ALEGRÍA, Ciro

El mundo es ancho y ajeno

Ed. Varona, Lima 1967

(También: edición abreviada de Dora Varona, Ediciones J.J. Centeno, Lima)

AUTOR

Ciro Alegría nació el año 1909 en Huamachuco, lugar situado en la sierra norte del Perú, al igual que César Vallejo de quien ocasionalmente fuera alumno en la escuela primaria, niño todavía. A los cinco años de edad fue a vivir con sus padres a Marcabal Grande, hacienda de sus abuelos a orillas del río Marañón, por donde el río "rompe la cordillera", lugar que recuerda en la primera novela que escribió, "La serpiente de oro". Su abuelo, Teodoro Alegría, era, al parecer, hombre generoso y amplio. A los siete años fue enviado a casa de una abuela en Trujillo, para que estudiara en el Colegio Nacional de San Juan, donde César Vallejo fue su profesor.

A causa del paludismo continuó sus estudios en la sierra, y en 1923 volvió a Marcabal Grande para dedicarse a las faenas agrícolas; en esta oportunidad conoció a Manuel Baca, peón de la hacienda, hombre diestro en todas las tareas de la vida rural y, sobre todo, notable narrador oral, quien desplegó ante el futuro novelista el encanto melodioso, profundo, inmortal, de las tradiciones y consejas populares, que ganaría desde entonces su espíritu para ser nervio fino y doloroso de su obra futura. En 1924 volvió a Trujillo para terminar sus estudios secundarios y, con otros compañeros de colegio, fundó un pequeño periódico Sanjuanista"—; colaboró después en "El Norte" y "La Industria". Vivía entonces el Perú, como el resto de la América Latina, una época de cambios e inquietudes, de crisis y de rebelión. Ciro Alegría, que había ingresado en la Universidad de Trujillo, participó en el movimiento de reforma universitaria y se afilió al Partido Aprista. Entre 1931 y 1933 sufrió dos prisiones sucesivas, en la cárcel de Trujillo y en la Penitenciaría de Lima y, por último, fue desterrado a Chile.

En tierra chilena, sin abandonar su credo rebelde, pero alejado de la turbulencia política inmediata y urgido por necesidades económicas, escribió su primera novela: La serpiente de oro, y ganó con ella el primer premio de un concurso convocado por la editorial Nascimiento, en 1935. Poco después, quebrantado por las prisiones y el destierro, debió internarse en el sanatorio de San José de Maipo, donde permaneció dos años y, por consejo de un médico inteligente, escribió su segunda novela: Los perros hambrientos, con la que ganó en 1938 el segundo premio del concurso de la editorial Zig Zag, aunque a juicio de la crítica posterior, debió haber ganado el primer lugar.

Conmovido por la calidad de su obra literaria, un grupo de amigos decidió pasarle una pensión mensual para que pudiera dedicarse a escribir. Es así como pudo terminar El mundo es ancho y ajeno, la novela con la cual ganó el primer concurso de novela latinoamericana convocado por la casa Farrar and Reinhardt de Nueva York. Después, Ciro Alegría no publicó ninguna otra novela, pero dejó inconclusas dos, editadas posteriormente: Lázaro y El dilema de Kraus.

Dedicado a labores periodísticas y al dictado de cursos universitarios, no volvió a dedicarse plenamente a la creación literaria. Después de haber escrito tres grandes novelas en el curso de seis años, enmudeció durante veinticinco, escribiendo solamente algunos cuentos, reportajes periodísticos y ensayos breves. Murió en Lima en 1967.

CONTENIDO

El título

Ciro Alegría le da este título debido a lo que se vive en la misma obra: la lucha constante por poseer la tierra, el despojo sufrido por los indios, por parte de las autoridades, quienes se empeñan en enviarlos por otras tierras, aludiendo a que el mundo es ancho, pero ajeno: pues cada uno habita un determinado lugar y éste no puede ser tomado por otro.

Género

Narrativo.— Es una especie de novela que constituye el punto de partida de la literatura narrativa moderna peruana.

Temas

Principal: la vida y la destrucción del pueblo de Rumi en la lucha por la posesión de tierras.

Secundarios: las injusticias; la violencia; el abuso; la muerte. En todos estos temas secundarios se manifiesta el apetito feudal del hacendado Álvaro Amenábar.

Personajes

Ciro Alegría utiliza tres tipos de personajes en su novela: los indios, los mestizos y los blancos.

Entre los indios podemos destacar a:

Rosendo Maqui, alcalde de la comunidad de Rumi, que se preocupa por construir caminos y escuelas, y que bajo la ambición del gamonal Álvaro Amenábar, de la hacienda de Umay, enarbola la defensa de su "ayllu" hasta sucumbir en la prisión, vejado por las autoridades.

Benito Castro es otro personaje de la comunidad, quien abandona su tierra para ir de hacienda en hacienda, de pueblo en pueblo, conociendo de cerca el dolor de sus hermanos los indios.

Demetrio Sumallacta, un joven músico.

Nasha Suro, mujer "adivina", que vaticina las desgracias de la comunidad.

El Fiero Vásquez, héroe bandolero que sirve a la causa de los indios con gran pasión, demostrando un enorme coraje en sus acciones.

Amadeo Illas, por el que podemos conocer lo que significa la explotación de los indígenas en los sembríos de cocales, en donde se interna en busca de una mejor suerte y porvenir.

Augusto Maqui, hijo de Rosendo, quien se interna en los cauchales donde la explotación es similar.

El indio Valencio, lugarteniente del Fiero Vásquez y que realiza proezas singulares.

Entre los mestizos, Ciro Alegría nos muestra a:

Julio Contreras, un personaje al que se le conoce como "buscavidas", que cae en Rumi sirviendo —en medio de negocios delictivos— de falso testigo en favor del insaciable Amenábar y que termina en las garras de Doroteo Quispe, quien lo sentencia a morir en una ciénaga.

Jacinto Prieto, un advenedizo bien intencionado, que sirve a la causa de Rosendo Maqui.

Y como no podía ser de otra manera, los blancos, enemigos de los indígenas, cuyo mejor personaje es:

Álvaro Amenábar, terrateniente de horca y cuchillo de Umay, quien valiéndose de documentos fraguados, sobornando a diversas autoridades y corrompiendo conciencias, ensancha sus dominios hasta devorar las tierras de Rumi.

Zenobio García, gobernador sin escrúpulos, que sólo vive para enriquecerse.

Bismark Ruiz, tinterillo inescrupuloso que empieza sirviendo a la comunidad para luego prevaricar y entregarse al servicio del gamonal Amenábar.

En la novela, el hombre blanco representa al usurpador, a la autoridad, al poderoso, al amo, al sistema capitalista imperante. El indio, en cambio, representa al poseedor de la tierra, su legítimo dueño, pero que es cruelmente explotado.

Marcos referenciales

Geográficos.— La novela se desarrolla en Rumi y sus contornos. Rumi es una comunidad indígena (mestiza).

Históricos.— Es en el siglo XVIII donde se desarrollan los hechos. La vida agraria de la década en la que ocurren los acontecimientos narrados, década que literariamente es la de vanguardia, atravesó momentos de esperanza y de desesperación, de hondas tensiones y de profundas crisis.

Social.— Intervienen en la novela los tres tipos mencionados de personajes, con su caracterización social: el blanco, que representa lo dominante; el indio, el explotado cruelmente; y el mestizo.

Argumento

Rumi, la comunidad olvidada en la crestería de los Andes, vivía en medio de paz y contento: sus campos trabajados con cariño le producían lo suficiente.

Cierto día llegaron los montoneros, gritando: unos, "¡Viva Cáceres!" —eran los colorados—, y otros, "¡Viva Iglesias!" —los azules—. Estos montoneros dejaron en Rumi ingratos recuerdos e hijos bastardos como Benito Castro, quien repudiado por su padrastro vivió en la casa del Alcalde hasta que partió a conocer mundo.

Con todo esto había en Rumi paz y contento. Mas, un día, la presencia del poderoso terrateniente Álvaro Amenábar ensombreció el límpido cielo de la comarca. El gamonal amenazó a Rosendo, el Alcalde, reclamando las tierras comunales. Íñiguez entabló juicio a la comunidad que, para defender sus derechos, contrató los servicios del abogado Bismark Ruiz. Amenábar compró testigos: al "Mágico", al gobernador García y a otros de la comunidad de Muncha; también sobornó a Bismark, al juez y a otras autoridades.

Los comuneros, huérfanos de influencias, ni siquiera hallan testigos a su justa causa. Todos temían al terrateniente. Bismark Ruiz defecciona y engaña a los comuneros: recibirá cinco mil soles, igual que la tísica Melba, incoadora de la traición. Sólo Jacinto Prieto era leal a Rumi, pero había sido anulado a causa de un lío que le provocó "El Zurdo", un vagabundo lacayo del gamonal. ¿A quién acudir? El despojo era un hecho.

La asamblea convocada por Rosendo Maqui acordó el éxodo: se irían a las faldas del cerro Yanañahui. En esos roquedales donde crece la miseria como sombras de muerte, pasaron más penurias aún. Muchos se fueron a probar suerte; algunos, como Quispe, Cahua y Condorumi, se volvieron bandoleros. Después, Rosendo Maqui fue encarcelado acusado de abigeato, intento de homicidio y ser compinche del Fiero Vásquez. Golpeado por los gendarmes, el buen viejo Rosendo murió en la cárcel.

Años después retorna Benito Castro, que trató de redimir a los suyos y procuró construir la escuela que no pudo hacer el venerable Rosendo, pues era bueno saber leer y escribir. Pero Amenábar no cesaba en su ambición: no satisfecho con las tierras despojadas, ahora quiere y necesita gente que trabaje sus minas o sus plantaciones de coca. ¡Y no hay quien proteja a los indios!

Los gobernantes solían decirles: "Váyanse a otra parte, el mundo es ancho". Cierto, el mundo es ancho, pero ajeno. Benito Castro y los suyos mueren defendiendo su tierra y sus vidas, sus cerros y sus animalitos. No quedaba otra alternativa: vivir o morir abatidos como los cóndores: "Todas las rutas se hallan ensangrentadas". ¿Adónde ir? ¿Adónde?...

Resumen de la obra

I. Rosendo Maqui y la comunidad

Rosendo es el alcalde. Se describe la vida de una comunidad andina.

Los gamonales con leyes para expropiar a los comuneros. La ley, el derecho, es para los gamonales. Dificultades para levantar la escuela. El indio es despreciado. El tinterillo Bismark, "defensor jurídico" frente al gamonal Amenábar. Murió mucha gente del tifo. Guerra con Chile. "Las madres blasfemaban...". Aparecen los azules y los colorados. Dejaron hijos. Habla de dos ladrones disfrazados de frailes que bendecían el ganado y regalaban ovejas a la comunidad. Referencia a diversas supersticiones. La esposa de Rosendo, Pascuala, había muerto.

II. Zenobio García y otros notables

La hija mayor de Zenobio hace una apología de la muerte. El "cañazo" —bebida alcohólica fuerte— para el velorio (justifica la borrachera). Todo el pueblo asistió al velorio.

III. Días van, días vienen

Sentido materialista de la muerte. Se construye la escuela con adobe. Llega don Álvaro Amenábar diciendo que los terrenos son suyos y así lo había denunciado. Rosendo sintió odio por primera vez. Crítica a funcionarios y maestros. "En el Perú las cosas se hacen solas". Amoríos de Bismark Ruiz, el tinterillo, y la "costeña". Rosendo le deja cincuenta soles a Bismark para que les defienda, y éste les dice que vayan tranquilos, que la justicia está de parte de ellos. La estafa del "Mágico" en una fiesta.

IV. El Fiero Vásquez

Se presenta a este personaje que despojaba a los ricos y daba a los pobres; aunque también robaba a los pobres cuando necesitaba. Encuentra a Doroteo Quispe que iba a comprar para la fiesta de San Isidro. El Fiero le roba los cien soles que llevaba, pero después le devuelve ochenta y diez más para velas a San Isidro, por la oración al Justo Juez que recita Doroteo. Aparece Valencio, hermano de Casiana, amante del Fiero Vásquez. Describe la miseria, el látigo y la incansable deuda de los pobres. Hieren en la cara al Fiero con carabina. Se repone y llega a un pueblo, donde le cura la Sra. Elena. Llega don Teodoro, el esposo de Elena. El Fiero cuenta que anduvo errante por matar a don Malaquías que había pegado a su madre. Se queda trabajando con don Teodoro. Describe las peripecias de don Teodoro y el Fiero para atravesar el río Condebamba. Don Teodoro se fue a firmar porque fue elegido diputado. El Fiero se casa con Gumersinda. Estando en la chacra le ataca un desconocido al que mata en defensa propia, pero tiene que huir. A los seis meses regresa. Su hijo había muerto. Su esposa había sido violada por los gendarmes y tuvo que ser sirvienta del juez para poder salir de la cárcel. Se informa del juicio con Amenábar y se va, caída la noche.

V. El maíz y el trigo

Narración del arreo de vacas por un grupo de jóvenes por un valle. También se narra la siega, el acarreo y la trilla. Describe cómo se avienta el trigo con horquetas y palos de madera, hasta separar la paja del grano.

VI. El ausente

Ganó Benito en la carrera de caballos para atrapar el gallo, que colgaba de una soga, y los treinta soles que estaban en un canasto. Por la noche hubo un baile. Prefirió no pelear y se fue. Vagando de un lado para otro llegó al Callejón de Huaylas. Allí pagaban los gamonales peor que en el norte. Tuvo que huir porque soltó a dos indios que habían sido torturados por considerarles culpables de robo. Llegó a Pueblo Libre. Pajuelo, que había dejado el pueblo por los abusos, vino, ya adulto, a ponerse al lado de los indios explotados por gamonales y autoridades; se puso a arengar a la gente. Benito está ahí con su caballo "Lucero". Hieren a Pajuelo y a los pocos que quedan les llevan presos por subversión. Con el tiempo salen todos menos Benito, que por ser forastero no tiene quien le defienda. Por fin lo sueltan, pero se queda sin su caballo y con hambre. Se pone a trabajar en una hacienda. Allí, los indios cuentan historias de revoluciones en el Callejón, pensando que se repetirán: y al día siguiente, la misma realidad.

VII. Juicios de los linderos

El papel sellado es un mal nacional, que no puede faltar, aunque falte el pan. Por su familia don Álvaro es enemigo de los Córdova. Íñiguez es el defensor de don Álvaro. Se compran a falsos testigos, al subprefecto, al juez y al mismo Bismark Ruiz. Se encontraron los hitos —que señalan los linderos— fuera de su sitio, y los colocaron de nuevo. Mardoqueo, vendedor de esteras y encargado de espiar, fue flagelado. Bismark dijo a Rosendo Maqui que él descalificaría a Contreras, a García y a otros más.

Habla de Nasha, bruja y curandera, que con hierbas, el cuy, etc., podría hacer algo contra don Álvaro Amenábar. Sacó una fotografía suya de la hacienda, de noche. Don Álvaro la descubrió y dijo que no la mataba porque su padre había salvado al de don Álvaro. ¿Qué había hecho don Gonzalo Amenábar con los indios? ¿Qué hacía don Álvaro? Explotarlos, matarlos, flagelarlos, despojarlos. En vista de que don Álvaro seguía bien de salud, empezaron las dudas sobre Nasha, y al final nadie creía en ella; se justificaba: "No le puedo agarrar el ánima...".

Rosendo Maqui tiene que buscar testigos que no sean de Rumi. Rezan a San Isidro para que salve a la comunidad. Los buscaron en Muncha y Viyumi; sabían que los comuneros tenían razón, pero no se atrevían a enfrentarse con don Álvaro. Apareció Jacinto Prieto, el herrero del pueblo; y enviaron al "Zurdo", vagabundo y truhán, para que le provocase. En efecto, le propinó una paliza y Prieto fue a la cárcel.

VIII. El despojo

Rosendo Maqui quiso dejar a Bismark, pero nadie en la provincia quería defenderles. Consejos del sacerdote de que acepten la voluntad de Dios, guarden sus mandamientos y piensen en el Cielo. Augusto Maqui, nieto de Rosendo, va a la hacienda enrolado por su abuelo, como espía; escuchó que irían cuarenta para tomar Rumi. Lo contó todo a su abuelo; al siguiente día, al mediodía, ocho caporales de Amenábar, llegaron amenazantes por lo del espía. "Hasta el 14" gritaron, aludiendo al día del juicio.

En el juicio dice Rosendo: "han ganado la plata y la maldad". Artemio Chauqui intentó criticar —sin éxito— la gestión del Alcalde y de los Regidores. Se entró a discutir si defender o no la comunidad; Gerónimo Cahua optó por la resistencia; otros, no. Casiana —sin avisar— salió en busca del Fiero Vásquez. Llegaron a un acuerdo: no se resiste, y se irían de la comunidad antes del día 14. Reeligen alcalde al viejo Rosendo Maqui. Casiano no encontró al Fiero; hicieron fuego como señal. "No pienso que Dios esté administrando las cosas de la tierra", pone en boca del "Manco". Llegó Valencio, hermano de Casiana. El Fiero decidió ir, con veinte hombres, a defender a los comuneros. Salieron los comuneros de Rumi y llegó el gamonal con su cohorte. Los comuneros (Alcalde y Regidores) saludaron a don Álvaro, que les dijo: "¿Por qué no me saludan, indios imbéciles, malcriados?". Al fin se produjo el enfrentamiento entre el Fiero y los comuneros, con los gendarmes y Amenábar. Murió Íñiguez por la piedra rodada por Mardoqueo.

IX. Tormenta

Yanañahui es una laguna encantada. Nasha se desprestigió con la pérdida de las tierras. Rosendo se dirige al cerro: "Taita Rumi, ¿nos irá bien en Yanañahui?". Le hizo ofrendas de pan, coca y chicha. Siguió insistiendo. El cerro le dijo: "Bien", al ingenuo y panteísta Rosendo. La vida había cambiado mucho por la aspereza del lugar. Se intentó un recurso de apelación a la Corte Superior. Pero se enteró Amenábar: "no saben donde se meten y con el jovencito el tal Zavala Correa" (el abogado). Se produce una gran tormenta y algunos animales son muertos, entre ellos "Frontino", el caballo de Rosendo. Un emisario de Zavala Correa vino a decir que habían asaltado al que llevaba la apelación, la que poco después se quemó en la chimenea de don Álvaro. Anselmo, el tullido, tocaba muy bien el arpa. La vida era dura. Murió Anselmo. Doroteo, Gerónimo y Condorumi intentaron matar a Bismark y a su amante Melba, pero no se atrevieron: sólo robaron los dos caballos. Melba murió de pulmonía. Bismark volvió al lado de su esposa, a la monotonía del trabajo. El diario "La Patria" se refirió en el editorial al orden que pusieron, a la laboriosidad y honestidad de Amenábar, y al bandidaje y a la revolución a la que se dedicaron muchos comuneros.

X. Goces y penas de la coca

A Hipólito le picó una víbora. Corrían historias de muertes por picaduras de víboras. También molestaban los zancudos. Amadeo Illas iba a empezar a raumar. Los dos caporales que estaba allí habían violado a su mujer, aunque él no lo sabía. El trabajo, al principio, era fácil; después ardían las manos y salían ampollas. El almuerzo era un cucharón de trigo. Las manos le sangraban. Tuvo que dejar el trabajo. Era cuestión de acostumbrarse, pero no se acostumbró: las ampollas, la sangre... Regresó sin nada. Tuvo que irse a Lomas, pero le buscaron y el hacendado pagó su deuda de 50 soles: de nuevo estaba amarrado.

XI. Rosendo Maqui en la cárcel

Falsificador de billetes. El engaño del entierro al cura. Se descubrió la estafa por un telegrama equivocado.

XII. Valencio en Yanañahui

Gran recibimiento. Cuenta el enfrentamiento con los gendarmes y la muerte de algunos de éstos y de la banda. El Fiero Vásquez y otros, siguen a salvo. Decide casarse con Tadea por religioso.

XIII. Historias y lances de minería

Calixto Paucar busca trabajo en la mina de Navilca. Se encuentra en el camino con presos encadenados. Al llegar, le dijeron que comenzaría a trabajar el lunes, pero luego le avisaron que empezaría una huelga. Alberto y Calixto salieron a dar un paseo. Los mineros sorprenden a 14 de la banda del Fiero Vásquez, borrachos, en una cueva y los llevan presos a la mina de los Godogrey. Allí los colgaron de los pelos y a los que no murieron, les fusilaron. El Fiero no volvió a Gallayán. Había informes de su captura. Se le rompió la soga con otro compañero, pero no explotó la carga de dinamita y salvó la vida. Un periodista le preguntó por la huelga. Habló de cuando estuvo en Cerro de Pasco y de otras huelgas. "Ellos tienen plata y los mineros hambre". Alemparte, el Secretario General del Sindicato de Navilca, había declarado la huelga. Vinieron muchos gendarmes. Gritaban: "¡Viva Alemparte! ¡Viva el gringo Yack! Somos socialistas". Se enfrentaron a los gendarmes y hubo ocho muertos: el primero, Alemparte. Yack y otro compañero desplegaron un trapo rojo y cantaron; los demás no sabían nada.

XIV. El bandolero Doroteo Quispe

Nació el hijo de Casiana. No se sabe nada del Fiero Vásquez; otros han muerto. Doroteo entra a Muncha, el caserío donde esta Zenobio García, el gobernador. Sospechan del bandido. Los bandidos entran a medianoche disparando mucho, para impresionar. Entraron en Muncha y Zenobio huyó, pero la esposa, la hija y la sirvienta no pudieron hacerlo. Cuando regresó a la casa se encontró con el saqueo: todo el esfuerzo de años, perdido. Se emborrachó. Los bandidos encontraron al "Mágico" (mercachifle) y después de despojarle de la mercadería, le echaron en un pantano, donde se hundió.

XV. Sangre de caucherías

Augusto Maqui, con otros, ha llegado a un lugar de la selva. Al frente va el veterano Carmona. Don Renato era el dueño y el primer jefe del canuco, donde se explotaba el caucho. Se servían de los indios, a los que habían reducido, que tenían que entregar su cuota; de lo contrario eran castigados: hombres, mujeres y niños. En el Putumayo mueren cuatro en una expedición a manos de los cashibos. Se preparan para vengar esas muertes: el prefecto Arana con otros de su comitiva y gente de tropa sorprenden a los cashibos en una orgía. Matan a algunos y se llevan rehenes, entre ellos a la esposa del jefe, Yanacuna. Al insistir en el ataque, apoyados por los cañones de tres embarcaciones que llegan para ayudar, muere el jefe y hacen una carnicería humana. Por eso ponen a ese lugar el nombre de "Puerto del castigo". Cuenta la historia del Cultachaqui ("pie de hombre y de venado") que querían llevarse a Nora, la esposa del cacique Coranke; al intentar evitarlo, convirtió a su hija en un pájaro, el "ayaymama", el cual se dice que sigue cantando, especialmente en las noches de luna. Ordóñez, el dueño, descabezó con machete a un indio por no haber traído caucho. Augusto quedó ciego por el caucho. Todos se fueron. Escuchó la voz de Maribi. Ordóñez, en una pelea que los caucheros vencen contra los indios de la selva, recibe una flecha y muere. Los caucheros traen 30 mujeres, y dejan a Marabi con Augusto.

XVI. Muerte de Rosendo Maqui

Un preso, Jacinto, había escrito al Presidente de la República, seguro de obtener justicia. Pero no fue así. Jacinto exclamaba: "Todo es mentira; ¿dónde están los hombres probos de la patria? Todos son unos serviles a las ordenes de los poderosos. Un rico puede matar y nadie le hace nada. Un pobre da un puñete fuerte y lo acusan de homicidio frustrao". Todo esto lo decía a gritos, pero de nada le sirvió. Lo torturaron los gendarmes. Sólo salió por los 1.000 soles que pagó el Fiero Vásquez. A Rosendo Maqui lo pusieron en la misma celda que al Fiero. Luego, acusándolos a ambos de sedición, confunden al Fiero Vásquez y dan muerte a Abdulio. El alcalde le hizo llegar un revólver al Fiero Vásquez, quien propone a Rosendo la huida: Rosendo lo piensa, pero renuncia a este plan por miedo a que Amenábar ganara las elecciones a Córdova. Esto le costaría caro. El Fiero soborna al gendarme y a otro más con 400 soles (el gendarme ganaba 30 soles mensuales) para huir; abre con una ganzúa el candado. En el patio mata a dos gendarmes. Al enterarse los demás gendarmes, acuden a la celda de Rosendo: "¿por qué no gritaste, tú indio babieco?". Golpearon a Rosendo hasta que se desvaneció; al llevarle el almuerzo no contestó: estaba muerto. El médico diagnosticó muerte por infarto y el juez levantó acta de defunción. El subprefecto mandó a los gendarmes que lo enterraran en la noche para que los indios no armasen bulla, pues no quería líos —si los indios se enteraban de lo sucedido—.

XVII. Lorenzo Medina y otros amigos

En una cantina de Lima está Benito Castro, que trabaja en una imprenta. Allí comenta con el tipógrafo llamado Santiago de cómo domó una mula en su comunidad. Llegó Lorenzo Medina, el gran líder sindical. Benito se va con él a trabajar en un bote pesquero. Luego se entera Benito que Lorenzo no dirige nada; que había sido expulsado del sindicato. Hablan de explotación de indígenas en las haciendas, de la construcción de ferrocarriles, etc.

En la provincia de Azángaro los gamonales han despojado a las comunidades de sus tierras, de la manera más clamorosa: han matado y torturado hombres, mujeres y niños, con el apoyo de las autoridades. Lorenzo comenta: "Ayer ha hecho un año que la fuerza pública, al mando del coronel Revilla, prefecto de Cajamarca, entro en Llaucán y arrasó con todos..., no sólo los indefensos reunidos, sino entrando a las casas". Hace referencia a una carta de Llaucán al señor Ministro de Justicia, exponiendo los atropellos de Llaucán; entre los firmantes está Rómulo Quinto (de Rumi), según Benito.

Cuenta Benito que, por haber matado a su padrastro, y a falta de cárcel, fue encerrado en un cuarto de Rosendo Maqui; este último lo soltó.

Benito quiere volver a la comunidad, por eso estaba aprendiendo a leer. Termina la historia narrando la fuerte explosión que hubo en el Callao, y cómo eso hundió el bote; de cómo la lancha no daba para vivir; y de que ambos (Benito y Lorenzo) tuvieron que quedarse en el Callao, resignados en trabajar recogiendo conchitas, después de haber intentado éxito— encontrar otro trabajo en Lima.

XVIII. La cabeza del Fiero Vásquez

Una pastora encontró entre unos matorrales la cabeza del Fiero Vásquez. Llegaron el juez, el subprefecto y muchos campesinos. No había indicios de quién lo había matado: ¿los gendarmes, una mujer por celos,...? Enterraron la cabeza. Casiana se enteró del suceso.

XIX. El nuevo encuentro

Juan Medrano está mirando Solma, la tierra que tiene por delante y que se parece un poco a Rumi; Juan Medrano la anidó. Simona, cocinando al raso, está con él. Se hace de noche y duermen allí. Su destino es trabajar la tierra, como su abuelo Antón. Juan y Simona tienen dos hijos: Roli y Elvira. Hacen su casa, y siembran en ese mes de noviembre, con la ilusión de obtener una buena cosecha que pueda beneficiar a los padres de ambos y a Modesto, un pastor que vive solo —únicamente tiene la compañía de una culebra— y a quien tratan de brujo. Llegaron las lluvia y crecieron el trigo y el maíz; Juan realizó la cosecha —con la ayuda de otros, como es habitual—, acordándose de Rosendo. Al final de la cosecha llegó don Ricardo, que se llevó la mitad de lo recogido, y reclamó casi otro tanto por las facilidades prestadas: los colonos se quedaron únicamente con los granos necesarios para su sustento.

XX. Sumallacta y unos futres raros

La indiada llenaba el pueblo en fiesta. "Demetrio Sumallacta vio a Amadeo Illas en una cantina. Les contó el cuento del zorro y el conejo". El zorro, decía unos de los futres, representa al mandón y el conejo al indio; pero el indio toma revancha. Un pintor invita a Demetrio para ser modelo; le dará dos soles diarios. Al regresar a casa dice que se encontró con unos futres que hablaban del "indio", "justicia", "el hombre", y que consideran hombre al indio. Se durmió después de haber hecho grandes alabanzas del maguey.

XXI. Regreso de Benito Castro

Se enroló en el ejército y ascendió a Sargento primero. Se licenció. Consiguió un rifle y quinientos tiros. Benel, guerrillero, quiso plegarse a él, pero desistió al saber que era hacendado.

Ningún gobernante hacía nada por el pueblo. Se compró un caballo y se fue a su comunidad. Se dio con la sorpresa de que había desaparecido; en la casa de Rosendo no encontró más que un cerdo. ¿Qué pasó con la gente? ¿Dónde estaban? ¿La peste? ¿Algún gamonal les había desalojado? ¿Rosendo? ¿Pascuala? Lloró. Encontró tan sólo a un habitante, Ramón Briceno, quien le comunicó lo de Amenábar y que estaban en Yanañahui. Subió a Yanañahui y se encontró con su hermana Juanacha. Se enteró de la muerte de sus padres y del nuevo Alcalde —Clemente Yacu— que estaba enfermo; éste le fue contando lo sucedido. El espíritu de Rosendo estaba en la comunidad.

XXII. Algunos días

Benito revivió intensamente en dos días todo lo ocurrido en la comunidad. Fueron presentándole a todos. Madre e hija se presentaron para que Benito les leyera la carta que el esposo de la hija le había enviado. Benito fue a conversar con el Dr. Correa Zavala, que le dio la noticia de que se podían quedar y cultivar las tierras —que ahora ocupaban— con tranquilidad, porque la Corte Superior de Justicia había fallado a favor de la comunidad. Benito salió de caza con Porfirio Medrano y le anuncia que le propondrá como regidor. Luego, se casó con Marguicha.

XXIII. Nuevas tareas comunales

Dinamitaron la laguna para aprovechar más tierras de cultivo. Benito Castro dijo a la comunidad que él era el responsable de eso, a pesar de las supersticiones. La gente se oponía por la superstición de la "mujer negra y peluda", que suponían vivía en la laguna. También destruyó unas ruinas donde, decían, estaba el "chocho". Pero no había ni tal chocho ni tal laguna encantada. No pocos se opusieron, se discutió en la comunidad, y la mayoría voto a favor de Benito. Clemente renunció por el reuma y Benito fue elegido Alcalde.

XXIV. ¿Adónde? ¿Adónde?

Artemio Chauqui decía: "El indio es un Cristo clavado en una cruz de abuso". Benito Castro organizó a la gente contra Amenábar, que intentaba llevarles a trabajar a su chacra. También luchan los munchinos. Se acercaron los de Amenábar. Benito Castro dispuso las operaciones y treinta hombres se pegan contra las peñas dejando la vía libre. Al fin aparecieron los guardias con un indio de guía. Se tiraron al suelo ante los disparos; murieron seis guardias y algunos comuneros: Porfirio Medrano y Fidel Vásquez. Rumi y Umay también se sublevaron, pero les atacaron con máuseres. Mueren muchos, entre ellos Benito Castro.

VALORACIÓN DOCTRINAL

Esta novela pone de relieve —con calidad literaria y maestría en el relato— la iniquidad del trato injusto al indio.

Presenta una neta división de la sociedad en clases: por una parte todos los que tienen alguna autoridad —gobernantes, jueces, policías, etc.—, que están a una con el hacendado (que es el explotador y opresor); y por otra parte los indios, que son explotados y oprimidos. Sin embargo, no se encuentran las argumentaciones dialécticas o demagógicas típicas de la doctrina marxista: aunque la temática podría haber facilitado una orientación de este tipo, el autor va por otros derroteros.

La religión aparece como una costumbre de gentes campesinas que celebran las fiestas del santo y acuden a él o a la oración "al Justo Juez", en sus necesidades. Las prácticas religiosas están mezcladas muchas veces con elementos de superstición. La figura del sacerdote o la del fraile, aunque aparece pocas veces, no queda bien parada. Sin embargo, la actitud del autor hacia el tema religioso no es despectiva ni tampoco ridiculizante.

Aunque no abusa del recurso a lo erótico, hay capítulos con pasajes un poco fuertes, pero sin detenerse en la descripción (vid. Cap. I, IV, V, VIII y XII).

La edición abreviada de esta obra presenta inconvenientes menores y parece más apta para estudiantes de secundaria y universitarios.

 

                                                                                                               E.L.A. (1992)

 

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