Presentación de la serie

Continuación del capítulo #9. San Manuel González.

9.3 Relación con las oposiciones para la carrera consular y para auxiliar administrativo.

 

Con el tiempo, Escrivá se distanció de san Manuel González. Plantearemos algunas hipótesis de los motivos.

 

Escrivá tenía, entonces, un querer sin querer. Le costaba mucho salir del pozo (espiritual, anímico, vital, económico) en que estaba hundido. Las idas y vueltas, la montaña rusa de la que hemos hablado (#8.3). Subía y bajaba. Volvía a caer.

 

Es claro que la relación con san Manuel González se enfrió. Se distanciaron. No sé bien el motivo, pero podemos plantear al menos dos.

 

Por un lado, Escrivá no se decidía a salir adelante, no avanzaba con la fundación que le habían sugerido como remedio, y a la que se había decidido un 2 de octubre, al volver a ordenar, esta vez en serio, aquellos papeles. El santo Obispo era un hombre de mucho empuje. Por lo pronto, Escrivá afirma, incluso en la versión canonizada, que 1929 fue un año perdido. José María estaba apático, no se decidía a trabajar en el proyecto, puesto que tenía otros proyectos personales. Proyectos “más mundanos” podríamos decir... (cfr. Capítulo #8 oposiciones para auxiliar administrativo). En mi relato, Escrivá no se terminó de comprometer definitivamente con su sacerdocio, mediante una fundación, hasta febrero/marzo de 1930, y sino un poco más tarde incluso.

 

En todo este mar de dudas, de deseos contrapuestos, de falta de norte vital, José María ciertamente no se sentiría cómodo teniendo una charla franca con el bueno de Manuel González. Interiormente no estaba bien, y la energía e impulso de san Manuel le resultarían molestas. Además, podía evitar el trato con el santo Obispo con más facilidad, porque ya no estaba el P. José María Rubio, quien era el vínculo evidente entre los dos.

 

Este distanciamiento o enfriamiento se hizo más notorio al no acudir José María a visitar al Prelado, cuando este llegó a Madrid, luego de lograr salir con vida del asalto e incendio al Palacio Episcopal en Málaga en 1931. Al día siguiente, 14 de mayo, escapó a Gibraltar, donde estuvo siete meses viviendo en un Asilo. El 27 de diciembre de 1931 regresó a su diócesis, y fue a Ronda donde vivió con los PP Salesianos durante otros siete meses. Después de ciertas peripecias, se radicó definitivamente en la Capital, el 7 de noviembre de 1932[1].

 

Las mujeres españolas pertenecientes a las Marías de los Sagrarios estaban unidas en oración “por el egregio perseguido, como rezaban por el Príncipe de los Apóstoles los cristianos de los primeros tiempos. A la oración habrá de unirse también la expresión entusiasta de adhesión filial al expatriado (…).”[2]

 

En Madrid, acudían muchísimas personas a visitarle, tanto para acompañarlo en su destierro, como para tratar con él asuntos de su alma. “Sacerdotes, religiosos, seglares invadían casi continuamente sus habitaciones y veces había en que esperaban audiencia, no sólo en la salita de espera, sino en la Capilla y en el comedor. Algunos comentaban jocosamente que de seguir aumentando las visitas, iba a ser necesario esperar turno en la escalera, y recordaban las peregrinaciones para consultar con el Santo Cura de Ars.” (Campos Giles). Uno de esos peregrinos, quien llegó de forma tardía y con excusas, sería nuestro Padre: en un episodio que hará recordar, ciertamente, al hijo pródigo y el Padre misericordioso.

 

Transcurrían los meses del calendario, pero José María no acudía a interesarse por su suerte. Medio año, incluyendo las fiestas de Navidad, Año Nuevo, Semana Santa, San José, etc, etc. Mucho tiempo.

 

Y José María no visitaba al Obispo perseguido y desterrado. Y eso que en principio estaba con frecuencia en las cercanías[3]

 

El paso de los meses me parece que hizo lógico que en un momento comenzara a necesitar una excusa para regresar, y así lo hizo en mayo de 1933, con la excusa de cierto encargo de la M. Priora de Sta. Isabel.

 

Hasta aquí el distanciamiento por desidia, por la vergüenza de no haber podido o querido avanzar con la fundación, con ese remedio.

 

Sin embargo, el distanciamiento puede haber sido más doloroso, más sangrante. No por apatía o pereza de Escrivá para fundar (que esto hasta él mismo lo reconoce), sino por una especie de traición.

 

En efecto, a lo mejor la falta de sinceridad de Escrivá sobre sus verdaderas motivaciones, que saldrían a la luz pública al presentarse a oposiciones civiles (carrera consular y auxiliar administrativo), hubieran hecho que se enfriara la relación con san Manuel González. Pero no tanto por don Manuel, que conocía de pecados y debilidades de otros sacerdotes jóvenes, y que habría tratado ya en su diócesis, ya en su amplia labor de dirección espiritual con sacerdotes apagados por toda España. El Obispo pudo haberse enterado por el periódico de las nuevas andanzas (de la recaída) de Escrivá, o algún conocido en común se lo hiciera saber, y así san Manuel vería confirmado el doblez de nuestro Padre, que se haría proverbial... Pero dudo que san Manuel lo hubiera rechazado, aunque José María estuviera nuevamente sucio del barro del mundo. Arrastrado por Mamón.

 

Creo que el distanciamiento ocurrió porque Escrivá se sentía sucio y le costaba volver. Natural. Escrivá no podía mirarlo ya a la cara… Si volvéis a leer lo de auxiliar administrativo también os daría vergüenza. A lo mejor nuestro Padre veía su propia recaída (las segundas oposiciones) como una traición a don Manuel y a los otros sacerdotes que lo habían ayudado. Mi impresión es que nuestro protagonista se alejó, con bochorno y el rabo entre las patas, de su mentor / consejero / director espiritual (el rol que hubiera desempeñado el santo Obispo de Málaga en la vida de José María Escrivá antes del 16 de mayo de 1933).

 

Sabemos bien que Escrivá rearmó su vida y se dedicó, más o menos de lleno, a su sacerdocio y fundación. Se volvió a situar sobre terreno firme. Alejó las dudas. En mi relato, por tanto, es perfectamente coherente el siguiente episodio: años más tarde, José María Escrivá, ya convertido, volvería arrepentido a los brazos de san Manuel. Ya estaba definitivamente encaminado en el sacerdocio y en la Fundación (siguiendo el consejo de ser un cura fundador). Fue un encuentro largamente añorado, en el que se derramaría bálsamo sobre las heridas que marcaban el corazón de José María. Un encuentro paternal, sacerdotal, netamente evangélico. No dudo que José María se arrodillaría, arrepentido, a los pies de san Manuel, quien lo alzaría de los brazos y lo envolvería en un abrazo, con su hombro cálido y mullido para las lágrimas del joven. Un padre.

 

Fue el 16 de mayo de 1933, cuando José María Escrivá volvió, humilde y arrepentido. San Manuel lo recibió cordialísimo. De una forma tan cariñosa que haría llorar al más desalmado. Hasta el peor de los traidores se vería desarmado y acogido. No en vano, san Manuel tenía un corazón gigantesco, paternal. Se desvivía por la santidad de los sacerdotes, por ayudarlos, por encenderlos. Sería como el padre de la parábola. Ciertamente. No en vano la Iglesia tiene a este santo Obispo en los altares. Una persona excepcional. Y perdonaba. Y sanaba. Y a él acudió, buscando cualquier excusa para retomar el contacto, nuestro Escrivá, arrepentido y encaminado. Vio en seguida que san Manuel no guardaba rencor, ¡faltaría más! Que lo recibía sin atisbos de acritud en su trato, en su voz. Sin reproches. Con los brazos abiertos, como un verdadero padre: le dio un abrazo muy apretado. Le dio también su bendición, por dos veces. Y, con la mano sobre la cabeza del hijo pródigo, pidió fortaleza para el joven sacerdote: ad robur, ad robur! [4]

 

Procurad, por tanto, leer el Apunte n. 1014 a luz de mi visión sobre quién fue el verdadero Escrivá, y veréis que es imposible que nuestro Padre recién conociera a san Manuel el 16 de mayo de 1933 como afirman los historiadores prelaticios.

 

1014. El día 16 de este mes, con la excusa de cierto encargo de la M. Priora de Sta. Isabel, visité al Sr. Obispo de Málaga. El Santo Prelado fue cordialísimo. Puesta su mano sobre mi cabeza, por dos veces me dijo: ‘ad robur, ad robur!’... Me prometió orar por mí y me dio, al marcharme, un abrazo muy apretado. Además, que vuelva, me advirtió, que vuelva cuando quiera a verle.

 

Escrivá podría volver cuantas veces quisiera. Estaba perdonado. ¡Para fortalecer, para fortalecer! Qué paz que sintió.

 

Para la entrevista, Escribá había buscado una excusa. Vuelve a su padre espiritual. Se ve que necesitaba hablar o comunicarle algo, pero no se animaba directamente, había una tensión o algo sin resolver adecuadamente. Para visitarlo, se inventa un “cierto encargo” de la Priora. Pero sus motivos son otros. Necesita ver al santo Obispo. Necesitaba ponerse a sus pies (el gesto de la bendición sobre la cabeza lo da a entender). Necesita decirle algo. No sabemos qué, pero lo intuimos. Probablemente haya ido a ver a san Manuel para decirle que ya estaba bien, que ya no volvería a dudar. Que todo estaba encaminado. Que ya había vuelto a comenzar y llevaba mucho tiempo bien. Que estaba haciendo apostolado con jóvenes, obreros y universitarios. Etc.

 

La datación que realizo del primer encuentro antes de 1933, como evidentemente sucedió, sirve también para entender aquella carta que escribió Escriba a Isidoro Zorzano el 3 de marzo 1931. Isidoro residía en Málaga, precisamente la diócesis de don Manuel. Es aquella carta que dice: que cuanto antes vayas a visitar al Señor Obispo y no hagas nada en este asunto sin su aprobación. A este bendito Prelado debes hablarle con claridad de todo: te entenderá bien porque está más loco que nosotros. No dejes de ir en cuanto puedas.

 

(Como siempre, es imprescindible que la Prelatura, al igual que con los Apuntes, libere el Epistolario completo, al menos el anterior a 1950, porque este texto seguro que es fragmentario. ¿Qué más dirá Escrivá en esta carta? ¿Es una visita institucional, como miembro de la Obra, o una visita de carácter privado? ¿Qué otras indicaciones o novedades comunicó el Fundador a Isidoro?)

 

Pues bien, si Escrivá y don Manuel no se hubieran conocido desde antes, es que la carta no tiene mucho sentido. Escrivá le escribe a Isidoro para que trate con el Obispo su proyecto de fundar la Federación de Estudiantes Católicos en Málaga y unirla a la Confederación de Estudiantes Católicos de España. Escrivá no puede haber escrito esa carta sin conocer anteriormente a Mons. González. No puede decirle a Isidoro que le hable de la Obra (“con claridad de todo”). No puede llamarlo “loco”, sin conocerlo de antemano, sin ser cercanos. Sería un atrevimiento, una insolencia. Una descortesía, incluso riesgosa si Isidoro repetía esas palabras literales o mostraba la carta como presentación. Escrivá y don Manuel tenían que ser cercanos, porque sino no cuadra que enviara a un hijo suyo a hablar con el Obispo bajo estas premisas. Evidente. Pero yo además creo que Escrivá estaría procurando que Isidoro a lo mejor le allanara un poco el camino para el reencuentro de 1933. Al ver a Isidoro, y los intentos fundacionales que tenía para una institución católica en Málaga, con el impulso de nuestro Padre, el Obispo vería que José María ya está embarcado de lleno en la labor Fundacional, contando incluso con algunos seguidores. Isidoro sería una buena carta de presentación. No tanto el papel en sí, sino el joven de gafas redondas, entregado a una labor del apostolado social católico bajo el impulso de nuestro Padre.

 

En definitiva, no tengo ninguna duda de que san Manuel influyó en Escrivá antes de 1933. E influyó de una forma que el Fundador trató de ocultar, comenzando esta maniobra con una carta del 12 de abril de 1938 (que Jaume comentó en su entrega sobre el Sacerdote X).

 

Creo que podemos entender bien por qué Escrivá y los prelaticios habían decidido borrar (¡literalmente, borrar!) a san Manuel de la biografía que estaban construyendo: porque hacía más patente que José María Escrivá, el de carne y hueso, poco tenía que ver con el sanjosemaríafundador que se inventaron para colocar en los altares.

 

¿Nuestro Padre acudió al funeral del bueno de don Manuel en Madrid en 1940[5]? ¿Escrivá testificó en el proceso de canonización de san Manuel González? Entiendo que lo podría haber hecho entre 1952 y 1960 cuando se clausuró el Proceso Diocesano. Hubiera sido un buen gesto, agradecido, con su amigo. Y para nosotros sería interesante leer lo que nuestro Padre aprendía de otros santos con los que trató. En esta misma línea, sería interesante saber si testimonió para el proceso de san José María Rubio, o de san Pedro Poveda (la providencia hizo que la canonización de ellos dos fuera en la misma ceremonia). O si hizo lo mismo que con su benefactora, doña Luz Casanova, con quién debería estar sumamente agradecido, pero sin embargo, como explica Giancarlo Rocca, no escribió más que dos líneas protocolares, en latín… Desagradecido. A lo mejor ni siquiera dos líneas protocolares por sus otros ¡santos! amigos. (Como he dicho otras veces: sanjosemaría se sentía muy incómodo al recordar quién había sido el Escrivá histórico de los años 20 y 30.)

 

Por último, es interesante volver a leer lo que escribió el santo Obispo sobre el cura fundador, y contrastarlo con lo que Escrivá afirmó de su Fundación. El obispo hace referencia a que los vientos de Dios llevan a lugares insospechados. Y que lo que un fundador planificó, muchas veces no tienen nada que ver con el resultado final. Uno planifica y la obra sale diferente. Y, con enorme sensatez, reconoce que esos caminos de Dios son tan varios y tan fuera de regla, que no será él quien se ponga a reglamentar instituciones. Y que las obras fundadas nunca terminan siendo como inicialmente se imaginaron. Y lo mismo ocurrió con el Opus Dei, que tiene poco y nada que ver con lo que se contenía en aquellos esquemas, cuadros sinópticos, diagramas, campos de acción, que Escrivá estuvo planificando en 1927, 1928 y en adelante. Por eso los quemó (tanto el paquete de octavillas como el respaldo en el Cuaderno I). Y por eso lo que sobrevivió de aquellos diseños no ha salido todavía a la luz. Porque Escrivá en un momento de locura llegó a afirmar que no había sido él quien fundó y diseñó la institución, sino el mismo Altísimo. Que la Obra no era suya sino de Dios. Que no la había imaginado un hombre… Además, afirmaba que Dios iba guiando cada uno de sus pasos: él tan solo tuvo que dejarse llevar. No proyectaba ni planificaba, simplemente obedecía: pon esto aquí, haz esto asá, quita esto de delante y ponlo allá, da este paso, y así atravesaremos las montañas. Por tanto, con toda propiedad, se la puede llamar la Obra de Dios: porque la fundó Él directamente, porque Él guió cada uno de sus pasos, y porque el Cielo está empeñado que se realice. Y Escrivá no creía (bueno, entonces sí, pero no cuando reescribió su historia) en lo que san Manuel plasmó en aquellas páginas. Por el contrario, él afirmaba que, desde el comienzo, había visto el Opus Dei desarrollado a través de los siglos, y después la realidad había ido confirmando el plan inicial de Dios. Y cuando esto no había ocurrido así, pues que Escrivá falsificó la datación de los Apuntes, de las Cartas, etc, y puso como visto o escrito en años fundacionales, los desarrollos y proyectos a los que tres décadas más tarde lo llevó la realidad. Pero no. Lo de san Manuel está lleno de sentido. Los planes de los hombres, como los que diseñaron Escrivá y Norberto, con la ayuda de Pepe y bajo la dirección del P. Sánchez, son planes que cambian, proyectos que se reglamentan y ni siquiera nacen... Y no hay nada de malo en eso. Y la Obra hubiera sido más real, más humana, más abierta a admitir equivocaciones y afrontar cambios, correcciones de rumbo, si hubieran seguido las sugerencias del bueno y santo Obispo Manuel González. Hubiera actuado con menos dogmatismo y sin creerse infalible.

 

Una adenda simpática. Año de 1935.

Podéis leer un reportaje de 1935 por las bodas de plata de la Obra de las Marías de los Sagrarios, en la revista ESTO[6]. Incluye un par de fotos de Mons. González, que recomiendo porque entiendo que la parte gráfica tiene una fuerza pedagógica especial, por aquello de que una imagen vale mucho. También se muestra el escudo de la Obra de los Discípulos de San Juan. Hay una fotografía del sagrario de su piso en Madrid, en la calle Blanca de Navarra, donde nuestro queridísimo Padre y Fundador saludaría al Señor en varias oportunidadesY donde el santo Obispo habrá rezado alguna vez por la Obra de Dios…

 

La obra también se llamaba de las Tres Marías, y entregaba un precioso Diploma. Es bonito darse cuenta que el de la fotografía está firmado por nuestro ya conocido san José María Rubio… Aunque fuera una Obra de san Manuel era san José María quien la dirigía en Madrid. Al menos a mí me ayuda a ver su firma para certificar su estrechísima relación con el Obispo de Málaga…

 

Ya pregunté si la Abuela y la Tía Carmen tendrían su certificado… A lo mejor Dolores y Carmen hubieran conseguido una amiga (¿la madre o la hermana de don Norberto?) y las tres se hubieran hecho cargo de algún sagrario abandonado. But I digress

 

El Santo Padre le había dirigido una carta cariñosísima al virtuoso Prelado. Indican que en ese tiempo habían “promovido seiscientos millones de Comuniones, otras tantas visitas y ha llevado por todos los caminos a miles de cientos de personas para acompañar los Sagrarios abandonados.” La Obra contaba con más de doscientas mil asociadas, entre las que ya doy por supuesto que estarían Dolores y Carmen. Faltaría más.

 

La fiesta por los XXV años se celebró, en Madrid, con un Te Deum en las Esclavas del Sagrado Corazón[7]. ¿José María Escrivá estaría presente? No hay que descartarlo. Por diversos motivos. En segundo lugar, por la amistad que lo unía a este Prelado. Y en primer lugar porque acudía con mucha frecuencia precisamente a la Iglesia de las Esclavas… Vivía pared por medio… Dicho sea de paso: no hay que descartar que Escrivá se haya mudado en 1932 al n.4 de esa calle, contiguo exactamente a esa iglesia, dado que allí eran capellanes su mentor don Norberto y su otro apoyo (de su misma edad) don Lino… Todo esto es notable, al menos para mí. Al igual que no es casualidad (pese a lo que después haya dicho Escrivá), que anteriormente haya vivido en la calle Viriato[8], en un piso de las Damas Apostólicas, pegado justamente también a la casa de don Norberto… Escrivá siguiendo a Norberto desde 1927… Además, en 1934 está documentado que acudía los sábados a oficiar la Bendición en las Esclavas de Martínez Campos / Francisco Giner n.6 (Apunte n. 1794)…

 

¿Por qué acudía nuestro Padre habitualmente a esa iglesia? Resulta que precisamente allí trabajaban entonces de capellanes, como va dicho, nada menos que nuestros queridos don Norberto Rodríguez y don Lino Vea-Murguía… Recordemos que don Norberto era el número 2 de la Obra y don Lino era el número 3. San Manuel acudía a la iglesia de las Damas Apostólicas cuando allí estaba san José María Rubio y don Norberto (y don Lino, unos meses); y san Manuel acudió a las Esclavas cuando allí estaba don Norberto y don Lino (quien murió mártir en 1936, así que podría decir san Lino). ¿Casualidades? Pues no lo creo… Y en ambos sitios, orbitando en torno a Norberto, encontramos al joven presbítero de Zaragoza

 

(Adelanto del capítulo #46.9. En 1931 tenemos a don Norberto viviendo en Viriato 20… Y Escrivá se mudó al número 22… Y en 1932 ¡nuevamente! tenemos algo muy similar: a Norberto de capellán en Martínez Campos 6 y a Escrivá mudándose a Martínez Campos 4... Parece que Escrivá lo perseguía… ¡De los miles y miles de sitios donde podría haber ido a vivir en Madrid, viene a alquilar precisamente al lado de donde trabajaban Lino y Norberto! La probabilidad que le asigno a este evento es bajísima: 1 en 100.000. Es imposible que Lino y Norberto no hubieran jugado un papel en la mudanza de los Escrivá a Martínez Campos n.4 cuando ellos trabajaban en el n.6. Como dije otras veces: apoyaban al cura llegado de Zaragoza desde un punto de vista afectivo, espiritual y económico.)

 

Mirad con atención la fotografía que incluyo a continuación. No hay que descartar que alguno de esos sacerdotes oficiando junto a san Manuel en tan señalado aniversario fuera uno de nuestros Hermanos (cfr. Capítulo #15.4, para esto de Hermanos sacerdotes, y hermanos seglares)…

 

Es más: si don Norberto fuera el primer sacerdote de la fotografía, creo que el buen Dios se está divirtiendo demasiado conmigo… (por otras dos fotografías suyas de las que dispongo, creo que guarda un cierto parecido…).

El excelentísimo señor Obispo de Málaga oficiando de Pontifical en el solemne “Te Deum” celebrado con motivo del vigésimo quinto aniversario de las Marías de los Sagrarios. ¿Estará acompañado el santo Obispo por nuestro querido don Norberto Rodríguez, capellán precisamente en la Iglesia de las Esclavas del Sagrado Corazón, y co-fundador de la Obra de Dios? ¿Y a lo mejor otro sacerdote sea don Lino? De él no tengo fotografías, pero Pedro Casciaro lo recuerda como “un sacerdote madrileño, alto, fuerte y joven, casi de la misma edad que el Padre”

 

El Obispo de Málaga y don Norberto aparecen los dos mencionados en un Apunte de Escrivá, exactamente de un año antes de esta fotografía. Es el Apunte n. 1162. Me causa una cierta ternura esta interacción entre Escrivá, Norberto, y san Manuel. Seguramente existan al menos tres visiones de las relaciones mutuas, y nosotros sólo hemos escuchado la de Escrivá… Y esta campana, pues que la hemos escuchado alterada, mutilada, falsificada en aspectos objetivos, más allá de la diferencia esperable por el natural sesgo subjetivo del protagonista que nos transmitió su visión de la historia. Además del punto de vista narcisista de José María, se suma la falsificación de las fuentes primarias. Así es muy difícil.

 

En 2018 revelaron más contenido del Apunte 1162. Aparecen allí, precisamente, tres personas que yo había considerado (antes de 2018) como “directores externos” de la Obra en distintos puntos del tiempo: el P. Sánchez, el P. Poveda, y don Manuel González…

 

En concreto, la versión que logré reconstruir de este Apunte n. 1162 es la siguiente:

 

(…) Sobre este asunto [¿cuál era la diferencia de criterio con Norberto?] he consultado con mi Director −el P. Sánchez−, con D. Pedro Poveda y con el Sr. Obispo de Málaga. Y los tres me dicen: “que lo trate con caridad; que lo conlleve, dejándolo a un lado, lleno de atenciones; y que aproveche de él lo que se pueda» (…) Y el caso es que el santo varón a mí me quiere y quiere la O. y es muy rebueno. (16 de marzo de 1934, en Ánchel, 2018)

Don Norberto: me ha hecho su amistad mucho bien, y es un santo. Sin embargo —no quiero ponerme en detalles— ahora, sin duda porque no está bien de salud, consiente el Señor en que el buen D. Norberto se empeñe en ser para mí una cruz. Algo he debido escribir en las catalinas —creo que no, todo— que pone de manifiesto cómo el pobre D. Norberto intentó —más de una vez— torcer, en pequeñas cosas, el rumbo de la O. [Obra]. Yo no lo consentí: no podía ser, más que lo que Dios quiere. (Positio, Biographia Documentata, Vol. 3, p. 317)

 

Dejo simplemente constancia aquí de que es muy probable que el texto que incluyeron en la Positio para canonizar a Escrivá debe ser una falsificación. En mi relato, es imposible que Escrivá estuviera escribiendo eso en marzo de 1934. Entiendo que es una reconstrucción realizada en 1968, cuando estaba reescribiendo su historia y la de su Obra. Creo que es otro Texto Camaleónico. Ya veremos cuando liberen los originales. Hay parte original y parte añadida sobre el manuscrito primitivo.

 

(Ya que es la segunda vez que mencionamos a san Pedro Poveda en este adelanto, y sobre quien hablaremos en el Capítulo #29, dejo aquí constancia de los siguiente. Al igual que Escrivá reescribió la verdadera relación que tuvo con el P. Sánchez, y con don Norberto, y con san Manuel González, el Fundador reescribió la verdadera relación que tuvo con san Pedro Poveda. Al igual que en los otros casos, falsificó sus Apuntes a esos efectos… En particular, es falsa la datación del Apunte 1274: Nos comunicábamos cosas personales, del alma. D. Pedro pasaba pruebas de escrúpulos, y yo le tranquilizaba. No hablábamos de nuestras obras apostólicas: nos queríamos como hermanos, oct. 1939 (Positio, Vol. 3, p. 357, nota 45). Todo esto es MENTIRA. Cada frase es falsa. Una infamia. A lo mejor, lo único verdadero es que se querían. Pero en todo caso como Padre e hijo espiritual[9]. El resto, todo falso.)

 

Por último, en esos días en que don Norberto y don Lino estarían en el festejo con san Manuel González (y José María probablemente también), tenemos un Apunte interesante que muestra la relación entre José María y Lino. Ya había dicho que, desde 1927, don Norberto venía sosteniendo afectiva, espiritual y económicamente a José María Escrivá, tan inestable él que estuvo a punto de desbarrancar varias veces. Y había dicho también que Norberto vinculó a José María con otros sacerdotes jóvenes, de su edad, para que lo encendieran con proyectos apostólicos y fundacionales. Uno de esos sacerdotes había sido precisamente don Lino (cfr. Capítulo #30). Pues bien, la fotografía con el Obispo de Málaga es del 4 de marzo de 1935, y pocos días más adelante, José María le devuelve a Lino 1.000 pesetas (una cifra respetable…) que éste le había prestado… Y, con un gesto magnánimo, al recibir el dinero don Lino dona 700 pesetas a la Obra. Probablemente más de lo que jamás donaron la Abuela y la Tía Carmen. Pues bien, entonces José María escribió en su cuaderno Gran Jefe:

 

1245. Ultimamente, al devolverle yo mil pesetas que me había prestado, como muchas veces había dicho Lino que las daba para la Obra, me entregó setecientas, que yo di a Ricardo (III-1935).

 

Por eso es tan doloroso, y con esto cierro, leer las mentiras que Escrivá, con más de 65 años de edad, dejó plasmadas, sobre el bueno de Lino (además de las calumnias contra el bueno de Norberto). En la documentación que Escrivá preparó para su canonización, sorpresivamente escribió para “aclarar” ese Apunte tan evidente en su literalidad, una afirmación que se contradice con lo anterior:

 

(…) el buen Lino no ha dado una peseta a la Obra, ni siquiera para el catecismo, o para los enfermos. (Positio, Vol 3, p. 378, nota 201).

 

Si estas palabras realmente son falsas y si además fueran una reescritura de los manuscritos originales para calumniar a Lino (q.e.p.d.), mostrarían que Escrivá es un sujeto bastante más ruin de lo que la gente cree. Me indigna pensar que Escrivá con el paso de los años se hizo desagradecido. Más rebuscado. Más vengativo. Más malvado. Fue un pobre hombre, que construyó un imperio.

 

Cuando Escrivá escribe que Lino no dio para los enfermos, esta afirmación dice mucho más de Escrivá que de Lino. No solo presenta a Escrivá como un mentiroso, sino como un desgraciado.

 

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[1] Vivió en la calle Blanca de Navarra, en un piso que ya había utilizado anteriormente de la familia Calonge y Page, que tenían desalquilado (cfr. Campos Giles).

Una crónica de la época relata: “desde un piso humilde, casi pobre, de Madrid, gobierna ahora su diócesis y las 200.000 personas que integran su obra [la Pía Unión de las Tres Marías, o las Marías de los Sagrarios-Calvarios]. Múltiples son las riendas de sus hábiles manos. Se multiplica su apostolado por Italia, Portugal, Filipinas, Argentina, Cuba, Chile, El Salvador, Venezuela, Colombia, Méjico, Brasil, Norte de África y otros países”.

[2] Escribe María de Echarri, desde Gibraltar, citada en la columna de Chafarote, a quien ya hemos mencionado, publicada en nuestro querido El Siglo Futuro, 10 de agosto de 1931.

[3] En 1932 por ejemplo acudía todos los jueves a ver a su confesor y nuestro Director, en las Eucarísticas de Blanca de Navarra, que entiendo estaban muy próximas al piso donde viviría don Manuel (quien tomaría “por norma, pues así lo aconsejaba la prudencia, mientras residió en Madrid, no exhibirse y pasar lo más desapercibido posible.”

624. Día del Santo Ángel de la Guarda, 1932: El sábado pasado, en las Esclavas de Mz. Campos, pude ver al P. Sánchez. Me citó para los jueves, en Blanca de Navarra (Eucarísticas).

[4] “¡Cuántas gracias cayeron sobre las almas durante su estancia en Madrid! ¡Cómo salían llenas de consuelo y de paz de aquel modestísimo despacho donde las recibía! A muchísimas personas se les oía exclamar emocionadísimas al salir, cono a la Samaritana del Evangelio:

“Me ha dicho todo cuanto yo hice” (Jn. 4, 28) y éstas a su vez traían a otras para que también se aprovecharan del don de Dios.” (Campos Giles)

[5] Falleció a la una de la tarde del 4 de enero de 1940 en el sanatorio del Rosario, en Madrid.

“La voz del locutor de Radio Nacional lanza sobre las ondas este dolorido mensaje que voló por el mundo: “En este momento llega a nosotros la triste noticia de que en el Sanatorio del Rosario acaba de morir el Excmo. Sr. Obispo de Palencia.”

España entera se conmovió el oírlo... / Acababa de expirar el Obispo mártir, el apóstol de la Eucaristía... / Acababa de dar sus últimas palpitaciones aquel gran corazón... (…) Delante de su cadáver van desfilando muchedumbres de fieles que le besan las manos y pasan por su rostro estampas y rosarios... /

¡Era un santo! ¡Era un santo! No se oía más que este grito entrecortado por las lágrimas... / De Palencia han llegado comisiones del Clero, del Cabildo y de las autoridades civiles. Aquel mensaje de la radio ha vestido de luto a toda España. / ¡Eran tantos los que le amaban! Por allí han desfilado el excelentísimo Sr. Nuncio de S. S. que reza hondamente conmovido, el Sr. Vicario de la Diócesis de Madrid-Alcalá en representación de su Obispo ausente, sacerdotes, religiosas, Marías, seglares y niños... / Durante toda la noche prosigue aquel interminable desfile ante su cadáver. (…)

Al amanecer comienzan las Misas que terminen con la que celebra el Sr. Nuncio ante su cadáver... Se procede a preparar el cuerpo... se agolpan sobre el féretro los Sacerdotes para guardar como recuerdo pequeños trozos de su fajín.” (Campos Giles).

Nuestro Padre había llegado a Madrid desde Valencia el día 5 de enero. Ese día partió el cortejo hacia Palencia, donde fue enterrado el 7 de enero en la capilla del Sagrario de la Catedral.

[6] Era una revista similar a las que más adelante impulsaría corporativamente la Obra de Escrivá: las revistas Telva y Ama. A través del papel impreso se podía llegar a muchos sitios. ESTO era una Revista del Hogar, y los obispos españoles recomendaban a los laicos que la propagaran entre sus amigos. Tenía secciones de moda, cultura, cine, hogar, etc.

El Obispo de Madrid-Alcalá le dedicaba una bendición similar a la que también emplearía para el Opus Dei: “Les aseguro que nadie quiere a ESTO tanto como yo, que lo he bendecido desde antes que naciera y lo sigo cada día con creciente entusiasmo e interés. ¡Adelante, por Dios y por España!”

Por su parte, el Obispo de Málaga daba su apoyo con una frase que bien podría haber estado también en los Apuntes de Escrivá, y transformada por un ghostwritter, convertirse en un punto de Forja o Surco. Decía el bueno de don Manuel: “Pido al Corazón Santísimo de Jesús que ESTO, tan limpio, tan moralizador, tan ameno, acabe con “aquello”, tan sucio, tan disolvente, tan grosero, con que en Revistas gráficas se ha venido envenenando a tantas almas.”

Y ¾ de lo mismo fueron los proyectos de revistas para el hogar que sanjosemaría “vio” que debíamos impulsar, bajo su batuta.

[7] Supongo que las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús en Martínez Campos n.12, y no las Esclavas de la calle de Cervantes esquina San Agustín.

[8] En el capítulo #46.8 veremos que el Apunte n. 202 probablemente sea una falsificación, y es imposible que haya sido escrito en 1931. Es aquel que dice El día 13, supimos que se intentaba quemar el Patronato: a las cuatro de la tarde salimos con nuestros trastos a la calle de Viriato 22, a un cuarto malo –interior– que providencialmente encontré. Si fuera una falsificación, mostraría el talante tan desagradecido de Escrivá sexagenario, en este caso contra doña Luz Rodríguez-Casanova.

[9] San Pedro Poveda se había ordenado sacerdote en 1897, para tener de referencia.