La culpabilidad.- Vadovia
Fecha Friday, 27 April 2007
Tema 105. Psiquiatría: problemas y praxis


 CULPA Y CULPABILIDAD: LO SANO Y LO ENFERMO

Vadovía, 27 de abril de 2007

 

 

 

Asistí a un retiro en Semana Santa en que me impactó mucho una de las meditaciones de un jesuita, como son todos: agudos, espirituales, conectados al mundo y a la ciencia y sin miedos a incorporar lo nuevo en nuestra relación con Dios. Aquí el resumen de esa charla que tanto me impactó.

 

El sentido de culpa y el sentimiento de Culpabilidad. Lo sano y lo enfermo.

 

El sentido de culpa es expresión del reconocimiento de la propia responsabilidad frente al sufrimiento de Dios (hablamos de su muerte en cruz). Pero no todo sentido de culpa es sano porque solo es bueno aquel que conduce al arrepentimiento sincero y a la conversión, al cambio de estilo de vida...



El sentido de culpa es un fenómeno psicológico. En cambio el arrepentimiento es una profunda experiencia religiosa. No todo sentido de culpa conduce al arrepentimiento. Para que ello ocurra es necesario al menos una conciencia libre, bien que está fuertemente comprometido en el Opus Dei en que el órgano de la conciencia está endosado y opera por “acción externa”. Si quien guía mi conciencia me impide aceptar con sentido de culpa, por ejemplo, ser indiferente con un hermano, no resulta posible llegar al arrepentimiento y cambiar. Incluso, más caradura, si mi conciencia es libre y no está auto-atrofiada o atrofiada por intervención de terceros, no me arrepiento, aunque perciba mi culpa, entonces, no habrá cambio tampoco.

 

El sentido de culpa es necesario y hay un peligro muy grande en no tenerlo pues podemos andar por la vida sin siquiera darnos cuenta que hacemos daño.

 

Debemos tener sentido de culpa sano y no patológico que nos inmoviliza. Hicimos algo malo: indiferencia con un amigo; persecución a un sacerdote; suspender cotizaciones de salud a quien las necesitaba pero no por ello arrastrarnos a un estado malsano, enfermo en que nos embarga un sentimiento de culpabilidad: soy malo entero.

 

Cuando la culpa no se reconoce, fácilmente se proyecta en los demás. Nos convertimos en los que tienen piedras en las manos frente a la Magdalena. Somos los justos y correctos dispuestos a lanzar la piedra en quien expone nuestra propia culpa no reconocida. A sanar entonces, botando las piedras y examinarnos a nosotros mismos en forma sana.

 

Este sentimiento de culpa resumidamente ¿cuándo es sano?: cuando observamos el daño a nosotros mismos, a los demás y de cómo esos actos, u omisiones afectan mi relación con Dios. Al observarlos, verlos, tocarlos, entonces surge el arrepentimiento y de ahí a la conversión un paso. Una conversión y muchas como el hijo pródigo y su hermano que pecan muchas veces pero que se arrepienten y vuelven al padre verdadero con el mismo dolor que sentimos al ver a Cristo crucificado injustamente.

 

Pero donde la culpa es insana y nos produce mucho daño y producimos mucho daño cuando procede de 3 fuentes decía este jesuita:

 

La Culpabilidad Tabú.

El tabú es un objeto al cual uno se encuentra fuertemente atraído pero me está muy prohibido y me es muy condenatorio. Es el deseo de lo prohibido. El placer y la vergüenza, como también de atracción y asco. El solo deseo, y ya nos condenamos a nosotros mismos y mal creemos que Dios lo hará, por lo que para evitarlo, nos consume todas nuestras energías emocionales y atención y se nos presenta el tabú como una exclusividad ética porque me sacrifico en este ámbito pero compenso con una total indiferencia respecto de otros. Generalmente este ámbito sacrificado es el de la sexualidad y sus derivados que absorben toda la atención ética del sujeto: castidad, divorcio, aborto, homosexualidad como temas obsesivos pero, hay olvido por ejemplo total o indiferencia total con problemas sociales. No coqueteo con una persona en la calle, pero no conozco el nombre del portero del edificio en el que vivo hace 3 años ni sé nada de su vida ni me intereso. No coqueteo ni leo una revista con fotos porno, pero no sé de amigos hace tiempo o evito encontrarme con quienes me inoportunan o pago los peores salarios posibles o manipulo mi actuación como profesor o como guía. Entonces no es que busque una castidad fundada en la pureza como ideal cristiano, sino más bien es un mecanismo de vergüenza ligado al placer suscitado por la culpabilidad tabú. Y citó este buen cura jesuita al jesuita san Alberto Hurtado, un santazo de tomo y lomo chileno que decía “se engañan los jóvenes y adultos que aprueban no tener pensamientos groseros pero que son incapaces de sacrificarse por sus prójimos desinteresadamente”.  El mismo santo decía también que había que “cerrarse a los malos pensamientos pero simultáneamente abrirse a los pensamientos que son de caridad auténtica”, de esa caridad que no es transaccional ni con Dios ni con los demás ni con las instituciones, la caridad que es darse de verdad, no buscando nada a cambio, no buscando vocaciones, ni manipulando, ni buscando ventajas económicas.

 

La culpabilidad Narcisista.

 

Tendríamos un yo ideal fabricado por nosotros mismos y que nos evaluaríamos confrontando nuestra realidad con ese yo lo que traería aparejado una fuerte caída en autoestima muy malsana. Y no solo el propio yo sino también el yo fabricado por agentes externos como nuestros padres, directores, la sociedad, en el caso de esta web, por el Opus Dei.

 

El cumplimiento de este yo ideal, me garantiza aceptación de grupo o social. Ejemplo mi yo ideal o el que me han impuesto me obliga a conseguir vocaciones o plata. No alcanzado, entonces viene la insatisfacción y el malsano sentimiento de culpabilidad. De ahí a el “estado depresivo”, un paso. Es narciso porque estoy centrado en mi mismo. Yo no logro lo que es mi yo ideal o no logro el ideal impuesto desde afuera y ergo arriesgo el amor de los demás (narcisismo) e inicio la debacle en mi autoestima. Todos necesitamos ser amados pero cuando el yo ideal se construye unilateralmente sobre la consecución del yo ideal, estamos eclosionados. La culpa narcisa ya no es en relación a Dios sino a mi mismo y a los demás. Es la pura versión psicológica de la culpa. Dios no esta realmente presente ahí. Solo está presente en cuanto a que me puede abandonar. No hay espacio a la culpa sana por la falta de conciencia de los daños realizados a otros o a mi mismo. Sólo importa la consecución del yo ideal. El amor está atrofiado por el narcisismo.

 

Culpa legalista.

 

Es cuando se expresan en la “ley” el comportamiento correcto. Lo que no está previsto en la ley, es correcto. En la ley se expresan los preceptos y esta ley puede ser propia u ajena, normas de otros. Me limito al cumplimiento de las normas. Es decir los demás, no existen. Da lo mismo si realizo un daño a otros o a mi mismo. Lo importante es el cumplimiento de la ley. Las normas, las normas y las normas como un autómata. La seguridad se fundamenta en el cumplimiento de normas y la desobediencia entonces genera culpa. Las normas se absolutizan. Ya no es la norma una mediación sino una auto justificación frente a mi mismo y frente a los demás. Se invierte el orden al usarse a los demás para cumplir las normas. La ley es la fuente de mi autoestima. Ya la norma no es pedagogía sino mi espejo. Espejito espejito, cumplí o no cumplí, es todo lo que importa. ¿A qué costo personal o ajeno? No importa. Ahí me justifico o condeno en función del cumplimiento de esas normas. Con las normas me salvo. Con las normas soy santo. Sin ellas me condeno. Ni que decir con las palabras enfermas del fundador del Opus Dei que le resuenan machaconamente a todos con esto de “cumplidme (a él, el narciso, no a Dios) bien las normas y seréis santo (la transacción de la mente narcisa)”.

 

El cura jesuita citaba nuevamente a san Alberto Hurtado quién que, lamentablemente, "la moral se ha convertido para muchos no en una vida entregada en manos del Creador, sino en una casuística".  Así, "algunos creen imitar a Cristo preocupándose únicamente de la observancia de sus mandamientos, y a las leyes dadas por Cristo, ellos agregan otras, para completar los silencios, de modo que toda la vida es un continuo deber, un reglamento de perfección, desconocedor en absoluto de la libertad de espíritu. Las leyes centrales son desmenuzadas en multitud de aplicaciones rigurosas...". De esta manera, el cristianismo termina siendo "un fariseísmo, una casuística; se cae en la escrupulosidad". Lo grave es que "el foco de su atención no es Cristo, sino el pecado". Aún mas, en estos casos "el Sacramento esencial en la Iglesia es la confesión. La única preocupación es huir del pecado, y su mejor oración, el examen de conciencia. El sexto mandamiento en especial los atormenta y los preocupa".

 

El sentimiento de culpabilidad - en su triple versión de tabú, de narcisismo y de legalismo - no abre la persona a la alteridad (a los otros), sino la deja encerrada en ella misma: es decir, los demás se utilizan en función de la propia estima. Este egocentrismo produce un conflicto intra-personal (no inter-personal) cerrado sobre si mismo y, de esa manera, se agudiza la angustia porque en el conflicto entre el "yo" actuante y el "yo" atraido por el objeto tabú, idealizado o cumplidor solo cabe la derrota, ya que el referente es inalcanzable en su totalidad por definición. Si fuera fácilmente alcanzable en su totalidad, no seria fuente de angustia culposa.

 

Espero ayudar con estos comentarios.

 

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