Presentación de la serie

Capítulo 11. Nuestro Director: la verdadera relación de José María Escrivá con el P. Valentín Sánchez Ruiz.

 

El mundo vive de la mentira; y hace veinte siglos que vino la Verdad a los hombres.

Hay que decir la verdad!, y a eso hemos de ir los hijos de Dios. Cuando los hombres se acostumbren a proclamarla y a oírla, habrá más comprensión en esta tierra nuestra.

(Forja, 130)

 

El P. Sánchez como Director externo o Moderador del Opus Dei. Este es uno de los puntos más notables, donde se muestra la calaña de Escrivá, quien era un mentiroso consumado.

 

[NB: dos personas en las que confío, renombrados colaboradores de esta página, me han sugerido que no escriba con este tono, y probablemente tengan razón. Me recomendaron, prudentemente, que presente los hechos y permita al lector sacar sus propias conclusiones. Pero es que no me resisto. Perdón. Creo que es evidente que, al escribir desde el comienzo “Escrivá era un mentiroso”, en mi caso no es un prejuicio sino la conclusión firme a la que llegué después de años de estudio. No escribo mentiroso a la ligera. A lo mejor predispone negativamente a determinados lectores, pero a otros los situará rápidamente en contexto. Asumo el riesgo y me hago responsable por la falta de estilo y caballerosidad, y por utilizar un tono a veces confrontativo y otras ligeramente irrespetuoso según el sentir de algunos, quienes a lo mejor se molestan si en lugar de escribir Mons. Javier Echevarría digo “el futuro siervo de Dios”, o para dejar patente cómo Escrivá tomaba muchas decisiones por dinero y lo buscaba insaciablemente, utilizo la grafía $anjosemaría. Volviendo a lo de comenzar ya en el primer párrafo diciendo sin anestesia que el futuro santo era un mentiroso (y que mentía descaradamente), tengo por cierto que los prelaticios escriben de forma espejada, o diametralmente opuesta. Es decir, comienzan diciendo que Josemaría era santo y que el Altísimo se le reveló un 2 de octubre de 1928, y que fue el mismísimo Dios Nuestro Señor quien fundó Su Obra, y que abrió los caminos divinos en la tierra, que esta entonces estaban cerrados para los seglares. De hecho, la mayoría de los prelaticios ni siquiera escriben el nombre del personaje como era en aquella época: José María Escrivá. Anacrónicamente comienzan con un Josemaría Escrivá de Balaguer. Eso sí que es adelantar hechos. Ver por ejemplo los primeros dos paradigmáticos párrafos del Tomo 1 de Vázquez de Prada / Positio…, tema que ya comenté en el 4to párrafo de este escrito de 2017. Comencemos, por tanto, con esta nueva mentira, que se encuentra entre las más gordas. Nuestro Director.]

 

El futuro santo siempre afirmó que el P. Sánchez nunca tuvo que ver directamente con la Obra: tan solo dirigía su alma. En efecto, todos los que hemos estado en el Opus Dei sabemos que el jesuita P. Sánchez era el confesor de nuestro Padre, pero no el director de la Obra… 

 

Escrivá fue clarísimo y contundente en esto. Pero, sin embargo, mentía, como pasa habitualmente en él, sobre todo cuando se refiere a los temas más importantes de la Obra...

 

Con meridiana precisión, Escrivá escribió para la posteridad dejando claro que el P. Sánchez:

 

Nada tuvo que ver con la Obra, porque jamás le dejé intervenir ni opinar. Con una luz clara de Dios, entendí que ahí no podía ceder ni tolerar que otros ejecutaran lo que mi Señor me pedía a mí (Carta 29-XII-1947/14-II-1966, n. 20).

 

[Paréntesis: cada vez me incomoda más el uso que hace Escrivá del Nombre de Dios, a quien utiliza para encubrir sus mentiras. Son muchas las veces que apela a este recurso.]

 

En mi relato, la relación con el P. Sánchez no es como la plantea José María Escrivá (que mentía incansablemente), ni Álvaro del Portillo (que lo encubría) y toda la literatura prelaticia (que al principio fue engañada). [Bien, bien, ya me tranquilizo con esto de que todos mentían…]

 

Los historiadores de la Opus tendrán que ver cómo hacen para decir la verdad, tratando de salvar al beato Álvaro, y no dificultar demasiado el proceso de canonización... Para mí es evidente que Escrivá y Portillo engañaron. Será, pues, una tarea sumamente ardua y sutil la que enfrentan los astutos prelaticios. Lo más sencillo, a mi modo de ver, será continuar con lo que vienen haciendo desde hace décadas: correr hacia adelante, incluso como pollo sin cabeza, pero definitivamente sin entrar de lleno en los años fundacionales; y alcanzar así la canonización de Portillo, al igual que lograron lo que ahora parece imposible, que es haber canonizado al Escrivá histórico, mediante la transformación que hicieron de ese personaje en sanjosemaría, el santo de lo cotidiano.

 

Veremos en los próximos años qué estrategia utilizan: si la caminar en verdad, o la empleada hasta ahora.

 

En cualquier caso, el engaño sistemático es de tal magnitud que, si se estudia en profundidad y se comunica a personas con autoridad, comprometería, a mi modo de ver, la santidad de uno y la beatitud del otro cómplice. En este caso, Escrivá (y Portillo) afirmaron rotundamente y en numerosas ocasiones que el P. Sánchez no fue director de la Obra, sino confesor de José María. Que el P. Sánchez no intervino en nada de la organización de la Obra. Que Escrivá se lo hubiera prohibido tajantemente, pues sólo él había recibido la luz de Dios. Sánchez sólo tenía relación con el alma del fundador, pero no directamente con la Fundación.

 

Pero esto es una patraña. El jesuita Valentín Sánchez Ruiz fue el Director de la institución que, más adelante, se denominó Opus Dei.

 

11.1. La versión oficial canonizada

Comencemos con lo que afirma Vázquez de Prada (es decir, la Positio) sobre el momento en que Escrivá conoció al P. Valentín Sánchez Ruiz.

Aunque don Josemaría había explayado su conciencia anteriormente con algunos confesores, andaba por entonces sin director espiritual. No tenía, por tanto —nos dice—, a quien abrir el alma y comunicar en el fuero de la conciencia aquello que Jesús me había pedido. Así las cosas, oyendo comentar en el Patronato que el padre Sánchez atendía muy bien a sus penitentes, una mañana de primeros de julio de 1930 se fue a la residencia de la calle de la Flor a pedir al jesuita que se encargase de su dirección espiritual (…)

A partir de ese momento, finales de julio de 1930, don Josemaría se entrevistó periódicamente con su nuevo director espiritual para tratar, no los temas de la fundación, sino lo concerniente a su alma...

Antes de proseguir, conviene vincular los próximos episodios ocurridos en julio de 1930, con lo que escribí recientemente referido a unos meses antes: concretamente a febrero de 1930.

Luego de que José María Escrivá decidiera no seguir el camino de un trabajo civil como auxiliar administrativo en el Ministerio de Asuntos Exteriores, y proseguir en cambio su vocación sacerdotal mediante la excardinación de Zaragoza y su incardinación en Cuenca, también retomó el proyecto de fundar algo, lo que fuera, que había tenido en octubre de 1928, y que en aquel entonces le había servido de zanahoria para mantenerse activo e ilusionado en su sacerdocio.

Entonces, en abril y mayo de 1930 aproximadamente, tenemos a Norberto Rodríguez y José María Escrivá tratando de plasmar por escrito el proyecto de fundación. Don Norberto ayudando a la resurrección de Escrivá, tratando de sacarlo del pozo en que se encontraba. Y para eso utilizaba la receta del cura fundador (cfr. Capítulo #9) de san Manuel González. Y el joven sacerdote se ilusionó. Y tenía una imaginación febril. Aquello era un hervidero de ideas, de lo más dispares y disparatadas. Para inspirarse, solicitaron reglamentos de instituciones nuevas de Albania, Hungría, Polonia, Francia, Italia, Holanda, Estados Unidos, etc. Y copiaban y copiaban. Querían hacer algo nuevo en España. Algo original, que nadie estuviera haciendo. Aquel proyecto crecía sin parar, sin orden ni concierto. Era un frenesí. Trabajaron unos meses así.

Y llegamos a julio de 1930, que es lo que explicaremos a continuación, cuando Escrivá (y posiblemente Norberto) acudieron a solicitar formalmente al P. Sánchez que comenzara a ocupar el papel de Director de la Obra. Que organizara los comienzos de aquel proyecto apostólico.

 

11.2 Tres días claves para la historia de la Obra: 5, 6 y 21 de julio de 1930.

Los prelaticios afirman, y eso fue lo que canonizaron, que Escrivá conoció al P. Sánchez a principios de julio de 1930. Entonces, le pidió que fuera su confesor, su director espiritual. El jesuita aceptó el 21 de julio (Apunte n. 73). Mi visión es diferente. Me costó mucho darme cuenta de este engaño, ya que los Apuntes de Escrivá permanecen secuestrados, rodeados de riquezas y mármoles (guiño al oratorio-biblioteca), sin poder ver la luz del día. Sin embargo, los pequeños trozos que liberaron empezaron a encajar en mi relato de una forma completamente nueva. Y absolutamente armónica, coherente. Y esta nueva imagen es radicalmente distinta a la que afirman los hijos del Padre. Veamos.

 

El día sábado 5 de julio de 1930, Escrivá acudió a ver al P. Sánchez con dos objetivos. Primero, pedirle una carta de recomendación, para presentarse ante otro jesuita… y en segundo lugar el objetivo principal: solicitar al P. Sánchez que fuera el Director de la Obra que estaban por comenzar. No le solicitó, evidentemente para mí, que fuera el confesor, ni fue, evidentemente, la primera vez que se veían…[1]

 

Escrivá conocía al P. Sánchez con anterioridad (probablemente desde 1927) y a lo mejor era incluso su confesor (probablemente desde 1929, a lo mejor después del fallecimiento del P. Rubio). Esto es así por un testimonio del propio Escrivá, que la verdad que no vale demasiado, porque dice y se desdice, se contradice múltiples veces. Inventa fechas e historias. Falsifica documentos (fechas de Apunes, Cartas, Homilías, etc). Por lo tanto, afirmar que Escrivá conoció a Sánchez en julio de 1930, se contradice con el propio Escrivá quién también afirmó que fue su confesor desde la primavera de mil novecientos veintinueve, cuando no hacía más que unos meses de la fundación de la Obra (Apunte n. 1873) [2].

 

Mi punto para afirmar que Escrivá conocía a Sánchez desde antes de julio de 1930 es al menos doble. Y no se apoya en los testimonios contradictorios de Escrivá. Por un lado, el P. Sánchez acudía al Patronato de Enfermos, para ayudar al también jesuita P. Rubio (compañero, además, en la Casa Profesa). Y, en segundo lugar y referido a aquellos días de julio de 1930, porque a la entrevista del día 5, Escrivá acudió a pedirle a Sánchez una carta de recomendación, para presentarse y pedirle un favor a otro jesuita famoso…

 

En concreto, quería que el P. Sánchez le presentara al P. Villada, para que este lo ayudara con documentación para su tesis de Derecho Civil.

 

 

El P. Villada, no vivía en la Casa Profesa de la calle de Flor (como Sánchez, o como lo había hecho el P. Rubio), sino que tengo entendido pertenecía a otra comunidad de Madrid (I.C.A.I. – Areneros). ¿Se puede pedir a un sacerdote desconocido (Sánchez) una carta o tarjeta de presentación para otro sacerdote a quién tampoco conoce (Villada)? ¿Sánchez redactaría una carta de presentación para alguien a quien acababa de conocer? Por favor. De no haber interactuado anteriormente con Sánchez con un grado de cercanía tal que le permitiera solicitarle una carta de recomendación, Escrivá podría haber ido directamente al segundo jesuita, y no a Sánchez a quien supuestamente no conocía

 

¿Y cómo es que Sánchez conocía bien a Escrivá y podía recomendarlo? Por muchos motivos, pero en particular por la actividad que desarrollaba el P. Sánchez nada menos que en el Patronato de Enfermos. En efecto, luego del fallecimiento (1929) del Director de las Damas Apostólicas, el también jesuita (y famosísimo) P. José María Rubio, esa labor de Dirección recayó en el P. Valentín Sánchez… (cfr. Capítulo #28 San José María Rubio. El “Apóstol de Madrid”). Aunque doy por supuesto que el lector lo recuerda, no tenemos que olvidar que José María Escrivá y don Norberto Rodríguez eran los capellanes del Patronato de las Damas Apostólicas por aquel entonces… Evidentemente, Escrivá también podría haber conocido a Sánchez directamente a través del P. Rubio antes de su fallecimiento.

 

El tema es que los prelaticios brindan datos en cuentagotas y en distintos sitios, porque cuando se comienzan a juntar, es que son incompatibles. Las piezas del puzle no encajan. Han construido historias, inventadas y contradictorias, utilizando supuestamente las mismas fuentes documentales… Son capaces de hacerles decir a esos documentos lo que sea necesario, con tal de no exponer los embustes de Escrivá.

 

Además de solicitar la carta de recomendación, Escrivá tenía un objetivo más importante. Incluso la carta de recomendación era una excusa (al igual que el proyecto de doctorado era una excusa para salir de Zaragoza, no nos engañemos…). Escrivá quería entrevistarse con el P. Sánchez (a quien evidentemente conocía) para pedirle otro favor. Sería un día clave para el desarrollo de la Obra. Escrivá acudió al P. Sánchez para solicitarle que fuera el Director externo de la Obra que estaban queriendo fundar (recordemos que todavía no había nada fundado, ni por el Mismísimo Dios en 1928, ni por Escrivá en años siguientes. Era un PROYECTO.).

 

Otro aspecto relevante de mi relato es que había un equipo fundacional. Porque Escrivá no había fundado ni estaba solo en el diseño de este plan. Es por eso que preparó la entrevista ¡con don Norberto Rodríguez!, con quien trabajaban juntos en el Patronato. Ya lo veremos con más detalle (cfr. Capítulo #26), pero en mi relato es claro que Don Norberto Rodríguez García era el co-fundador de aquella Obra.

 

José María y Norberto habían estado discutiendo los diversos aspectos de la Obra, y la mejor forma de presentarlos al P. Sánchez. Esto es así. El sacerdote joven y el sacerdote mayor habían preparado durante días, o incluso meses, los materiales para esa reunión. Si Escrivá hubiera acudido a pedirle confesión, no necesitaba entregarle los ¡esquemas! que habían estado redactando en conjunto con Norberto...

 

¡Norberto, don Norberto Rodríguez! Hablaremos mucho sobre él. Su papel en la etapa fundacional es único, indispensable, insustituible. De hecho, el desprecio, incluso odio, que más tarde Escrivá le manifestó es muestra patente de la relevancia de Norberto en la etapa fundacional… [Para tener de contexto, Norberto tenía una diferencia grande de edad con el joven Escrivá. “Un sacerdote mucho mayor” que nuestro Padre, así lo presenta Portillo. En julio de 1930 tenían 50 y 28 años, respectivamente. Cuando Norberto se ordena sacerdote en 1905, Escrivá tenía 3 años de edad... Norberto llevaba años trabajando por los pobres (junto al P. Rubio). Y las biografías de Escrivá tienen el descaro de decir que era Escrivá quien llevaba a Norberto a trabajar por los más necesitados...]

 

No hay que descartar que a aquella entrevista inicial, hayan acudido José María y don Norberto, o Norberto y José María: no me queda claro quién lideraba el grupo…

 

Sería realmente fabuloso que no pudieran liberar el texto del Apunte n. 72 porque allí estaba presente Norberto, y que su papel en el proyecto fundacional hubiera sido mucho mayor que el que se atrevieron a relatar en la historia oficial canonizada. Es más, sin el bueno y piadoso de Norberto, el joven José María probablemente hubiera dejado su sacerdocio.

 

[Aclaración: en este episodio es cierto que Escrivá y Norberto se reunieron el día 4 de julio y prepararon juntos la entrevista del día siguiente y la documentación para entregar al P. Sánchez. No tengo confirmado que hayan acudido los dos a ver al jesuita, pero es tan verosímil una cosa como la otra. O que la primera entrevista fuera en la calle Flor (como dice Escrivá) o en Chamartín. En cualquier caso, la visita del día 5 está escrita en forma novelada en lo que refiere a la presencia de Norberto y al lugar. Por tanto, habrá que leerla de forma diferente al resto del texto. Por otra parte, es tan verídico mi relato de ese día, tanto si fuera inventado o no, como verídica e inventada es la recreación que del mismo episodio hace Escrivá en 1948 rememorando esos días… Me explico. Escribe Escrivá en 1948 que la primera vez que conoció al P. Sánchez fue el día 5 de julio de 1930 (lo que estoy seguro que no era cierto) porque había escuchado en el Patronato que trataba muy bien a sus penitentes y que, por tanto, acudió en la mañana de ese día a la casa de los jesuitas en la Calle de la Flor (lo que puede ser cierto, aunque pudo ser en Chamartín), y sigue explicando Escrivá que al día siguiente le llevó (se entiende a la Calle de la Flor) las cuartillas (cuando en realidad fue Sánchez quien acudió al Patronato donde trabajaba Escrivá), y que después el jesuita fue a Chamartín y que al volver se las entregó a Escrivá (lo que no es cierto, porque Escrivá fue a Chamartín a buscar los papeles el día 21), y que el P. Sánchez se transformó en su confesor (lo que no es cierto, porque se transformó en el Director de la Obra). Por lo tanto, Escrivá inventó bastante en 1948, o se confundió, sin respetar lo que había sucedido en 1930, y estaba escrito en sus Apuntes de la época. Todo esto para decir que es tan posible que la entrevista del día 5 haya tenido lugar en Chamartín y con Norberto, como en la Casa Profesa en Madrid sin Norberto. Lo cierto es que Norberto estuvo preparando la reunión con José María, y analizando los pasos a dar, durante los días previos.]

 

Como va dicho, el 5 de julio de 1930, Escrivá ¿y Norberto? acuden a entrevistarse con el P. Sánchez. Probablemente hayan reservado audiencia de antemano. Allí le solicitaron formalmente de manera verbal que comenzara a ocupar el papel de Director de la Obra. Sánchez indicó que tendría que pensarlo y que necesitaba materiales sobre la Obra que habría de dirigir... Los dos sacerdotes visitantes (don Norberto y José María) se comprometieron a entregar al día siguiente los borradores del proyecto, los objetivos de la fundación, los campos de acción, los incipientes reglamentos (Cfr. Capítulo #10.3).

 

Se despedirían cordialmente del jesuita y, si hubiera sucedido en Chamartín y no en la Casa Profesa en Madrid, volverían en tranvía de regreso al Patronato. Irían entusiasmados. A lo mejor el buen padre Sánchez también se involucraba en el proyecto. ¡Sería magnífico! Se darían pequeños golpes en las costillas, cómplices y entusiastas. Felices. Entre risas ahogadas, planificarían el futuro. A José María me lo imagino sudado hasta las muelas, tanto por los nervios de la petición que le había costado efectuar (de hecho, no se animaba a plantearle el tema al jesuita durante la entrevista…) como por el calor del verano. Pero ya había pasado, ya había hecho el planteo. Había sido fenomenal. Y ahora volvía para preparar con Norberto el paquete de documentación para entregar al día siguiente. También me imagino a los dos rezando por la prosperidad de la Obra durante el trayecto de regreso. Norberto era especialmente piadoso, y trataba de que el joven José María lo fuera.

 

[Hasta aquí el fragmento con algún detalle novelado, en especial que estuviera presente Norberto y que la entrevista fuera en Chamartí. Probablemente sea de lo poquísimo que he inventado, incluso en ese párrafo que parece absurdo. Concedo que puede parecer que otros fragmentos de lo que escribo también están traídos de los pelos, ya que no tiene nada que ver con lo canonizado… Pero tened confianza.]

 

No hay que descartar que el P. Sánchez ya supiera de qué iría a hablarle Escrivá... A lo mejor estaba bajo antecedentes, gracias a alguna conversación previa con Norberto, preocupados los dos por José María. Aunque Escrivá no lo supiera, el P. Valentín se esperaba que le plantease ser el Director de la Obra. Pero José María no se animaba. Por eso, el jesuita le tuvo que dar un empujoncito.

 

En efecto, después de pasar por el “trámite” de la carta de recomendación para el P. Villada (la excusa), el joven presbítero no se atrevía a sacar el segundo tema: el relevante, la solicitud de Dirección formal. José María quedó trancado. No sabía cómo proseguir…

 

El P. Sánchez le comenzó a dar consejos sobre la posible fundación: “¿Y por qué no haces esto, y esto y aquello?” Y Escrivá, que estaba paralizado y no se había atrevido a iniciar esa segunda parte de la conversación, quedó todavía más cortado y sorprendido. Petrificado escribirá más adelante. Sánchez lo animaba a hablar, le daba letra… Y si Norberto estaba presente en la habitación estaría sonriendo por dentro, y si estaba esperando fuera o en su casa, también sonreiría cuando el joven Escrivá le contó que el P. Sánchez había adivinado el motivo de la entrevista… “Es muy sabio… Dios quiera que acepte ser nuestro Director” diría Norberto… Y el joven, que seguía sorprendido y pasmado por cómo el P. Valentía había leído en su alma lo que tenía para decirle y no se animaba a desembuchar, continuaría “¿Pero ha notado, don Norberto, cómo el buen jesuita se adelantó y vio lo que yo le iba a pedir y no me animaba a exponerle?” “Sí, sí, sorprendente”, diría Norberto, sonriendo por dentro y probablemente habiendo ya puesto sobre aviso al padre Sánchez, y empujando al joven José María a que entrara en la sala de visitas de los jesuitas, o empujándolo a que saliera del Patronato a la calle para ir a hacer el planteo, ese que no se atrevía. La reconstrucción la realizó Escrivá en 1948[3], por lo que probablemente esté muy sesgada[4]. Pero va bien para esta sección: la forma como Escrivá plantea el episodio es una pieza que calza bien en mi puzle, y por tanto no es tan conocida.

 

Añado para este adelanto en OpusLibros que no tenemos que olvidar que José María Escrivá había estado muy cerca de abandonar el sacerdocio, en múltiples ocasiones en los años previos (1927, 1928, 1929, y hasta febrero de 1930). No quería ser sacerdote. Necesitaba ganar más dinero. No tenía futuro. Y si bien en estos avances no lo hemos visto con suficiente detalle, hubo un grupo de sacerdotes que lograron rescatarlo. En especial don Norberto, quien trabajaba con él en el Patronato de Enfermos, y lo comenzó a vincular con algunos sacerdotes mayores, y también con otros presbíteros jóvenes, vibrantes, piadosos, y así lograron que el llegado de Zaragoza se ilusionara con su vocación sacerdotal, y aplicara sus energías en una nueva fundación para estudiantes. Ese proyecto fundacional, conjunto, fue el origen de lo que hoy conocemos por Opus Dei. Ese proyecto todavía estaba en gestación cuando fueron a buscar la ayuda del P. Sánchez Ruiz, para que pusiera un poco de orden y concierto a aquella tormenta de ideas que se había desatado en Escrivá (de la que ya hablamos en el último párrafo de mi anterior colaboración).

 

A don Norberto lo fatigaban los cambios constantes de José María, esa alma traumatizada, victimizada, patológicamente inestable. Había logrado que fuera poniendo orden a sus ideas en unos cuadros sinópticos que resumieran el proyecto. Llegados a ese punto, fue muy sano y prudente contar con una Dirección externa, que por otra parte era lo habitual para las nuevas fundaciones que brotaban como setas en aquellos años. De las instituciones que germinaron en ese humus de persecución religiosa e integrismo español de los años 20 (gracias, Edgard), la más exitosa fue el Opus Dei. Pero no fue ni la única, ni la más evangélica, ni a lo mejor la más inspirada (por más que Escrivá más adelante las despreciara, calificándolas de meramente humanas, mientras la suya era una gran empresa sobrenatural, claramente divina, y por tanto era Obra de Dios -cfr Instrucción acerca del espíritu sobrenatural…).

 

Durante esa tarde de sábado, después de la entrevista, Norberto y José María trabajarían en la preparación de los materiales que habrían de entregarle al P. Sánchez al día siguiente. Ultimarían detalles. Para este trabajo previo se reunirían ya en el Patronato, ya a casa de Norberto, donde su madre les prepararía unos pasteles. La casa de los Rodríguez García... Aquella Obra entonces funcionaba mucho más en casa de Norberto que en casa de José María, a decir verdad… Sobre esto también hablaremos en más detalle, porque no hemos sido lo suficientemente agradecidos con Norberto y con su familia como deberíamos haberlo sido. ¿Sorprendente, no?

 

Entre los dos, prepararían el paquete de fichas. Aquellas notas sueltas que el 2 de octubre de 1928 había recopilado con alguna unidad según el texto fundacional, en el fragmento que no fue falsificado. Y ese proyecto fundacional, con altos y bajos, había llegado a este punto de necesitar una Dirección. Norberto y José María seguirían trabajando las octavillas. Numerándolas correlativamente. Organizándolas en bloques temáticos. Fue el trabajo conjunto de bastantes meses. Ahora estaban por compartirlo con quien esperaban que fuera el nuevo Director

 

De alguna forma, a través de la distancia del tiempo, todavía puedo sentir la emoción que vibraba en el ambiente. Lo que ocurriría al día siguiente, domingo 6, nada tenía que ver con la confesión semanal de José María (cómo él y sus hijos han afirmado siempre), sino con la dirección que habría de beneficiar a la Obra una vez que el P. Sánchez tomara el timón, como buen jesuita director, que en eso tenían fama y experiencia de siglos. Los hijos de san Ignacio eran muy requeridos como directores de nuevas fundaciones. Los dos sacerdotes ya habían valorado positivamente. y de primera mano, la competente dirección del jesuita P. Rubio con las Damas Apostólicas. Y ahora que había fallecido san José María Rubio (quien hubiera sido el Director natural de la Obra, si es que no lo había sido antes…), buscaban la Dirección del P. Sánchez. Jornada memorable, pues, aquella de la tarde del sábado 5 de julio de 1930, mientras preparaban y seleccionaban aquellas cuartillas –un paquete de octavillas, era.

 

Y así, al día siguiente domingo 6 de julio, Escrivá y Norberto entregaron al P. Sánchez un paquete con los esquemas y borradores de la Obra que el jesuita había solicitado durante la entrevista de la jornada anterior. Estaban ordenadas, numeradas, esquematizadas. Un paquete, probablemente acordonado. Esta segunda entrevista tuvo lugar en el Patronato de Enfermos, donde ambos eran capellanes y a donde había acudido el P. Sánchez por otras ocupaciones (Apunte n. 73, sí liberado). Recordemos que el P. Sánchez sustituyó a san José María Rubio en la Dirección de las Damas Apostólicas… Y lo sustituyó en la dirección de diversas obras y en otros apostolados, como la predicación a las Salesas de Santa Engracia. (En este punto no puedo dejar de suponer que si se confirma que el P. Sánchez fue el Director del Opus Dei, el paso inmediato es suponer que antes a lo mejor lo habría sido el P. Rubio…).

 

En julio de 1930 no sería la primera vez que Sánchez se presentaba en el Patronato. Lo habría hecho muchas veces antes de aquel día. En concreto, es más que probable que ya hubiera visto al joven José María Escrivá, quien trabajaba de capellán allí desde hacía dos años completos… Como va dicho, en mi relato es indudable que Escrivá conocía y trataba a Sánchez mucho antes de julio de 1930, que es lo que la Prelatura actualmente afirma…

 

Por tanto, el domingo 6 de julio de 1930 tuvo lugar la segunda entrevista “oficial”. Posiblemente fuera corporativa, entre los dos “co-fundadores” de una posible Obra apostólica, y el jesuita al que querían proponer que los dirigiera. Fueron dos entrevistas formales en dos días.

 

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[1] Sobre la entrevista del 5 de julio, ya escribieron Jaume (2013, entrega 5 y entrega 6) y Simplicio (2015). Son textos que en su momento yo hubiera suscrito, pero ya no. Para mí, ha cambiado 180° mi visión de la relación que mantuvieron Escrivá y el P. Sánchez (y Norberto Rodríguez). Y espero que podáis acompañarme en esta dirección.

[2] Como veremos en la sección 11.17, este es un texto que los prelaticios han ocultado bastante, y fue redactado por Escrivá en 1948, en una reconstrucción de su pasado, que tiene mucha manipulación, pero todavía manipulación a un nivel más tolerable que la reconstrucción que realizó al reescribir la historia de la Obra en la década de 1960.

 

Lo más probable, en mis hipótesis, es que el P. Sánchez se haya transformado en confesor de Escrivá en la primera mitad de 1929. Es decir, al menos un año antes de lo que la Prelatura actualmente afirma, porque tiene que hacer malabares para tratar de encajar el episodio de julio de 1930... Y no hay que descartar que fuera su confesor incluso desde 1928 o 1927…. Esto no es un dato menor, porque un año más o un año menos en la micro-historia del comienzo de la Fundación es mucho, demasiado tiempo.

 

No habría que descartar que el P. Sánchez haya sustituido al también jesuita P. Rubio como confesor de Escrivá (san José María Rubio fallece en mayo de 1929).

[3] “Ma torniamo al p. Sánchez: con questo buon padre gesuita si confessavano alcune delle persone che lavoravano presso il 'Patronato de Enfermos', del quale io ero il primo cappellano -il secondo era don Norberto-, e avevo sentito dire che guidava molto bene-i suoi penitenti. Una mattina mi recai dai gesuiti di via de la Fior con l'intenzione di chiedere al p. Sánchez di essere lui ad occuparsi della mia direzione spirituale. Non mi azzardavo per il momento a parlargli dell'Opera; e come scusa per parlargliene lí, e non in confessionale, gli dissi che desideravo chiedergli una presentazione per il p. Villada, dal quale avevo bisogno di ottenere dei dati necessari alla mia tesi in Diritto Civile. Quando glielo dissi, non osando parlargli della cosa più importante, fu il p. Sánchez a domandarmi: 'E lei perché non fa questa cosa, e questa e quest'altra? ... ' Rimasi impietrito, perché mi aveva domandato proprio ciò di cui non mi azzardavo a parlare. Gli risposi: 'Padre, io venivo a parlarle proprio di ciò che Lei ha detto, e non osavo farlo'. Allora, con calma, gli manifestai l'Opera e la mia anima.” (Fragmento casi inédito del Apunte n. 1864, en Positio, Vol 4, p. 89 en testimonio de D. Álvaro del Portillo, y también en pp. 1176 y 1177 en testimonio de Mons. Joaquín Alonso, que presentan ligeras diferencias en la traducción).

[4] Por ejemplo, allí Escrivá afirma “Il mio rapporto con il p. Valentín Sánchez, Gesuita, cominciò sicuramente nella prima metà del 1930”, lo que no es cierto, ya que lo conocía al menos desde la primavera de 1929, y probablemente desde 1927.