Résistance et soumission. Lettres et notes
de captivité
Ed. Labor et Fides, Ginebra, 2ª ed. 1967,
207 pp.
(Orig.: “Widerstand und Ergebung. Briefe
und Aufzeichnungen der Haft”)
CONTENIDO DE LA OBRA
El autor, pastor luterano implicado en una conspiración contra el régimen nazi, ingresa en la prisión militar de Tegel (Berlín) el 5 de abril de 1943. La obra contiene principalmente las cartas escritas desde esa prisión a sus padres (del 14-IV-43 al 26-IV-44) (pp. 18-54), y a un amigo —su futuro editor, Eberhard Bethge—, entre el 18-XI-43 y el 23-VIII-44 (pp. 62-193). Se incluyen también otras dos cartas dirigidas a sus padres desde la prisión de Prinz-Albrecht-Strasse, del 28-XII-44 y 17-I-45 (pp. 194-196). En esta edición se alternan esas cartas con algunas poesías y varios fragmentos compuestos igualmente durante la cautividad. Completan la obra otros dos escritos: “Dix ans plus tard” (pp. 1-17), redactado por el autor en diciembre de 1942, como balance de un decenio de régimen nazista; y un suplemento (pp. 182-206), en el que Bethge relata los últimos días de vida de Bonhöffer.
Dos son los fragmentos más importantes: el titulado “Pensées pour le jour de bapteme de D.W.R.” (mayo de 1944: pp. 133-140); y sobre todo “Ebauche d'une étude” (pp. 178-182). Las cartas —especialmente las dirigidas a un amigo— están salpicadas de consideraciones que giran en torno a varios temas expuestos asistemáticamente, pero que responden a una constante preocupación del autor: reflexionar sobre el presente y el futuro de la vida cristiana, a partir del dato —para él evidente— de que ha pasado el tiempo en que la religión era algo general o generalizado.
Sus reflexiones responden a una línea de pensamiento que puede concretarse en los siguientes puntos más significativos:
1. En su carta de 31-X-43 (p. 46), con ocasión de la fiesta de la Reforma, habla de las consecuencias de la acción de Lutero, diciendo que fueron exactamente opuestas a sus previsiones: quería la verdadera unidad de la Iglesia y del Occidente, es decir, de los pueblos cristianos, y la consecuencia fue la decadencia de la Iglesia y de Europa; reivindicaba la “libertad del cristiano” y la consecuencia fue la indiferencia y la depravación; quería establecer una sociedad auténtica, liberada de la tutela clerical, y la consecuencia fue la revuelta, en la Guerra de los Campesinos, y enseguida la disolución progresiva de todo orden auténtico y de toda disciplina. Hace suya, en buena parte, la opinión dé Kierkegaard, según el cual Lutero diría hoy lo contrario de lo que decía entonces. Parece que con esto Bonhöffer trata de justificarse por su revisionismo radical frente a criterios mantenidos tradicionalmente por el luteranismo, y en particular de su absoluto apartamiento de la doctrina luterana de los dos reinos, definitoria de las relaciones de la Iglesia con el Estado. Critica por ello la falta de valor cívico de los alemanes de su tiempo (pp. 4-5) y denuncia la capitulación del luteranismo liberal (cita expresamente a Troeltsch), en la querella —dice— entre la Iglesia y el mundo, al aceptar la paz —relativamente elemental —dictada por el mundo (p. 147).
2. Para Bonhöffer, el hombre y el mundo han alcanzado su madurez, su mayoría de edad, lo que ha conducido al logro de su autonomía. Con referencia siempre a este dato —que le sirve de base y en torno al cual giran sus reflexiones— expresa sus ideas acerca de Dios, de la Iglesia y de la religión: ideas novedosas, que más bien parecen brillantes paradojas.
a) “Es para mí absolutamente claro —escribe— que no se puede presentar a Dios como el “llenador de vacíos” de nuestro conocimiento imperfecto... La situación actual se caracteriza por el hecho de que existen respuestas humanas que pueden prescindir por entero de Dios. Esto vale con respecto a las cuestiones científicas, pero también para los problemas humanos generales: la muerte, el sufrimiento, la culpa” (Carta 25-V-44, p. 142). Recogiendo una frase que Hugo Grocio aplicaba al Derecho natural según la concepción protestante, afirma que “si queremos ser honrados, hemos de reconocer que debemos vivir en este mundo est Deus non daretur. Y esto debemos reconocerlo delante de Dios. Dios mismo nos impulsa a ese reconocimiento... El Dios delante del cual estamos es un Dios que nos deja vivir en el mundo sin la hipótesis de trabajo Dios. Delante de Dios y con Dios, nosotros vivimos sin Dios” (Carta 16-VII-44, pp. 161-162).
b) “Nuestras relaciones con Dios —dirá en el último de sus fragmentos— no son relaciones 'religiosas' con el ser más alto, más poderoso y mejor que podemos imaginar —ahí no está la verdadera trascendencia—, sino que consisten en una nueva vida 'para los otros', en particular en la existencia de Jesús. No son las tareas infinitas e inaccesibles las que son trascendentes, sino el prójimo que está colocado en nuestro camino... La Iglesia sólo es Iglesia cuando existe para los otros... Los pastores deben vivir exclusivamente de las donaciones voluntarias de sus parroquias, y ejercer eventualmente un trabajo laical. La Iglesia debe colaborar en las tareas profanas de la vida social, no dominando, sino ayudando y sirviendo” (Ebauche d'un étude, pp. 180-181).
c) En su carta de 21-XI-43 dice “mi recelo y mi miedo de la 'religiosidad' han llegado a ser más grandes que nunca” (p. 709). “El tiempo en que todo podía decirse a los hombres con palabras teológicas y piadosas, ha pasado, como el tiempo de la religiosidad en general” (Carta 30-IV-44 pp. 120-121). Critica como algo que debe superarse la cuestión de la salvación del alma —que califica de 'doctrina individualista', propia de una 'interpretación religiosa' de la Biblia— para afirmar que la justicia y el reino de Dios sobre la tierra están en el centro de todo: “no se trata del más allá, sino de este mundo, tal como es creado, mantenido, regido por leyes, reconciliado y renovado” (Carta 5-V-44 p. 124. “Ser cristiano no significa ser religioso de una determinada manera... El mundo adulto es más impío y, tal vez justamente por ello, está más cerca de Dios que lo estaba en su minoría de edad” (Carta 18-VII-44, pp. 166-167. “Durante estos últimos años, he tomado conciencia y he comprendido cada vez mejor a qué extremo el cristianismo es de este mundo. El cristiano no es un homo religiosus, sino simplemente un hombre, como Jesús era un hombre por oposición a Juan Bautista” (Carta 21-VII-44, p. 169. Para Bonhöffer constituye una preocupación primordial —casi obsesiva— el lograr una “interpretación no religiosa” —otras veces, dice “interpretación laica”—de las nociones bíblicas, es decir, “de la creación, caída, reconciliación, arrepentimiento, fe, vita nova, cosas últimas” (pp. 147, 157, 159, 161, 163, 180, etc. ).
3. Son también frecuentes sus críticas —en ocasiones, cáusticas— del pietismo, de la que llama “apologética cristiana” y de todo cuanto signifique tomar en cuenta la integridad como aspecto importante de la vida cristiana (cfr., entre otros pasajes, pp. 145, 155, 157). Y es muy curiosa y significativa su postura escatológica, que expresa con la distinción entre “las realidades últimas y las penúltimas”, según una terminología utilizada ampliamente en otra de sus obras póstumas (“Ethik”, Munich 1949). Así escribe: “sólo cuando se ama la vida y la tierra bastante para que todo parezca acabado cuando se pierden, se tiene el derecho de creer en la resurrección de los muertos y en un mundo nuevo... Vivimos en los tiempos penúltimos y esperamos, en la fe, los últimos”; y añade que de esa concepción se derivan consecuencias que afectan, entre otros, “al problema católico, a la noción del ministerio, al uso de la Biblia, pero ante todo, precisamente, a la ética” (Carta del segundo domingo de Adviento, p. 76). Y en carta posterior (27-VI-44, vuelve sobre el tema: “Contrariamente a todas las demás religiones orientales, la fe del Antiguo Testamento no es una religión de la redención. E cristianismo es, sin embargo, designado siempre como tal. ¿No hay aquí un error capital, por el que Cristo es separado del Antiguo Testamento e interpretado a partir de los mitos de la redención?... Se pretende como decisivo que, en el cristianismo, se anuncie la esperanza de la redención y que así nazca una verdadera religión de la redención. Todo el peso está, pues, más allá de la muerte. Aquí precisamente es donde yo veo el error y el peligro. Redención quiere decir liberación de los cuidados, de la miseria, de las angustias y de los deseos, del pecado y de la muerte en un más allá mejor. ¿Es esto verdaderamente lo esencial del mensaje de Cristo, en los Evangelios y en San Pablo? Yo lo rechazo. La esperanza cristiana de la resurrección se distingue de la esperanza mitológica en que remite al hombre de una manera completamente nueva y más apremiante que en el Antiguo Testamento, a la vida sobre la tierra” (pp. 152-153).
VALORACIÓN TÉCNICA Y METODOLÓGICA
Este libro de Bonhöffer tiene, desde el punto de vista técnico y metodológico, el valor que corresponde a su género literario. Se trata, simplemente, de unas cartas escritas a vuela pluma desde la cárcel. En ellas el autor expresa, con espontaneidad, sus reflexiones sobre temas que, según confiesa, desearía estudiar con más profundidad y fundamentar más seriamente. Al amigo a quien dirige las cartas, le dice: “Ves que siempre me agitan los mismos pensamientos. Ahora me falta justificarlos sobre el plano del Nuevo Testamento” (Carta 27-VI-44, p. 153). En carta de 16-VII-44 se refiere a su trabajo sobre la interpretación no religiosa de las nociones bíblicas y dice: “De momento, veo mejor el problema que su solución” (p. 161). El último de sus escritos (Ebauche d'un étude) que constituye una recapitulación de las ideas y reflexiones diseminadas en sus cartas, expresa su deseo de redactar un trabajo, no mayor de cien páginas, según un esquema sencillo, al término del cual escribe: “Todo está escrito de manera torpe y sumaria. He querido expresar simplemente y con claridad ciertos problemas que, en general, preferimos esquivar. La cuestión de saber si saldré airoso es diferente, sobre todo sin la ayuda de la discusión>> (p. 181.>.
El éxito y el influjo de esta obra se deben a razones no científicas: la aureola personal del autor, mártir político del nazismo; su dura crítica al luteranismo liberal, muy desacreditado en su tiempo: y la brillantez de su estilo literario que ha expresado en fórmulas breves y paradójicas ideas por otros aprovechadas, amparándose muchas veces en su renombre, para avalar la literatura -por lo demás, poco uniforme- que integra el movimiento denominado “teología de la muerte de Dios”, “ateísmo cristiano” y “teología de la secularización”; así como la llamada “teología política”.
VALORACIÓN DOCTRINAL
Por lo expuesto se aprecia fácilmente los graves errores que contiene esta obra de Bonhöffer acerca de cuestiones fundamentales, y la tremenda deformación del cristianismo a que conduce: un cristianismo negador de toda religión, despreocupado de la salvación de las almas, pendiente de las realidades temporales y despectivo de la vida interior.
Estos errores —que se resumen en una fuerte proclividad al ateísmo y en un temporalismo radical— hacen sumamente peligrosa la lectura del libro.
A.F.
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