Sexo y otras fruslerías.- Marcos Castaña
Fecha Wednesday, 31 January 2007
Tema 075. Afectividad, amistad, sexualidad


Crecí en un ambiente del Opus, con padres supernumerarios y tal, ya sabéis. Crecí en una relativa felicidad, es decir, con normalidad. O al menos eso pensaba yo.
 
Años después, repaso tantas cosas que hice con el Opus y me echo las manos a la cabeza. Jamás pité, me dio tiempo de reaccionar antes de entrar, pero confieso que a punto estuve de escribir la carta al “Padre”. Iba los sábados al centro a la merienda, y entre bocata y fanta nos cascaban una charla, un pavo con gafas gordas y pelo rizao medio afro, que me acuerdo yo que le temblaban las manos cosa fina. Sería que se ponía nervioso con tanto adolescente imberbe.
 
Estuve con ellos en varios viajes: Galicia, Madrid, Cataluña, Andalucía… y tantos otros que no quiero recordar. En algunos, sinceramente, lo pasé bien. En otros, no tanto.
 
Me daba por saco tener que contarle mis cosas más personales a un nota que, en realidad, yo no conocía de nada. ¡Pero si ya se lo había contado al cura en la confesión! Pues nada, otra vez a contárselo al colega este.
 
Pero lo que me ha marcado ha sido el tema de lo que ellos llaman “pureza”. Vamos, los pecados contra el sexto mandamiento, las miradas guarrindongas a alguna muchacha prieta y hermosa, los tocamientos cochinos propios y ajenos… las gallardolas, en una palabra. Me agobiaba mucho tener que contarle a aquel tío tan desconocido para mí si me había masturbado, si había visto alguna revista de mujeres desnudas con un amigo en su habitación, si había tenido pensamientos obscenos al mirar a alguna chica. Y no contento con eso, en casa estaba prohibido ver películas donde saliese algo relacionado con este tema. A la mínima se cambiaba de canal. Jamás pude hablar con libertad y normalidad con mi familia sobre sexo. Me enseñaron la sexualidad con un punto de moralina tal que llegué a tenerle realmente miedo, lo que me condujo a una curiosidad (efecto rebote) que me hizo convertirme en un auténtico pajillero, y perdonadme la expresión.
 
Aún hoy, cuando han pasado más de 20 años de mis épocas de cercanía al Opus, tengo reticencias a la hora de la práctica sexual normal con mi pareja. Soy consciente de que no soy ningún depravado, de que no hago nada anormal, que soy como todo el mundo y hago lo que todo el mundo, pero todavía algunas preguntas de aquellas direcciones espirituales vienen a mi cabeza, todavía aquel miedo atroz que me inculcaron al sexo se me cruza en mi mente.
 
¿Pero qué pasa con los otros seis pecados capitales? ¿Y los otros nueve mandamientos de la Ley de Dios? Parece que para la Opus no existieran, que el más grave de todos es el pecado pecadote que atenta contra el sexto mandamiento. Los demás, nada, esos son cosas de la debilidad humana. Cosejas sin importancia, mire usté.
 
Hoy sufro todavía por la infelicidad de mis familiares que siguen en el Opus Dei. Ya son mayores, entrando en la 3ª edad, y veo que ocupan su vida únicamente en las prácticas de la Obra. Ese maldito “plan de vida” que les ocupa de la mañana a la noche. Estoy agotado de tanta tristeza. Estoy cansado y hastiado de tanto Opus Dei.
 
Gracias a todos por vuestro tiempo.
 
Marcos Castaña








Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=9262