AYMONINO, Carlo
El significado de las ciudades
Ed. Blume, Madrid 1981
(t. o.: Il significato delle città)
INTRODUCCIÓN
El libro toma como base las clases dictadas por el Autor en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia durante los diez años anteriores a su publicación.
Se inscribe dentro de una línea de investigación y proyecto elaborada conjuntamente en las principales escuelas de arquitectura italianas, y que tiene su manifiesto teórico en la Arquitectura de la ciudad, publicada en 1966 por Aldo Rossi arquitecto con el que el Autor ha colaborado frecuentemente.
Desde el punto de vista metodológico el discurso de estos autores se inscribe en el estructuralismo, tratan así de elaborar una Ciencia Urbana autónoma desde la propia arquitectura (es decir desde la construcción) de la ciudad. El instrumento usado para esta investigación es el Análisis urbano, que realiza un estudio diacrónico y sincrónico de la construcción de la ciudad. En este planteamiento se encierra la clave para la interpretación de la literatura de esta corriente urbanística: la explicación de los fenómenos urbanos ha de realizarse con base en la misma arquitectura de la ciudad, sin la consideración de posibles causas exteriores que no se niegan, pero que se ignoran conscientemente. Por otra parte se enfatiza la correlación entre análisis urbano y proyecto, de modo que investigar la ciudad es ya, de algún modo, proyectarla, y al revés el proyecto encierra en sí una investigación urbana.
Se plantea de este modo un formalismo en el que se huye de una excesiva atención al funcionalismo (lo que para este discurso supondría un funcionalismo ingenuo), y junto a ello un fuerte racionalismo (la obra arquitectónica de estos autores se inscribe en una corriente más amplia que ha sido llamada neo-racionalismo), con un peculiar sentido de la historia y atención por el lugar. La arquitectura de la ciudad es para ellos la materialización de la cultura.
Los principales seguidores de esta corriente han pertenecido al Partido Comunista Italiano, y con distinta intensidad han realizado una auténtica militancia a través de su enseñanza y trabajo en el urbanismo. Sin duda es Aymonino uno de los autores en que esta militancia está más presente. Ya en el primer capítulo de esta obra explica que el punto de vista desde el escribe es el de una profesión, la de arquitecto (un modo de anunciar ya el enfoque estructuralista), y de una posición política, su experiencia marxista. También en el prólogo proporciona una clave para la lectura del libro, pretende "estudiar (...) los condicionamientos materiales (como la estructura de la propiedad, los medios de producción, la decisiones políticas, etcétera) que subyacen a las formas arquitectónicas y que éstas expresan como testimonio físico".
CONTENIDO
1. El significado de las ciudades.
El título del capítulo contiene cierta equivocidad, por una parte el Autor intenta explicar qué se entiende por una ciudad, cuándo una aglomeración y asentamiento humano se puede ser llamado ciudad; y en esta línea señala algunas de sus características: cuantitativamente la ciudad supone "la coexistencia de espacios físicos con cierto grado de diferencia, utilizados en distintos momentos (...) por un mismo número de usuarios" (pp. 24-25). Pero la ciudad suponen también una acumulación de energías, de capitales que "comportan ineludiblemente un salto cualitativo, la transición de la necesidad a la posibilidad (los subrayados y las palabras entrecomilladas son del Autor salvo que en algún caso se diga lo contrario), el deseo o la voluntad de representación" (p. 24) y esto supone la construcción de monumentos.
Con este punto engarza la otra finalidad del capítulo: determinar las características específicas de la ciudad que le dotan de significado; y a lo largo del capítulo los dos cometidos del texto quedan interrelacionados. De modo asistemático —el discurso del Autor no permite fácilmente otra actitud— se pueden señalar los siguientes aportaciones respecto al doble tema tratado:
Los monumentos tienen un origen bien preciso, como representación de su época, el paso del tiempo supone una reutilización de esos edificios, que va convirtiéndolos en elementos significantes para la ciudad entera. De ese modo la capacidad de la ciudad para constituir una 'obra de arte', aparece determinada precisamente por las contradicciones existentes entre su conformación inicial (los motivos de construcción de unos monumentos) y la utilización real de esta herencia.
El origen de la ciudad está en una organización artificial que no responde a un objetivo único (no sólo función y necesidad) sino a objetivos varios, ocultos, diferenciados y a veces contradictorios; la ciudad surge cuando estos objetivos adquieren una representación arquitectónica y así surge la ciudad; por otra parte esa representación aparece evidente cuando se alcanza una homogeneidad suficiente.
Una ciudad posee un significado si tiene una homogeneidad de representación arquitectónica, con relaciones precisas entre forma urbana y "escala" de los edificios; dificultades que encuentra para; por "escala" entiende el no sólo la dimensión, sino también el esquema de implantación, interpretación. Así la relación entre "escala" del edificio y forma de la ciudad incide tanto en el tejido existente, como en el futuro.
El significado es proporcional al grado de coincidencia entre organización espacial y sistema de interpretación. En las ciudades antiguas los monumentos, como representación de un tema, con independencia de su situación, tenían un carácter necesariamente central y capacidad ordenadora. En la ciudad moderna ese papel central de los monumentos es sustituido por un sistema de recorridos, teóricamente total, pero en realidad parcial pues no considera la ciudad inexistente (cfr. la definición de este término en II). El planteamiento, con su ausencia habitual de tema de representación, supone sólo una ordenación cuantitativa; los nuevos significados vienen caracterizados por unas relaciones entre arquitectura y forma urbana: relaciones basadas en interconexiones entre vivienda, servicios y equipamientos.
2. Las relaciones entre los servicios y los equipamientos.
Se estudia el papel de los servicios en la ciudad. Comienza con una clasificación de servicios señalando la importancia de una extensión de los que llama servicios públicos (por su uso) colectivos (por su propiedad) como modo de asegurar una extensión cada vez mayor en la libertad de uso; sobre esta base los elementos que merecen una especial consideración por su capacidad configuradora de la ciudad son los servicios, los equipamientos (i.e. las edificaciones que satisfacen las necesidades de los servicios), los recorridos (que permiten el acceso a esos servicios) y el límite (entre los equipamientos —como espacios públicos— y el resto de espacios privados).
Aceptando en sus líneas generales la teoría de crecimiento radioconcéntrico de la ciudad, pasa a matizarla ante todo exponiendo su tesis sobre la ciudad existente (la configurada y servidas por los recorridos) y la inexistente (la zona gris que queda al margen). El Movimiento Moderno intenta resolver la residencia, pero se limitan a soluciones parciales las Siedlungen, las New Towns, etc. no llegan a una solución de la ciudad total.
La propuesta del Autor, presentada en soluciones o propuestas de distintos arquitectos, supone superar las actuales relaciones entre proyecto (como resultado formal) y reglamentación normativa llegando al proyecto-programa, al mismo tiempo debe utilizarse la sección como uno de los puntos de partida del proyecto se debe llegar a la sustitución del límite del equipamiento por su perímetro. En definitiva, en perfecta línea con su planteamiento ideológico, concluye: "la libertad de decisiones debe comportar, necesariamente, una extensión de los servicios públicos colectivos (hasta el límite de incluir la vivienda como un servicio público gratuito o semigratuito), una ruptura de los límites tradicionales en que se ha mantenido la organización de la vivienda privada y de los equipamientos públicos, y una configuración de los recorridos múltiples e integrados, horizontales y verticales, como posibles soportes de las sucesivas 'yuxtaposiciones' arquitectónicas" (p.71)
3. Los equipamientos y sus relaciones con la ciudad.
Sobre la base del capítulo anterior el autor plantea la necesidad de una nueva dimensión para la solución de las infraestructuras; esa nueva dimensión no supone sólo una mayor entidad de las inversiones necesarias, ni su extensión al territorio, sino sobre todo una nueva dimensión de la arquitectura que coincida con la libertad de decisiones diferenciadas. Esto es posible, a veces, mediante soluciones complejas, en otras ocasiones con elementos más espontáneos y libres. No se trata de crear un nuevo lenguaje, sino de recuperar los elementos que pueden enriquecer el espacio urbano, y no esquematizarlo.
Después de un análisis de algunos proyectos fija una conclusiones sobre el deseable papel de los equipamientos en la configuración urbana: a) Diferenciación funcional en la infraestructura de tráfico con soluciones tridimensionales pues se trata de servir con cada red a más de un área. ya que no es aconsejable una zonificación completa de usos; b) Aceptación de la zonificación para la industria y para aquellos servicios fuertemente individualizados (como iglesias, centros para los distintos niveles de enseñanza). Coincidencia de la función trabajo con actividades terciarias; c) Coincidencia de los espacios centrales de encuentro con las funciones de intercambio y apéndices culturales.
En esta línea los estándares cuantitativos deben considerarse como paso previo al programa en que se especificarán esas previsiones genéricas. Los equipamientos tridimensionales han de estar relacionados tanto con la zona de residencia como de trabajo. considerando además la posible utilización, variable en el tiempo. de los equipamientos. Se hace aconsejable la previsión de unos estándares superfluos que puedan ser ocupados por contenedores de usos múltiples, instalaciones móviles o flexibles, etc.
Resume finalmente la tendencia del diseño urbano "a organizar y representar, mediante esquemas distributivos y composiciones formales de aquellos elementos residenciales, administrativos, comerciales y culturales considerado como efectos de las actuales transformaciones terciarias, abarcando además a las relaciones que estos elementos establecen con los diferentes tipos de tráfico y circulación" (p. 93), de estos esquemas se excluyen los servicios públicos que ya han alcanzado unas tipologías clasificables.
4. La formación del concepto de tipología edificatoria.
El origen del tipo en la Ilustración coincide con la emergencia de necesidades que se han convertido en actividades organizadas y definitivas, de ahí surge la exigencia de definir unos espacios adecuados que consoliden la actividad a través de su presencia arquitectónica (distingue así el Autor, entre la mera necesidad física de un ámbito para la actividad, que se resuelve en edificaciones ya existentes, y la necesidad de un espacio significativo para esa misma actividad); aparecen así prototipos, que dan lugar a los tipos, y que llegan a ser utilizados frecuentemente como modelos, a pesar de la diferencia bien establecida en la tratadística de la Ilustración entre modelo y tipo. Este uso como modelo, con indiferencia por tanto al ámbito en que se sitúa da lugar a un distanciamiento entre tipología del equipamiento y morfología urbana; no obstante su implantación en la ciudad supone el establecimiento de unos puntos de referencia en la forma de la ciudad.
Termina este capítulo considerando la utilización de los modelos para solucionar problemas netamente funcionales (mataderos, cuarteles, hospitales) mientras que los tipos resuelven aquellos equipamientos que presenta unos valores temáticos (Teatro de la Opera, Parlamento, Palacio de Justicia, etc.)
5. Las aportaciones del movimiento funcionalista.
Se continúa en este capítulo el estudio de las tipología. Hasta el Movimiento Moderno los estudios de tipología no se habían aplicado a la edificación residencial (la vivienda se resolvía por la maximalización de los beneficios en el uso del parcelario), y por otra parte los tipos de los equipamientos analizados se referían a la ciudad total: los arquitectos funcionalistas centran su atención en la vivienda y el barrio periférico. Su interés por la tipología residencial se deriva de algunos principios del Moderno: la vivienda no ha de seguir alineaciones (una vez aceptado el principio de disposición libre); consideración de la forma como exigencia de la función; y, por último, el deseo de hacer coincidir modelo con prototipo para conseguir viviendas económicas.
El estudio de la tipología de los alojamientos, pasa después al estudio de las agrupaciones de viviendas y por tanto a la morfología urbana. Sin embargo hay dos aspectos que no permiten sacar todos los frutos de esos estudios: por una parte no llegan a estudiar el tipo de la casa, del edificio residencial, es decir no se estudian los equipamientos necesarios para el edificio en su conjunto. llegándose así a una tipología residencial inexacta. Además la clasificación de los tipos es funcional y por tanto ligada al zoning de modo que la tipología queda determinada por la zonificación, dejando de ser determinante para la morfología urbana.
Concluye el autor que se ha dado así una inversión en la relación entre tipología y morfología; en la Ilustración el tema es el determinante del edificio, y la localización es indiferente; en el Moderno lo determinante del edificio es la localización, pasando a ser indiferente el tema. Esta inversión la ejemplifica en los rascacielos, y en los contenedores de usos múltiples.
6. Problemas de morfología urbana.
Estudiada la peculiar relación entre morfología y tipología, el Autor concluye que las tipologías edificatorias concretas han adquirido características de aplicación válida en todos los casos en que se presente la estructura propia de una economía capitalista; y que esta validez de las tipologías ha influido en la morfología que ha pasado de ser elemento determinante a elemento determinado por unas tipologías independientes de la propia morfología.
Sobre esta base examina los problemas relacionados con la forma urbana. Repasa así distintos modelos de crecimiento (ciudad lineal, concéntrica, radial, satélite y por último la que señala como más adecuada para la economía capitalista: la radioconcéntrica —en otros momentos le llama simplemente radiocéntrica). Expone también sumariamente las características de las propuestas de Le Corbusier (La ville radieuse, Trois établissements humains) y la ciudad vertical de Hilbersheimer.
Su conclusión es que, aún en esas propuestas funcionalistas, a pesar del esfuerzo puesto por diferenciar y resolver las complejas relaciones físicas entre actividades y asignaciones de uso, no se ha llegado a resolver lo específico de la ciudad, que el Autor descubre en la necesidad de resolver una edificación superflua que carece de un uso distinto del simbólico, es decir urbano. Quedan así planteadas las cuestiones que se intentarán resolver en los próximos capítulos: ¿hasta qué punto es posible una ordenación racional de los centros metropolitanos? ¿hasta qué límites es posible seguir hablando de la forma de la ciudad?
7. La arquitectura como fenómeno urbano.
Es quizá uno de los capítulos más sistemáticos, el autor expone cuatro hipótesis que, de algún modo, pueden dar respuesta a las preguntas que planteaba el último capítulo:
a) La relación monumento-residencia planteada por Rossi (emergencia-tejido en la terminología de Quaroni) debe entenderse como una relación variable en las distintas ciudades, de modo que en algunas de ellas las infraestructuras o la misma residencia puede llegar a ser el elemento primario (aunque Rossi considera el monumento como el elemento primario más propio, no deja de aceptar la posibilidad de que otros elementos puedan llegar a cumplir este papel).
b) La ciudad debe ser entendida como un producto arquitectónico; y en este sentido debe considerarse la aportación del Moderno. Por una parte en ocasiones se ha planteado la arquitectura de espaldas a la ciudad, considerándola como una estructura que ignora o impide una organización arquitectónica. Al mismo tiempo, la presentación de los productos arquitectónicos como independientes del contexto no es un modo de producir una crisis en el lenguaje existente. sino una necesidad de ser reconocido cada elemento como modo de asegura la coherencia.
c) La tipología independiente (formal) y la aplicada (funcional) han tendido a coincidir; de modo que la tipología dirigida a la clasificación de funciones prácticas entra en crisis como instrumento ordenador de los fenómenos urbanos; sin embargo sí que puede ser empleada por sus posibilidades compositivas funcionalmente urbanas.
d) Se propone así la construcción de la ciudad mediante partes formalmente completas; y esto precisamente porque se ha producido una ruptura de la organización urbana como forma legible, de modo que esa forma ha de aceptarse como compuesta de partes.
En conclusión "la construcción de la ciudad mediante partes formalmente completas sólo puede realizarse a partir de un nuevo análisis de las relaciones emergencia-tejido, que conduzca a un cuestionamiento crítico del concepto de tipología y a una decisión de otorgar a la arquitectura toda la dimensión urbana" (p. 216).
8. Relaciones urbanas y modalidades de uso de la arquitectura.
El título del capítulo corresponde de algún modo a las conclusiones operativas de la aplicación del análisis urbano. Según el Autor, este análisis aunque no proporciona directamente un instrumento de actuación arquitectónica, permite considerar la arquitectura como una individualización y formalización caracterizada por las relaciones con el conjunto urbano. Este proceso de formalización, no se da de un modo constante, sino sólo en las formas completas (sean edificios o conjuntos); de este modo la arquitectura cierra, y al mismo tiempo abre, posibilidades a la ciudad.
El análisis urbano permite ver la arquitectura "como un fenómeno urbano (e, incluso, como el fenómeno urbano por excelencia) que no se corresponde de modo inmediato con las 'necesidades' (que, sin embargo, se manifiestan en esos mismos espacios urbanos) y que se caracteriza fundamentalmente, por su capacidad de interpretar —a través de distintas formulas de 'mediación' determinadas por las modalidades de uso— la voluntad individual o colectiva, privada o pública, y de representar ciertas modalidades de uso, consideradas más duraderas o importantes que otras" (p. 229). Existe en definitiva, dentro de la ciudad, una relación compleja entre necesidades, modalidades de uso y arquitectura.
Expone a continuación un análisis del crecimiento de la ciudad y señala cómo la separación de uso y parcela ha dado lugar a la ciudad especulativa; en ella el suelo ha perdido su significado de paisaje y la arquitectura silo está presente esporádicamente con un origen autónomo en el arquitecto, no como respuesta a unas modalidades de uso. Ni el crecimiento por ocupación del suelo en la periferia, ni la sectorialización y parcialización de las necesidades permiten un campo a la arquitectura; las soluciones más interesante, según el Autor, serán las que acometen problemas reales, referentes a relaciones urbanas y uso colectivo de la ciudad y sus edificios.
9. Tres ejemplos: Roma, Edimburgo y Londres.
Presenta un análisis, de acuerdo con las tesis que se han ido exponiendo, de las transformaciones urbanas de esas tres ciudades.
10. Parte de ciudad y dimensión arquitectónica.
A lo largo de este capítulo se vuelven a contemplar las tesis establecidas en el capítulo VII, contrastándolas ahora con lo sucedido en tres situaciones, de carácter más o menos general: 1. Los monumentos romanos y su implantación. Función y condiciones de uso en la ciudad romana, medieval y moderna; 2. La estructura residencial unitaria y su posterior discusión; y 3. Dos ejemplos contemporáneos: La reconstrucción de Skopje y la universidad de East Anglia.
Puede interesar sintetizar algunas de las ideas expuestas en los dos últimos apartados. En el 2 se trata de las extensiones producidas en los siglos XVIII y XIX. Observa cómo la soluciones de más interés (principalmente en el XVIII) se producen cuando hay una propiedad unitaria (pública o privada) del suelo sobre el que se actúa, y una correspondencia entre la dimensión del conjunto y las necesidades que desean resolverse. Esto produce, aunque no siempre, una identidad entre parte de la ciudad, como forma completa, y dimensión arquitectónica. En una primera aproximación diríamos que la arquitectura de los edificios se plantea considerando el conjunto. Sin embargo a lo largo del siglo XIX se tiende a un crecimiento meramente cuantitativo, con una dimensión definida por la propiedad del promotor, no por lo que se pretende realizar. Este crecimiento, sea cual sea la tipología edificatoria utilizada (tradicional en el área anglo-sajona, funcional en el Continente) distorsiona la estructura urbana. sin llegar a constituir una parte completa. El Autor termina afirmando "este fenómeno confirma la tesis de Marx sobre el proceso histórico abierto en el siglo pasado, basado en la contradicción existente entre la socialización de la producción (y ,por tanto, de la ciudad), y el carácter privado de la apropiación" (p. 319).
El tercer apartado se inicia recordando la afirmación de Marx sobre la sociedad burguesa surgida de un proceso de expropiación, y que ha de acabar con la expropiación de los expropiados. Esta profecía le "sirve" (por esta vez las comillas son mías) al Autor para asegurar que la búsqueda de un crecimiento de la ciudad por partes formalmente completas, no supone un revival, presenta así las propuestas de Kenzo Tange para Skopje y la realización de la universidad de East Anglia como manifestaciones de esta tendencia urbanística que supone la "superación" del predominio de la cantidad; "superación que implica la creación de nuevos parámetros compositivos, vinculados a una instrumentalización diferente de la propiedad del suelo, a unos nuevos sistemas de financiación de la edificación y a un uso correcto de las posibilidades teóricas".
11. Proyecto arquitectónico y formación de la ciudad.
En este capítulo el Autor establece las conclusiones teóricas y operativas de las tesis que ha ido desarrollando. Expone así como el análisis urbano ofrece el marco de las relaciones que una intervención puede establecer con el entorno, definiendo así relaciones recíprocas entre proyecto y entorno.
El diagnóstico sobre la ciudad capitalista es negativo: "la ausencia de unos usos, de unas funciones precisas a nivel urbano, como elementos sectoriales de un programa más amplio y, en contraste, la existencia de unos usos y funciones detallados para actividades parcializadas, acentúan la indiferenciación característica de la utilización (actual o con tendencia) capitalista de la ciudad y del territorio" (pp. 325-326). Aclara como esa indiferenciación se da en los usos "productivos" (vivienda, trabajo, comunicaciones), mientras que aparece una gran definición y precisión tipológica en los equipamientos (los usos que titula como "represivos" e "improductivos").
Ante esta situación el Autor propone "acentuar la indiferencia hacia toda precisión tipológica (hasta llegar a anular la misma tipología, en tanto que elemento clasificador de las asignaciones de uso), reforzando al mismo tiempo la diferenciación morfológica, tanto de carácter urbano (relaciones entre localización y proyecto) como de carácter arquitectónico (relaciones entre proyectos y lenguaje)" (p. 330). Se trata, en definitiva, de superar la monotonía de la forma urbana producida por una tipología edificatoria, totalmente ajena al entorno urbano, y por ellos mismo con una diferenciación gratuita.
Para este objetivo ha de considerarse la necesidad de actuar por partes de la ciudad, lo que exige una adecuada relación entre espacio y proyecto (relación, que en cuanto a sus parámetros es proporcionada por el análisis urbano). Al mismo tiempo esas partes para que sean formalmente completas han de cumplir unas condiciones no solamente cuantitativas (de dimensión en sí misma y en cuanto al conjunto urbano), sino también cualitativas (absorbiendo el mayor número posible de parámetros del actual sistema urbano y su transformación en hechos arquitectónicos).
Con un lenguaje, distinto al del Autor pero coherente con los aspectos menos ideologizados de su pensamiento, podríamos sintetizar que el reto del urbanismo se encuentra en la búsqueda de soluciones arquitectónicas a las relaciones complejas que se dan en la ciudad, y que no pueden limitarse a funciones ya tipificadas. De acuerdo con los conceptos fijados por el Autor, existen unos modos de uso que aún no han recibido una representación arquitectónica, y cuya solución corresponde al urbanismo considerado como arquitectura. En la línea de su pensamiento esos modos de uso son esencialmente colectivos y diferenciados, se trata de obtener espacios que permitan una amplia gama de usos libres.
12. La "ciudad socialista": límites y validez del término.
Tras las abundantes referencias a las contradicciones de la ciudad capitalista, se hacía necesario evidentemente explicar cómo y hasta qué punto se superan esas contradicciones en los países comunistas. Desde el primer momento se observa un tono apologético, que comienza con la puntualización sobre el carácter transitorio de las actual sociedad comunista, y el rechazo del Autor hacia aquellas tesis que consideran necesario llegar a una determinada base tecnológica antes de proceder a una mejor distribución de la riqueza (incluida la solución de los problemas urbanos).
El capítulo contiene una síntesis apretada, pero llena de intencionalidad, del urbanismo en la órbita soviética, desde las profecías de los primeros autores marxistas, hasta las realizaciones de los años setenta. A lo largo de esta exposición se señala la herencia de las estructuras urbanas capitalistas y los avances realizados (disminución de la ocupación del suelo, homogeneización social y estructural, superación de la primera contraposición entre ciudad y campo, mejora de los estándares, etc.); entre estos puntos se señala, en una línea que de algún modo queda propuesta en este libro, la obtención de una ciudad compacta en que los lugares de residencia y de trabajo forman una unidad.
"En conclusión, un término como 'ciudad socialista' sólo resulta válido, en mi opinión, cuan do pretende designar un proceso actual mente en curso, pero que se ha concretado ya en ciertas diferencias —en modo alguno marginales— respecto a la ciudad capitalista. Sin embargo, aún no puede ser utilizado tal término para indicar una forma urbana alternativa, con unas modalidades funcionales y unas condiciones de uso de carácter completamente socialista (entendido como proceso de transición al comunismo" (p. 357).
El final del libro supone una explicación y justificación del trabajo del Autor en las ciudades capitalistas. Se trata de analizar las contradicciones de estas ciudades —donde las ciudades socialistas hunden sus raíces—, y proyectar modalidades de uso de carácter innovador que inciden en la forma y ordenación funcional de las actuales estructuras urbanas.
VALORACIÓN DOCTRINAL
En la síntesis que se incluye del capítulo XI se ha procurado dar los elementos para una primera valoración del libro desde el punto de vista del urbanismo.
Antes de iniciar un comentario sobre su valoración doctrinal interesa señalar el complejo encaje del propósito marxista declarado por el Autor y el método estructuralista utilizado. Basta recordar por una parte la difícil convivencia del estructuralismo y el marxismo desde un punto de vista teórico; y, centrándonos en la materia de este libro, la dificultad que Rossi encontró en el libro ya citado al tratar de La política como elección (op. cit., todo el cap. IV y en especial pp. 272 y ss.). La complejidad del intento del Autor se manifiesta también en el difícil discurso de este libro, y en la necesidad constante de acuñar términos para los conceptos que introduce (de ahí el abundante uso de cursiva y entrecomillado).
Quizá este motivo hace que, en el conjunto del libro, las referencias o términos de una clara carga marxista incluidos aparecen a veces como algo superfluo, en otras ocasiones se presentan como incuestionables conclusiones que sólo son tales desde una óptica marxista. Por ejemplo cuando para apoyar el carácter complejo de la ciudad (la importancia de las relaciones internas que la hacen susceptible de un estudio estructuralista) cita una frase de Marx, la "pura y simple existencia de la ciudad como tal es diferente de la pura y simple multiplicación de las viviendas independientes. En este caso, el todo no es la suma de sus partes" (p. 239; tomado de Formaciones económicas precapitalistas); o la insistencia en el término ciudad especulativa para referirse a la ciudad producida a partir del siglo XIX; o cuando afirma, en la misma Introducción (p. 18), que "el origen de la línea de análisis en que se inscribe este libro constituye un resultado del desarrollo de las fuerzas productivas, sociales y políticas".
Otros planteamientos, perfectamente aceptables por el sentido común, son presentados con una fraseología y constancia, que parece apoyar su reivindicación marxista. Así la presentación de las distintas tesis del autor como hipótesis, que sólo la praxis podrá verificar (y es evidente que las conclusiones de tipo proyectual, deberá ser confirmadas, o rechazadas por la práctica; pero al mismo tiempo, cuando se está refiriendo a explicaciones de los cambios históricos, es más discutible que esas hipótesis puedan ser verificadas por lo que suceda en el futuro). Otro planteamiento se refiere a la necesaria unión entre teoría y praxis, reflejada en la relación entre Análisis y Proyecto urbano (en este sentido interesa leer lo que expone al respecto GÓMEZ PÉREZ en la obra citada en la bibliografía).
Otras veces sin embargo, la óptica marxista es utilizada de modo más elaborado: para fundamentar las explicaciones dadas a los fenómenos urbanos analizados, o al contrario, las conclusiones —más o menos discutibles— del Autor en materia urbanística se emplean como verificaciones de tesis marxistas. Ambos procedimientos pueden verse repetidamente en el resumen del contenido que se incluye arriba. Un mínimo sentido crítico hará ver que las relaciones planteadas —aun en el caso de que las conclusiones urbanísticas sean aceptadas— no arrastran la verdad de las tesis marxistas.
Como ejemplos pueden citarse dos temas recurrentes en el texto. Por una parte la ley marxista de la conversión de la cantidad en calidad está presente en la explicación del significado de las ciudades; pero el hecho de que cambios cuantitativos lleven en algunas ocasiones emparejados cambios cualitativos no supone una verificación de esa pretendida ley (cfr. OCARIZ, obra citada en la bibliografía, cap.3.3.a).
Por otra parte, la necesidad de una mayor presencia de suelo público como condición para resolver los problemas de la ciudad, puede ser aceptada pero en ningún caso supone la negación de la propiedad privada.
En cualquier caso, una crítica suficientemente profunda de este libro no parece que se pueda hacer sin un estudio amplio del discurso urbanístico en que se inscribe, en el que ha de considerarse por una parte las limitaciones —no sólo metodológicas sino sobre todo filosóficas de la aplicación del estructuralismo a este campo, por otra lo específico del pensamiento gramsciano que claramente sustenta esta corriente con especial atención a la concepción del hombre, de la historia y de la relación teoría-praxis. Finalmente ese estudio deberá concluir en un valoración filosófica de las distintas aportaciones que el neo-racionalismo italiano ha supuesto para el urbanismo; esto permitiría determinar el alcance de los elementos válidos desde un punto de vista proyectual, y aquellos otros que requieren un replanteamiento si se desea realizar un urbanismo al servicio de la persona humana, y no construido sobre una visión marxista del hombre.
BIBLIOGRAFÍA CRÍTICA
OCARIZ, F., El marxismo: teoría y praxis de una revolución, Ed. Palabra, Madrid 1975.
LANGLOIS, J.M., Sobre el estructuralismo, EUNSA, Pamplona 1985.
GÓMEZ PÉREZ, R.: Gramsci. El comunismo latino, EUNSA, Pamplona.
J.L.V. (1994)
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