La formación de la Obra.- Ananaru
Fecha Friday, 27 April 2007
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


No soy teóloga ni nada que se le parezca, pero me ha llamado la atención el escrito de Armando sobre el limbo. Creo que es interesante a la hora de valorar la formación que recibimos en su día.

Para mí fue una sorpresa descubrir que muchas cosas que había recibido como doctrina ortodoxa segura no eran tal, sino que pertenecían a la tradición (importantísima en la Iglesia, ya que a través de ella lo recibimos todo, y es a quien se consulta antes de una aprobación importante, como puede ser un dogma o como fue la aprobación del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica), pero que el Papa aún no lo había aprobado o negado.

La primera vez que me encontré con algo así fue discutiendo con un amigo mío cura sobre que la Virgen es medianera de todas las gracias (¡cuántas meditaciones había escuchado yo sobre ese tema para que ahora un curita lo pusiera en duda!). Como él insistía en que la Iglesia no lo había expresado (como sí hizo con la Inmaculada Concepción, o con la Asunción), busqué en Internet sobre el tema, y me encontré que estaba en estudio en el Vaticano, pero que, efectivamente, no estaba aprobado. Con el limbo pasa lo mismo, sólo que este último ya ha sido negado. Y, de hecho, curiosamente no aparece una sola palabra de él en el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, luego no debe ser algo que se haya hecho en dos días.

Y ahora me pregunto: ¿Ha hecho mal la Obra transmitiéndonos esos conocimientos? Yo creo que no. Cada cual transmite lo que recibe y, en ese sentido, la Obra ha hecho lo que ha podido o sabido (también mis padres me transmitieron lo que ellos pensaron que era lo mejor, y ahora veo que hay formas mucho más ricas de vivir la fe, es decir, la vida). Ahora bien, si la Iglesia dice algo concreto, sí que está en la obligación de corregirlo.

En este sentido, a mí hay una cosa que me chocó mucho en su día (y quien tenga más datos quizá pueda aportar algo). En 1992, poco antes de la beatificación, llegaron una serie de avisos sobre los cambios en la liturgia. Fue cuando se dio la indicación de empezar a leer en las misas y creo que también el decirlas cara al pueblo. Me extrañó porque, estando como estábamos viendo cómo llenar los autobuses para Roma, no entendía por qué tantas indicaciones sobre el tema. Lo que sí recuerdo es cómo nos explicaron los cambios (por favor, si alguien puede hacerse con esa nota me encantaría poder leerla). Nos dijeron que esos cambios se habían introducido en el Concilio Vaticano II, pero que el fundador había dicho que había que esperar 20 años (o 25, no lo recuerdo) antes de poner en práctica esos cambios, ya que a raíz del Concilio se había producido un desmadre (no eran esas las palabras, pero si no recuerdo mal, sí la idea) y que él quería que las aguas volvieran a su cauce y ver qué cosas eran las que verdaderamente eran buenas. Y como ya había pasado ese tiempo, se iban a empezar a aplicar. Yo, en aquel momento, pensé: ¡cómo me cuidan! Pero ahora pienso: ¿Cómo que esperar 20 años para aplicar algo que indica la Iglesia? ¿Se hizo poque había pasado el tiempo, o porque se iba a ir a Roma y la forma de celebrar la liturgia en la Obra era alitúrgica?

Y ya que saco temas de formación, hay otras dos cosas que luego he podido constatar que no eran tales. Una sobre los movimientos y las nuevas realidades de la Iglesia. A mí me las pintaron como que estaban fuera del Magisterio de la Iglesia. Sin embargo, el día de Pentecostés de 1998, año que la Iglesia dedicó al Espíritu Santo, el Papa con quien se reunió fue precisamente con los movimientos. ¿Fuera del Magisterio? Pues va a ser que no. Es más, en uno de esos movimientos yo he descubierto una teología muchísimo más rica que la que había recibido antes, y que continuamente me remite a las fuentes de la Iglesia: evangelios, documentos del Concilio, Catecismo...

La otra cosa es precisamente el Concilio Vaticano II. A mí se me transmitió como que fue un mal bache de la Iglesia, y así lo miré: con cierta reticencia. Prácticamente lo único bueno que tenía eran las aportaciones que hizo D. Álvaro del Portillo, que prácticamente se me hizo ver que a él se debía no recuerdo si la constitución "Lumen Gentium" o la "Gaudium et spes". Posteriormente he podido nutrirme de esas fuentes (por cierto, ¿alguien sabe si en algún centro de estudios están en la biblioteca? Porque en el mío puedo asegurar que no, y eso que habían pasado ya muchos años del Concilio y se habían hecho muchas ediciones de sus constituciones) y me he sorprendido de su belleza y riqueza, y he dado y doy gracias a Dios por el don que supuso y supone hoy para la Iglesia.

¿Conclusiones de toda esta disertación? Yo tengo sólo una. Cada cual somos responsables de nuestra propia formación, y somos nosotros los que hemos de verificar lo que se nos dice. Verificarlo consultando las fuentes. Y verificarlo viendo qué tiene eso que ver con la vida (para mí fue también una sorpresa descubrir que los dogmas tienen todo que ver con la vida, y no son simplemente unas cuantas cosas que nos dicen que hay que creer).

Un abrazo a todos y cada uno. Y para los madrileños: feliz macro-mega-acueducto-de-segovia. ¡Y luego dicen de los andaluces!

Ananaru.









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