Querido Dago!

Estoy casi segura que ni nos conocemos, pero tu escrito me lo he tomado como algo personalísimo.... no me preguntes por qué... y te lo agradezco de verás, ha sido como un bálsamo. Todo esto puede sonar hasta cursi, pero hay cosas cursis realmente grandiosas.

Te digo que cuando me fui, de las cosas que más me costaron es que me prohibieran despedirme de la gente. Para mi en aquel entonces, la obediencia y la unidad a los directores lo veía como cauce de gracia para todos los que formábamos parte de la Obra. Me habían convencido de que si al obedecer te negabas a ti mismo hasta el holocausto, pues más gracia para todos. Y así lo hice.... bueno, al final no pude más y les escribí una carta a cada una. 

La única respuesta que hubo fue una llamada de teléfono frustrada de R. Nada más saludarnos oí al otro lado del teléfono como la directora le preguntaba "¿con quien hablas?", dijo mi nombre y tras un silencio me dijo "tengo que colgar", me dio tiempo a decirle "no te preocupes". 

En los centros donde viví siempre me indicaban sobre los que se iban, que ellos habían dicho que no querían contacto, a los que se iban, que les iba a hacer mucho daño a los de la casa el tener contacto. Unos y otros haciendo caso y.... Estando dentro, al hablar con los ex no se cumplía lo dicho por las directoras, y al intentar aclarar el malentendido (creyendo que era tal), me sometían las del consejo local a una batería de preguntas propia de interrogatorios...

Igual que tú no dejas de querer a una persona de una día para otro, lo que se van tampoco. Si les echas una mano, una oreja, una sonrisa... te lo agradezco como si fuera para mi (muy sensible me estoy poniendo ... no?).

Dago, me alegro que hayas escrito.

Un abrazo, un gracias y un hasta otra

Mafalda