BENEDETTI, Mario:
La Tregua
Editorial ALFA, Montevideo l96O.
INTRODUCCIÓN
Poeta, novelista, dramaturgo, cuentista y crítico uruguayo. Nació en Montevideo el l4 de septiembre de l92O.
Identificado con la generación literaria de l945, su nombre llegó a trascender los límites de lo patrio, gracias a la calidad de su extensa producción literaria.
Su estilo claro, dialogado, de gran fuerza comunicativa, recuerda la técnica de Heminway. Posee capacidad para captar los estratos profundos de la vida humana.
Entre sus principales obras están:
obra narrativa:
"Esta mañana", l949.
"¿Quién de nosotros?", l953.
"Montevideanos", l959.
"Gracias por el fuego", l968.
obra poética:
"La víspera indeleble", l945.
"Sólo mientras tanto", l95O.
"A ras de sueño", l964.
obras teatrales:
"Ustedes, por ejemplo", l953.
"El reportaje", l958.
En Montevideanos presenta una visión aguda del Montevideo actual donde se refleja la mediocridad del hombre uruguayo de la clase media, a quien dedica lo más mordaz de su obra.
En Gracias por el fuego analiza en profundidad la compleja realidad de la vida burguesa.
Su carácter político y social es evidente y no ofrece ninguna solución a los problemas que presenta. Su crítica es destructiva.
Una constante de la obra de Benedetti es la vida de la ciudad con sus múltiples y pequeños acontecimientos que componen la cotidianeidad, pero enmarcados en una concepción pesimista del mundo circundante y de su realidad.
Es un autor realista, puesto que lo que escribe está referido a un tiempo y a un ámbito determinado, reales.
CONTENIDO
La obra está escrita a manera de diario, que comprende desde el lunes ll de febrero de l957 hasta el viernes 28 de febrero, del año siguiente.
En todo este tiempo el personaje habita en Montevideo y prácticamente sus escenarios vivenciales se reducen a tres: su casa, su oficina y el apartamento donde se encuentra con Laura.
Está repartido en ciento setenta y ocho secuencias. En las nueve primeras trata del drama de vacío vital del protagonista, Martín Santomé, las peripecias del trabajo de la oficina en donde trabaja, el complejo tema de la relación con sus hijos: Blanca, Esteban y Jaime.
En la décima secuencia, que corresponde al 27 de febrero aparece Laura Avellaneda, compañera de oficina y de la que se enamorará Santomé.
Las secuencias del amor entre Martín y Laura son noventa y tres, es decir más de la mitad del total de la obra. Las que siguen a la muerte de Laura son apenas veinte.
La novela se abre con una apreciación personal: "Sólo me faltan seis meses y veintiocho días para estar en condiciones de jubilarme", y más adelante: "Debe hacer por lo menos cinco años que llevo este cómputo diario de mi saldo de trabajo", y al final de la obra: "Desde mañana y hasta el día de mi muerte, el tiempo estará a mis órdenes".
El gran tema de La Tregua es el tiempo, pero no un tiempo metafísico, sino psicológico, humano, vital.
Para Santomé su expectativa íntima frente a la proximidad de la jubilación se encuadra en el marco del recuento de los fragmentos del tiempo. "...Faltan seis meses y veintiocho días...".
Santomé es un oficinista que vive contando los minutos y las horas de su jornada laboral.
El tiempo del protagonista de la novela no es sino un gran vacío, cubierto fugaz y fulgurantemente por la ráfaga vital del amor. Esa ráfaga vital amatoria es la tregua de Santomé. Tregua en medio de una guerra contra el tiempo, no para detenerlo sino para cubrirlo y dignificarlo.
En La Tregua hay como una manía de fijación cronológica en la observación de todas las cosas.
Otro tema es la muerte. Hay muertes en el pasado, en el presente y en el futuro.
En el primer encuentro con Vignale, "el molesto amigo de la infancia", Santomé deja constancia de tres muertes: la de la madre ("murió hace quince años"), la del padre ("murió hace dos años") y la de Isabel, su esposa.
Las muertes de los padres quedan fijadas en dos tiempos distintos, ambos pasados; pero en cambio la muerte de Isabel se prolonga y puede decirse que está palpitando en el presente de Santomé.
La muerte de Laura Avellaneda surge abruptamente en el presente y se proyecta en el futuro. Su muerte es la que tiene más resonancias en la vida de Santomé. Este acontecimiento obliga a un doloroso replanteamiento de las cosas. Laura era la nueva compañera de Santomé, la que había venido a darle sentido a todo, hasta a la jubilación en ciernes.
Al influjo de esta muerte, al desaparecer el poderoso catalizador que fue el amor de la muchacha, el personaje Santomé es reencauzado en su ritmo vegetativo de vida. Dicho de otro modo, se acabó la tregua.
Santomé es un hombre gris, un hombre que no se decide a vivir enteramente la vida, a la que parece tenerle miedo.
Enfrenta su relación amorosa con Laura cargado de temores y prejuicios emanados por la diferencia de edades existente entre él y ella. Hay, sin embargo, un momento en que decide superar esos escollos que están su propia alma. Se plantea el casamiento y la dignificación de ese amor, pero lo hace demasiado tarde, pues muere Laura de improviso.
El hecho de que La Tregua esté realizada sobre la forma de un diario íntimo, presuntamente escrito por el personaje central, tiene una significación psicológica —como es la subjetivación de la narración, con el consiguiente aumento de la emotividad— y una significación estructural.
La lengua utilizada por Benedetti es la que corresponde con la cultura media uruguaya, no la propia de un hombre culto como él.
Es evidente que Santomé no posee una cultura extremadamente elaborada, pero tampoco se le puede catalogar como inculto.
Benedetti hace hablar a los personajes con expresiones coloquiales, cotidianas que conforman prácticamente el lenguaje diario de toda la gente de Montevideo, desde el universitario hasta el obrero.
Sin embargo, no hay que olvidar que la Tregua está construida sobre una lengua escrita, no sobre una lengua hablada. Aunque se presuponga que Santomé habla como piensa, y escribe como habla, existe una cierta mediatización reflexiva en la escritura de su diario que no hay que menospreciar.
Otro punto digno de considerar en relación con este tema es el de la toma de conciencia de Santomé respecto a la importancia de la utilización de la lengua, tanto oral como escrita. Al principio de la novela este hombre se plantea la posibilidad de dedicarse a escribir cuando sea jubilado.: "Quizá no lo hiciera mal, por lo menos la gente suele disfrutar de mis cartas".
Existe también, en Santomé, una valoración de la propia escritura no ya desde el punto de vista conceptual sino mecánico, material, estético. Al reconocer su propia escritura, comentará: "...¡y cómo ha ido cambiando mi letra! En l929 tenía una caligrafía despatarrada...".
Finalmente, hay que reconocer los numerosos pasajes en los que analiza el valor semántico de las palabras, sobre todo en lo que se relaciona con Laura. Cuando muere Laura Santomé establece una diferencia semántica entre los vocablos "fallecer" y "morir". El primer término lo exaspera; el segundo, lo abate por la terrible realidad de su significado.
También se advierte en todos los pasajes la soledad y la falta de comunicación, por ejemplo con sus hijos.
La novela refleja un pesimismo fundamental. Hay en la vida de Santomé un permanente declive hacia la frustración y el fracaso. Hay en toda la novela un sentido fatalista de la vida.
Si realizamos una observación global de la novela, llegaremos a la conclusión de que el fatalismo, el pesimismo, el sentimiento de frustración son el denominador común para todos los personajes.
Al hacer un repaso de los personajes y situaciones advertimos que tanto los destinos individuales como colectivos aparecen impregnados del sentimiento de fracaso o frustración.
Isabel —la joven esposa muerta— está sufriendo un proceso de erosión, provocado por el paso del tiempo, que va desdibujando su rostro, decantando la experiencia amatoria, que parece haber dejado más que nada una huella física exenta de espiritualidad.
Aníbal, el amigo noble de Santomé, está gastado y envejecido.
Vignale, el amigo innoble y molesto, es un ser naturalmente desagradable e inconscientemente frustrado y acabado.
Los hijos de Santomé: Blanca, una nostálgica que teme que su vida llegue a parecerse a la gris existencia de su padre; Esteban, un hombre huraño y desencantado, que no titubea en acomodarse en un empleo público en cuanto puede; Jaime, el hijo menor, el que Santomé es cierto sentido considera su preferido, se revela homosexual y por tanto, será marginado, en conflicto con la familia y la sociedad.
Los personajes de la oficina —Santini, Méndez, Muñoz, Robledo, Suárez,tienen todos una vida mediocre y amoral, lo mismo que otros personajes periféricos: la mujer con la que Santomé pasa una noche o el judío que visita la oficina.
Sólo Laura no tiene adherencias de frustración o fracaso. Sin embargo a este personaje Benedetti le reserva una muerte que viene a cortar su juventud y a trastornar todo el esquema de la novela. El margen de apertura, de esperanza que había abierto Laura en la vida de Santomé es violentamente cerrado por esta muerte, que constituye, para Benedetti, la más clara presencia de la fatalidad, la demostración más dramática de que la felicidad no es posible.
Por otro lado se encuentra a lo largo de la obra ciertas reflexiones característicamente pesimistas acerca de la situación nacional uruguaya. "Yo creo" —le dice a Aníbal— "que en este luminoso Montevideo, los dos gremios que han progresado más en estos últimos tiempos son los maricas y los resignados".
También Diego, el novio de Blanca, que pertenece a otra generación, manifiesta un acendrado pesimismo para juzgar el Uruguay. "¿Usted ve alguna salida?", le pregunta a Santomé, para concluir: "Lo que es yo, por mi parte, no la veo".
Santomé ve a Dios como una fuerza superior que mueve personas y acontecimientos. "Es evidente que Dios me concedió un destino obscuro", dirá Santomé, quitando la responsabilidad de sus propias acciones.
Hay sin embargo un momento en que habla con Dios como con un ser personal, es el día de la muerte de Laura.
Lunes 23 de septiembre.
Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío.
La desesperada necesidad de Dios cubre todo el espectro emocional e intelectual de ese día. Es la única información existente.
En el aspecto moral la novela describe varios personajes sin ningún sentido moral, por ejemplo la relación incestuosa entre Vignale y Elvira su cuñada, la relación de Jaime su hijo con "sus amigos", como le echa en cara Blanca, la falta de escrúpulos de Esteban al aceptar el puesto de trabajo y desde luego la de Santomé al tener con Laura una relación ilícita fuera del matrimonio.
Argumento
Martín Santomé es un viudo de unos cincuenta años que tiene tres hijos, Blanca, Esteban y Jaime y que está esperando su jubilación. Cuenta los días que le faltan.
Llega a trabajar a su oficina una muchacha joven, Laura Avellaneda, de la que se enamora. Sale con ella y no le propone matrimonio como pensaba ella sino que le propone ponerle un apartamento ya que, según Santomé, la quiere dejar libre. Realmente él es el que huye del compromiso por temor al que dirán, ya que la diferencia de edades es grande. Ella, a pesar de no estar de acuerdo al principio, lo acepta.
La relación de él con sus hijos es tensa, pues además de no haber habido nunca buena comunicación, los hijos le recriminan cuando se enteran de su relación con Laura.
Los compañeros de la oficina le hacen confidencias de situaciones totalmente amorales, sobre todo Santini.
Vignale es amigo de la infancia al que vuelve a ver. Vive en un ambiente sórdido y él mismo es un hombre inescrupuloso.
Laura falta a la oficina varios días, Santomé se preocupa, hasta que recibe una llamada de un tío de Laura en la que le dice que ella murió de un catarro mal cuidado.
Santomé se desmorona moralmente, pues dentro de su vida aburrida y sin relieve había surgido Laura que le había vuelto a dar sentido a su existencia.
Quiere saber más datos de su muerte y visita de incógnito a la familia. Los papás de Laura lo reciben; el padre es sastre y cree que Santomé viene realmente por el interés de hacerse un traje, sólo su mamá se da cuenta quién es porque Laura le había contado su relación con Santomé.
Termina el diario diciendo que ahora que ya no trabajará, sólo le falta esperar el momento de su muerte.
M.C.D.G. (1994)
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