He leído con atención, deleite y emoción tu escrito del día lunes 12 de marzo. Coincido contigo en cuanto a la obra musical de Johann Sebastian Bach. Podría extenderme muchísimo comentando al respecto porque yo lo descubrí antes de ser de la Obra, por lo que cuando podía, hacía la oración a mi aire con las obras de Bach. Sus cantatas tienen un sentido tan profundo de la relación de Dios con nosotros, es impresionante, algo único diría yo. Te transporta a esas zonas celestiales que en mi opinión, nadie ha logrado hacer a través de la música. A mi me emociona por ejemplo escuchar la Cantata “Zion hörst die Wechstes Singen”, porque es un canto de esperanza, de confianza total en Dios hecho hombre que pende de una cruz para redimirnos.

Asimismo el Magnificat de Johann Sebastian Bach es sublime, profundamente espiritual y a la vez muy humano. El Gloria al Padre del final contiene toda la grandeza de la Santísima Trinidad y la pequeñez de la criatura que se dirige a Dios, pero que está muy unido a Él.

Tampoco quiero hacer de esta carta un tratado sobre Bach – me refiero al padre, porque sus hijos también hicieron varias obras pero no le llegan a la calidad de Johann Sebastian-. Gracias por transmitirnos esos sentimientos y esa reflexión con un hilo conductor que realmente lo transporta a uno hacia metas de espiritualidad altas, no condicionadas, no enmarcadas en un plan de vida, sino en una auténtica sintonía con Dios.

Lo del cuadro de Rembrandt es impresionante, ¡que interpretación más profunda de lo que supone el hijo pródigo!. Me ha encantado tu descripción, las citas que has utilizado y tu mensaje. Me ha ayudado muchísimo y meditaré mucho tu escrito en estos días. Ahora, cada vez que escuche alguna obra musical de Bach me acordaré de ti.

Mis más sinceras felicitaciones por tu escrito y por la forma en que has emprendido tu nueva vida. Me alegra muchísimo el poder tener la oportunidad de leer pensamientos como los tuyos y sobre todo, encontrar nuevos cauces para enfilar ahora si, a un trato más de hijo prodigo con Dios.

Un fortísimo abrazo

Armando