ANDERSON, Perry
El Estado absolutista
Ed. Siglo XXI, 6ª ed., Madrid 1984.
(t. o.: Lineages of the
ÍNDICE
I. CARACTERÍSTICAS
II. RESUMEN:
A. EUROPA OCCIDENTAL
1. El Estado absolutista en Occidente
2. Clase y Estado: Problemas de periodización
3. España
4. Francia
5. Inglaterra
6. Italia
7. Suecia
B. EUROPA ORIENTAL
1. El Absolutismo en el Este
2. Nobleza y Monarquía: la variante oriental
3. Prusia
4. Polonia
5. Austria
6. Rusia
7. La casa del Islam
III. CONCLUSIONES
IV. ANEXOS:
A. El feudalismo japonés
B. El "modo de producción asiático"
V. BIBLIOGRAFÍA
I. CARACTERÍSTICAS
Estudio histórico marxista de la formación del absolutismo en los distintos países de Europa y Asia, desde el siglo XIV hasta el XVII (en Occidente), o hasta el XIX (en Oriente).
Valor científico
Después de enumerar los aspectos que le parecen característicos y determinantes de este proceso político, el autor va aplicando ese esquema a los distintos países, diferenciándolos en dos bloques: Oeste y Este. Abarca un amplio espectro de tiempo y espacio, aportando gran cantidad de datos; sin embargo, hay un excesivo simplismo en los mismos, sin apuntar más causas o razones que las inmediatas (se parece más a un guión que a un estudio del tema), por lo que o bien ofrece sucesivamente una visión corta y parcial de los hechos, haciendo difícil reconstruirlos en su conjunto, o bien hace farragosas disgresiones sin encuadramiento cronológico y con causas mal delimitadas. En el Prólogo dice que quiere ser una explicación y exposición de las "razones teóricas de posibilidad" de los distintos hechos y procesos históricos, en un esfuerzo por unir los datos empíricos de los historiadores marxistas con explicaciones a los problemas teóricos del materialismo histórico, a los que dice que los filósofos no han sabido acercarse. Mezcla lo general y lo particular como método de intento de entendimiento de ambas cuestiones (a menudo en dicotomía, dice por soslayo de alguna de ellas, en otros estudios también marxistas). Y busca un tratamiento paritario de estudio para los países del Este, cuyo estudio detenido según el autor que no se había hecho, sino como una realidad genérica y lejana. También intenta con esto analizar las circunstancias del nacimiento del Estado como tal (dice el autor que nace en el absolutismo), para entender mejor cómo y por dónde va a venir su abolición.
Contenido ideológico
El autor defiende la tesis de que el poder —estructura, gobierno— siempre ha estado en manos de la nobleza (en la que incluye también a la Iglesia), hasta las Revoluciones burguesas del siglo XVIII; el absolutismo no sería más que un modo de defenderse ésta ("caparazón", lo llama) de los nuevos ataques del proletariado, ahora en forma de incipiente burguesía. Reduce el sujeto histórico a tres personajes prácticamente: Estado, nobleza y siervos (incluyendo a la Iglesia de vez en cuando en la segunda); y la acción a la lucha de clases, según los modos de producción. Alude con simpleza, y como determinantes, a aspectos o hechos socio-económicos, analizando la historia en base a los modos de producción exclusivamente. Concibe el feudalismo como un modo de opresión y alienación del trabajador previo al capitalismo (por lo que el hombre viviría en esclavitud desde la Edad Media...).
Ofrece una visión meramente humana de la Iglesia y, como siempre, tan sólo político económica; así, al observar el hecho de las posesiones de la Iglesia en algunas épocas tan sólo desde ese prisma y prescindiendo de cualquier otra circunstancia, deja falseado su sentido.
No utiliza más fuentes que otros autores marxistas (citados con profusión). En algunos temas establece una contraposición de posturas interpretativas de algunos de ellos, en una aparente autocrítica interna que le da visos de verosimilitud y de honradez intelectual.
El que tenga explicación para todo hace sospechar que distorsione la Historia de modo apriorístico.
El modo de exposición, no virulenta ni hiriente, sino sosegada y aparentemente objetiva, hace más fácil que el lector vaya consintiendo como causas y razones verídicas lo que no son sino meras hipótesis partidistas. En general, viene a ser un "amasijo" de datos históricos ciertos, falseados por la interpretación marxista que elabora de ellos.
II. RESUMEN
A. EUROPA OCCIDENTAL
1. EL ESTADO ABSOLUTISTA EN OCCIDENTE
En el transcurso del siglo XVI apareció en Occidente el estado absolutista, cuya estructura administrativa era calificada por Marx como "instrumento específico burgués": la condición fundamental de antigua monarquía era el equilibrio entre la nobleza terrateniente y la burguesía, mientras que el poder estatal centralizado con sus órganos omnipotentes, el ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura —órganos creados con arreglo a un plan de división sistemática y jerárquica del trabajo— procede de los tiempos de la monarquía absoluta y sirvió a la naciente sociedad burguesa como arma poderosa en sus hechos contra el feudalismo.
Las monarquías absolutas introdujeron unos ejércitos y una burocracia permanente, un sistema nacional de impuestos, un derecho codificado y los comienzos de un mercado unificado; todas estas características, esencialmente capitalistas, dice el autor, coinciden con la desaparición de la servidumbre que era la institución nuclear del primitivo modo de producción feudal. Y añade que, sin embargo, las relaciones feudales no desaparecieron en el campo mientras el trabajo no se transformó en "fuerza de trabajo"; las relaciones de producción rurales continuaban siendo feudales, pues los señores que continuaron siendo propietarios de los medios de producción fundamentales fueron los nobles terratenientes. Según el autor, los cambios en las formas de explotación feudal que acaecieron al final de la época medieval fueron precisamente los que modificaron las formas del Estado: y así entiende que "el absolutismo fue un aparato reorganizado y potenciado de dominación feudal", pues incluso cuando el campesino pide créditos al noble, los intereses son muy altos y se arruina ("refeudalización", la llama). También C. Hill opina lo mismo: "la monarquía absoluta fue una forma diferente de monarquía feudal".
El estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía, ni un instrumento de la naciente burguesía contra la aristocracia. Y, mientras el feudalismo como modo de producción, se definía por una unidad orgánica y política distribuida en soberanías fragmentadas a lo largo de toda la formación social, el estado absoluto fue —lo mismo que los estados monárquicos del Renacimiento— instrumento modernizado para el mantenimiento del dominio nobiliario sobre las masas rurales; la nobleza tenía que adaptarse, sin embargo, a la burguesía mercantil que se había desarrollado en las ciudades medievales.
En el siglo XII los conceptos legales romanos comenzaron a extenderse hacia el exterior de Italia. A finales de la Edad Media ningún país importante de la Europa Occidental estaba al margen de este proceso: pero la recepción decisiva del derecho romano ocurrió en la era del Renacimiento, correlativamente con el absolutismo.
Económicamente, la recuperación e introducción del derecho civil clásico favoreció el desarrollo del capital libre en la ciudad y en el campo (la gran nota distintiva del derecho civil romano había sido su concepción de una propiedad privada absoluta e incondicional, mientras que el modo de producción feudal se definía precisamente por los principios jurídicos de una propiedad escalonada o condicional, que servía de complemento a su soberanía fragmentada). La reaparición plena de la idea de una propiedad privada absoluta de la tierra fue un producto de la primera época moderna.
La recepción del derecho romano en la Europa renacentista fue un siglo de la expansión de las relaciones capitalistas en las ciudades y en el campo, y económicamente respondía a los intereses vitales de la burguesía comercial y manufacturera; políticamente correspondía a las exigencias constitucionales de los estados feudales reorganizados de la época. El sistema legal romano comprendía dos sectores distintos y aparentemente contrarios:
—el derecho civil, que regulaba las transacciones económicas entre los ciudadanos: "Ius"; y
—el derecho público, que regía las relaciones políticas entre el estado y sus súbditos: "Lex" ("la voluntad del príncipe tiene fuerza de ley").
El auge de la propiedad privada desde abajo, se vio equilibrado por el aumento de la autoridad pública: los estados absolutistas de Occidente apoyaron sus nuevos fines en precedentes clásicos: el derecho romano era el arma intelectual más poderosa que tenían a su disposición para programas de integración territorial y centralismo administrativo.
Innovaciones institucionales:
A. El estado absolutista echó los cimientos del ejército profesional. No constituían un ejército nacional obligatorio, sino una masa mixta de hombres en la que los mercenarios extranjeros desempeñaban un papel constante y central, y cuya explicación encuentra él en la negativa de la clase noble a armar en masa a sus propios campesinos (según cita de Jean Bodin, por si se sublevaban); y, a la inversa, se podía confiar en las tropas mercenarias para aplastar rebeliones sociales.
B. La burocracia civil y el sistema de impuestos. El sistema nació en el siglo XVI y se convirtió en un soporte financiero fundamental de los estados absolutistas durante el siglo XVII (no parece tener en cuenta que también los no absolutistas y marxistas —que lo cobran en directo sin incluirlo en el salario— de todos los siglos siguientes...).
La burocracia absolutista reflejó el ascenso del capital mercantil. Acusa al absolutismo de tener también unos impuestos reales para financiar la guerra que gravaban también en los pobres (no se fija en que la infraestructura en general era muy precaria, tanto más en cuanto a la siempre difícil justicia distributiva).
C. El comercio: la teoría mercantilista —dice Bodin— era profundamente belicista, al hacer hincapié en la necesidad y rentabilidad de la guerra (lo "recogen" del marxismo, porque el mercantilismo era más bien y simplemente liberalista).
D. Diplomacia, que fue la marca del nacimiento del estado renacentista, y en la que el autor ve también el predominio feudal. La entiende como un sistema formalizado de presión e intercambio interestatal, con el establecimiento de embajadas recíprocamente asentadas en el extranjero, cancillerías permanentes, etc. (se diría que piensa en la KGB...).
El E.A. realizó funciones sociales en la acumulación agraria necesaria para el triunfo final del modo de producción capitalista, puesto que favorecía indirectamente los intereses de la clase mercantil. La clase noble nunca tuvo un desplazamiento político, sino que era la misma nobleza feudal, en época de transición al capitalismo y atada ahora al Estado: ejército, burocracia, diplomacia y dinastía formaban un inflexible complejo feudal que regía toda la maquinaria del Estado y guiaba sus destinos, hasta que la nobleza desapareció y llegaron las "residencias" burguesas y la aparición del estado capitalista.
2. CLASE Y ESTADO: PROBLEMAS DE PERIODIZACIÓN (según las relaciones entre nobleza y monarquía)
Los estados del reino representaban usualmente a la nobleza, al clero y a los burgueses urbanos, organizados en un sistema de tres curias, o en otro diferente de dos cámaras. El autor entiende la Iglesia como una parte más de la nobleza, y explica los servicios que como tal prestaba en beneficio del Estado y de ella misma.
Época del Renacimiento (primera fase): consolidación del absolutismo, gran auge secular de grandes señores provocado por el rápido crecimiento demográfico y cultura universitaria en las aristocracias occidentales, pero subsistía la pirámide medieval en torno al soberano, hasta que los teóricos del absolutismo empezaron a propagar las concepciones del derecho divino que elevaba la soberanía regia por encima de la lealtad limitada y recíproca de la Edad Media.
Bodin formula a este respecto la idea moderna del poder político como capacidad soberana de crear nuevas leyes e imponer su obediencia indiscutiblemente: "Su signo principal es el de imponer leyes sobre los súbditos, generalmente sin su consentimiento", y "la ley no es más que el mandato de un soberano en el ejercicio de su poder"; pero también habla en contra del mero arbitrio del monarca. Y, de hecho, ningún estado absolutista en Occidente pudo disponer a placer de la libertad, ni de las tierras de la nobleza, ni de la burguesía; tampoco pudieron alcanzar una centralización administrativa, ni una unificación jurídica completa, sino que siempre estuvo doblemente limitada:
a) por la persistencia de los organismos políticos tradicionales que estaban por debajo de ella,
b) por la presencia de la carga excesiva de una ley moral situada por encima de ella.
El siglo XVII presenció la implantación plena del estado absolutista:
—en un siglo de depresión agrícola y demográfica
—los ejércitos multiplican su tamaño
—el costo de estas enormes máquinas militares creó profundas crisis de ingresos en los estados absolutistas: se incrementaron los impuestos sobre las masas, y se hizo venta de cargos y honores públicos, que hace que crezca el número de burgueses "arribistas" entre los funcionarios del Estado.
Pero la extensión de la guerra, la burocratización de los cargos, la intensificación de los impuestos, la invasión de las clientelas..., empujaban a la eliminación de lo que Montesquieu, un siglo después, teorizaba con nostalgia como los "poderes intermedios" entre la monarquía y el pueblo: las asambleas de estados se hundían bajo la fuerza centrípeta de la nobleza en torno al monarca. A pesar de todo, hubo en el siglo XVII repetidas rebeliones locales nobiliarias contra el Estado absolutista (la Fronda en Francia, la república catalana en España, la revolución napolitana en Italia, la rebelión de los estados de Bohemia y la gran rebelión en Inglaterra; con diferentes proporciones), pero no hubo nunca una rebelión permanente, pues estaba unida por cosas en común a la monarquía. La gran rebelión únicamente triunfó en Inglaterra. El siglo XVIII es, en comparación, de gran tranquilidad y consolación, estabilidad; la nobleza vuelve a ganar confianza en su capacidad para regir los destinos del Estado. Las relaciones civiles del estado absolutista de Occidente en la era de la Ilustración reflejan un exceso de adornos, refinamiento de las técnicas, influencias burguesas, pérdida del dinamismo y la creatividad. Todavía se predicaba y practicaba el mercantilismo, aunque las nuevas doctrinas insisten más en el comercio libre y la inversión en la agricultura.
Se extendió el "vincolismo", para la protección y consolidación de las grandes propiedades agrarias contra las presiones y riesgos de desintegración por el mercado capitalista. Se prohibía a los propietarios de tierras la enajenación de la propiedad familiar e investía de derechos únicamente al hijo. Así preserva intactos los grandes bloques de propiedades, los latifundios de los potentados, contra los peligros de la fragmentación o venta en un mercado comercial abierto.
Se extendió por toda Europa una nueva cultura, cosmopolita y elitista de corte y salón, tipificada por la nueva preeminencia del francés como idioma internacional del discurso diplomático y político (penetrado por las ideas burguesas representadas en la Ilustración). La fuerza real de los ejércitos en general se estabilizó o disminuyó en la Europa Occidental tras el tratado de Utrecht. Pero la frecuencia de las guerras y su importancia capital para el sistema estatal internacional no cambió sustancialmente.
Común determinante fue la orientación feudal-territorial (Guerra de los Cien Años, lucha de Habsburgo y Valois); reforma y contrarreforma (Treinta Años).
Que fue reemplazado por un tipo nuevo de conflicto militar, las guerras comerciales capitalistas: angloholandesas (enfrentamientos marítimos, cuyo objetivo era el monopolio colonial mundial); de ahí la guerra mixta del siglo XVIII —la de los Siete Años—.
3. ESPAÑA
Auge de la España de los Habsburgo.
—Se benefició por los pactos de política matrimonial dinástica.
—Volumen de territorio e influencia que ninguna monarquía rival pudo igualar.
—La conquista colonial del nuevo mundo le dio una superabundancia de metales preciosos que puso en sus manos un tesoro (el autor no tiene en cuenta que la mayor parte era invertida en Europa).
El absolutismo español debió su fuerza tanto a la fuerza del engrandecimiento feudal en el interior como al botín de la extracción de capital en el exterior.
El poderío español ahogó la vitalidad urbana de la Italia del Norte y aplastó las florecientes ciudades de la mitad de los Países Bajos (aunque habría que tener en cuenta que ellos mismos estaban en guerra, y había continuos levantamientos).
Según el autor, el absolutismo español nació de la unión de Castilla-Aragón por el matrimonio de Isabel y Fernando en 1469. Comenzó con una base económica aparentemente firme:
—Castilla se convirtió en una lucrativa economía lanera.
—Aragón fue una potencia territorial y comercial en el Mediterráneo.
El dinamismo político y militar se completó en Granada, Navarra y Nápoles, y el descubrimiento de América; la vinculación con los Habsburgo añadió Milán, el Franco condado y los Países Bajos. Esto convirtió a España en primera potencia de Europa durante todo el siglo XVI; sin embargo, el Estado que presidió este vasto imperio era en sí mismo un montaje destartalado, unido solamente por la persona del monarca.
Castilla
—Aristocracia con enormes posesiones.
—Poderosas órdenes militares.
—Numerosa pequeña-nobleza de hidalgos.
La rápida expansión de la lana, que proporcionó las bases para la fortuna de tantos aristócratas, estimuló al mismo tiempo el crecimiento urbano y el comercio exterior.
Políticamente su constitución era inestable. Las Cortes eran una asamblea ocasional e indefinida y carecían de poderes para iniciar una legislatura; por otra parte, la nobleza y el clero gozaban de inmunidad fiscal, por lo que sólo las ciudades tenían que pagar los impuestos.
También destacaban las ricas y poderosas órdenes militares de Calatrava, Alcántara y Santiago; pero su naturaleza no era la de un Estado nobiliario, y carecía por tanto de su autoridad.
Aragón
El alto Aragón tenía el sistema señorial más regresivo de la Península Ibérica: la aristocracia local con todos los poderes feudales estaba sobre un campo estéril, en el que aún sobrevivía la servidumbre y un campesinado "morisco" esclavizado.
Cataluña
Había sido tradicionalmente el centro de un imperio mercantil en el Mediterráneo. La prosperidad catalana había sufrido la larga depresión feudal; epidemias y pestes; las bancarrotas comerciales se mezclaban con la competencia de los genoveses en el Mediterráneo, mientras los pequeños comerciantes y los gremios se rebelaban contra los patricios en las ciudades; también los campesinos se rebelan y hay guerra civil entre monarquía y nobleza. Todo esto debilita la economía.
Valencia
La nobleza explotaba el trabajo morisco; durante el siglo XV se extendió una comunidad mercantil, a medida que el dominio financiero bajaba desde Barcelona por la costa.
Estas tres provincias de Aragón sumaban un millón de habitantes, mientras que Castilla tenía entre 5 y 7 millones.
La estructura de estados era compleja y defensiva. Cada provincia contaba con Cortes independientes y su funcionamiento estaba sujeto a la regla de la unanimidad; cada provincia tenía además instituciones especiales de control jurídico permanente, y en las Cortes cuatro curias.
Todo este complejo de "libertades" medievales ofrecía un panorama difícil para la construcción de un absolutismo centralizado; Castilla tenía mayor riqueza y menos trabas, así que los monarcas (católicos) pusieron en marcha un programa de reorganización de la economía y de gobierno real inconmovible en Castilla:
—órdenes militares decapitadas y sus posesiones anexionadas;
—demolidos castillos, desterrados señores y prohibidas las guerras privadas;
—la autonomía municipal de las ciudades quedó suprimida por la implantación de corregidores oficiales y, además, la justicia real fue reforzada y extendida;
—se conquistó para el Estado el control de los beneficios eclesiásticos, poniendo el aparato local de la Iglesia fuera del alcance del papado;
—las Cortes fueron dominadas por la omisión efectiva de la nobleza y el clero a sus asambleas desde 1480;
—las recaudaciones fiscales aumentaron de forma impresionante;
—el Consejo Real fue reformado y la influencia de los grandes excluida de él.
La máquina de Estado castellana fue nacionalizada y modernizada.
Las altas posiciones militares y diplomáticas quedaron reservadas a los magnates que conservan virreinatos y gobernadurías; los nobles menores llevan el rango de corregidores.
Se confirma la inamobilidad de la propiedad rural mediante el mayorazgo; se conceden privilegios a los intereses pastoriles de la Mesta en detrimento del cultivo de cereales. En las ciudades se impuso el sistema de gremios para la naciente industria.
Aragón
Se intentó un programa parecido, pero lo único que se pudo conseguir fue la pacificación social y la restauración de la última Constitución medieval. Las libertades catalanas fueron reconocidas en la observanza de 1481, y a los campesinos se les concedió también la remisión de sus obligaciones de 1486. Fernando estableció en cada provincia un virrey que ejercía el poder por él, y creó un Consejo de Aragón con base principal en Castilla, para que sirviera de lazo con ellos.
Los Reyes Católicos no consiguieron un reino unificado, no tuvieron una moneda única, ni un sistema fiscal o legal dentro de sus reinos. El autor entiende que la Inquisición fue la única institución española unitaria en la Península, y que servía como aparato ideológico para compensar la división y dispersión administrativas del Estado.
Carlos V
La primera novedad fue la llegada, con el soberano de Habsburgo, de una corte llena de extranjeros que trajo una xenofobia popular. Cuando el monarca se vuelve al Norte de Europa existirá una revuelta urbana: Rebelión Comunera (1520-1521), que consiguió el apoyo inicial de muchos nobles, pero su fuerza impulsora fueron las masas artesanas populares de las ciudades; era una sublevación del tercer Estado. El aplastamiento de la rebelión comunera eliminó los últimos vestigios de una constitución contractual en Castilla.
Lo más espectacular de su reinado fue la ampliación de la órbita internacional de los Habsburgo. Esta expansión territorial reforzó la interior tendencia del naciente Estado absolutista hacia una delegación de poderes por medio de consejos y virreyes.
Las Américas quedarán jurídicamente unidas al reino de Castilla, y el Sur de Italia a la corona de Aragón; las economías atlánticas y mediterráneas se fundieron en un único sistema comercial.
Con el reinado de Carlos V, aparecen también las guerras europeas, la dimensión y el gasto de los ejércitos de los Habsburgo aumentaron gradualmente durante el reinado de Carlos; los préstamos financieros y las presiones fiscales crecieron de forma equivalente. El imperio español del Viejo Mundo heredado por Felipe II, siempre administrativamente dividido, se fue haciendo insostenible a mediados de siglo; el Nuevo, habría de restaurar su tesoro.
Primera bancarrota: Castilla tuvo que soportar prácticamente sola la carga fiscal de las interminables campañas en el extranjero. Los metales preciosos de las colonias representaban el 20 ó 25% y el resto lo cubría Castilla. Se desarrolló un comercio floreciente con las colonias, y el control monopolista de este mercado cerrado benefició inicialmente a los castellanos. España se convirtió en la América de Europa, en un terreno para competencia de bienes extranjeros, por lo que la economía agraria y urbana sufrió duros golpes.
Felipe II
En el Sur: victorias
—en el Mediterráneo la expansión naval turca fue bloqueada en Lepanto, en 1571,
—Portugal fue incorporada y con ella sus posesiones en Asia, África y América,
—el poder ultramarino aumentó Filipinas.
En el Norte: derrotas
—rebelión en Holanda,
—Armada Invencible,
—guerras de rebelión francesas.
Castilla tiene la capital en Madrid, lo que facilita el gobierno central. Segunda bancarrota en 1596, y, tres años más tarde, la peste.
Felipe III
—Paz con Inglaterra,
—otra bancarrota en 1607,
—tregua con Holanda.
Dominio del Duque de Lerma:
—para salvar las finanzas reales, inundó el país de vellón devaluado,
—expulsión en masa de los moriscos: debilitó la economía rural.
Resultados: inflación de precios y disminución de fuerza de trabajo.
Desde 1600 las colonias americanas estaban alcanzando la autosuficiencia en artículos básicos que habían importado tradicionalmente de España (aceite...).
Este cambio coincide con el crecimiento de una aristocracia criolla en las colonias, cuya riqueza nacía más de la agricultura que de la minería. Las minas entraron en crisis, también por el colapso demográfico de la fuerza de trabajo india, y por el agotamiento del filón.
Felipe IV (Conde-Duque de Olivares: Guerra de los 30 años)
Sublevación de las tierras de Bohemia; la guerra europea se volvió a desencadenar. Los estados de Bohemia fueron aplastados, pero estas hostilidades hacen que Florencia entre en guerra contra España.
La nueva naturaleza y peso del absolutismo francés fueron los que habrían de provocar la caída del poderío imperial español en Europa.
Los costes de la guerra provocaron nuevos tributos sobre el consumo, y una nueva bancarrota en 1627. Queriendo meter también a Cataluña en el empeño, Cataluña se sublevó y se convirtió en protectorado francés por una década. Portugal también se sublevó.
Olivares cae; y después Nápoles y Sicilia se independizan. Con el estallido de la Fronda se salvó para España a Cataluña e Italia.
La desilusión militar era absoluta entre los españoles. Su único resultado: ruina de la nación, peste de Extremadura, y la reducción de las finanzas gubernamentales al fondo.
Carlos II "el hechizado"
Negra depresión económica, reconquistada del poder político central por los grandes.
Su muerte era esperada por las cancillerías europeas como la señal que convertiría a España en botín de Europa.
El resultado de la guerra de sucesión española renovó el absolutismo en Madrid.
Los Países Bajos e Italia quedarán definitivamente perdidos. Aragón y Cataluña, que apoyaron al candidato austríaco, fueron derrotadas y sometidas.
Una breve dinastía francesa se instaló en España. La monarquía borbónica consiguió lo que los Habsburgo no pudieron.
Los funcionarios civiles expatriados crearon en el siglo XVIII un Estado unitario y centralizado. Los sistemas de Estado de Aragón, Valencia y Cataluña fueron eliminados y su particularismo quedó suprimido. Hubo resurgimiento demográfico (de 7 a 11 millones).
En el siglo XVIII, más de la mitad de las ciudades españolas no está bajo la jurisdicción monárquica, sino señorial o clerical, resto del feudalismo —dice el autor—.
4. FRANCIA
Evolución diferente a la hispánica. La monarquía Capeto extendió lentamente en la Edad Media, siglos XIII-XIV, sus derechos de soberanía hacia el exterior de su base original, en la Isla de Francia; abarcaría desde Flandes hasta el Mediterráneo, sin oposición de reinos, lo que permitía una jerarquía jurídica y facilitaba una integración política, aunque menos conseguida cuanto más se alejara de la Corte en París.
Un problema era la gran demografía; estaba poblada de unos 20 millones.
Las tres grandes rupturas de orden político:
— guerra de los 100 años, s. XV.
— guerra de religión, s. XVI
— la Fronda s. XVII
La historia de la construcción del absolutismo francés habría de ser de una progresión convulsiva hacia un Estado monárquico centralizado, interrumpido por recaídas en la desintegración y en la anarquía provincial, seguidas de una reacción intensificada hacia la concentración del poder monárquico. Resultado: culto a la autoridad real en la persona de Luis XIV.
La transición de la monarquía medieval a la absoluta se vio paralizada en un primer momento y luego acelerada (época de Carlos VII). La guerra de los Cien Años contribuyó a la emancipación fiscal y militar de la monarquía de los límites del sistema medieval. Además, la monarquía se vio reforzada a finales del s. XV, con un ejército regular, pagado con el impuesto de la "taille" (nobleza, clero y algunas ciudades quedan exentos); la nobleza retuvo el poder autónomo local por la fuerza de sus espadas, de las que dependía toda la responsabilidad de la estructura social, que aún era muy precaria para dirigir un país tan grande como Francia.
La nueva monarquía inaugurada por Luis XI no era un estado centralizado. Estaba formado por doce gobernadurías confiadas a nobles o a príncipes. Se desarrolló un conjunto de "parlaments" locales creados por la monarquía y que tenían autoridad judicial suprema en sus territorios (época de Carlos VIII y Luis XII).
S. XVI: —el reino crece, prospera (época de Francisco I y Enrique II);
—los estados generales dejan de existir;
—las ciudades no son convocadas;
—la política exterior depende más del rey.
El prestigio dinástico se vio favorecido por las otras guerras exteriores en Italia, convertidas en una salida a la belicosidad nobiliaria, aunque no se consiguió Italia (derrota frente a España y tratado de Château-Cambresis. 40 años de guerra civiles después, iniciadas por los conflictos religiosos que acompañaron a la reforma y alimentadas después por la lucha por el control de la monarquía, políticamente vacante a la muerte de Enrique II: lucha entre hugonotes: La Santa liga. Dirigidos por los Guisa, Montmorency y los Borbones; cada linaje controlaba una zona de influencia (el protestantismo siempre atrajo a los artesanos burgueses en las ciudades, pero no a los campesinos). A consecuencia de esta guerra, se producen levantamientos en toda Francia, hasta que Enrique IV se "convierte" al catolicismo por táctica: reunió a los aristócratas de la Liga, aisló los Comités y suprimió las rebeliones campesinas: la guerra de religión acabó con al reafirmación del Estado real.
Enrique IV
El absolutismo, a partir de ahora, iba más rápidamente con Sully (hugonote), Richelieu y Colbert. Los príncipes reales eran todavía rivales del monarca, y en las ciudades la burguesía comercial controla el poder municipal. Pero Enrique IV restableció la presencia real y el poder central en París, reconstruyendo la ciudad y convirtiéndola en capital permanente del reino. Promueve la recuperación agrícola y promoción del comercio de exportación. Y con el Edicto de Nantes, soluciona l problema protestante al concederles una autonomía regional.
Se conservó la paz exterior y la economía administrativa. Sully duplicó los ingresos por medio de los impuestos indirectos, la reordenación de de las contribuciones agrarias, la reducción de gastos, la venta de cargos oficiales (sinecuras y prebendas). Richelieu los "intendants" representaron el nuevo poder del Estado absolutista en los rincones más alejados del reino. Eran funcionarios enviados con misiones temporales y ad hoc y que más tarde se convertirían en delegados permanentes del gobierno central de Francia.
Con Mazarino, las presiones fiscales por la guerra de los Treinta Años motivaron continuas rebelines urbanas y rurales; se consiguió agrandar el territorio (victoria de Rocroi sobre España y tratado de Westfalia), pero provocó la crisis de la Fronda y no se pudieron llevar a cabo conquistas en el Mediterráneo.
Luis XIV
Asumió el mando personal de todo el aparato del Estado en 1661. Reunidas la autoridad real y el poder ejecutivo en un único soberano, todo el potencial político del absolutismo francés llegó rápidamente a su plenitud.
Las medidas adoptadas contra el particularismo refractario de los grupos e instituciones tradicionales, provocaron el resentimiento de príncipes y pares y de la pequeña aristocracia provincial.
Administraciones competentes, disciplinadas (Colbert, Tellier) ocuparon la cima del orden burocrático, puesto a disposición de la monarquía.
El volumen del ejército creció enormemente en este reinado, pasando de 30 ó 50.000 hombres a 300.000 al final del reinado; introdujeron la paga regular, la instrucción y el uniforme. También se creó una fuerza de policía permanente.
El absolutismo francés alcanzó su apogeo en las últimas décadas del s. XVII. La estructura del Estado de Luis XIV iba a convertirse en el modelo de la mayor parte de la nobleza europea.
Las realizaciones organizativas del del absolutismo borbónico estaban destinadas a la expansión militar.
Los mejores años desde el punto de vista administrativo, económico y cultural fueron 1661-1672: los gastos del Estado disminuyeron gracias a la supresión general de cargos, las tierras reales fueron recuperadas, la recaudación de impuestos indirectos se elevó en trono al 60% por medio de un control del sistema de arrendamiento: los ingrasos netos de la monarquía se duplicaron; se lanzó un ambicioso programa mercantilista para acelerar el desarrollo manufacturero y comercial de Francia y la expansión colonial en el exterior. Este mismo mercantilismo llevó a la decisión de invadir Holanda en 1672 para suprimir la competencia de su comercio, la guerra holandesa fue inicialmente un éxito, pero con una coalición internacional para la defensa (España y Austria) la dinastía Orange volvía a tomar el poder en Holanda.
La reducción fiscal de Colbert en el interior quedó eliminada; en adelante la guerra iba a dominar prácticamente todos los aspectos del reinado.
Miseria, hambre, malas cosechas provocaron nuevos levantamientos del campesinado.
La nobleza, aligerada de los cargos monetarios que Richelieu y Mazarino habían intentado imponerle, permaneció completamente leal.
El restablecimiento de la paz en la década de 1680 se limitó a acrecentar la arrogancia del absolutismo borbónico. El rey se encerró en Versalles, el calibre de sus ministros descendió.
En el interior: continuó la depresión agraria, el comercio marítimo recuperó prosperidad; la derrota del candidato francés al electorado del Colonia y la subida de Guillermo III al trono inglés fueron las causas del conflucto internacional:
Liga de Augsburgo (1689-97):
Alineó a casi toda Europa contra Francia (Holanda, Inglaterra, España, Austria, Saboya y la mayor parte de Alemania). Los objetivos bélicos de Luis XIV fallaron en casi todas partes. (La única ganancia, por el tratado de Ryswick, absorbe Estrasburgo). Los demás territorios ocupados tuvieron que ser evacuados.
Para financiar los gastos de la guerra se inventaron nuevos cargos que se pusieron a la venta, se subastaron títulos, aumentaron los empréstitos obligatorios y rentas públicas. Se manipuló el valor de la moneda, por primera vez se introdujo un impuesto por capitalización, del que no se libró la nobleza. Cinco años después, Francia entra en conflucto por la Sucesión española; la tranquilidad llegó con la derrota final en la guerra; la paz fue mitigada por las divisiones en la coalición victoriosa contra Luis XIV, que permitieron a la dinastía borbónica conservar la monarquía española con el precio de la separación política de Francia.
Paradoja del absolutismo francés: su brillantez interior no coincidió con su gran predominio internacional: la estructura de estado de Richelieu y Mazarino, todavía defectuosa e incompleta, fue la que consiguió espectaculares éxitos en el extranjero, mientras que la monarquía consolidada y estabilizada de Luis XIV fracasó. El absolutismo francés no gozó de un periodo de hegemonía comparable en Europa occidental.
La derrota final de Luis XIV se debió al cambio en la posición relativa de Francia dentro del sistema político europeo concomitante con las revoluciones inglesas de 1640-1688 y su consiguiente imperialismo.
Regencia en 1715
La alta nobleza reaparece en escena. El regente obtuvo del "Parlament" dejar a un lado el testamento de Luis XIV. El gobierno pasó a manos de los pares que acabaron con el sistema ministerial del régimen anterior y asumieron el poder en la "plysinodi".
Época de carácter abiertamente clasista del absolutismo; predominio colectivo de una alta aristocracia. La toma de regencia de los grandes no fue duradera, pero en adelante la nobleza mantuvo un control tenaz de los más altos cargos del gobierno:
— los "parlaments"
— los arzobispos y obispos
— los altos mandos militares; pero el absolutismo continuaba siendo un poder inaccesible e irresponsable, que gravitaba sobre las cabezas del conjunto de la nobleza.
Luis XIV había dejado el Estado cargado de una masa de deudas, la regencia las redujo a la mitad por el sistema de Law, pero los gastos de la política exterior desde la guerra de sucesión de Austria, combinadas con el despilfarro de la corte, mantuvieron en un déficit constante y cada vez más profundo a la hacienda. Los intentos de recaudar menos impuestos fueron rechazados en los parlamentos y en los estados provinciales. La monarquía pretendía gravar con los impuestos la riqueza de la nobleza, y ésta exigía un control sobre la política de la monarquía. La aristocracia se negó a enajenar privilegios económicos sin obtener derechos políticos sobre la dirección del Estado monárquico.
A partir de la regencia, hubo en general una época de expansión económica con un alza de precios, una prosperidad agrícola y una recuperación demográfica. La agricultura continuaba siendo la más importante producción, las manufacturas y el comercio registraron avances. La industria francesa aumentó. El progreso del comercio fue mucho más rápido. El monopolio aristocrático del aparato del Estado, hizo disminuir la venta de cargos. En este siglo XVIII el absolutismo se inclinó hacia los empréstitos públicos.
La disminución simultánea del ascenso de los plebeyos al Estado feudal y el desarrollo de una economía comercial al margen de éste, emanciparon a la burguesía de su dependencia subalterna del absolutismo: la monarquía se mostró incapaz de proteger los intereses burgueses, cuando incluso coincidían nominalmente con los del absolutismo. Los costos de la intervención borbónica en la guerra de la Independencia de EE.UU fueron los que provocaron la definitiva crisis fiscal del absolutismo francés en el interior. En 1778 la deuda del Estado era tan grande, y el déficit presupuestario tan agudo que los últimos ministros de Luis XVI, decidieron imponer contribución sobre la tierra a la nobleza y al clero. Los parlamentos se resistieron, la monarquía decretó su disolución, después los restableció.
La reacción aristocrática contra el absolutismo se transformó en una revolución burguesa que lo derribó (1789).
5. INGLATERRA
En la Edad Media, la monarquía feudal inglesa era más poderosa que la francesa. Las dinastías argevina y normanda crearon un Estado monárquico de una autoridad y eficacia sin comparación en toda la Europa occidental. Esa fuerza fue la que le permitió sus ambiciosas aventuras territoriales en el continente a costa de Francia (la guerra de los Cien Años) durante la cual varios reyes ingleses y sus aristocracias pretendieron conquistar y dominar zonas de Francia atravesando el mar; representó una empresa militar única en la Edad Media, demostrando así su superioridad organizativa del Estado. Paradójicamente, esa monarquía tradicional medieval más fuerte produjo el absolutismo más débil y de más corta duración.
La transición de la época medieval a los primeros tiempos de la moderna correspondía a un cambio profundo y radical; algunas pautas feudales se conservaron. La primera centralización administrativa del feudalismo normando había generado una clase noble muy reducida y unificada regionalmente. Las ciudades fueron desde el principio parte de la heredad real y gozaron de privilegios comerciales sin la autonomía política de las ciudades continentales. Los señores eclesiásticos no dispusieron nunca de enclaves señoriales. La monarquía evitó así los diversos peligros para el gobierno unitario a los que se enfrentaban los soberanos feudales de Francia, Italia y Alemania. Resultado: centralización concurrente del poder real y de la representación nobiliaria dentro del sistema político medieval. El poder monárquico sólo podía sostenerse fuera de los límites de su soberanía, gracias a asambleas de vasallos, capaces de votar un apoyo económico y político: las asambleas no pueden contraponerse de forma directa a la autoridad monárquica. Pronto surgen los "parliaments" instituciones colectivas de la clase dominante-feudal, con un carácter unitario excepcional. Siglo XVIII eran instituciones únicas y entremezcladas, sólo había una asamblea para todo el país, y dentro de la asamblea no existía la división tripartita de nobles, clérigos y burgueses.
Desde Eduardo III los caballeros y las ciudades estaban representadas en el Parlamento inglés juntamente con los barones y los obispos. El sistema bicameral de Lores y Comunes fue una evolución posterior, que no dividió al Parlamento según una línea estamental, sino que básicamente supuso una distinción intra clasista dentro de la nobleza: una monarquía centralizada produjo una asamblea unificada.
Consecuencias de la temprana centralización:
1º) Parlamentos unitarios que se reunían en Londres: no alcanzaron el nivel de control fiscal ni derechos de convocatoria regular, pero aseguraron una limitación negativa tradicional del poder legislativo real, que había de tener importancia en la época del absolutismo. Después de Eduardo I se aceptó que ningún monarca pudiera decretar nuevas leyes sin el consentimiento del Parliament. Se ven algunas exigencias objetivas del poder de la clase noble.
2º) Rasgo del feudalismo inglés : fusión entre la monarquía y la nobleza en el plano judicial y además local; en el continente estaba significativamente dividido entre jurisdicciones reales y señoriales, separadas. En Inglaterra, sheriffs que presidían los tribunales de los condados; eran cargos no hereditarios, pero procedían de la gente local y no de la burocracia central. Autoadministración de los condados por parte de la aristocracia, que no cobraba; evolucionará en los jueces de paz de la Edad Moderna.
En la guerra de los Cien Años, lucharon compañías contratadas esencialmente, que fueron reclutadas para la monarquía por los grandes señores sobre la base de contratas de dinero. No participó ningún ejército permanente o profesional. El predominio inglés durante la mayor parte de esta guerra que determinó que el territorio francés fuese permanente campo de batalla (con sus secuelas de ruina y desolación) no fue una consecuencia del poderío naval, sino un producto de la solidez y la integración política muchísimo más joven que la monarquía feudal inglesa, capacidad administrativa para explotar su patrimonio y agrupar a su nobleza, y la lealtad de la aristocracia inglesa que estaba cimentada en las victoriosas empresas exteriores.
Enrique IV
El reinado de Enrique IV preparó gradualmente la aparición de una nueva monarquía en Inglaterra. Durante el último régimen lancasteriano las facciones aristocráticas habían desarrollado y manipulado de forma prominente los Parlamentos para sus propios fines, mientras que los soberanos de la casa de York se habían esforzado en medio de la Monarquía reinante por concentrar y reforzar una vez más el poder de las instituciones centrales de la monarquía. Cuando aumentó la seguridad interior y se consolidó el poder de los Tudor, Enrique VII desechó esa institución. El gobierno monárquico centralizado se ejercía a través de una pequeña camarilla de consejeros personales y de hombres de confianza del monarca.
Enrique VIII
La dinastía Tudor había iniciado en el siglo XVI, un camino para la construcción de un absolutismo inglés. Enrique VIII heredó un poderoso ejecutivo y una hacienda próspera. Por la crisis matrimonial que le lleva a un enfrentamiento con el Papado, tiene que movilizar a la clase terrateniente. Enrique VIII hizo uso del Parlamento como medio necesario para sus fines reales. En el marco heredado por el sistema político feudal inglés, que había conferido poderes singulares al Parlamento, se estaba formando un absolutismo nacional que en la práctica era equivalente a los continentales. El poder personal de Enrique VIII durante toda su vida fue exactamente igual al de su coetáneo Francisco I en Francia, pero con la limitación fundamental de que carecía de un sólido aparato militar: la construcción de un ejército fuerte era una condición indispensable para la supervivencia de las monarquía renacentistas del continente.
Las guerras "sin objeto" de Enrique VIII, con falta de propósito coherente, no fueron por capricho personal sino que correspondían precisamente a un curioso intermedio histórico, cuando la monarquía había perdido ya su antigua importancia militar en Europa, pero no había encontrado todavía el futuro papel marítimo que le esperaba. Cuando al fin se restablezca la paz, la masa de ganancia se había perdido. Y así también la única oportunidad que tuvo el absolutismo inglés de crearse una base económica firme e independiente de la contribución parlamentaria. Se debilitó el Estado y se reforzó la gentry, compradora de tierras , cuya riqueza aumentó: esto tuvo después gran importancia para el equilibrio interior de fuerzas dentro de la sociedad inglesa.
Mucho antes que en cualquier país del continente tuvo lugar en Inglaterra una progresiva disociación entre la nobleza y la función militar básica que le había caracterizado en el orden social medieval, y esto permitió una conversión gradual de la aristocracia hacia las actividades comerciales. El camino económico que condujo a la metamorfosis de la renta feudal en los siglos XII y XV a la aparición de un sector capitalista rural en expansión empieza en el s. XVIII. La nobleza se estratifica, se crean varios rangos. Es un Estado con:
— una pequeña burocracia,
— una fiscalidad limitada,
— carece de ejército permanente.
Isabel I
Con Isabel I la Cámara de los Comunes aumentó de tamaño porque la nobleza rural aumentó en proporción: Parlamento inquieto que hizo que Isabel vendiera tierras reales con el objeto de reducir su dependencia de él. Anexionó Irlanda a Inglaterra aunque trataron de defenderse y atacaron varias veces.
Dinastía Estuardo
La extinción del linaje Tudor en 1603 y la llegada de la dinastía Estuardo, crearon una situación política nueva para la monarquía. Escocia se unió por vínculo personal con Jacobo I. Durante el último período medieval la monarquía escocesa no pudo consolidar la disciplina real en sus dominios, pero tampoco mejoró hasta Jacobo VI.
La dinastía Estuardo persiguió Los ideales de la realeza absolutista que reinaba en Europa Occidental. Jacobo I, acostumbrado a un país en el que los magnates territoriales hacían sus propias leyes y en el que el parlamento contaba poco, se encontró un reino en el que el militarismo de los grandes había sido destruido y no fue capaz de ver que el Parlamento representaba el núcleo central del poder nobiliario. El carácter más desarrollado de la sociedad inglesa le hizo creer que era más fácil de gobernar (engaño). Tuvo un régimen de gobierno directivo y falto de comprensión hacia el Parlamento, y no hizo esfuerzo alguno por suavizar el creciente sentimiento de oposición de la gentry inglesa. Tenía una corte ostentosa combinando con una política exterior inmobilista basada en el acercamiento a España, que eran cosas impopulares para la clase terrateniente.
A finales de siglo, Inglaterra ya contaba con algo semejante a un mercado interior único, el capitalismo había experimentado avances más rápidos que cualquier nación excepto los Países Bajos, y los sectores más importantes de la aristocracia inglesa ya se habían adaptado a ellos. Existía una paz social relativa en el campo, por lo que no era necesaria una máquina centralizada a disposición del Estado; al bajar el sistema impositivo impidió el surgimiento de una burocracia para el funcionamiento del sistema fiscal (al asumir la aristocracia las funciones administrativas locales desde la Edad Media, la monarquía siempre estuvo privada de un aparato profesional regional: la tendencia estuarda hacia el absolutismo tropiezo con muchos obstáculos). La última intentona de Carlos I por crear una base fiscal fue extender el único impuesto tradicional para la defensa que existía en Inglaterra: pago por los puertos de una contribución para el mantenimiento de la armada; en pocos años fue saboteada, por la negativa de los jueces de paz locales para recaudarlo. El absolutismo continental se había construído sobre sus ejércitos. Paradójicamente, el absolutismo inglés sólo podía existir con débiles ingresos suyos mientras no tuviera necesidad de crear un ejército.
Sólo el Parlamento podía proveer los recursos necesarios, pero una vez convocado empezaría a desmantelar la autoridad de los Estuardo.
En Escocia, levantamiento religioso por la imposición de una liturgia anglicanizada: Escocia, que poseía todavía vínculos guerreros de un tardío sistema político medieval, se organizó e hizo frente a Carlos I, que tuvo que pactar el castigo por su falta de fuerzas armadas. El Parlamento, convocado por el rey in extremis, sólo suprimió los avances de la monarquía Estuardo, proclamando un marco constitucional; un año después, salta la rebelión católica en Irlanda. La necesidad de crear un ejército inglés para dominarla llevan al Parlamento y al rey a una verdadera guerra civil.
El absolutismo inglés se vio arrastrado a la crisis por el particularismo aristocrático y la desesperación de los clases periféricas (fuerzas históricamente más atrasadas que él); fue derribado por una gente comercializada, una ciudad capitalista y un artesanado plebeyo (yeomercy): (fuerzas que iban delante de él): el absolutismo fue derribado por una revolución burguesa.
6. ITALIA
El estado absolutista surgió en la era del Renacimiento, pero en Italia las instituciones medievales universalista, el Papado y el Imperio, actuaron como un freno en el desarrollo de una monarquía territorial ortodoxa.
El emperador poseía en Italia del Sur la única parte de Europa occidental en que se combinaba una jerarquía feudal en forma de pirámide implantada por los normandos, y un fuerte legado bizantino de autocracia imperial. En Sicilia los señores locales tomaron para sí mismos los poderes provinciales, las propiedades reales.
Con Federico II, los nobles, prelados y ciudades fueron sometidos a la monarquía, por medio de las leyes de Capua y de un complejo sistema burocrático, como jueces reales que actuaban de comisarios en las provincias; eran cargos rotativos para impedir que fuesen influenciados por los señores locales. Económicamente:
— los peajes interiores fueron suprimidos y se instaló un sistema de aduanas exterior.
— control estatal del comercio exterior de grano, produjo ganancias reales.
— monopolio de artículos de consumo.
— incremento regular de los puestos sobre la tierra: ingresos fiscales.
— Esta solidez y prosperidad de los Hoheustaufen en el sur hizo pensar a Federico II en realizar una tentativa de crear un estado imperial unitario en Italia.
Federico elaboró un anteproyecto para la futura administración de Italia como un sólo Estado real, dividido en provincias gobernadas por vicarios generales y capitanes generales nombrados por el emperador; la idea la continuó Mamfredo su hijo. Pero en las continuas guerras entre guelfos y gibelinos, el linaje de los Hoheustaufen acabó derrotado y destruido.
El Papado fue el vencedor en esta lucha contra el anticristo. En la Iglesia universal dice que el Papado construyó una autoridad centralista, pero que como estado italiano permaneció extremadamente débil, deficitario e ineficaz (el autor demuestra repetidamente entender sólo el aspecto humano de la Iglesia).
Razón básica del fracaso de los Hoheustaufen en su intento por unificar la península fue la superioridad económica y social del Norte de Italia con el doble de población que el sur, y productor de comercio y manufacturas.
La liga lombarda pudo defender el norte contra las invasiones imperiales, pero no fue capaz de conquistar el sur feudal.
El Norte y el centro quedó libre para el desarrollo político y cultural de sus ciudades.
Eclipse simultáneo del imperio y del Papado (deportado a Avignon) que convirtió a Italia en el eslabón débil del feudalismo occidental.
El Renacimiento
El Renacimiento se descubrió con una consecuencia nueva e intensa de ruptura y de pérdida (de lo antiguo, para recuperarlo). Su marco histórico en los sistemas de ciudad-estado proporcionó de forma natural la base objetiva de una ilusión evocadora de encarnaciones correspondientes entre el florecimiento de centros urbanos en la antigüedad clásica y en la Italia renacentista: ambos eran producto de ciudades-república autónomas, ambos estaban dominados por nobles, ambos constituían centros de intercambio mercantil, ambos exigían el servicio militar en la caballería o infantería a sus ciudadanos, o el uso de sorteos para elegir magistrados. Pero en realidad, la naturaleza socio-económica de las ciudades-estado en la Antigüedad y del Renacimiento son profundamente diferentes: las ciudades medievales eran enclaves urbanos dentro de un modo de producción feudal, estructuralmente posible por la fragmentación de la soberanía; las antiguas eran una continuación del campo, y las italianas estaban separadas del campo, comenzaron como centros mercantiles, dominados por la pequeña nobleza y poblados de semicampesinos que combinaban frecuentemente las ocupaciones rurales y urbanas, el cultivo y la artesanía. Los mercaderes, banqueros y juristas se convirtieron en una élite patricia de las ciudades-república, mientras que la masa de la ciudadanía la constituyeron los artesanos en contraste con las ciudades antiguas en que la clase dominante era una aristocracia terrateniente y la población eran agricultores o plebeyos.
Ambas son puntos claves de intercambio de mercancías, pero las ciudades italianas eran centros de producción urbana, cuya organización interna se basaba en gremios de artesanos, y las ciudades antiguas fueron centros de consumo, articuladas en asociaciones territoriales o de clanes. División del trabajo y nivel técnico, las italianas más desarrolladas que las de la antigüedad, al igual que el transporte marítimo. También el capital mercantil y bancario se expandía con la llegada de la sociedad anónima, la letra de cambio y la contabilidad de doble partida, bases totalmente distintas de los modos de producción esclavista y feudal; las ciudades antiguas formaban una unidad única y económicamente completa, con su medio rural, al revés que las italianas.
En la antigüedad clásica el medio fundamental de expansión de la ciudad era la guerra y aunque se usó, nunca en las comunas italianas alcanzó gran importancia porque los mercados y empréstitos eran más importantes que los prisioneros: las ciudades del Renacimiento italiano eran complejos mecanismos industriales y comerciales, cuya capacidad como beligerantes era limitada. La infraestructura artesanal libre de las ciudades renacentistas, nunca se manchó con la degradación social de la servidumbre; produjo una civilización en la que las artes plásticas y visuales ocupaban una posición absolutamente predominante, organizados en gremios de artesanos. La base esclavista del mundo clásico, al separar el trabajo manual del cerebral, produjo una clase terrateniente ociosa; en cambio, el humanismo literario y filosófico estuvo limitado durante el Renacimiento italiano a una élite intelectual reducida.
Evolución política de las ciudades italianas: desplazamiento episcopal, para dar paso a una aristocracia terrateniente; y éstas dejarán paso a gobiernos oligárquicos, con un sistema exterior de podestá; los gremios plebeyos crearon sus propias contrainstituciones cívicas; el estrato más alto de los gremios (maestros), se fusionará con la nobleza urbana para formar un único bloque municipal de privilegio y poder.
Antigüedad: tiranías para ampliar las bases del sistema político, preludio de unas libertades más amplias y un ágora más libre; en cambio en el Renacimiento, las tiranías cerraron el desfile de formas cívicas antes de convertirse en un autoritarismo autocrático.
En la época clásica, las repúblicas municipales dieron origen a imperios universales sin ruptura básica de su continuidad social, debido a que la expansión territorial era una prolongación natural de su inclinación militar y agraria. Las ciudades del Renacimiento en cambio siempre estuvieron en desacuerdo con el campo: la llegada de las signorie (dictaduras con un fondo agrario) no abrió otro ciclo de crecimiento político y económico, sino que acabó con el futuro de las ciudades italianas.
El norte y el centro de Italia eran zonas más avanzadas y más prósperas que occidente, esto dio a Italia una posición peculiar en el futuro desarrollo económico del continente. Quedó asolada con la depresión del siglo XIV. También decae la producción de textiles de lana, que cambió hacia la producción de seda. El poder de recuperación del sector urbano y la modernidad "relativa" del sector agrario permitió recuperar el ímpetu económico en 1400. La organización gremial implicaba ciertos límites internos al desarrollo de la industria capitalista en Italia, pues las corporaciones de artesanos bloquearon la completa separación entre los productores directos y los medios de producción (que es la condición previa del modo de producción capitalista, dice el autor):
— el capital manufacturero se mantuvo dentro de un espacio reducido, con pocas probabilidades de reproducción ampliada;
— la competencia de las industrias extranjeras, más libres y situadas en el campo (menos coste) acabaría minándolo. El capital financiero mantuvo sus niveles de beneficios durante más tiempo que ningún otro, porque estaba más alejado de los procesos materiales de producción (dice el autor, siempre en clave marxista ). La estabilización política de las oligarquías republicanas fue muy difícil (lucha entre patriciados y gremios). Las repúblicas italianas se hicieron militarmente más vulnerables; el conjunto de estas tensiones constituyó un marco para el auge de las signorie y permanencia de espacios feudales en el campo. El vínculo de las signorie con la tierra, de la que tomaban sus tropas y sus ingresos, se mantuvo muy estrecho. Milán fue la primera signorie del Norte.
Culturalmente el Renacimiento alcanzó su apogeo en la civilización urbana italiana.
Económicamente el progresivo estancamiento de la técnica y de la empresa queda encubierto por la expansión en Europa occidental.
Políticamente, el potencial de estos estados era muy limitado. En el Norte y en el centro las tiranías urbanas se enzarzaron en intrigas y guerras; la incesante rivalidad alcanzó su equilibrio precario con el tratado de Lodi 1451.
La soberanía de las signorie fue ilegítima en un sentido profundo; habían extinguido la vitalidad cívica pero no podían contar con la lealtad y la disciplina de un campo señorializado; los signorie fueron incapaces de generar la forma de Estado característica de la primera época Moderna, el absolutismo monárquico unitario.
Teoría política de Maquiavelo:
Observó que la monarquía francesa estaba rodeada de una poderosa aristocracia y apoyada en una legitimidad.
Afirma que los dos fundamentos más importantes del gobierno son las "buenas leyes" y las "buenas armas"; el león y la zorra, la fuerza y el fraude.
No entendió la inmensa fuerza histórica de la legitimidad y autoridad dinástica, en la que estaba afincado el nuevo absolutismo. En sus escritos existirá una vacilación de vocabulario, aplicado a distintas realidades.
Confundió el sistema europeo de mercenarios con el sistema italiano de condottieri, la diferencia consistía en que los condottieri poseían sus propios soldados, mientras que los monarcas contrataban a cuerpos mercenarios directamente bajo su propio control, constituían ejército permanentes.
En Italia y en Alemania, la densidad de ciudades produjo una especie de microabsolutismo que cristalizó las divisiones del país; no estaban en condiciones de resistir a las vecinas monarquías feudales, y cuando la península italiana se vio forzada a adoptar las normas europeas, Francia y Espana extendieron sobre ella su control: Italia, incapaz de producir un absolutismo nacional, se vio condenada a sufrir uno extranjero: el dominio español coordinó a la península, en tanto el avance económico del Norte de Italia, paradójicamente, la condenó a un ciclo largo de atraso político.
Resultado final del dominio de los Habsburgo: ruralización de los patriciados urbanos, que abandonarán las finanzas y las manufacturas por las inversiones en tierras.
Será la monarquía piamontesa la que conseguirá la unificación nacional, porque sólo allí apareció un absolutismo riguroso y autónomo: era un estado económicamente rudimentario, pero con un núcleo territorial capaz de un posterior avance político. Su posición geográfica fue decisiva. Significo su autonomía y su posible aumento de fronteras, aliándose a las potencias del continente en lucha con otras. Piamonte, único estado independiente con su sistema de estados, organizado en un sistema tricurial convencional, dominado por la nobleza; las rentas de los duques eran pequeñas y su autoridad limitada, El clero era su aliado. Los Estados se negaron a conceder subsidios para un ejército permanente.
La Administración francesa reorganizó y modernizó el sistema político local; el beneficiario fue el Duque Manuel Eliberto, que convocó por última vez los estados y obtuvo un amplio subsidio para un ejército permanente, y después lo disolvió para siempre. Se conservaron las instituciones de los treinta año de dominio francés (Valois): consejo de estado ejecutivo, parlamentos judiciales, código legal único, moneda única, reorganización de fuerzas, legislación suntuaria. Se aumentaron inmensamente los ingresos, se creó una corte nobiliaria nueva y leal. La dinastía piamontesa tendió a apropiarse de los mecanismos y formas políticas del absolutismo francés, resistiéndose a su absorción territorial. En el siglo XVI hay recaídas prolongadas en anarquías, guerras civiles y luchas nobiliarias.
El avance hacia el absolutismo fue reanudado por Victor Manuel II en el siglo XVIII: instaló una administración rígida (modelo Colbert), sistema de consejos e interdants, eliminó el carácter feudal de amplias áreas de tierras nobiliarias por el sistema del nuevo registro catastral (aumentó así sus ingresos fiscales), construyó una gran estructura militar y diplomática, eliminó las inmunidades clericales y sometió a la Iglesia, hizo un enérgico mercantilismo proteccionista (desarrollo de carreteras y canales también).
Carlos Manuel III se alió con Francia contra Austria para conseguir la zona lombarda, y posteriormente con Austria contra Francia.
El absolutismo piamontés, uno de los más coherentes y afortunados de esta época.
7. SUECIA
Siglo XVI, absolutismo, pasando casi sin transición de un primer tipo medieval al primer tipo moderno de estado feudal. La aparición del nuevo estado fue precipitado desde el exterior. El rey danés Cristian II marchó sobre Suecia a la perspectiva de una fuerte monarquía extranjera imponiéndose sobre Suecia; unió a la aristocracia local y a algunos sectores del campesinado independientes tras un noble usurpador, Gustavo Vasa, que estableció su propio gobierno y expropió a la Iglesia, bajo la Reforma en 1544: Suecia era un país luterano.
Por la explotación de las minas de plata, del fomento de la exportación de hierro y de la supervisión minuciosa de las rentas o ingresos de su reino, existió un gran excedente sin un incremento similar de los impuestos. Amplió el aparato administrativo real, burocracia central, a la nobleza se le cofirió cada vez más el nuevo forlaning, especie de beneficio semiministerial del alcance mas limitado, que se reducía a la asignación de rentas reales específicas para nombramientos de administración. la aristocracia mantuvo la solidaridad.
El tradicional rad (clan) de los magnates quedó excluido de la administración diaria. Innovación fundamental: asamblea de Estados, convocada para legitimar los actos de la nueva dinastía, dando un sello de aprobación popular a la política de la monarquía. La casa de los Vasa se hizo hereditaria, su hijo Erik XIV mantuvo la amistad con la aristocracia, poniendo pocas cargas y no dañando sus privilegios. Reformó y amplió el ejército, intensificando las obligaciones de servicio militar de la nobleza. Creó también nuevos sistemas de títulos.
Exterior: expansionismo sueco en el Norte del Báltico con la subida al trono de Segismundo, hijo católico de Juan III; las fricciones entre la Monarquía y la aristocracia crecen.
Segismundo era partidario de la contrarreforma, era rey de Polonia y residió allí; gobernando su tío Carlos y el rad de los magates en Suecia, la aristocracia, por el poder de Carlos, se unió a Segismundo, pero por ser católico le abandonan.
Carlos IX toma el poder, represión y neutralización del rad. La nobleza es mantenida a distancia de la administración central, y se le aumentan sus obligaciones militares. El rey distribuyó a los nobles tierras confiscadas a los magnates. A su muerte la nobleza restablecía el poder del rad sobre los impuestos y asuntos de Estado, daba primacía nobiliaria en los nombramientos para la burocracia, aseguraba la posesión del cargo y de salarios fijos a los funcionarios del Estado.
Gustavo Adolfo:
Pacto constitucional, reconciliación e integración de la monarquía y la nobleza: el gran canciller Oxenstierna reorganizó todo el sistema ejecutivo en cinco colegios centrales, dirigidos por burócratas de la nobleza. El país se dividió en veinticuatro unidades provinciales. Sistema racionalizador y un nuevo vigor absolutista sueco en el interior, es la base para una expansión militar en el exterior: objetivo, el Báltico Norte. Adquirió el golfo de Finlandia, se formarán los enclaves estratégicos de acceso a la Prusia oriental, se impusieron peajes sobre el comercio de grano en el Báltico sur. Hizo saltar las posiciones alemanas en el imperio Habsburgo, atravesando Alemania.
Característica de la formación social sueca, en vísperas de la época de los Vasa, era la feudalización incompleta de las relaciones de producción de su economía rural, aunque la mitad era agricultura específicamente feudal; atraso del conjunto de la economía; la consolidación de fincas señoriales era muy limitada; el índice de comercialización en la agricultura era el más bajo de todo el continente; economía natural era lo importante; ciudades suecas eran pocas y débiles; comercio exterior prácticamente monopolio de los mercaderes hanseáticos.
Centralización del poder real en los siglos XVI y XVII la amenaza de un riguroso dominio danés fue lo que movilizó a la nobleza sueca tras Gustavo I, y el capital de Lübeck fue quien financió su esfuerzo bélico contra Cristian II.
El modelo social básico de absolutismo aristocrático, estaba edificado sobre los fundamentos sociales de un campesinado no servil y de unas ciudades ascendentes: lo más típico en el Este fue un absolutismo aristocrático erigido sobre los fundamentos de un campesinado servil y de unas ciudades subyugadas. El absolutismo sueco, por el contrario, se construyó sobre una base única, porque combinó un campesinado libre con unas ciudades insignificantes; la nobleza menos prepotente en el campo también estaba mucho menos limitada objetivamente por la presencia de una burguesía urbana.
La masa fundamental de la aristocracia de esta época fue siempre estructuralmente inadecuada para un salto frontal contra el campesinado. No existía ninguna amenaza burguesa contra su monopolio del poder político. El orden social sueco fue insólitamente estable mientras no se ejercieran presiones exteriores. Durante la Edad Media nunca se desarrolló un separatismo feudal, nunca se produjeron divisiones regionales fuertes entre la escasa nobleza sueca. Una nobleza pequeña y compacta se podía adaptar con relativa facilidad a una monarquía centralizada.
El Riksdag era políticamente único, al incluir a un específico estamento campesino dentro de un sistema de cuatro curias, lo que carecía de paralelo en cualquier otro país de Europa. Los delegados campesinos, formarán un organismo curiosamente pasivo, desprovisto de iniciativa legislativa y respondiendo a todas las peticiones reales.
La resistencia aristocrática se centró en el rad.
Ejército dócil. Un absolutismo viable necesita un nivel sustancial de monetarización. Suecia, era un enclave crucial de producción mercantil, cuyos beneficios desproporcionados compensaron la deficiente comercialización de la agricultura y suministraron la fortuna del Estado de los Vasa, en su fase de expansión exterior. El enclave lo constituían la riqueza mineral de hierro y depósitos cupríferos de Borgslagen. La minería fue siempre el punto de apoyo de la economía monetaria por su producción de metales preciosos. Permitieron la combinación de un Estado poderoso y agresivo con una forma social carente de una gran riqueza y de dinamismo mercantil. Suecia poseía el monopolio del cobre en toda Europa. El hierro en el s. XVII alcanzó la mitad de todas las exportaciones, eran materiales indispensables para su industria de armas. Las minas suministraron oportunamente al absolutismo sueco las infraestructuras financiera y militar necesarias para su irrupción en el Báltico. Las provincias bálticas (al contrario que las posesiones españolas) produjeron siempre unos notables ingresos fiscales.
El éxito exterior del absolutismo sueco sufrió una "infradeterminación" fundamental a causa de su configuración de clase comparativamente inactiva dentro de la propia Suecia. La monarquía absoluta sufriría retrocesos recurrentes y más tarde volvería a ganar el terreno perdido. Durante los tres siglos de su existencia, al absolutismo sueco sufrió frecuentes recaídas institucionales, pero nunca un levantamiento de la nobleza: las divisiones y conflictos dentro de la misma nobleza fueron uno de los reguladores fundamentales de esta serie de cambios. Oxenstierna codificó el dominio de los magnates en el rad.
En 1644 con Cristina se reafirma políticamente el poder real; la nobleza sueca adquirió una fuerza numérica apreciable, la monarquía enajenó una enorme cantidad de tierras e impuestos reales a su élite de funcionarios y seguidores.
Carlos X:
Relanzó el expansionismo sueco con un ataque a Polonia en 1655. La Prusia Oriental fue declarada feudo sueco y Lituania anexionada a Suecia. Un ataque directo danés a Suecia fue lo que deshizo la conquista de Polonia.
Regencia del canciller De la Gardie: gobierno en manos de la alta nobleza, continuó vendiendo las propiedades de la monarquía, política exterior poco ambiciosa.
Códigos de Gardsratt por primera vez se les daba a los terratenientes la jurisdicción-privada sobre su propio campesinado.
Carlos XI:
Utilizó el Riskdag para abolir los privilegios tradicionales del rad, para recuperar con el apoyo de la pequeña nobleza las tierras y rentas de la monarquía, enajenados en el periodo anterior; los ingresos estatales aumentaron todavía más por medio de mayores impuestos sobre los campesinos. Reformó el ejército por medio del asentamiento de soldados. Puso a los campesinos en tierras especialmente distribuidas por el indelriggverkt o sistema de parcelación, que aliviaba al tesoro de los pagos en dinero a las tropas del interior. La plata fue ampliada. El Riksdag aprobó el derecho divino del rey a la soberanía absoluta sobre su reino, en cuanto delegado ungido por su Hacedor.
Carlos XII:
Superó en poder autocrático a su padre; su base demográfica y económica era excesivamente pequeña para sostener su extensión territorial contra la enemistad de sus vecinos y rivales. En 1699 Dinamarca, Sajonia, Polonia y Rusia se aliaron contra Suecia. Tras un avance militar circular alrededor del Báltico, el gran mar del Norte, acabó con una bancarrota para Suecia.
A la muerte del rey, la nobleza en medio de disputas por la sucesión, construyó un sistema constitucional que dejaba a los Estados la supremacía política, y reducía temporalmente a la nada la monarquía. 1720-1772, régimen de corrompido parlamentarismo aristocrático. El nuevo orden no perteneció ya a los magnates, la masa de la pequeña y mediana nobleza dominaba la burocracia oficial y el ejército. La división en tres rangos dentro de la nobleza fue abolido; privilegios que prohibieron el acceso de los plebeyos a las tierras y a los matrimonios nobiliarios. El Riksdag se convirtió en el núcleo formal del sistema político constitucional.
Creciente descontento plebeyo. A la subida al trono de Gustavo III se llevó a cabo un golpe de Estado Real por miedo a los plebeyos. El nuevo rey avanzó hacia un nuevo despotismo ilustrado tipo siglo XVIII. Renovó la Administración y reservó para su persona un poder cada vez más arbitrario.
Cuando la nobleza opuso resistencia, Gustavo III fuerza al Riskdag la promulgación de una ley que restauraba el absolutismo total. El rey promete a los estamentos más bajos el acceso a la burocracia oficial, a la judicatura, el derecho a comprar tierras nobiliarias y otras demandas; el autor ve en ello la contradicción del monarca absoluto que hace concesiones sociales, tan en desacuerdo con la aristocracia, que es asesinado por uno de ellos.
B. EUROPA ORIENTAL
1. EL ABSOLUTISMO EN EL ESTE
La invasión otomana no llegó al este del Elba, pero la crisis económica de Europa oeste en los siglos XIV y XV produjo en el Este una violenta reacción feudal represión del campesinado, agudizada en el siglo XVI. En la política esto se tradujo en absolutismo, pero no como compensación a que desaparecieran los siervos (como en Occidente), sino como instrumento para la consolidación de la servidumbre, implantado desde arriba y a la fuerza, para hacer frente a los absolutismos occidentales —bien organizados para la guerra—.
La invasión sueca fue la que más influyó en este sentido pues entre 1630 y 1720 llegó a tener un arco de poderío en el Este semejante al que había tenido anteriormente España en la Europa Occidental y aún mayor: con la Guerra de los Treinta Años Gustavo Adolfo arrolla el poder de los Habsburgo en Alemania y ocupa Moravia y hasta la orilla del Moldava (en Praga), Branderburgo y la Pomerania (por Westfalia en 1648); así Prusia organiza su absolutismo para defenderse en 1650 y Berlín se hace su joven y temeroso aliado (de Suecia) para esquivar su empuje.
Polonia es invadida en 1655 y todo el valle del Vístula queda desgarrado; se le priva de la soberanía de Prusia, pero lo más grave es la crisis en que queda ya sumida Polonia pues, si bien Sobieski dirigió la liberación de Viena del cerco turco en 1680, le siguió la gran guerra del norte de 1701-21, cuyo principal escenario fue Polonia: la nobleza de este país no supo recuperarse ni defenderlo con un absolutismo y el país dejó de existir como Estado independiente.
En Rusia la aristocracia quiso crear pronto una monarquía militar debido a las invasiones de la Horda de Oro hasta el siglo XV y luego los janatos de Kazán y Astracán en busca de esclavos, hasta su derrota y absorción a mediados del siglo XVI; otro siglo más los tártaros de Crimea en busca de botín y de esclavos, que dejaron Ucrania como un páramo, aunque carecían de capacidad para la conquista y ocupación permanente; también influyó lo que el autor llama "ideología de la Tercera Roma", cuando Iván III se casó con la sobrina del último Paleólogo (Emperador de Constantinopla) y se arrogó en 1480 el título de zar-emperador. Sin embargo lo más temible a partir del siglo XVI era la amenaza de las armas más modernas del Oeste (Suecia, etc.).
Iván IV sufrió a finales del XVI las guerras de Livonia, en las que Suecia consiguió Estonia en 1582, trampolín para el dominio del litoral del norte del Báltico. A los desmanes tártaros del XVII y a la subida al trono de la dinastía Romanov, siguió la penetración sueca: De la Gardie penetró con un ejército hasta Moscú para sostener al usurpador Shniski; 3 años después estuvo a punto de ser elegido un hermano de Gustavo Adolfo, pero fue elegido por fin Miguel Romanov, no sin ceder a los suecos Carelia e Ingria que, junto con Livonia que arrebataron a Polonia, les dio prácticamente el dominio del Báltico: el edificio estatal ruso concluyó con Pedro I en el XVIII, con motivo de la ofensiva sueca de Carlos XII sobre Nava y Ucrania que puso a prueba y consolidó el poder zarista. Prusia también se hizo fuerte y resistió a Suecia.
De este modo, el Este imitó las estructuras estatales del Oeste empujado por la necesidad de hacerle frente pero sin haber alcanzado un semejante estadio de transición económica hacia el capitalismo.
También estuvo influido por las luchas de clase internas y se consolidó la servidumbre: en Brandenburgo se hace un pacto (1653) por el que se aumenta el poder de la dinastía sobre la nobleza y el de ésta sobre el campesinado; en Alemania la monarquía suprimió el sistema de estados y la servidumbre quedó normalizada en todas las tierra de los Hohenzollern; en Brandenburgo y Prusia oriental los Landtage pierden su poder en 1683; lo mismo en Rusia: en 1648 la Asamblea de la tierra (Zemski Sobor) se reúne en Moscú para aprobar el "Sobornoe Ulozhenie" que codificaba por primera vez la servidumbre de la población rural y un estricto control sobre las ciudades y sus habitantes y comprometía las tierras nobles al servicio militar: se consolida así el zarismo como sistema estatal y cae el sistema de Estados; hasta que en 1683 la monarquía construye un amplio ejército semipermanente y desbanca al "Zemski Sobor" que era ya un "fantasmal claque cortesana". El pacto social entre la monarquía y la aristocracia rusa queda así sellado con el establecimiento del absolutismo a cambio de la aprobación de la servidumbre; en Bohemia, el tratado de Westfalia da el poderío a la monarquía Habsburgo y a los grandes terratenientes sobre el campesinado checo (su vieja aristocracia había desaparecido en la batalla de la Montaña Blanca y es sustituida por propietarios, aventureros militares y funcionarios de la corte; junto con la Iglesia —dice el autor— controlaban las tres cuartas partes de las tierras de Bohemia).
En el XVI las ciudades consiguen cierta prosperidad, pero con la maduración de los estados absolutistas en el XVII pierden la posibilidad de su renacimiento: las nuevas monarquías (Hohenzollern, Habsburgo y Romanov) aseguraron la supremacía política de la nobleza sobre las ciudades (Koenisberg en Prusia oriental resistió al gran Elector en 1653 pero fue aplastada en 1662 y 1674 ante la pasividad de los junkers locales). Rusia carecía de clase burguesa fuerte, pues el comercio estaba acaparado por boyardos, funcionarios y mercaderes "gosti" que dependían del gobierno y el "Sobornoe" se promulgó por la explosión de los grupos más fuertes y heterogéneos del trabajo semi-rural, fusileros de la milicia y artesanos que se rebelaron ante la subida de precios de artículos básicos y el aumento de los impuestos; fueron sofocados unos y anulados los fusileros y reprimidas para siempre las ciudades aún rebeldes (Novgord y Pskov); en tierra checas la guerra de los Treinta Años arruinó el desarrollo de las ciudades de Bohemia y Moravia.
Pero la represión del absolutismo estaba dirigida, sobre todo, contra el campesinado. El XVII es un siglo de descenso demográfico y, en el Este, la extensión territorial tan grande agudiza aún más el problema; de aquí el intento de los terratenientes de atar a los campesinos a la tierra y éstos luchan en ocasiones simplemente huyendo a tierras fronterizas sin explotación señorial (Siberia, por ejemplo): así había campesinos propietarios hasta que fueron atrapados en servidumbre en el siglo XVIII. Hasta entonces, nobleza y clero se disputaban —dice el autor— el "control de almas para el cultivo de las tierras", admitiendo a su servicio incluso a fugitivos de fincas más pequeñas. Esto terminó con el aparato coercitivo del Estado que imponía la adscripción a la tierra en todo el territorio ruso (como ya habían querido conseguir las anteriores leyes señoriales al respecto, aunque sin resultado): el absolutismo consigue convertir la teoría jurídica en práctica económica:
Polonia fue la excepción que tuvo que lamentar:
— exteriormente: la invasión de Suecia por no haber generado el absolutismo defensivo;
— interiormente: tuvo una grave insurrección campesina en 1648: había empezado en los cosacos de Dniper, libres y seminómadas organizados en comunidades con:
— isla fortificada o sech (campamento guerrero)
— consejo de oficiales o starshina
— comandante supremo o hetman
el campamento principal era Zaporozhe, pero los errantes se mezclaban con asentamientos aldeanos de agricultores; la nobleza polaca en su expansión hacia Ucrania creyó conveniente tolerarlas y "englobarlas" bajo mando polaco, de modo que los utilizaron como caballería auxiliar y sus oficiales llegaron a constituir una élite sobre los cosacos y entre los polacos: se originó así el fenómeno de unas masas rurales capaces de presentar ejércitos organizados contra una aristocracia feudal.
Repentino motín en 1648 dirigido por el hetman Jmelnitski que desencadena la rebelión de los siervos de Ucrania y tres años después les imitan los campesinos polacos de la región de Podhale (Cracovia): los ejércitos polacos (szlachta) fueron derrotados repetidamente por las fuerzas zaporozhianas hasta que Jmelnitski transfirió su fidelidad a Rusia con el tratado de Pereyaslavl en 1654, porque garantizaba los intereses del starshina cosaco; pero pronto lo integraron en el Estado ruso, hasta que por fin los escuadrones cosacos llegaron a formar un cuerpo de élite de la autocracia zarista, "Como dragones encargados de la represión de las masas rusas": Rusia consiguió así, con el absolutismo —dice el autor— rechazar a los suecos y utilizar a los cosacos, a pesar de que sufrió también muchas rebeliones campesinas:
— 1606-7: campesinos y cosacos del Dnieper toman la provincia bajo el mando del ex-esclavo Bolotnikov y a punto de instalar al falso Dimitri como zar de Moscú;
— 1633-4: siervos y desertores de guerra de la zona de Smolensko se rebelan bajo el mando del campesino Balash;
— 1670-1: prácticamente todo el sudeste se sacude el control señorial, y subían por el valle del Volga numerosísimos ejércitos de cosacos y campesinos dirigidos por el bandido Razín;
— 1707-8: campesinos en masa del Bajo Don siguieron al cosaco Bulavín en una violenta rebelión por la subida de contribuciones y trabajo obligatorio en los astilleros impuestos por Pedro I;
— 1773-4: rebelión de numerosas poblaciones explotadas (desde los Urales al Caspio) al mando de Pugachev que combinó cosacos, obreros, campesinos y pastores.
Pero la función del Estado era precisamente defender a la nobleza de sus rivales del exterior y de sus campesinos del interior. También Brandenburgo sufrió estallidos de violencia campesina en el distrito de Prignitz, por la concentración del poder nobiliario en el Gran Elector. Y el campesinado de Bohemia, progresivamente degradado en su posición económica, se levantó contra sus señores en 1680 y tuvieron que acudir los ejércitos austriacos.
El absolutismo oriental nació con gran influencia de la guerra: En Brandenburgo el Gran Elector comenzó toda su administración como subdepartamentos técnicos del Generalkriegskommissariat y a partir de 1679 con Von Grumbkow se convirtió en el órgano supremo (Generalkriegskommissariat) del absolutismo de los Hohenzollern (es decir, que "la burocracia prusiana nació como una rama del ejército"): constituía un ministerio de la guerra y de hacienda omnicompetente; mantenía ejército permanente, recaudaba impuestos, regulaba la industria y suministraba a Brandenburgo el funcionariado provincial, de manera que todos estaban ligados a los objetivos militares y destinados a servirlos. El Estado adquiría así un corte militar y todo el sistema social se ponía al servicio del militarismo, incluidos desertores y campesinos extranjeros. Los junkers tenían el control del mando; absorbía el 70-80% de los ingresos fiscales en tiempos de Federico II.
Sin una burguesía mercantil que pudiera atemperar el carácter del Estado absolutista mediante la "compra" de cargos en él (como sucedía en Occidente), sino con una sofocante política anti-urbana por parte del Estado que controlaba tanto el comercio como las ciudades (absorbiendo a su servicio tanto la nobleza como los junkers, que identificaban sus intereses con los militares del Estado, pues éste les concedía posiciones de honor y el beneficio en ese servicio). Así hicieron Federico Guillermo I e Iván IV (que promulgó en 1556 la obligatoriedad del servicio militar para los señores, y que era lo único que les permitía la posesión legal de la tierra), y después Pedro I más radical aún.
2. NOBLEZA Y MONARQUÍA: LA VARIANTE ORIENTAL
Durante la Edad Media no se había producido ningún sistema feudal político plenamente articulado como en Occidente, sino que generalmente, combinaban una aristocracia guerrera dominante con una población heteróclita de campesinos libres y siervos por deudas o esclavos capturados, mientras la estructura del Estado estaba muy cerca del sistema tradicional de séquitos de acompañantes de los jefes militares; en la clase dominante se fue produciendo una creciente adaptación a las normas jerárquicas de Occidente (se adoptan blasones y títulos, etc.). La propiedad feudal y alodial estaban obligados a la presentación de servicios militares, pero menos la segunda, por lo que los nobles procuraban convertirlas en alodiales, al contrario que la monarquía. No había apenas señoríos intermedios ni subvasallajes, y los soberanos conservaban el derecho de imponer contribuciones.
En la crisis europea se introdujo el sistema señorial y trabajo servil, que dio a los señores poder concentrado sobre los campesinos (que en Occidente estaba fragmentado por el escalonamiento): en Rusia y Prusia los siervos podían incluso venderse, con independencia de las tierras que trabajaban. Era una posesión aristocrática de la tierra, que propiciaba el poder despótico local.
Llegó así el Absolutismo, también por el carácter específico de su nobleza, que no había tenido ningún proceso de adaptación para integrarse en un dominio de instancia superior.
Pero el sistema de servicios que en Occidente había sido expulsado por el absolutismo, es reclamado en el Este por el mismo absolutismo: el ejemplo más claro fue Rusia, con los zares:
— en Rusia, las posesiones alodiales se convierten en condicionales, (según servicios caballerescos prestados al señor feudal, el zar);
— en Prusia, la organización horizontal de los junkers es rota e integrada en la vertical del Estado absolutista: ya ho hay reciprocidad (feudal) sino servicio burocrático, ejército permanente, obediencia incondicional a cambio de unas tierras; en Prusia es menos extrema la concepción, pero arraiga más fuerte el sentimiento de obediencia militar mecánica.
Así pues, siempre fue imperfecto su feudalismo, pero le llevó al absolutismo. Tampoco había tenido monarquías renacentistas como Europa, a excepción de Polonia (que era una república nobiliaria, gobernada por la Sejm o asamblea bicameral de nobles): impidió una monarquía y aumentó prerrogativas de los nobles, hasta el punto que ningún rey acumuló poder suficiente para enfrentarse a esta szlachta.
En Hungría: la nobleza magiar resistió al absolutismo con todas sus fuerzas, cuatro veces en rebelión armada, hasta que fue sometida y gravados sus siervos con una contribución central;
En Bohemia, Austria aplastó la rebelión de los Snem eliminando esa nobleza, en 1620.
En Rusia y Prusia no hubo grandes rebeliones aristocráticas contra la llegada del Estado centralizado, sino que aceptaron con pocos reparos la nueva situación (el Zemski Sobor ruso —Asamblea de Estados— era débil y artificial y fácilmente manipulable); en cambio, hubo grandes luchas sociales por parte de las clases rurales y urbanas, que hicieron que desapareciera hasta el Zemski Sobor y la Duma para que no pereciera la monarquía, en el siglo XVII. En el XVIII vuelve a haber tal consonancia entre nobleza y monarquía, que Catalina II dice que "ser aristócrata es su oficio"; adoptan el francés como lengua culta; y entienden que la nobleza sirve al absolutismo, pero que el absolutismo sirve a los intereses políticos de la nobleza; el Estado se paraba en la puerta de sus propiedades y ellos obtenían el poder fundamental de la posesión de esas tierras (títulos) antes que de su presencia temporal en el Estado (cargos). Se confirman muchos privilegios a la nobleza, también en Prusia (Federico II) y en el imperio Austro-Húngaro (Mª Teresa: corte en Viena y guardia húngara especial, personal). Estas buenas relaciones monarquía-nobleza llegaron a su culmen cuando las figuras occidentales de la Ilustración (Voltaire, Rousseau y Diderot) ensalzaron los respectivos regímenes de los tres monarcas que se repartieron Polonia (Federico II, Catalina II y José II): adquirieron el apogeo del ejército, la burocracia, la diplomacia y la política económica mercantilista del absolutismo en el Este. También fueron por delante en el incremento demográfico (Prusia) y la tolerancia religiosa (Austria y Prusia, al revés que España y Francia que expulsan a moriscos y hugonotes).
Con Catalina floreció la industria metalúrgica en los Urales e hizo una importante reforma de la moneda. Federico II y José II duplicaron también la industria en sus dominios. Austria insistió más en la producción agraria. Pero no transformaron estas monarquías, cuyas estructuras seguían siendo arcaicas.
En Austria, la monarquía hizo un intento de reforzar el Estado con la emancipación del campesinado y aislamiento de la nobleza (con José II), pero fracasó, y ya siempre el absolutismo austríaco sería débil. Federico en Prusia mantuvo la servidumbre. Y Catalina en Rusia la aumentó.
En el XIX terminó la servidumbre, con el ataque militar proveniente de Occidente y representante del capitalismo: la victoria de Napoleón en Jena emancipó legalmente al campesinado prusiano en 1811, y la derrota de Alejandro II en Crimea condujo a la emancipación de los siervos rusos en 1861.
En el Este terminó la servidumbre, pero no el absolutismo.
3. PRUSIA
Problemas teóricos sobre cómo se convirtió, a partir de uno de los más pequeños y atrasados territorios feudales del Báltico, en el mayor Estado capitalista industrializado del continente.
Los Hohenzollern fueron trasladados a Brandenburgo por el emperador Segismundo, desde el sur de Alemania en el s. XV y Federico fue nombrado elector por sus servicios a Segismundo; sus sucesores (como margraves de Brandenburgo) tomaron Berlín y otras ciudades: en el s. XVI Brandenburgo no tenía ciudades libres, y esto facilitó la supremacía de la nobleza, que desposeyó a los pequeños campesinos, tomó el control de la alta justicia y monopolizó los cargos administrativos mientras que soberanos ineficaces se iban metiendo en la impotencia; con un firme sistema de Estados, la nobleza impidió un ejército permanente y toda política exterior, conformándose con tener en época de crisis una modesta prosperidad señorial y un poder principesco muy débil: los junkers en el XVI eran un remanso dormido y provinciano. La Prusia oriental había liquidado la Orden Teútonica con Alberto (al declararse éste en favor de la Reforma Protestante en 1525), y sus caballeros se unieron a los terratenientes en la misma clase señorial: se sofocó una rebelión campesina, se implantó la servidumbre en el campo y los libres fueron degrados a villanos y, como en Brandenburgo, el poder del príncipe en el ducado era frágil y limitado (dependían ambos de la monarquía polaca).
En 1618 los dos principados se unieron por medio de un matrimonio y heredaron también otras posesiones, aunque dispersas y por ello vulnerables; la guerra de los Treinta Años y la expansión sueca les sacan de su inercia; Jorge Guillermo (elector luterano, hostil a un soberano calvinista en Praga) se había unido al emperador Fernando, pero carecía de ejército y su territorio fue ocupado y saqueado: huyó a Prusia oriental, pero estaba ocupada por el ejército sueco (Gustavo Adolfo) que le obligó a declararse en contra del emperador, hasta que firmó una paz separada con él (el emperador); los suecos estuvieron allí durante toda la guerra de los Treinta Años, impidiendo la acción a los Estados locales pero sin ocasionar perjuicios; al terminar la guerra (tratado de Westfalia) tenían poco crédito político o militar en el exterior, pero algo más de territorio.
Sucede como elector Federico Guillermo I, que por la experiencia anterior se preocupó de formar un ejército permanente y de buscar una base financiera estable para defender y mantener la unión de sus reinos (tomó ejemplo de la recaudación coactiva de Suecia, en Brandenburgo y Prusia Oriental): convocó un Landtag general, en el que los Estados se negaron a conceder un impuesto general sobre el comercio interior, pero votaron un subsidio durante seis anos para establecer un ejército (que luego sería el núcleo del Estado burocrático); se confirmó a los señores en sus jurisdicciones, se impidió a los plebeyos la compra de propiedades nobiliarias y se mantuvo inmunidad fiscal para la aristocracia.
A los 2 años Suecia atacó Polonia y Federico Guillermo le apoyó, hasta que les atacó Dinamarca y cambió de bando, a cambio de la renuncia formal de Polonia a su señorío sobre la Prusia oriental. Atacó entonces y tomó Pomerania a los suecos, pero fue conveniente devolverla y establecer la paz. (Durante este tiempo el elector se había saltado todas las normas constitucionales en nombre de la emergencia militar recaudando impuestos sin consultar y formando un ejército): en Prusia Oriental, los burgueses de Koenigsberg se niegan a aceptar su soberanía plena, pero se detiene al cabecilla y consiguen que se apruebe un impuesto sobre el comercio interior para mantener al ejército, a cambio de "prometerles" convocar a los Estados trienalmente y no recaudar nuevos impuestos sin su consentimiento.
En 1672 se vio involucrada en la guerra franco-holandesas en 1675 en ausencia de Federico Guillermo, Suecia invadió Brandenburgo como aliada de Francia, pero Federico hace un rápido avance y vuelve a tomar Pomerania, que Francia le hace devolver otra vez mediante amenaza de conquista. No obtiene territorios, pero se va consolidando el absolutismo monárquico. Prusia oriental fue sometida a la fuerza a un impuesto sobre la tierra y el comercio, entre murmullos nobiliarios y amenaza de rebelión burguesa: en 1674 un golpe militar tomó la ciudad de Koenigsberg y la sometió (era el centro de resistencia): a partir de entonces, los Estados prusianos votaron dócilmente las contribuciones que se les pidieron mientras duró la guerra. Después de firmada la paz el elector sigue concentrando poder: en 1680 se obliga a las ciudades de Brandenburgo a pagar un impuesto urbano, con objeto de enfrentarlas con la nobleza, a la que se confirmó en sus privilegios, y que se fue integrando en el edificio político de poder monárquico: así, mientras el sistema de estados se estaba hundiendo, el aparato militar-burocrático del absolutismo centralista crecía.
En la guerra de 1665 se creó un departamento especial para la dirección de los asuntos militares en todo el territorio: el Generalkriegs kommissariat, que en la guerra de 1672 comenzó a dirigir prácticamente toda la maquinaria del Estado; también se confió a sus funcionarios la recaudación de impuestos, por lo que tuvo en su seno una especie de tesorería central; se fue creando también una jerarquía burocrática estable, y se diversificaron sus responsabilidades exteriores. Más tarde, organizó el asentamiento de los refugiados hugonotes y dirigió la política inmigratoria; controló el sistema de gremios en las ciudades, supervisó el comercio e impulsó la empresa. El Generalkriegskommissar era a la vez jefe de Estado Mayor, ministro de la guerra y ministro de Hacienda (el Consejo Privado —provinciano y poco organizado— que le habla dado vida, quedó aún más empequeñecido). La nobleza ocupaba los altos cargos. Como su principal función era el mantenimiento y expansión de las fuerzas armadas del Estado, aumentaron la carga fiscal y consiguieron un ejército bien entrenado y leal.
El sucesor de éste, Federico I, no hizo más que conseguir que el emperador Carlos VI concediera el título de rey de Prusia.
Federico Guillermo I, el "Rey Sargento", se dedicó a fortalecer el ejército prusiano: el vistió siempre de uniforme, implantó la llamada obligatoria a filas, fundó un colegio de cadetes para hijos de nobles, se prohibió el servicio de los oficiales en ejércitos extranjeros; y, aunque se arrebató Pomerania a Suecia, el ejército se utilizó con prudencia y en apoyo de una diplomacia pacífica. La burocracia se perfeccionó y racionalizó. Se unieron los dos organismos financieros del Estado (de asuntos privados-reales e impuestos-públicos) en uno sólo (el General-OberFinanz-Kriegs-und-Domanen-Direktorium), responsable de todas las actividades administrativas salvo los asuntos extranjeros, de justicia y eclesiásticos; se creó también un cuerpo de policía secreta para vigilar a la burocracia central. Se financiaron proyectos de diques y colonización del campo, con conocimientos y técnicos holandeses. Se reclutaron inmigrantes franceses y alemanes para las manufacturas establecidas bajo control del Estado: el mercantilismo real promovió la industria textil y otros productos de exportación. Los gastos de la corte se redujeron al mínimo.
En 1740, Prusia había conseguido capital y población.
En cambio, Alemania occidental estaba densamente poblada de ciudades pequeñas pero libres, unidas comercialmente on la Liga Hanseática (las del sur eran técnica e industrialmente más avanzadas), pero no tenían una integración estructural entre ellas, ni un sistema de unión bien articulado, por lo que no supieron afrontar los reveses económicos que sobrevinieron: la Hanseática perdió su monopolio marítimo ante la marina mejor planeada y equipada de Holanda y Zelanda; y las ciudades se quedaron a menudo en un conservadurismo rutinario, pues su arcaico sistema de gremios les impedía la adaptación a las nuevas circunstancias de dinamismo holandés, etc.
Algunos de esos estados urbanos eran arzobispados, porque los emperadores habían fomentado —al contrario que en Italia— la autonomía municipal de las ciudades libres y la autoridad episcopal. Los campesinos solían ser arrendatarios libres, que pagaban sus cargas en especie o en moneda a los señores feudales. Algunos pequeños nobles habían resistido la absorción en principados territoriales y adquirido la condición de Reichsritter o caballeros imperiales, que debían sólo lealtad inmediata al emperador, no a un señor local superior (en el XVI había unos 2.500). Todo esto impedía que surgiera el absolutismo. Federico V, elector del Palatinado, (que era un principado) intentó ganar Bohemia a principios del XVII, y al no tener ejército fue muy castigado en sus empresas durante todo el Siglo).
El absolutismo era más posible en Alemania oriental (Baviera, Sajonia y Brandenburgo), porque el Este estaba más recientemente colonizado, era más atrasado y tenía menos ciudades y más débiles. Al final fue Brandenburgo el que consiguió el dominio, ya que:
— en Baviera: comienza el absolutismo con Maximiliano I (de la dinastía de los Wittelsbach, que gobiernan desde 1180-1918, y que en 1580 tenían ya una Cámara Financiera, un Consejo Privado y un Consejo de Guerra); Maximiliano I concentró en su persona todos los poderes y duplicó los impuestos ahorrando para la eventualidad de una guerra: cuando llegó la de los Treinta Años, fue líder natural (a base de impuestos pagó el 70 % de la misma) y se apoderó del Palatinado. Pero su estructura social no permitía ninguna nueva expansión: la nobleza era numerosa pero de pequeñas propiedades y dispersa (no consiguió ni la inmunidad fiscal), gran parte de la propiedad pertenecía a la Iglesia, los campesinos eran arrendatarios libres que tenían cargos muy livianos: lo mismo que había propiciado un fácil nacimiento del absolutismo, le proporcionaba poco ímpetu. Su sucesor, Fernando María, reforzó el aparato civil (pero se había licenciado el ejército después de la paz de Westfalia). Su sucesor Maximiliano Manuel rehace el ejército y se alía con Francia contra Alemania del sur, pero le vence y ocupa el ejército austriaco (Utrecht), y ya en la posguerra se va hundiendo paulatinamente, en todos los aspectos;
— Sajonia: la dinastía de los Wettin había conseguido el ducado como regalo del emperador Segismundo por ]os servicios prestados en la guerra; era la región oriental más rica y avanzada (minas de plata y estaño, industrias textiles, mayor grado de urbanización). La nobleza era algo más fuerte, pero también los campesinos un poco más libres. Mauricio de Sajonia se alía con Carlos V (victoria de Mühlberg) para luego ir en su contra, según le conviniera para agrandar su territorio en Alemania.
Siguieron 50 años de desarrollo pacífico, pero la llegada de la guerra de los Treinta Años les coge débiles y sin preparación militar ni diplomática; sin embargo, por el tratado de Westfalia anexionan Lusacia. Sus príncipes establecen un impuesto de guerra para mantener un modesto ejército permanente, y por su riqueza la región se rehace pronto. En 1697 Federico Augusto se hace católico para conseguir la monarquía polaca, y la consigue (Augusto II); pero Carlos XII de Suecia invadió Polonia y la unión nunca se consolidó (a pesar de que les venció Rusia y recuperó otra vez la monarquía), y fue ocasión de gastos más que de beneficios, unido al despilfarro de la corte y al robustecimiento de Prusia. La nobleza pierde también terreno en el interior frente a los burgueses. (Dice el autor que no llega al absolutismo porque su formación social era demasiado mixta y fluida; porque es necesario el poder social de la nobleza para que nazca).
Así ocurrió en Prusia, donde los junkers vigilaron sus propiedades, y las ciudades, y el poder señorial alcanzó su cota en los asentamientos germanos de los Hohenzollern (aquí hace el autor una especie de digresión, arguyendo a Engels que Prusia no tuvo el liderazgo germánico gracias a Polonia, sino que éste "estaba sobredeterminado por la totalidad histórica compleja del conjunto del Reich", que hizo una serie de maniobras políticas al amparo de los ataques suecos y apoyados en su sistema clasista). Siguió siendo un Estado modesto y provinciano, pero esto ayudó a consolidar la posición de la aristocracia junker: estaba menos dividida que en otros países europeos, tenían una mentalidad semejante y pocas divergencias, llevaban sin intermediarios la dirección de sus asuntos, y formaron una clase social compacta en torno a la disciplina de mercado en el XVII-XVIII. Prusia aprovechó en su absolutismo, no los Estados provinciales o Landtage, sino los Estados locales de los condados o Kreistage, por medio de los cuales los junkers elegían los candidatos nobles entre los que la monarquía elegía para ocupar el puesto de Landrat en los distritos rurales (reunía casi todos los poderes). La masa de población rural era gobernada por los junkers bajo la supervisión del Landrat, y ellos se encargaban también de reclutar los impuestos (los siervos: unos tenían sometimiento personal hereditario e independiente de la tierra, y otros tenían dependencia territorial hereditaria); la monarquía ejercía su control mediante una burocracia profesional; el tráfico de bienes y personas de una "parte" a la otra, estaban regulados rígidamente. Los militares y la burocracia procedían generalmente de la nobleza (ésta se organizaba en "consejos", que eran conjuntamente responsables). Los junkers no tenían la amenaza de una burguesía que les "empujara"; sus tierras se dividían a su muerte, lo que aseguraba que no crecieran demasiado; estaban perfectamente compenetrados con el Estado, de todos modos; y todo ello les propiciaba la expansión. En 1740 hereda Prusia Federico II, que ocupó la rica región de Silesia, después de ayudar a los Bávaros-Franceses y retirarse después para no dar el liderazgo a Baviera ni el imperio a Francia. En 1745 se restituye el título imperial a la heredera Mª Teresa de Absburgo, y se reconoce el dominio prusiano dentro de Alemania.
En 1757 el canciller austriaco Kannitz hace una coalición contra Prusia: Austria, Rusia, Francia, Suecia, Sajonia y Dinamarca. En situación desesperada, Prusia invade Sajonia y comienza la guerra de los Siete Años, que gana por poca diferencia, gracias a la retirada de Rusia y a otra guerras internas entre los combatientes enemigos, y gracias a la resistencia de su absolutismo como sistema. Se renovó y reformó, se fomentó la economía (agricultura, minería, industria textil y manufactura estatal); mejora de la marina, de los transportes; política poblacionista; educación primaria obligatoria para los varones; la protección del campesinado era sólo por el temor de agotar la mano de obra necesaria para el ejército, y a éste se destinaba la mayor parte de los impuestos.
Con el reparto de Polonia en 1772, ensancharon su territorio. Más tarde, la revolución frencesa, y el ataque de Napoleón en 1806, pusieron a prueba a Prusia, que supo reformar a tiempo su absolutismo: Stein reforzó el aparato del Estado (sólo contrarrestado por una autonomía limitada de las ciudades), abolió la servidumbre; su sucesor expropió a los campesinos en beneficio de los señores, y les dejó a merced de los junkers, pero la burguesía podía adquirir tierras, y la nobleza trabajar: esto dio vitalidad; Von Humboldt extendió y modernizó la educación, fundó la Universidad de Berlín; sus sucesores aumentaron el ejército y lo modernizaron. Pero los junkers perdían autonomía y mostraron su descontento con una fuerte tendencia al conservadurismo de la posición de que gozaban en el siglo XVII.
Al salir de la 2ª Guerra Mundial los aliados cedieron a Prusia distintos territorios de los que había tenido, que estaban desperdigados pero tenían mucha población y estaban más desarrollados; se desarrolló la agricultura y aumentó el proletariado rural, regulado al principio por un sistema feudal y pasando a un sistema capitalista y de economía liberal con representación burguesa (fin del absolutismo y protesta de los junkers); se establece un Landtag nacional. En 1865 principal productora de carbón y hierro, de máquinas de vapor, producción textil.
En 1866 vence Austria, en 1867 Bismarck hizo un acuerdo, y cuando Prusia se funde en imperio alemán es ya capitalista: la constitución de 1870: asamblea por sufragio universal masculino, voto secreto, igualdad civil, código legal y sistema monetario único, educación, comercio interior libre (pero aún conservaba en su seno un resto de la Constitución prusiana absolutista). Dice el autor que el Estado alemán se hizo capitalista porque estaba sobredeterminado por su ascendencia feudal, y ayudado por sus condiciones de riqueza y progreso económico e industrial
4. POLONIA
El ascenso de Prusia a mitad del XVII condujo a la decadencia a Polonia ya que la szlachta no produjo un Estado absolutista centralizado y se hundió (no se sabe muy bien por qué): la crisis de la peste le afectó poco; la monarquía Piast alcanzó su apogeo con Casimiro III en 1333, se extinguió con su muerte en 1370; el título real pasó a Luis de Anjou (rey de Hungría), que concedió a la nobleza inmunidad fiscal y autonomía administrativa a cambio de que su hija Eduvigis le sucediera en el trono de Polonia: en 1386 Eduvigis se casó con Jagellón (gran duque de Lituania) que se convirtió al cristianismo, fue rey de Polonia y dejó a su sobrino en el gobierno de Lituania (era un señorío militar, que redujo a los señores locales a la condición de vasallos); en 1410 venció a la Orden Teutónica en Grunewald, gana la guerra de los Trece Años con Casimiro IV, y en la paz de Thorn anexiona Prusia occidental y la oriental se convierte en feudo polaco (debiendo homenaje y servicio en la guerra a la monarquía polaca), consigue el puesto de Danzig: la dinastía gobernó 200 años, concedió privilegios sucesivos a la nobleza, que organiza la Sejm o asamblea nacional bicameral pero sólo aristocrática, excluyendo las ciudades, que impidió a la monarquía legislar y recaudar impuestos sin su consentimiento.
Se decretó también la servidumbre del campesinado y su inmovilización para prosperidad de la nobleza y su comercio de cereales. Polonia se convirtió en el granero de Europa, pero las técnicas de cultivo seguían siendo primitivas y de producción baja, por lo que extendieron los terrenos de cultivo; la nobleza hizo una política antiurbana y de privilegios a los comerciantes extranjeros que arruinó a los locales. La nobleza era feudal, de clanes enteros con dominios sobre el campo, aunque las posesiones eran muy desiguales. En 1569 se funden en un sólo sistema político con Lituania (una moneda y un parlamento, aunque no misma religión ni lengua).
En el XVI Polonia domina el Este, también en lo cultural (Copérnico), pero sin apenas haber tenido que afrontar dificultades, por lo que no se notaba la falta de un Estado fuerte centralizado, y la nobleza pone trabas al poder de la monarquía. Cuando en 1572 termina la dinastía Jagellón con la muerte de Segismundo Augusto, el trono sale a subasta internacional: se reúnen 40.000 nobles y eligieron a Enrique de Anjou, que firma lo que sería su carta constitucional y limitaciones de la nobleza al poder real (no era hereditario, no puede hacer nada sin la Sejm...): la nobleza siempre prefirió para ello reyes de procedencia extranjera (que hicieron valiosas intervenciones en Rusia anexionando territorios; pero cedieron el protectorado de Prusia oriental, lo que les impidió salir al mar): el individualismo de la nobleza no estuvo interesado en un Estado central fuerte para expandirse, y se contentaban con las soluciones tradicionales.
A comienzos del XVII empieza a notarse la precariedad de los métodos, el agotamiento rural y el descenso en las cosechas; además, la nobleza se rebela contra los planes de reforma de la monarquía y vuelve a replegar poderes en ellos y sus territorios; precariedad del ejército: pierde territorios, hay rebeliones cosacas contra la nobleza; atacan Prusia y Suecia ésta es evacuada en 1660 de Polonia por una comisión internacional para que no crezca demasiado sus dominios; pero Polonia sigue en guerra con Rusia otros siete años. Estos 20 años de guerra le merman en un tercio la población y los ejércitos suecos dejan desolado el país, con lo que las cosechas se pierden y ya no se recobraron: gran parte de la nobleza se arruinó, se marchitaron ciudades. A mitad del XVII el sistema político llegó al colmo con la norma de unanimidad parlamentaria (un solo voto negativo podía disolver la Sejm y paralizar al Estado) y el derecho de confederación de la aristocracia en insurrección armada contra el gobierno; rivalidades entre los grandes familias de la nobleza. Al final del XVII aumentan el ejército y lo modernizan (liberan Viena en 1683), pero la monarquía sigue con las manos atadas. Incluso en Lituania sucedió Augusto II de Sajonia (extranjero), apoyado por Rusia, que intentó atacar una región perteneciente a Suecia: la Sejm desaprobó esos planes privados del rey, pero los suecos vencieron con Carlos XII, que depuso a Augusto II de Polonia e instaló a un nativo: la nobleza se dividió en dos bandos para apoyar, y volvió Augusto II hasta que quiso volver a guerrear: Rusia le impuso el tratado de Varsovia en 1717, referente al ejército; la nobleza sólo protestaba si se incrementaba el poder real (y por tanto la capacidad defensiva del país), y por evitar eso llegaron hasta aceptar el protectorado ruso. Otra vez se disputó la sucesión en 1733, y fue elegido Augusto III: no hizo tentativa de reforma, y el país se iba convirtiendo en un remanso provinciano; la nobleza que se había mostrado tolerante hasta entonces, se hizo fanática de la religión. En el XVIII se recuperó algo económicamente, aumentó la población y la exportación de cereales por Danzig, y también la nobleza se repuso en sus bienes.
En 1764 intervino Rusia poniendo como rey a uno ligado a su camarilla; en 1767 lo hizo con tropas, provocando la reacción de la nobleza pero a modo de intolerancia religiosas 4 años de guerra, y victoria del ejército zarista: primer reparto de Polonia en 1772 (entre Rusia, Prusia y Austria), y pierde la 3ª parte de su territorio y de su población, con lo que la nobleza decide remodelar en algo la estructura del Estado: la Sejm suprime la unanimidad parlamentaria y el derecho a la confederación, establece monarquía hereditaria, crea un ejército potente, introduce un impuesto sobre la tierra y un derecho a voto algo más amplio. En 1792 Rusia responde invadiendo Polonia, tras una fachada de magnates lituanos, e hicieron el 2º reparto, en el que Polonia perdió más de la mitad de su territorio, y se quedó con una población de 4 millones. En 1794 estalló una revolución nacional y liberal, bajo el mando de un ciudadano de la república francesa y veterano de la revolución americana; la nobleza se unió a la causa de emancipación de los siervos; la revolución derrotó un ataque prusiano sobre Varsovia, y Rusia envió un ejército para liquidar la rebelión, lo que acaba con la independencia polaca. En 1795 desaparece el país a consecuencia del 3º reparto.
El autor dice que se ignora por qué la nobleza polaca no alcanzó el absolutismo, pero que está claro que la nobleza de la Edad Media, disuelta en cadena de soberanías mediatizadas que entonces tenía, carecía de elemento unificador y debía buscar uno: el absolutismo cumplió esta función, imponiéndole un orden formal rígido desde fuera. De este modo, los conflictos entre soberanos y aristócratas pertenecían a la naturaleza misma de la relación: el absolutismo sólo podía gobernar "para" la nobleza si se mantenía por "encima" de ella: en cambio, en Polonia la szlachta poseyó en su seno un sistema representativo que sería su ruina, arrasada por los absolutismos vecinos: Montesquieu escribía: "sin monarquía, no hay nobleza; sin nobleza, no hay monarquía".
5. AUSTRIA
Produce un absolutismo intermedio entre los modelos del Este y del Oeste europeo (como Europa central que es). Se basan en principio dinástico: los Habsburgo estuvieron desde finales del s. XIII a principios del XX, con un territorio formado con un conjunto variado de herencias dinásticas sin más denominador común que la uniformidad social básica; por esta razón, nunca consiguió crear una estructura estatal coherente y articulada, pues no se pudo integrar de forma duradera los distintos territorios en un sólo marco político. La estructura social correspondía a la de agricultura servil (campesinos atados a la tierra, obligados a prestaciones y sometidos a la jurisdicción de los señores), aunque las particularidades regionales eran muy grandes.
La familia Habsburgo se trasladó de Renania cuando Rodolfo I (que había sido nombrado emperador de Alemania en 1273) formó una coalición contra Ottokar II (rey de Bohemia que había tomado ya muchos territorios austriacos), le derrotó en Marchfeld y adquirió el control de los ducados austriacos, trasladándose a ellos y convirtiéndose en familia de peso en Alemania; pero estas tierras quedaban algo alejadas del Reich, por lo que habría que ligarlas en un solo bloque: la dificultad era que los cantones suizos estaban en medio y siempre derrotaban a Austria, por lo que Suiza acabó en 1393 como Confederación autónoma al margen del imperio y en adelante dirigieron sus conquistas al Este.
Suiza consiguió esto porque el feudalismo había cuajado poco en zonas tan altas y montañosas; y por otra parte, era encrucijada de rutas comerciales, por lo que tenía abundantes ciudades: para expulsar al extranjero se unieron las ciudades (burgueses) y las montañas (campesinos), y así lo consiguieron. Abolieron la servidumbre. Se hizo famosa su infantería campesina de los cantones forestales.
En Austria les fue bien a los Habsburgo: Maximiliano tuvo temporalmente Borgona y los Países Bajos, que le orientaron para hacer una modernización administrativa (creó una tesorería central en Innsbruck) (y también los primeros organismos de gobierno). Fernando I delineó el futuro poderío territorial y echó los cimientos de su extraña estructura de Estado; consiguió Moravia, Silesia y una parte de Hungría, a costa de guerrear contra los turcos; consolidó la autoridad real en sus tierras, salvo en Bohemia y Hungría, lo que le impidió hacer una asamblea e impuestos uniformes y una moneda: se tuvo que conformar con las Cancillerías y Tesorería de la Corte, y con el Consejo Privado Imperial (establecido en 1527, se convertiría en el eje del gobierno). Siguen con sus ambiciones alemanas, pero los príncipes alemanes habían reducido la Constitución imperial a mera fachada legislativa y judicial, carente de toda autoridad, por lo que los avances políticos fueron aquí muy limitados. En 1556 crean un Consejo de la Guerra, destinado a organizar la resistencia militar contra los turcos. En el XVIII la unidad política de los territorios que ocupan es aún muy tenue, y Hungría queda incluso fuera del territorio del Reich. Además, mientras la dinastía permanecía fiel a la Iglesia romana durante la Reforma en el XVI, la nobleza se paso al protestantismo (luterano o calvinista).
Fernando II
En 1617 se esforzó en la centralización administrativa y la represión religiosa, apoyado por españoles, (monarquía hereditaria, los funcionarios locales se convierten en agentes reales, supremos derechos judiciales para la dinastía, elevó el alemán a lengua oficial paralela al checo. La Snem fue perdiendo importancia política). Pero se rebeló Bohemia, y la nobleza de Austria y Hungría consideraba el hacer pactos con ellas no tuvieron suficiente fuerza como para mover a las masas urbanas y campesinas, y con la ayuda de España se pudo aplastar la rebelión (victoria de Montaña Blanca). Wallenstein extendió el dominio por el Báltico, pero es frenado y vencido por los ejércitos suecos: Guerra de los Treinta Años y paz de Westfalia (no logran dominar todo el imperio).
Bohemia se quedó sin nobleza, al repartirse el país entre magnates extranjeros; se reconcentra la propiedad de la tierra, a la nobleza le queda reducida, y al campesinado de le añaden prestaciones e impuestos (la nobleza tiene inmunidad fiscal), Se creó un ejército permanente. Consiguieron que Bohemia, Austria y Hungría retornaran al catolicismo (en Hungría sólo la clase dominante). La paz de Utrecht en el XVII le concedió Bélgica y Lombardía. La última victoria fue en 1718, con la captura de Belgrado y la paz de Passarowitz, seguida de multitud de derrotas en dos siglos que traslucían la insuficiencia de su absolutismo (el autor achaca ésta a la confianza puesta en el clero para asuntos políticos por los Habsburgo). También lo achaca a la contratación de generales extranjeros para el ejército, al no tener una aristocracia unificada, lo cual fue fuente de desintegración y debilidad potencial, porque restaba solidaridad política en la clase dominante, y no llega a ser la fuerza organizadora.
Hungría nunca fue del todo incondicional, porque los Habsburgo reinaban allí por uha mera "unión personal". Siempre se corría también el peligro de que se alíaran con los turcos vecinos, como ocurrió algunas veces, por lo que la administración del país permaneció sustancialmente bajo su control.
Prusia le quitó Silesia, y el control del cetro imperial paso temporalmente a Baviera: la aristocracia bohemia se pasó con él.
Mª Teresa
Se refunden en una las Cancillerías de Bohemia y Austria, se le imponen contribuciones a sus respectivas noblezas, y se les obliga (a sus Estados) a pagar el mantenimiento de un ejército permanente. También se creó un Supremo Consejo de Estado para integrar y dirigir toda la maquinaria del absolutismo, y se enviaron funcionarios reales permanentes. Suprimieron aduanas entre ambos países y se establecieron aranceles proteccionistas contra las importaciones. Redujeron las prestaciones de los campesinos.
José II
Emprendió profundas reformas: proclamó la tolerancia religiosa —decía él— (las tierras de la Iglesia confiscadas, los monasterios disueltos, los servicios eclesiásticos regulados y las universidades a manos del Estado); se estableció un código penal avanzado, los tribunales reformados y la censura abolida; se promovió la educación escolar; la burocracia central profesionalizada y organizada por méritos (tenían vigilancia secreta de una red de policías); los impuestos son recaudados directamente por la monarquía; los Landtage de los Estados sólo se reunían si son convocados por la dinastía; llamada a filas obligatoria; libre competencia comercial dentro del imperio; mejora de transportes; abolición de la servidumbre en 1781, y de las prestaciones a algunos campesinos; se dio tierra a los campesinos y se prohibió a los nobles la compra de esas tierras; se garantizó a los súbditos el derecho a elegir matrimonio, a la emigración, al trabajo, ocupación y propiedad. En Hungría se impusieron todas estas reformas a la fuerza. Sin embargo no ganó en extensión, porque Prusia le impidió adquirir Baviera, y el ejército turco otomano le venció siempre en los Balcanes, (su política reformadora va en detrimento de la nobleza, que es la clase que hace posible el absolutismo).
Leopoldo II
Recogió la situación de relación intolerable entre monarquía y aristocracia, hasta el punto de tener que dejar a Hungría anular todas las reformas. Pero la revolución francesa y las guerras napoleónicas las unieron otra vez y las empujaron a un común conservadurismo, que les mantuvo inactivas la primera mitad del XIX, mientras crecía la industrialización e iba creando una población urbana de obreros y clase media, tenían nuevos cultivos y se daba el auge de la producción de lana; también se van cambiando las prestaciones por el trabajo asalariado; los campesinos van a la ciudad y se encuentran en paro; surgen las conciencias nacionales, primero en las ciudades y luego arrastrando al campo, que llevan a las revoluciones de 1848, que se sofocan pero a cambio de conceder a los campesinos las demandas que hacían.
La contrarrevolución que le siguió hizo que los magnates aumentaran sus tierras y los campesinos pobres huyeran a las ciudades. Empiezan las relaciones capitalistas, sobre el trasfondo de un orden dinástico feudal que se va debilitandos en un intento de evitarlo, se silencian las peticiones de libertad cívicas y se suprimen las aspiraciones nacionales, pero es sujeto pasivo de acontecimientos exteriores durante mucho tiempo. En 1849 consiguió alcanzar el objetivo de una completa centralización administrativa (incluso se obliga a Hungría por medio de "húsares" que se envían a tal efecto). Pero otra vez en 1859 es derrotada por Francia en Solferino y pierde Lombardía, lo que le obliga a replegarse. La Patente de 1861 concede un Parlamento imperial, meramente simbólico, que hay que volver a obligar a aceptar a Hungría, y que se arruina 6 años después con la derrota ante Prusia en Sadowa. La nobleza húngara se había enriquecido y amplió sus territorios, siendo la más poderosa del imperio en el siglo XIX; ahora para no sucumbir, la monarquía aceptó una igualdad normal con ella en 1867, con la ventaja para Hungría de que no tuvo que hacer concesiones civiles y en cambio Austria sí, por lo que llegó a dominar el personal y la política del aparato absolutista del imperio, en tanto Austria se debilitaba más y más, mientras iba cobrando importancia y resistencia el imperio alemán; la primera guerra mundial, en manos de los ejércitos alemanes, un general prusiano y políticos húngaros, acabó de arrasarla.
6. RUSIA
El zarismo fue el absolutismo más duradero. Llegó intacto al siglo XX.
Después de la depresión económica feudal, guerras y conflictos civiles, plagas, despoblación y abandono de cultivos del XIV y mitad del XV, comenzó una etapa de recuperación económica y expansión territorial: aumento de población, prosperidad de agricultura (cultivo trienal) y del comercio interior e internacional (manufacturas y comercio urbano, trabajo asalariado y uso de moneda).
La nobleza rusa había sido hasta entonces autónoma y separatista, constituyendo el séquito del monarca a la vez que conservaban sus propios séquitos y levas militares. La victoria de Iván III en 1478 le permitió hacer expropiaciones y crear una nueva nobleza, dependiente del soberano por la pomestie: se adquiría participando en su ejército como jinete de arco o espada para luchar sobre todo contra los tártaros, en forma desordenada de batalla: la tierra concedida solía estar en la frontera con éstos, y era una propiedad más bien pequeña, que dejaba poco margen al gobierno y administración de su dueño, hasta que en 1497 se legalizó la servidumbre. Basilio III siguió la misma línea, en 1505.
Iván IV
Usó la simple expropiación de los hostiles; creó una guardia personal basada en el terror, que en pago recibían tierras confiscadas. Además:
— quebró el poder tártaro en el este con la liberación de Kazán en 1556 y la anexión de Astracán;
— incluyó dos innovaciones militares: a) el uso masivo de artillería pesada y de minas contra las fortificaciones, y b) la formación de una infantería permanente de fusileros;
— mediante las confiscaciones, se hizo general el modo de posesión condicional de la tierra y la obligación de prestación de servicios: se reflejó en la pérdida de importancia de la Duma boyarda, y convocatoria del primer Zemski Sobor o Asamblea de la Tierra;
— hizo a los nobles dueños del trabajo de sus siervos, y centralizó la administración general, utilizando a la nobleza en el creciente aparato gubernamental. La guerra de Livonia arruinó la economía y al Estado, lo mismo que la acción terroristas de los policías militares. Además, Iván siguió su política de expansión hacia el Báltico, olvidando la amenaza tártara en Crimea. A las derrotas de Livonia se unieron las malas cosechas, epidemias, extorsiones fiscales y pillaje, que provocaron huidas en masa de campesinos dejando desiertas algunas regiones; otros se vendieron como esclavos para librarse del hambre.
Boris Godunov
Fue el magnate que tomó el poder a su muerte: orientó la política exterior hacia la paz con Polonia, el ataque a los tártaros en Crimea, y la anexión de Siberia (para ganarse a la nobleza que le apoyara, aumentó las prestaciones de los siervos, y prohibió que accedieran a la pomestie, pero eliminó a un noble y ello le hizo impopular y ocasionó transtornos, a la vez que había invasiones polacas y suecas. En 1606-7 hubo una rebelión campesina dirigida por cosacos (que se repetiría en los dos siglos siguientes) que fueron vencidos en Tula.
En 1613 le sucede Miguel Romanov, que enraíza el absolutismo otra vez (dirige el país su padre Filarete): se recupera a los campesinos huidos, se reaviva la industria y se conceden nuevas tierras a los de pomestie. Sin embargo, se van creando diferencias entre estos y el Estado absolutista (en el que eran funcionarios los de la pequeña pero poderosa nobleza rusa). La superioridad militar de Polonia y Suecia exige una modernización del ejército (el desorden de la caballería era anacrónico frente a los organizados ejércitos extranjeros con armas de fuego): Filarete empezó a construir ejércitos permanentes con infantería ligera y oficiales y mercenarios extranjeros, pero los nobles de la pomestie se negaron a participar en él (fue vencido la 1ª vez contra Polonia en 1632); de modo que fueron como ejércitos paralelos, este cada vez más absoluto e inservible (1674). Los campesinos huían de un señorío a otro que les ofreciera mejores condiciones, y se hicieron leyes al respecto.
Las insurrecciones populares no consiguieron sino la solidaridad de la nobleza, que consiguió que el Zemski Sobor promulgara definitivamente la servidumbre del campesinado (quedó atado a la tierra), las tierras fueron hereditarias. Las ciudades fueron sometidas a un gran control, sólo podían residir los que pagaran impuestos y no podían salir sin un permiso real.
El Zemski Sobor se hizo superfluo y desapareció en 1653. Los cosacos ucranianos quebrantaron su lealtad a Rusia y la involucraron en la guerra de los Trece Años con Polonia, de la que consiguió parte de Ucrania: pero los ataques masivos de los turcos obligaron a abandonar la mayoría de sus tierras cultivadas. En 1681 el ejército tenía 200.000 hombres. Los de la pomestie fueron alejados paulatinamente de la administración civil, que fue centralizándose progresivamente, en aras de la monarquía absolutista. En 1682 el zar Teodoro quemó ceremoniosamente los libros que registraban la complicada jerarquía dentro de la gran nobleza, aboliéndolas para una mayor unidad aristocrática.
Pedro I
Creó unos cuerpos especiales de guardia, como aparato regresivo zarista. Abolió la división entre nobles y propietarios, importando títulos de Dinamarca y Prusia (conde, barón), y la aristocracia se convirtió en un derivado de la corte, suprimiendo su poder independiente; también fue suprimida la Duma boyarda, y sustituida por un Senado nombrado por el zar. Las tierras personales y cedidas (pomesties) se unificaron, y la nobleza quedó obligada a prestaciones en el ejército o en la burocracia. Los esclavos se fusionaron con los siervos, que quedaron ligados al señor en vez de a la tierra, y podían ser vendidos. Los colonos de Siberia se convirtieron en siervos del Estado. La Iglesia fue sometida al Estado por medio de lo que llamaron "Santo Sínodo", que estaba presidido por un funcionario estatal.
En San Petersburgo se construyó una capital moderna. La administración se reorganizó en gobiernos, provincias y distritos, doblándose la burocracia. Los departamentos del gobierno se concentraron en nueve "colegios", dirigidos por consejos colectivos. Se instaló en los Urales una moderna industria de hierro, que le convirtió en principal productora de metal de la época. Aumentaron los impuestos de siervos y campesinos, destinándose a la construcción de un ejército profesional y una armada moderna, que acabaron venciendo la gran guerra del norte (1700-1721) y frenaron los disturbios interiores. Pero creció la corrupción y el soborno, y la nobleza no quería integrarse de por vida en el Estado sino por las coacciones obligatorias que impuso Pedro I; su nieto Pedro III pudo eliminarlas en 1762, porque ya estaba integrada naturalmente en el aparato del Estado.
Bajo soberanos débiles (Catalina I, Pedro II, Ana e Isabel), los regimientos de la guardia que había creado Pedro I se convirtieron en el reñidero de los magnates por el poder, con golpes de estado contra los zares.
Catalina II
Movida por el afán de fama cultural en la Ilustración, promulgó un nuevo sistema educativo, secularizó las tierras de la Iglesia y promovió el desarrollo mercantilista. Además, extendió la organización servil de la agricultura a toda Ucrania (venciendo a los otomanos y dirigida por Potemkin); se fundaron las ciudades de Sebastopol y Odesa. Pero explotó sin límites las prestaciones de trabajo de los campesinos y hubo una rebelión masiva inspirada por los cosacos y dirigida por Pugachev, que fue aplastada por el ejército y hundida definitivamente con una Carta a la Nobleza concedida por Catalina en 1785, donde se garantizaban los privilegios de la aristocracia y se le daba el control sin reservas del trabajo de su campesinado; también la administración provincial le transfirió las funciones locales. También fue Catalina la promotora principal de los repartos de Polonia.
La fuerza militar del absolutismo ruso resistió a Napoleón, y poco después era vitoreado en París: Congreso de Viena, que le anexiona parte de Polonia y Varsovia. El Estado zarista se proclamó una autocracia en que gobernaba el zar en su propio nombre, para la nobleza, y así se cimentó una jerarquía feudal desde la misma base del sistema estatal. En 1831 Nicolás I fusionó los títulos aristocráticos con las diversa funciones administrativas. El Estado poseía también tierras con 20 millones de siervos. Los puestos de mando del ejército los ocupa la nobleza hereditaria. La Iglesia es considerada dentro del Estado como un ministerio, y los sacerdotes tratados como funcionarios que debían prestar servicios al Estado. En general había ministros, pero no gabinete: todo lo llevaba el autócrata y su camarilla privada. La educación estaba también absolutamente controlada por el Estado. Había cuerpos rivales de policías, y práctica generalizada de soborno. Siguió extendiendo sus dominios, con una política intervencionista; aplastaron la rebelión polaca de 1830 y la revolución húngara de 1849.
La primera derrota le fue infligida por los estados capitalistas de Inglaterra y Francia, en la guerra de Crimea de 1854, en la que se perdió Sebastopol. Alejandro II abolió la servidumbre, se concedieron órganos de autoadministración a la nobleza rural, consejos municipales a las ciudades; se introdujo la llamada general a filas; se emancipó a los campesinos con "pagos de redención", pero eso no anuló tampoco la estructura feudal de prestaciones en el campo, sino que fue un periodo de transición al capitalismo, con elementos híbridos.
Revolución de 1905
Tremendas insurrecciones campesinas. (Lenin denuncia un poco su caso, el atraso feudal que supone frente a occidente, que tiene relaciones capitalistas de asalariados y propietarios). Se concedieron muchas tierras a los campesinos, pero separadas y sometidas al "impuesto de redención", que les privaba de algunas para pagarlos iba pasando otra vez poco a poco a la nobleza, mientras la carga de los impuestos aumentaba para los campesinos, que se solidarizaron mucho (dice Trotski que en 1917 tenían un común sentimiento antifeudal): en el campo había exceso de población por esto, metida en la miseria y el atraso. También iban adquiriendo tierras los comerciantes ricos, pero no se daba un modo de productividad capitalista: en el XIX Rusia tenía un alto nivel de producción y exportación de agricultura gracias a su vasta extensión, pero técnicamente estaba muy atrasada: la nobleza rural (los dvoriane) no se preocupaba de aumentar la producción ni de mejorar los métodos; en cambio en las ciudades se extendía la industrialización: a principios del XX y antes de la 1ª Guerra Mundial (1914) tenía grandes industrias de carbón, hierro, aceite y textiles, una extensa red de ferrocarriles y avanzados complejos metalúrgicos (era la 4ª potencia productora mundial de acero): en total la industria proporcionaba un 20% de la renta nacional, mientras que la agricultura un 50%: estructuras social mixta (feudal-capitalista), llena de contradicciones económicas internas (el Estado pedía créditos extranjeros y prestaba ese capital, y para devolverlo imponía fuertes cargas fiscales al campesinado, que le bloqueaban la expansión del mercado interior y de la inversión creciente), pero dominada ya por el modo de producción capitalista. Sin embargo, el Estado seguía siendo un absolutismo feudal, con la nobleza en los cargos y el zarismo como aparato político; la burguesía era débil y no había conseguido puestos en la administración.
La derrota militar ante Japón y la explosión popular contra el régimen en 1905 obligaron a modificar el zarismo, que evolucionó hacia una monarquía burguesa pero nunca llegó a ella porque creó una Duma impotente y una débil Constitución, que fueron anuladas en el plazo de un año, y el zar podía vetar cualquier propuesta y decretar leyes a voluntad (el mismo Lenin arguye a los mencheviques que sigue siendo un absolutismo feudal), incluso continuó su expansión territorial (agranda Siberia y se funda Vladivostok en 1681, absorbe también Asia central en 1884); se despreocupó de la agricultura vendiendo sus tierras, para poder reforzar su posición industrial (importaba tecnología de la industrialización europea, y supervisaba y dirigía las iniciativas "particulares" en este terreno, que no se podían llevar a cabo sin su "protección" económica); de modo que ahogaba todo lo que no fuera la clase dominante (que el Estado tenía incluída en la burocracia) y supervisaba la industria, mientras desarrollaba un ejército y un sistema policial gigantescos.
Dice el autor que el absolutismo en Occidente estuvo determinado por el auge del capitalismo mercantil, y en Rusia por el del capitalismo industrial de fines del XIX; pero que su burguesía era muy débil porque —decían Trotski y Lenin— carecían de un artesanado pequeño-burgués, las grandes empresas reducían el número de burgueses, había miedo a una tumultuosa clase obrera, era excesiva la dependencia del estado. La nobleza se convirtió en su timorato auxiliar, más que en su antagonista. Así como en Occidente la clase mercantil estuvo subordinada, en Rusia existió conflicto constante hacia 1890 entre los Ministerios de Hacienda (protegía los intereses industriales de la burguesías apoyaba a los patronos para no hacer concesiones a los obreros, defendía el mercado libre de la tierra) y del Interior (su máxima preocupación era la de prevenir los desórdenes y luchas sociales, para lo que contaba con una red de espías y policías, impedía huelgas, presionaba a los patronos para que hicieran concesiones a los obreros, y pretendía tener un cuerpo permanente de policías dentro de las fábricas, para su inspección —al final consiguió tenerlo Hacienda, colaborando con la policía—). La tentativa final y delirante de este Estado absolutista fue la de intentar crear unos sindicatos controlados por la policía (Ministerio del Interior): ya decía Gramsci que "en Oriente (Rusia) el Estado lo era todo", lo mismo que pasó con las monarquías absolutas de Occidente en la transición del feudalismo al capitalismo; sólo que aquí, en lugar de suceder a la servidumbre, la institucionalizó, implantando burocráticamente (desde arriba) el capitalismo industrial.
Pero este imperio general europeo del capitalismo, que le había llevado a la cumbre, había también de destruirlo, como ocurrió después de la primera guerra mundial: en 1917 las masas proletarias (los bolcheviques hicieron una revolución socialista), tardaron una semana en derrumbar este zarismo feudal; pero el Gobierno Provisional no llegó a sustituirlo por un aparato burgués nuevo y estable.
7. LA CASA DEL ISLAM
La 1ª Guerra Mundial (que enfrentó los capitalismos del oeste y acabó con los feudalismos del este) nació en el rincón de los Balcanes, en que el absolutismo nunca echó raíces; sometidos al poderío islámico y aislados del panorama general de Europa, evolucionó de distinta manera y se convirtió en el polvorín que haría estallar la guerra en 1914. Características de ese Estado turco otomano, que perdura hasta el siglo XX:
—los guerreros turcos en el siglo XI eran todavía unos nómadas del desierto del Aña Central e invaden Anatolia; sus éxitos en Asia Menor (donde habían fracasado los árabes) se debían en parte a la similitud del medio ambiente (el camello de Bactria se adaptaba, y en cambio el dromedario árabe no);
—además, a partir del siglo IX muchos esclavos turcos habían servido como soldados u oficiales a la dinastía abásida y fatimista; los selyúcidas bajaron de Turkestán a Persia y Mesopotamia, creando su sultanato con capital en Bagdad; la mayor parte se hicieron sedentarios al transformarse en administración y ejército profesionales; queriendo pacificar a los nómadas turcomanos les abrieron el camino para adentrarse (éstos no sólo buscaban tierras para sus rebaños, sino que profesaban una fe militante musulmana intransigente: gazis): todos se rindieron ante las invasiones mogolas del XII, y fueron un mosaico de pequeños emiratos, hasta que, en 1302, surgió el sultanato osmanli que tomó el mando de todo el mundo islámico (se concibieron a sí mismos como misioneros gazis); lo peculiar del Estado otomano es que combinó los gazis con el viejo Islam: en la frontera con los restos del imperio cristiano bizantino, mantuvo muy bien el fervor y celo religioso y militar; y, por otra parte, estaba a lo largo de la principal ruta comercial del Asia Menor, con la complejidad legal y administrativa de las viejas ciudades islámicas; también la búsqueda nómada de tierras motivó un proceso de colonización económica y demográfica.
—fueron anexionando territorios (salvo cuando Bayaceto cayó en manos de Tamerlán); trasladan la capital a Adrianópolis, y en 1453 tomaron Constantinopla. A principios del siglo XVI conquistan Siria y Egipto, y años después Belgrado; sometieron buena parte de Hungría y sitiaron Viena; a la vez que tenían invadida la mayor parte de la península balcánica; en Oriente Medio, Irak y el Cáucaso, el Magreb, Argel y Túnez fueron sometidos a la soberanía turca, siendo el sultán califa al mismo tiempo: en el XVI, con Solimán I, el reino osmanlí era el imperio más poderoso del mundo: su fundamento económico era la ausencia de propiedad privada de la tierras: todo era patrimonio del sultán (salvo los lotes religiosos o wagf), porque tenían la teoría de que el atributo fundamental de la soberanía era el derecho a explotar todas las fuentes de riqueza existentes en su imperio; no podía haber, por tanto, nobleza, sino que riqueza y honor eran atributos del Estado; constaba de:
—la institución de gobierno: comprendía todo el aparato militar y burocrático, cuyos puestos superiores ocupaban, como esclavos, hijos de cristianos de lugares sometidos, a los que separaban de sus padres y educaban en la fe musulmana y para puestos de mando (creían unir así la tradición gazi de fervor religioso y expansión militar, con la del viejo Islam de tolerancia y recaudación de tributos de los no creyentes); como la caballería en Europa estaba en decadencia, procuraban formar una buena infantería; también había un estrato militar islámico, que solía ser de caballería y a quienes se pagaba (sipahis), (algunas regiones tenían más importancia económica, y entonces se les prestaba un ejército y ellos pagaban impuestos); los territorios en que vivían los reclutas musulmanes eran los timars, y sus dirigentes el equivalente de los caballeros (pero no hereditario, sino encargado por el sultán);
—la institución musulmana: comprendía el aparato religioso, legal y educativo, y estaba dirigido por islámicos: jueces (kadis), teólogos (ulemas), maestros (medresas).
Se dividió a la gente en dirigentes (osmanlilar) y súbditos (rayah); muchos de estos últimos eran cristianos, que no intentaron convertir sino que se conformaban con cobrarles el tributo de infieles. No concebían separación entre religión y estado. Aunque estaba bajo control, había cierta movilidad informal de los campesinos, y se les quitaron las prestaciones de trabajo. En algunos territorios permitieron a los señores locales conservar sus tierras y el poder provincial, a condición de un fuerte tributo anual a Estambul. En otros, en cambio, se fueron quedando sin nobleza local.
La consecuencia de no centralizar y de una menor servidumbre fue el retorno de los clanes y tradiciones particularistas locales (que el autor entiende como una regresión, porque las consecuencias fueron mayor analfabetismo y pérdida de la importancia comercial de las ciudades; tan sólo quedó la administración y el ejército del sultán, que entiende como sistema prefeudal).
En cambio, para Oriente Medio la conquista osmanlí supuso recuperanción de los bandidajes mamelucos, y dio paso a una administración firme y centralizada, que estimuló el comercio interregional en el XVI: crecimiento demográfico y agrícola aunque sin mejoras técnicas; del comercio y urbano; carreteras y postas de correo; mares patrullados por flotas otomanas contra la piratería; Estambul era la mayor ciudad de Europa. Pero las ciudades carecían de autonomía municipal e incluso de existencia legal (todo consistía en el soberano y sus agentes), los mercados urbanos estaban controlados en sus precios y compras, y los gremios artesanales supervisados; los intereses del Estado iban en contra del comercio a gran escala y promovían la pequeña producción arcaica y con su fanatismo religioso: la ciudad turca se queda así atrasada y estancada, y no quedaba espacio para que se desarrollara una burguesía mercantil. Aún en el XVII, los comerciantes solían ser extranjeros. La fuerza turca fue siempre tan sólo militar (su cosmogonía dividía la Tierra en La Casa del Islam —para los creyentes—, y La Casa de la Guerra, el resto del mundo, que había de ser conquistado por los soldados del Profeta: de momento, era la Europa cristiana, para ampliar la morada del Islam): la caballería sipahi y la infantería de jenízaros (con sable) se hicieron invencibles, con la ayuda, además, de técnicos occidentales renegados.
Su decadencia comenzó cuando frenó su expansión, pues fue vencido por los Habsburgo en tierra (Viena) y por mar (Lepanto): la Casa de la Guerra comenzó a cobrar importancia especial, pues los dueños veían así multiplicarse sus tierras; se rebelaron además contra los esclavos extranjeros que les habían "usurpado" sus puestos de mando, y recuperan éstos. Los excedentes de población rural se dedicaron a la rebelión y al bandidaje; se va creando a partir del XVII una clase terrateniente, y degradándose el campesinado, al contacto con el desarrollo capitalista de Occidente.
Las guerras con Persia representaron un cambio de suerte decisivo, porque ocasionaron inmensos destrozos en el ejército y la burocracia: debido al aumento de población, muchos campesinos se quedaron sin tierras y eran reclutados con instrucción militar, pero sin disciplina; hubo insurrecciones generales debidas al descontento (jelalí) desde 1594 a 1638, unidas a las correrías de los cosacos y, aunque fueron reprimidas, crearon una opinión internacional negativa del sistema otomano, por la extensión del bandolerismo y la anarquía; el profundo déficit trataba de ser paliado con un aumento de presión fiscal.
Por otra parte, a principios del XVI con Solimán I, los jenízaros consiguieron el derecho de casarse y tener hijos, y fueron autorizados, por razones de subsistencia, a dedicarse también a la artesanía y el comercio; con Selim II consiguieron hacer hereditaria su situación, de modo que en lugar de una élite militar, se convirtió en una milicia hereditaria y semi-artesanal; un primer motín, en 1589, estableció la pauta para otros más; con Murad III todos los musulmanes tenían derecho a entrar en sus filas (no pagaban impuestos), y Murad IV los repartió por todas las ciudades para que guardaran la seguridad interior, con lo que vivían en sus tiendas o talleres como pequeños comerciantes o artesanos, y su fuerza política era la de una "mano de obra fanatizada".
También la caballería de sipahis quedó obsoleta, y se tendió a asignarlos a los altos funcionarios para fines no militares, y a basar el ejército en fusileros pagados de las otras provincias. El comercio estaba siendo bloqueado por Inglaterra y Holanda; y Egipto volvía al control de los mamelucos. Además, a partir de 1617, se cambió el sistema de sucesión: el varón mayor de la línea osmanli, que era educado y protegido desde su nacimiento demasiado cómodamente, por lo que generalmente carecían luego de dotes para controlar el imperio.
A pesar de esto, reaccionaron a mitad del XVII con un enorme y último esfuerzo militar: Köprülü estableció la base en Estambul y, mejorando el entrenamiento y el equipamiento de la infantería, y utilizando también la caballería tártara, capturaron Creta en 1669 en guerra contra Venecia, y en 1672 conquistaron Podolia en la guerra contra Polonia; la lucha contra Rusia por el dominio de Ucrania terminó en tregua en 1682, y su sucesor, Kara Mustafá, atacó a Austria en 1683, en Viena: la derrota sufrida por la liberación de Viena por una fuerza mixta internacional significó el colapso de su posición, y comenzó una lenta retirada de sus territorios europeos, instigados continuamente por los rusos.
Como consecuencia, los burócratas turcos se fueron convirtiendo en pachás y gobernadores provinciales, a medida que se debilitaba la capacidad militar del Estado; aumentaron las extorsiones sobre el pueblo, el negocio ilegal con los jenízaros (había miembros ficticios, que no tenían entrenamiento militar). El Estado anexionó las tierras a la casa imperial o las arrendaba a quien pudiera tener controlado y manipulado por los funcionarios de palacio; por ello aumentaron las tierras wagf (religiosas), porque eran las únicas que no recaían en el sultanato, y se usaron como instrumento de encubrimiento para que lo heredara una familia que hacía de administradora del wagf.
En el XVIII concedió algunas propiedades vitalicias (malikane o chiflik), en las que el titular tenía un control prácticamente ilimitado sobre sus hombres; aumentaron las presiones señoriales y la miseria, y con ellos el bandidaje favorecido por las montañas; a su vez los señores tenían bandas de asesinos armados, para protegerse. Poco a poco fueron usurpando el poder provincial, y a fines del XVIII el sultanato controlaba tan sólo una fracción, pero nunca la abandonó y no dio pie al feudalismo porque podía recuperar algunas cesiones a la muerte de sus titulares, y no había ninguna nobleza titular.
A principios del XIX los rusos tomaron Servia, etc., y los anglofranceses consiguieron la independencia griega. Pero en general, el imperio se sostuvo artificialmente, por el apoyo de las respectivas rivalidades entre los Estados limítrofes, que hicieron tentativas de liberalizarlos. Mahmud II en 1820, disuelve a los jenízaros, liquida las tierras hereditarias, confisca las tierras wagf para el tesoro imperial y llama a oficiales extranjeros para que entrenen al nuevo ejército; reorganiza el control central de las provincias. Sin embargo, fue ineficaz: el ejército vencido y los funcionarios y gobernadores más opresores que los que les precedieron.
Una nueva presión anglofrancesa en pro de una reorganización del sistema, trajo como consecuencia la regulación jurídica de la propiedad privada dentro del imperio, y la igualdad religiosa ante la ley, en 1839; pero, en 1858, se aprobaron limitaciones de herencias: las potencias occidentales presionaron hasta que, en 1867, consiguieron los terratenientes la propiedad jurídica de sus tierras.
Sin embargo, el carácter artificial de esta política se puso de manifiesto cuando los nacionalistas turcos intentaron imponer una constitución representativa y el sultán Abdul Hamid II no tuvo dificultades para reimplantar un despotismo personal en 1878, brutal aunque inseguro, estabilizando la titularidad de cargos y de 18 antigua tenencia de tierras, pero sin que esto creara ningún orden social nuevo, y reduciéndose el territorio del imperio por las maniobras políticas internacionales.
Esto decidió al nuevo ejército (Jóvenes Turcos) a dar un golpe de Estado en 1908, con recrudecimiento del centralismo y de la opresión sobre las naciones sometidas, que terminó con la derrota en la primera guerra mundial: los ejércitos turcos abandonaron Servia, Grecia y Bulgaria, y los terratenientes huyeron con sus tropas, dejando a los campesinos solos en las tierras (si la conquista había sido rápida, no les daba tiempo a organizarse, mientras que si no, los nobles del lugar o familias importantes compraban y se hacían cargo de esas tierras); se convirtieron en países de pequeños propietarios agrícolas, aunque seguía cierta explotación rural a cargo de los usureros, mercaderes y funcionarios. Europa central sufrió un atraso social y económico a principios de siglo XX, que la separó de Europa occidental.
Un caso aparte fue Rumanía, porque los turcos dejaron su administración a su nobleza originaria, los boyardos que, amenazados por los campesinos con huidas en masa al país vecino, les ofrecieron comprar su emancipación; después cesó el control otomano sobre la exportación en Rumanía, y eso llevó a un gran auge de los cereales, aumentando por la llegada de la revolución industrial: el área de cultivo aumentó tanto, que hubo que buscar quien lo trabajara reimponiendo las obligaciones serviles y aumentando las prestaciones de trabajo a niveles superiores incluso a los que antes las tenían. Así, pasó a ser feudal por el capitalismo industrial, y así permaneció hasta la 1ª Guerra Mundial.
III. CONCLUSIONES
La diferencia entre Europa y el Estado otomano (turco), que ocupó el S-E durante cinco siglos, no fue simplemente religiosa, sino social y política sobre todo (nunca se integraron en la cultura europea y fue como una intrusión islámica en el seno de la cristiandad). De Maquiavelo a Bacon, recoge el autor la opinión de que era una tiranía pues el sultán era dueño absoluto de personas y propiedades y carecía de nobleza hereditaria que moderara la soberanía del poder real. Critica, con el médico francés Bernier, el que no exista la propiedad privada, que hace descender el interés y, por tanto, la producción. Afirma con Marx, que "todos los modos de producción de las sociedades clasistas anteriores al capitalismo extraen plustrabajo de los productores inmediatos por medio de la coerción extraeconómica", y que "el capitalismo es el primer modo de producción de la historia en el que los medios, por los que se extrae el excedente del productor directo, son puramente económicos en su forma"; pero en realidad, todas esas "superestructuras" de parentesco, religión, Derecho y Estado entran necesariamente en la estructura constitutiva de la producción precapitalista y todas ellas intervienen directamente en la extracción del excedente hasta el punto de determinar el tipo de coerción extraeconómica que especifica a cada modo.
Así, entiende la teoría marxista que el feudalismo, entendido como combinación de grandes propiedades de tierra con pequeña producción campesina, en la que una clase explotadora extrae el excedente del productor por medio de coerción extraeconómica (prestaciones de trabajo, entregas en especie, rentas en dinero), y en la que están muy limitados el intercambio de mercancías y de la fuerza del trabajo, es un fenómeno de alcanze universal; en cambio Marx lo aplica sólo al modelo europeo, porque entiende que implica servidumbre jurídica y protección militar del campesinado por una clase social de nobles que goza de autoridad y propiedad individuales, y tienen el monopolio de la ley y los derechos privados dentro de un sistema político de soberanía fragmentada, que ligaba a ambas partes en una reciprocidad contractual y de subordinación peculiar, pues este contrato sinalgmático comportaba tanto el dominio jerárquico del superior sobre el inferior, como la libertad de la parte dañada en caso de infracción del contrato, manteniendo así una tensión dinámica de honor y lealtad entre vasallo y señor: se originó así, una ideología que hacía compatible el orgullo del rango con la humildad del homenaje y las obligaciones legales con el deber personal de lealtad. También la Iglesia entra de alguna manera —dice el autor— en esta organización.
El feudalismo nació en tierras carolingias y se extendió por Europa occidental y oriental de modo lento y desigual; después, pueblos pastores nómadas rodearon Europa y desde el Atlántico salió Europa a dominar el mundo. Sólo en Japón se observa un feudalismo del mismo corte que el europeo, con la misma extracción del plustrabajo y la misma cadena de soberanía y dependencia entre señor-vasallo-subvasallo; aunque, lógicamente, también poseía sus propios rasgos locales (era más autoritario, carecía de tribunales de vasallaje y de sistema de Estados, mientras la propiedad privada y escalonada de la tierra estaba más difundida y generalizada).
Se concluye que el feudalismo europeo fue la puerta del capitalismo:
— la dinámica económica de su modo de producción permitió la acumulación del capital a escala continental; y
— el orden social de la Edad Media preparó el auge de la clase burguesa que la llevaría a cabo.
Luego, la revolución industrial llevaría a plenitud el modo de producción capitalista: "regalo y maldición que Europa hizo al mundo".
Japón hizo rápidamente suyo ese capitalismo, al impacto del imperialismo occidental durante el 1ª Guerra Mundial, sin haber pasado por un absolutismo; ya que el shogunato Tokugawa, que gobernó las islas los 250 años anteriores, había mantenido la paz en un orden riguroso de convivencia con todos los señores feudales.
De distinto modo ocurrió en Europa, como hemos visto, en la que el feudalismo, según el autor, fue producto de los anteriores modos de producción (esclavista en la Antigüedad y primitivo-comunal en las poblaciones tribales de la periferia), "en una lenta síntesis romano-germánica en la Edad Oscura..." Esta es la opinión del autor, que ve en ello, además, la confirmación de la idea de Marx de que "la génesis de un modo de producción siempre debe distinguirse de su estructura": porque se puede llegar a la misma estructura por muy diversos caminos: en Japón, el estado Taího de los siglos VII y VIII de influencias china, no tenía esclavitud ni propiedad privada de la tierra ni libertad municipal: era un sistema imperial de tradición china (que tuvo sólo la amencaza de los mongoles en el siglo XIII y fue prontamente rechazada) que fue decayendo lentísimamente en su poder central hacia los nobles guerreros locales en una pirámide organizada e inmóvil de soberanía feudal que tocó gobernar al shogunato Tokugawa.
Insite el autor, en que es una "demostración de que un modo de producción, una vez formado, reproduce su propia unidad rigurosa en cuanto sistema integrado, "limpio" de los diversos presupuestos que inicialemente le dieron el ser"; y añade, que el modo feudal "tiene su propio orden y su propia necesidad que se imponen... —aún con medios diversos— cuando el proceso de transición ha llegado a su fin".
Pero el autor añade aún otra idea, en la que disiente de Marx, ya que le parece que el capitalismo pudo surgir en Europa gracias a la pervivencia de los modos de producción anteriores que impulsan a éste, y no por mera suplantación del mismo como decía Marx (desapareciendo los anteriores como antiguos y caducos, decía); y así explica el autor que, debido a su legado clásico, Europa pudo, de una forma diacrónica, recuperar el tiempo en la encrucijada del Renacimiento, a la vez que extenderse en el espacio de modo sincrónico; excitada con el redescubrimiento del Mundo Antiguo y el descubrimiento del Nuevo Mundo (dice el autor), dio como resultado "un poder universal omnipresente". Esto no ocurrió en Japón que tuvo que "importar" el capitalismo en su contacto con occidente.
Occidente pasó así del feudalismo de propiedad condicional de la tierra a la propiedad absoluta de la misma, lo cual acumulaba capital y acabaría derivando en la agricultura capitalista, amparado por el antiguo derecho romano que establecía todos los marcos legales al respecto, y fue puesto al día por un cuerpo de juristas profesionales.
También acompañó la recuperación de la herencia cultural del mundo clásico, con sus componentes críticos y racionales, que provocaron una revolución intelectual: añade el autor como elemento de progreso "la cultura analítica y secular" (aunque le parece que estuvo entorpecida por "regresiones y bloqueos teológicos"); mientras achaca "el estancamiento intelectual del Japón" a su "perezoso tradicionalismo".
Añade también que esa gran diversidad de dominios que se dio en Europa permitió la autonomía de la Iglesia; lo mismo que el absolutismo protegió el dominio de la nobleza hereditaria (en Europa occidental) haciendo así posible la acumulación de capital bajo sus auspicios.
Después apareció también el absolutismo en la Europa oriental, más atrapada y sin la síntesis romano-germánica del feudalismo: en ella el poder social de la nobleza no estuvo condicionado por ninguna burguesía urbana ascendente (como pasó en Europa occidental) sino que estaba construida sobre la servidumbre y el papel opresor y explotador del Estado era claro y manifiesto; no tenía apoyatura en el crecimiento de producción ni en el intercambio mercantil, por lo que el capitalismo le quedaba lejos; era el producto de un proceso inacabado de feudalismo y de la presión militar del oeste.
Se constituyó, sin embargo, así en toda Europa un sistema internacional de estados que, a partir de Westfalia, y debido a sus diferentes legados históricos, siguieron trayectorias divergentes en oriente y en occidente hasta sus respectivos finales:
—en Occidente: las monarquías española, inglesa y francesa fueron derrotadas o derrocadas por revoluciones burguesas iniciadas desde arriba;
—en el Este: el imperio ruso fue destruido por una revolución proletaria. Las consecuencias de la división del Continente siguen vigentes.
ANEXO
A. EL FEUDALISMO JAPONÉS
En el siglo VII (año 646) reforma Taika: sistema estatal unitario, copiado administrativamente del imperio chino T'ang y regulado, a principios del siglo VIII, por los códigos Taího, se basaba en el monopolio imperial de la propiedad de la tierra; ciudades (creación y diseño), ejército y religión (budismo)..., todo rigurosamente planeado y controlado por el gobierno imperial.
A partir del año 800 se va disolviendo este imperio de influencia china:
—careciendo de mandarines, la nobleza se apropia de la tierra y los budistas consiguen privilegios sobre ella (shoen o terrenos semi-privados): en ellos se organizó una especie de sistema señorial con los campesinos que los cultivaban y los capataces que dirigían el trabajo —arroz, sobre todo—;
—la aristocracia de la corte —kuge— desarrolló una refinada cultura civil en la capital —Kyoto—, y la casa Fujiwara consiguió así, gran influencia sobre la dinastía imperial; pero fuera de la capital, la administración imperial desaparece;
—el reclutamiento militar obligatorio desaparece, y las fuerzas armadas de las ciudades se fueron convirtiendo en propiedad de la nueva nobleza militar de guerreros samuráis —bushi—, que alcanzaron una posición preeminente en el siglo XI y eran a su vez contratados por los señores y el gobierno ("privatización del poder coactivo").
Hasta que se derrumba a finales del siglo XII con la fundación del shogunato de Kamakura por Minamoto-No-yoritomo, que crea un aparato militar de gobierno dirigido por los bushi, al mando de un shogún (generalísimo), y con sede en Kamakura. Se le llamará el Bakufu (cuartel general militar), controlaba unos 2000 hombres gokenin ("de la casa", vasallos personales de Yoritomo), y se apropió de muchos shoen; en provincias tenía shugo (gobernadores militares: autoridad de la zona) y jito (intendentes de la tierra: recaudación de impuestos sobre los shoen), llegan a adquirir shiki (derechos a costa de sus dueños): así se crearon otra vez poderes intermedios, ya que los bushi delegaban sus funciones a cambio de títulos sobre las rentas de tierras.
A fines del siglo XIII, debilitan este régimen los ataques mongoles, y se hunde luego en luchas civiles.
Le sucede el shogunato de Ashikaga en el siglo XIV, y en él se feudaliza la sociedad y el gobierno japonés;
— la sagrada dinastía imperial y la aristocracia kuge fueron privadas de sus tierras y riquezas y relegadas a funciones ceremoniales;
— el shogunato (militar) se traslada a Kyoto; el shugo (militar) se queda con el gobierno local a modo de señor, absorbiendo a los jito y exigiendo prestaciones de trabajo y parte de los ingresos de los shoen: este sistema de feudos se llamó chigyo, y se transmitía por primogenitura;
— el campesinado queda apretado en su movilidad y por las prestaciones exigidas por los bushi;
— alrededor de Kyoto donde se fabrica el sake, hay comercio y circulación de moneda; también aumenta la productividad rural por la introducción de nuevos instrumentos y el aumento de tracción animal; el comercio exterior se expandió y se desarrollaron en las ciudades gremios de artesanos y comerciantes (pero persistía de fondo el arcaico marco imperial).
El shogunato de Ashikaga se hundió con las guerras anárquicas Onin (1467-77) que pusieron fin al legado centralista Tahío y feudalizaron absolutamente el país.
Los shugo fueron usurpados por sus propios vasallos, desapareciendo los shoen y apareciendo nuevos territorios feudales sólidamente dominados por los daimyo (s. XV y XVI), abolido ya todo poder central: poseían absolutamente sus vasallos (mediante "leyes domésticas") y sus tierras (los shiki se concentraron en unidades chigyo);
— el enfeudamiento más general se calculaba en términos de aldeas (mura) unidades administrativas supervisadas por los bushi;
— era un feudalismo más patriarcal que legal (a diferencia de Europa), por lo que no había litigios de deslealtad ni familiares (el derecho a desheredar a los hijos impidió las insubordinaciones filiales, tan comunes en Europa); sí hubo guerras y rivalidades por la supremacía;
— florecieron algunas ciudades mercantiles: Shakai (puerto), Hakata, Otsu, Ujiyamada,...
— hubo una breve aparición de comunas rurales insurrectas, dirigidas por la pequeña nobleza descontenta, sobre todo en la región central de Yamashiro, donde la comercialización había ocasionado el endeudamiento de la población rural; aumentaron los desórdenes con la llegada de las armas de fuego con los portugueses en el año 1543.
En la segunda mitad del s. XVI, las guerras civiles entre daimyos condujeron a la reunificación del país bajo sucesivos comandantes militares:
—Nobunaga: formó una coalición regional para establecer un control central y llegó a dominar un tercio del país;
—Hideyoshi: se alió con daimyos y reunieron un ejército con armas, consiguiendo una unidad en el mosaico de señoríos regionales mediante la sumisión de los daimyos a él (se quedaban con las tierras en calidad de feudos prestados, y le enviaban parientes como prenda de lealtad); la dinastía imperial fue mantenida como símbolo religioso de legitimidad, al margen del poder; los bushi fueron alejados de las aldeas y congregados en las ciudades-castillo de los daimyo, en calidad de hombres de armas, disciplinados y dispuestos a una intervención militar (su número quedó registrado, y suponía entre un 5 y 7% de hombres de espada —samurai— en la población); los campesinos son privados de armas y obligados a entregar los dos tercios de su producción a los señores; se prohibe la compra de tierra a la clase mercantil, lo mismo que quedan excluidos del comercio los samurais, las ciudades-castillo de los daimyo crecen, y bajo su protección se desarrolla en comercio;
—Ieyasu: daimyo que sucedió a Hideyoshi, organizó una coalición de señores para derrotar a sus rivales en la batalla de Sekigahara (año 1600), y se convirtió en el shogun en el 1603. Fundó el Estado Tokugawa, que duraría 250 años (hasta la época de la revolución industrial en Europa); su estabilidad quedó reforzada por el aislamiento y total cierre de Japón a todo contacto con el mundo exterior, por el temor de que las misiones católicas fueran una punta de lanza ideológica (dice el autor que es un "bien fundado temor...") para la infiltración política y militar europea en Japón.
Impuso una unidad sin centralismo, gracias a un sistema híbrido de gobierno que los historiadores japoneses han llamado Baku-han (combinación del dominio ejercido por el Bakufu del sistema Tokugawa y los han o casas señoriales en sus propios terrenos), que tenía su fundamento en el shogunato Tokugawa, tenía entre el 20-25% del terreno del país (denominados tenryo), mucho más que cualquier otro linaje feudal y dominaban estratégicamente el territorio; algo más de la mitad de esa tierra estaba administrada directamente por el Bakufu, y el resto se concedían como feudos menores a los "hombres de la bandera" de la casa Tokugawa o hatamoto (unos 5.000), entre los que se reclutaban los puestos bajos de la administración, a los shimpan de las líneas colaterales podían ser consejeros y a los numerosos señores que le habían sido vasallos leales antes de que obtuvieran el shogunato: los fudai o daimyo de la casa, del que se elegían los altos funcionarios del Bakufu (en el s. XVIII eran unos 145, con el 25% de tierras del Japón).
Respecto a la casa imperial, procuró restaurar el aura religiosa que le rodeaba, a la vez que apartaba al emperador y a la nobleza kuga lo más posible de todo poder secular: el monarca era una autoridad divina relegada a funciones espirituales en Kyoto (dice el autor en dualidad semejante aunque atenuada de la Iglesia-Estado en Europa). En teoría, el shogun gobernaba en nombre del emperador y como delegado suyo, pero después de varias generaciones de la dinastía Tokugawa, el poder político recayó sobre el consejo-shogunal (los roju), compuesto por nobles procedentes de los fudai o linajes medios; la burocracia shogunal era extensa y amorfa y siempre había maniobras para escalar cargos; aunque teóricamente el Bakufu podía contar con una leva de 80.000 hombres a caballo (20.000 de la bandera y de la casa además de sus subvasallos), en la práctica contaba sólo con sus leales fudai y shimpan que en tiempo de paz eran unos 12.000; los ingresos procedían de sus propias cosechas de arroz, hasta que tuvo mayores dificultades y recurrió a devaluaciones de moneda, empréstitos obligatorios y confiscaciones de la riqueza mercantil; sin embargo ejercía también control sobre los daimyo y han exteriores a su territorio, pudiendo esos territorios ser confiscados o transferidos (esto hasta que se hicieron hereditarios).
También intentó el shogunato ligar a su dinastía a las grandes casas señoriales; obligaba además a los daimyo a mantener una segunda residencia en la capital del Bakufu (o Edo), a donde tenían que desplazarse cada año ó 6 meses dejando a familiares como rehenes cuando volvían a sus feudos (este sistema se llamaba sankin-kotai, y aseguraba una vigilancia permanente sobre la actividad de los magnates regionales, apoyada en una amplia red de informadores e inspectores que ofrecía un servicio de espionaje, aparte del control de carreteras y pasaportes interiores y de los límites de ejército y ciudad-castillo para los daimyo; los han no tenían impuestos regulares, pero el Bakufu podía exigir algunos para gastos extraordinarios.
Sin embargo alrededor del 90% de los daimyo y 11 de los 16 han eran casas tozama o "foráneas" (que nunca habían sido vasallos de Ieyasu e incluso la habían combatido), y eran excluidos de cualquier poder y participaron en el Bakufu: representaban un 40% de la tierra, y tenían más riqueza y poder del declarado oficialmente, tenían más rentas y con ellas podían alimentar a más samurais (guerreros armados) que el shogunato (así los han Satsuma y Choshu), mientras que las leales casas fudai solían tener un poder real por debajo del declarado.
El centralismo político de los daimyo, dentro de sus han, era mayor que el del shogunato en sus tenryo, porque no estaban mediantizados por la sub-infeudación: promulgaban leyes, administraban justicia, recaudaban impuestos y mantenían tropas; inicialmente concedían tierras a modo de feudos vasalláticos a miembros de su ejército, pero después fueron aceptando samurais con el simple estipendio del arroz (a finales del s. XVIII casi todos los bushi tenían este tipo de contrato).
Todo el aparato administrativo del Bakufu se reprodujo en los han, integrados por los samurais (que quedaban así apartados de la tierra) y con un consejo o Kashindan paralelo al roju del shogunato que en ocasiones representaba el han de tal modo que este se convertía en mera figura decorativa (otros, en cambio, participaban activísimamente en la política). Los bushi de más alto rango ocupaban los cargos de funcionarios superiores en el gobierno de los han, y los samurais se convirtieron en clase culta y fiel al han.
El campesinado estaba jurídicamente atado al suelo, con una hectárea de terreno y debían pagar a su señor el 40-60% del producto, en un principio, y luego el 30-40%, siendo cada aldea colectivamente responsable. Sin embargo, también los campesinos tenían diversos estratos sociales más o menos enmascarados por ficciones de parentesco, que luego se convierten en relaciones monetarias; aunque era ilegal, algunos hipotecaron sus tierras en tiempo de hambre (s. XVIII) a los usureros (jinushi) o caciques (shoya) de sus aldeas, enriqueciéndose éstos y empobreciéndose ellos; a pesar de que la renta per capita aumentó al detenerse el crecimiento demográfico. Este hecho provocó rebeliones populares en los siglos XVIII-XIX en el campo, tanto contra el han como contra el Bakufu, que atentaban contra el régimen feudal aunque aún eran muy desorganizadas.
La larga paz y los impuestos continuados hicieron posible adaptar nuevas tierras para el cultivo, incrementar los aperos de hierro, mejorar el regadío y los fertilizantes y multiplicar las variantes de los cultivos; también la población aumentó en un 50% en este s. XVII; pero a principios del s. XVIII disminuyó, debido a que el hambre, ocasionado por las malas cosechas, hizo que se practicara el control de natalidad en las aldeas, de tal manera que el crecimiento de la población fue mínimo. Sí creció el comercio: tanto el arroz que recogían los han como contribución y que cambiaban por dinero en la ciudad, como por algunos cultivos especializados que realizaban: azúcar, algodón, té, añil y tabaco.
En la ciudades se habían desarrollado importantes centros mercantiles y de manufacturas, aunque no se concedía más autogobierno que unos honoríficos consejos de comerciantes en Osaka y Edo, bajo el estricto control del Bakufu: pero el mismo sistema de residencia periódica de los han en la capital Sandin-Kofai, hacía que circulara y se empleara en ésta grandes sumas de dinero (ya que los daimyos tenían allí extensas propiedades, mansiones, oficinas, escuelas, cuarteles, gimnasios, prisiones,...), llamadas yashiki (de hasta 160 hectáreas), en donde posiblemente residía de modo permanente una parte del ejército del han y que estaban alrededor del Palacio-fortaleza Chiyoda del shogunato.
La necesidad de convertir en dinero los tributos en especies, hace que nazca y prospere la clase de los comerciantes-prestamistas (chorin) que acumulan fortunas aunque tienen prohibido comprar tierras; prosperan también los transportes, etc.
Los campesinos emigran ilegalmente a la ciudad, por lo que Edo tenía en el s. XVIII más población que Londres y París entonces, con la consiguiente pérdida de contribución por falta de especie para el Bakufu y los han, que se convirtieron en permanentes deudores de los mercaderes, pero reaccionaron presionando a éstos a que les hicieran "regalos", y reduciendo la ración de arroz a sus samurais, por lo que los chorin no progresaron; además, sus ganancias estaban a merced de la nobleza, que podía exigir impuestos extras.
El Derecho civil imperante era precario y en todo caso protegía a los comerciantes de las presiones de los han, pero no del Bakufu. En general, el sistema Baku-han impidió la aparición de un mercado interior unificado, ya que los han ponían el libre paso de bienes y de personas, y restringían la importación. Además, el aislacionismo Takugawa (que cerró fronteras de entrada y salida a partir del 1630, salvo el enclave chino-holandés en Nagasaki) fue otro factor que impidió el desarrollo del capital mercantil en Japón, y con él el modo de producción capitalista porque, aunque Japón tuviera en el s. XVIII más población que Francia, dice el autor apoyándose en Marx, que no puede haber capitalismo en un sólo país.
A partir del s. XVIII, además de que decrece la población, el Bakufu paraliza la expansión en sus grandes ciudades, y la vitalidad comercial ya había pasado de Osaka a los mayoristas interregionales que consiguieron algunos privilegios y aún centraron más en provincias la iniciativa empresarial a finales del s. XVIII.
A principios del s. XIX los más dinámicos fueron los jinushi o comerciantes rurales, que aprovecharon lo poco explotadas que estaban las aldeas para implantar industrias de sake o de manufactura de seda, lo que atrajo a gente de la ciudad hasta llegar a transformar el campo, aunque era una industria artesanal y poco equipada: la prosperidad de los comerciantes había producido el cultivo de la pintura y literatura, pero ningún avance científico ni político; los chonin cultivaban imaginación y diversión, pero investigación y crítica apenas existía, por tanto, carecían de autonomía intelectual y de dignidad corporativa y siempre estuvieron bajo el modelo feudal que impuso el shogunato.
Sin embargo, el Bakufu sucumbió bajo su propia organización, ya que:
a) dio pie a una velocidad y volumen de circulación mercantil notablemente alta (a mitad del s. XIX era social y políticamente como la Francia del s. XIV, económicamente Edo era superior al Londres del s. XVIII; culturalmente el 30% de los adultos sabían leer y escribir, como en Europa y Norteamérica);
b) los Tokugawa consiguieron estabilidad y prosperidad interna a base del aislacionismo, lo que impidió el intercambio y una dinámica más modernizada en la Administración, en la industria,...
c) la carrera de ostentación entre Bakufu y daiymos para mostrar los grados de jerarquía y prestigio hizo entrar en crisis a todos pero, especialmente, a Bakufu (que siempre sufría desequilibrio entre sus responsabilidades —además de su corrupción— y su capacidad fiscal, aunque intentó defenderse devaluando la moneda. En el s. XVII las minas producían la mitad del la plata que llegaba de América a Europa en sus mejores momentos, pero en el s. XVIII hubo inundaciones y la producción bajó considerablemente);
d) después de casi una década de malas cosechas hubo hambre en casi todo el Japón en la década de 1830; y en 1837 hubo en Osaka una tentativa desesperada de insurrección plebeya que reveló hasta qué punto estaba corroído el aparato militar del shogunato que era incapaz de garantizar la seguridad en la propia Edo, a la vez que crecían las fuerzas que podía reunir los han Tozama. A mediados del s. XIX sigue la paz Tokugawa, pero su poderío militar sufre —a la inversa del absolutismo europeo— una progresiva disminución.
Llegó el impacto del imperialismo occidental con la llegada de la escuadra del comodoro Perry en 1853, y la agresiva intrusión de barcos de guerra norteamericanos, rusos, británicos, franceses y otros en aguas japonesas, exigiendo a punta de cañón el establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales (cuando el Bakufu había inculcado la xenofobia en todas las clases sociales como principio de sociología de dominio): el Bakufu tuvo que ceder a una cierta apertura del Japón ante la superioridad del ejército extranjero anclado en Yakphama y tuvo que reconocer, ante el Japón, que su debilidad era la causa de tener que ceder, por lo que se propició la insurrección y se ganó la antipatía del emperador en Kyoto; la la aristocracia kuge de éste reaccionó intrigando contra lo que veía como un peligro nacional en el shogunato de Edo.
El shogunato de Edo hizo emisiones arbitrarias de moneda que, al no corresponder a su peso en plata, no fue aceptada en paridad con las occidentales por los comerciantes extranjeros; se hubo de devaluar sucesivamente y emitir papel moneda, lo que ocasionó una terrible inflación interna, mientras exportaban té, seda y algodón; el lamentable estado de la burocracia shogunal le impidió actuar clara y decididamente; se produjeron algunos asesinatos a manos de samurais xenófobos y los feudos tozama se envalentonaron (Satsuma, Chosu, Tosa y Saga), pusieron en pie de guerra sus recursos militares y económicos, modernizaron y equiparon con armamento occidental los ejércitos han, reunieron samurais y equiparon a campesinos ricos que fueran una posible fuerza plebeya contra en shogunato; consiguieron el apoyo y el crédito de algunos banqueros chonin, y una constante vinculación con los kuge de Kyoto les aseguró la cobertura de la insurrección: se trataba de restablecer la autoridad imperial que había sido usurpada por el shogunato: tomaron Kyoto en 1867 y el emperador Meiji leía una proclama que ponía fin al shogunato (que no se defendió) y con él el feudalismo en Japón.
El estado Meiji fue al principio una dictadura de emergencia (liquidó el sistema de feudos y los cuatro estamentos, promulgó la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, reformó el calendario y el vestido), pero no llegó a ser un gobierno absolutista sino capitalista: inmediatamente (creó un mercado unificado y una sola moneda y promovió sistemáticamente la industrialización y expansión militar), y autoritario frente al verdadero absolutismo que vendría.
Japón pasó sin transición del feudalismo al capitalismo.
(Según el autor el Estado Tokugawa se hundió por:
—la parcelación de la soberanía;
—falta de monopolio de la fuerza armada; y
—por la incapacidad para suprimir la legitimidad imperial.)
ANEXO
B. EL "MODO DE PRODUCCIÓN ASIÁTICO"
Marx denominaba así a lo que creía que era un modelo específico de la India y Turquía.
Durante el XVII en Europa se llamaba al sultán "Gran Señor" (proyección anacrónica —dice al autor— de la terminología del feudalismo europeo declarando así su diferencia); Hobbes primero y Bayle después (1704), llamaron poder despótico y despotismo, y toda la filosofía política europea iba equiparando con la tiranía, y relacionando con el "Oriente", sobre el texto de Aristóteles de que hay pueblos que tienen una tendencia natural a la servidumbre, que es más pronunciada entre los bárbaros y, sobre todo, entre los asiáticos, que soportan el yugo del despotismo sin pena y sin murmuración y que, entonces, sus reinados son tiránicos aunque se basen en la ley y la sucesión hereditaria.
Montesquieu, en el XVIII, siguió acuñando esta idea, afirmando que los asiáticos carecían de propiedad privada y de nobleza, y que, por tanto, eran arbitrarios y tiránicos, basándose en el temor y en un espíritu de servidumbre colectivo; añadía que la religión sustituía a los códigos legales, y que eran sociedades inmóviles (en cuanto a desarrollo). Basaba la divergencia en una distinta situación geográfica respecto a Europa. Voltaire en cambio, la atribuía a diferencias culturales. Fue Adam Smith el que la entendió como fruto del contraste entre dos tipos de economías: urbana (manufacturas y comercio) y rural (agricultura); y argumenta que era lógico que fuese así puesto que la tierra es allí propiedad del Estado y le interesa su mejora, y porque además tiene a su cargo la administración pública (canales navegables y grandes rutas).
En el XIX, Hegel apoya la concepción de Montesquieu sobre la total servidumbre asiática, pero mientras le parece degradante e inmóvil el sistema indio de castas, siente cierta admiración por China, cuyas diferencias están sólo en relación con la administración pública y los méritos personales, sin tener en consideración privilegios e intereses particulares como en occidente; en China el gobierno procede sólo del emperador, que lo hace actuar por medio de los funcionarios o mandarines.
Los economistas ingleses James Mill y Richard Jones volvieron a insistir sobre estas ideas. Jones llegó a la conclusión de que el despotismo asiático era consecuencia de las invasiones tártaras que habían dominado la zona e impuesto su hábito de gobierno absoluto y sumisión popular; anadía valoración y distinciones según el grado y efectos de la propiedad en los distintos países (la relativa moderación de Turquía estaba neutralizada por la corrupción de sus agentes; en cambio, la rapacidad de Persia estaba aminorada por la concesión hereditaria de tierras que hacía a quién encontrara agua; etc.).
Mill se adhirió, en cambio, a la idea de Smith de que los estados orientales patrocinaban siempre las obras públicas hidráulicas, y se limitó a repetir generalidades sobre "las extensas monarquías que han ocupado las llanuras de Asia desde tiempos inmemoriales", que era ya una frase hecha en Europa.
También Bernier estudió directamente los países asiáticos, y en 1853 Marx escribe a Engels (estudioso de Asia) recomendándole el relato de Bernier sobre las ciudades orientales, y adhiriéndose a su opinión de que la base de todos los fenómenos orientales está en la ausencia de propiedad privada de la tierra; Engels le contesta que seguramente eso viene determinado por la aridez de la tierra, que necesita de los enormes gastos de la ayuda del Estado para poder ser cultivables; Marx añade que, además, el estancamiento del despotismo asiático venía ayudado por la existencia de aldeas rudimentarias, pero autosuficientes y cerradas, y que luego los mahometanos extendieron el principio de la "no propiedad de la tierra".
Marx analiza también la situación por eso creó, y las consecuencias de la conquista de ese suelo asiático por Europa (la desolación y el dolor de ver su descomposición y disolución menesterosas), pero hasta entonces habían sido aquellas tierras la base del despotismo oriental, que había restringido el intelecto convirtiéndolo a la esclavitud y privándole de toda grandeza e iniciativa histórica; que había tenido el egoísmo de permanecer impasible mientras los imperios y ciudades sucumbían a su alrededor, y había sometido al hombre a las circunstancias exteriores en lugar de hacerle soberano de las mismas. Insiste siempre en el aniquilamiento inmutable de estos países. Une así las opiniones de Smith (agricultura hidráulica); Montesquieu (destino geográfico); Berniers (propiedad estatal de la tierra).
Sin embargo, unos años más tarde (1857-8), da preeminencia causal a las aldeas autosuficientes en el análisis de lo que llamara "modo de producción asiático", porque le parecen que son ellas las que constituyen la realidad socioeconómica de esos países, oculta tras la "unidad imaginaria" de los derechos del soberano déspota sobre la tierra; el déspota aparece así como padre de las muchas entidades comunitarias y realiza de este modo, la común unidad de todas ellas; le pertenece por tanto el plusproducto. Le parece concluir que, aunque aparentemente no hay propiedad, sí hay una propiedad comunitaria o tribal, que combina las manufacturas con la agricultura y es así autosuficiente, conteniendo "las condiciones de producción y de plusproducción".
Amplía entonces esta temática de la "propiedad comunitaria" a otros campos, sobre todo Perú y México, y dice que la unidad puede establecerse también en base al carácter colectivo del trabajo mismo, constituyendo un sistema formalizado de tribu, en el que la unidad esta representada por un jefe o por la relación entre los padres de familia (según sea una forma de gobierno más despótica o democrática); y las condiciones colectivas de trabajo (regadío, transportes) pertenecerían al gobernante superior, que es también el que crea las ciudades junto a esas aldeas porque sea un punto favorable para el comercio exterior, o para que el gobernante y sus sátrapas intercambien el plusproducto por más trabajo o lo gasten.
Pero en sus escritos publicados nunca confirmó Marx esta idea suya de la propiedad tribal o comunal del suelo, sino que insistió en que había en las aldeas una docena de personas que hacían el trabajo para toda la comunidad y vivían a expensas de ella. También añade que la inmutabilidad de las sociedades asiáticas proviene del sencillo organismo productivo de estas aldeas, que se reproducen siempre en la misma forma y se reconstruyen en el mismo lugar (si ocasionalmente son destruídas), en contraste con la constante disolución y formación de Estados (en Asia); esto le hace pensar que las sociedades asiáticas se definen por la propiedad estatal de la tierras el Estado es a la vez terrateniente y soberano, y coinciden entonces la renta y el impuesto. Hablando del mir ruso bajo el zarismo, hace notar que "la propiedad de la tierra es comunal, pero cada campesino cultiva por cuenta propia su propia parcela".
Engels insiste en que, en todo el oriente es donde todavía no ha aparecido la propiedad privada del suelo, el poder estatal adopta la forma de un despotismo. Llama "empresarios colectivos" a los Estados que se encargan de la irrigación, etc.; y recoge la idea de Marx de aldeas autosuficientes, subyacentes a ese Estado, con una propiedad colectiva de la tierra, como fundamento del despotismo.
Aunque en El Capital sólo habla Marx de la propiedad estatal de la tierra en Asia (como era ya tradicional hacerlo en Europa), en los años siguientes, tanto él como Engels, tratan de esa "propiedad comunitaria" de las aldeas.
Actualmente, eso que Marx llamaba "modo de producción asiático" se ha extendido y desvirtuado, proyectado a dos vertientes:
a)las sociedades antiguas de Oriente Medio y Mediterráneo, con una civilización preclásica (Mesopotamia sumeria, Egipto faraónico, Anatolia hitita, Grecia micénica, Italia etrusca): hacen hincapié en:
—un poderoso Estado centralizado
—agricultura hidráulica
—esclavitud generalizada;
b)las primeras organizaciones estatales de formaciones sociales tribales o semitribales, con un nivel de civilización mucho más bajo (islas de Polinesia, cacicazgos africanos, asentamientos amerindios); se centran esencialmente en:
—supervivencia de las relaciones de parentesco
—propiedad rural comunal
—aldeas unidas y autosuficientes.
Sin embargo, Marx se basaba en relatos ingleses sobre la India (una vez conquistada ésta), y —dice el autor— que "eran producto de errores y confusiones coloniales"; o sea que no parece haber ninguna prueba histórica de que esa "propiedad comunal" haya existido alguna vez, ni siquiea en la India, sino que el cultivo en común por los habitantes de las aldeas era una leyenda —dice el autor— y, en la primera época moderna, el cultivo siempre fue individual; y que, además de ser igualitarios, siempre estuvieron profundamente divididos en castas (de las que las superiores explotaban a las inferiores como labradores arrendatarios), como ya había apuntado Marx sin concederle importancia ni volver a hacer referencia a ello en sus apreciaciones: lo omite positivamente, ignorándolo y alimentando la ilusión de un primitivo igualitarismo económico en ella. Tampoco parece que las aldeas tuvieran la menor independencia económica respecto al Estado, ni administrativa (porque nombraba a los cabecillas) tanto, que el campesinado acabó levantándose contra su opresión y acelerando su caída (en el caso de los mongoles).
El autor piensa que Marx y Engels debían de haber visto la incorrección de sus apreciaciones por la contradicción teórica que contenían: la existencia de un Estado poderoso siempre habla de una fuerte estratificación de clases, mientras que la propiedad aldeana comunal implica una estructura social preclasista o sin clases. También era incompatible la afirmación de autosuficiencia de las aldeas con su dependencia de las obras públicas de regadío a cargo del estado.
Prosigue el autor diciendo que tampoco tiene fundamento histórico verídico la afirmación de que la no propiedad de la tierra estuviera determinada porque Estado debiera encargarse de los sistemas de regadío: los grandes superiores orientales de comienzos de la época moderna en los que Marx se fijó, o no tenía regadío ni propiedad privada (Persia, India) o tenían ambas cosas (China); Rusia, que ellos asimilaban con el resto de Asia, no coincidía con el planteamiento más que por "oposición": no tenía regadío y sí propiedad privada.
En general, sus apreciaciones procedían de la desinformación, lo mismo que las vaguísimas referencias que hacen sobre China, ya que sus preocupaciones fundamentales eran otras. Dice que es consecuencia de esto la opinión desfavorable que Marx muestra de la rebelión de los Taiping durante el XIX (el autor los justifica por "masa explotadas y oprimidas"; y Marx los abomina por destructores sistemáticos, por la forma repugnante de hacerlo y no tener nada constructivo).
La moderna historiografía ha demostrado que, tanto el supuesto "tribal-comunal" como el "despótico-hidráulico" eran equivocados, así como el carácter "estacionario" y uniforme que se atribuía a las sociedades asiáticas (tuvieron grandes cambios y avances aunque no desembocaron en el capitalismo, y ahora asombra precisamente su enorme diversidad sociopolítico-económico). Sus modos de producción "tuvieron complejas combinaciones, que constituyeron las sucesivas combinaciones sociales de estas civilizaciones.
A modo de ejemplo, dedica a continuación dos apartados a señalar las características peculiares de los imperios islámicos y chinos, respectivamente.
IMPERIO ISLÁMICO
Aunque al principio la tierra y sus poseedores recibieron distintos tratamientos, a mediados del s. VIII apareció un impuesto sobre la tierra más o menos informe, cualquiera que fuese la fe (aunque los no creyentes tenían que pagar también otro) al califa (con Omar II toda la tierra era, por derecho de conquista, propiedad del soberano): esto se extendió en todos los sistemas políticos islámicos (omeya, abasida, Turquía, otomana y Persia safábida), aunque el control era difícil y se vivía mal (en "vacilación y en caos endémicos"); confusión agrabada por el carácter religioso de la jurisprudencia musulmana, que les hacía dividir la interpretación según las escuelas teológicas rivales, de modo que era imposible toda codificación sistemática. Además, el soberano gozaba de poder para "completar" la ley sagrada, por lo que siempre existía un abismo permanente entre la teoría jurídica y la práctica legal. Así, respecto a la propiedad de la tierra la ley no decía nada concreto, y en cambio la práctica administrativa dictaba frecuentes normas.
También dependió de las distintas regiones el que los campesinos sometidos dispusieran más o menos de sus tierras, y que los arrendamientos hechos a los soldados se transformaron en quasi-propiedad (aunque regidos por el principio de herencia divisible, que hacía imposible la acumulación). Así mismo, las invasiones violentas de territorios que hacían, dejaban a veces yermas las tierras que habían sido de cultivo.
No había relación directa entre señor y campesino, sino que era el estado el que concedía a sus funcionarios determinados derechos de explotación rural; pero también había explotación absentista en un clima general de indeterminación legal. La indiferencia y desdén hacia la agricultura imposibilitaban, por otra parte, la estabilización de las servidumbres nunca consideraron tan importante la mano de obra como para adscribirla a la tierra.
Su panorama rural se estancó una y otra vez, e incluso retrocedió, en una "desoladora mediocridad" (salvo el bajo Iraks azúcar, algodón y añil, a base de importar esclavos africanos de Zanzíbar; la esclavitud rural, en cambio, fue extraña al Islam). Eran una excepción los huertos y jardines de los suburbios y las ciudades porque siempre se permitió la propiedad privada de la tierra urbana, y constituían un sector "de lujo" que dio lugar a altos niveles técnicos y a tratados especializados sobre plantas y arbustos.
La civilización musulmana siempre fue indefectiblemente urbana, y promovió siempre la producción mercantil, la empresa comercial y la circulación monetaria. Los campamentos instalados por los nómadas a las afueras de las capitales, se convertían pronto en ciudades. Mejoraron las técnicas mineras, crecieron en población desmesuradamente (ayudaba que el Corán "nunca disoció la ganancia de la "piedad"). Conquistaron los mares, adueñándose del comercio este-oeste. La riqueza producida estimulaba a su vez las manufacturas (textiles, papel, porcelana): la artesanía y el consumo ostentoso florecían en las ciudades. Incorporaron también el invento persa del molino de viento.
Sin embargo, no acompañaba ninguna autonomía municipal ni orden cívico: las ciudades carecían de identidad política corporativa y sus comerciantes tenían poco poder social; su vida entera estaba sujeta a la voluntad más o menos arbitraria de los príncipes o emires. Hasta sus trazados urbanísticos internos carecían de sistema, siendo laberintos confusos y amorfos de calles y edificios, sin más centros ni espacios públicos que las mezquitas y los bazares. No habrá agrupaciones profesionales ni gremios de artesanos; sólo alguna pequeña asociación religiosa proporcionaba algo de protección colectiva.
También había un submundo de pandillas criminales y mendicantes que procedían de los parados. El único conato de unidad lo proporcionaban en las ciudades los ulemas o sacerdotes.
De procedencia nómada, eran esencialmente guerreros y saqueadores y su única estructura era la militar; la burocracia nunca se desarrolló mucho. En cambio, en varias ocasiones alcanzó la cumbre del Estado un grupo de guardias esclavos extranjeros, porque llegaba a ser un honor el serlo ya que no había nobleza territorial ni esclavitud rural.
La clase dirigente fue, con los Omeya en Damasco, los guerreros árabes; la administración, los antiguos funcionarios bizantinos y persas; y la clase inferior, que pagaba fuertes impuestos la formaban los no-árabes convertidos al Islam. Pero el descontento de éstos y las fricciones religiosas originaron un levantamiento que dio el poder a los Abasida (cuyo centro estaba en Bagdad): los administradores eran persas, y los guardas de Jorasán; tenían una burocracia y un ejercito permanentes, y una disciplina cosmopolita que le convirtió en una autocracia con poder mucho más centralizado que su predecesor; predicó la ortodoxia religiosa; y conoció el florecimiento máximo del comercio, la industria y la ciencia islámica en el s. IX, siendo la civilización más rica y más avanzada del mundo (negocios, artesanías, agricultura, navíos, astronomía, física y matemáticas se trasplantaron de la cultura griega); sin embargo, hubo pocas innovaciones en la producción y en la tecnología: la navegación a vela mejoró el transporte y facilitó el comercio, pero el cultivo del algodón procedía del Turquestán premusulmán, y la fórmula para fabricación de papel se consiguió a través de los prisioneros chinos de guerra.
La administración se corrompió, aumentó la explotación fiscal del campesinado y la inflación afectó a artesanos y tenderos; a medida que se deterioraba la seguridad interna, iba subiendo de poder la guardia profesional turca; a finales del s. IX y durante todo el X se sucedieron las insurrecciones y conspiraciones organizando distintas pequeñas estructuras; al final, toman el poder los Fatimitas de Egipto, que fundan El Cairo y constituyen el centro de gravedad de la zona, decaído el abasida. No renunciaron a su heterodoxia sino que la propagaron de forma agresiva; no hubo esclavos pero se controló al campesinado; prosperidad comercial en los s. XI y XII, pero también gran impacto del comercio europeo en el mercado local, e influencia del feudalismo occidental; pronto llegaron los golpes de las cruzadas.
Ya a mediados del XI se produjeron invasiones que revelaron la debilidad y vulnerabilidad de grandes regiones del mundo musulmán; pero ninguna de ellas creo un orden nuevo ni estable. Por eso, la repentina ofensiva cristiana en el s. XII precipitó una crisis general en Oriente Medio; la dinastía fatimita había alcanzado en esta época los últimos niveles de corrupción y decadencia, y los cruzados habían tomado Jerusalén.
Entre este torbellino empezó a surgir un nuevo orden político musulmán: ante el expansionismo de Occidente, militarizó en extremo las estructuras de Estado y descomercializó la economía, bajo dirigentes nuevos y la pugna por el control de El Cairo fue ganada por Saladino, que destrozó el Califato fatimita y fundó en su lugar el régimen ayubí según el modelo turco; controló Siria y Mesopotamia, derrotó a los cruzados y reconquistó Jerusalén y la mayor arte de la costa palestina.
Los contraataques marítimos europeos restablecieron algunos enclaves de los cruzados y, a principios del XIII, invadieron Egipto dos veces, pero fueron abatidos por Baybars (comandante que creó un sultanato mameluco, ya plenamente turco) y que dominaba desde Egipto hasta Siria; hacia el norte. Los salyucidas conquistaron Anatolia, y así los otomanos, mongoles y timúridas que instalaron estados tártaros y turcomanos, aprovechando la crisis general del feudalismo europeo: en la última Edad Media surge una nueva oleada de expansión islámica, que dura 4 siglos. Su manifestación más espectacular fue la conquista de Constantinopla y el avance otomano en Europa. En cuanto a las formaciones sociales, fueron prototipos medievales de los nuevos estados:
—el gran sultanato selyúcida del Irak
—el sultanato mameluco de Egipto; en cambio, ejemplificaron su forma consumada:
—la Turquía otomana,
—la Persia safálida,
—la India de los mongoles.
Se fundieron allí:
— Arabia: que había combinado desierto y ciudad, mercaderes y nómadas, y era heredera de las instituciones urbanas de la Antigüedad. Cercada por mar, decayó hasta el siglo actual.
— Asia central: pastores nómadas turcomanos, que habían conquistado Turquía, Persia y la India; habían tenido pocas ciudades y escaso comercio, y cierto carácter iraní. Renovada constantemente por pueblos emigrantes y guerreros, fueron penetrando en el Islam y lo fueron transformando, de modo que se consolidaba lo militar en detrimento del comercio.
Al principio, habían impuesto su supremacía por el dominio del arco en sus jinetes (los beduinos árabes eran en cambio expertos en manejar la lanza). Pero la fuerza militar de los estados de la 1ª época moderna se basaba en los ejércitos regulares equipados con armas de fuego y apoyados por artillería (la pólvora era esencial). En el XIV el Estado mameluco de Egipto adoptó los cánones para sitiar las ciudades, pero su conservadora caballería impidió su uso y los arcabuceros turcos conquistaron Egipto (a mediados del XVI se habían perfeccionado aún más); enseñaron su importancia a los safávidas al vencerles en una ocasión; también las tropas mongoles de la India se aprovisionaron con artillería moderna y mosquetes: todo esto les daba una estabilidad y resistencia superiores a las que tenían los regímenes árabes de la primera época: el aparato militar otomano safávida y mogol podía mantener a raya los ataques europeos, no sólo por su disciplina y preparación, sino también por su infraestructura administrativa (el timar otomano o el jagir mogol estaban ligados a obligaciones de servicio militar, y consolidaban la pirámide del mando militar).
El monopolio estatal de la tierra se practicó con "entusiasmo" por todos ellos. En cambio, la vitalidad comercial que había caracterizado la época árabe, se apagó progresivamente a medida que entraban en auge el comercio europeo; además, la expulsión de los cruzados y el impedir nuevos desembarcos europeos obligó a yubies y mamelucos a renunciar al poderío naval (tuvieron que desmantelar los puertos y devastar el litoral de Palestina); los otomanos en cambio construyeron en el XVI una formidable fuerza naval (con utilización de marinos griegos), pero de corta duración: su función estuvo limitada a la guerra y la piratería, nunca desarrolló una verdadera marina mercantil, y se basó demasiado en los grupos extranjeros sometidos; además las conquistas y descubrimientos occidentales hicieron que, en adelante, dominaran ellos las rutas de comercio que proporcionaban tan grandes beneficios (además, la economía árabe se basaba más en el intercambio que en la producción, y no disponer de ella le condujo a la crisis de finales de la Edad Media y éxito de la economía europea a costa suya).
Además, los turcos despreciaban el comercio e, incluso, discriminaban a las clases mercantiles de las ciudades, por lo que eran los extranjeros los que acaparaban estas funciones; en cambio, los artesanos fueron utilizados por el gobierno como instrumentos de control sobre la población urbana. El sistema jurídico volvió a mezclarse con las doctrinas religiosas... Todo esto produjo en Turquía, Persia y la India: rigidez militar, fanatismo ideológico y letargo comercial.
Todavía brillaron durante otro siglo en la guerra y la conversión religiosa (las fronteras se ensancharon hacia el Oriente); pero había estancamiento y regresión demográfica en todo el territorio, que duró dos siglos.
La India (imperio mogol) ejemplariza bastante bien esta última época musulmana (aunque también ofrece particularidades por estar alejada de Europa y tener una población menos islamizada); siempre tuvo similitud con el imperio otomano: la tierra era propiedad del emperador, que garantizaba al campesino la ocupación permanente y hereditaria de su parcela pero no tenía derecho a venderla; si no cultivaban la tierra, podían expulsarles; no había tierras comunales, y sí una gran desigualdad económica debida al sistema de castas; el Estado se apropiaba siempre de la mitad de la producción en concepto de "renta de la tierra", y crea poco a poco una situación de miseria y deudas entre los campesinos, lo cual provocó su huida creciente; los mansabdars u oficiales militares en cambio llegaron a recibir el 60% de los ingresos del Estado (eran casi todos extranjeros), pero debían mantener un ejército, y el cargo no era hereditario; los zamindars o potentados rurales disponían de infantería y de castillos, y recibían un 10% de los ingresos del Estado.
El lujo del emperador y los mansabdars consumía en las ciudades la renta, pero también daba trabajo a artesanos, etc. (Incluso tenían algunos para el consumo doméstico); las fortunas mercantiles estuvieron siempre sujetas a la arbitraria confiscación del soberano, y nunca pudo desarrollarse. Este Estado Mogol duró 150 años, hasta que sucumbió frente a:
— las rebeliones campesinas;
— el separatismo hindú
— la invasión británica.
CIVILIZACIÓN CHINA
A partir del s. XIV (a. de C.); cultura escrita antigua; cereales de secano (mijo, trigo, cebada), pero pronto sistemas hidráulicos para cultivo de grano (canales, diques, presas y embalses, bombas de cadenas de cangilones) y terrazas para el cultivo del arroz; sin embargo, el Estado siempre dio primacía a los canales de transporte, antes que a los sistemas de regadío; también tuvo algunos avances técnicos, incluso antes que Europa:
— el molino de rotación (s. II a.C.)
— la carretilla (s. III d.C.)
— tracción equina mejorada (s.V d. C.)
— puentes con arcos segmentados (s. VII d.C.)
— fundición da hierro (s. VI y V a.C.)
— piezas de acero (s.II a.C)
Y tres manufacturas muy adelantadas:
— la seda (origen remoto)
— el papel (s.I y II d.C.)
— la porcelana (se perfeccionó en el s.V d.C.)
La ramificación del imperio después de las luchas de los años 300-600 d.C. correspondió al Estado T'ang, que suele tomarse como el principio decisivo de la civilización imperial. El sistema de propiedad de la tierra en esta época era como la pensaban en Europa: el Estado era el único propietario del suelo, y concedía lotes fijos (iguales) de tierra a los matrimonios campesinos durante su vida laboral, con la obligación de pagar impuestos en especies (grano y telas) y de realizar algunas prestaciones de trabajo; una quinta parte de la tierra podía heredarse (reservada para la producción de seda o cáñamo), y el resto pasaba al Estado cuando llegaba el tiempo del retiro, impidiendo que hubiera una aristocracia; a los funcionarios del Estado se les concedían importantes dominios públicos para su propio mantenimiento; el registro y control cuidadoso de todas las parcelas y trabajadores, así como de las ciudades, era parte esencial del sistema: incluido Chang'an, que era la capital imperial, todas las ciudades de este primer período T'ang estaban rigurosamente planificadas y vigiladas por el Estado; normalmente eran geométricas, rodeadas de fosos y murallas y divididas en distritos separados entre sí por muros con puertas vigiladas (tráfico diurno y cerradas con toque de queda durante la noche); los funcionarios residían en un recinto especial, aislado del resto de la ciudad por un doble muro; la transgresión de estos compartimentos fortificados por parte de los habitantes, sin contar con permiso, era castigada.
El primer control del Estado lo llevaba la aristocracia militar, que había alcanzado su posición en las continuas guerras internas de la época anterior: belicosos y con una buena caballería (tenían cría de caballo selecto), hicieron muchas conquistas para el imperio (Manchurá y Corec). Tiempo después, se confió la seguridad interna a las colonias de infantería especiales, a quienes se concedían tierras para el cultivo a cambio. Pero a partir del s.VII se hicieron necesarias grandes unidades permanentes en las fronteras del imperio.
A mediados del s. VII, el expansionismo vino acompañado por un cosmopolitismo cultural, que también influyó en adoptar la religión extranjera del budismo como religión del Estado. También nació en esta época la burocracia civil, que era escogida entre la élite por medio de exámenes públicos (aunque todavía quedaban puestos hereditarios) y que iba a acaparar la primacía por encima de lo militar en el futuro: era una burocracia culta, que a su vez estaba supervisada por la censoría, para que su administración y actividad fueran correctas (cuando los conquistadores nómadas de épocas posteriores —turcos, mongoles o manchues— basaron su poderío en sus ejércitos, nunca el gobierno administrativo del país se mezcló con ellos, sino que lo siguió llevando esa burocracia culta).
A mediados del s. VIII se desorganiza por completo el sistema agrario (fraudes en el registro de tierras, sabotajes, acumulación de tierras por burócratas o militares, que eran cultivadas por arrendatarios, asalariados o esclavos, con un índice de explotación más alto que el del Estado), y se revela el general An Lu-Shans la dinastía sufre una gran crisis y queda trastocada; cambian los impuestos según la propiedad, y pone otras indirectas sobre las mercancías; tenían poco cobre para acuñar moneda, y casi toda la economía se basaba en el trueque.
La consiguiente recuperación dinástica vino acompañada por la hostilidad contra las religiones extranjeras, por lo que dejaron el budismo y volvieron a su confucionismo. Todo esto debilitó a la aristocracia militar hasta hacerla desaparecer y reforzar la posición de la burocracia culta (que eran los propietarios rurales del sur).
En la siguiente época Sung (s. X al XIII) cambió toda la configuración rural; su clase dirigente era la burocracia culta, que ahora además eran terratenientes. El Estado se dividió en tres sectores —civil, financiero y militar—, con carreras especializadas para cada uno. En el s. X se estableció una sola carrera burocrática fija (cuyo ingreso estaba controlado por exámenes, méritos y recomendaciones), con la que llegaban a dominar todos los sectores del Estado menos del ejército (las carreras militares poseían el mismo rango, pero en la práctica eran mucho menos respetados).
En el s. XI la mayoría de los puestos de responsabilidad estaban ocupados por estos "graduados", que residían normalmente en las ciudades y controlaban propiedades rurales dirigidas por administradores y cuyos campesinos estaban obligados a prestaciones de trabajo y en especie, con movilidad limitada. También había pequeños propietarios, que pagaban el grueso de los impuestos rurales. En teoría la tierra era propiedad estatal, pero siempre fue letra muerta y, a partir de entonces, la propiedad privada de la tierra caracteriza a la sociedad imperial china hasta el final.
También hubo gran desarrollo hidráulico: drenaje de las tierras pantanosas, recuperación del fondo de los lagos, etc., hasta triplicar lo que se había hecho en las dinastías precedentes, gracias a la inversión de los señores en la habilitación de tierras más que en proyectos públicos; se incrementó el cultivo del arroz. En adelante, las obras de regadío tuvieron carácter local y necesitaron poco de la intervención del Estado. Se generalizó el uso de maquinaria más compleja para la conducción de agua, el bombeo, la molienda y la trilla; se mejoraron y difundieron las herramientas de cultivo (arado, azada, hoz y pala); se importó de Vietnam un arroz de maduración temprana; se multiplicó el trigo, se implantaron cultivos comerciales (cáñamo, té y azúcar): la productividad agraria y la densidad demográfica aumentaron muy rápidamente (en el s. XIII eran 100 millones).
La minería y metalurgia también experimentaron un gran avance: en el s. XI hubo un continuo aumento de producción de carbón, que ayudaba, a su vez, a los avances en la industria del hierro que tenía una tecnología muy compleja y que aumentó enormemente su producción; esto hizo posible la multiplicación de herramientas agrícolas y de la manufactura de armas.
Nuevos inventos que luego tuvo la Europa renacentista:
— armas de fuego
— tipos móviles en la imprenta
— brújula
— relojes mecánicos;
también supusieron un avance:
— el timón de popa
— las ruedas de paletas en los barcos
— las esclusas para la canalización.
La porcelana pudo tener por vez primera la primacía sobre la seda como objeto de exportación. Circularon monedas de cobre y billetes de papel. Y esta combinación de progreso rural e industrial desencadenó una tremenda urbanización por crecimiento económico espontáneo, que tuvo un trazado mucho mas libre (queda abolido el toque de queda en la capital Sung, Kaifeng, y también los distritos vigilados dan paso a calles más fluidas). También se produjo un creciente dominio del comercio marítimo de larga distancia, gracias a:
— los avances de la ingeniería naval.
— la creación de la primera armada imperial.
Este profundo cambio en la economía china se acentuó con la conquista del norte de China por los nómadas a mediados del s. XII, con lo que el imperio Sung del sur desplazó hacia el mar su antigua orientación hacia el interior, lo que era absolutamente nuevo en la experiencia china: el comercio urbano creció tanto que quitó la primacía a la agricultura (junto con el comercio exterior y la ampliación de las manufacturas). Su fermento intelectual hizo que combinase la veneración del pasado con nuevas exploraciones en los distintos campos de la ciencia: los terratenientes letrados o mandarines desdeñaban los deportes físicos y ejercicios militares, y gustaban de pasatiempos estéticos e intelectuales (se combinaban las especulaciones cósmicas con un neoconfucionismo). La dinastía Sung tuvo la economía más rica y avanzada del mundo de los siglos XI y XII.
Los mongoles conquistaron China en el s. XIII, y con ello una gran zona del Norte quedó "pastoralizada" por estos nómadas, que descuidaron la agricultura.
Los posteriores esfuerzos de la dinastía Yuan tuvieron poco éxito: las innovaciones industriales se paralizaron casi por completo (parece que lo único significativo del periodo mogol fue la fundición de cañones de hierro). La carga tributaria rural y urbana aumentó, y se determinó un registro hereditario de ocupaciones (para inmovilizar las clases del país); el endeudamiento campesino aumentó incesantemente, los terratenientes del sur se pasaron al ejército invasor.
Se abolieron los exámenes y se reforzó la autoridad central; se reorganizó la administración provincial y los gremios extranjeros de negociantes fueron encargados (por su pericia) de la recaudación fiscal. Como los Yuan favorecieron el comercio, entraron también los mercaderes árabes de Asia central, y se extendió el comercio marítimo internacional. Se introdujo una moneda nacional de papel; se estableció un transporte de cabotaje a gran escala para aprovisionar de grano al norte (donde se había fundado la nueva capital de Pekín), y se completó el Gran Canal que unía centros económicos y políticos del país en una continua vía fluvial. Pero la discriminación étnica de la dinastía provocó la enemistad de los terratenientes, y el sistema cada vez mas opresivo, la rebelión armada de los campesinos: insurrección nacional general que acabó con el dominio mogol en el s. XIV, instalando la dinastía Ming.
El nuevo Estado Ming reafirmó, con algunas variantes, la estructura política del dominio de los terratenientes letrados; el sistema de exámenes se restauró, guardando proporciones para cada región y que no hubiera monopolios; los grandes propietarios fueron trasladados a la capital Ming (Nanking), donde el gobierno podía controlarlos; se abolió el secretariado que limitaba la arbitrariedad del emperador: se incrementó el carácter autoritario del Estado, con sistemas implacables de policía y vigilancia secreta. Se retrasaron los cargos y grados, se creó un ejército inicial de más de tres millones de hombres, que posteriormente se diluyó en colonos militares. Se impusieron las prestaciones de trabajo sobre la población rural y urbana, organizados para que las ejercieran en "unidades comunitarias" bien vigiladas. En el campo se mitigaron los arrendamientos y volvió a aumentar la producción: el fundador de la dinastía, Hung-wu, impulsó un plan de recuperación agraria, con objeto de reponerse de las destrucciones ocasionadas por los levantamientos contra el estado mogol: se habilitaron tierras, restauraron y ampliaron las obras hidráulicas, hicieron gran reforestación, con resultados espectaculares: la producción de grano se triplicó, aumentó el rendimiento e iniciativa de los campesinos, se expandió sin cesar el cultivo de arroz con regadíos y doble cosecha, los cultivos comerciales (añil, azúcar, tabaco) aumentaron. La población volvió a aumentar (en el s. XVII eran 200 millones). Se desarrollaron las telas de seda y las porcelanas, y el algodón sustituyó al uso popular del cáñamo (lo cual hizo aumentar la industria textil). El papel moneda se sustituyó por la plata importada de América y Japón.
Sin embargo, este auge decayó en el s. XVI: la tierra bajó de valor por producir menos, se quedó estancada la tecnología industrial, y se abandonó el uso de algunos de los últimos avances. La armada, creada a principios del XV con gran incremento de expediciones marítimas comerciales, fue desmantelada por recelo de los terratenientes de un excesivo intervencionismo estatal, y se abandonaron esas expediciones. La cultura derivó hacia la filología y literatura, decreciendo el interés por la ciencia y técnica. La ostentación palaciega y corrupción administrativa, la evasión de impuestos por los terratenientes y consiguiente presión sobre el campesinado (las prestaciones de trabajo fueron conmutadas por impuestos en dinero, que subían a medida que descendían las arcas de la tesorería y aumentaban los ataques desde el exterior), la piratería japonesa en el mar y las incursiones mongoles por el norte, los ataques de Japón a Corea (que sólo pudieron ser resistidos a costa de enormes sumas), detuvieron y arruinaron el crecimiento económico y demográfico del país a lo largo del s. XVI: cuando llegaron las incursiones manchúes, la seguridad interior del reino Ming se estaba desmoronando a medida que el hambre asolaba el campo y las deserciones el ejército, y aumentaban las revueltas e insurrecciones de los campesinos.
Los manchúes ocuparon China en 1681, pero su dinastía Ch'ing iba a repetir los pasos de sus predecesores: monopolizó los altos mandos militares, los gobernadores tenían más provincias que sus colegas chinos; pero los terratenientes chinos se quedaron con la burocracia civil. El gobierno redujo impuestos, detuvo la corrupción, conservó la paz interior y promovió la agricultura (también cultivos procedentes de América: maíz, patatas, cacahuetes, boniatos), que se incrementó enormemente, llevando a un explosivo aumento demográfico (a mitad del s. XIX eran 430 millones); las conquistas militares aumentaron además el territorio hábil. Los textiles, porcelana, seda, papel, té y azúcar experimentaron, también, una fuerte alza.
Pero en la segunda mitad del siglo XVIII ya había subido la presión fiscal excesivamente (debido a los gastos de expansión militar y el dispendio de la Corte), y en el 1795 estalló una gran insurrección campesina. En el siglo XIX se produjo un estancamiento en la agricultura, debido a la erosión del suelo, y volvió a aparecer la usura y a recrudecerse la explotación campesina. La industria no produjo ningún adelanto ni avance tecnológico en esta época. A mediados del XIX llegó a China la expansión europea, que empezó a presionar ocasionando un déficit por el comercio de opio; (el intento de detener éste fue derrotado en la guerra con Inglaterra en 1841) después se devaluó la plata en el mercado mundial, y condujo a una inflación en China.
En 1850, y durante 15 años, sacudió los cimientos del imperio la rebelión de los Taiping, en China central (insurrección campesina y plebeya: los soldados del "Reino Celeste", con ideales igualitarios); en el Norte empezaron los levantamientos rurales de los Nien, y en distintos lugares otras revueltas: hasta 1878 los Ch'ing no consiguieron la "pacificación", y ello a costa de la agricultura y la población. El Estado intentó levantar sus finanzas por medio de impuestos comerciales, lo cual debilitó aún más la industria interior, en un momento de competencia extranjera: algodón de Inglaterra y Norteamérica, té de la India y Ceilán, sedas japonesas e italianas, se adueñaron de los mercados de exportación; entraron en guerra con Japón.
Todos estos incidentes provocaron turbulencia interior (rebelión de los bóxer), que condujo a nuevas intervenciones extranjeras. por fin, la revolución republicana en 1911 terminó con este Estado y, en general, con el tipo de gobierno imperial en China.
La impresión de inmovilidad que puede producir en Occidente es relativa, porque ya hemos apuntado sus logros agrarios, industriales y demográficos. Junto a esto, en 1930, estaba bastante desequilibrado el país, en cuanto a propiedad de la tierra, usura, urbanización de las ciudades (aunque se habían multiplicado): a pesar de que a finales de la Edad Media, China llevaba una ventaja tecnológica decisiva sobre Occidente, los mecanismos de crecimiento científico y tecnológico se paran luego, y a comienzos del s. XVI dejan de suministrar innovaciones: la incapacidad del sector urbano para introducir productos industriales que les hubieran permitido seguir progresando, bloqueó toda la economía china.
Ello puede ser debido a que no supieron tener unas leyes, fueron demasiado conformistas en la ciencia, sin tratar de buscar las causas de los fenómenos, etc. En general, el sistema de Estado imperial dejaba poca libertad a las ciudades y a su movimiento social y mercantil, por lo que era difícil la mejora y creación de puestos, relaciones, etc. El autor culpa también de ello a los terratenientes, por exceso de bienes y del "medio básico de producción" (la propiedad de la tierra). Entiende que es cíclico en China el proceso de:
— menor presión fiscal del campesinado
— mayor producción agrícola y demográfica
— malestar en el campo y pobreza-deudas
— mayor presión fiscal
— levantamiento;
(si es cierto que se dio a grandes rasgos, es porque es un proceso lógico: pero olvida sus variantes, tanto en cuanto a los hechos como en cuanto a las causas, y se queda en una especie de cliché "prefabricado" y absolutamente genérico, y por ello, demasiado simplista).
El paralelismo de contraposición que se puede establecer entre ambas civilizaciones (china e islámica) sería el siguiente:
a) guardias militares: de esclavos en Islam; terratenientes letrados de carácter civil en China (mandarines);
b) religión: saturaba todo el pensamiento y sistemas sociales musulmanes, relegando el parentesco; en China, la filosofía secular regla la cultura oficial, y la vida civil se regla por los clanes;
c) mercaderes: estimados y admirados, gran comercio marítimo islámico; no así en China;
d) ciudades: laberintos confusos y aleatorios en Islam; redes burocráticas y segmentadas en China;
e) agricultura: generalmente estancada y el soberano musulmán el monopolio jurídico de la tierra; obras hidráulicas y gran progreso y producción china, con propiedad privada de la tierra;
f) población: estable en Islam; multiplicada en China;
g) tecnología y ciencia: grandes innovaciones chinas; no así en el Islam;
h) cercanía a Occidente: muy grande el Islam, por lo que pronto estuvo sometido al empuje de su expansión; China aislada hasta mucho más tarde.
Estas diferencias son elementales, pero muestran que no se puede hablar de un modo de producción "asiático" general, sino que es necesaria una investigación histórica mucho más amplia y profunda de la que hasta ahora se ha venido realizando sobre el Oriente, sin reducirlo a una uniformidad, derivada de aplicarle los cánones de la revolución europea.
(El autor no parece tener muy presente que quizá existan ya otros planteamientos distintos y más "aproximados" al tema en cuestión).
V. BIBLIOGRAFÍA
Quizá puedan servir como antídotos:
a) Wetter, G.A. y W. Leonhard, La ideología soviética, Ed. Herder, Barcelona 1964.
b) Aubert, Jean-Marie, Moral social para nuestro tiempo, Ed. Herder, Barcelona 1972.
c) Fadden, Charles J., La filosofía del comunismo, Ed. Sever-Cuesta, Valladolid 1961.
d) Ibáñez Langlois, J. Miguel, El Marxismo visión crítica, Ed. Rialp, Madrid 1973.
e) Messner, J.S La cuestión social, Ed. Rialp, Madrid.
T.C. (1986)
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