11.3. Continuación del Capítulo 11.

El Padre Sánchez. La fotografía de 1930.

 

Retomamos con el P. Valentín Sánchez Ruiz, sj, quien fuera el primer Director del Opus Dei. Esto, a mi modo de ver, debería estar ya aceptado. El segundo director entiendo que fue Mons. Eijo y Garay, a partir de 1940, cuando el Obispo de Madrid comenzó a ser el Moderador de la Obra.

 

Volvamos, pues, a 1930, luego de haber conocido a san José María Rubio y a san Manuel González, junto con otros personajes. Por aquel entonces, luego de decidir excardinarse de Zaragoza y pasar a Cuenca un 14 de febrero de 1930, como forma de salvar su sacerdocio y de conseguir el imprescindible sustento económico, José María Escrivá retoma el proyecto fundacional. Vimos que con el querido don Norberto y con José Romeo preparan el paquete de octavillas que dejan en manos del P. Sánchez, quien acepta la propuesta de dirigir aquel proyecto de obra apostólica. Todavía no había nada fundado. Y era un grupo, no un individuo aislado y menos el mismísimo Dios directamente, quien diseñaba aquellos comienzos.

 

En este contexto de un equipo fundacional buscando Dirección, ubico la fotografía con que ilustro esta Sinopsis [será la fotografía de la portada del trabajo final.

 

 

 


El Padre con Isidoro y unos amigos en Chamartín en el año 1930.
(Crónica, julio 1954, página 22).

 

Estos cuatro son los primeros miembros de la Obra. Zorzano se había incorporado recientemente (cfr. Capítulo #13), justamente un mes después de la entrevista decisiva de Escrivá y Norberto con el P. Sánchez. Los otros tres venían trabajando juntos en el famoso paquete de cuartillas con el proyecto de fundación.

 

Entiendo que esa fotografía corresponde a una visita que todos los miembros de la Obra de entonces realizaron a su Director, en Chamartín, en 1930. La tomaron para recordar una etapa tan señalada en la génesis de nuestra Obra.

 

Como el P. Sánchez era el Director de la Obra, no hay que descartar que todos los miembros (José María, Norberto, José, Isidoro) acudieran así, en grupo, en equipo, a ver al Director. Y, además, probablemente acudieran a confesarse. Como hemos dicho, “en 1917 el Director o Moderador debía ser sacerdote, y de ordinario desempeñaba el oficio de Capellán” (canon 698 del CIC17).

 

Todos los miembros de la Obra subieron a Chamartín a ver a su Director y capellán. Y para recuerdo histórico, solicitaron que les tomaran una fotografía. Entonces, era un “extraordinario”, algo poco habitual. Ahora estamos acostumbrados, y es gratis, porque todos tenemos un móvil con cámara fotográfica en el bolsillo o cartera. Pero en 1930 era algo especial. Y la visita merecía esa placa.

 

Los cuatro acudirían no una vez excepcional, sino con cierta regularidad… Es una hipótesis más que plausible… En la visión prelaticia canonizada habrían de decir que los otros tres acompañaban a sanjosemaría, quien iba a confesar, porque el P. Sánchez sólo fue el confesor, y nada tuvo que ver con el desarrollo externo de la Obra… Pero es absolutamente inverosímil que tal equipo completo acudiera hasta Chamartín, con relativa frecuencia, tan solo para ver cómo Escrivá se confesaba con Sánchez… Acudían, todos, a ver a su Director. Al Director de la Obra. Nuestro Director. Visitaban al jesuita en Chamartín para recibir instrucciones. Y eventualmente también a confesar con el capellán: al menos José María, Pepe e Isidoro se confesarían con el jesuita.

 

Es bonito notar que las figuras centrales de la fotografía son precisamente Norberto y Pepe Romeo. Escrivá y Zorzano están a los lados. Como en las fotos de bodas, en que si además de los familiares directos, aparecen los novios de los hermanos, entonces se toman fotos con y sin ellos, y cuando se incorporan en general se los suelen ubicar en los costados de la foto, pero no directamente en el centro… Mi impresión es que aquí ocurre algo análogo, aunque no buscado. Las figuras centrales en la composición son las centrales en la historia. Me explico. En aquella Obra fundacional, según mi visión, era notoriamente mayor el trabajo de Romeo que de Zorzano. Mi impresión es que Isidoro tenía buenas intenciones, pero no sabía demasiado de qué iba la cosa. Vivía en Málaga. Tenía poca vida cristiana (comunión poco frecuente, rezo esporádico del rosario, era lector de El Sol y no del querido El Siglo Futuro…, etc). Hacía lo que buenamente podía, y ciertamente no había contribuido en nada (a diferencia de Romeo) en la elaboración de aquel paquete de octavillas que evaluó el jesuita. Después, en la reescritura de la historia de la Obra, los prelaticios disminuyeron el papel de Romeo (creo que incluso lo calumniaron… pero ya iremos a eso), y agrandaron el papel que desempeñó Zorzano. Ciertamente, en 1937 Zorzano jugaría un papel relevante, pero no en el período fundacional, en el que era un personaje lateral y apartado. Y creo que don Norberto era figura central de la Obra de aquel entonces (algo hemos dicho, pero veremos más).

 

[En el capítulo #26.12 propongo un desagravio. Los prelaticios deberían reparar las calumnias que sobre José Romeo y don Norberto esparcieron Escrivá y Portillo. De Pepe, el fundador y los suyos dijeron que fue como Esaú. Que vendió la primogenitura por un plato de lentejas. La propuesta consiste en una estatua en un determinado sitio de Villa Tevere. Memoria, Verdad y Justicia, como plantean los argentinos.]

 

Esa fotografía para mí representa muchísimo. Por esto, yo hablo de un equipo fundacional. Escrivá y Norberto realizan el paseo hacia Chamartín para presentar al P. Sánchez a los dos seglares que integraban la Obra: Romeo y Zorzano. Así ellos también conocían personalmente al nuevo Director: al querido y sabio P. Sánchez Ruiz. Era una garantía poder contar con el respaldo de los jesuitas. Romeo estaría especialmente contento, puesto que desde hacía dos años estaba colaborando con José María, como una especie de secretario. Y establecer un compromiso vocacional con dos curas extradiocesanos (Zaragoza y Astorga, respectivamente), que estaban haciendo malabares para que no los regresaran a sus respectivas diócesis, y sin tener ninguna autorización en Madrid para reglamentar la vida de seglares e imponerles votos y compromisos y entregas, pues que era algo muy pero muy arriesgado, por decir lo menos. Pero si contaban con la bendición de los jesuitas, que tan sólidos y reconocidos eran dirigiendo estas nuevas asociaciones que surgían, pues eso era otro cantar. Era imprescindible sí que los dos seglares sintieran el respaldo del jesuita.

 

Como va dicho, Escrivá quería fundar, y de hecho necesitaba fundar. No sabía por dónde empezar; cómo diferenciarse de otras instituciones; qué aportar a la Iglesia de España de 1930. Para eso, comenzó a recabar información en otros países (Capítulo #5). Entiendo que fue Pepe Romeo quien lo ayudó en este proceso: redactando las cartas a máquina, y después enviándolas a instituciones modernas de Hungría, Polonia, Francia, etc. Conseguía las direcciones postales (cosa no tan sencilla en la época pre-Internet, sin Google). Colocaba las estampillas y las echaba al buzón. A lo mejor incluso ayudaba con alguna traducción, porque no sé qué tan bueno era Escrivá con los idiomas..., y eso que se había preparado, tanto para las oposiciones como diplomático, primero, como para las de mero auxiliar administrativo en Asuntos Exteriores, después... Pero eso, gracias a Dios, era cosa del pasado. Ahora, a trabajar en la Fundación, viendo qué novedad importar en España (cfr. Capítulo #10).

 

Así, lanzando estas botellas en la mar, habían comenzado a llegar las respuestas desde los diversos países. ¡La vitalidad de la Iglesia era asombrosa! ¡Qué proyectos inspiraba Dios en medio mundo! Lograron recabar muchos Reglamentos, folletos y diversas informaciones. Pepe los calificaba, los ordenaba, pegaba folletos en algún tipo de álbum, y volvía a redactar nuevas cartas, poniendo en limpio lo que Escrivá escribía, o lo que Escrivá dictaba.

 

Entre las ideas previas que tenían, sumado a la nueva información que llegaba, y a las visiones o inspiraciones que seguía teniendo la mente febril de José María, aquello se estaba desbordando.

 

Los Apuntes liberados n. 63, 65, 66 y 67 (por favor, leedlos[1]) dan una idea de ese ambiente de excitación y desenfreno, y son inmediatamente anteriores al pedido que le hicieron al P. Sánchez. ¡Cuán necesaria era la figura del moderador que encauzara y dirigiera aquella catarata de proyectos!

 

El lunes 16 de junio de 1930, Escrivá escribió, con una agitación notable, una serie de lineamientos generales sobre lo que era la Obra que supuestamente había “visto”. Estos apuntes son de vital importancia, pero como tantas cosas que hacen al núcleo de la Obra, permanecen escondidos. Y ya hace casi un siglo de aquellos eventos... Ha pasado tanto tiempo que el cadáver que han escondido dejó incluso de oler mal. A lo mejor ya es polvo, y nada más que polvo. Lo veremos cuando lo liberen, cuando desentierren los Apuntes. De hecho, cuando llegue ese momento no creo que seamos muchos los que sigamos interesados en leer las divagaciones que José María escribía en aquel junio de 1930 cuando se decidió, finalmente, a avanzar con su Obra. A lo mejor cuando se cumpla el Centenario de esos hechos, sean muy pocas las personas que consideren que la Obra es relevante y que amerite dedicar un par de años a estudiarla. En cualquier caso, aquí por el momento sigo yo a la espera y con algo de energía e ilusión. No sé por cuánto tiempo más...

 

Estamos por tanto en junio de 1930, con un Escrivá escribiendo fichas. Con Norberto y Pepe ayudándolo. Las pasaban en limpio, las organizaban, las numeraban. Seleccionaba fragmentos de los reglamentos que iban recibiendo. También pegaba en algún cuaderno los recortes de prensa que iban consiguiendo sobre otras fundaciones (distintos de las cartas, y con esto también estaban haciendo un fichero o álbum), etc, etc. Había que poner un poco de orden en todo aquello.

 

Redactar los lineamientos generales de la nueva institución se estaba tornando una tarea muy enredada: Escrivá se excitaba y volcaba muchas ideas, pero sin dirección o carisma. Y Norberto moderaba como podía, aportaba también lo suyo, pero era todo demasiado cambiante y a veces desopilante. (Recordemos la imagen de un Frankenstein que utilicé en otra ocasión, referido a cómo Escrivá ensambló la figura del numerario y de la numeraria, y que en este caso se puede aplicar a cómo me imagino que en realidad se desarrolló todo el proceso fundacional).

 

Todo este trabajo estaba inmerso en las inestabilidades vitales (estudios, dinero, familia, incardinación, licencias…) del joven José María, que todavía no tenía claro su lugar en el mundo (y que hasta hacía pocos meses había incluso querido dejar la Obra y probablemente el sacerdocio para comenzar a trabajar de auxiliar administrativo en un Ministerio). A Dios gracias, en febrero de 1930 se repuso de aquellas dudas, vacilaciones, y debilidades, y volvió a poner su disperso foco en la fundación (y en la incardinación en Cuenca). Por tanto, para Norberto y Pepe Romeo saber que ahora (julio de 1930) contarían con la guía y luz del jesuita, resultaría ciertamente un alivio. Lograrían establecer un rumbo de trabajo. No continuarían dando palos en el aire…

 

Volvamos por un momento a la fotografía. Si bien las figuras principales son los clérigos, Escrivá y Rodríguez, el papel de Romeo no fue secundario. José Romeo jugó un papel único en la fundación de la Obra: sabía perfectamente cómo había surgido. Lo sabía mucho mejor que Jiménez Vargas, Fernández Vallespín o incluso que Portillo. Habría que leer un testimonio que escribió en 1935, poco antes de su desvinculación, para ver si es consistente con mi relato… En cualquier caso, plantearé más adelante alguna hipótesis sobre su desvinculación, que probablemente estuvo relacionada con los episodios que llevaron al golpe de estado perpetrado por Escrivá a comienzos de 1935 (del que hablo en el Capítulo #15.11), y que implicaron que décadas más tarde Escrivá continuara hablando de los supuestos pecados de Pepe (cfr. Capítulo #26.12).

 

No está claro qué significaba ser miembro de la Obra entonces, ni había fechas precisas de incorporación. El joven Pepe colaboraba con José María probablemente desde 1927. En 1928 le presentaba a sus amigos, hacía apostolado, etc. Su incorporación más formal parece que fue en junio de 1929. Sería una relación intermitente, porque, como yo creo, José María tenía serias dudas vocacionales, y el segundo semestre de 1929 fue negro, con las oposiciones para auxiliar administrativo. Por otra parte, Pepe vivía en Zaragoza y la relación era básicamente por correspondencia, y en las esporádicas visitas a la capital.

 

Probablemente Pepe, a la distancia en Zaragoza, no se hubiera enterado demasiado de los problemas personales de José María. Los silencios del sacerdote y el poco contacto a lo mejor no le sorprendieron, dada la distancia. Afortunadamente, cuando Pepe y su familia se trasladaron definitivamente a Madrid (antes iban con frecuencia, pero no vivían establemente), precisamente en junio de 1930, José María ya estaba medianamente firme en su vocación sacerdotal. Y necesitaba una ayuda con la máquina de escribir (guiño a la preparación de las oposiciones del Capítulo #8).

 

Pepe conocía las famosas octavillas ya desde junio de 1929, cuando Escrivá se las leyó, después de la misa y del desayuno, en el Patronato de Enfermos. ¿Es descabellado pensar que el mes anterior hubiera compartido el proyecto, o bien con las fichas, o bien verbalmente, con san Manuel González? Puesto que estuvieron juntos exactamente en mayo de ese año de 1929 (el episodio de los 35 botones). Yo no descarto que antes de mostrarle un proyecto vocacional a José Romeo lo hubiera validado antes con algunos sacerdotes: ciertamente con Norberto, y probablemente con san Manuel además de san José María Rubio. Plausible.

 

Ahora, exactamente un año después (junio de 1930), Escrivá le volvió a entregar a José Romeo el famoso paquete o conjunto de octavillas con las ideas fundacionales. Pepe recuerda que esta vez las leyó en su casa en la calle Miguel Moya, 4, para aprender más sobre el estado al que estaba llamado. Pepe siguió colaborando con el Padre. De hecho, estoy convencido que estuvo junto a José María y Norberto en julio de 1930, durante el armado final del paquete de octavillas para presentar al posible Director.

 

Esas famosas octavillas, tanto las leídas por Pepe en el Patronato en junio de 1929, como las releídas en su casa en la calle Miguel Moya en junio de 1930, es seguro para mí que eran sustancialmente las mismas que entregó al P. Sánchez. Y de la misma forma que no me imaginé a Sánchez leyendo sobre la vida interior de Escrivá, de la misma forma tampoco lo haría Pepe Romeo, quien oficiaba de secretario de los dos sacerdotes (de Norberto y José María). Tanto José Romeo en la preparación del paquete, como el P. Sánchez en su análisis en Chamartí durante dos semanas, leyeron sobre los objetivos, fines, campos apostólicos, etc, de un proyecto de fundación, que más adelante sería el Opus Dei. Pero, apuesto otra cerveza, a que ni Romeo ni Sánchez leyeron en aquellos papeles sobre el malvado arcediano, ni sobre la tristeza de no haber logrado ser cónsul, ni sus diferencias con las Damas Apostólicas, ni la frustración que sentía por no poder llevar suficiente dinero a su hogar, ni el remordimiento que tenía por haber opositado para auxiliar administrativo, ni la vergüenza que sintió cuando en Zaragoza se enteraron de esos proyectos…, ni si entonces rezaba o no el Trium Puerorum, ni si llamaba a su ángel el Relojerico, o si todavía no. Si veía entonces en la Tía Carmen a Santa Teresa o a Santa Teresita, ni si había comprado un dulce por gula, ni si la tal gula había sido la vanguardia de la impureza, ni si había tomado demasiado pan, hasta el punto de creer que peco de gula comiendo pan, que además me engorda mucho y me sienta mal para la digestión. Todos esos detalles, de las luchas de Escrivá, no tenían, a mi modo de ver, sitio en aquel paquete. Y las fichas son las mismas que leyó Pepe, y que ayudó a ordenar y a añadir algunas más, y que entregaron al P. Sánchez.

 

Al igual que el paquete de octavillas con el proyecto de fundación estuvo en manos del P. Sánchez, y de José Romeo, y de don Norberto, y de algún sacerdote más… ¿es imposible pensar que pudo haber estado en manos de san José María Rubio? ¿Que don Norberto, que se confesaba con él le contara algo del proyecto? ¡Si el P. Rubio era excelente Director y capellán! José María, el joven, se ilusionaría y cogería confianza al saber que el famoso jesuita P. Rubio aprobaba alguna parte de su proyecto, algún artículo del borrador de Reglamentos.

 

A mediados de 1930, Norberto le diría a José María que ahora que comenzarían a vincular seglares con algún tipo de compromiso, necesitarían una formalidad un poco mayor para la Obra… La afirmación de que Pepe “pitó” en junio de 1929 entiendo que significa que tenía un vínculo genérico, y podría considerarse más como un chico de san Rafael, al igual que otros con los que visitaban hospitales y demás… Pero luego del episodio de febrero de 1930 en que José María se afirma en su deseo de permanecer en el sacerdocio y sacar adelante una Fundación, entonces el movimiento adquiría más seriedad y más compromisos que el anterior de visitar pobres y tomar chocolate…

 

El traslado de Pepe a Madrid en junio de 1930 haría que fuera necesario definir ese vínculo y cuál era el tipo de institución. Formalizar.

 

Además, los dos sacerdotes eran extradiocesanos (de Astorga y Zaragoza, respectivamente). No estaría muy bien visto esto de ir generando vínculos religiosos y reglando llamadas de Dios en una diócesis ajena…

 

A mi modo de ver, era evidente que necesitaban una dirección externa más establecida, más oficial: probablemente como en cualquier institución que se quisiera fundar en la Iglesia. Necesitaban algún referente institucional externo, que además de la ayuda para poner en negro sobre blanco aquella exuberancia de ideas y proyectos inconexos, los ayudara en sus relaciones diocesanas.

Algunas de las cuartillas que escribió Escrivá (de las que conocemos fragmentos sueltos) ahora nos parecen disparatadas y totalmente desenfocadas para lo que supuestamente nos dijeron que había sido la luz fundacional del 2 de octubre de 1928 (cfr. el paradigmático Apunte n. 63 ya citado). Sin embargo, aquellas ideas no le parecían para nada disparatadas al Fundador en junio de 1930. Ni incluso más adelante, cuando las pasó en limpio en sus Cuadernos para tener más seguridad, y una copia de respaldo. Lamentablemente, más tarde se arrepintió de haber puesto por escrito las supuestas luces fundacionales, porque con el correr de los años el mensaje que dijo que recibió de Dios poco tenía que ver con aquellos documentos iniciales… Envejecieron mal… Había terminado haciendo otra Obra, la que le fue saliendo según las conveniencias del momento. Y en ese nuevo Opus Dei no debía figurar la ayuda que le había prestado el bueno de Norberto, ni el estado interior de Escrivá en el período 1927-1930, ni la realidad de que en 1930 no había nada fundado, nada de nada, pero tenía que afirmar que la Obra la fundó Dios directamente el 2 de octubre de 1928. Pues que todo aquel material la verdad es que era insostenible para el relato que su narcisismo le demandaba. Y decidió quemar esos documentos históricos invaluables, pese a las múltiples advertencias previas de sus directores espirituales quienes se lo tenían prohibido (aquí lo cuento). Con lo poco que sobrevivió, y lo todavía menos que los prelaticios han decidido sacar a la luz pública, de todas formas es posible tener una idea distinta a la oficialmente canonizada sobre cómo se desarrolló la Fundación de la Obra.

Ciertamente, hoy en día tenemos una idea más real sobre lo que ocurrió y sobre la verdadera cara de los protagonistas, que la imagen que tenían los socios en 1975, en 1992, o en 2002...

Cuando Escrivá tuvo que reconstruir la historia, tuvo que calumniar a don Norberto, y afirmar que aquel día tan crucial (21 de julio de 1930) el P. Sánchez, luego de este proceso de un mes, se había comprometido a ser su confesor y trataría de borrar todo dato que hiciera referencia a que en ese día la Obra había conseguido un Director General, y jesuita para más inri.

Volvamos por última vez a la fotografía, ya que es un elemento pedagógico muy útil. Pensemos en el grupo de los cuatro.

¿De qué hablarían en el viaje en tranvía hacia el norte?

¿Sería Escrivá quien explicara a los dos seglares el motivo por el que iban a Chamartín, o sería don Norberto quien brindara estas explicaciones?

¿Pensaría Escrivá que él lideraba el grupo?

¿Podría llegar a ser que el impulsor del grupo, o incluso el motor espiritual, fuera Norberto? En el Capítulo #15.5 veremos que efectivamente era Norberto el alma espiritual de aquel grupo (algo ya hemos adelantado al hablar de las Preces…). De hecho, su rol institucional incluyó ser el director espiritual de los primeros numerarios, en particular de Luis Gordon. Más allá de ser el motor espiritual de aquella Obra, tengo para mí como hipótesis que, a lo mejor, Norberto tenía apalabrado desde antes al P. Sánchez para que también él lo ayudara a ayudar a Escrivá. Ayúdame a ayudarlo… Norberto conocía al P. Sánchez desde hacía tiempo (el confesor de Norberto era el jesuita P. Rubio). No es descabellado pensar que Norberto pondría de aviso al P. Sánchez sobre Escrivá (algo similar a lo que ya comenté referido a 1932 con el P. Narciso de san José). Norberto le podría haber pedido al P. Sánchez que lo ayudara en esto, a lo mejor como se lo había pedido antes al P. Rubio... Después, a lo mejor, Norberto le daría a entender a Escrivá que el P. Sánchez podría ser un buen Director para la Obra, y también un buen confesor… Que por qué no iban a visitarlo. Incluso el P. Sánchez, una vez aceptado su encargo, le podría decir a Escrivá que se apoyara mucho en Norberto. Y así, entre los dos, irían sacando al joven sacerdote de Zaragoza del pozo en que se encontraba. Lo irían resucitando. Esto podría haberle dado a Escrivá la impresión de que ponerse a hacer esa obra era una iniciativa propia [agradezco a J esta idea que me transmitió en marzo de 2018, aunque referida a otro capítulo de este trabajo].

¿Alguno de ellos tenía conciencia de que algo se había fundado el 2 de octubre de 1928, o, por el contrario, eran conscientes de que estaban preparando una futura fundación? Ni siquiera el mismo “fundador” tenía conciencia de haber fundado algo en 1928... Todos tenían claro, en mi relato, que estaban proyectando una Obra. Eso: proyectando.

¿Cuántas veces acudirían los cuatro juntos a ver al P. Sánchez a Chamartín? O los tres principales, porque Isidoro estaba en Málaga. ¿Con una frecuencia semanal o mensual?

Por tanto, ¿de qué hablarían en el tranvía? Estoy convencido de que irían a visitar al P. Sánchez para que continuara dirigiendo aquellos comienzos. Y pedirían que les tomaran esa fotografía.

La versión de la Prelatura podría llegar a afirmar que Escrivá había llevado a don Norberto a respirar aire fresco… A pesar de lo (supuestamente) desagradable que era el trato con ese sacerdote, el joven José María, con la caridad desbordante que siempre lo caracterizó, llevaría al sacerdote enfermo a que tomara un poco de sol y paseara en las afueras de la capital. Podrían llegar a afirmar que su enorme amor por los otros sacerdotes lo llevaba a dejar de lado sus intereses personales y sacrificar toda una tarde escuchando las intemperancias de aquel sacerdote carente de amigos... La Prelatura también podría decir que san Josemaría quería que sus hijos seglares aprendieran la delicadeza extrema con que había que tratar a un sacerdote mayor, por más inútil, inoportuno, insoportable e impertinente que fuera. “Un hombre muy aislado a causa de su carácter, bastante difícil, con “ideas raras”, “entrometido” y “poco simpático” dirá Portillo. El pobre D. Norberto. Y no sé qué otra cosa por el estilo dirían. En cualquier caso, inventarían a posteriori unos motivos que explicaran la premisa que está escrita en piedra antes de empezar el análisis: nuestro Padre fue santo, siempre, y especialmente desde el 2 de octubre de 1928 en que su vida no tuvo más objetivo que cumplir la Voluntad de Dios, esa íntima visión de luz que recibió mientras oía campanas…

La primera vez que vi esa fotografía la verdad es que me pegunté si no sería posible que fuera Norberto quien llevara a José María a conocer al P. Sánchez a Chamartín… Y no lo descarto ni exagero. ¿Desde cuándo conocía Norberto al P. Sánchez y desde cuándo lo conocía Escrivá? Como va dicho, mi impresión es que Norberto conocía al P. Sánchez desde hacía mucho tiempo... En efecto, Norberto estaba desde hacía años vinculado a los jesuitas. Además, Norberto visitaría a su amigo y mentor el también jesuita san José María Rubio con relativa frecuencia, y allí vería también al P. Sánchez... ¿En qué año fue la primera vez que cada uno de ellos visitó la casa de los jesuitas en Chamartín? ¿Cuándo fue la primera vez que cada uno de ellos acudió a la Casa Profesa en Madrid? Apuesto a que Norberto acudió antes que Escrivá... Que el sacerdote mayor era habitué en Chamartín y en la calle de la Flor, ya porque conocía y trataba al P. Sánchez, pero mucho más por la relación de Norberto con el jesuita san José María Rubio. Y hacia Chamartín llevaría ahora al joven sacerdote llegado a Madrid… En todo esto, no olvidemos que Norberto por ejemplo llevaba a Escrivá a realizar ejercicios espirituales (ver episodio de 1932). Literalmente, lo llevaba de la mano hasta la puerta de la casa de ejercicios. ¿Acaso no podría haberlo llevado, también de la mano, a ver al P. Sánchez?

Para finalizar, incluyo tres párrafos del Capítulo #26.2, referidos a mi querido don Norberto:

Don Norberto Rodríguez fue el principal acompañante de José María desde su llegada a Madrid y durante muchos años más. ¿Sabéis por qué Portillo y sus prelaticios no podían publicar el Apunte n. 959 completo, aquel de los sacerdotes que sostuvieron la vocación sacerdotal de sanjosemaría? ¿Por qué tuvieron que fragmentarlo y mutilarlo severamente?[2] Pues, para eliminar a don Norberto. Es triste, pero es así. Norberto fue uno, y a lo mejor el principal, de ese puñado de sacerdotes que en distintos momentos dieron calor a la vocación sacerdotal de sanjosemaría. Ya he dicho que Escrivá estaba en un pozo, y fue Norberto uno de los santos y piadosos sacerdotes que ayudaron a su resurrección. El principal. Sin Norberto, Escrivá hubiera seguido descendiendo en la fosa… Sin Norberto, no hubiera existido el Opus Dei. Fue fundamental. Único. Imprescindible. Y en el relato que se inventaron, no podían poner al bueno de Norberto en el papel que ocupó, porque sería permitir que Escrivá sobresaliera del muñeco o títere (Josemaría) que estaban creando para presentar y que se los canonizaran.

Evidentemente, José María le estuvo profundamente agradecido entre 1927 y 1935. Hasta que Escriba enloqueció, hasta que su narcisismo se desató, hasta que traicionó a aquellos sacerdotes en 1935, y ahí sí, borró el pasado, los ocho años previos de trabajo conjunto, de amistad, de reverencia, y comenzó a calumniarlo de forma inmisericorde, a desfigurarlo, y así hasta 1975. Se fue a la tumba sin haber reparado la memoria de aquel santo varón. Norberto conocía al verdadero Escriba, el fundacional, y por eso sanjosemaría lo odió.

Los prelaticios siguieron las huellas de tan buen Padre, y escupieron sobre Norberto, a quien pusieron como antagonista de sanjosemaría, como aquel que más guerra le hizo, como la más grande y dolorosa de las espinas de aquella corona que tuvo que sufrir, como el que empujó a que el primer numerario vendiera su primogenitura por un plato de lentejas y fuera a lamer rejalgar lejos del Padre, Norberto como el enfermo que desfiguró la vocación de las primeras numerarias, como el impertinente que comía en DYA cuando no tenían ni media peseta, etc, etc.



[1] 63. ¿Peligro de enriquecerse? ¡No! ¡Si, precisamente, vamos a ser pródigos! Está claro que habrá dinero y [mutilado] entiendo que cada casa, al hacer su balance anual y vistas —previstas— sus necesidades del año venidero, preparará sus presupuestos. Entonces, quedando en la casa lo necesario y algo más, [mutilado] del resto —quizá considerable— se entrega una parte al Romano Pontífice y al Centro Universal de la Obra, y de lo demás se hacen grandes caridades, grandes limosnas. Así, determinando, p.e.: el periódico Tal regala 200.000 pesetas a la parroquia Cual, para una biblioteca parroquial: el Ateneo X levanta un pabellón en la Universidad Católica de N.: la ILOP regala un hermoso grupo escolar a las Apostólicas: el Centro Libre de Investigaciones históricas encabeza con un millón la suscripción para el mejoramiento de los Archivos eclesiásticos de la Nación: La Clínica M. levanta un hospital católico en la misión R. de China: La revista P. inicia una suscripción, para entregarla al Sto. Padre en la peregrinación próxima, con medio millón de pesetas, etc.

64. [Apunte sin liberar].

65. Cuando repaso estas cuartillas, me asusto de ver lo que Dios hace: yo no pensé ¡nunca! en estas Obras que el Señor inspira, tal como van concretándose. Al principio, se ve claramente una idea vaga. Después es Él, Quien ha hecho de aquellas sombras desdibujadas algo preciso, determinado y viable. ¡Él! Para toda su gloria (16-VI-1930).

66. [liberado fragmentariamente] Si considero cuanto va escrito hasta aquí, mi razón me lleva a discurrir de esta manera: Dios, Nuestro Señor, es buenísimo. No me cabe en la cabeza la bondad de Dios, juntamente con que pueda yo haberme engañado en esto, que compendia las ansias todas de mi vida, que me hizo cambiar de rumbo para siempre y pasar por encima de tantas cosas. Además quiere el Señor humillarme de una buena temporada a esta parte, para que no me crea un superhombre, para que no crea que las ideas que El me inspira son de mi cosecha, para que no piense que merezco de El la predilección de ser su instrumento...  (1930)

67. Y sigo discurriendo sobre lo escrito para convencerme en seguida de que se necesita una imaginación de novelista loco de atar o una fiebre de cuarenta grados, para, con la razón humana, llegar a pensar en una Obra así, que, de no ser de Dios, sería el plan de un borracho de soberbia. Por misericordia del Señor, ni he estado loco ni enfermo... [mutilado]. El pensamiento no es mío. El pensamiento es Suyo, de Dios (VI-1930).

[2] La versión de ese Apunte que he logrado reconstruir de distintas fuentes es la siguiente:

 

959. Jesús, me doy cuenta con agradecimiento de que nunca he podido decir “non habeo hominem”.

En Logroño dieron calor a mi incipiente vocación primero D. Ciriaquito −con quien me confesé por entonces−, después aquel sacerdote santo, vicerrector del seminario, D. Gregorio Fernández.

En Zaragoza, D. José López Sierra, el pobre Rector de S. Francisco a quien el Señor cambió de tal manera que, después de poner realmente todos los medios para que yo abandonara mi vocación (con intención rectísima hizo eso), fue mi único defensor contra todos, incluso contra el Sr. Arcediano −Dios se lo pagará−, y D. José Pou de Foxá, amigo leal, noble y bueno, que siempre ha dado la cara por nosotros.

En Madrid, D. Norberto, el P. Sánchez y D. Pedro Poveda.

El Señor les bendiga.