Para mi amigo numerario 'mayor'.- Isabel Nath
Fecha Friday, 23 February 2007
Tema 060. Libertad, coacción, control


 PARA MI AMIGO, NUMERARIO ‘MAYOR’

Isabel Nath, 23 de febrero de 2007

 

 

Coincido a veces en el chat con un numerario mayor de España. El se define así y no quiere dar ningún dato más que pueda ayudar a algún malintencionado a localizarle. Se comprende. No voy a escribir su nick para que no se sienta señalado, pero cuando lea este escrito me consta que sabrá que va dedicado especialmente a él. A él y además a todos los que nos leen desde dentro y se encuentran en una situación similar. La situación es que está hasta el gorro de muchos directores y su forma de proceder (por decirlo suavemente) y le gustaría mandarlos a todos a tomar vientos y abandonar la Prelatura, pero no se atreve a dar el paso. Argumenta que después de tantos años dentro hay muchas personas a las que quiere mucho y a las que de seguro perdería si se saliese. Muy comprensible también. Me vengo acordando de él estos días porque he leído un libro de W. Dyer que expresa muy bien lo que yo querría argumentarle y a veces se me quedan las palabras cortas para decirle lo que siento/pienso...



El libro está en inglés y no voy a copiarlo y traducirlo porque no tengo tiempo, pero reproduciré lo más fielmente que pueda las ideas que se exponen en el capítulo 2, que se titula algo así como “No mueras con tu música todavía dentro de ti”.

 

Cita el autor a Kahlil Gibran: “Cuando naces, tu misión (añado yo, tu vocación, lo que tienes que hacer) es colocada en tu corazón”. Y pregunta, ¿cual es pues tu trabajo?, ¿tu propósito?. Y sobre todo: ¿lo estás viviendo en la forma que tu corazón te urge que lo hagas?; es decir, como tienes que hacerlo?. Esta última pregunta es clave.

 

La parte izquierda del cerebro como muchos sabéis es la que calcula, analiza, ‘piensa’. La parte derecha representa nuestro lado intuitivo. Va más allá del razonamiento y el análisis. Es la parte que nos hace sentir las cosas, que es sensible al amor, que hace que nos emocionemos con lo que es importante para nosotros.

 

Dice el autor que tenemos siempre con nosotros una presencia intuitiva e invisible, que él se imagina como un pequeño hombrecito sentado en nuestro hombro derecho, por eso de que representa lo que dice la parte derecha del cerebro (contra gustos…). Esta voz interior nos grita cada vez que pasamos un día haciendo las cosas como los demás las han dictado, si esa no es la forma en que nosotros debemos hacerlas. Esta voz nos urge a tocar la música que oímos en nuestro corazón, nuestra propia música, para que no se quede dentro de nosotros cuando muramos. Pero la parte izquierda del cerebro nos dice eso tan conocido de “espera un momento, ten cuidado, no te arriesgues, puedes fracasar, puedes disgustar a todos aquellos que tienen un distinto punto de vista acerca de lo que deberías hacer,”, etc. Pero el lado derecho cada vez grita más alto, intentando que sigas tus sueños, lo que tú sientes que tienes que hacer, porque realmente ES lo que tienes que hacer, está escrito ahí desde que naces.

 

Escuchar exclusivamente a la parte izquierda de nuestro cerebro nos convertiría en personas que solo hacen ‘lo que hay que hacer’: levantándonos cada mañana, uniéndonos a la multitud, haciendo ese trabajo que solo trae dinero y paga facturas, levantándonos la mañana siguiente y haciendo lo mismo otra vez, como el que repite de memoria una canción bien aprendida. Mientras tanto, la música que está dentro de ti va languideciendo, hasta llegar un punto en el que es prácticamente inaudible. Pero esa voz del lado derecho continúa siempre ‘dandote golpecitos en el hombro’.

 

Los intentos de esa ‘vocecita’ por llamar tu atención y hacerte ver que no estás donde deberías estar pueden tomar a veces la forma de una úlcera, una depresión, una enfermedad, que te despidan del trabajo, un accidente, etc. O alteraciones de menor gravedad. Generalmente estas cosas sacuden y hacen despertar a muchas personas pero a otras no. Algunos acaban como ese personaje de Tolstoi, Ivan Ilyich, que en su lecho de muerte decía angustiado: “¿y si toda mi vida hubiese sido un error?”.

 

No es necesario acabar en semejante terrorífica escena. Tenemos la opción de escuchar esa voz de nuestro interior, dejar que suene la música que llevamos dentro, e ignorar lo que los demás a nuestro alrededor piensan que deberíamos hacer.

 

Debemos estar dispuestos a aceptar que otros pueden incluso pensar que les hemos traicionado, pero no habremos traicionado a nuestra música, a nuestro propósito en esta vida. Escucha tu música y haz lo que sabes que tienes que hacer para sentirte ‘completo’, ‘realizado’, para sentir que estás cumpliendo tu destino. No tendrás nunca paz si no dejas salir esa música que suena dentro de ti.

 

La única cosa que te impedirá tocar la música que escuchas en tu interior y marchar al ritmo del tambor único que sientes dentro de ti, es el miedo. Hay dos emociones básicas: el miedo y el amor. Y un antiguo proverbio que dice: “El miedo llamó a la puerta, el amor contestó y no había nadie”.

 

Puedes tener miedo a la desaprobación de otros, a lo desconocido. Pregúntate “qué es lo peor que me puede pasar si esto no sale bien?”. No vas a estar sin comer hasta morir de inanición, ni te van a torturar, si las cosas no salen redondas… Puedes también tener miedo a tener éxito, porque quizás has sido condicionado a pensar que eres inadecuado, o limitado, o incapaz de hacer nada por ti mismo. La única forma de desafiar esas ideas absurdas es ir hacia donde tú sabes que debes ir, y dejar que el éxito te siga, como probablemente ocurrirá. O también puedes tener miedo al fracaso, que es el mayor de los miedos.

 

Pero el fracaso es una ilusión. Las cosas que hacemos no producen fracasos, producen resultados. El fracaso es un juicio de valor sobre un resultado. Es solo una opinión, que viene de nuestros miedos, que pueden ser eliminados con amor, como hemos dicho antes, porque miedo y amor son incompatibles. Amor por nosotros mismos, respeto por nosotros mismos, autoestima. Cuando nos queremos y nos respetamos, la desaprobación de los demás no es algo que tememos y evitamos.

 

Hasta aquí el resumen del libro. A partir de aquí es cosecha propia (lo notareis...).

 

Se me ocurre que cuando uno está X años viviendo dentro de un sistema que se especializa en anular esa voz del lado derecho del cerebro (o si queréis, la voz del corazón) que todos llevamos dentro, y que además con la dilatada experiencia que tiene en el tema consigue unos resultados realmente brillantes, debe resultar altamente complicado escuchar nada, ni sentir nada… Cuando hay autoestima la desaprobación de los demás no da tanto miedo, pero si tienes la autoestima masacrada… “Hay que aplastar los sentimientos”, tantas veces lo hemos escuchado mientras fuimos del Opus Dei. Cuando leía esto se me ocurría que quizás es una maniobra perfectamente calculada esa de aplastar los sentimientos de las personas: anulada la parte derecha del cerebro, solo queda la izquierda, la que a lo más, razona…

 

Recuerdo que cuando yo era numerarieta de ce [centro de estudios], cuando hablaban de la ‘maldad intrínseca de los sentimientos’ yo me volvía loca y pensaba (pero no decía…) “malos por qué????”. Luego ya salí del ce y sí lo decía. Y luego ya me invitaron a marcharme, claro… Aclaro que a mí no me decían que los sentimientos fuesen intrínsecamente malos, pero no había nada más que se pudiese deducir de las afirmaciones acerca de los sentimientos que se nos hacían, y a la vista de cómo se reprimían y ridiculizaban. No hay más que leerse los capítulos de “Corazón” y “Sentimientos” de Camino…

 

Este de los sentimientos es un tema en mi opinión clave en el proceso de destrucción de la persona que se da en el Opus Dei de forma sistemática, aunque también haya privilegiados que medio se salven (el tema de los privilegios lo trataré en otro momento por no desviar la atención). Entiendo que una entrega total debe suponer renuncia, pero no me entra en la cabeza que Dios pueda querer que se le entreguen personas desnaturalizadas. O que las personas normales se desnaturalicen como condición sine qua non de una entrega total. Los sentimientos, el corazón, forman parte de todos nosotros, igual que el lado derecho del cerebro, esto último me parece más que evidente. Porque entonces Dios querría que los que se entregan a El prescindan de una cosa que El mismo les ha dado?. Es que acaso Dios hace cosas malas y encima nos las endosa a mala idea?. Evidentemente no. Porqué entonces ese miedo en el Opus Dei a los sentimientos, lo sentimental, el corazón, y etc?. Pues yo creo que he encontrado una de las piezas que me faltaban del puzzle, y es precisamente lo que acabo de exponer: callar la voz del corazón es callar la voz que te dice cual es tu vocación, la verdadera, lo que da sentido a tu paso por este mundo, y no la que la gracia de estado de los directores decreta. Si no oyes la voz de tu corazón, no sabes a donde tienes que ir en la vida, y eres por lo tanto más fácilmente manipulable y más proclive a hacer tuyas las músicas que otros tocan. Por eso se dedican a ‘asaltar cunas’, porque la voz del corazón los bebes la tienen todavía con poco volumen, y para cuando quieren reaccionar ya llevan una buena dosis de lavado de cerebro.

 

Me acordaba también de eso de “soy un borrico de noria”, dando vueltas un día detrás de otro, en un sitio en el que otros me han puesto para que les sirva, sirva teóricamente a Dios, pero de hecho con frecuencia para que sirva a sus intereses ‘de partido’ (que a nadie se le escape que el borrico de noria no está ahí por gusto ni porque sea humilde como se nos decía, sino porque alguien le puso ahí sin su libre consentimiento y ahora no puede largarse; claro que a lo mejor después de toda una vida haciendo lo mismo, y con la autoestima al nivel del subsuelo, el pobre ya se cree que no sabe hacer nada más y que realmente Dios Señor Nuestro hizo a los borricos para que un día tirasen de las norias que los hombres se inventarían…). No sé si me explico...

 

“No valgo nada, no puedo nada,… contigo Señor (o direct@r, que representas la voluntad sacrosanta de Dios para mí…) todo lo puedo, todo lo valgo…”. Pero qué masacre de la autoestima… Siempre es lo mismo, con apariencia de bien hacen un mal inmenso, pero a simple vista parecen santos; hace falta arte, eh?... Y encima nos hacían repetirlo como jaculatoria, y con metas numéricas, 500 veces al día, 1000 veces al día, póntelo de examen particular una temporada…  Cuando es la más burda técnica de lavado de cerebro… Claro, así al final te lo acabas creyendo, esa es seguramente la idea, y si piensas que no sirves para nada, pero que cuando haces lo que dice el direct@r sirves tela, pues qué vas a hacer…?. Quedarte tocant mareta, que dicen en mi tierra… Lo que me parece un milagro es que alguien tenga narices para salirse…  

 

Para acabar, y volviendo a la música que llevamos dentro, pienso que sería realmente triste que por no querernos suficientemente a nosotros mismos nos dejásemos vencer por el miedo al fracaso, o hipotecásemos la vida por un cariño que de ser sincero perdurará, y si no lo es mejor lejos, y al final del camino tuviésemos que hacer nuestra esa trágica frase: “¿y si toda mi vida hubiese sido un error?”. Si lo ha sido, ahora todavía estamos a tiempo de enmendarlo.

 

Por supuesto esta es solo mi particular opinión al respecto. Y además seguro que no se os ha escapado que no solo es aplicable a los de dentro, sino a todos en general. Aunque yo en este caso lo escriba para mi amigo numerario mayor de España, al que desde aquí mando un sincero y afectuoso abrazo.

 

Un abrazo además para cada uno,

Isabel Nath







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