CARDENAL, Ernesto
Poesía de uso (Antología 1949-1978)
Selección de Ernesto Cardenal y Joaquín Marta Sosa, El Cid Editor, Buenos Aires 1979, 387 pp.
INTRODUCCIÓN
Ernesto Cardenal nació en la ciudad nicaragüense de Granada, en 1925. Desde sus estudios en el Colegio de los jesuitas de esta ciudad cultiva una vocación literaria que muy pronto cristalizará en resultados importantes. Posteriormente realiza los estudios universitarios de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México y obtiene el grado de Doctor en la Columbia University of New York.
En 1949 publica en Madrid (Ediciones Cultura Hispánica) la antología de Nueva poesía nicaragüense, donde figuran varios poemas suyos. Después de viajar por Europa, permanece varios años en su país dedicado a actividades editoriales, escribiendo su poesía y participando clandestinamente en la política de oposición al régimen del dictador Anastasio Somoza. En 1956 decide ingresar en la vida religiosa y se traslada al monasterio trapense de Nuestra Señora de Gethsemany, en Kentucky, dirigido por el ilustre escritor Thomas Merton, a quien Cardenal admirará para siempre. Su vocación religiosa culmina en 1965 con su ordenación sacerdotal en Nicaragua, después de sus estudios en el Seminario de Cristo Sacerdote, en La Ceja (Antioquia, Colombia).
Enseguida funda en Macarrone, en el archipiélago de Solentiname, situado en el Gran Lago de Nicaragua, una comunidad de vida cristiana campesina, que es también lugar de encuentro de intelectuales y artistas revolucionarios, opuestos a la dictadura del país.
En 1970 viaja a Cuba y allí quedará seducido por el régimen comunista de la isla, lo cual determinará su definitiva conversión a un cristianismo de sólida filiación marxista, como testimonia la poesía escrita desde entonces. Cardenal continuará su actividad revolucionaria apoyando al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Cuando triunfe la revolución, desempeñará el cargo de ministro de Cultura en el gobierno de su país.
CONTENIDO
Esta extensa antología recoge los poemas más significativos de la obra en verso de Cardenal publicada hasta el momento de la recopilación. A través de la lectura del libro podemos comprender con profundidad los principios de su poética y la evolución de su pensamiento y de su estilo. A continuación se ofrece una breve presentación de cada uno de los libros antologados:
Primeros poemas y Postales europeas.
Se trata de poemas escritos entre 1949 y 1954, como Raleigh y la serie Squier en Nicaragua; aquí se contienen en germen los temas y los principios poéticos de su obra posterior. En muchos de estos poemas se exponen abiertamente los ideales democráticos del autor frente a la dictadura. Se ofrecen pequeñas crónicas de viajes por distintas tierras americanas y con frecuencia se entona un cántico de alabanza a la exuberante vitalidad de la naturaleza y las gentes de Nicaragua y de toda Hispanoamérica. En la serie Squier en Nicaragua se expresan, mediante una cuidadosa y emotiva descripción, los elementos maravillosos que configuran la naturaleza nicaragüense, que provocan en el viajero norteamericano una admiración extática.
Las Postales europeas son poemas breves, descriptivos, con significación simbólica, que expresan la emoción del autor ante el paso del tiempo y el gozo ante las cosas que permanecen; normalmente los símbolos ilustran el contraste entre las creaciones artificiales del hombre europeo, sometidas al desgaste del tiempo, y los monumentos inmarcesibles de la naturaleza.
Epigramas (1956).
Son textos breves que arrancan de hechos cotidianos, amorosos o políticos, para ascender a las cumbres de un ideal universal sobre la vida humana. La poesía se concibe como la vía más perfecta para la eternización de la experiencia amorosa y para defender la libertad en medio de la opresión política de la dictadura de Somoza. Normalmente ambos temas, el amoroso y el político, aparecen fundidos en un mismo texto:
"Tal vez nos casemos este año,
amor mío, y tengamos una casita.
Tal vez se publique mi libro,
o nos vayamos los dos al extranjero.
Tal vez caiga Somoza, amor mío." (p. 65).
Hora 0 (1960).
Es un largo poema en cuatro partes que versa sobre las dictaduras centroamericanas, principalmente la nicaragüense, las cuales se hallan aliadas a la explotación económica de Estados Unidos y al empobrecimiento de los respectivos países. La parte principal está dedicada a la represión del gobierno hacia los grupos revolucionarios y, en especial, al episodio del prendimiento y fusilamiento de Sandino, en 1934. Aquí ya se despliega toda la abundancia y minuciosidad narrativas que Cardenal exhibirá en libros posteriores. La poesía se hace con frecuencia informe o crónica periodística, donde los hechos históricos aparecen contados con pasmoso lujo de detalles, aunque sin perder casi nunca su primitiva emoción lírica. Las escaramuzas guerrilleras alcanzan una trascendencia cósmica cuando el poeta las pone en sintonía con la vida de la naturaleza:
"La Llorona va llorando a la orilla de los ríos:
«Lo hallaste?» «No!» «Lo hallaste?» «No!»
Un pájaro se queja como el crujido de un palo,
después la cañada se calla como oyendo algo,
y de pronto un grito... El pájaro pronuncia
la misma palabra triste, la misma palabra triste" (p. 80).
Gethsemany, Ky. (1964).
Es uno de los libros más bellos salidos de su pluma, por cuanto en él se dan cita una pluralidad de motivos —históricos, políticos, religiosos, amorosos, biográficos, etc.— que aparecen entrelazados en un verbo poético sintético y voluntariamente conciso. El libro se halla traspasado por una omnipresente dimensión existencial, en torno a la cual se vertebran los restantes temas, que adquieren así una espontaneidad admirable. Se diría que el tema central de la obra es la oposición entre la maldad, el pecado (la visión materialista y hedonista de la vida, las dictaduras, las represiones...), y la bondad del hombre que vive en armonía con Dios y con la naturaleza. En efecto, Cardenal escribe este libro en el monasterio trapense de Gethsemany, en Kentucky, después de haber decidido dedicarse a la vida religiosa.
Oración por Marilyn Monroe y otros poemas. (1965).
Reúne poemas heterogéneos que guardan en común un tema recurrente: la maldad y la corrupción del mundo actual, así como la necesidad de una humanidad nueva, donde el racionalismo de la técnica y el afán desmedido de riquezas sean reemplazados por la razón del amor y la solidaridad universales. Por ello, en el poema final, Apocalipsis, que parafrasea muy personalmente el homónimo texto bíblico, los ángeles emiten señales de alarma antes de arrojar sobre la tierra gases tóxicos y sustancias radiactivas que destruyen a todos los vivientes. Después de las catástrofes surge una especie nueva sobre la tierra, donde todos los individuos actúan con una sola voluntad como si fuesen una única Persona, simbolizando así el triunfo de la armonía, frente a las fuerzas destructoras del mundo anterior:
"y había un Cántico Nuevo
y todos los demás planetas habitados oyeron cantar a la Tierra
y era un canto de amor" (p. 115).
El poema inicial, que constituye una súplica a Dios por el alma de Marilyn Monroe, se adecúa también a este tema general, por cuanto el argumento del poeta para pedir al Señor misericordia es la inculpabilidad de la célebre actriz, que no fue más que una víctima de esta sociedad materialista y depredadora:
"Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos
—El de nuestras propias vidas— Y era un script absurdo" (p. 99).
El Estrecho Dudoso. (1966).
Cuenta las hazañas que tuvieron lugar en el estrecho centroamericano donde los españoles esperaban hallar la comunicación de los dos océanos. El poeta asume ininterrumpidamente la función de cronista, apoyándose en los cronistas del quinientos (Fernández de Oviedo, Bernal Díaz del Castillo, Herrera, etc.) o narrando de primera mano con una pretendida fidelidad a los hechos. El poeta-cronista cuenta las aventuras heroicas y las vilezas de aquellos conquistadores, aprovechando cualquier ocasión para proclamar la maravilla natural del nuevo continente y la grandeza espiritual de los nativos.
El verso largo, que refiere los hechos con extremada precisión de detalles, pierde con frecuencia la intensidad emotiva y se instala en el discurso lineal de la prosa histórica. La poética llana de Cardenal, que tiende a la comunicación abierta de sucesos y caracteres sociales, ha perdido aquí, como en otras ocasiones, el vigor emocional con que surge la verdadera poesía.
Salmos (1964).
Es una nueva paráfrasis de un texto antiguo: si antes había empleado este procedimiento con el Apocalipsis bíblico y con los epigramas latinos, ahora el poeta entona su canto a Dios basándose en las formas y en los temas del Salterio de la Escritura Santa. Muchos son los paralelismos que podemos advertir entre estos versos y los salmos del Antiguo Testamento; lo que opera Cardenal es una actualización de los salmos a las circunstancias del hombre actual. La bendición del hombre justo, la esperanza inquebrantable en el poder de Dios, la petición de justicia al Señor frente a los enemigos de su Pueblo siguen siendo los temas del nuevo poemario. Pero ahora los opresores son con frecuencia los dictadores y los explotadores de los países pobres, los que emprenden la carrera de armamentos, los falsos ídolos del mundo del espectáculo, etc. En el Salmo 103, Cardenal aprovecha para reconstruir los episodios de la Creación narrados en el Génesis a la luz de los descubrimientos científicos recientes: se habla de moléculas, galaxias, periodo Pre-Cámbrico, Mesozoico..., aunque sin abordar la teoría evolucionista. Lo que ha logrado el poeta en esta ocasión, como ya había realizado anteriormente, es mostrar la universalidad en el espacio y en el tiempo de las acciones y los sentimientos esenciales de la naturaleza humana.
Homenaje a los indios americanos (1969).
Es uno de sus poemarios más extensos. Cada poema es una larga sucesión de versos que cuenta o describe la gran categoría espiritual de los indios de América. Su grandeza reside en su ímpetu armonizador de las acciones humanas con la vida de la naturaleza: la sociedad india es una armonía plena de todos los individuos y de toda la comunidad con la naturaleza que los rodea. La música será una de sus funciones más sagradas, porque en ella la armonía alcanza su expresión sensible más perfecta. De ahí que uno de sus príncipes más ejemplares sea el azteca Netzahualcóyotl, que mantuvo en paz su reino promoviendo una corte de músicos, poetas, pintores y escultores. La música, para Netzahualcóyotl y sus súbditos, es la recreación humana del lenguaje de Dios, que es el mundo:
"Con los poemas nos acercamos a él, con pinturas.
Inventamos cantos en honor de Aquel que se inventa
y es inventor de las cosas
y él está en los cantos
no en las «guerras floridas», sino en la FLOR-CANTO
y da los poemas mientras fumamos" (p. 222).
Puesto que la música es un don de Dios, la música y la poesía son las formas supremas de gobierno y de perfección moral. Algo semejante se proclama en el poema La Danza del espíritu, donde la danza constituye un rito de purificación para los indios pieles rojas, que han sido desplazados de su tierra por los blancos, pero que mantienen su intención de conservar la paz y su deseo de convivir armónicamente con los blancos y de adorar al Dios de éstos, Jesús.
En la composición Economía del Tahuantisuyu, el poeta explica que la perfecta armonía de los incas se basaba en gran parte en su desconocimiento del dinero, que es el agente de las divisiones y las explotaciones.
Dentro del mismo libro figura el poema Coplas a la muerte de Thomas Merton, que había sido el abad del monasterio de Gethsemany, en Kentucky, y una de las personas más queridas por Cardenal. El poeta le explica a Merton, ya difunto, que la muerte es el comienzo de la vida verdadera, no en un sentido teológico cristiano, sino en un sentido cósmico ciertamente inmanentista: la muerte es la comunión plena con todo el universo, la superación de las contradicciones y divisiones que se padecen en esta vida:
"morir no es salir del mundo es
hundirse en él
estás en la clandestinidad del universo el underground
fuera del Establishment de este mundo, del espacio tiempo" (p.291).
Canto Nacional al FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional), de 1973.
Marca una evolución considerable dentro de su ideología, que se encamina manifiestamente por el comunismo y por el intento de conciliarlo con la religión cristiana. EL largo poema es un canto a la belleza incomparable de la naturaleza nicaragüense, en la que se lamenta el dominio económico que ejerce Estados Unidos desde principios de siglo mediante cuantiosos préstamos a la Banca Nacional de Nicaragua y mediante la explotación de las riquezas naturales del país, favorecida por las sucesivas dictaduras. El poeta denuncia la "venta de su país" al imperialismo yanqui y anima a su pueblo a una revolución que destierre la propiedad privada e instaure el comunismo que libere a la patria. Cardenal fundamenta esta propuesta en la Biblia: en la esclavitud de Israel, en su esforzada marcha a la Tierra Prometida y en su espera multisecular del Reino de Dios que traería el Mesías. El canto político adquiere así un tono profético que lo convierte en una sólida amonestación religiosa:
"(...) Yo canto
un país que va a nacer.
El lago en partes azul, en partes plateado y dorado. En el cielo
un vuelo de garzas
«en verdad mana leche y miel» dijeron los exploradores
y Jeremías después: «Anunciadlo a las islas
se alegrará la chavala en los bailes» (...)
Comunismo o reino de Dios en la tierra que es lo mismo" (p. 317).
A pesar de la alusión a circunstancias políticas y económicas muy concretas, el poema emplea símbolos de la naturaleza que sugieren ideales absolutos: la armonía del amor entre los hombres, que se identifica con el comunismo. Cardenal, en medio de este discurso claro y explícito, no rehúsa la técnica subrealista a la hora de hilvanar frases y símbolos sin una relación lógica entre ellos.
Oráculo sobre Managua (1973).
Contiene un extenso poema de carácter similar al anterior. En él se realiza un panegírico del ex-seminarista revolucionario Leonel Rugama, que ha muerto fusilado por el gobierno junto con otros dos jóvenes compañeros. Al poco tiempo Managua sufre la gran catástrofe del terremoto y el poeta la interpreta como un castigo al gobierno y al sistema capitalista que había configurado la economía y la sociedad del país. El poema se presenta como un oráculo de Yahvé, "que hace nuevas todas las cosas" (frase apocalíptica que se repite con frecuencia): Yahvé ha derribado el capitalismo mediante el terremoto, como asoló a Egipto con las diez plagas terribles para liberar a los israelitas. Después de la plaga del terremoto, el pueblo nicaragüense será plenamente libre gracias al triunfo inminente de la revolución. También se acusa a la Iglesia de maridaje con el gobierno represivo y proclama apóstatas a todos los que han sido fieles a esa Iglesia.
Formalmente, el poema tiene varios movimientos: en unos predomina la función descriptiva de Managua tras el terremoto, y éstos alternan con otros momentos donde se relatan los hechos revolucionarios y el fusilamiento de Leonel Rugama. Apoyándose con frecuencia en la técnica subrealista, el poeta combina versículos de la Biblia con los gritos del pueblo, con reflexiones personales y con descripciones y relatos muy heterogéneos mezclados en un collage que representa la espontaneidad de este largo e incontrolable flujo verbal del poeta.
Viaje a Nueva York (1974).
Figura otro extenso poema en que Cardenal relata un viaje a Nueva York realizado en 1974 con el fin de recaudar fondos para la revolución nicaragüense. El estilo del poema aparece dominado por la sorpresa de las asociaciones arbitrarias entre diversos objetos de la ciudad de Nueva York, que se mezclan con distintas conversaciones, exclamaciones y relatos de acciones inconexas, liberadas de la sucesión temporal, según una técnica semejante a la empleada en los libros anteriores. El poeta ha conseguido plasmar la heterogeneidad de la monstruosa ciudad de Nueva York, donde las sedes de las grandes empresas contrastan con los barrios miserables. Lo que le fascina son los movimientos cristiano-marxistas que tratan de concienciar al pueblo contra el capitalismo. Especialmente admira la labor humanitaria y política que se realiza en el Catholic Worker, un centro de acogida de pobres y un foco de evangelización en el cristianismo revolucionario. El libro presenta un tono de diario personal en que el poeta refiere detalles cotidianos junto a grandes convicciones sobre la sociedad y el destino del hombre, que surgen espontáneamente en las conversaciones.
La santidad de la revolución (1976).
Recoge distintos poemas dedicados a fundamentar la necesidad cósmica, social, espiritual y religiosa de la revolución comunista. El poeta se basa para ello en la analogía de la naturaleza, donde todos los seres viven en una interrelación inevitable y en una armonía perfecta, nacida del amor. El cosmos se concibe como un movimiento universal de amor que unifica todos los seres. Para ello acude a diversos ejemplos de animales, de plantas y del comportamiento de las estrellas. El mismo hombre nace del amor, de la unión sexual, lo cual es prueba de su vocación al amor. El amor en el hombre no puede entenderse como un simple impulso interior del espíritu, sino que ha de traducirse en unas estructuras sociales y económicas que faciliten esa comunión universal humana; tales estructuras, a su juicio, no pueden encontrarse en el capitalismo, que divide, sino en el comunismo. En este sentido es muy significativo el poema titulado Condensaciones y visiones en San José de Costa Rica. También resulta muy elocuente la Epístola a Monseñor Casaldáliga, que ha sido motivada por unas crueles torturas de la Policía Militar a unos revolucionarios de la Prelatura de Sao Félix, en Brasil. El propio Monseñor Casaldáliga ha sufrido estas penas y uno de los motivos de indignación del poeta es que se les haya recriminado por haber encontrado en sus casas algunos ejemplares de los Salmos del propio autor.
En la misma línea se inscribe la Epístola a José Coronel Urtecho, gran poeta nicaragüense, que últimamente ha venido pronunciando unas conferencias en contra de la iniciativa privada. Cardenal le anima en este empeño y le aconseja sobre la misión del artista en el proceso de la revolución, abogando por un arte comprometido que no desdiga tampoco de su categoría estética.
El estilo es llano, como había venido practicando desde muchos libros atrás, pero siempre se halla traspasado por un decidido empeño de traslucir la espontaneidad del discurso oral y de eliminar las fronteras, al menos aparentemente, entre la prosa y la poesía. En virtud de este propósito hace uso de frecuentes cambios de registro que tratan de reproducir el flujo espontáneo de la comunicación oral.
VALORACIÓN LITERARIA
La poesía de Cardenal, considerada en su conjunto, asume dos funciones primordiales, aparte de su inherente finalidad estética: por una parte, su poesía es crónica, narración de los hechos concretos que acontecen en el mundo circundante; junto a ella, su poesía se alza como arma profética, que interpreta el significado de los hechos narrados y vaticina el futuro que se cierne sobre ese mundo de calamidades. Su mensaje profético es religioso y político a la vez, pues para Cardenal ambas dimensiones de la vida humana no admiten ningún tipo de distinción: dado que su ideología política es el comunismo vivido hasta sus últimas consecuencias, su honda religiosidad siempre estará en consonancia con estos ideales. La trascendencia del Dios cristiano se torna en la inmanencia del materialismo dialéctico: Dios se identifica con todo lo bueno de esta tierra y el paraíso de la gloria debe hacerse realidad en este mundo terreno.
Merced a esta función docente de su verso —por ser crónica y por ser profecía—, su obra poética se mantiene ajena a cualquier hermetismo simbolista y se hace discurso llano, marcadamente realista, con un realismo que no depende sólo del tema (la poesía sólo puede hablar de la realidad), sino de la misma forma de decir su canto. Lejos de toda evasión ensoñadora, su verso es testimonio de las circunstancias de su época y ha de ser entendido por la gran mayoría del pueblo, como afirma en su célebre Oráculo sobre Managua:
"Escribir fue sencillo como tomar un bus
Los versos a la rosa no son burgueses
ni son burguesas las rosas
también las cultivará la Revolución
se trata sí de repartir las rosas y la poesía" (p. 332).
El realismo mencionado lo lleva a rechazar un lenguaje poético distante del habla ordinaria, para optar por "el lenguaje de todos los días, que es también el de la poesía" (p. 377), como le advierte a su gran amigo Coronel Urtecho en la epístola poética ya citada. Frente a los productos de la imaginación (la metáfora y el símbolo, por ejemplo), el poeta prefiere construir su verso con las imágenes de la realidad inmediata:
"No es tiempo ahora de crítica literaria.
Ni de atacar a los gorilas con poemas subrealistas.
¿Y para qué metáforas si la esclavitud no es metáfora
ni es metáfora la muerte en el Río das Mortes
ni lo es el Escuadrón de la Muerte?"
("Epístola a Monseñor Casaldáliga", p. 376)
Tales imágenes de la realidad inmediata pertenecen a ámbitos muy distintos: el mundo natural, los personajes históricos o políticos, los productos de la sociedad industrial, etc. Todos ellos, a pesar de ser objetos existentes en la realidad, adquieren con frecuencia una significación simbólica y transmiten así un mensaje trascendente a los mismos hechos narrados, como es propio de la verdadera poesía. La poesía se puebla, por tanto, de todos los elementos de la realidad, por ordinarios y hasta vulgares que éstos puedan ser: se trata, sí, de una poesía impura, que acoge en un seno todos los asuntos y todos los niveles de la realidad, tal como propugnaba Ezra Pound, cuya influencia en esta poesía se muestra evidente a todas luces.
En algunos libros, especialmente en los Epigramas y en Gethsemany, ky., su poesía aspira a la síntesis del discurso y se halla montada casi exclusivamente sobre objetos simbólicos, eliminando cualquier idea racional propiamente dicha. En estos casos cabría hablar de una poesía más "pura", que aborda asuntos personales desde una perspectiva marcadamente existencial. Pero ésta constituye una vertiente muy ocasional en su poesía, que por lo general abandona el tratamiento puramente lírico para circular por el sendero de la épica, de las aventuras y desventuras de su pueblo. Su poesía podría calificarse de social, en cuanto que se halla comprometida directamente con el acontecer de sus semejantes, si bien este compromiso no siempre es de naturaleza política: a veces se refiere al terreno moral o religioso; sólo a partir de 1970 el asunto político se convierte en un aspecto inseparable de la condición humana y del poetizar.
A partir de Homenaje a los indios de América (1969), ese discurso llano aparece penetrado por las fuerzas del inconsciente que habían determinado la creación poética del subrealismo. No es que Cardenal sea subrealista, pero si que asume algunos elementos de esta estética: el flujo incontrolado de imágenes y sucesos, la disposición caótica que adoptan los elementos del discurso, los cambios bruscos en el tema y en el modo de contar, la superposición de voces en el discurso poético, etc. Pero tales vinculaciones subrealistas no ahogan nunca el papel clarificador y ordenador de la razón, que siempre acaba triunfando en un lenguaje sencillo, capaz de expresar llanamente su mensaje.
Con todo, su tendencia expansiva, que se manifiesta en la longitud de numerosos poemas, lo lleva a rebasar con frecuencia las fronteras de lo poético. En efecto, Cardenal trata de eliminar fronteras entre la prosa narrativa y la poesía, pero es preciso señalar que en muchas ocasiones su poesía se transforma en pura prosa, donde la emoción que ha de reinar en todo texto poético brilla por su ausencia. Muchos versos habría que eliminar en sus poemas narrativos, porque su afán de cronista cuidadoso en el detalle lo hace estancarse en unos terrenos que nada tienen que ver con el discurso emotivo y trascendente propio de la poesía. Pondremos algunos ejemplos de versos desnaturalizados de su condición poética:
"Telegrama del Ministro Americano (Mr. Lane)
al Secretario de Estado —Depositado en Managua
el 14 de febrero de 1934 a las 6:15 p.m.
y recibido en Washington a las 8:50 p.m.
«Informado por puente oficial
que el avión no pudo aterrizar en Wiwili
y por tanto la venida de Sandino se retrasa...»
El telegrama del Ministro Americano (Mr. Lane)
al Secretario de Estado el 16 de febrero
anunciando la llegada de Sandino a Managua
Not Printed
no fue publicado en la Memoria del Departamento de Estado (...)
(Hora 0, p.78)
Alonso de Cáceres le envió una embajada
«que aceptase la paz y obedeciese al rey de Castilla
y le prometía tratarlo bien». Y mató los mensajeros.
Decía: que no quería conocer otro señor ni saber otra ley
ni tener otras costumbres de las que ya tenía.
Duró el sitio 6 meses. Los últimos 2 meses no dormían,
ni las noches ni los días, tirando flechas día y noche (...)"
(El Estrecho Dudoso, p. 135)
En este libro, El Estrecho Dudoso, podrían enumerarse muchos ejemplos de este tipo, donde el verso sólo es tal por su disposición tipográfica, porque en realidad nada tiene que ver con la naturaleza del hecho poético.
No se trata de minusvalorar su talento poético. Lo cierto es que su poética impura se halla amenazada de continuo por la tentación del facilismo prosaico. Su poesía cronística conlleva una tensión entre dos modos de escritura esencialmente diversos: la poesía y la crónica histórica. Aunque Cardenal sabe dotar a la crónica de un componente poético muy estimable, no pocas veces cede a la tentación de convertir a la poesía en pura crónica que desvirtúa su primitiva naturaleza.
VALORACIÓN DOCTRINAL
La obra poética de Ernesto Cardenal no ofrece grandes inconvenientes hasta el libro Canto al FSLN, escrito a partir de 1970, donde el poeta opta por la síntesis absoluta entre cristianismo y marxismo. Los libros anteriores transcurren en el campo existencial, el amoroso, el político, el histórico, de modo que todos estos niveles se dan cita con frecuencia dentro de un mismo texto. En todos ellos resplandece un contenido humanitario de sólido temperamento ético. Su ideología política, que demuestra incansablemente los regímenes dictatoriales y el imperialismo económico de Estados Unidos, no pasa de ser una ideología demócrata de marcado acento social. No obstante, en algunos de estos libros se vislumbra una concepción de Dios y de su relación con el mundo y el hombre muy distante de la cosmovisión cristiana: nos referimos, concretamente, al armonismo inmanentista que tiende a identificar el Ser de Dios con la Naturaleza, como se manifiesta explícitamente en las Coplas a la muerte de Thomas Merton, especialmente en los versos ya citados. La lectura de tales libros anteriores a 1970 debería contar con este presupuesto de su heterodoxia cristiana. Otros casos distintos son aquellos en que se identifica a Dios con la poesía, con la música o con otros seres bellos del cosmos: aquí asistimos, sin más, a un modo metafórico o simbólico de aludir a Dios, el cual ha de entenderse como una licencia poética perfectamente lícita. Y es que el lenguaje poético posee una naturaleza bien distinta del discurso conceptual-racional propio de filosofía o de la ciencia teológica.
Pero a partir de 1970, tras su fascinación por el comunismo cubano, Cardenal verterá sus sinceros ideales religiosos en los patrones materialistas del marxismo, lo cual da como resultado una visión inmanentista del hecho religioso, donde la conversión del corazón en orden a la salvación eterna deja de ser el fin primero y último del hombre. Este fin se verá postergado por la consecución de un paraíso terreno sin propiedad privada, para lo cual se hace necesaria la lucha de clases, que se convierte así en la nueva ascesis cristiana. "Comunismo o reino de Dios en la tierra que es lo mismo" (Canto al FSLN, p. 317) será la nueva consigna religiosa del poeta.
Con vistas a la fundamentación religiosa de este ideal, Cardenal acude a distintas autoridades de la revelación cristiana, como el Antiguo y el Nuevo Testamento y los Santos Padres, de quienes extrae citas muy elocuentes que aparecen desprovistas del contexto espiritual y trascendente del cristianismo, para adaptarlas a un concepto de justicia acorde con el materialismo dialéctico.
A partir de este momento el poeta desconfía del valor social de la lucha interior del cristiano, por considerarla ineficaz a la hora de solucionar las injusticias sociales de este mundo:
"Un hombre nuevo un tiempo nuevo una nueva tierra
¿El corazón del hombre y no las estructuras?
¿Cambiar la conciencia sin transformar el mundo?"
(Oráculo sobre Managua, p. 330)
Ante la supuesta disyuntiva de "cambiar la conciencia" o "transformar el mundo", Cardenal apuesta decididamente por la segunda, olvidando la repercusión social de la lucha ascética y el valor humano de la justicia, la caridad y la solidaridad cristianas. Una vez que el fin de la vida religiosa ha cambiado de objeto y se ha concebido como la conquista de la estricta igualdad económica en la tierra, los miembros de la Jerarquía son considerados apóstatas de la nueva religión, como declara explícitamente en el Oráculo sobre Managua (pp. 328-329).
C.M.A. (1994)
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