Me gusta la gente que planta cara. Para Isabel Nath.- Carmen Charo
Fecha Monday, 19 February 2007
Tema 040. Después de marcharse


Querida Isabel, vamos a dejar de hablar de Ana Azanza, porque no es un tema sino una persona adulta y responsable, y parece que tampoco tenga necesidad de defensas. De todas formas, te diré que creo caes, como yo infinidad de veces,  en un vicio muy humano, y marca de la casa en la opus, y es el prejuicio, el poner la etiqueta antes de ver el contenido. Y lo veo en tu desconocimiento de su persona. Yo no tengo el gusto de conocerla personalmente, y lo que digo de ella, lo digo tras haber leído su biografía, de la que ya he olvidado detalles, pero perdura la fuerte impresión, por lo que mantengo lo que dije de ella.  No me parece para nada una persona normal y corriente, si ya se ha identificado con Jesucristo, sólo Dios lo sabe. Y, en cuanto al radicalismo, - aqui también veo prejucio- Jesús fue un buen radical. Creo que es bien objetivo que aqui Agustina y ella son la únicas personas que se han puesto en el disparadero y se han arriesgado a perder trabajo, fama, salud y hasta la vida. (Agustina ya nos advirtió en una ocasión de que si aparecia suicidada...)
 
¡Qué quieres que te diga! Que aunque uno meta muchas patas, (Agustina tiene el don de la prudencia en grado heróico, y lo apunto para la causa de beatificación ¿eh?) éstas personas cuentan con mi más absoluta y sincera admiración. Puedes sacar muchos peros, pero yo estoy de lo correcto hasta el gorro, y me entusiasma la gente que da un paso al frente  con decisión, que es valiente, que no tiene miedo y planta cara,  y más cuando pienso lo mismo sobre la secta, que se frota las manos con nuestros miedos y correciones. Gracias a tanto moralismo y tanta corrección, la opus campa a sus anchas. Ojo, esto tampoco lo leas como que paso de normas, aunque realmente la única que admito es la propia conciencia.
 
Todos hacemos falta, los sesudos filósofos y juristas, los profundos poetas, las máquinas de hacer reir, las madrazas y padrazos, los paños de lágrimas  los incómodos.... Aqui, que cada quien vaya al paso que quiera, y haga lo que pueda y quiera, pero yo seguiré alabando a quien se da con  arrojo y generosidad. Reconozco que me resultan muy atrayentes ese tipo de personas.  Son aire fresco que despeja la cara y mata la pereza.  Sólo con las ideas el mundo no se hubiera movido un milímetro. Sin corazones apasionados, las ideas no pasan del papel. Así que ¡animo!
 
Muchas veces he dicho que el principal peligro que  todos tenemos cuando salimos de la secta es el miedo. Primero, miedo a vivir, a pensar, a descubrir quiénes somos realmente, a leer sin consultar, a quedarnos a solas con nosotros mismos, a decidir, a dudar que sea cierto lo que nos dijeron de que nos condenaríamos, que seríamos unos desgraciados, que la obra es divina... Conforme vamos viviendo, hay miedos que vamos dejando, pero otros se quedan y los disfrazamos de muchas cosas: prudencia, caridad e incluso salud mental. Y mientras nos engañamos, no avanzamos, ni sanamos, pero eso es cuestión personal de cada uno.
 
Por otra parte, los errores son parte del camino. Dice la sentencia que in medio virtus, pero nadie se situa en el  centro sin balancearse por los extremos, ni llega a la virtud por propia decisión y cuando lo decide, sino conforme se va haciendo consciente de la realidad verdadera. Este es otro de los errores más odiosos de la secta, por lo menos para mí. El no admitir que somos blanco, negro y toda la gama intermedia. El amar la manifestación en la vida de todos los colores. El juzgar la moralidad por lo que se ve sin tener en cuenta la intención del corazón. Esto no lo digo por tus palabras, Isabel,  sino por el fariseismo que se enseña y se vive en la obra, y que destroza personas a diario. Por eso, y ya termino, ¡bendito sea Dios! ¡Veamos la buena voluntad en las personas y riamonos de lo variados que somos!
 
Cuidate mucho Isabel, y no te enfades. ¡Mira quién fue a hablar! Yo que soy la bronca personificada.
 
Un fuerte abrazo para todos y hasta siempre y para lo que querais.
 
Carmen Charo Pérez de San Román








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