Sobre la carta del Prelado del Opus Dei para la Cuaresma.- Trinity
Fecha Friday, 23 March 2007
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Al leer la carta del Prelado para esta Cuaresma, me ha llamado la atención, ante todo, el contraste entre un párrafo de Benedicto XVI que cita al principio y que recojo a continuación, y el tono asfixiante –por voluntarista- de las sugerencias del Prelado. Animo a comparar sus exhortaciones a hacer, a practicar, a responder a las gracias de Dios, con las siguientes palabras del Papa, que cita Mons. Echevarría y que me parecen muy animantes a dejarnos llevar por Dios, sin agobios neurotizantes:

 

«En cualquier caso, no olvidemos que —como afirma el Papa Benedicto XVI— esta conversión del corazón es ante todo un don gratuito de Dios (...). Por este motivo, Él mismo previene con su gracia nuestro deseo y acompaña nuestros esfuerzos de conversión. Y añade el Papa: ¿Qué es en realidad convertirse? Convertirse quiere decir buscar a Dios, caminar con Dios, seguir dócilmente las enseñanzas de su Hijo, de Jesucristo. Convertirse no es un esfuerzo para autorrealizarse, porque el ser humano no es el arquitecto de su destino eterno (...). La conversión consiste en aceptar libremente y con amor que dependemos totalmente de Dios, nuestro verdadero Creador; que dependemos del Amor. En realidad, no se trata de dependencia, sino de libertad (Discurso en la audiencia general, 21-II-2007, Miércoles de Ceniza)».

 

            Concretamente, me choca especialmente uno de los párrafos finales de la carta, que no se ha colgado en la web oficial del Opus Dei, y en la que el Prelado pone como ejemplo de actitud penitente al Fundador de la Obra:

 

«El día 28 es el aniversario de la ordenación sacerdotal de nuestro Padre. Confiémosle es­tos afanes nuestros de santidad y de apostolado en la Cuaresma: no quedaremos defraudados. Repasemos con perseverancia los diversos aspectos de su biografía y admiraremos - ¡para imitarle! - sus anhelos de conversión personal, cada día y muchas veces al día; ese estar ha­ciendo siempre el papel del hijo pródigo, como le gustaba afirmar. En la víspera de sus bo­das de oro sacerdotales, casi al final de su vida terrena, lo resumía con estas palabras: a la vuelta de cincuenta años, estoy como un niño que balbucea: estoy comenzando, reco­menzando, como en mi lucha interior de cada jornada. Y así, hasta el-final de los días que me queden: siempre recomenzando. El Señor lo quiere así, para que no haya moti­vos de soberbia en ninguno de nosotros, ni de necia vanidad. Hemos de vivir pendien­tes de Él, de sus labios: con el oído atento, con la voluntad tensa, dispuesta a seguir las divinas inspiraciones [SAN JOSEMARíA, Oración personal, 27-111-1975 (cit. en Salvador Bernal, "Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei", Madrid 1976, 6ª ed., p. 357)]».

 

            Ni que decir tiene que, con ocasión de la fiesta de la Anunciación del Señor, el Prelado aprovecha para insistir sobre las famosas 500 vocaciones, que ya se ve que no les llegan, o que les llegan y se les van, por estar promoviéndolas de forma tan poco sobrenatural:

 

«Meditemos una y otra vez la respuesta de María al anuncio del Arcángel Gabriel: fiat mihi secundum verbum tuum 12. Y pidámosle que nos facilite aprender las lecciones de entrega ge­nerosa y total que se manifiestan en sus palabras. Pidámosle también que, como Ella, sepamos acercar las almas a Cristo, recordando la obligación de cuidar el compelle intrare 13: estas se­manas se presentan muy propicias para urgir al Cielo por esas 500 personas que buscamos».

 

                                                                       Trinity

 









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