Extracto del Libro:
DIECINUEVE AÑOS DE MI VIDA CAMINANDO
EN UNA MENTIRA: OPUS DEI
Autora: Ana Azanza Elío – Editorial “El
Olivo”. Capítulos X y XI (Pág. 159 a 194)
CAPÍTULO X: MI PRIMER CENTRO DE NUMERARIAS MAYORES
(I)
El traslado al nuevo centro no
fue inmediato como está previsto y es tradición en la Obra, en cuanto se conoce
el nuevo destino falta tiempo para hacer las maletas y marcharse. Es un gesto de
obediencia, de disponibilidad, y de que las numerarias no pierden el tiempo,
están siempre donde las directoras quieren, no se permanece ni un minuto más de
lo imprescindible en un centro al que no se pertenece. Esto es lo que se enseña
en la teoría, lo cuento porque es uno de los detalles importantes para explicar
mi salida (ver capítulo 19). No obstante faltaba un sitio en mi nueva casa
porque otra numeraria, Pili Soto, sevillana, tenía que
trasladarse a su vez y su centro de destino estaba en obras. De forma que pasé
unos días durmiendo en Goimendi pero ya consciente de
que aquella no era mi casa. Estas situaciones son un poco incómodas porque ves a
todas centradas en una labor que ya no es la tuya, ya he explicado que en ningún
momento estuve demasiado integrada, en la situación de "residente provisional"
las cosas se agravan.
Al
fin un domingo por la tarde llegué a vivir a Torretexea. Me recibió la directora Jayone Auzmendi, guipuzcoana del
valle de Goierri que llevaba toda su vida
prácticamente en Pamplona. Enfermera de profesión, había trabajado en la
administración de la clínica universitaria al principio. En aquellos momentos
dirigía un almacén de alimentos, menaje y productos para la casa llamado
gestoría que es otro invento del Opus Dei para abaratar los precios de todos esos productos. El
nombre comercial era Decomsa. En ese almacén
trabajaban varias numerarias, agregadas y alguna supernumeraria. Ellas compran
directamente a las fábricas y luego venden a los centros. En las grandes
delegaciones de España hay un almacén similar. El de Pamplona dado el volumen de
centros en la ciudad y alrededores es bastante importante. Incluso extendieron
la zona de reparto a los centros de Zaragoza, ciudad que dentro del Opus Dei es otra
delegación.
Jayone me dijo en tono de broma
que había tardado en llegar, se veía que no tenía muchas ganas del cambio. No
era ese ni mucho menos mi estado de ánimo. Aunque parezca increíble no me había
planteado que iba a estar mal en un sitio con numerarias mayores. Era un encargo
que la Obra me pedía y yo me limitaba a cumplirlo, sabiendo que "siempre somos
provisionales". [Esto de que los encargos que a uno le dan son provisionales
tiene también su miga porque está claro que unos son más provisionales que
otros, no todos los numerarios tienen el mismo grado de provisionalidad como ya
he dicho en alguna otra ocasión, hay gente que permanece décadas en puestos de
bastante responsabilidad. Y otras que a lo sumo duran un año, dos o
tres.]
Torretxea era, y es, un centro de
san Gabriel con agregadas. Esto significa que había tres centros en la misma
casa representados por tres equipos de dirección, llamados consejo local: el de
las numerarias, otro de agregadas y otro de supernumerarias. En cada consejo
local hay el menos tres personas: directora, subdirectora y secretaria. Yo
formaba parte de dos consejos locales: el de numerarias y el de agregadas. Era
la secretaria, es decir, la persona que se ocupa de la administración del dinero
en esos dos centros. Esperanza Redondo era la subdirectora del centro de
numerarias y directora de agregadas y de supernumerarias, ese era su trabajo
profesional. En realidad, Esperanza, licenciada en pedagogía, ha pasado toda su
vida en trabajos internos. Estuvo en la delegación de Pamplona y anteriormente
en centros de Madrid. A mis ojos era una numeraria con experiencia en temas de
gobierno y formación en el Opus Dei, en general me daba la sensación de entenderme mejor con
ella que con Jayone.
Elisabet Reinhart era la subdirectora en el consejo local de
agregadas. Elisabet alemana de nacionalidad, doctora
en teología, había pitado en Pamplona en los años sesenta y por el motivo que
fuera, nunca se lo pregunté, se había quedado en esta ciudad. La conocía porque
vivía en el club Isaba cuando yo pité. En 1990
trabajaba por las mañanas en la delegación y por las tardes se dedicaba a las
agregadas. Más tarde dejó la delegación y encontró un hueco como profesora de
alemán en el instituto de idiomas de la universidad de Navarra y otro en la
facultad de teología. En verdad no encontró el hueco, se lo hicieron, es decir,
si le interesa al Opus Dei
hay hueco siempre. Pasa exactamente lo mismo que con el dinero.
Elisabet, Esperanza y yo
compartíamos una afición que era de las pocas cosas normales en aquella casa:
nos gustaba la montaña y hacíamos frecuentes salidas los fines de semana. Mila Fernández era otra numeraria licenciada en filosofía y
teología que trabajaba en la delegación además de estar en el consejo local de
supernumerarias. Teresa García era secretaria y trabajaba en el colegio mayor
Goroabe. Nissa de Villa era
cirujano y había llegado de Filipinas para formarse en la Clínica universitaria.
Mari Tere Echeverría era una de las primeras
numerarias, no recuerdo si tenía algún trabajo en una administración, Maria
Luisa Moreno de Vega es una de las que había pitado en los primeros tiempos del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, una entidad muy ligada al Opus en sus comienzos [Ver la abundante bibliografía
sobre el CSlC y los miembros del Opus Dei que trabajaban allí desde
su fundación después de la guerra civil, lo dicen Carmen
Tapia y Estruch],
es una persona mayor y enferma como hay tantas dentro la Obra. En aquellos
momentos trabajaba en la delegación los días que se encontraba bien, pero
muchos, se quedaba en casa aquejada de sus dolencias. Mari Carmen Villar
trabajaba como administradora en el centro de la delegación de los hombres en
Pamplona, Piedita Tabernero trabajaba en la
administración de Goimendi. Tengo que decir que aunque
yo era la secretaria del consejo local del centro jamás se me explicó ni lo
pregunté que le pasaba a Piedita. Era notable su
comportamiento extraño, y la cantidad de medicinas que tomaba, que por cierto no
las guardaba en su habitación, sino que cada noche después de cenar se le daba
la dosis exacta.
Sin
comerlo ni beberlo me acababan de catapultar a un centro donde podía tocar y ver
cada día los resultados del régimen de vida en las numerarias. Me duele tener
que decir estas cosas, yo quise y quiero a todas esas personas. Las directoras
de Pamplona de entonces saben que yo me desvivía por las mayores y enfermas,
hacía falta mucha paciencia para soportar en la vida de familia, en las
tertulias del mediodía y de la noche a aquellas personas que no estaban en su
pleno juicio y que sin embargo se les daba toda la cancha. Al principio a mí
aquello me divertía pero con el tiempo me di cuenta de que no tiene nada de
divertido que se estén repitiendo las mismas tonterías día tras día en una
tertulia formada en su mayor parte por mujeres hechas y
derechas.
Maria
Luisa hablaba muchísimo, a veces decía auténticas incongruencias, muchas eran
fruto de que era una persona mayor, pero las personas mayores de su edad que
podías ver por la calle no estaban como ella estancadas mentalmente en otra
época. Era una persona inteligente, que hablaba varios idiomas, que había vivido
en Roma junto al Fundador, ignoro los avatares de su vida pero estaba tocada.
Una de las manifestaciones era la atención constante que requería de la
directora, siempre estaba detrás de ella, llamándola, cuando se ponía mala
todavía era más insistente. Era como si Jayone fuera
su apoyo, como si ella hubiera perdido la personalidad, una personalidad
suplantada por el sistema Opus Dei que se proyectaba en los directores. Maria Luisa era un
ejemplo viviente de lo que sucede con las numerarias, la renuncia a la propia
autonomía y en su lugar la directora acaba siéndolo todo.
No
había forma de tener una conversación normal en aquella casa. Todo inicio de
algo era interrumpido por cualquiera de las enfermas. Era desesperante. Me costó
varios días caer en la cuenta de que había una numeraria llamada Teresa en el
centro, no aparecía en la mesa y cuando aparecía no abría la boca. Teresa era
bastante más joven, no llegaría a los cuarenta. Cuando me vio aparecer a mí como
secretaria cogió unos celos terribles de manera que ni salía de la habitación,
estaba en la cama todo el día. Era otra persona muy apegada a Jayone. Incluso en un momento nos dijeron en la delegación
que la cambiaban de centro. No hubo manera, no quiso y se quedó donde
estaba.
Ahora
mismo me parece increíble que yo haya presenciado tantas cosas extrañas y no
haya pedido una explicación. Si lo hubiera hecho quizás me habría marchado de la
Obra en ese momento [Pienso que hubiera sido una manera de ir tirando del
hilo para sacar el ovillo, pero entonces el Opus Dei era indiscutible en mi mente]. Estaba tan
"enamorada" de mi vocación, del camino, de que mi vida era maravillosa con la
oportunidad de ayudar a tanta gente, de trabajar, de difundir ese mensaje de la
santificación en medio del mundo, que el ideal me impedía ver lo que tenía
delante de las narices: las numerarias enfermas producto de un sistema que
reprime al máximo los mejores sentimientos de las personas. No podía
verlo.
Mi
relación con Jayone era una fuente de sufrimiento
constante que sobrellevé como mejor pude. Tampoco me explico como pude aguantar
aquello. Jayone era una mujer distante, que daba unos
cortes increíbles cuando algo no le gustaba, bastante bruta, se quedaba callada
en la mesa y todas nos quedábamos calladas con ella. Si se intentaba abrir
conversación, su pasividad, su mirada de desinterés te hacían comprender que
mejor que te callaras. Era un espanto. Por supuesto que había algunas con las
que se llevaba mejor que conmigo, por edad era normal, yo nunca se lo reproché.
Siendo del mismo consejo local podíamos estar días sin hablarnos, por mi parte era el corte que me daba,
que siempre me parecía que estaba enfadada. No era nada fácil. Así que la
trataba lo imprescindible, es decir, cuando hacía la charla, los sábados por la
mañana, momento que yo esperaba con auténtico terror y en las reuniones del
consejo local que solían ser una o dos por semana.
Lo
mejor de todo es que al hacer la charla con ella le tenía que contar mis
dificultades para tratarla a ella, y lo hacía. Así que la solución estaba
servida, como tantas cosas en la Obra, no tenía salida. Me podría haber puesto
pesada en la delegación y pedir un cambio de charla pero sinceramente era una
numeraria tan dócil y bien criada que esta idea ni se me pasó por la cabeza.
Creo que en los tres años que viví en aquel centro fui otras tantas veces a
exponer mi situación, mis dificultades con la directora. De las tres veces sólo
recuerdo una de las cosas que me dijeron: "A Jayone se
le hace poca corrección fratema". Puedo asegurarlo, el
último año era yo la subdirectora y no recuerdo que me consultaran muchas
correcciones para ella.
Otro
asunto que me escamó bastante, al sacerdote del centro se lo decía una y otra
vez, fue que siendo la secretaria y luego la subdirectora no se me confiaran las charlas fraternas de las numerarias. Sólo de
manera ocasional llevé alguna, pero desde el momento en que me destinaron a ese
centro me dijeron que no llevaría charlas fraternas de las mayores. Al principio
me conformé porque en los dos primeros años tenía mucho quehacer, además pensaba
que yo no estaba preparada, que las mayores eran mucho mejores que yo. Pero
luego conforme pasaba el tiempo y tenía oportunidad de ver como funcionaban los
consejos locales me costaba bastante más, sobre todo porque llegó otra joven al
consejo local y a ella sí le dieron charlas para llevar. Al cura del centro, la
única persona a la que se me ocurría que podía recurrir, lo tenía frito con este
tema.
En
realidad ahora sé que en la Obra siempre han hecho lo mismo conmigo porque lo
hacen con todo el mundo: "nos quedamos con lo que nos interesa de ti, lo que no
nos interesa, lo arrinconamos". Pero esto no es cristiano ni humano, porque lo
normal es aceptar a la gente no sólo porque es útil para tal o cual tarea. Lo
cierto es que el pragmatismo del Opus con las
numerarias es terrible. Como secretaria tenía bastante trabajo. Todas las
numerarias entregan su sueldo íntegro en la caja del centro a principio de mes,
de ahí piden el dinero que necesitan para sus gastos ordinarios (higiene
personal, autobús y poco más), y para gastos extraordinarios (medicinas,
médicos, ropa...) Cada vez que se hace un movimiento de caja se apunta en un
libro de cuentas, y las cuentas tienen que cuadrar a final de mes. En aquel
libro que yo llevaba iban anotados también los gastos de la casa, de arreglos
que se hubieran hecho, el pago a las empleadas y los gastos de la
administración. Como la administradora Menchu Ramos
vivía con nosotras su sueldo iba y venía en un periquete: en un asiento salía el
sueldo de Menchu, como que se lo daba, y en la
siguiente línea el mismo sueldo entraba a la caja, pues era una numeraria más
que entregaba sus ingresos a la Obra.
Había
un horario de caja a la semana, dos veces quizás una hora antes de la cena abría
mi caja, y esperaba a que llegaran las numerarias a pedir dinero o a entregarlo.
Si era algo extraordinario, ropa, un libro, zapatos, la peluquería, un viaje
para ver a la familia, previamente lo habían consultado y la directora le había
dado su visto bueno. En esos casos se da una cantidad a justificar. Realizado el
gasto hay que dar cuenta, de lo que costó cada cosa y devolver lo que sobró: ¡no
vaya a ser que la numeraria se escape con el dinero que le sobre de comprarse
algo! Del dinero que se da a justificar se suele "sacar" algo para "ordinarios".
El control del dinero es exhaustivo, hasta el último céntimo que te gastas
siendo numeraria está anotado y ha sido previamente
aprobado. Desde primera hora se enseña a numerarias y agregadas a hacer la
"cuenta de gastos", en una pequeña hoja se van anotando el destino del dinero
que se pide para gastos ordinarios. En mis últimos años como numeraria, se
presupuestaba 5.000 pts. de
gastos ordinarios mensuales por persona. Una vez que ese dinero se pedía a la
secretaria y se iba gastando en autobús, objetos de higiene personal, un café,
las agregadas en tabaco, no las numerarias que no fuman, había que ir anotando
cada cosa y hacer las cuentas. A final de mes se anotaba cuanto dinero debía
quedar y se veía la diferencia con la cantidad que te quedaba en el monedero,
hasta el posible error se ponía en la cuenta de gastos. Esa hoja se entregaba a
la persona con la que se hace la charla o a la directora del centro, que de este
modo vigilaba para que no gastaras en unas medias excesivamente caras o no se te
fuera la mano comprando cualquier capricho. Eran cuestiones de gobierno y de
dirección espiritual, la cuenta de gastos había que entregarla en los primeros
días del mes. Hasta que aprendí a hacerla bien me dieron mucho la lata en el
centro de estudios con la cuenta de gastos. Por eso cuando ves que no tienes
nunca un duro para nada, te sienta mal que se eche en cara a la Obra su falta de
pobreza, porque en verdad tú no tienes tu sueldo, lo das todo. Hoy en día sin
dinero no hay libertad ninguna en la vida, así que las numerarias están
totalmente vendidas a la institución, a no ser que se produzca una hecatombe
[como se puede comprobar hay bastantes hecatombes en el Opus Dei, aunque ellos se dedican
a escribir la historia a su manera].
Al
principio me hacía un lío con las cuentas, no era nada práctica. Jayone sabía de dinero y le pedí ayuda después de muchas
dudas, me dio una mala contestación, diciéndome que ella no era la secretaria,
no tenía dote para enseñar. En la delegación, Charo
Alvarez -la antigua directora de Goimendi que había ascendido a ser "vocal de san Gabriel" me
dijo de Jayone que tenía una cabeza de empresaria, no
sé que es lo que entendía Charo por empresaria, porque
para enseñar no valía, y no me parece propio de un empresario no saber enseñar a
sus colaboradores inexpertos. Una tarea inolvidable de mi primer año como
secretaria fue el presupuesto del centro que se manda a la delegación para que
lo aprueben. No sabía por donde me daba el aire, y al final tuve que recurrir a
Jayone, superando su mala gana, cuando realmente para
ella era facilísimo porque llevaba toda su vida en el Opus Dei gestionando dinero, ya
fuera en consejos locales ya en su empleo como gerente de Decomsa.
Si
las numerarias daban trabajo con los movimientos de caja las agregadas lo dan de
manera desbordante. Sobre todo cuando llegan los primeros días de mes y vienen
todas con su sueldo íntegro. Cada agregada recibe al mes una pensión aprobada
por la delegación, es una cantidad fija con la que tiene que hacer la compra,
pagar los gastos de la casa (agua, luz, teléfono). En ese campo hay muchas
variaciones según el sueldo que entrega, el tipo de casa en que vive, si la
comparte con otras personas la agregada sale más barata que si vive sola. En
Torretxea había casi treinta agregadas. Muchas eran
administradoras en los centros que se habían creado en Pamplona para acoger a
curas del mundo entero enviados por sus obispos a la universidad de Navarra. La
problemática de esas administraciones en aquellos momentos daría ella sola para
un volumen. Otras trabajaban en la clínica o en la universidad como secretarias,
un buen grupo eran empleadas de Decomsa. Y había
alguna que iba por libre, y se dedicaba a llevar pisos de estudiantes, que
alquilaba y atendía ella misma.
Sin
duda las agregadas están un poco más cerca de ser "gente corriente" que las
numerarias, al no vivir en un centro tienen menos necesidades cubiertas y piden
dinero con más frecuencia. Por ejemplo, recuerdo que una diferencia entre
agregadas y numerarias además de todas las que he dicho ya, es que muchas
agregadas tenían su coche y pedían para gasolina, o para algún arreglo del
mismo. Las numerarias en aquel centro disponíamos de un vehículo, el de una del
centro, que en realidad sólo lo usaba ella pues era la única que lo necesitaba.
Alguna vez lo utilizábamos para nuestras excursiones al monte pero siempre nos
apañábamos con cualquier otro coche.
Las
sesiones de caja con las agregadas los días de entrega de sueldo podían durar
dos horas. Luego venía la tarea de pasar al libro los vales que me habían
firmado. Porque había vales de entrada y vales de salida donde echaban su
rúbrica respectiva, y todo eso hay que llevarlo bien al día y hacer el
correspondiente arqueo para comprobar que coincide lo del libro con el dinero
que hay en la caja. De los centros de agregadas se manda mucho dinero a la
delegación, pues ellas gastan sólo lo estricto necesario, el resto se queda en
la caja. La secretaria prevé las necesidades que puede haber ese mes, y el resto
se va a la delegación que es quien sabría decir que hace con el dinero porque yo
no lo sé aunque me lo imagino.
Para
empezar hay que sostener una burocracia inmensa, todas las personas que son
directoras u oficiales (que ayudan a las directoras), hay que mantenerlas
íntegramente con el dinero de las "trabajadoras", las casas de la Obra, tantos
centros donde viven las numerarias y van "a recibir formación" agregadas y
supernumerarias. Además de las delegaciones en los centros ya he dicho que
muchas numerarias no entregan ni un céntimo porque trabajan "en casa".
Concretamente aquel año la única que traía un sueldo en condiciones a caja era
una numeraria que tenía un alto cargo. Los demás eran sueldos bastantes bajos,
por ejemplo Jayone como gerente de Decomsa no ganaba gran cosa, Mari Carmen que era
administradora tampoco, yo era estudiante y aportaba mi beca, Nissa estaba en las mismas condiciones. Así que mientras a
veces hacía falta pedir dinero a la delegación para las numerarias (aunque se procuraba no tener que hacerlo
¡vaya falta de pobreza pedir dinero a la delegación para sus propias
numerarias!), el centro de agregadas era una mina para la misma delegación. Yo
preparaba mis sobres con miles de pesetas cada mes, y pronto, en los primeros
cinco días, para que enseguida llegaran a su destino.
El
consejo local de agregadas funcionaba bastante bien a mi entender. Elisabet era muy trabajadora y ordenada como buena alemana.
Esperanza tenía prestigio como directora, las relaciones públicas se le daban
bien, entre ellas dos visitaban con frecuencia a los padres de las agregadas enfermos o mayores. Alguna vez me corrigieron
porque yo no lo hacía. Por mi parte me sentaba en las reuniones del consejo
local al principio como si aquello fuese algo sagrado, dirigir a otras personas
de la Obra me daba un poco de susto. Miraba pero no decía nada porque pensaba
que no tenía nada que decir. Los problemas de las agregadas muchas veces, más
que con las numerarias, eran problemas económicos. El Opus busca sacar la mayor tajada posible del dinero de las
agregadas, por eso se plantean unas luchas para que la gente no gaste que
realmente son absurdas. Sin dar nombres, recuerdo que el primer caso que
tratábamos una y otra vez en el consejo local en aquel otoño de 1990 era el de
una agregada que estaba a punto de jubilarse después de haber trabajado toda su
vida en Pamplona en un colegio mayor. Ganaba una miseria, y para su retiro la
mujer quería comprarse un piso en su pueblo. Fue un tira y afloja en el que la
agregada medio engañando se salió con la suya y se compró su piso, puso a un
sobrino por medio para que le hiciera la gestión. Nosotras le pedíamos las
cuentas, el presupuesto de lo que le iba a costar la compra y la conclusión
oficial es que no llegaba para que se lo gastara en una casa. Algo similar pasó
con el coche que se quería comprar otra agregada, ella lo justificaba porque así
podía ir al pueblo a ver a sus padres, y tuvimos en el consejo local la pelea de
si coche o no para ella. Un día esta agregada me confesó que le costaba estar en
la parada del autobús mientras llovía y ver como a otras venían a buscarlas en coche. Deduje que a esta le costaba
todo, el coche que tenían las demás y otras cosas.
Más
adelante también tuvimos otro lío con una agregada que se empeñó en comprarse el
piso, la delegación no daba el visto bueno. Me hicieron ir a mí a la caja de
ahorros a preguntar por el préstamo hipotecario de esa persona. Son situaciones
estrambóticas, estudiante y sin intención de comprar casa en los días de mi
vida, pues tenía el tema de la vivienda resuelto, haciendo una gestión por otra,
empleada en una administración que me doblaba la edad. Y se supone que las dos
éramos gente de la calle, "personas corrientes". La gestión la hice en una
oficina de la caja de ahorros municipal de Pamplona donde estaba el padre de una
compañera de colegio que creo se quedó asombrado de mi planteamiento.
Ahora
me cuesta entender como aceptan los padres de las agregadas la situación de sus
hijas. La ventaja que tienen es que su hija agregada está con ellos y los cuida
en su propia casa, pero el tema económico, ver que la hija está dándolo todo al
Opus, y que incluso lo que ellos le dejen irá a parar
al mismo saco, debe ser bastante duro. Por parte de las agregadas su situación
aunque digan que es más libre que las numerarias por no vivir en un centro,
tiene la desventaja de que están con un pie en la vida de la calle y con el otro
en la del centro. Me parece una situación que acaba por dislocar a la persona, y
creo que es lo que suele ocurrir.
Hay
muchos piques entre "numerarias" y "agregadas". Por ejemplo, en algunos centros
se delimita mucho hasta donde pueden pasar las agregadas, en los centros de
jóvenes las fronteras están más difuminadas pero en los de mayores, sobre todo
habiendo enfermas como las había en aquella casa, hay que tener mucho cuidado
con las que se atreven a traspasar los umbrales de lo que se considera la zona
de las numerarias. En ese sentido las tres del consejo local de agregadas las
defendíamos mucho frente a las demás, que medio broma medio en serio en las
conversaciones hacían sentir ese sentimiento de distancia respecto a
ellas.
En
Torretexea había dos plantas, el primer piso con el
oratorio, cuarto de estar, salitas y despachos se suponía suficiente para que
las agregadas estuvieran acogidas y tuvieran sus medios de formación. En el
segundo estaban las habitaciones, cuarto de estar de numerarias y la
administración. Los dos pisos estaban unidos por una escalera interior que era
la "frontera". Yo notaba la reticencia de algunas agregadas a subir la escalera
por no molestar y al ser joven me costaba entender que su presencia estorbara a
alguien, siempre he considerado a todo el mundo por igual, esto es algo que me
ha hecho muy atípica dentro del Opus, porque no me
enteraba, o más bien, pasaba de las jerarquías. Una actitud incomprensible
dentro de una institución esencialmente piramidal. Así que muy de vez en cuando
las agregadas "osaban" subir al segundo piso, por ejemplo si teníamos que lavar
las copas de champán después de una celebración.
A
veces las agregadas dan bastantes muestras de la sensatez que falta en las
numerarias. Al estar más en la calle se dan cuenta de muchos defectos de la
Obra. En una ocasión recuerdo que se planteó entre algunas agregadas una de
estas cuestiones. Debió de surgir en alguna merienda dominical que hicieron en
casa de una de ellas. Recuerdo que una era celadora, Sagrario Villanueva, cuyo
trabajo era dirigir el servicio de limpieza de la universidad. [Ser celadora
es un encargo de responsabilidad que se les da a algunas, son un control más
sobre las personas, aunque en la Obra se hace ver que son como unas hermanas
mayores más cercanas, que te ayudan en lo material; te acompañan al médico, de
compras... y en lo espiritual, pueden recibir las charlas fraternas de otras
agregadas por encargo del consejo local, y se supone que velan por el espíritu
apostólico de todas. Son como una correa de transmisión entre el consejo local y
las agregadas, Incluso a algunas agregadas se las llega a nombrar secretarias de
un consejo local de agregadas o de supernumerarias, lo cual ya es el "top level"]. A través de ella
nos llegó al consejo local el "cotilleo" de que habían discutido a propósito de
que en la Obra la amistad se reduce al apostolado, es decir, que se
instrumentaliza la amistad. Decidimos que yo impartiría un círculo para" aclarar
ideas” a las agregadas. [El Opus nunca me ha
agradecido, ni quiero porque bastante me engañaban, la amplia labor de
"aclaradora" que he hecho a partir de esa época con sus huestes. Al ser filósofa
de formación el defecto del que se servían en mí es que las "teorías" se me dan
muy bien, las teorías en el mal sentido, es decir, los "rollazos" del Opus para justificar lo injustificable]. Así que expuse
algo que siempre tuve muy claro: que llevar a Dios a las personas es la mayor
señal de amistad que se puede tener por alguien. Sigo pensando lo mismo. Sólo
discrepo en una cosa: que el Opus lleve a Dios a
nadie, porque ellos son los primeros que, aún teniendo la palabra Dios
constantemente en los labios, lo ignoran casi todo. No les interesa el tema de
la religión [a este respecto quiero comentar el famoso punto 115 de Camino:
"Minutos de silencio. Dejadlos para los que tienen el corazón seco. Los
católicos, hijos de Dios, hablamos con el Padre nuestro que está en los cielos"
(de la 47 edición castellana, 1988). En su primera versión, este punto
especificaba quienes eran los del corazón seco masones, protestantes... Es
curioso que todo un fundador no cayera en la cuenta de que corazones secos los
hay en todas las religiones e "irreligiones" de la humanidad, también entre los
católicos que nos sabemos hijos de Dios, el Opus mismo
que impide las amistades sinceras son un buen ejemplo. Son dos cosas diferentes,
la sequedad del corazón y el no ser católico que no están forzosamente en
proporción directa la una con la otra], lo han sustituido por el del
"catolicismo” [Me refiero a la práctica casi incesante de normas de piedad,
olvidando la caridad entre las personas, no se practica ni siquiera entre los
miembros de la Obra. Además del retorcimiento mental al que obligan a la gente,
marean y siembran la confusión en las mentes. La gente que no es del Opus Dei lo percibe en las
personas que salen del Opus, los que se quedan dentro
están igual] y es un defecto del que cuesta desprenderse. Lo afirmo así de
rotundo porque Dios es la Verdad y ellos la ocultan, y la religión es la
relación de cada ser humano con esa Verdad suprema que tiene muchos caminos, más
y mejores que la Obra. Sin embargo, como numeraria estaba convencida de que mi
camino era único y especial y mi relación con Dios mejor que la que podía tener
cualquier otro ser humano. Pero todo era una gran falsedad. Es uno de los
engaños más graves en los que he caído siendo numeraria.
En el
Opus Dei el año está plagado
de fiestas. Las más sonadas son las del Señor (Navidad, Resurrección, Ascensión,
el Corpus) y las de Casa (2 de octubre, fundación, 14 de febrero, fundación de
la sección de mujeres, 19 de marzo San José, renovación de los compromisos, 17
de mayo, beatificación del fundador, 26 de junio, san Josemaría, diferentes aprobaciones jurídicas entre las que
destaca 28 de noviembre, Prelatura Personal). Para las numerarias la fiesta se
nota desde por la mañana con una meditación predicada por el sacerdote, la Misa
con ornamentos y manteles de fiesta. A esos actos asistíamos todas con nuestro
mejor traje. Más notas de una fiesta son las comidas especiales de ese día, con
aperitivos, postres, bebidas entre las que no falta el cava en los días más
especiales, y al final de la tarde Exposición y Bendición Solemne con el
Santísimo a la que asisten también las agregadas. Para las agregadas la fiesta
está un poco más reducida, porque consiste tan sólo en una tertulia en la que se
brinda y se toman algunos pastelillos, meditación y la citada Exposición con el
Santísimo.
Como
secretaria debía pagar las cuentas de la farmacia que en aquella casa no estaban
nada mal. Este detalle también es de los que no se explican en "gente
corriente". Había tantas medicinas para las enfermas oficiales, ya he dicho
quienes eran y las "no oficiales", que se hacía un pedido por teléfono a la
farmacia Sánchez Ostiz cuyos propietarios eran
supernumerarios. Nos traían el pedido a casa. Si no recuerdo mal, repartían por
varios centros de Pamplona. La industria farmacéutica no debe de tener queja con
el Opus Dei porque sus
centros de numerarios son unos magníficos clientes. Se compraban muchos
antidepresivos, pastillas para dormir para las más jóvenes. [El Lexatin es un remedio para que la gente no tenga ni tiempo
de pensar por la noche. Las directoras son muy amigas de recetar este
medicamento para dominar a las personas y crear adicción, por no hablar de los
efectos secundarios. Si en la vida hay dificultades lo suyo es pensar y resolver
los problemas, no dormir más de la cuenta para olvidar]. Alguna vez la gente
se compraba su pastilla y luego pedía que se le diera el dinero pues lo había
cogido de sus pocas pesetas de "gastos ordinarios". Muchas veces fui a pagar a
final de mes la cuenta a la farmacia de Sánchez Ostiz,
al lado del Ayuntamiento de Pamplona. Tampoco estaba nada mal las facturas que
llegaban de la clínica universitaria, varias del servicio de psiquiatría. Me
daba exactamente igual el tipo de médico al que fueran las numerarias. Recuerdo
que una vez, una de las numerarias "sanas en apariencia" pero que empezaba a dar
señales de no estarlo me comentó en la escalera: "¿Has recibido una factura de
la clínica a mi nombre?", le contesté afirmativamente, "¿de qué médico era?" Se
lo dije, era de psiquiatría, y se sonrió como si aquello tuviera importancia.
Para mi entonces no la tenía, hoy la tiene porque sé que tanta necesidad de
psiquiatra en gente a partir de 35 ó 40 es resultado de la vida que se lleva en
la Obra. Hago notar que las facturas no iba cada una a pagárselas, como también
hace la gente corriente, sino que iba yo, la secretaria del centro y pagaba si
era el caso varias al mismo tiempo.
En
cuanto al control del gasto de numerarias y agregadas, no era suficiente con
todo lo que ya he descrito. A final de mes la secretaria tiene que confeccionar
un resumen económico que lleva dos columnas, una con lo previsto y aprobado por
la delegación y otra con el gasto que realmente se ha hecho hasta la fecha.
También la administradora envía su resumen, donde aparece la media de cocina, es
decir lo que se gasta al día la administradora en alimentar a una numeraria.
Para ello se calcula el número de comensales del mes. Todos los gastos
relacionados con la comida se dividen entre ese número de comensales. La media
de cocina está aprobada en la delegación para cada centro. En los centros de
mayores es un poco más alta que en los de jóvenes.
Otro
trabajo era confeccionar el E 37 de cada persona. E 37 es la nomenclatura
interna para designar la hoja de cada numeraria y de cada agregada donde figuran
sus ingresos y sus gastos mensuales. Al final de año se hace la suma y la
diferencia entre ingresos y gastos totales, y se manda a la delegación, así que
el consejo local y las directoras están bien al corriente de si cada persona
sale adelante ella y además ayuda a "las labores apostólicas", o es deficitaria.
Los E 37 tienen que estar al día, sobre todo en el consejo local de agregadas
era donde se miraban con más frecuencia porque está claro que de ahí sale dinero
para las "labores apostólicas". Había una agregada que gastaba bastante en ropa
interior, creo que la mujer estaba un poco tocada, pero como lo están todas las
que siguen mucho tiempo con el encorsetamiento de vida que es el Opus Dei. Ni ella nos dejaba vivir
ni nosotras a ella haciéndole ver que gastaba en exceso. Cuando pienso la casa
donde ella vivía digna pero comparada con el centro de las numerarias, mi
centro, era un dedal, el mísero sueldo entregándolo a la Obra y gastando en
tonterías, realmente esa persona seguía en el tren del Opus porque no era dueña de sus actos, si no lo hubiera
dejado. Esperanza decía de ella que estaba "mal del tanque", pero ¿quién no lo
está viviendo las cosas que se viven en la Obra? para resistir o te conviertes
en una cínica, en un témpano, como lo son todas las directoras, o caes depresiva
y que hagan contigo lo que quieran.
Otra
a la que sobre todo Jayone machacaba con el tema
económico era Nissa de Villa, la numeraria filipina.
La mujer había conseguido una "madrina" que le mandaba dinero desde su país para
pagarse la estancia en España. Al parecer quizá la asignación era un poco
escasa, recuerdo a Jayone diciendo de ella, que "la
gente que no paga está en la cárcel". Esperanza llevaba su charla fraterna en
aquel tiempo, y espero que no fuera así de bruta con ella aunque le hablara del
tema, lo único que se me ocurre pensar es que Jayone
era una envidiosa. Nissa estaba haciendo una formación
de cirugía bastante extraordinaria, en el equipo del doctor Cienfuegos, que
realizaba en aquellos años los primeros trasplantes de hígado en España. Jayone, una mujer inteligente, pero que por exigencias del
guión y comodidad, se había quedado en gerente de Decomsa, lo llevaba mal. Realmente, ya se sabe que cuando
alguien viene de un país como Filipinas no es con muchos millones en el bolsillo
y creo que no había derecho a semejante comentario. [En otro contexto escuché
a la procuradora (encargada de la economía) de la delegación de Pamplona, Sisi Bernal, decírselo a las supernumerarias, animándolas a
que fueran generosas, que en la universidad había mucha gente de otros países
formándose, lo que costaba dinero]. Nissa estaba
la mayor parte del tiempo en la clínica y tanto mejor para ella. Cuando no, se
encerraba con sus cerdos en el Centro de investigación farmacológica (CIFA) para
hacer la tesis sobre la diabetes. Era el espécimen más normal de persona que
había en aquella casa, ya que como numeraria no era lo normal, porque una
numeraria que casi no convive con las demás, que un día coge el avión a Berlín
para ir en busca de un hígado para un trasplante y al otro se va a un congreso
de cirugía en Budapest, no es una numeraria corriente. Pero al estar en un
trabajo tan apasionante se libraba del ambiente sofocante de aquella "vida de
familia". Por eso a veces cuando llegaba tarde por la noche la acompañaba a
cenar y escuchaba sus avatares con los trasplantes y con los viajes. Nissa me enseñó a hacer aerobic
con una cinta de Jane Fonda que todavía conservo.
Había
cosas extrañas en aquel centro, he hablado de las tertulias insustanciales.
Blanca, fue una numeraria joven profesora de económicas, que llegó el último año
de mi estancia allí. Venía de Goroabe y también quiso
darle un giro al ambiente, fue imposible por más que lo intentamos. Recuerdo que
Mila y otra numeraria se solían apañar para hacer
planes de descanso juntas, a parte de las demás. Mila
se llamaba a sí misma "chivo expiatorio", porque decía que nos metíamos con
ella, allí cualquiera que estuviera en su sano juicio era "chivo expiatorio".
Elisabet era la que más mostraba su desacuerdo en
público con las tonterías de las enfermas, no podía
soportarlo.
Había
dos grupos de "escapatoria" Mila, Mari Carmen, Jayone a veces se unía a ellas, eran de las que solucionaban
todo a base de cine, lo del cine en los centros de numerarias es otra historia.
Alquilaban una película de vídeo, película de la que se hablaba cinco días antes
y cinco después y con eso intentaban sobrevivir emocionalmente. El otro grupo
era el del monte: Esperanza, Elisabet y yo, y siempre
alguna agregada se nos unía, o nos uníamos a alguna agregada si no había
numerarias que quisieran salir de excursión. A Jayone
le sentaba mal que habláramos del monte, una vez me dijo que Esperanza hablaba
en exceso del tema. No me puse a medir el tiempo de duración de las
conversaciones en las tertulias, pero las chaladuras se llevaban la palma. Todo
esto muestra el gran amor y comprensión que nos teníamos unas a otras:
nulo.
Y el
remate de esta situación de centro lleno de personas que se aguantan unas a
otras con toda la educación que pueden, eran las pretensiones "oficiales" de la
delegación con respecto a nuestros objetivos como casa de numerarias. Digo
"oficiales" porque supongo que no podía ir muy en serio cuando nos decían que
las numerarias teníamos que hacer apostolado. ¿Qué apostolado va a hacer gente
acostumbrada a vivir entre las cuatro paredes del centro y que está
prácticamente enferma por el régimen del Opus Dei? No puedo olvidar un despacho que tuvimos el consejo
local de numerarias en la delegación con la directora de la misma, Nieves Alvira y Belén Mendizábal, vocal de san Miguel. Coincidió
con el 29 de noviembre, fiesta de San Saturnino, patrón de Pamplona. Entre otras
cosas preguntaron que cuántas veces habíamos tratado el tema apostólico en el
consejo local en ese trimestre. Me miraron a mí, pues al ser la más pequeña se
supone que era la voz de la inocencia, y dije, exagerando que 2 ó 3. Recuerdo la
mirada de Esperanza, me había pasado por defender la honorabilidad del consejo
local.
Es
cuando menos curioso que gente que llevaba décadas en Pamplona no tuviese amigas
en la ciudad. El fin de semana era sagrado, prácticamente de reclusión. Jayone tenía menos conocidas todavía, jamás le escuché decir
que iba a quedar con ninguna amiga, lo mismo pasaba con las demás, no es por
meterme con nadie pero es la pura realidad. Esperanza tenía mucha habilidad para
hacerse amiga de la gente, y siempre pegaba la hebra con cualquiera aunque fuera
en un viaje en tren, Elisabet también tenía alguna que
otra conocida con la que a veces quedaba, yo a pesar de estar sumergida en los
libros de cuentas, la facultad y mi pequeño trabajo en el centro de
investigaciones de historia, me apañé para intentar ver a gente del Instituto.
No tuve mucho éxito. Hice llamadas pero alguna no quiso ni verme, lo entiendo
perfectamente. Otras, sí las vi, pero nuestras vidas
iban por caminos muy diferentes, por ejemplo, alguna vez quedé con Nasi, mi amiga iraní. También recobré la amistad con
Patricia, hermana de Edurne y nos fuimos de excursión juntas. En un curso de la
facultad hice amistad con Ana Mateo, una estudiante de primero de filosofía, era
de San Sebastián, ex alumna del colegio del Opus en
esa ciudad. La traté hasta que conseguí apuntarla a un curso de retiro de san
Rafael. La verdad que en los pocos momentos en que tenía contacto con el
"exterior" el chip apostólico estaba puesto.
En el
centro de agregadas incluso intentamos poner una labor en marcha con sus amigas.
Nunca logramos reunir multitudes pero alguna que otra actividad salió adelante.
Por ejemplo teníamos un retiro mensual de hora y media de duración al que solía
acudir una secretaria de rectorado, y alguna otra. En 1992 cuando se publicó el
catecismo de la Iglesia Católica Elisabet dio una
charla sobre el tema con la que conseguimos llenar el exiguo cuarto de estar de
abajo. Pero se hablaba más que se hacía. Era evidente.
Aquella experiencia muestra una vez más como en la Obra, se
confunde el apostolado con llevar a la gente a los centros. No es como pretenden
llevar a la gente a Dios, porque para ellos no cuentan los avances de las
personas hasta que no pisan el centro y se arrodillan en un confesonario ante un sacerdote suyo. Durante algún tiempo
puedes tener una amiga que no pise el centro, pero si pasan meses sin
conseguirlo, estás perdiendo el tiempo y debes olvidarte de ella. La actividad
del Opus Dei es centrípeta,
no es ese mar sin orillas que pretenden. Es un estanque al que echar los peces
para que se muevan en el reducido espacio que ellos han
marcado.
Lo
demuestra el hecho de las estadísticas y recuentos que se hacen, las metas que
se marcan con la gente, la rigidez de todo lo que plantean. Además es curioso
las pocas veces que en la Obra se habla de la labor de otros "grupos", aunque
esta palabra les repele, por ser distintos ni siquiera quieren que se les llame"
grupo". Por ejemplo se supone que Comunión y Liberación es un movimiento con
ideas similares al Opus Dei,
en los casi veinte años como numeraria creo que prácticamente no he oído
mencionar a esa gente. No se sabe de su existencia, no se sabe más que de la
Obra, que es maravillosa comparada con cualquier otra parcela en la Iglesia,
porque en la Obra todo es divino. Si hubiera ese catolicismo, esa universalidad,
se hablaría con más frecuencia de tantas iniciativas que existen. Es también
llamativo como en el folleto del peregrino que se editó con ocasión de la
jornada de la juventud de París en 1997, figuran muchas órdenes religiosas que
dan su dirección y exponen su carisma para animar a la gente a conocerlos. Por
supuesto el Opus Dei no
figura ahí. Su funcionamiento es mucho más selectivo, no es "echar las redes
para pescar", sino la caña y cuando agarras el pez va al cesto, de donde se
procurará que no escape.
Esto
explica la dificultad tan grande que tienen todas las numerarias para hablar de
la Iglesia, desconocen el misterio de la Iglesia y la variedad de carismas, así
como la grandeza del Espíritu que se esconde en lo pequeño. Me ha hecho falta
salir de la Obra para enterarme en serio de tantas manifestaciones de renovación
dentro de la Iglesia católica, también para entender que el Opus no es una manifestación de esa renovación ni mucho
menos, no restaura, ni renueva porque sólo piensan en su propio prestigio. Con
esto no digo que sean una excepción dentro de la Iglesia, desgraciadamente es un
mal que aqueja a otros muchos católicos. También es cierto que ese verse el
"ombligo de la Iglesia católica" sin serlo en la realidad, porque es imposible
que el Espíritu Santo esté donde no hay libertad, es más evidente en España,
donde la Obra tiene una implantación mayor. En Francia, al menos el tiempo en el
que yo estuve, nos sabíamos minoritarios, y veíamos sobre todo con ocasión de
los viajes del Papa, muchos otros grupos más numerosos y más extendidos por todo
el país.
Volviendo a otra gente en la Iglesia, saliendo del Opus es llamativo comprobar la flexibilidad de los demás
para asumir su pasado y sus errores, Comunión y Liberación ha tenido iniciativas
en política que no han funcionado, han dado marcha atrás y han vuelto a otras
tareas que les salen mejor sin que pase nada. [Gilles KEPEL, La revancha de
Dios, Anaya y Maria Muchnik, Madrid 1995, pp.
107-114]. En el Opus se reescribe la historia las veces que haga falta para que se
vea la sobrenaturalidad del camino, todo lo cual demuestra que no es un
auténtico camino. En los caminos de verdad hay subidas y bajadas, piedras con
las que se tropieza y necesidad de levantarse, polvo que se pega y hay que
sacudírselo, algún que otro bache o socavón. La Obra si se les cree a ellos,
toda su bibliografía lo demuestra fehacientemente, es como la estrella de los
Reyes Magos, deja una estela de luz por donde pasa sin ninguna sombra. Saben muy
bien que ocultan todo lo que no les interesa que se sepa.
CAPITULO XI. CENTRO DE MAYORES
(II)
Los
dos primeros cursos que pasé en Torretxea coincidieron
con mis dos últimos años en la licenciatura de filosofía. Por las mañanas tenía
las clases, por la tarde después de la tertulia del mediodía, hacía la media
hora de oración prescrita y me marchaba al centro de investigaciones de historia
moderna y contemporánea donde trabajaba como secretaria. Pasaba informes a
máquina, enviaba el correo que generaba por ejemplo la organización de un
congreso titulado "Conversaciones de historia", ordenaba la correspondencia de
Florentino Pérez Embid [fue le primer director
general de Bellas Artes en los últimos años de Franco], numerario que junto
con otros había legado todos sus papeles a la universidad. Es paradójico que no
quieran reconocer oficialmente el peso que el Opus
tuvo en los gobiernos de Franco cuando es algo que allí se palpaba y se palpa,
porque creo que han ido llegando todos los archivos de las personalidades Opus Dei fallecidas. Incluso han
contratado gente por medio de becas de investigación para organizarlos y
estudiarlos.
Después, hacia las siete o las ocho volvía a casa donde me
esperaban las agregadas para abrir la caja o para algún medio de formación. El
centro estaba muy cerca de la universidad, y no tenía problema con el trayecto.
Durante la semana no sacaba tiempo para estudiar, eso lo conseguía el fin de
semana, por ejemplo, los sábados por la mañana si había podido dejar al día mis
famosas cuentas.
En el
departamento de historia coincidí con varias personas que no eran del Opus pero vivían gracias a él. Su ideología personal incluso
podía estar un tanto alejada de lo que en general hay dentro, eso le da a la
universidad un cierto tinte de pluralismo que les viene muy bien. Es un
pluralismo encauzado, pues esas personas saben perfectamente cuál es su lugar y
respetan las reglas del juego, no en vano tienen un trabajo gracias a la Obra.
Yo las veía moverse y me daba cuenta de que estaban al margen de lo que es la
estructura Opus Dei en la
que yo estaba integrada, no tenían el famoso "tono humano", su vocabulario y su
manera de vestir difería bastante de los numerarios. Sin embargo, estaban a
gusto dentro de la facultad. Iban a
todas las reuniones, que son muchas, y hacían
las tareas que les encomendaban [En historia estaban Francisco Javier Caspistegui, Maria del Mar Larraza, Jesús María Usunáriz, Loli Martínez Arce. En
filosofía Idoya Zorroza,
Paloma Pérez Ilzarbe, Julia Urabayen. Todos siguen después de diez años, Loli fue despedida, con el consiguiente
disgusto].
Para
mí era una muestra de la apertura que hay en la Obra a todos. Ignacio Olábarri, supernumerario, era en teoría el director del
departamento de historia contemporánea. Estaba enfermo con una depresión que le
llevaba a no aparecer mucho por allí, y cuando lo hacía venía con una euforia
que tampoco era normal. Cristina Diz Lois, numeraria, profesora de contemporánea, tenía la misma
enfermedad y la veíamos todavía menos. Olábarri
dirigía sus tesis doctorales y escribía algunas
artículos. Pero Cristina en aquella época estaba bastante fuera de juego
[Maria Luisa Moreno de Vega me contó que en su juventud la llamaban en el
campus la "fruta prohibida", porque debía de ser una
belleza, pero claro, era numeraria. Cuando yo la conocí esa belleza se había
esfumado más por la medicación que por los años]. José María Sesé, numerario y profesor de moderna, también se veía
bastante abierto y diferente, incluso para mi gusto se pasaba un poco en su
extroversión. No tengo certeza de si estaba enfermo, pero lo quitaron de en
medio. Acabó yéndose a la universidad de Piura en Perú. [No es exacto decir
que se fue él, lo llevaron por el motivo que fuera. Había hecho una tesis sobre
"El Consejo Real de Navarra en el siglo XVIII", si seguía en la línea de estudio
de instituciones navarras modernas no tenía sentido el traslado].
En
resumidas cuentas mi vida seguía estando llena de actividades que me impedían
una reflexión ponderada y una crítica de la situación. Era feliz aunque sufría
bastante por lo que ya he dicho en el capítulo anterior. También en mi pequeño
trabajo de secretaria tuve que soportar alguna que otra corrección de F.
M., que era mi jefe, y siendo él numerario y yo numeraria, aquello me
daba un corte terrible. Me vino a decir que me mostraba un tanto arisca con
el "gran jefe", don Valentín Vázquez de Prada [esta persona pertenece al Opus Dei como agregado viudo. Su
hija Mercedes era profesora de historia contemporánea. Casada con un psiquiatra,
me dijeron de ella que había sido supernumeraria. Nunca pregunté por qué había
dejado de serio, continuaba en su puesto de profesora, a pesar de todo lo
que hubiera podido tener de diferencias con el opus],
y en otra ocasión me recriminó, con gran delicadeza como se hacen estas estúpidas
advertencias en la Obra, mi comportamiento con Pía d'Ors. Lo de los apellidos es una enfermedad dentro del Opus
Dei, Pía es hija de don Alvaro
d'Ors uno de los grandes de la universidad, nieta
por tanto de Xenius, pues bien, éramos muy distintas.
Pía, agregada de la Obra, había estudiado historia, y trabajaba allí antes
que yo, siguió después y supongo que seguirá. Habíamos hecho un trabajo juntas,
consistente en corregir algún texto de los frecuentes que hacían los diferentes
profesores del departamento. Al parecer yo era más expeditiva que Pía y esto
la molestó.
F. M. me lo hizo saber, poniéndome por delante que Pía era de tal familia,
algo así como que tenía más tradición en este tipo de cosas y que lo tuviera
en cuenta para no herir sus sentimientos. La mención a la familia en un problema
laboral no venía a cuento, pero es algo que refleja bien cual es el "espíritu
de la Obra", los supuestos en los que se vive y respira y que afloran aquí
y allá sin querer. En todas las ocasiones en que mi "jefe" me tuvo que corregir
eché mis lagrimillas y "a otra cosa mariposa".
En
noviembre de 1990 asistí a mi primera convivencia de consejos locales. Fue en
Obanos, un pueblo de Navarra, en la casa que tiene
allí la Obra al lado del campo de fútbol. La casa resultaba un poco pequeña para
tanta gente, casi treinta numerarias. Era una casa de una familia que había sido
agrandada, pero la sensación de "montón" cuando estaba llena era inevitable pues
las zonas comunes no estaban pensadas para tantas personas. En una convivencia
de este tipo se escuchan muchas clases de cada una de las directoras y también
de los directores, los vicarios como dicen ellos, los curas, que son el vicario
delegado, el sacerdote secretario de la delegación y el director espiritual de
la delegación. [Muchos que se han ido se hacen la pregunta, pero ¿alguien
sabe qué es en realidad el Opus Dei? ¿qué es lo esencial de la
Obra? porque lo esencial para unos es una cosa y para otros otra. Lo que sí te
queda muy claro cuando estás dentro y cuando te vas es "quien manda" en el Opus Dei y eso es indiscutible.
Los cargos son algo muy importante. Por ejemplo, se explica que el vicario
delegado en cada delegación es el representante más directo del Padre en esa
delegación, el sacerdote secretario se ocupa del gobierno de las mujeres, ayuda
al anterior en ese aspecto, y el director espiritual se dice que no tiene misión
de gobierno. No sé entonces en qué consiste su mando, pero es un cargo más].
Entre todos ellos y durante un largo fin de semana, que aquel año se hizo
coincidir con la Fiesta de Todos los Santos, nos explicaban los objetivos y nos
recordaban los criterios de gobierno de un centro. Me quedó claro que teníamos
que hacer más apostolado, fue el "leif-motif" de la convivencia, hablaran de dinero, de
supernumerarias o de las numerarias, siempre salía a colación en todas las
clases el apostolado. Claro que ya sabemos cual es el apostolado que ellos
entienden, "gente para la Obra".
La
Navidad de 1990-91 la pasé en Calella (provincia de
Gerona). Una supernumeraria alquilaba su hotel, de nombre Garbí, a la Obra para cursos anuales de numerarias de
invierno. También era un semestre, es decir, que volvimos a coincidir muchas de
las que estábamos en Logroño en el verano anterior. La Epifanía tuvo un sabor
especial porque el Papa ordenaba obispo al Prelado del Opus Dei, Alvaro del Portillo. Fue todo un festejo que pudimos seguir
en directo por la RAI, en la misma ceremonia también recibió esa consagración
otro cura numerario que llevaba muchos años trabajando en el Vaticano, Julián
Herranz. Entre las peculiaridades de aquel curso estaba la abundante pastelería
que nos servían en las comidas, pues la supernumeraria también era dueña de una
confitería en el pueblo. Terminábamos todas enfermas de tanto comer dulces. La
supernumeraria se desvivía por atendernos, incluso aunque en habitaciones dobles
durmiéramos tres, estábamos bien. Hacíamos excursiones por un paseo que bordea
toda la costa, algún día estuvimos en Figueres e incluso en Ampurias, las ruinas
griegas y romanas siempre han sido algo que me ha gustado especialmente. Begoña
Echebarne, de la que ya he hablado anteriormente por
sus dotes artísticas, nos preparó una fiesta de Reyes. Cuando te vas al curso
anual y coincide con esta fiesta el regalo te lo llevas en la maleta desde tu
ciudad, al llegar se lo das a la directora con tu nombre, y el día de Reyes se
hace entrega del mismo junto con la broma que hayan inventado para ti ese
año.
En el
verano de 1991 como había tenido la suerte de hacer el curso anual por
adelantado estaba libre dentro de lo que cabe, pues me quedó una asignatura.
Era la ontología, impartida por Juan José Rosado. [Rosado era un supernumerario
malagueño que dos años más tarde se iba a suicidar en noviembre. Su mujer tuvo
mucho que ver en el "pitaje" de mi madre, incluso mi
madre cuando yo hacía quinto de carrera, "intercedió" ante su mujer para que me
fuera un poco mejor en su asignatura ese año. Mi madre y yo comentábamos la
impresión que nos causó esta muerte y hasta que punto la enfermedad pudo con él,
por lo visto tenía una depresión. Desconozco las circunstancias del caso, pero
sabiendo luego la verdad de lo que la Obra hace con la gente y habiendo sabido
de otra numeraria de Granada, Loles Arenas, que se
tiró del último piso de un hotel en 2002, cualquier cosa es posible]. Con
todo tenía tiempo y eso fue lo que pensaron en la delegación, de manera que me
propusieron ayudar una vez por semana en la labor de San Gabriel que se hacía en
la provincia de Soria. En Soria capital no vivían numerarias. Había un piso
pequeño y digno, incluso con una habitación destinada a oratorio donde se
atendía la labor, es decir, donde se impartían los círculos a las señoras de la
Obra que viven en Soria y donde se recibían sus charlas fraternas o
confidencias. En invierno el grupo de supernumerarias era exiguo, no recuerdo si
llegaba a cinco personas, pero en verano aumentaba porque muchas señoras venían
desde las grandes ciudades para pasar la temporada en el campo. Aquel verano
íbamos tres o cuatro numerarias: Pili Salinas era la directora del centro de
Pamplona que tenía encomendado Soria, Begoña de Acha
era una numeraria mayor que ayudaba, Alicia Bustos y yo más jóvenes
completábamos el equipo.
La
organización de la labor de señoras en verano es un barullo increíble porque la
gente se mueve mucho, pero había que ver los esfuerzos que se hacen para medio
controlar a todo el mundo. El sistema que se sigue es que el centro de
procedencia de las supernumerarias envía un impreso al centro que controla la
zona de veraneo con los datos de la supernumeraria, las fechas de estancia,
dirección y teléfono. Así que Pili iba provista de todos estos datos, y corría
por cuenta de las supernumerarias presentarse el día y hora del círculo en el
centro de Soria. Una de nosotras daba el círculo y luego atendíamos la charla
fraterna de las supernumerarias. Eso lo repartía Pili que era la directora, nos
decía a cada una a quien teníamos que atender, si nos encontrábamos a alguien
imprevisto allí mismo se decidía.
El
Opus no se esmera en llevar las charlas de las
supernumerarias. Está comprobado porque las señoras rara vez hablan sólo de lo
que tienen que hablar. Cualquier numeraria que ha estado en la labor de san
Gabriel sabe que en la charla sale absolutamente de todo y que hay que cortar a
la persona muchas veces para volver a lo que de verdad interesa: cumplimiento de
las normas, planes apostólicos, santificación del trabajo, cómo se han vivido
las diferentes virtudes [Esto sería lo que "me interesaba a mí", que me había
creído la misión espiritual]. Cuando no se tiene experiencia en san Gabriel
y se escucha por vez primera la charla de una supernumeraria es probable que
tengan que venir a llamarte de que se hace tarde. En Soria me asignaron algunas
supernumerarias jóvenes, una en concreto, llena de escrúpulos de conciencia.
Sentadas las dos en la cocina del piso hice lo que pude por tranquilizarla, me
daba la impresión de que la mujer se hacía un lío
terrible.
Realmente yo no sé si los consejos espirituales que dábamos y
seguirán dando las numerarias en las charlas sirven de algo y si se dan bien.
Tengo para mí que muchas veces se encargan estas
tareas a gente que no está preparada o, -ya he contado el plantel de mi centro
en aquella época- que está mayor y enferma, o gente que sinceramente no quiere
hacerla bien. En medio del montaje que es la Obra, sí hay numerarias que saben
escuchar a las supernumerarias con sus innumerables y variados problemas, y
proporcionan una oreja interesada en las preocupaciones ajenas, es lo que se
podría salvar de todo. Pero claro, para escuchar tantas confidencias de personas
que al menos se van desahogadas psicológicamente no hace falta engañar como a mí
me engañaron.
En
este tema de san Gabriel es donde más vi que me
"pasaba de rosca", quiero decir, que me tomaba con una seriedad la formación y
la espiritualidad de las supernumerarias que ni siquiera muchas directoras se
planteaban. Para ellas san Gabriel en el fondo es dinero, la famosa aportación
mensual de las supernumerarias se controla mucho, y es influencia social, pues
las señoras no están recluidas en la vida interna de la Obra como las
numerarias. Ellas tienen relaciones que siempre a un grupo como es el Opus Dei interesa. Claro que yo
siempre he visto la influencia social como un medio para hacer apostolado, es
decir, el objetivo fundamental es llevar las almas a Dios, ellas dicen que este
es su objetivo, pero no lo es. Pongo por ejemplo la mala formación que se da a
las señoras, comparada con la de las numerarias no tiene nada que ver. Se las
atiende de mala manera muchas veces, no se las escucha de verdad, se hace mofa o
se toman a la ligera sus problemas familiares graves, y si dan la aportación y
van al círculo ya han cumplido.
Además en cuestiones del espíritu, dejémonos de cuentos, la
influencia social de los santos no tiene nada que ver con su posición. Pienso
ahora en Marta Robin [Jean GUITTON, Retrato de
Marta Robin, Monte Carmelo, Burgos 1999], fue una
muchacha enferma, recluida en una habitación oscura pues la luz la hacía
enfermar, en un pueblo perdido del sur de Francia. Para el Opus Dei era nadie, pero hay que
leer su vida para comprender la impronta que dejó en mucha gente, incluso
intelectuales franceses ateos de su época. Era una mujer de Dios y donde hay una
mujer así está comprobado que la gente acude como moscas buscando esa caridad
que irradia una vida de sufrimiento. La Obra está muy equivocada en la
presentación que hacen de sí mismos como gente que quiere ir a las" cumbres para
desde allí fecundar los valles", las cumbres y los valles que los hombres
ponemos con frecuencia no tienen que ver con las cumbres y los valles que Dios
pone. La historia de la Iglesia nos lo demuestra una y otra vez, pues la fuerza
de renovación ha venido muchas veces de abajo, del enfermo, de las mujeres, del
ignorante, del perseguido, de aquel en quien nadie repara. Todo lo contrario de
lo que hace el Opus Dei que
va buscando" aquel en quien todos reparan"
.
Por
la mañana pues, atendíamos la labor en Soria capital y por la tarde íbamos a dos
pueblos, Derroñadas y Navaleno, alternando las semanas pues también había gran
concentración de veraneantes de la Obra en esas zonas. Regresábamos a Pamplona
hacia las diez de la noche. Aquel verano coincidió con la jornada de la
juventud
en Polonia. El Prelado del Opus Dei tuvo el encargo de decir una Misa o presidir la reunión
de jóvenes de habla hispana en una iglesia, se comentó mucho este hecho, pues
fue una distinción y una prueba más de la confianza que Juan Pablo II ha
depositado en el Opus Dei.
En
septiembre de 1991 empecé mi último año en la licenciatura de filosofía. Seguí
con mis tareas en Torretxea y en la universidad. El
trabajo en el centro de investigaciones de historia me abrió las perspectivas de
lo que es la universidad, la investigación y la docencia, mi labor allí no tenía
nada que ver pero lo que hacían aquellos profesores me atraía muchísimo. Estaba
en la recta final de mi carrera y había que ir pensando en el futuro. En
septiembre de 1991 una numeraria que acababa de llegar de Roma después de casi
treinta años en el colegio romano y en la asesoría vino a vivir a Torretxea. Era Elisa Luque, venía como subdirectora del
centro de numerarias, Esperanza dejaba ese puesto y dejaba también el cargo como
directora del centro de supernumerarias. Recuerdo que hicimos un brindis para
celebrar "el cargo y el descargo" en palabras de Esperanza. Con Elisa hice muy
buenas migas por varios motivos. Debo decir que las directoras de la delegación
no llegaron a captar la amistad, pero después de ocho años en el Opus encontré alguien con quien podía hablar largo y tendido
de muchas cosas. Fue lo más parecido a una amistad, digo "lo más parecido"
porque tampoco fue una amistad como se verá.
Cuando en el Opus por el motivo que sea
no conviene reconocer los méritos de una persona, se busca un "talón de
Aquiles", algo con lo que tener a la persona atada diciéndole que en ese campo
concreto tiene mucho que hacer, y que por supuesto no hace casi nada. He
comprobado que lo han hecho con otros del mismo modo que conmigo. En el aspecto
de la piedad, cumplimiento de todos los rezos era irreprochable, lo he sido
durante años porque no me dejaba una norma ni por casualidad. En el trabajo
tampoco podían decirme que era perezosa pues ya he narrado como aprovechaba al
máximo el día para que cupieran todas las actividades. En los encargos
apostólicos y en el apostolado tampoco tenían nada que decir puesto que siendo
una persona con bastante tarea interna me apañaba para sacar tiempo y quedar con
mis amigas, cosa que las numerarias mayores, salvo honrosas excepciones, no
hacían.
Así
que el único campo en el que durante años me han machacado ha sido la
fraternidad, es decir, el cariño o lo que ellas llaman "cariño" a las demás
numerarias. [Por mucho que quieran evitarlo el cariño a las demás en la Obra
como no puede transcurrir por los cauces de la amistad sincera, sería "una
amistad particular", se reduce a formalismos, al espíritu de servicio de poner
el agua en los vasos cuando se está en la mesa, o servir el café a las demás, o
no empezar a comer de un plato hasta que la directora ha empezado, o no decir lo
que se piensa si es lo contrario de lo que la directora o una de las que lleva
la voz cantante piensa. Sería falta de delicadeza. Queriendo evitar las
discusiones normales entre gente que está en la vida, se acaba discutiendo de
auténticas futilidades o peor aún, riéndose de asuntos que no tienen gracia
ninguna, pero que si le hacen gracia a la que preside la reunión también te
tienen que hacer gracia a ti. Ni Luis XIV haría más complicadas y poco naturales
las relaciones humanas]. Pero en el fondo sabían que tampoco era cierto
porque también saben que he dado mucho tiempo para hacer cosas que otras dejaban
sin hacer. En aquel centro por ejemplo con
tanta enferma, siempre había consultas a las que acompañar, incluso hice algunos
viajes a Madrid con Maria Luisa que me trataba como si fuera su doncella, yo lo
toleraba porque veía en ella una persona mayor que no estaba bien. Pero todo eso
al Opus le da lo mismo, ellas necesitan tener algo que
decir para que no te creas que eres perfecta, o para que no te des cuenta de que
en muchas cosas eres incluso mejor que ellas. Por eso me han hecho correcciones
fraternas en relación con la caridad multitud de veces. En resumidas cuentas que
tenía asumido que no sabía querer a las demás, viviendo y haciendo favores que
ellas no hacen.
Pero
cuando llegó Elisa, un sábado después de la bendición [la bendición con el
Santísimo y el rezo de la oración Salve Regina es obligatoria todos los
sábados] que era a las cuatro de la tarde y supongo que después de haber
confesado, también lo hacíamos en ese tiempo, subí a su habitación. Y sin saber
casi ni como empezamos a hablar de mi trabajo y de su trabajo, le conté que
estaba en quinto de filosofía, que había estado en Francia donde había estudiado
historia. Elisa me contó que en Roma había investigado en los archivos vaticanos
y que a partir de ahí había empezado a realizar un proyecto con la facultad de
teología de Pamplona. Elisa es "americanista", es decir, su tesis la hizo en
historia de América en la facultad de Sevilla. Siempre ha tenido mucho contacto
con Méjico, por ejemplo realizó un trabajo sobre el colegio de las Vizcaínas en
Méjico financiado por el gobierno vasco, y algunos otros libros relacionados con
la evangelización de América. Era un punto de contacto, porque yo le dije que en
París había trabajado en el Seminario sobre la evangelización que Meri LIado había puesto en marcha.
Aquella tarde me sentí revivir, ¡al fin alguien con quien compartir inquietudes
intelectuales! Quizás estuvimos tres horas hablando sin parar, era algo tan
inusual en mi vida de numeraria que me resulta
inolvidable.
Después tuvimos muchas más conversaciones. La otra cara de la
situación es que Elisa estaba operada de la columna y a veces le daban grandes
dolores, en esas ocasiones en que se quedaba en cama requería de muchos
servicios. Quizás más de lo normal, se pasaba un poco pidiendo, era otra
numeraria mayor acostumbrada a que le sirvieran, yo se lo hacía todo pues me
sentía útil y apreciada. No es que pusiera esas dos palabras en mi mente, pero
en la realidad era eso. Además Elisa fue una persona que se preocupó mucho por
mi futuro profesional y me ayudó, cosa que nadie más hizo. Por eso siempre la
consideré una gran amiga, aunque tengo que decir que con el paso del tiempo
vi que tampoco lo fue, la amistad es imposible en el
Opus Dei, ellos la hacen
imposible por su manera de funcionar.
Recuerdo que una vez en que la cuidaba cuando estaba enferma me
preguntó si yo hacía ese tipo de cosas con mis padres, le dije que no había
tenido la oportunidad y era cierto. Nunca se me había ocurrido que yo pudiera
ser enfermera pero en aquella casa con tanta gente mala, empecé a hacer mis
pinitos cuidando enfermos y debo decir que no se me daba mal. Incluso en la
delegación lo tuvieron que reconocer y me lo pusieron por delante cuando me
cambiaron a otro centro en 1993. Pero no adelantemos hechos.
Aquel
curso 91-92 estuvo lleno de acontecimientos. En el Opus Dei no fue el menos
importante la noticia recibida el 24 de setiembre de 1991 de la beatificación
del Fundador el siguiente 17 de mayo. Tal y como se hacen las cosas en la Obra
hubo movilización general para algo tan fácil como puede ser ir a Roma, se
empezaron a organizar multitud de viajes de diferentes precios y en diferentes
medios de transporte. Hubo quien fue a Roma y aprovechó para hacer un tour por
Italia, y hubo quien fue y vino prácticamente en el día. La eficacia gestora y
organizativa de los eventos en el Opus Dei está fuera de duda. Todas las regiones enviaron a sus
delegados para inspeccionar la ciudad, los hoteles, los alojamientos de
cualquier especie con el fin de evitar timos que al final suelen ser algo
inevitable. Desde septiembre hasta mayo de 1992 se puede decir que vivimos a
ritmo de beatificación. Había que llenar todas las plazas contratadas en
aviones, hoteles, autobuses... etc. Si no recuerdo mal
el ayuntamiento de Roma incluso aconsejó a los ciudadanos que se fueran a la
playa pues llegaba el Opus Dei a tomar la ciudad, y fue realmente eso, llenamos la
ciudad.
Además se decidió institucionalmente que todas las numerarias y
agregadas posibles viajarían, se quedarían en tierra las indispensables para no
cerrar los centros. En Torretxea tuvimos suerte porque
Elisabet no era amiga de aglomeraciones y se ofreció
voluntaria para quedarse. Pero de cualquier forma todo el mundo se apañó para ir
a Roma ese año, la que no acudió el 17 de mayo acudió con motivo de la
convivencia del UNIV. En cuanto dijeron que todas podíamos ir, no diré el
nombre, pero recuerdo a la primera agregada que vino a sacar dinero de la caja
para pagar el viaje a Roma. Aquel año con los viajes, hubo una reducción de
aportaciones a la delegación, también hubo quien se procuró el dinero vendiendo
el equipo para sobrevivir en la plaza de san Pedro: silla plegable, impermeable,
botella de agua, foulard o chapa conmemorativa. Es
conocida la habilidad de mucha gente auténticamente Opus para hacer dinero en cualquier
situación.
Mientras llegaba mayo había que seguir trabajando y en el mes de
enero hubo un acontecimiento que nos iba a unir más si cabe a Elisa y a mí.
Resultó que el concejal de cultura del ayuntamiento de Cascante necesitaba un
conferenciante de manera urgente porque le había fallado uno que tenía previsto.
Esa persona llamó a Pamplona a alguien de su partido político pidiendo ayuda. A
su vez, no sé muy bien a través de quien, éste llamó a la universidad, y la
petición de socorro llegó a Elisa quien se ofreció para impartir una charla
sobre el descubrimiento y evangelización de América, era uno de los temas
estrella de 1992 pues además de la beatificación y de las Olimpiadas de
Barcelona, también era el año del quinto centenario.
Una
tarde de invierno con las carreteras nevadas, Elisa y yo nos montamos en el
coche de un tal señor Morrás funcionario del
ayuntamiento de Pamplona, para dirigimos a Cascante a dicha conferencia. Fue en
la casa de la cultura de la localidad y nos presentaron a los miembros del
partido que organizaba el evento, entre ellos una chica obrera en un taller de
confección del pueblo. Nos ofrecieron un piscolabis y regresamos a Pamplona por
el mismo procedimiento. En el viaje el señor Morrás
nos habló de sus hijos, de sus respectivas carreras y de muchas otras cosas. Fue
un punto importante haber conocido a este hombre porque gracias a él pude
realizar mi tesis doctoral en filosofía.
En mis charlas con Elisa
me empezó a hablar de que tenía que ir preparando el futuro. Me dijo que,
primero intentara conseguir que los profesores me pusieran buena nota en quinto
curso, cosa que hice. Tuve una conversación con cada uno de los que pensaba que
era posible pidiendo el sobresaliente, al menos en dos casos lo obtuve, por
supuesto que lo pedía porque al mismo tiempo trabajaba, de otra forma no hubiera
osado hacer semejante petición. Y en segundo lugar, como vio que no había
congeniado con ningún profesor para que me dirigiera una hipotética tesis
doctoral me sugirió que entrara en contacto con un sacerdote de la facultad de
teología don José Ignacio Saranyana. El 14 de febrero,
fecha emblemática en la Obra, pues es el aniversario de la Fundación de las
mujeres y de los sacerdotes, además de ser san Valentín para todo el mundo, tuve
mi primera entrevista. Don José Ignacio se distingue por haber ayudado a muchas
numerarias a salir adelante en casos como el mío, tiene una especie de venia en
la universidad, porque no es normal que un sacerdote numerario se relacione con
tantas mujeres de la Obra públicamente fuera del confesonario. La relación era puramente profesional y a mí,
desde luego me echó un cable en un momento en que nadie en la facultad de
filosofía daba un duro por mis cualidades investigadoras.
Don José Ignacio es de esas
personas que no se detienen ante nada, no hay obstáculos para él, está en los
detalles más prácticos de la vida, cosa sorprendente en un varón, y al mismo
tiempo sabe encontrar la chispa teológica o filosófica a cualquier tema del que
se ocupe. La idea de hacer una historia de la filosofía y la teología en Navarra
fue enteramente suya. No sé si ya por entonces yo había escuchado el chiste que
dice: "¿Pensamiento y navarro? ¡imposible!", y aunque
veía que mis compañeros de curso se iban a decantar por estudiar a Nietzsche, Schopenhauer, Santo
Tomás, en resumidas cuentas a filósofos serios y reconocidos, como no tenía otra
cosa me lancé al proyecto de poner las bases de una historia de la filosofía en
Navarra. Yo creo que más de uno se lo tomó a broma y a mí me daba un poco de
vergüenza explicar el tema de mi investigación, pero una vez más me puse a la
tarea. Elisa siempre estaba a mi lado para animarme y hacerme ver las ventajas
de algo tan asequible y al mismo tiempo que estaba por hacer. Había que
conseguir la financiación para el proyecto.
Presenté la correspondiente solicitud al gobierno de Navarra en la
primavera de 1992 antes del famoso viaje a Roma. La respuesta no se sabía hasta
el mes de octubre. En todo ese tiempo Elisa no dejaba de empujarme para que
llamara al señor Morrás y le hablara de que me
concedieran la beca. Y surtió efecto. Yo me veía un poco ridícula desplazándome
hasta las cocheras de la policía municipal en la calle Monasterio de Irache, un lugar en el que no se me había perdido nunca
nada, pero en el que estaba la oficina de Morrás, al
que iba a ver para recordarle que hablara de mí en el departamento de educación
del gobierno de Navarra y me eligieran. Lo que más me sorprendía del tema es que
Elisa ponía casi más empeño que yo misma en que acudiera a pedir, me costaba un
triunfo, pero por mortificación lo hice varias veces. También es inolvidable el
día en el que fui al departamento de educación que estaba entonces en un local
encima de los cines Golem de Pamplona, y la señora que
llevaba el tema me confirmó que me habían dado la beca por tres años. Me dijo:
"Esto es una lotería y a ti te ha tocado". Me había tocado porque había dado al
bombo para que saliera mi número, pero el comentario me lo
callé.
Por lo demás en el centro cada
una de las numerarias se organizó por su cuenta para ir a la beatificación. Hubo
quien se apuntó al avión Noain-Roma, y hubo quien como
yo nos apuntamos al autobús. Nissa me habló del viaje
organizado por dirección de enfermería de la clínica. También me dijo que dos
chicas de Pamplona, adolescentes, que ella conoció en la consulta de cirugía
querían ir, me podía apuntar con ellas. Así fue como hicimos el viaje en un par
de autobuses "couchette" alquilados en el pueblo
francés de Ainhoa. Tenían la ventaja de que para
dormir los sillones se abatían completamente, y por tanto viajábamos de noche
tumbadas, aunque al mismo tiempo el resultado final de la transformación de los
asientos en literas daba un poco de claustrofobia.
Nos
alojamos muy cerca del Vaticano y el viaje resultó un éxito. Fue una
concentración de Opus Dei
alucinante, era como si toda Roma fuera un inmenso centro lleno de numerarios,
numerarias, supernumerarios, agregados y amigos para la ocasión, porque para
llegar hasta 300.000 que dicen que hubo el 17 de mayo hubo que invitar a media
humanidad. Así es como se funciona en la Obra: se invita a media humanidad,
porque de esa media la mitad dice que no pero la mitad dice que sí, con lo cual
el resultado es que siempre hay mucha gente y, lo que al principio en
Camino en 1939 era una élite, se ha convertido
en una de las organizaciones católicas con más capacidad de movilización de
masas, al menos en los países de fuerte implantación de la Obra: México y España
a la cabeza.
La
organización de la Plaza de san Pedro con sus zonas, sus números, sus billetes
de diferentes colores, sus socorristas con botellas de agua para las
emergencias, todo en manos de la Obra resulta perfecta. El día 17 me tocó en
medio de la plaza y casi no veía nada, pero le emoción de estar allí compensaba
el calor y la aglomeración. Era impresionante el recogimiento de la gente, ver
tanta masa y todos tan callados durante la Misa son vivencias que se quedan
dentro. La piedad se cuida al máximo en la Obra. Luego estaba la emoción de que
al ir por la ciudad encontrabas a gente que hacía mucho tiempo que no veías, por
ejemplo al terminar la ceremonia me topé con Marie Odile, francesa que venía
desde Finlandia con alguna que otra coreana. Son las cosas que tiene el Opus Dei que hacen que pienses que
estás en algo abierto al mundo, estando en un grupo muy cerrado, porque la
apariencia de universalidad y apertura se cubre con este tipo de recursos de
juntar gente de los cuatro puntos cardinales. Claro que España y lo hispánico
siempre es predominante, pero esto se pasa por alto.
Tuvimos la suerte de que una profesora de la facultad de
Arquitectura nos acompañara. Maria Antonia Frías, numeraria, sirviéndose de la
guía verde Michelín, nos hizo dos recorridos por Roma, uno por cada uno de los
días que estuvimos allí, agotadores pero muy bien ilustrados. También estaba
organizado el horario para ir a rezar ante los restos del nuevo beato en la
iglesia de San Eugenio. Dentro de la iglesia había gente que hacía circular y
levantar a los que se quedaban demasiado tiempo extasiados pues todo el mundo
tenía que tener su oportunidad y éramos una multitud. El día 18 una vez que
cumplimos con nuestro turno nos montamos en el autobús de vuelta a Pamplona. Por
cierto que uno de los comentarios de los miles que se hicieron de aquellos días,
que pasaron como no podía ser menos a formar parte de la mitología Opus
dei, fue la suerte de la hermana Giuseppina Bakhita, al ser
beatificada a la vez que Escrivá su ceremonia había tenido más resonancia
mundial.
No
nos quedará más remedio que esperar para enterarnos de si la resonancia de los
santos en el cielo se mide por número de peregrinos por metro cuadrado en la
plaza de san Pedro. También a la beatificación del Padre Pío acudió media
Italia, y sin dar tanta guerra a la gente como da el Opus para llenar sus autobuses.
Al
regreso de Roma me esperaban los últimos exámenes de la carrera de filosofía. De
hecho, en el viaje había ido escuchando una cinta que grabé con la lectura en
voz alta de mis apuntes de la asignatura Etica II,
impartida por Rafael Alvira. Eran unas clases que me
entusiasmaban hasta tal punto que un día invité a mi hermano, estudiante de
veterinaria, a una de ellas. La clase era una crítica socrática al sistema
democrático. Probablemente las críticas estaban bien hechas, pues la democracia
como cualquier invento humano tiene sus fallos. Por ejemplo, recuerdo la crítica
de la importancia de lo económico que acaba siendo lo sustancial en la sociedad.
Cuando una numeraria de 22 años está viviendo una vida "angelical", en el
sentido de que no tiene las urgencias económicas de cualquier persona de su edad
y ve el dinero no como algo propio, sino como algo ajeno, algo de la Obra que
ella sólo administra, lo que Alvira decía en aquellas
clases entraba muy bien. Ocurre que ahora sé que no es precisamente un miembro
del Opus Dei el crítico más
autorizado de la sociedad capitalista basada en el dinero, puesto que si bien,
yo como numeraria de a pie no tenía ni dinero ni poder, estaba contribuyendo con
mi vida a que la institución tuviera ambas cosas. Mi vida de entrega, como la de
todo ingenuo numerario que no sabe donde está, era una máscara de religiosidad
que encubre la realidad del Opus.
Ya he
dicho lo amigos que son en la universidad de Navarra de las celebraciones. El
primer sábado de junio de 1992 tuvimos la correspondiente fiesta de licenciatura
a la que asistieron nuestras familias. Después de la ceremonia académica hubo un
aperitivo en el nuevo edificio de derecho, recién construido aquel año. Sucedió
algo que entonces me llenó de vergüenza, mi madre se acercó a Rafael Alvira y empezó a "hablarle bien de mí” [Pongo esta
expresión entrecomillada porque cualquiera que ha pasado por la Obra sabe que en
las Preces a la Virgen se le reza algo así: "Recordare Virgo Mater Dei dum steteris in conspectu Dei ut loquaris pro nobis bona". Que traducido es: "Acuérdate, Virgen Madre de
Dios, cuando estés en presencia de Dios de decide cosas buenas de
nosotros"]. Le vino a decir que su hermana Maria Isabel había estado muy
contenta de tenerme en Les Ecoles, y en fin, a hacer
valer los méritos de su hija con la esperanza de que me hicieran un hueco en la
universidad. Mi madre siempre ha sabido mejor que yo en qué consiste el Opus. Es otra de las paradojas de mi vida, siendo ella
supernumeraria y yo numeraria, ella era más consciente de que no todo era tan
espiritual como yo siempre lo he visto. Pero en esto fue la Obra quien me crió,
no mi madre. Al mismo tiempo, aquel mismo día ví a
este profesor en animada conversación con los padres de Manolo, uno de mis
compañeros numerarios que ya había dado muestras de su valer en el campo de la
lógica, él nos daba clases de "apoyo" en 4° a los que éramos más torpes en esta
asignatura. Yo sabía que él tenía ya su lugar en la
universidad, se quedaba haciendo el doctorado. En aquellos momentos mi futuro
era todavía incierto, como otras veces, me sentí dejada de lado, minusvalorada.
Fue otra pequeña tristeza en la que también como otras veces, no me paré ni
medio minuto. Había que luchar para salir adelante y conseguir un trabajo,
además de que siempre pensé que mis compañeros eran bastante más dotados que yo
para la filosofía y que al final había acabado pagando los dos cursos que hice a
distancia. ¡Qué equivocada estaba!
Veía
que siendo una de las numerarias de la clase, sin embargo, era la que me quedaba
más al margen de la institución. Todos los de la Obra se colocaban, quien en un
colegio labor personal, quien en la universidad, quien seguía haciendo estudios
de teología o lo mandaron a Roma para hacer el colegio romano. Incluso está el
ejemplo de Carlos Becerril, otro compañero de Pamplona, que sin ser del Opus tuvo su puesto en el colegio Irabia de Pamplona, obra corporativa [es decir un centro
del que la Obra como tal se hace responsable], como profesor de
inglés.
Lo de las colocaciones gracias al Opus se
parece de alguna manera a la influencia de los miembros de la Obra en los
gobiernos franquistas: es algo que todo el mundo está harto de comprobar, y que
ellos niegan una y otra vez recurriendo a falsos e increíbles argumentos para
cualquiera que lo piense despacio. Por supuesto son argumentos que a mí me
servían. Ahora no me sirven. Aquel mismo verano de 1992 hice el curso anual en
Obanos. La directora era Rosario Ezcurra, una numeraria que era la directora de la delegación
cuando yo pité, una persona de lo más exquisito y elegante en su trato. Hacía la
charla fraterna con ella. No recuerdo que me presionara mucho con mis famosos
puntos de lucha, pero sí recuerdo una de las confidencias que hice bajo los
pinos que estaban al lado de la piscina de Villa Loarre. Cuando ya habíamos terminado de revisar mi vida
espiritual, es el contenido oficial de la charla, pasó a hablarme de un tema que
no tenía nada que ver. Me dijo que había una señora mayor impedida que estaba
buscando a alguien para que viviera con ella, alguien de confianza. Rosario me
preguntaba si yo conocía a alguna agregada que no le importara "acoplarse" en casa de esa señora. Ella al haber
sido directora en Pamplona conocía bastante a todo el mundo, y sabía que yo
estaba en un centro donde quizás podía haber alguna agregada que accediera.
Incluso me nombró a Mayte Alquiza. Mayte era una agregada
que administraba uno de los famosos pisos para seminaristas. Sus padres vivían
en San Sebastián, ella estaba sola en su piso de Pamplona, y cabía la
posibilidad de que no le importara mudarse.
La
gestión no llegó a salir, pues Mayte bastante tenía
con su trabajo, ya he mencionado los quebraderos de cabeza de las agregadas que
administraban estas residencias de seminaristas: eran un caos porque se querían
hacer las cosas como si fuera un centro del Opus, pero
ni los residentes eran del Opus, ni la administración
estaba compuesta por numerarias y numerarias auxiliares. La preparación de las
numerarias y de las agregadas en líneas generales es muy diferente en lo
referente a la administración, y además la plantilla de las empleadas eran
"señoras de la calle", en terminología Opus, gente madura, no niñas ni numerarias auxiliares dispuestas a
cualquier sacrificio por la institución. Incluso no pudieron evitar que en algún
momento se les infiltrara alguna empleada con reivindicaciones sindicales en la
administración de Bidasoa, uno de estos seminarios situado en
Barañaín.
Con este ejemplo quiero
ilustrar la cuestión de las "colocaciones" gracias al Opus. Yo misma fui protagonista de una de ellas. Unos años
más tarde el hijo de un primo no fue admitido en la carrera de Económicas. En
aquellos momentos una de las secretarias de rectorado, Maria Teresa Igúzquiza, agregada, hacía la charla conmigo. Así que lo
tuve francamente fácil, por el mismo procedimiento que Rosario había intentado
conmigo le dije si no podía encontrar un hueco para mi primo. Y lo encontró. La
segunda parte es que por otra rama de mi familia otro primo intentó una gestión
parecida para su hijo, en esta ocasión era la carrera de arquitecto técnico,
pero este primo tuvo menos suerte porque cuando me lo pidió yo ya no vivía en
Pamplona y al no ser nunca una "numeraria importante", ya no tenía tanta
facilidad para conseguirlo. Conservo la carta de esta misma secretaria
diciéndome que lamentablemente no podía hacer nada por mi pariente (ver anexo).
Recuerdo lo mal que le sentó a mi madre que yo anduviera con estas gestiones
para otros, siendo así que la primera excluida de la nómina de la universidad
era yo misma.
¿Cómo
encajaba esa exclusión? Muy fácil, un aspecto del que no he hablado aún es la
llamada "mentalidad laical". Según la mentalidad laical, rasgo del espíritu de
la Obra: "si alguna vez uno de la Obra intentara servirse de otro miembro para
fines humanos saldría expulsado sin miramientos porque los demás se rebelarían
legítimamente” [Apartado III, clase 31. El apartado III consta de cincuenta
clases que recibe el neófito entre la Admisión, incorporación temporal por un
año hasta la oblación, y la oblación, incorporación renovable el 19 de marzo
(ver anexo)]. Ya he explicado mis humildes ejemplos en que me serví de otro
miembro para fines humanos, por supuesto que esto no tuvo nada que ver con mi
salida de la Obra. En mi enamoramiento entusiasmado de la Obra a veces creía más
las teorías que los hechos que pasaban ante mí: este es un buen ejemplo.
Expliqué muchas veces a las vocaciones jóvenes que no hay que servirse de la
Obra para fines humanos, entiéndase laborales o similares, cuando es cosa
conocida en España los "enchufes" y el favoritismo del Opus con los suyos. Es algo de lo que no acusaría a la Obra
sino fuera porque predican lo contrario, quiero decir, que el "enchufismo" no es
privativo del Opus Dei y no
es mi objetivo barrerlo de las prácticas sociales. Lo denuncio en este caso
porque me han hecho portavoz tantas veces de una doctrina que ellos mismos
desmienten con sus acciones.
Los
cursos anuales del verano de 1992 estuvieron alimentados por muchas anécdotas
inacabables de las jornadas de la beatificación. Así mismo otra novedad fue que
dado que el Prelado de la Obra era obispo desde enero de 1991, él mismo podía
proceder a conferir el sacramento del orden a los numerarios y agregados de la
Prelatura. Asistí a la primera ceremonia en septiembre de 1991 en Torreciudad, y a algunas otras, por motivos diferentes
recuerdo la del 93 y la del 95. Este paso fue muy importante, porque hasta
entonces el Padre tenía que pedir el favor a algún obispo amigo. A partir de 1991 la libertad era más
amplia, aunque por la política de "relaciones exteriores" de la Obra con la
jerarquía siempre viene bien invitar a algún obispo a estas ceremonias. De
aquellas visitas del Padre a Torreciudad sólo puedo
relatar el auténtico clima de "fanatismo" del que yo misma era presa. Los
fenómenos de entusiasmo contagioso que se crean artificialmente en el Opus Dei con motivo de la cercanía
del Prelado son dignos de estudio. Lo ves en las mayores, y tú no quieres ser
menos, creo que es mimetismo, hay que participar, sentirse integrado en el grupo
y por tanto hay que manifestar entusiasmo ante su presencia. Para entrar al
santuario de Torreciudad había que tener invitaciones,
si no era el caso, el truco estaba en colarse utilizando los gestos, las
carreras, empujones incluso, hasta cierta "caradura" para ponerse en las vallas
de contención y saltar o pasar en un momento de despiste de los vigilantes. Este
tipo de hazañas para colarse sin la entrada correspondiente en un puesto mejor
es una de las conductas típicas de algunas numerarias, además los relatos de
cómo se consiguió estar más cerca del Papa o del Padre burlando la vigilancia
llenan tertulias enteras después de la comida o de la cena en el centro. Debo
decir que me faltó en ocasiones "caradura" para colarme, pero alguna que otra
vez lo conseguí: ¡qué sensación de triunfo entrar sin permiso donde uno no
estaba invitado!
El otoño de 1992 tuvo para mí la novedad de que el Gobierno de
Navarra me concedió una beca predoctoral. Empecé mi trabajo en la biblioteca de
profesores que entonces llamaban popularmente el "búnker". Estaba en el edificio
de bibliotecas y era una zona en la que sólo entraban investigadores con lo cual
los estudiantes de licenciatura no podían acceder, así se facilitaba la
tranquilidad para el trabajo del profesorado. El "búnker" tenía tres plantas y
acogía a profesores y doctorandos de letras y
teología. Cada profesor tenía su mesa particular, pero ya en aquel entonces
empezó a producirse una escasez de espacio, había mesas compartidas por varias
personas. Se estaba quedando estrecho a ojos vista.
Tuve la suerte de que Elisa me prestó la mesa que a ella le habían asignado como
profesora de la facultad de teología, ella trabajaba en otro edificio donde
impartía sus clases, así que casi nunca aparecía por allí. La biblioteca,
utilizando una expresión de uno de mis profesores de la facultad, era para mí el
"cielo", me he sentido siempre muy a gusto entre libros. Cada grupo de seis
mesas estaba rodeado de estanterías que hacían el papel de paredes. Desde el
suelo hasta el techo los libros eran mi entorno.
Tenía
un tema de investigación y una beca por lo que tras dos años de trabajo me
despedí de F.
M. y el centro de investigaciones de historia moderna y contemporánea.
En cuanto supe la noticia de la concesión fui a decírselo, terminaba mi relación
laboral con dicho centro. El último trabajo serio que desempeñé fue la trascripción
y traducción del francés de las Conversaciones de historia que habían tenido
lugar en el mes de mayo. No sabía si podría seguir adelante con esa labor,
pero F. M. no lo dudó un momento, en cuanto le dije que tenía la beca me señaló
que debía dedicarme a mi tesis y dejar el centro.
Empezaba una situación un tanto curiosa dentro de la facultad, era
doctoranda pero no estaba en ningún departamento ni tenía una relación estrecha
con ningún profesor de filosofía. En realidad quien me había apoyado era un
profesor de la facultad de teología, Saranyana. Me
quedaba por delante la tarea de conseguir que alguien de mi facultad se
responsabilizara aunque
fuera nominalmente de mi trabajo. Fue toda
una estrategia que culminó cuando José Luis Rodríguez, profesor de historia de
la filosofía, aceptó firmarme todos los papeles necesarios. Ahora, en la
distancia, todo esto puede parecer sin importancia ninguna. Para mí la tenía
porque observaba como incluso doctorandos que no
habían estudiado en la facultad eran acogidos por los profesores y tenían su
beca de la universidad. Me refiero sobre todo a tantas numerarias y numerarios,
también supernumerarios y agregados procedentes de América hispana en su
mayoría. Por otra parte estaban las numerarias que llegaban de un trabajo
interno directamente a su mesa en la biblioteca y a su nombramiento como
profesora. Concretamente pienso en María Cerezo, María era una numeraria muy
simpática, de Madrid, que había sido directora de Estudios en la delegación de
Pamplona. Ignoro cuánto duró en el cargo, pero pasó de la delegación a vivir en
mi centro, de manera provisional, luego fue a una casa que se abrió en Cizur y por supuesto en la facultad la estaba esperando en
el departamento de lógica.
Recuerdo que por aquellas fechas, quizás fue en el curso 1991-1992,
fue nombrado rector Alejandro Llano, uno de los profesores que más he admirado
siendo numeraria. Tal vez le pedí entrevistas dos o tres veces para que me
hicieran un sitio en la facultad. Recuerdo la expresión que utilizó una de las
veces: "tenemos el banquillo a rebosar". Es cierto que la escasez de alumnos de
filosofía en la última década en Navarra ha sido notable. [En estos momentos
estoy en condiciones de decir que dicha situación se explica por sí sola, pues
la filosofía sin libertad carece de su sentido más original y originario. Y en
los colegios de la Obra repartidos por toda España no se empuja precisamente a
los altos vuelos del pensamiento, pensamiento desprendido de intereses
materiales como también solía decir Llano: "no es que el filósofo no pueda comer
con la filosofía, lo que no puede es cenar". Otro estudio sociológico
interesante: ¿cuáles son las carreras emprendidas por los alumnos de los
colegios del Opus en España? Podría compararse con
otros colegios. Me arriesgo a un pronóstico: derecho, económicas... seguramente
derecho en una proporción significativamente más alta que otras, es el estilo de
la Obra: el gusto por la ley, para hacerla cumplir a los demás y por el poder,
para disfrutarlo uno mismo]. Así que yo me contentaba con esta
explicación, había muchos profesores y pocos alumnos, estaba a la vista. Pero
eso no impedía que otras compañeras, como Ana Marta González o Cruz González,
tuvieran su puesto, aunque sea dando clase de antropología a los estudiantes de
farmacia. La política en la universidad consistía en procurar a sus jóvenes
profesores una plaza en la universidad estatal, pero esto se ha revelado a
menudo misión imposible. El último profesor que lo consiguió fue José Luis
Rodríguez en Murcia, Angel d'Ors también obtuvo su plaza de lógica en Madrid por
entonces.
En la universidad de Navarra siempre he sido un verso suelto. Ahora
me alegro por ello, pero entonces la situación distaba mucho de agradarme. Luché
por mí misma, por hallar mi espacio, vencí mi propio miedo al rechazo, no era un
miedo ante lo irreal, era un sentimiento ante una realidad que superé con el
paso de los años y me hice poco a poco mi propio hueco. Por otra parte tenía la
ventaja de que al no estar en la nómina del profesorado de la facultad tenía
mucho más tiempo, pues los profesores ayudantes eran a menudo "el chico de los
recados", y con lo que les gusta en el Opus hacer servir y que les
sirvan cuanto más lejos mejor. No lo digo a humo de pajas. En una conferencia
dictada con motivo de uno de los cursos de doctorado titulado "El proceso
educativo en la universidad", el mismo Alejandro Llano con el salero que le
caracterizaba, para los que conectábamos con él, nos dijo que él había hecho
muchos recados en la universidad, me lo creo y es creíble. Yo también he hecho
muchísimos recados en el Opus Dei, los que me correspondían y los que no. El lo decía para
que los profesores ayudantes no se encerraran en su tesis y estuvieran
disponibles para lo que el departamento necesitara. Además conviví más tarde con
una profesora ayudante de historia y realmente esa persona penaba para dedicarse
a lo suyo.
A
principios de noviembre falleció Pachi Urmeneta, agregada de las primeras de la delegación de
Pamplona. Estaba ya jubilada y padecía del corazón. El verano anterior había
pasado casi dos meses ingresada en la clínica universitaria. Recuerdo que le
pusieron un marcapasos pero al parecer no daban con la solución precisa. Muchos
días fui a visitarla a su casa y al hospital. Era una mujer un tanto adusta,
cuando llegué a Torretxea me dijo que me iban a espabilar [desgraciadamente para mí no lo hicieron y duré
diez años más dentro de la Obra], pero con el paso del tiempo me tomó
cariño. Le gustaban mucho los programas de Arguiñano,
solía ir a verla en ese momento, casi antes del almuerzo en mi centro. Recuerdo
que un día de fiesta llegué tarde a comer por haber estado con Pachi. La muerte de Pachi
conmocionó a las agregadas porque murió sola en su piso. Esto de vivir sola y
envejecer era algo que, al menos
las agregadas que yo conocí lo llevaban como una especie de trauma. Quizás
porque con razón se comparaban con las numerarias, siempre rodeadas de gente en
la enfermedad. El caso es que Raquel Caño, una agregada vecina, fue a las nueve
de la mañana a ver a Pachi, no contestaba. Fue al
centro a por la llave, pues la directora de un centro de agregadas tiene llave
de todas las casas. Aquel día fue sonado en Torretxea:
Jayone estaba de viaje acompañando a una enferma, no
sé donde estaba Esperanza, la otra cabeza visible del centro. Sólo recuerdo que
la delegación envió a Chelo Palacios, una de las directoras con la misión de
consolarnos ante tanta desgracia. Hablé con ella, pero me extrañó incluso su
presencia allí: la muerte y la enfermedad nunca me han asustado en exceso, y el
hecho de que la directora no se hallara presente no me afectaba lo más mínimo.
Gracias a Dios no he llegado al extremo de que otra persona suplante mi propia
personalidad como ya he dicho que es el caso de muchas numerarias
mayores.
Elisa
fue nombrada directora del curso de estudios de supernumerarias [El curso de
estudios es un centro en el que durante dos años algunas supernumerarias
escogidas, por disponibilidad de tiempo, interés personal y capacidad, reciben
una "formación más intensa" que se concreta en que acuden más de una vez por
semana al centro para seguir clases de teología, charlas sobre el espíritu de la
Obra... etc], sito en la calle Ansoleaga. Esto me desazonó un poco, ¡para una persona con
la que realmente había hecho migas se la llevaban! Pero como la cruz es el
camino de la vida, tampoco lo consideré mucho más. La subdirectora pasaba a ser
yo misma, Blanca, profesora de económicas, venía para ocupar el cargo de
secretaria. Le cedí los trastos: la calculadora, el libro y la caja. Por cierto
que la ceremonia de apertura de la caja de un centro tiene también sus pasos.
La llave la custodia la directora en un lugar que sólo ella sabe. La secretaria
tiene la llave del armario en el que se guarda dicha caja y los libros. De
manera que para poder acceder al dinero siempre tienen que estar las dos en la
casa, es una medida de prudencia para que nadie se apropie de lo que no es suyo
sino de la Obra. [A este respecto leí con gusto el relato del numerario que
ostentaba el cargo de procurador de Portugal que huyó con el dinero de la Obra
en ese país a Venezuela en los años sesenta, según cuenta
Ynfante en su obra citada en la bibliografía.
Me parece que este tipo de situaciones tienen que ser más frecuentes de lo que
dicen dentro del Opus, pues con tanto dar poder a unos
y quitar autonomía a otros, se consigue fomentar el tipo de personalidad "pilla", "aprovechada". Si se quiere progresar dentro hay que
ser así, astuto, para predicar a otros exonerándose uno mismo de hacer más de lo
que convenga al propio interés]. Además de que siempre tiene que quedar
claro el horario de caja a todas las residentes a principio de curso. Lo de
"hacer caja" es realmente raro, pensar que una persona laica en el mundo tiene
que pedir hasta el dinero del autobús resulta increíble. Para mí era algo tan
habitual que hasta una vez me tuvieron que corregir porque se me ocurrió decirlo
delante de gente de la calle: "que dice la secretaria que la caja está abierta",
fue la frase intempestiva que utilicé.
Como subdirectora y sin la
labor de las cuentas mi tarea me resultaba demasiado inconcreta en el centro de
numerarias. Especialmente porque se supone que es labor del consejo local llevar
las charlas fraternas, ¡Y yo no llevaba ni una! A la secretaria sí se le asignó
esta tarea. No sé como aguantaba la situación, porque a cualquiera que se le
pregunte sabe que la tarea de la subdirectora es escuchar las confidencias de
las numerarias, aparte de sustituir a la directora en sus ausencias. [Esto se
manifiesta en que se ocupa su lugar en la mesa. Se nos decía: "la directora es
la única que tiene sitio fijo", sería el colmo que alguien más lo tuviera. Es
ella la que dice cuando se termina la tertulia, cuando ella se levanta todas se
levantan, es la que pronuncia la jaculatoria final cuando se ha hecho una norma
en familia en el oratorio, por ejemplo, después de rezar las Preces o de hacer
la Visita al Santísimo o cuando se terminan los diez minutos de acción de
gracias después de comulgar, la jaculatoria es. "Sancta Maria, spes nostra, ancilla Domini" y todas contestan:
"ora pro nobis."]. Pero era una "ilusionada" e
inexperta, todo lo que hacía el Opus conmigo estaba
bien hecho. El servicio de doncella y enfermera de mis "hermanas" por el
contrario sí que lo llevé a cabo. Por una parte porque en noviembre una
numeraria del centro sufrió una operación en Burdeos.
La operó el doctor Senegas que al parecer era un gran
experto mundial. Al principio la acompañó Jayone, pero
a los pocos días la relevé en el cargo. En el hospital Pélérin de Burdeos fue donde me enteré telefónicamente que
había ascendido a "subdirectora" del centro. Me pareció tan sorprendente que
sería capaz de ir allí y localizar la cabina telefónica en la que tuve esa
conversación con Jayone.
En Burdeos estuve acompañando a esta numeraria hasta principios de
diciembre. En ese tiempo salía muy poco de la habitación del hospital. Una
enfermera de apellido García me lo hizo ver, recuerdo su frase: "Vous etes toujours aupres d' elle". En ese
tiempo tuvieron que volverle a operar. Un domingo por la tarde, ya anochecido,
apareció Senegas el cirujano, explicando la necesidad
de volver a intervenir.
Hubo algunas personas que se
acercaron desde Pamplona a visitarla. Recuerdo la visita de Guido Stein y de Agustín Conzález
Enciso. Me preguntaron por mi trabajo. Con un poco de timidez y casi vergüenza
por no dedicarme a alguien más famoso, empecé diciendo que mi tema era un poco
raro. Uno de ellos me contestó diciendo que era algo que ocurre con casi todas
las tesis doctorales. Eso me alivió un poco. Ahora pienso que es inaudito que
alguien llegue a avergonzarse de su propio trabajo de investigación, era una
señal de que en "mi familia", la Obra, nunca apreciaron excesivamente lo que
estaba haciendo.
En
realidad desde que empecé a vivir en centros de san Gabriel toqué una extraña
realidad. Mi ilusión juvenil por la Obra había arrancado sobre todo por el
aspecto intelectual, fueron las numerarias, Carmen Innerarity, Carmen Martínez Martínez, María Pía Chirinos, estudiantes de filosofía que
vivían en el club Isaba las que no dejaron de hacerme
la defensa de esa carrera, hasta el punto de que lograron convencerme y en parte
por ellas dejé mi inclinación familiar por la veterinaria. Luego en Francia
había vivido en un centro formado por estudiantes y gente que seguía en contacto
con el mundo de la universidad. Por otra parte, en Camino desde la primera
edición se observa como el Opus Dei en sus inicios estaba dirigido a los intelectuales, los
primeros numerarios eran todos estudiantes universitarios. Yo veía una gran
unidad entre mi formación filosófica y mi creencia cristiana, la fe que mis
padres sembraron a mis ojos era ya una planta firme regada por tantas lecturas
"sanas", tantas orientaciones, tantas conferencias a las que había asistido
impartidas desde el catolicismo más fiel y de mayor
talla intelectual. Sin embargo, de pronto entré en un mundo, los centros de san
Gabriel, dónde cada vez más iba a encontrar personas que despreciaban o
simplemente "pasaban" de lo que sonara a pensamiento o a profundizar en la
verdad de las cosas.
Hasta
entonces la leche que yo había mamado en el centro de estudios era que el
apostolado de la Obra se dirigía a las cabezas, y que por tanto todos teníamos
que apreciar la formación doctrinal-religiosa, y estar abiertos a los grandes
temas de la cultura. Pues bien, desde 1993 muchas veces en los centros por los
que he pasado me he sentido un bicho raro, o me han tratado de "la intelectual",
cuando estaba convencida de que toda numeraria debía serlo, o en más de una
ocasión he notado un silencio que se cortaba si sacaba un tema más profundo, o
siempre había gente para la que en el desayuno, "es muy temprano para
profundizar tanto", y en la cena "a estas horas no tengo la cabeza para tanto".
En definitiva, numerarias que nunca tenían la cabeza más que para oír y decir
sandeces. Cuando se ha entrado en algo que se supone ser la "crema de
la intelectualidad católica" y te encuentras con este panorama resulta
sorprendente.
Otras visitas fueron algunas numerarias de la delegación de Pamplona,
Rosa María Más, Ana Iraburu, Pili Soto, que vino a
una feria de maquinaria hotelera relacionada con el trabajo de la administración,
algunas de la asesoría de Francia, Tere Alvira, Amaya Marquina, Marta Peguera mi antigua compañera de promoción
de Les Ecoles. Las de Francia trajeron un mapa del
país con todas las ciudades y departamentos, nos habían señalado las ciudades
donde vivían las numerarias y en las que se hacía labor aunque no hubiera centros
para que lo pusiéramos en la pared y la enferma ofreciera sus molestias por
la región. Este tipo de iniciativas, de buscar "industrias humanas", recordatorios
de motivos sobrenaturales es muy clásico en la Obra. Es tradicional por ejemplo
estudiar con una imagen de la Virgen o un crucifijo delante por lo mismo, lo
dice Escrivá en Camino. [Punto 277: "Al levantar la vista del microscopio
la mirada va a tropezar con la Cruz negra y vacía. Esta Cruz sin Crucificado
es un símbolo. Tiene una significación que los demás no verán. Y el que, cansado,
estaba a punto de abandonar la tarea, vuelve a acerca los ojos al ocular y sigue
trabajando: porque la Cruz solitaria está pidiendo unas espaldas que carguen
con ella].
Florence era
profesora en la facultad de farmacia, esta numeraria vivía en Burdeos durante la
semana y el fin de semana se iba al centro a Toulouse, también apareció por allí
alguna vez. Valéry era una supernumeraria que vivía en
Cognac, en aquellos momentos su hija Berthille de dos años tenía una poliartritis y estaba ingresada, recuerdo a la pobre niña en
una cuna atada por multitud de hilos que debían de fijarle las articulaciones.
Fue de las pocas salidas que hice en las dos o tres semanas que estuve allí,
visitar a Berthille. También conocí a algunas
supernumerarias que vivían en la ciudad, una trajo una fruta tropical. En
Francia a las supernumerarias se las llama por el apellido del marido por lo que
me resulta más difícil recordar los nombres.
Para el día de la Inmaculada estaba de vuelta en Pamplona. Al día
siguiente empezaba mi primer curso de doctorado "Implicaciones filosóficas de la
cosmovisión actual" impartido por Mariano Artigas. Fue un curso que al
relacionar la filosofía con las investigaciones científicas punteras nos
interesó mucho a todos lo que asistimos. Pero como ocurre siempre en el Opus, se relacionó la ciencia con la filosofía tomista, me
pareció extraordinario, solamente que no se nos habló de las actuales visiones
de la ciencia que tienen los filósofos que se dedican al tema. Personalmente
estoy convencida de que si la ciencia busca la verdad se va a encontrar con
ella, es decir que ciencia y filosofía están "condenadas" a encontrarse y que
desde luego cuanto más se profundiza en biología o en física más se ve el orden
maravilloso con el que el creador dispuso todas las cosas. Lo que ocurre es que
reviste más interés y está más vivo en la comunidad filosófica internacional el
debate sobre las diferentes visiones que se han dado de la ciencia en la
actualidad. Mariano Artigas tiene también un libro sobre la
cuestión [Mariano ARTIGAS, El desafio de la
racionalidad. Eunsa. Pamplona 1999]. Realmente a mi
formación filosófica de Pamplona le sobraban seguridades y le faltaba
conocimiento de los terrenos de debate y confrontación que bien mirado, desde
Sócrates, han sido el camino de la "búsqueda humana de la verdad". [Este es
también un factor que explica el éxito del Opus entre
tantos intelectuales. Una civilización en crisis genera individuos a la búsqueda
de seguridades metafísicas que no se encuentran ya como referentes en la
sociedad. Por eso, muchos de los que nos hemos ido en parecidas condiciones,
veíamos en la Obra un oasis de verdad en un mundo que dejó de creer en ella hace
tiempo].
En Navidad regresamos a Pamplona. En
diciembre hice un viaje con Maria Luisa Moreno de Vega a Madrid. Fuimos a que le
hicieran un nuevo aparato para oír, pues el que tenía era antiguo. [La lata
que daba Maria Luisa poniéndose y quitándose el aparato era tema frecuente de la
"vida de familia". Maria Luisa tenía bastante salero madrileño, pero al ser una
persona enferma y querer llamar siempre la atención resultaba insoportable].
De paso creo que aproveché para visitar la Biblioteca Nacional y encargar las
fotocopias de una obra que andando el tiempo sería una de mis publicaciones.
[Ana AZANZA, Sobre el régimen del mundo de Miguel de Ulzurrun, editorial Jabalcuz,
Torredonjimeno (Jaén) 2003]. Visitamos a su madre
que vivía con una hermana en un piso de la calle General Oráa. Me llamó la atención la sencillez de la casa de su
hermana, oyendo a Maria Luisa hablar de la realeza [Maria Luisa se refería a
la madre del rey Juan Carlos como "doña María", parece que esta era una
costumbre de las familias monárquicas a machamartillo, era como si ella hubiera
pertenecido a la aristocracia española defensora del rey. No había tal] y
viendo su comportamiento de exigencias continuas, parecía alguien acostumbrado
al servicio. Allí comprobé que ese acostumbramiento a las grandezas lo había
adquirido en la Obra. Pasamos dos o tres días en Madrid en la casa de paso de
Ortega y Gasset, Ani Tor me hizo alguna observación sobre Maria Luisa, daba mucho
trabajo y que no se la podía dejar sola porque mareaba a todo el
mundo.
Nos invitaron a comer en la Asesoría regional, en la calle Lagasca 114. El centro había sido reformado recientemente y
si no recuerdo mal también muchas de las directoras regionales se estrenaban. No
era el caso de Maria Pilar Cremades, la secretaria
regional, que llevaba unos años y al menos diez años más tarde cuando me fui
seguía en el cargo. Dado el respeto y veneración que te enseñan hacia los
directores comer en la Asesoría fue un trago, me puse tan nerviosa que no podía
llevarme la cuchara a la boca sin que me temblara la mano. Además compartíamos
una mesa enorme de forma elíptica en la que había entre diez y quince personas.
La iluminación era muy moderna, salía de unos plafones ocultos en una repisa
creada en el techo a tal efecto.
Estaban muy orgullosas del nuevo oratorio en el que ya figuraba un
óleo del beato Josemaría Escrivá. En la tertulia le
dieron la palabra a Maria Luisa para que contara quizás su vocación o cualquier
antigua historia que tuviera como protagonista al fundador. No sé si abrí la
boca muchas veces en todo el rato que estuvimos allí. Por supuesto que cuando me
preguntaron respondí. Salió el tema de la operación. Comenté que quizás
celebraríamos la Navidad em la clínica.
Al día siguiente, cumpliendo
una norma que se suele dar a las numerarias, llamamos a la Asesoría por si
tenían correo para Pamplona. Antes de coger el autobús de las tres pasamos por
allí para recoger los sobres y ¡qué extraño en la Obra!, para que recibiera una
llamada de atención de la asesoría sobre lo que había sido una de las pocas
frases que pronuncié el día anterior. Menchu Pérez
Colomer, que ostentaba el cargo de delegada del Padre [siempre se explica que
la delegada forma parte de la Asesoría regional, es la que hace de puente de
unión entre Roma y la asesoría. Como ex numeraria de a pie me resulta imposible
dar más detalles sobre el trabajo de esta persona] también desde tiempo
inmemorial [insisto en hacer ver que las que mandan de verdad son "cuasi vitalicias" en los cargos de dirección y por tanto en
los centros, mientras que las que no mandamos de ninguna manera nos hemos pasado
la vida con la maleta preparada "y el pie siempre en el estribo" como cantaba
Cecilia] me hizo pasar a una salita. Sin quitarse unas gafas oscuras que
llevaba, supongo que por algún problema en la vista, me dijo que no era
apropiado que celebráramos la Navidad en la clínica. Supongo que lo enfocó desde
el punto de vista del tono humano. Me pongo ahora en la situación de toda una
asesoría que gobierna la vida de cientos de personas en España y saco la
conclusión más fácil: si tenían tiempo de semejante memez tienen tiempo de
cualquier cosa. La corrección no me supuso un trauma porque me dejó bien
señalado que se lo dijera a Jayone como si la falta
última de espíritu fuera de la directora no específicamente mía. Pero me fui
pensando algo así como: el desvelo tan grande de las directoras, y la cantidad
de detalles a los que llegaban que me hacía preguntarme como podían estar
pendientes de todo. Aunque hacía años que había salido del centro de estudios,
este es el tipo de indicación que te hace pensar que no eres nadie en la Obra y
jamás llegarás al tobillo de la santidad de las directoras
regionales.