(Novela de la Revolución Mexicana)
Fondo de Cultura Económica, 1ª edición popular, México.
Buenos Aires. 1960, 142 págs.
1. RESUMEN DEL CONTENIDO DEL LIBRO
Primera parte
I Ya iniciada la revolución mexicana, cuando las fuerzas de
Francisco Villa combatían contra el ejército federal de Victoriano Huerta, una
partida de federales en busca de guerrilleros, en la sierra del norte de
Jalisco, llega a la casa de Demetrio Macías, campesino pobre, al que un cacique
de Moyahua "lo trae corriendo por los cerros" supuestamente por
haberse sublevado contra el gobierno. Cuando el teniente de los federales trata
de abusar de la esposa de Demetrio Macías, aparece éste en la puerta y con su sola
presencia hace huir a los soldados. Temiendo el regreso de éstos, le ordena a
su mujer que se refugie en casa del padre de Demetrio, con su hijo pequeño en
brazos, y él se remonta, uniéndose definitivamente a los guerrilleros
sublevados en aquella sierra. Los federales vuelven y encontrándola vacía,
queman la casa de Demetrio. Este hecho nunca lo olvidará, y justifica en Macías
buena parte de los atropellos que él mismo cometerá, ahora ya como
revolucionario.
II Se le unen Anastasio Montañés, su compadre y desde el
principio su segundo, la Codorniz, Pancracio, el Meco, Venancio, el Manteca y
otros provenientes todos ellos del cañón de Juchipila y sus alrededores. Son
poco más de veinte los que a propuesta de Anastasio Montañés, aclaman a
Demetrio como su jefe.
III Poco después llevan a cabo una emboscada a los federales
en la que no resultan muy bien parados los guerrilleros, por una imprudencia de
la Codorniz y la poca disciplina de la partida. Demetrio es herido en una
pierna.
IV Se dan cuenta que después del combate faltan dos
revolucionarios: Serapio el Charamusquero y Antonio, a los que poco después
encuentran colgados de un mezquite. La herida de Demetrio se agrava, no
obstante unos primeros auxilios muy primitivos que le aplica Venancio, que era barbero
en su pueblo. Llegan al atardecer del segundo día a un lugar de
"pobrísimos jacales de zacate" donde "señá Remigia" aloja a
Demetrio en su jacal y le socorre con lo poco que han dejado los federales,
quienes han arrasado previamente todos los poblados de la sierra.
V En ese lugarejo se les une Luis Cervantes, estudiante de
medicina, periodista y desertor de los federales, al que Pancracio recibe con
un balazo en un pie al dar una seña que Pancracio no conoce.
VI‑X En el corral donde lo ponen preso, Luis
Cervantes siente su fracaso y su desilusión al ser recibido en esa forma. Se
nota ya el interés personal de Cervantes, que trata de hacer "su
revolución". Los de la partida, convencidos de que no es espía, le
permiten unirse a ellos. Camila, una muchacha dulce "de rostro muy
vulgar", atiende a Demetrio llevándole alimentos. Las viejas del pueblo,
todas ellas resentidas con los federales por sus depredaciones, también ayudan
y llevan remedio a Demetrio, pero quien termina curándole es Luis Cervantes que
con eso y adulando a los demás de la cuadrilla se gana su confianza. Venancio
deja de llamarle "Curro" despectivamente y comienza a llamarle
"Luisito".
XI Mientras tanto Camila se ha enamorado de Luis Cervantes
al que trata de conquistar a su manera muy primitiva. Cervantes no sólo no le
hace caso, sino que le aconseja que corresponda a Demetrio, quien se ha
interesado por ella.
XII y XIII Se reciben noticias por unos arrieros,
de que el Gobierno de Huerta se tambalea y está próxima una gran batalla en
Zacatecas. Luis Cervantes convence a Demetrio para que vaya a unirse con las
fuerzas de Pánfilo Natera, en Juchipila, "antes de que tomen
Zacatecas", viendo que eso es la oportunidad de medrar bajo la bandera de
Macías.
XIV y XV Decidida ya la partida, Luis Cervantes va ganando
ascendiente sobre aquellos hombres, pues "es gente que, como sabe leer y
escribir, entiende bien las cosas". Camila hace otro intento por agradar a
Cervantes, y éste vuelve a indicarle que mejor corresponda a Demetrio, que sigue
interesado por ella. Parten al otro día y al atardecer encuentran a un viejo
que les da noticias de los federales que ocupan el pueblo cercano, diciéndoles
que no llegan a la docena. Cervantes sospecha que se trata de un espía.
XVI y XVII Al día siguiente, en la plaza del
pueblo, son recibidos con una cerrada descarga de fusilería, que hiere a varios
y mata al caballo de Demetrio. Al replegarse, un vecino del pueblo, cuyo
hermano fue obligado a hacerse federal, y con el objeto de salvarlo, les guía
por unos corrales que les permiten subir a la cúpula de la iglesia, desde la
cual sorprenden a los federales y terminan matándolos a todos a cuchilladas.
Muere también el hermano del guía, así como el viejo que el día anterior los
engañó, pues efectivamente era espía, y el capitán que mandaba a los federales,
al que se pinta como "joven de pelo rubio y bigotes retorcidos, muy
presuntuoso". Los revolucionarios, victoriosos, despojan a los federales
de armas y ropas.
XVIII Demetrio Macías, con cien hombres, se une en Fresnillo a
las fuerzas de Pánfilo Natera. Luis Cervantes comienza a tratar a Demetrio como
coronel y Natera refrenda el nombramiento. La evolución de Demetrio es
manifiesta, cuando oye contar a Natera y a sus gentes el relato de las hazañas
que le imputan. "Y Demetrio, encantado, oía el relato de sus hazañas,
compuestas y aderezadas de tal suerte, que él mismo no las conociera. Por lo
demás, aquello tan bien sonaba a sus oídos, que acabó por contarlas más tarde
en el mismo tono y aun por creer que así habíanse realizado". En la
borrachera que sigue a la unión de las fuerzas, mueren dos reclutas de Demetrio
y éste, cuando le informan, "alzando los hombros, dijo: —Psch... pos que
los entierren"; estaba hecho todo un revolucionario.
Luis Cervantes se encuentra con un antiguo conocido,
Alberto Solís, ayudante de Natera, quien está desilusionado de la Revolución y
sigue en ella porque "la revolución es el huracán, y el hombre es la
miserable hoja seca arrebatada por el vendaval...".
XIX y XX Los revolucionarios son rechazados en
Zacatecas y vuelven a Fresnillo. Se deja ver que la gente de los pueblos sufre
con azoro el paso de los revolucionarios, que saquean todo lo que encuentran.
Demetrio comienza a darse ínfulas de estratega y por la noche añora la
presencia de Camila. Las fuerzas de Natera esperan la llegada de los villistas.
Se describe con rasgos muy vivos las diferentes reacciones de los
revolucionarios "sombrerudos" ante la proximidad de los villistas,
"puros hombres norteños, muy bien puestos, de sombrero tejano, traje de
kaki nuevecito y calzado de los Estados Unidos de a cuatro dólares".
XXI Luis Cervantes y Alberto Solís contemplan la toma de
Zacatecas desde un hoyanco del Cerro de la Bufa, donde se han refugiado, aquél
porque lo tiró el caballo y éste por precaución. Solís relata los actos de
valor temerario que ha visto hacer a Demetrio Macías y muere de un balazo casi
al acabar la batalla, cuando los federales comienzan a retirarse de la plaza
desde la estación del ferrocarril.
Segunda Parte
I Después de la toma de Zacatecas, los revolucionarios
festejan el triunfo. La fiesta es escandalosa y sórdida. En ella aparece la
Pintada, una mujer que ha sido amante de todos los soldados y que en forma
vulgar y soez trata de conquistar a Demetrio Macías, lo que consigue en la
madrugada cuando la borrachera de todo el grupo llega al máximo. Antes de eso,
Anastasio Montañés presenta a Demetrio a un recién llegado, el "güero
Margarito", el cual es descrito desde el principio como taimado e
intrigante. Es conocido de la Pintada, con la que parece entenderse, pues ésta
lo admira a su manera. El ambiente de la celebración se vuelve verdaderamente
bestial, cuando comienzan los presentes a relatar sus "hazañas", que
todas son de robos y asesinatos por caprichos: "yo, en Torreón, maté a una
vieja que no quiso venderme un plato de enchiladas...". "Yo, en
Chihuahua, maté a un tío porque me lo topaba siempre en la misma mesa y a la
misma hora... ¡me chocaba mucho!...".
II y III La cuadrilla de Demetrio Macías,
convertida ya en brigada del ejército revolucionario, se dispone a celebrar el
nombramiento de general, que Pánfilo Natera ha hecho a favor de Demetrio,
mediante una fiesta sorpresa. Tienen que despertar al propio Macías a gritos,
pues aún no se repone de la borrachera del día anterior. Mientras tanto los
subordinados de Macías, encabezados por la Pintada, se dedican a destrozar la
casa en que por fuerza les dieron alojamiento. La Pintada se muestra
especialmente tenaz en la destrucción y en la búsqueda de "avances". El
güero Margarito es admitido por Macías en su brigada con el grado de mayor.
Luis Cervantes lleva a la fiesta a una muchacha de
presencia no vulgar, a quien presenta como su prometida, pero con el claro
deseo de entregarla a Macías, para congraciarse con él. El banquete termina en
borrachera, en medio de un desorden tremendo, sin control de ningún género.
Balazos contra los espejos, por parte del güero Margarito, y la introducción de
una yegua en el comedor, "avance de la Pintada", son algunas cosas de
las que suceden en la comida.
IV Al día siguiente de la "celebración", Luis
Cervantes no recuerda lo sucedido pues, para él, el banquete terminó cuando
Demetrio fue desarmado por sus subordinados ante el peligro que siguiera
disparando sin control, y éste arremetió a bofetadas contra todos. Al poco
tiempo, comprueba que su "prometida" ha sido víctima de la Pintada,
quien la entrega al güero Margarito, burlando con esto las perversas
intenciones del propio Cervantes.
V Los revolucionarios vuelven al campo, y la brigada de
Macías, que ya cuenta con Estado Mayor, pues Montañés es Coronel, Pancracio
teniente coronel, y Cervantes y Margarito mayores, se dirige a Moyahua, la
tierra de Demetrio Macías y del cacique D. Mónico. El pueblo los recibe sin
miedo, y Macías abre a balazos la puerta de la casa de D. Mónico. Este, al
principio, se esconde pero es localizado en el ropero donde trataba de
ocultarse. D. Mónico pide clemencia y Demetrio, recordando la escena de su casa
quemada por los federales y su mujer huyendo, prohibe el saqueo de la casa que
sus soldados se disponían a hacer junto con las gentes del pueblo. Macías mata
a uno de los suyos que no le obedece y después ordena incendiar la casa:
"nadie comprendió el extraño proceder del general".
VI a VIII En otra casa de D. Mónico se aloja
Demetrio y los suyos. En la conversación con Cervantes, éste deja ver con mayor
claridad su cinismo e inmoralidad, y Macías muestra el cambio que se va
operando en él. Cervantes le lleva un "talego de hidalgos relucientes como
ascuas de oro", y justifica sus robos porque "al buen sol hay que
abrirle la ventana, y además, en la Revolución todos lo hacen... así como ni
Villa, ni Carranza, ni ningún otro ha de venir a pedir nuestro consentimiento
para pagarse los servicios que le están prestando a la patria, tampoco nosotros
tenemos necesidad de pedirle licencia a nadie". Demetrio, sin embargo, no
acepta el dinero, "pues yo, con que no me falte el trago y con traer una
chamaquita que me cuadre, soy el hombre más feliz del mundo". Como
confiesa que se ha hartado de la Pintada y que sigue recordando a Camila,
Cervantes se ofrece a traérsela. Va por ella, y con engaños la saca de su casa
haciéndole pensar que corresponde a su amor, y la entrega a Macías. Al
enterarse la Pintada, pretende ayudar a Camila a volver a su casa, pero ésta,
cuando Demetrio le ordena montar a caballo para seguir con la brigada, da de
lado la salida que le ofrece la Pintada "y replica a ésta, refiriéndose a
Demetrio: "Pos es que ya le voy cobrando voluntá...".
IX La partida de Demetrio vuelve de batir a unos cristeros.
Macías está desilusionado ya que esperaba combatir contra los orozquistas y no
hubo ni siquiera combate formal. Otros, sin embargo, vuelven contentos, pues
lograron buenos "avances" en la casa del cura, al que mataron, y en
la iglesia del pueblo, que saquearon sin escrúpulos. El güero Margarito, que ha
vuelto con la Pintada, revela una vez más su crueldad, al traer lazado a un
prisionero federal al que atormenta de continuo.
X En una escena que transcurre en un pueblo del valle, el
autor pinta la tristeza que comienza a apoderarse de Demetrio y de los suyos.
Lo atribuyen a que están lejos de la sierra y Macías piensa por un momento en
su esposa y no logra representarse la imagen de su hijo: lo ha olvidado. El
paupérrimo salario que gana el peón que les da alojamiento, que además
"echa pestes del patrón, del rancho y de la perra suerte", acentúa la
tónica del pesimismo que va apoderándose de Demetrio.
XI La partida llega a Tepatitlán. Luis Cervantes se dedica a
comprar a los soldados todo el producto de sus avances y aprovecha cualquier
coyuntura para adquirir buenos atuendos a precios miserables. Lo hace además
con el dinero de la brigada que administra a su favor, engañando a Demetrio.
Éste ha perdido totalmente cualquier vestigio de ayuda a los necesitados, y no
sólo tolera que sus soldados entren a los pueblos a saquear, sino que al
recibir las quejas de uno de los robados, su única reacción es contestar con
indolencia: "Pos pa' qué se dejan". Sólo la intervención de Camila
logra de vez en cuando reponer algunas de las flagrantes injusticias que
cometen los revolucionarios.
XII En camino a Cuquío, y por relato de Anastasio Montañés,
Demetrio se entera de nuevas crueldades del güero Margarito, que hace la
revolución con el único objeto de hacer sufrir a los demás, divirtiéndose con
cualquier sufrimiento ajeno. Camila manifiesta su antipatía por Margarito, y la
Pintada la tira del caballo, rompiéndose la frente. En Cuquío, Demetrio recibe
órdenes superiores de volver a Tepatitlán, dejar ahí su brigada y dirigirse a
Aguascalientes, a tomar parte de la convención de generales. Camila, que siente
la constante animadversión de la Pintada, pide permiso a Demetrio para irse a
su tierra, pero éste la retiene, asegurando que echará a la Pintada. En efecto,
Demetrio indica a la Pintada que ya no siga con ellos, a lo que ésta responde
violentamente, insultando a todo el mundo y tratando de acogerse a su amante,
el güero Margarito, pero éste también la desprecia y la abandona. Creyendo que
todo esto es obra de Camila, la Pintada saca un cuchillo y se abalanza sobre
ella, matándola a puñaladas. Demetrio ordena que la maten, pero la Pintada se
defiende con su cuchillo y lo entrega a Macías, retándolo a que sea él quien la
mate. Demetrio no se atreve y la echa del regimiento.
XIII Al llegar a Lagos, el güero Margarito, que va con
Demetrio a Aguascalientes, trata de sacar a éste de la murria que tiene por la
muerte de Camila. Para esto, entra en un bar, en el que el güero hace todo tipo
de barbaridades. Su crueldad llega al máximo al herir sin motivo a algunos de
los parroquianos, volar una oreja de un balazo al mozo del lugar y hacer bailar
a los transeúntes que encuentra, tirándoles a los pies. Demetrio lo abandona a
media juerga.
XIV En el vagón del tren que les lleva a Aguascalientes, el
autor pinta con realismo el ambiente de los revolucionarios. Para el güero
Margarito es peor robar que matar y sobre todo cuando el que roba es un
"curro". Aunque reconoce que él también ha robado.
Con ese motivo todos los del vagón comienzan a relatar
sus robos y arbitrariedades, hasta que salen las barajas y el juego los absorbe
En Aguascalientes, Demetrio toma consejo del General Natera y éste le indica
que "la bola" va a seguir, ahora Villa contra Carranza. Demetrio
admite seguir peleando y cuando Natera le pide que defina su bando, Macías
"se llevó las manos a los cabellos y se rascó en breves instantes. —Mire,
a mí no me haga preguntas, que no soy escuelante... La aguilita que traigo en
el sombrero usté me la dio... Bueno, ya sabe que no más me dice: Demetrio,
haces esto y esto... ¡y se acabó el cuento!".
Tercera parte
I Luis Cervantes que ha abandonado la partida, escribe
desde El Paso, (Texas) invitando a Venancio a dejar también la revolución. Mientras
tanto, por pleito de jugadores, Pancracio y el Manteca se han apuñalado
mutuamente y el güero Margarito se suicidó. Venancio admira la astucia de
Cervantes, pero sigue en la brigada. Cada día entiende menos por qué continúan
la lucha, pero la mayoría ni siquiera se plantea el dejarla. "Porque si
uno trae un fusil en las manos y las cartucheras llenas de tiros, seguramente
es para pelear. ¿Contra quién?, ¿En favor de quiénes? ¡Eso nunca le ha
importado a nadie!".
Ya en la sierra, por cuatro fugitivos se enteran de la
derrota de Villa en Celaya y a todos se les contagia la sensación de derrota y
fracaso. "Villa derrotado era un dios caído. Y los dioses caídos ni son
dioses ni son nada".
III La escena es de tristeza y fracaso. En un palenque
improvisado se organiza una fiesta, con peleas de gallos y canciones. Demetrio
que no olvida la muerte de Camila, no está alegre, y el alcohol le produce más
y más tristeza. Pide a Valderrama —un poeta loco que se les ha unido— que cante
"El Enterrador" y al terminar, Demetrio procura ocultar las lágrimas
que le han venido a los ojos, pero Valderrama lo publica con frases
rimbombantes de enajenado.
IV Entra la partida de Juchipila, que los recibe sin
alegría. El pueblo, está arruinado, "las casas destechadas, los pretiles
ardidos. Casas cerradas... la mueca pavorosa del hambre estaba ya en las caras
terrosas de la gente"... La población maldice a los soldados, pues se dan
cuenta, en su mente inculta, que ellos son los culpables del desastre. Su
revolución sólo ha producido desolación y hambre para ellos y para los pueblos
que pretendieron librar de sus caciques. Cuando hallan por fin algo de comida y
quieren comprarla enseñando "sus bolsillos reventando de billetes",
encuentran como respuesta de la fondera —"Papeles, sí... ¡Eso nos han
traído ustedes!... ¡Pos eso coman...!".
Además el descontento en la tropa es cada vez más grande,
por la cabida que se ha dado en ella a los ex‑federales, que se
incorporan con grado, mientras los veteranos siguen siendo soldados rasos.
VI Demetrio pasa por su casa y su mujer lo recibe con
emoción. Su hijo no lo conoce. La mujer pretende retenerlo pero Demetrio ha de
seguir en la revolución. La mujer le avisa de una corazonada y cuando le
pregunta que ¿por qué pelean ya?, la única respuesta de Macías es arrojar una
piedra al fondo del cañón y decir: "mira esa piedra cómo ya no se
para...".
VII La escena transcurre en el mismo desfiladero del primer
combate de Demetrio, cuando derrotó a los federales, sólo que ahora la partida camina
por donde entonces caminaban los federales, y caen en una emboscada igual a la
que entonces Demetrio tendió a aquéllos. Una partida de
"carranclanes" (carrancistas) los aniquila, muere Anastasio y
Demetrio trata de ganar las alturas. Se esconde en una hondonada y muere
haciendo fuego.
2. RELACIÓN DE PERSONAJES
1. Demetrio Macías. Campesino pobre que se une a
la revolución por persecuciones del cacique D. Mónico. Parece tener una razón
para su insurgencia, pero su incultura no le permite ir más allá de su odio a
D. Mónico y a los federales. Su religiosidad es primitiva y su moral casi
ausente. Sufre los halagos del triunfo y se cree todo lo que le dice Cervantes
para aprovecharse de él. Cede sin resistencia a sus bajas pasiones y sin
ninguna objeción admite a la Pintada, a Camila y a las demás mujeres que va
encontrando en sus andanzas.
Es el personaje central de la novela; su desilusión del
movimiento revolucionario le hace imprimir un tono de desánimo a todo su
regimiento, el cual acaba siendo una partida dirigida por ex‑federales.
Su destino trágico marca el drama de todos "los de abajo", que
combaten y mueren sin saber por qué.
2. Anastasio Montañés. Compadre de Demetrio, al
que profesa una fidelidad a toda prueba. Le sigue a todas partes y parece que
tiene sus mismas preocupaciones, triunfos y derrotas. No alcanza a distinguir
la evolución que sigue su compadre ante los triunfos y su papel principal es el
de fidelidad al jefe. Esa fidelidad pasa por encima de normas morales y
jurídicas. Parece que nació para obedecer a Demetrio y muere junto con él.
3. Luis Cervantes. Retrato del personaje que va a
la revolución a medrar. Más ilustrado que Demetrio y sus seguidores, se
aprovecha de ellos y de sus pasiones para sus fines personales. Sin ninguna
moralidad, roba y prostituye todo lo que toca, siendo capaz de las acciones más
bajas para seguir halagando a Demetrio mientras éste está en ascenso. Le
abandona y se va al extranjero, cuando las cosas comienzan a no ir bien.
4. El güero Margarito. Revolucionario cruel y
descarado, antiguo delincuente que se une a Macías para continuar dando rienda
suelta a sus pasiones y bajos instintos. Es un postizo en la partida de
Demetrio Macías, a la que contribuye a degradar haciéndole vivir sus peores
momentos de juerga y escándalo. Es naturalmente vivaz, pero sólo busca la
satisfacción personal, sin plantearse siquiera los sufrimientos o los derechos
de los demás. Es especialmente cruel con los débiles. Termina suicidándose. El
autor deja ver que el güero Margarito no es de "los de abajo", sino
un elemento extraño que se aprovecha de los hombres de Macías, y representa
para ellos el vicio y los malos caminos.
5. La Pintada. Soldadera descarada y soez, amante
de Margarito, aunque no tiene ningún reparo en cambiarlo por quien se ofrece.
Es lo más bajo de las soldaderas en la escala moral. Roba todo lo que puede e
intriga contra cualquier rival que le pueda surgir en el regimiento.
Representa, junto con Margarito, la ley de los instintos.
6. Camila. Muchacha campesina sin ninguna cultura,
que se enamora de Cervantes a quien quiere entregarse sin rodeos. Este la
rechaza y termina entregándola con engaños a Demetrio. Continúa con éste por
algún tiempo y comienza "a cobrarle voluntad". Muere a manos de la
Pintada.
3. VALORACIÓN LITERARIA
"Los de abajo" es cronológicamente la primera
novela de la revolución mexicana. Escrita en el exilio (se publica en 1915 en
el periódico "el paso del norte", de El Paso, Texas, USA), refleja ya
la decepción del autor ante un movimiento que se inició con románticos sueños
de reforma social y fue a caer en la barbarie de una lucha por inercia, sin más
motivos que las ambiciones personales de los caudillos de turno. "Los de
abajo", que no entienden esta segunda fase de la revolución, se refugian
nuevamente en sus montañas, y mueren sin saber por qué o por quién lucharon.
La novela produce la sensación de un cuadro
impresionista. Toda ella son pinceladas aisladas, con sucesión cronológica en
la que el relato deja muchas cosas a la imaginación del lector; sólo se
describe lo esencial, aunque en ocasiones lo esencial sean los detalles nimios
que dan la idea del ambiente revolucionario, o de la mentalidad de los hombres
de la partida. Los personajes son auténticamente "los de abajo", o
sea los más incultos de los revolucionarios, que por su misma incultura parecen
fatalmente destinados a ser materia de explotación económica por los más
listos, como Luis Cervantes, o de explotación política, como Natera sobre
Macías, y que terminan sin explicarse nada de lo que ha sucedido a su alrededor
y que ellos mismos han contribuido a realizar.
Los personajes están claramente definidos, y son siempre
vigorosos. La obra es profundamente realista y en toda ella se deja ver la
simpatía del autor por los desheredados, por "los de abajo", víctimas
de una sociedad injusta. Esa simpatía, sin embargo, no le hace perder el
realismo y los desheredados se convierten en victimarios y víctimas de la
propia revolución. Nunca se ocultan las barbaridades de los revolucionarios.
Las descripciones son vivas y de gran realismo, y hacen
al lector entrar en la escena, que describe siempre con unas cuantas
pinceladas, sin detenerse en minuciosidades, pero captando los detalles
necesarios para dar la idea que desea. "En las bocas oscuras de las chozas
se aglomeran chomites incoloros, pechos huesudos, cabezas desgreñadas y,
detrás, ojos brillantes y carrillos frescos" (I a IV). Los revolucionarios
iniciales sólo son descritos como "muchos hombres de pechos y piernas
desnudos, oscuros y repulidos como viejos bronces", que añadido a que
salen "de entre un cónico hacinamiento de cañas y paja podrida" (1 a
II), da ya una idea de lo que quiere expresar el autor sobre ellos. Las
descripciones de los revolucionarios tienen muchas veces gran plasticidad, especialmente
las que toman ocasión del paisaje: "El torbellino de polvo prolongado a
buen trecho a lo largo de la carretera, rompíase bruscamente en masas difusas y
violentas, y se destacaban pechos hinchados, crines revueltas, narices
trémulas, ojos ovoides, impetuosos, patas abiertas y como encogidas al impulso
de la carrera. Los hombres, de rostro de bronce, y dientes de marfil, ojos
flameantes, blandían los rifles o los cruzaban sobre las cabezas de las
monturas" (2a IX). El autor parece gozar especialmente con la descripción
de la naturaleza, y los mejores párrafos de la novela, desde el punto de vista
literario, son aquellos en que describe la sierra. No en balde termina la
novela: "El humo de la fusilería no acaba de extinguirse. Las cigarras entonan
un canto imperturbable y misterioso; las palomas cantan con dulzura en las
rinconadas de las rocas; ramonean apaciblemente las vacas. La sierra está de
gala; sobre sus cúspides inaccesibles cae la niebla albísima como un crespón de
nieve sobre la cabeza de una novia. Y al pie de una resquebrajadura enorme y
suntuosa como pórtico de vieja catedral, Demetrio Macías, con los ojos fijos
para siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil..." (3a VII).
4. VALORACIÓN DOCTRINAL
Los personajes de esta novela son de un primitivismo
notable; gente casi salvaje. No parecen tener ideas claras sobre casi nada, ni
interesarles por quién pelean ni para qué. Algunos de ellos buscan escapar de
la justicia, como la Codorniz, que se hizo revolucionario cuando robó "un
reloj y unos anillos de brillantes", o Venancio que envenenó a su novia (I
a X), o Anastasio Montañés, que por "hacer repelar a los federales" a
uno le dio un navajazo (1 a XII). Sólo Demetrio parece tener un poco más de
razón, cuando justifica su insurgencia por la persecución que le hace D.
Mónico, por "una escupida en las barbas por entrometido, y pare usté de
contar", pero Demetrio ya debía varias vidas en su pueblo antes de ese
suceso (1 a XIII) y cuando dice que sólo quiere "que me dejen en paz para
volver a mi casa" (1 a XIII) continúa en la revolución por ambiciones
personales que Cervantes le pone delante, haciéndole creer en el
"importantísimo papel que le toca en esta revolución"... al ser
"instrumentos del destino para la reivindicación de los sagrados derechos
del pueblo" (1 a XIII). Sin embargo, sus ideales políticos no existen, no
le interesa si gobierna Villa o Carranza, y es completamente dócil a Natera, a
quien considera su superior, porque fue él quien lo hizo general. En
Aguascalientes admite seguir peleando con un sólo "Bueno... pos a
darle", sin saber ya por qué pelea, ni a beneficio de quién. Los
revolucionarios buscan vengarse del cacique local y después siguen por inercia,
por imposibilidad de desprenderse del afán de emulación en que los ponen los de
su cuadrilla. Es revelador que cuando Luis Cervantes se une al pequeño grupo de
Demetrio, Anastasio no sabe quién es Carranza (al que llaman Carranzo) y el
mismo Demetrio, cuando Cervantes le dice que él defiende la misma causa de
ellos, le contesta "Pos ¿cuál causa defendemos nosotros?..." (la V).
Lo mismo sucede con los que tienen algo más de cultura, pues Luis Cervantes
llega a la partida no por convencimiento revolucionario sino por la injuria que
le hace un coronel federal cuando se alista voluntariamente en el ejército (1 a
VI) y se mantiene con ellos no por ideales sino por medrar con su triunfo.
La revolución misma va perdiendo sentido para ellos. Los
bandos se confunden. No se sabe a favor de quién se pelea, y el estado mayor de
Demetrio termina compuesto "en su mayor parte por jóvenes ex‑federales",
o sea aquéllos contra los que se sublevó Demetrio. El autor quiere transcribir
así la tragedia de "los de abajo", de todos estos revolucionarios sin
cultura y sin ideales, que son instrumentos de los que se enriquecen y
encumbran.
Su religiosidad es
presentada por el autor como algo primitivo, mezcla de superstición y de
folklore, propio de gentes ignorantes. Por ejemplo, cuando proclaman como su
jefe a Demetrio Macías, lo hacen con vivas al propio Demetrio y a "Dios
del Cielo y María Santísima". Azuela pinta un cuadro deforme —que llega a
la burla— de la fe de "los de abajo" haciendo ver cómo la religión es
para ellos algo superficial que importa muy poco: simulan una confesión para
saber si Cervantes tiene buenas intenciones; en los momentos más sórdidos, los
personajes más cínicos invocan a la Virgen de Jalpa, más por costumbre que por
otra cosa; el pueblo de Mayahua espera el saqueo de la casa de D. Mónico
"dando gracias a su Divina Majestad" (2a V), etc.
La actitud de los "revolucionarios" es en todo
reflejo de esta falta de principios morales, y el autor la describe con una
crudeza que en ocasiones raya en lo brutal. Trata de presentar cuadros fuertes y
dramáticos de esos revolucionarios sin cultura, a los que disculpa por cometer
los atropellos empujados por otros o por la necesidad de salir de su situación
miserable peleando contra los caciques, de modo que la revolución se convierte
pronto en una lucha para robar y saquear. En este ambiente, la moral y la
religión son tratadas sin respeto, con lo que la novela resulta,
paradójicamente, poco realista, pues no fue ésa históricamente la conducta real
de muchos de aquellos a los que el autor llama "los de abajo".
A.P.
Volver al Índice de las
Recensiones del Opus Dei
Ver
Índice de las notas bibliográficas del Opus Dei
Ir a Libros silenciados y Documentos internos (del Opus Dei)