No me pienso callar.- Ana Azanza
Fecha Wednesday, 14 February 2007
Tema 100. Aspectos sociológicos


Estimados orejas,
 
Por cierto que se me olvidaba citar a Juan Arana, otro profesor filo opus de Sevilla. Y quería decir que no me invento los agravios sufridos por los profesores de esa facultad que no "pertenecen".
 
Concretamente tengo el nombre de una profesora molesta y justamente indignada porque se merecía el título de catedrático emérito que sin embargo recayó, cómo no, en J. Arellano. Numerario iniciador de esa facultad del que sus compañeros siguen a día de hoy preguntándose cuál ha sido su contribución a la filosofía española.
 
Yo sólo espero que cada día más y más gente desanude el nudo que en su lengua y en su mente hace la secta, y que se hable de realidades de poder y lucha por hacerse con él por todos los medios que es la principal dedicación opusiana...


Efectivamente los numerarios en general no viven para hacer expediciones al K2, no hay pesca apetecible en el Himalaya. Sí conozco personas que se dedican a la escalada y al montañismo federado, incluso escalada en hielo, en Pirineos y Alpes. No se pierden un fin de semana de montaña, y  ni un rasguño. Pero a los numerarios y supernumerarios, aunque no tan asiduos, les cuesta la vida. Lo de supernumerario es por aquel médico de la clínica que murió en Arriel y al que se le hacían homenajes desde la universidad de Navarra todos los años.
 
El opus nació, creció y se expandió a la sombra de una dictadura, la de Franco. Algo que todo el mundo también debería de ser consciente. Pero el opus es tan estupendo que además de inventarse un "espíritu", que es sólo una máscara, se inventan también sus liberales, sus filósofos y todo lo que sea necesario para seguir engañando.
 
Me parecía interesante otra versión de lo que ocurrió en la facultad de filosofía de Sevilla hace dos años, cuando fui a hablar de mi libro. El link está en este sitio de internet, "los foros de nódulo":
 
 
 
Título del mensaje: Con la Iglesia hemos topado: Opus Dei
Publicado: Vie Ene 21, 2005 12:17 pm    
 
Como prometí en el foro de actualidad, aquí va una noticia de lo que pasó ayer en el salón de actos de la facultad de filosofía de Sevilla en la presentación de Ana Azanza de su libro: 19 años caminando en una mentira: Opus Dei. El cambio de foro se debe a la amplitud del debate a que puede dar pie.
 
En primer lugar, sorprende al ingenuo el resquemor que sigue produciendo un tema como el del Opus Dei en España, y especialmente en Sevilla. La otra experiencia que tuve con la Iglesia, recogida en el número 16 de El Catoblepas, fue similar a ésta por cuanto un testimonio en principio poco dañino se convierte por el nerviosismo de los censores en una auténtica arma arrojadiza.
 
Me explico: en un día en que el presidente del Imperio presentaba su proyecto político, los bancos españoles servían de campo de batalla a los grandes poderes del país, Otegui pedía a gritos un asalto y la Universidad de Sevilla veía desfilar por sus aulas a casi 90.000 alumnos, sólo hay para los próceres de la Hispalense una mancha, una nube en el horizonte del buen talante: la conferencia de Ana Azanza.
 
En dos días, tres problemas formales procedentes de tres órganos diferentes quieren servir para frenar la charla; por no aburrirles le cuento el último y más significativo, que tuve ocasión de referir al nutrido público de la conferencia (unas 90 personas, indicativo de nuevo de la importancia por mi insospechada del asunto) en calidad de presentador de la conferenciante: el salón de actos de la facultad, lugar reservado en diciembre para la ocasión, no sería abierto si yo no firmaba una carta (que conservo por amor al surrealismo) en la que aparte de figurar mi nombre incorrectamente, tenía, como organizador de la charla, que ¡pedir disculpas al decano por las molestias ocasionadas! Tras un tira y afloja de unos cuarenta minutos con la conferenciante presente, alguna subida de tono y mucha santa paciencia, un vicedecano me permitió modificar la carta y prescindir de las sinceras disculpas. Que sólo un vicedecano pudiera hacer eso, da cuenta de la rigidez de la orden dada por el decano: «o eso se firma tal y como está (incluyendo nombre erróneo y disculpa), o no se abre el salón de actos». ¿Cuáles son esas molestias de las que yo no había sido informado y por las que se me pedía in extremis entonar un mea culpa? Al parecer una llamada ¡del rector! Preocupado éste no por sus acciones en el BBVA ni por las terribles consecuencias de la LOU, si no por las llamadas de algunos profesores pidiendo que no se organizara un acto con tema tan ofensivo. En fin, tuvimos suerte y a las 19:20, justo a tiempo, el caciquismo fue derrotado (esperemos que no pírricamente) y abierto el salón de actos sin disculpa de por medio.
 
Y luego, la charla. Un éxito de público, como decía. Tras contar lo que les acabo de referir como prueba de la apabullante presencia del Opus en las instituciones, mi presentación, con permiso, quería alejarse un poco del tono psicológico de Ana y otros damnificados por el Opus para enmarcarlo en un debate sobre la influencia del Opus y la Iglesia Católica en la sociedad española y la pertinencia o no de ésta en la democracia (de mercado pletórico) dirigida por grupos de poder enfrentados entre los que había que elegir (Opus frente a Legionarios de Cristo, o frente a religiones musulmanes, o frente a determinads proyectos políticos). Para los creyentes, la charla serviría para reafirmarse en su amor u odio al Opus, en abrazar una perspectiva «fundamental» de la religión o atenerse a la jerarquía. Para los ateos, el interés del asunto radica, entre otras cosas, en el mismo interés de la Iglesia como institución que ha sobrevivido 2000 años en Babilonia sin ser un Estado convencional, la charla podía mostrar algunos mecanismos de la penetración de su nematología en diferentes esferas sociales, como previo a un análisis más general de la influencia del Opus. Recomendé por último la web opuslibros.org y su contraste con las oficiales, así como El Catoblepas, donde creo de próxima aparición una reseña sobre el libro de Ana Azanza.
 
La conferencia de Ana tenía el mismo objetivo de su libro: hacer oír al que tenga oídos los mecanismos del Opus para captar adeptos, ponerlos en analogía con los utilizados por una secta y, lo más importante para la autora, desenmascarar el abandono de la fe por el poder. Todo esto lo hace a través de la exposición, que no vamos a repetir aquí pero de la que se agradeció la brevedad, de su propia experiencia como numeraria y de las presiones a las que está siendo sometida desde que abandonó a sus hermanos. En el libro aparecen además datos del mayor interés sobre la Universidad española y cómo se reparten títulos y cargos en ella.
 
Un animado turno de preguntas llevó las posiciones de la autora hasta una negación del Papa y de la jerarquía eclesiástica, que como comentaban luego los Pérez Jara, sólo emic es catolicismo. Los comentarios acerca de la libertad y la intimidad de su creencia (“la fe para mí, tras salir del Opus, la vivo como en la infancia”) sonaban a protestantismo y dejaban claro que la ideología psicologista dominante hace un flaco favor a la Iglesia (ayer mismo decía la prensa aPRISionada -tal vez con malévolas intenciones- que el número de católicos practicantes había disminuido entre los jóvenes a la mitad en sólo cuatro años: un misérrimo 14%).
 
Cabe destacar de las preguntas los no pocos que salieron del armario: «yo también soy daminificado» (por el Opus, pero también por los catecumenales, &c.); uno de ellos, aunque salido del Opus, mantuvo sus simpatías en base a que él no fue presionado como la autora; como el mismo reconoció mientras hablaba, sus 23 años lo hacían menos suculento que una profesora de filosofía. No puedo evitar referir una anécdota respecto a éste chico: al sentarnos en la mesa, la conferenciante me señaló a tres asistentes como típicos amigos de la Obra; yo no hubiera podido reconocerlos pero la experiencia de la autora hacía infalible su ojo clínico: de entre ellos salió el joven y valiente exnumerario.
 
También resaltan algunos intentos de apostolado hacia el ateísmo desde el público, que intentaban ayudar a la autora, desprendida de la fe en la Iglesia (realmente existente) a seguir tirando de la madeja.
 
En fin, una tarde para los anales en la que se demostró que el debate sobre la influencia del Opus y de la Iglesia no está en absoluto trasnochado. Sean los foristas los que los continúen.
 
Salud y materialismo ateo,
Lino






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