No creo que los autores o los promotores de esta web estén haciendo algo malo. En los tratamientos sicológicos a los que nos ha tocado someternos a algunos se hacen regresiones. Uno va hasta el vientre de su madre y así puede ir identificando las raíces más profundas de sus traumas. Encuentro que leer esta web o escribir para ella es muy parecido a esa terapia. Uno vuelve a donde estuvo años atrás y lo ve con otra perspectiva. A partir de ahí se sana o, al menos, comienza un proceso de sanación.

Por solo hablar de un aspecto, mi trauma más grande lo ocasionó la obligación de la confidencia y la confesión. Hablar sobre las cosas más íntimas cada semana con el director y sobre los pecados más nimios con el sacerdote, no solo una vez por semana, sino más, si era preciso, cada día. Una de las cosas que me impactó fue que sacerdotes con los me confesaba después de salir de la Obra me dijeran que no me tenía que confesar cada rato, que lo espaciara. Y lo fui espaciando, hasta cuando el sicólogo que me vio para trámites de levantarme el veto para contraer matrimonio, después de una nulidad, me dijo que mejor no me volviera a confesar. ¡Qué liberación! Y luego, me encuentro con esta web, donde ustedes me han enseñado que esa práctica, la confidencia obligatoria, estaba prohibida por la Iglesia. ¡Por Dios! ¡Cómo sufrí con algo que estaba prohibido, pero que yo creía que había que hacer para salvarme.

Un cordial saludo,

Gómez.