una
bomba de palenque. Se supone la alegría de todos; se sabe la de la señorita
Ramona y la del ciego Gaudencio, que estuvo tocando la mazurca Ma petite
Marianne hasta el amanecer.
4) En cursiva, como "Anejo único" se incluye el informe
forense, redactado en lenguaje técnico, sobre el cadáver de Fabián Minguela
Abragán. Como conclusión del informe se declara, entre otras cosas, que la
muerte debió producirse por mordeduras de lobos y fue, por tanto, accidental.
Fin de la novela (p. 256).
IV. Personajes[3]
ADEGA BEIRA BOUZOSO: Mujer de Cidrán Segade. Desentierra al asesino de
su marido, se lo da de comer al cerdo, que luego come ella y reparte a la
familia. A lo largo de la novela va contando esta historia a don Camilo.
ADOLFITO PENOUTA AUGALEVADA (CHOQUEIRO): Fue novio de María
Auxiliadora Porrás, pero ésta lo dejó porque iba para muerto. Se casó con
Georgina, prima de Moncho Requeixo, que le engañaba. Se ahorcó en un armario.
ADRIAN ESTEVEZ (TABEIRON): Baja a la laguna de Antela, buceando, a
coger las campanas de la sumergida (y legendaria) ciudad de Antioquía. Muere en
el frente de guerra.
ALIFONSO MARTINEZ: Celador de telégrafos. Dolores, la criada del cura
de San Miguel de Buciños, y éste mismo, lo esconden durante la guerra para
librarlo de la muerte.
ANTONIO VEGADECABO: 81 años, natural de Cende, criado de la señorita
Ramona.
ANUNCIACION SABADELL: Pupila de la casa de la Parrocha. Cuando puede,
da gratis sus servicios al ciego Gaudencio.
BENICIA SEGADE BEIRA: Hija de Cidrán y
dega. Es la amante —al menos, así lo parece— del narrador y de don
Ceferino Marvís. Ayuda a su madre a enterrar a Cidrán.
BENITO GAMUZO (LACRAU): Es sordomudo, pero listo. Trabaja en la
fábrica de ataúdes. Vive con sus hermanos Chufreteiro y Salustio.
BALDOMERO MARVIS CASARES (TRIPEIRO): Casado con Teresa Ventela (o
Fernández) Valduide (Cachifa). Padre de los nueve hermanos Gamuzos. Murieron,
en 1920, en un accidente de tren.
BALDOMERO MARVIS VENTELA o FERNANDEZ (AFOUTO): El mayor de los
Gamuzos, el de más valentía y autoridad, cuya muerte —lo asesina Fabián
Minguela— da pie a la novela.
BIENVENIDO GONZALEZ ROSINOS (MICIFU): Perito mercantil, organizador de
la Escuadra del Amanecer, que, en la retaguardia, mataba con un ritual muy
solemne, a lo italiano. Muere asesinado en el portal de la casa de la Parrocha.
BRAULIO DOADE: 82 años, natural de Camposancos, criado de la señorita
Ramona.
BREGIMO FARAMIÑAS JOCIN: Padre de la señorita Ramona. Acude al curro
del Xurés cuando era cadete de intendencia. Su mujer se ahogó en el río, no se
sabe si a propósito o no.
DON CAMILO: Interlocutor de Adega, al que cuenta su venganza. Le
regala Farias a Marcos Albite.
DON CAMILO: Preside el consejo de familia y da a Tanis Perello la
orden de que sea él quien mate a Fabián Minguela. No parece ser el interlocutor
de Adega, aunque también ése sea de la familia.
CARMELO MENDEZ: Segundo marido de Georgina. Murió en el frente de Oviedo, de un tiro en
la sien.
CATUXA BAINTE (LA PARVA DE MARTIÑA): Le gusta bañarse en la presa del
molino. Tanis Perello abusa de ella, con su consentimiento. Durante la guerra,
entierra al molinero asesinado por los nacionales.
CEFERINO MARVIS (FURELO): Quinto hermano Gamuzo,
gemelo de Celestino. Es cura
párroco. Es pescador: lleva de vez en cuando lo que pesca a Benicia, con quien
convive los primeros y terceros martes de mes.
CELESTINO MARVIS (CAROCHA): Cuarto hermano Gamuzo, gemelo de Ceferino
y también cura. Es cazador: lleva de vez en cuando lo que caza a su amante.
CELSO VARELA: Supuesto novio de tía Emilita, a la que dejó por irse
con la supuesta cómica Maruja Bodelón Alvarez (Marujita).
CLAUDIO DOPICO LABUÑEIRO: Maestro de escuela. Se entiende con doña
Elvira, la patrona de la casa de huéspedes de Logroño, y con la criada,
Castora.
TIO CLAUDIO MONTENEGRO: Uno de los mayores del clan Guxinde. Durante
la guerra, cuando le fueron a buscar, puso cepos de lobos alrededor de su casa
y en uno de ellos tuvo tres días, sin comer ni beber, a Wenceslao Caldraga.
TIO CLETO: Se pasa la vida peleándose con sus hermanas tía Jesusa y
tía Emilita. Su mujer, Lourdes, murió en París, en viaje de novios. Su perra
Véspora se alimenta de sus vómitos (le gusta vomitar en cualquier parte, entre
otros indicios de locura).
CONCEPCION ESTIVELLE GRESANDE (CONCHA DA CONA): Mujer de Pepiño
Xurelo. Se fugó con un astorgano.
CURA DE SAN MIGUEL DE BUCIÑOS (DON MEREXILDO AGREXAN FENTEIRA): Va
siempre rodeado de moscas. Las mujeres le persiguen por su atractivo. Según
dicen, va ya por los quince hijos naturales.
CHOMIN GALBARRA LARRAONA: Requeté herido de guerra, sin manos y sin
ojos.
CHELO DOMINGUEZ (LA DE LOS AVELAIÑOS): Mujer de Roque Gamuzo.
DOROTEO SOUTULLO DUREIXAS: Cabo de la guardia civil. Tiene gustos
literarios (Espronceda, Núñez de Arce, Campoamor, Antonio Grilo). Tuvo un hijo
con la criada muda de los Venceás; ahora éste tiene un taxi en Allariz y tres
hijos estudiando en la Universidad de Santiago.
TIA EMILITA: Hermana de tío Cleto y tía Jesusa. Se supone que tuvo un
novio, pero es mentira. Reza sin parar y aborrece a su hermano.
EUTELO O CIROLAS: Consumero de Orense, de malas
ideas. Padre de Rosa Roucón,
mujer de Tanis Perello. Escupió a Gaudencio porque no quiso tocar la mazurca Ma
petite Marianne. Marta la Portuguesa, pupila de la casa de la Parrocha, le
odia por eso.
TIO EVELIO (XABARIN): 70 años, viudo, uno de los mayores del clan
Guxinde.
"A Xabarín se le murió la mujer hace ya muchos años, más de medio
siglo, la mujer de Xabarín fue muy guapa y espiritual y andaba siempre con
collar de perlas y muy bien vestida. Xabarín no volvió a casarse aunque no le
faltaron proporciones y anduvo de picaflor toda la existencia, a ésta quiero, a
ésta no quiero, a ésta le hago un hijo y le pago la carrera de cura, a esta
otra le hago una hija y le pongo una fonda, y así sucesivamente" (p. 213).
FABIAN MINGUELA ABRAGAN (MOUCHO): De la familia de los Carroupos;
todos con una chapeta de piel de cerdo en la frente. No son del país y son
"zapateiros", esto es, trabajan bajo techado. Resentido, se crece
durante la guerra y mata a diez o doce, entre ellos a Baldomero Afouto y Cidrán
Segade. Juzgado por la familia de éstos, Tanis Perello se encarga de matarle
con sus perros, una vez terminada la guerra.
FELICIANO VILAGABE SAN MARTIÑO: Fue novio de Angustias Zoñán Corvacín.
El día de su boda, al salir de la iglesia, la abandonó.
FILEMON TOUCIDO ROZABALES: Con él huyó Teresita del Niño Jesús Mínguez
Gandarela, esposa del veterinario Medardo Congos. Murió en el frente de
Valdesequillo.
FINA LA PONTEVEDRESA (PORCA MARIÑA): Viuda de Antón Guntimil, de quien
se burlaba y engañaba. A su marido le mató un tren. Amante, entre otros, del
cura don Celestino Carocha.
GAUDENCIO BEIRA: Hermano de Adega. Era seminarista pero se quedó ciego
y lo echaron. Toca el acordeón en casa de la Parrocha. Toca la mazurca Ma
petite Marianne el día de la muerte de Afouto y el de la muerte de su
asesino, Moucho. Esta mazurca sólo es para ocasiones de este tipo.
GORECHO TUNDAS: Loco con manías religiosas que se pega fuego en un
ataúd.
IGNACIO ARAUJO CID: Novio de Clarita, hija de don Jesús Manzanedo.
Cuando éste empezó a asesinar, Ignacio se fue voluntario y lo mataron a poco de
llegar al frente.
INOCENCIO SOLLEIROS NANDE: Padre de Rosicler. Lo mató don Jesús
Manzanedo.
DON JESUS MANZANEDO: Del lado de los nacionales, le gusta matar gente
supuestamente de izquierdas. Murió en la cama pero con el cuerpo podrido y
oliendo a muerto.
TIA JESUSA: Hermana de tío Cleto y tía Emilita. Se supone que tuvo un
novio pero es mentira. Reza sin parar y aborrece a su hermano. Muere de muerte
natural.
JULIAN MARVIS VENTELA, o FERNANDEZ, o sea, JULIAN (XIAO) GAMUZO
(PAXAROLO): Tiene una relojería en Chantada, de su mujer, Pilar Moure Pernas.
La relojería era de su primer marido, Urbano Dapena Escairón, y la hereda al
morir su hijo, Urbanito. Julián y Pilar tienen cinco hijos y tres hijas.
LA PARROCHA (PURA GARROTA): Dueña de una casa de prostitución en
Orense. Tiene un mantón de Manila con caritas de chinos, de marfil, que vale
una fortuna.
LAZARO CODESAL GROVAS: Murió joven en la guerra de Marruecos. Desde su
muerte se borró la raya del monte.
LESMES CABEZON ORTIGUEIRA: Practicante, también mata gente de
izquierdas. En un prostíbulo de La Coruña arma un escándalo porque cree que es
una bomba el reventón de una cañería.
LODOLA (RESURRECCION PENIDO): Pupila de la Parrocha.
LOLIÑA MOSCOSO RODRIGUEZ: Mujer de Afouto. Muere accidentalmente
cuatro o cinco años después de quedarse viuda.
TIA LOURDES: Mujer de tío Cleto. Murió en París, de viruelas, durante
la luna de miel.
LUCIO MOURO: Molinero. Lo matan durante la guerra, en la retaguardia.
LUISIÑO BOCELO (PARRULO): Ex seminarista, criado de don Benigno
Portomourisco Turbisquedo. Le lleva el pan y el agua a su mujer; antes lo
castró, por si acaso. Después se quedó ciego y murió de una pulmonía
(probablemente debido a los caprichos de su amo).
MAMERTO PAIXON: Amigo de Manueliño Remeseiro
Domínguez. Quiso inventar un
aparato para volar y se estrelló: quedó inútil.
MANUEL BLANCO ROMASANTA: Fue un conocido sacamantecas (hombre lobo),
en tiempos de Isabel II. Mató a trece personas; entre ellos, algunos hijos
suyos.
MANUELIÑO REMESEIRO DOMINGUEZ: Preso por haber matado a uno en una
pelea de romería. Empolló un huevo de cuervo debajo del brazo; el cuervo se
llama Moncho.
MARCOS ALBITE MURADAS: Estuvo loco nueve años. En esos años, su madre
se ahorcó, su mujer murió atropellada por un tren, y también su hijo, de
garrotillo. Después le mordió un raposo rabiado y le tuvieron que cortar las
dos piernas; vive en un cajón con cuatro ruedas.
MARICA RUBEIRAS, LA DE LOS TUNOS: Engaña a su marido, Santos Cófora
(Leitón) de 62 años, con don Celestino (Celestino Carocha).
MARTA LA PORTUGUESA: Pupila de la casa de la Parrocha. Odia a Eutelo o
Cirolas, porque escupió a Gaudencio.
LOS MARVISES DE BRIÑIDELO (SEGUNDO, EVARISTO y CAMILO): Parientes a
quienes los Marvises y otros ayudan en el curro del Xurés, en tiempos de la
República.
MATIAS MARVIS (CHUFRETEIRO): Sexto Gamuzo. Trabaja en la fábrica de ataúdes El Reposo.
Viudo de Puriña, hermana de Loliña Moscoso, no se volvió a casar y cuida de dos
hermanos menores, con quienes vive.
MEDARDO CONGOS: Veterinario. Cuando su mujer, Teresita del Niño Jesús
Mínguez Gandarela, huyó con otro, dió un banquete para celebrarlo.
MERCEDES y BEATRIZ MENDEZ COTABAD: Dos niñas gemelas, muy traviesas.
En su casa de Cambados, estuvo, de pequeña, su prima la señorita Ramona, para
tomar baños de mar.
MONCHO REQUEIXO CASBOLADO (MONCHO PREGUIZAS): Perdió una pierna en la
guerra de Marruecos y tiene una pata de palo. Ha viajado mucho y tiene mucha
fantasía, miente con facilidad. Sus primas, Georgina y Adela, se distinguen en
la novela por su inmoralidad.
"—Con una pata de palo, si está bien calibrada, tampoco se vive
tan mal, no vayan ustedes a creer. Entre los indígenas de New Titanic, una isla
que hundieron los ingleses en el océano Pacífico, la hundieron a cañonazos
porque sus habitantes querían implantar el sistema métrico decimal, era signo
de distinción el llevar una pata de palo; a mí quisieron hacerme primer
ministro, pero les dije que no porque prefería volver al país.
Moncho Preguizas tiene hechuras de explorador a la antigua, es
mentiroso, enamoradizo, decidido, zángano y fabulador" (p. 23).
PADRE OBDULIO SANTISTEBAN, S.J.: Predicador intransigente; tía Jesusa
y tía Emilita suelen invitarlo a merendar.
"El P. Santisteban, S.J., era un pardillo que sorbía rapé y le
acababa con la cascarilla a las tías.
—¿Otra tacita, don Obdulio? Esto siempre reconforta.
—Por complacer, mis buenas amigas, por complacer...
El P. Santisteban, S.J., no conocía la misericordia.
—El día del Juicio Final los justos recibiremos nuestra recompensa
entre alegres y saludables risas mientras los condenados caerán en la horrible
caldera en la que arderán entre espantosos tormentos hasta la consumación de
los siglos, ¿me pasa una galletita, amiga Jesusa?, que Dios se lo pague. Y
nosotros les diremos henchidos de razón: ¿No queríais gozar de las galas del
mundo corrupto y de los deleites de la carne pecadora? ¡Pues ahí tenéis vuestro
premio! ¡Arded, malditos, y sufrid mientras nosotros nos solazamos con la
bienaventuranza eterna!, ¿me sirve un culín de cascarilla, amiga Emilita?, que
Dios se lo pague.
El P. Santisteban, S.J., no es muy distinguido para jesuita, parece un
escolapio, y además no huele demasiado bien, vamos que hiede a chotuno o sea a
macho cabrío" (p. 105).
PARVO DE BIDUEIROS: Hijo natural del cura de San Miguel de Buciños. Lo
ahorcaron sin querer; para ensayar, pero se murió.
PASCUALIÑO ANTEMIL CACHIZO: Cabo de infantería que murió al llegar al
frente. Su madrina de guerra, Basilisa la Parva, le siguió mandando chocolate y
tabaco.
"Basilisa la Parva, la de la Tonaleira, es madrina de guerra del
pobre Pascualiño Antemil Cachizo, cabo del regimiento de infantería Zamora nº
8, le escribe todas las semanas y le manda chocolate y tabaco, al cabo Antemil
lo mataron pero Basilisa la Parva, como no lo sabe, le sigue mandando chocolate
y tabaco, alguna semana va también algún chorizo, a alguien aprovechará porque
aquí nada se pierde" (p. 180).
PEPIÑO POUSADA COIRES (XURELO): Tuvo meningitis de niño y no quedó
bien de la cabeza.
PERPETUO CARNERO LLAMAZARES: En su testamento, dejó a la Parrocha sus
colecciones de sellos, abanicos y monedas de oro. Su hijo murió en el frente.
PERPETUO CARNERO TASCON: Hijo de don Perpetuo Carnero Llamazares. Le
dieron un tiro en la pierna y murió desangrado, en la sierra de Alcubierre.
PILAR MOURE PERNAS: Relojera de Chantada, casada con Xiao (Julián)
Marvís.
POLICARPO EL DE LA BAGAÑEIRA: En el curro del Xurés pierde tres dedos
de la mano. Sabe amaestrar animales. Su padre, don Benigno Portomourisco
Turbisquedo era muy celoso y tuvo encerrada a pan y agua a su mujer, Dorotea
Expósito, la Bagañeira, hasta que ésta se cortó las venas.
PURIÑA CORREGO: 84 años, natural de los Baños de Molgas, criada de la
señorita Ramona.
RAIMUNDO EL DE LOS CASANDULFES: Primo —y amante— de la señorita
Ramona. Va voluntario a la guerra por temor a los problemas de la retaguardia.
Es herido y se recupera en varios hospitales hasta que vuelve al país.
SEÑORITA RAMONA FARAMIÑAS (MONCHA): Tiene unos treinta años, soltera.
De conducta inmoral. En su casa se reúne el consejo de familia que condena a
Moucho.
"La señorita Ramona representa unos treinta años, quizá alguno
más, y tiene el porte altivo y un poco caprichoso, también seguro y un si es no
es distante y tímido y con misterio. La señorita Ramona tiene los ojos grandes
y negros como el azabache de Compostela y es morena de tez, a lo mejor es medio
mejicana, los Casandulfes tienen una abuela o bisabuela mejicana. La señorita
Ramona tuvo tres novios pero se quedó soltera por dignidad. La señorita Ramona
compone poesías, interpreta sonatas al piano y vive con dos criados carcamales
y dos criadas brujas que heredó de su padre, don Brégimo Faramiñás Jocín, que
era espiritista y aficionado a tocar el banjo y que murió de comandante de
intendencia. Los servidores de la señorita Ramona son cuatro calamidades, lo
que se dice cuatro fiascos, pero tampoco puede echarlos de casa a que se mueran
de hambre y de miseria.
—No; seguid ahí hasta que os vaya enterrando, lo probable es que ya no
duréis mucho.
—Gracias, señorita, que Dios le premie su caridad" (pp. 25 y 26).
RICARDO VAZQUEZ VILARIÑO: Supuesto novio de tía Jesusa. Murió en el
frente.
RITA FREIRE: Dueña de la fábrica de galletas El Bizcocho Inglés.
Persigue y logra casarse con don Rosendo Vilar Santeiro, al que ofrece una gran
cantidad de dinero para que se secularice. Su primer marido se había suicidado.
ROBIN LEBOZAN CASTRO DE CELA: Va escribiendo la novela. No va a la
guerra. Es ocasional amante de la señorita Ramona, su prima. Es el más
intelectual de estos primos. Le corresponde convocar a la familia para el
consejo en que se decide la muerte de Moucho.
"Robín Lebozán tardó en sanar tres días, llegó a tener mucha
calentura y a desvariar.
—¿Dije demasiadas tonterías?
—No, las de siempre, me hiciste una escena de celos y me llamaste
esposa infiel...
La señorita Ramona sonrió con gesto muy ponderado y sabio.
—Yo nunca pensé casarme contigo, Robín, yo casi nunca me hago vanas
ilusiones de nada.
Y Robín Lebozán le respondió con una sonrisa galante.
—Perdóname, Moncha, se conoce que yo sí lo pensé, ¡qué quieres!, yo me
paso la vida haciéndome vanas ilusiones de todo" (p. 192).
TIO RODOLFO EL VENTILADO: Cuando se enteró de que su primo Camilo se
había casado con una inglesa se hizo papel de cartas con membrete en inglés.
ROQUE MARVIS (CREGO DE COMESAÑA): Tercer Gamuzo. Casado con Chelo Domínguez la de los
Avelaiños.
ROQUE MARVIS: Hermano menor de Tripeiro. Es el padre de los Marvises
de Briñidelo.
ROQUIÑO BORREN: Es parvo, su madre le pega. Lo tuvieron cinco años
metido en un baúl. Su madre cree que los parvos ni sienten ni padecen.
ROSA LOURESES: Madre de los Marvises de Briñidelo.
ROSALIA TRASULFE (CABUXA TOLA): Durante la guerra, es amante de
Moucho, por miedo.
ROSICLER: Enfermera. Absolutamente inmoral. A su padre, Inocencio
Solleiros Nande, lo mata don Jesús Manzanedo.
SABELA SOULECIN: 79 años, natural de San Cristóbal de Cea, criada de
la señorita Ramona.
SALUSTIO MARVIS (MIXIRIQUEIRO): Es inocente (oligofrénico). Se pasa la
vida quejándose. Vive con sus hermanos Chufreteiro y Lacrau.
SANTO FERNANDEZ: Antepasado de la familia, nació el día del Apóstol
(25 de julio) de 1808 y se dice que lo martirizaron en Damasco. Dejó muchos
hijos naturales.
SECUNDINA: Madre de Roquiño Borrén. Fuma colillas lavadas y limpia la
entrada principal de la casa de los tíos Cleto y de sus hermanas cuando muere
tía Jesusa.
SOR CATALINA: Monja del hospital de Logroño, donde están heridos
Raimundo el de los Casandulfes y su primo el artillero Camilo.
"En la sala 5ª, Raimundo el de los Casandulfes y su primo son los
únicos que tienen cepillo de los dientes particular.
—¿Y pasta de los dientes?
—Sí, tienen un tubo de Perborol a medias.
Una mañana sor Catalina se presentó con un cepillo de los dientes en
la mano y habló a la zurrada tropa.
—A ver si os enteráis, que sois muy brutos, ¡que Dios me dé paciencia!
Esto de la higiene es muy importante, tenéis que estar todos muy bien limpios
para que se mueran los microbios, ¿os enteráis?, y como los únicos que tienen
cepillo de los dientes son estos dos gallegos, vergüenza debía daros, ¡dos
gallegos!, pedí al coronel un cepillo para esta sala y me lo concedió, aquí lo
tenéis.
Sor Catalina mostró a todos el cepillo, que era de color caramelo.
—¿Lo veis bien?
—Sí, hermana.
—Bueno, pues desde esta tarde, mientras pasamos el rosario, os voy a
lavar los dientes a todos, empezando por una esquina y acabando por la
otra" (pp. 180-181).
TANIS MARVIS (PERELLO): Segundo de los Gamuzos. Tiene mucha fuerza.
Cría mastines loberos y con ellos mata a Moucho. Está casado con Rosa Roucón,
que vive alcoholizada.
TORIBIO DE MOGROVEJO Y DE BUSTILLO DEL ORO: En realidad, Toribio
Expósito. Le detiene la guardia civil, acusado de estafa.
VENANCIO LEON MARTINEZ: Se suicida con veneno en el camposanto de
Logroño. No mataba rojos, pero sí rapaba a las mujeres.
LOS VENCEAS: Familia que tiene una criada muda que prepara muy bien el
licor de café. Atiende a la madre, Dorinda, de 103 años. Tuvo un hijo con
Doroteo, cabo de la guardia civil.
XAN AMIEIROS: Hermano de Manecha Amieiros, amante del abuelo de don
Camilo, interlocutor de Adega. El abuelo (también llamado Camilo) mató a Xan en
una pelea y tuvo que irse un tiempo a Brasil.
V.
Valoración literaria
A) Técnicas narrativas
Como ya hemos visto, el texto de Cela utiliza diversas posibilidades
que ofrecen las actuales técnicas narrativas: distintas voces y puntos de vista
en el discurso mental del narrador que recuerda. En general, la narración es
retrospectiva, con anisocronías; se trata de una reconstrucción de los hechos a
través de distintas fuentes en un desarrollo fundamentalmente lineal: antes,
en, después de la guerra; visto desde después, en su conjunto.
El tema de la guerra aparece insinuado al principio y poco a poco va
incrementándose hasta dominar el relato: la interrupción de la vida rural más o
menos paradisíaca, las consecuencias generales del mal sobrevenido, que es la guerra,
y un caso concreto que desencadena el ajuste de cuentas (la muerte de Afouto
por Fabián Minguela y la de éste por Tanis Perello). Con las técnicas aludidas,
en el fluir libre del recuerdo, con analepsis y prolepsis, etc., se hace saber
oscuramente desde el principio lo que después va a ser claro y meridiano (hasta
llegar a la exactitud, paradójicamente falsa, del informe forense del anejo).
La lluvia es un elemento de unión entre el mundo de la guerra y el
anterior a ella; aunque haya hechos tan graves que hagan que ya nada sea lo
mismo que antes, puede que la lluvia consiga igualarlos, una vez que la ley del
monte sea cumplida: "Llueve sobre la tierra del monte y sobre el agua de
los regatos y de las fuentes, llueve sobre los tojos y los carballos, las
hortensias, los buños del molino y la madreselva del camposanto, llueve sobre
los vivos, los muertos y los que van a morir, llueve sobre los hombres y los
animales mansos y fieros, sobre las mujeres y las plantas silvestres y de
jardín, llueve sobre el monte Sanguiño y la fonte das Bouzas do Gago en la que
bebe el lobo y a veces alguna cabra perdida y que no vuelve jamás, llueve como
toda la vida y aún como toda la muerte, llueve como en la guerra y en la paz,
da gusto ver llover sin que se sienta el fin, a lo mejor el fin de la lluvia es
el fin de la vida, llueve a Dios dar como antes de que se inventara el sol,
llueve con monotonía pero también con misericordia, llueve sin que el cielo se
harte de llover y llover" (p. 248).
B) Referencias temporales
El relato se desarrolla en diversos planos temporales, siempre
referido a los hechos cruciales de las muertes de Afouto y Moucho, pero con
intencionada confusión en algunos puntos. Puede servir de ejemplo todo lo
relativo al San Camilo de madera que hace Marcos Albite a su pariente Camilo.
Sus conversaciones sobre el San Camilo parecen pertenecer a un tiempo posterior
a la guerra: "Voy a apuntar en un papel que tengo que pedir más farias a
mis primos de La Coruña para regalarle a Marcos Albite, he de corresponder al
San Camilo de palo, lo más probable es que sea una obra de arte. Cuando fuera
del curro del Xurés, Marcos Albite y yo nos hablábamos de tú, después vino la
guerra y empezaron a pasar sucesos y a atropellarse cosas y ahora nos decimos
unas veces de tú y otras de usted, según nos da, delante de la gente solemos
tratarnos de usted, yo le digo más veces de tú que él a mí" (p. 54). Pero,
en un momento dado. Marcos Albite le pide a su pariente que no se lleve a la
guerra esa talla de madera, no se vaya a perder o a estropear (p. 194).
No hay un tiempo de la narración establecido claramente; más bien hay
desenfoque intencionado del momento en que se escribe el relato: por
referencias temporales internas vemos que, al menos en parte, es después —pero
no sabemos cuánto— de la guerra. No sólo, como es obvio, por la muerte de
Moucho (las fechas claves son noviembre de 1936, para la muerte de Afouto y
Cidrán Segade, y enero de 1940, para la de su asesino, marcadas por la mazurca
de Gaudencio: pp. 11, 46, 243) sino por otras alusiones: se dice que Gaudencio
murió en la primavera de 1945, tío Claudio Montenegro a poco de acabar la
guerra, e incluso se habla de fechas muy recientes: el hijo taxista de Doroteo
y la muda nace durante la República (es decir, antes de 1936), y sus hijos
están ya estudiando carreras universitarias en Santiago. En otra ocasión,
después de presentar la actuación de un personaje, se lee: "todavía falta
algún tiempo para que esta situación pueda producirse" (p. 238). Es decir,
se juega con el tiempo declaradamente. Existen otras referencias temporales
internas y externas: el año clave de 1936 se señala por la muerte de Jorge V,
la de Kipling, el centenario de Bécquer... El paso del tiempo también se
muestra indirectamente: los ancianos criados de la señorita Ramona se van
muriendo, los animales de su casa envejecen.
La conexión con el mundo real, con la historia de España, se nos da
indirectamente: a través de menciones de canciones ("Raimundo el de los
Casandulfes también tararea el Cara al Sol y Mi jaca, el Oriamendi
lo silba porque no sabe la letra, lo mismo le pasa con el Himno de Riego,
con éste hay que andarse con más cuidado porque puede molestar a alguien":
p. 237); personas (el tenor Fleta: p. 73); o cosas (marcas de papel de fumar:
"Mambú", "Indio Rosa": p. 96). Las noticias oficiales se
intercalan sin elaborar en el relato: con técnica de collage, se
introducen textos de bandos de la época, consignas, nuevas ciudades tomadas,
etc.
C) Proliferación de personajes
Los personajes son muchos y variados. Su número puede resultar
abrumador en proporción a las páginas de la novela. A algún crítico llega a
parecerle que "Las dos muertes que titula la novela son en realidad, un
pretexto para el desfile de los personajes que, con mayor o menor entidad
forman este retablo vario, abigarrado y apasionado"[4]. En efecto, como en otras obras de Cela,
tiene gran interés el desfile de personajes de mucha, poca o ninguna
importancia; desfile inagotable, que le seduce y le lleva a multiplicar los
nombres y las historias. En la mayoría de los casos, la identificación se da
por nombre, dos apellidos y apodo, no siempre citados de la misma manera: lugar
y relaciones familiares, rasgos personales y anécdotas de todo tipo, muchas de
ellas ligadas a lo sexual degradado, aberrante. El narrador, empujado por la
exuberancia de su imaginación, se deje llevar por el gusto de contar gente, a
veces todo seguido, sin respirar; en una mera, aunque expresiva, enumeración de
personajes. No es raro que alguna vez el abuso de esta técnica produzca clichés
identificativos.
Los personajes aparecen relacionados entre sí, no sólo en el discurso,
en cuanto a su aparición en el texto, determinada frecuentemente por
asociaciones mentales que, en el monólogo interior, les hace surgir y reiterarse;
sino también en la historia, por lazos de sangre y sexo fundamentalmente. Se
trata de una sociedad rural muy concreta, abigarrada, compacta. Esto hace que
se note más lo ajeno, lo extraño: la guerra que viene de fuera. En algunos
casos, la nota de lo foráneo llega a ser determinante, como ocurre —se nos hace
ver que inconscientemente— con la familia de los Carroupos a la que pertenece
Fabián Minguela.
El conjunto de personajes, tan diferentes, tiene un rasgo común: todos
ellos tienen algo chocante, grotesco, anormalidades de algún tipo
(fundamentalmente sexuales); defectos morales o psíquicos y físicos, o al
menos, son protagonistas de historias cuando menos pintorescas. Sólo alguna
rara vez, como variante, aparece algo de lo que entendemos por "normal"
(las gemelas Méndez Cotabad, que, al parecer, sólo son niñas traviesas). Son
excepciones algunos personajes dignificados: las dos víctimas de Moucho,
especialmente Baldomero Marvís, y algunos otros ocasionales, de los que casi no
se habla: tío Claudio Montenegro, tío Evelio, Xabarín. Aunque ninguno se libra
de la nota curiosa o trágica; ciertamente, como es usual en el coloquio en que,
al hablar de alguien desconocido para el interlocutor, se le da algún tipo de
información fuera de lo normal que lo identifique. Así, al hablar de los padres
de Afouto, se indica que murieron en un choque de trenes, "murieron más de
cien, nada más salir medio abafados del túnel del Lazo, que es como una
sepultura sin fondo, como una sepultura que no se llena jamás; por el contorno
se dijo que a muchos los enterraron vivos aún, para ahorrarse papel de oficio,
pero a lo mejor no es verdad" (p. 12). Aparentemente se trata casi por
igual a todo tipo de personajes, salvo a los primos Ramona, Raimundo el de los
Casandulfes, Robín Lebozán y Camilo, los más cultos, en cierto modo la
conciencia de la novela, que tienen un tratamiento narrativo algo diferente.
Uno de los temas esenciales de la novela es la rememoración de esa
sociedad afectada por la guerra, constituida determinantemente por familias. En
realidad es la historia de los Guxinde: "De una rama de la laguna de
Antela que se llamó Liorta vienen nueve familias distintas, todos parientes, a
saber: Los Marvises, los Celas, los Segades, los Faramiñás, los Albite, los Beiras,
los Portomourisco, los Requixo y los Lebozans, al racimo de toda la tropa le
llaman los Guxindes" (p. 46). Y páginas más adelante vienen nuevas
precisiones de parentesco: "La gente cree que los Guxindes y los Moranes
somos los mismos pero no es así, la gente se confunde con esto de los
parentescos, todos venimos de Adán y Eva (tía Emilita dice que las de
Ponferrada, no, que las del Ponferrada descienden del mono y gracias), no todos
los Guxinde son Moranes pero sí todos los Moranes somos Guxindes, la cosa no está
clara, pero, ¡qué vamos a hacerle!, la verdad es que no está claro casi nada.
Los Moranes somos menos que los Guxindes, podríamos ser más, pero somos menos.
Moranes somos los Portomourisco, los Marvises, los Celas y los Faramiñás, los
otros también son parientes, pero no Moranes, la importancia de unos y de otros
es la misma y todos estamos bien alimentados" (p. 90). Como es sabido, la
muerte de Baldomero Marvís y la de otro miembro del clan, Cidrán Segade
(vinculado a Adega, que complementa con su venganza paralela, a su escala, la
sentencia de la familia) y la de sus asesinos, constituyen el núcleo de la
novela.
Los Guxindes dominan el mundo rural donde se mueven, aunque dentro de
ellos hay ricos y pobres, distintos escalafones sociales y también morales. La
inserción de cada personaje en estas familias, por lazos de sangre o por otro
tipo de relación, es laboriosa pero relativamente fácil, aunque no mecánica; el
narrador se reserva algunas bazas, personajes de la familia que quedan sin
vinculación exacta a ella: "(...) Raimundo el de los Casandulfes, nadie le
llama nunca por el apellido porque encierra mucho dolor, ésta es una historia
cuyo cuento sería muy largo y doloroso" (p. 222). En conjunto, sabemos
muchas cosas de los Guxindes; por contraste, se nota el desprecio con que se
trata al asesino de Afouto, hasta en instancias narrativas, del que apenas
sabemos nada, salvo que su familia (los Carroupos) es forastera (por contraste
también), que tienen todos una chapeta de piel de cerdo en la frente, y que se
les mira con prejuicios desde siempre.
"Fabián Minguela, Moucho, anda siempre afilando y sacándole
brillo a la navaja, un día se la van a hacer comer. Los Carroupos no cultivan
el campo ni crían ganado. Los Carroupos son zapateiros, la gente llama zapateiros
a los que trabajan sentados o, por lo menos, sin que les llueva por encima:
zapateros, sastres, mancebos de botica, barberos, escribientes y otros oficios
para los que no se precisa fuerza ni tierra" (p. 23).
Por último, alrededor de los Guxinde, y en algún caso de Moucho,
bullen una nube de personajes sin contar los que apenas tienen más relación que
un recuerdo ocasional, como puede apreciarse en la relación de personajes (Vid.
aptdo. IV).
D) Estructura
La narración se elabora a base de breves unidades narrativas cortadas
por el hilo de los recuerdos que asocian personajes o historietas que se
intercalan y se repiten con parecidos rasgos —casi siempre añadiendo trazos
nuevos—, así como retazos de diálogos y algunas descripciones. En algún caso, se
narra con más extensión y unidad algún hecho extraordinario: el curro del
Xurés, la junta de familia. También se aprecian cambios de ritmo narrativo
sobre el cañamazo general de dar a conocer personajes o sucedidos del mundo de
la novela: cuando el narrador alza un momento los ojos del abigarrado conjunto
de personajes y hace observaciones acerca del orvallo, del chirrido de los ejes
de los carros, de Dios, de la vida y de la
muerte. Hay también contrastes temáticos, momentos graves y cosas
intrascendentes en las superposiciones propias del flujo de conciencia. De
manera abrumadoramente frecuente, aparecen incisos obscenos.
Los puntos importantes de la narración se subrayan técnicamente,
aunque de manera intencionadamente desdibujada en ocasiones. Ya hemos señalado
el contraste que se produce entre la larga y acelerada enumeración de personas
y sucesos desordenados —en consonancia con el hecho del final de la guerra— que
culmina en el último parte de la contienda civil y el paso cortado, sin
transición, al lento motivo de la lluvia (p. 204). La recurrencia es uno de los
principios estructuradores del relato: los personajes y los hechos se
configuran una y otra vez, al compás de asociaciones, muchas obsesivas, por
contigüidad generalmente. Algunos de estos motivos, como los perros que cría
Tanis, se van introduciendo inadvertidamente hasta que encajan en su papel en
el momento clave. Otros motivos —el orvallo, Lázaro Codesal (el muerto lejano
que sirve de contrapunto a los de la guerra actual: todas las guerras son
iguales)—, el agua de la fuente del cementerio, etc., marcan hitos en la
narración, así como las indicaciones acerca del narrador. En estas últimas se
puede apreciar también la progresión de la novela y, en el caso que citamos a
continuación, la conexión con la cita de Poe que abre el libro: "Robín
Lebozán lee lo que lleva escrito y corrige alguna que otra cacofonía o
repetición o palabra poco clara y precisa, también cambia algún signo
ortográfico, aquí va mejor una coma que dos puntos, aquí no pega un paréntesis,
etc., Robín Lebozán piensa que todo va ya por la cuesta abajo, esto de las
novelas es como la vida misma, que de repente para, a veces para de golpe, se
sube el corazón a la boca y la vida muere, escapa por los ojos y por la boca,
también por la boca, las historias terminan siempre en un punto (...),
acuérdate otra vez de Poe, nuestros pensamientos eran lentos y marchitos,
nuestros recuerdos eran traidores y marchitos, a mí me gustaría no tener ni
pensamientos ni recuerdos pero no puedo, a mí me gustaría ser como las rosas y
las madreselvas, que no tienen más que sensaciones, quizá los bichos muy
pequeños y débiles, las lamáchegas, el caballito del demonio, tengan el ánima
hueca y sin consuelo como las rosas y las madreselvas" (p. 233).
Recrear el mundo de Galicia es un objetivo también del relato, e
incorporado a él, venga o no a cuento, aparecen costumbres, aspectos
folklóricos (pp. 130, 143, 94, 107), supersticiones (pp. 113, 114) recetas de
platos típicos, cuentos y tradiciones populares.
En el texto se utilizan con frecuencia elementos distanciadores:
incoherencias macabro-coloquiales, quiebro de la frase predecible,
aclaraciones, detalles absurdos. Veamos alguno, a título de ejemplo: "Sor
Catalina era más mujer que la pobre Angustias Zoñán Corvacín, la recién casada
a la que su marido abandonó a la hora y media de matrimonio y, claro es, se
metió monja.
—¿Y qué fue de ella?
—No lo sé, nunca más se supo, a lo mejor murió de anemia.
—Sí, lo más probable.
—También puede que le haya picado un tábano y esté coja.
—También" (p. 182).
"(...) tu tío Claudio Montenegro tampoco se deja ni picar ni
marear, esa costumbre se tiene o no se tiene, cuando pensó que iban a ir a
buscarlo rodeó la casa de cepos loberos, puso lo menos siete, y esperó, el mierda
de Wenceslao Caldraga quedó preso en uno y tu tío don Claudio tardó tres días
en soltarlo, tenía el tobillo en carne viva y se le veía el hueso, los demás
escaparon como liebres y además se callaron.
—¿Como muertos?
—Sí, señor; como muertos" (pp. 200-201).
Es conocida la afición de Cela a palabras malsonantes y a lo
escatológico, así como a detalles macabros mezclados con toda
"naturalidad" en la narración. Por ejemplo —y no es el más
desagradable— cuando el tío Cleto demuestra su hostilidad hacia sus finas
hermanas, las obsequia, entre otras cosas, con ventosidades de varios tipos:
"Tío Cleto, como se aburre como una ostra, se pasa el día
vomitando en la bacinilla o detrás de la cómoda.
—¡Qué alivio!
La perra de tío Cleto se llama Véspora y se alimenta de lo que el amo
convulsamente vomita o dulcemente regurgita, que de ambas formas arroja tío
Cleto. Véspora, a veces, hace los extraños y camina dibujando los jeribeques de
la borrachera, se conoce que algunos días el vómito de tío Cleto le resulta
algo fuerte" (pp. 104-105).
En el texto se intercalan historias macabro-pintorescas variadas: el
sacaúntos que mató trece personas a bocados, el parvo Roquiño Borrén, que
estuvo cinco años metido en un baúl de colorines, etc.
E) Estilo
Sanz Villanueva, refiriéndose al Cela autor de Mazurca...,
habla de la "habilidad para el manejo del lenguaje, la riqueza de su
léxico, expresividad de su estilo, que hacen de él un notable prosista"[5].
Es esto indudable, aunque buena parte de su léxico sea rico
precisamente en palabras malsonantes, soeces. De todas maneras es un estilo
personal, brillante, estimulante; a veces afeado por "tics", trucos
demasiado simples y sabidos en la propia prosa de Cela: por ejemplo, incluir
algunas variantes u omitir algún elemento de alguna frase formularia
previamente establecida. En general, como los recuerdos son obsesivos, las
formulaciones de los mismos tienden a ser muy parecidas, aunque haya progresión
con algún detalle nuevo, y esto se emplea con maestría. En el texto aparecen
voces y frases en gallego, y también giros pertenecientes a esta lengua; y se
utiliza frecuentemente una atractiva mezcla de lenguaje coloquial, refranes,
modismos, latiguillos, etc., en castellano y gallego: "A lo mejor Ricardo
Vázquez Vilariño, el novio de tía Jesusa, está en el frente tirando tiros o
llevando las cuentas en la oficina de la compañía, matar aún no lo mataron. Las
manos de Fabián Minguela parecen babosas, los enfermos de aire de difunto no
las tienen más húmedas ni frías ni blandas, difuntiños todos, dádeme o aire que
a vos non vos fai falta" (p. 166).
Uno de los rasgos de estilo más sobresaliente en Cela, del que ya se
ha hablado arriba, es la obsesión —el gusto— de nombrar: antropónimos,
generalmente poco comunes (incluso se cita el santoral completo de un día, el
11 de mayo: p. 217), apodos, etc., vengan o no a cuento, sean útiles o inútiles
para el relato: "Los cuatro criados de la señorita Ramona son los
siguientes: Braulio Doade, 82 años, natural de Camposancos; Antonio Vegadecabo,
81 años, natural de Cenlle; Puriña Córrego, 84 años, natural de los Baños de
Molgas, y Sabela Soulecín, 79 años, natural de San Cristóbal de Cea" (p.
57). La verdad es que los topónimos gallegos, a veces de aldeas diminutas, se
prestan admirablemente: "Los dos Gamuzos gemelos, Celestino Carocha,
cazador, y Ceferino Furelo, pescador, son curas en San Miguel de Taboadela y en
Santa María de Carballeda, ésta en término de Piñor; Furelo estuvo antes en San
Adrián de Zapeaus, en Rairiz de Veiga, el pueblo del famoso guerrillero Celso
Masilde, Chapón" (p. 59). Esta técnica, salvo algún truco más sabido,
torpemente coloquial —"su mujer (por más esfuerzos que hago no consigo
recordar cómo se llamaba, lo tengo en la punta de la lengua pero no me
acuerdo)": p. 68—, por lo general, resulta sumamente eficaz, de buen
rendimiento estilístico y uno de los rasgos definitorios de la prosa de Cela.
VI. Valoración doctrinal
A) Es evidente que el tema esencial de la novela es la ruptura de la
vida en paz por una guerra ajena, incomprensible y de odiosas consecuencias.
Pero antes de analizar este tema, vale la pena reflexionar acerca de ese mundo
maltratado por la guerra que nos presenta Cela. A primera vista no parece que
pueda decirse que sea un mundo idealizado; es más bien un mundo en el que
abundan los tontos, los tarados, los desgraciados: "Por detrás de la casa
de la señorita Ramona el jardín llega hasta el río, con sus juncos y sus
helechos, su balsa, sus barbos y sus suicidas; tres suicidas en once años
tampoco son tantos. Esta tierra no da demasiados suicidas: algún anciano sin
amparo, alguna moza en desamor, alguna casada a la que come el aburrimiento y
llena de congoja el remordimiento" (p. 25).
Es un mundo "natural", entendiendo lo natural, desde luego,
por lo instintivo elemental y con frecuencia degradado. Lo que se aparta de esa
"naturaleza" (que abarca fundamentalmente el sexo brutal, con un
amplio muestrario de aberraciones, y, como complemento, lo macabro y lo
escatológico) es juzgado negativamente; en particular todo lo que suponga
espiritualidad, lo que supere la animalidad cotidiana aunque sólo sea
humanamente (la existencia de ideales nobles, por ejemplo, o de virtudes
humanas que apenas se encuentran en la novela). Bondad o maldad apenas tienen
que ver con la ley natural: en lo que se refiere a lo sexual se diría más bien
lo contrario. Son "buenos" los que tienen buenos sentimientos o al
menos sentimientos cabales: algunas prostitutas, Gaudencio, los Guxinde en
general. Malo es sólo lo que rompe ese orden "natural" (la guerra,
Moucho); y entonces surge el deber de recomponerlo. Pero lo que
fundamentalmente está trastocado en la novela es lo concerniente a la
sexualidad, aparte del materialismo o paganismo absoluto con que parecen
plantearse las vidas, como veremos después.
La novela se presenta con aparente objetividad; de hecho, da la
sensación de que Cela utiliza la técnica de tratar lo anormal como
normal (uno de los procedimientos más usados y característicos de su prosa) con
el fin de sugerir que lo anormal es lo normal. Por otra parte, ese mundo
arcaico, en que privan los lazos de sangre, en un paisaje sumergido en lluvia
vivificante, es el del propio autor: reconstruye su mundo, y de ahí los
ocasionales tonos líricos, y que juegue con continuas resonancias autobiográficas:
lazos familiares, lugares, nombres y apellidos (el artillero Camilo —hay varios
Camilos entre los Guxindes— ha nacido en Padrón, como Cela), rasgos físicos
("Todos los Moranes tenemos la cara de caballo y los dientes separados, a
veces bastante": p. 212), el primo Camilo de tío Rodolfo el Ventilado se
casó con una inglesa, y tantas otras referencias autobiográficas que hay
perdidas en la novela.
Ni que decir tiene que el libro es una condena de la guerra civil española,
específicamente del lado nacional (no se habla del otro):
"—Aquí va a haber muchos crímenes, ya los está habiendo, y mucha
estupidez, pero lo peor va a ser la marcha atrás que vamos a dar todos, que va
a dar el país, ¡pobre España!, lo peor de estos estallidos es el triunfo de la
vulgaridad, hay momentos en los que el hombre se siente orgulloso de su
vulgaridad y presume de burro y de ignorante, son los tiempos peores y también
los más dramáticos y sangrientos, los mediocres no perdonan y disfrazan a Dios
a su imagen y semejanza, lo visten de clown o de alabardero, podemos retroceder
cien años pero hay que callar, no merece la pena querer llevarle la contraria a
las mareas, nadie pudo jamás llevarle el pulso a la resaca. Que sea lo que Dios
quiera" (p. 154).
La guerra supone un frenazo a la cultura, y se ponen de relieve
aspectos más o menos ridículos que se presentan como manifestaciones de la
moral puritana de los vencedores, a veces recurriendo a situaciones muy
forzadas: la visita de Adega a la playa de Samil, después de la guerra, da pie
a la inserción de un ridículo bando sobre trajes de baño: "Adega fue a la
playa de Samil pero no se bañó, ella es de tierra adentro y no tiene costumbre,
el bando que regula los bañadores es muy preciso: el traje debe ser de tela no
transparente y cubrir el cuerpo sin ceñirlo, los de las mujeres llegarán hasta
la rodilla, o bien enteros o compuestos de blusa y falda, usarán además
pantalones que deberán llegar asimismo hasta la rodilla, el escote será de modo
que nunca pueda separarse del cuerpo, las mangas irán tan ceñidas que en
ninguna ocasión un movimiento brusco descubrirá la axila, queda terminantemente
prohibido tumbarse en la arena aun llevando el cuerpo cubierto con albornoz, no
obstante estará permitido sentarse" (pp. 128-129). Esta secuencia, que es
un parche, se introduce artificialmente —no tiene más justificación narrativa
que dar pie a la reproducción del bando—, diciendo en algunas páginas del
principio de la novela el deseo de Adega: "Adega no quería morirse sin ver
el mar" (p. 21).
De la guerra conocemos sólo la retaguardia, como se ha dicho. La
retaguardia es peor que el frente: el sadismo, el miedo, la venganza, reinan en
la zona nacional, según parece. Don Jesús Manzanedo, el llamado Micifú, Fabián
Minguela, son ejemplos de asesinos que matan por motivos fútiles: se apunta
como causa de muerte el haber puesto a una hija el poco cristiano nombre de
Rosicler. Asesinos a quien persigue el odio de todos, que se alegran —y se
recalca la inocencia que hay en ese odio— al verlos muertos y a ser posible en
el infierno. La noche de la muerte de Moucho, Gaudencio, el acordeonista ciego
de la casa de la Parrocha, interpretó la mazurca Ma petite Marianne con
muy especial deleite. "Don Cándido Velilla Sánchez, viajante de comercio,
le preguntó al acordeonista ciego,
—Dígame una cosa, ¿usted se alegra de que hayan matado a ése?
—Sí, yo sí, ¡qué quiere!
—¿Y se alegraría de que además Dios Nuestro Señor lo hubiera mandado a
arder en el infierno?
—Sí" (p. 249).
B) En la novela se alude con cierta frecuencia a Dios, desde un
confusionismo total y en ocasiones de modo irreverente. Predomina la nota
panteísta —el tema de Dios siempre aparece ligado a la lluvia continua y al
chirriar del eje de los carros—; generalmente se trata de un Dios ausente,
indiferente a cuanto ocurra en el mundo. Materialismo, o más bien paganismo,
apenas encubierto por alguna práctica religiosa (misas de difuntos ...) que se
da como normal, pero absolutamente desconectada con la doctrina y la ley moral;
con frecuencia, unida a supersticiones. En general, Cela se muestra
profundamente anticlerical: la mayoría de los personajes negativos son los que
aparecen como católicos "oficiales": tía Jesusa y tía Emilita, el P.
Santisteban, el sacristán que lanza pedradas a la parva de Martiñá, el asesino
don Jesús Manzanedo: "Marujita Bodelón Alvarez, o sea la ponferradina que
anduvo con Celso Varela, tiene guardada la esquela mortuoria de don Jesús: El
Ilustrísimo don Jesús Manzanedo Muñiz, Adorador nocturno veterano, Esclavo de
mérito de Nuestro Padre Jesús, Abogado y procurador de los tribunales, falleció
confortado con los auxilios espirituales y la bendición de Su Santidad. R.I.P.
Vale por un kilo de pan que podrá recogerse en un plazo de siete días en el
horno de San Cosme, limosna que se reparte en sufragio del alma del
finado" (pp. 214-215). La caridad no se vive en la Iglesia: el P.
Santisteban goza pensando en los sufrimientos eternos de los condenados; sin
embargo, sí son caritativas otras gentes cuyo vivir se considera inmoral: echan
del Seminario a Gaudencio, porque va a quedarse ciego, y la dueña de una casa
de prostitución lo acoge para que pueda ganarse la vida tocando el acordeón en
ella. Los personajes que son curas llevan una vida inmoral, descrita con
expresiones obscenas y soeces, y sin rastro de espiritualidad; a cambio de
esto, son generosos: dan de lo que tienen, y el cura de San Miguel de Buciños
esconde a un celador de telégrafos al que buscan los nacionales para matarlo.
Abundan las anécdotas y expresiones irreverentes, que rozan —cuando no entran
de lleno— en lo sacrílego y lo blasfemo.
C) Por último, la sexualidad obsesiva y degradada es el rasgo más
característico de la novela. La lujuria es omnipresente, de tal modo que venga
a significar el transcurrir de la vida. No hay juicios morales negativos: nadie
vive de acuerdo con la ley moral natural —salvo excepciones— y, más que
indiferente, este hecho no parece que se considere malo; se da como normal,
incluso en las aberraciones sexuales de las que se presenta un buen muestrario:
lesbianismo, bestialidad, etc.
Es un tema al que se hace referencia continua: salta una y otra vez,
obsesivamente, a la memoria del narrador, con historias propias y ajenas.
También la misma acción de la novela tiene un centro espacial que es el
prostíbulo de la Parrocha, en Orense; y cuando no, las referencias a lugares,
ocupaciones, etc., ligadas a desórdenes sexuales son continuas: casa de la
señorita Ramona, actividades de Benicia... Apenas hay excepciones, como la —por
otra parte repulsiva— vivienda de tío Cleto y sus hermanas; o, cosa inusitada,
un lugar y escena limpia: el curro de caballos salvajes del Xurés. No se busca
tanto la descripción morosa —detenida— de obscenidades como el golpe de efecto
de los detalles gráficos, con términos soeces y la proliferación de casos. Todo
ello se trata, como hemos dicho, con "naturalidad", como quien habla
del tiempo (igual que se hace con las referencias escatológicas, bastante
frecuentes), dando la sensación de que esa "naturalidad" en el hablar
corresponde a la "naturalidad" de los hechos inmorales que se
presentan al nivel del comer o el dormir. En relación a la sexualidad puede
decirse que todo el libro es profundamente inmoral, sin que haya diferencias
entre ambientes más o menos brutales o refinados: la señorita Ramona y Cabuxa
Tola, por ejemplo, cada una en su estilo hacen más o menos lo mismo.
VII. Vocabulario gallego-castellano (algunos términos usados en la novela)
a: la (art. deter. f. sing. y acus. del pron. pers. de tercera persona
f. sing.)
abafar: asfixiar (tr.)
abeleira: avellano (f.)
acurrar: acosar y conducir los caballos en el curro (tr.)
afouto, ta: animoso, valiente, temerario (adj.)
Alifonso: Alfonso (n. p.)
alontra: nutria (f.)
bestelleiro: besteiro (m.)
besteiro: el que trata con bestias y especialmente el que acosa y reduce
caballos salvajes (m.)
bomba de palenque: cohete grande y estruendoso (f.)
bouza: terreno o monte con arboleda variada (f.)
bouzas: institución de cultivo comunitario propia de León y Galicia (f. pl.
de bouza)
buño: junco (m.)
cabuxa: cabra (f. d.)
cachifo, fa: juguetón, travieso (adj.)
cachola: cabeza, chola (f. vulg.)
calaza: carroña (f.)
carocha: panoja (f.)
Catuxa: Catalina (n. p. forma hipocorística de Catarina)
cheirar: oler y especialmente oler mal (tr.)
choqueiro, ra: bufón (adj.)
chufreteiro, ra: chistoso, divertido (adj.)
cirolas: calzón (f.) // 2. calzonazos (adj.)
corredoira: camino de carros (f.)
crego: clérigo (m.)
curro: corral (m) // 2. lugar al aire libre donde se encierran los caballos
salvajes para marcarlos y raparlos // 3. persecución, encierro, derribo, rapa y
marca de la yeguada salvaje.
da: contracc. de la prep. de y el art. deter. f. sing. a.
eixo: eje (m.) // ¡Arde o eixo!, expr. que denota alegría o excita
al entusiasmo.
enqueixelar: enfermar hasta la muerte los caballos salvajes encerrados (intr.)
famento, ta: hambriento (adj.)
furelo: ratoncillo (m.) // 2. hurón (m.)
Gorecho: Gregorio (n. p. forma hipocorística)
griñón: padrote de la yeguada, marañón (m.)
herba: hierba (...) concheira: escrofularia (f.)
lacrau: alacrán (m.)
lamáchega: babosa, limaco (f.)
lareira: fogón (f.)
leitón: lechón (m.)
lódola: alondra (f.)
mámoa: dolmen (d.)
Manecho: Manuel (n. p. forma hipocorística)
Marica: María (n. p. forma hipocorística)
Merexildo: Hermenegildo (n. p. forma hipocorística de Hermenexildo)
mixiriqueiro, ra: quejicoso, mimoso, remilgado (adj.)
nisco: porción minúscula (m.)
o: el (art. deter. m. sing. y acus. del pron. pers. de tercera persona
m. sing.)
parrulo, la: pato, pata (m. y f.)
parvallán, na: simple (adj.)
parvo, va: tonto, necio (adj.)
paxarolo, la: avispado, despierto (adj.)
peloura: aguardiente de caña (f.)
perello: diablillo familiar (m.) // 2. Demo, diancre.
podre: podrido (del tr. podrecer)
porco: puerco, cerdo (m.)
preguizas: pereza, haraganería, indolencia (f.)
pucho: ternero (m.)
rapa: curro (f. 3ª acep.)
raxo: lomo de cerdo adobado y aún sin adobar (m.)
saúde: salud. El diminutivo saudiña es usual en los brindis (f.)
tabeirón: tiburón (m.)
tatexo, xa: tartamudo, gago, tatelo (adj.)
tolo, la: loco (adj.)
tripeiro, ra: tripero (adj.)
tunda: paliza (f.)
véspora: avispa (f.)
xabarín: jabalí (m.)
Xan: Juan (n. p. forma hipocorística de Xoan)
Xiao: Julián (n. p. forma hipocorística de Xulián, Xian)
xurelo: jurel (m.)
M.J.P.S.
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[1] Historia de la literatura española, 6/2, Ariel, Barcelona 1984, p. 86.
[2] En el apartado siguiente (IV) se describe a cada uno de los personajes mencionados en este resumen de la trama.
[3] Por ser demasiados, se nombran sólo los más significativos; aunque algunos no se han mencionado en el resumen de la trama, se incluyen aquí para dar una idea más completa de la novela.
[4] Luis Suñén, "La lección de los seniors: Camilo José Cela y Juan Benet", Insula, 444-445, nov.-dic. 1983, p. 12.
[5] ob. cit., p. 90.