Aversión a la Iglesia.- Malco
Fecha Wednesday, 18 April 2007
Tema 040. Después de marcharse


Como muchos de los que leen la web no están registrados en VuelaLibre.org, voy a compartir unas reflexiones con vosotros, que forman parte de una discusión sobre "pérdida de Fe":

Mi caso es el de una persona que cree en Dios y en el Evangelio anunciado por Jesús de Nazareth, confiado a la Iglesia, pero que su antiguo amor incondicional (con sentimientos y forofismo, y papismo, y etc) ha quedado herido de muerte tras su paso (y tras la siguiente reconstrucción intelectual) por el Opus Dei. El sólo hecho de que exista esta institución y se le de cancha en la Iglesia institucional, es algo que me llena de estupor y desconcierto. Y me quita las ganas. Las ganas de ir a Misa, de rezar, y de defender las doctrinas de la Iglesia. Pero la vida es algo más que una doctrina, y la Fe es un acontecimiento, un encuentro con Alguien, no estar apuntado en una lista en algún sitio. (Por esto mismo, ir a "apostatar" ante el Obispo, es un hecho al que no le encuentro gran sentido; ¿cómo se borra uno de la reunión de los bienaventurados?). Pero el problema, el abismo, la gran zanja (como el cómic de Asterix), sigue abierta. Y no se llena este vacío, esta fractura, con fórmulas sencillas, desde luego no con un "creo en Dios pero no en la Iglesia", que no me satisface. Pues la "Iglesia" esa de la que habría que descreer es la Casa del Hombre, que dice Chesterton, o la Casa de la Belleza, que dijo Ratzinger, o el Cuerpo Místico de Cristo, que dice la teología eclesial; o la Mano Abierta del Padre, donde duerme el Mundo, que dice Malco. De las que las instituciones, jerarquías, mitras y prelados no son sino su aspecto burocrático, organizativo y orgánico, la nata que queda en la orilla de un océano.

No puede estar ahí la solución. Pero es cierto que la experiencia ex marca el modo de mirar el mundo, y ya nunca se siente uno tentado de prestar confianza ciega a una doctrina, a un grupo, a algo articulado con normas y parámetros establecidos. En la medida que una iglesia muestra, inevitablemente, este aspecto, el ex tiende a sentir un gran rechazo, un empujón hacia el extremo opuesto. Otra consecuencia: como la oración necesita de -aunque sea mínimo- un acto de voluntad, mi rebotada aversión por el voluntarismo lo rechaza. Esto es un gran problema, pues es cierto -y no una manía opusina- que el amor opera en todo el ser, cuyo centro es la voluntad. Es como si, a base de haber obligado a alguien a escuchar música toda su vida -y música mediocre- éste rechazase oir cualquier música desde entonces, incluso si es de Bach. Una pena, pero el camino sigue y sigue.

Entretanto, voy teniendo necesidad de autores diferentes, católicos o no, en mis lecturas. Leoy Bloy, Peguy, Balthasar, Barth, Jünger...

Seguiremos hablando.

Malco









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