Sed como palomas.- LuxindexBorgia
Fecha Monday, 15 January 2007
Tema 100. Aspectos sociológicos


El proceso que recientemente se ha abierto aquí sobre la responsabilidad de las personas pertenecientes al Opus Dei® me parece vano. Naturalmente, hablo de la responsabilidad moral, que no legal. Y no digo poco cristiano (No juzguéis y no seréis juzgados) sino vano, por ser imposible de sentenciar.

 

Yo me acuso de ser el primero en juzgar al prójimo, incluso de prejuzgarlo, que bien pensado es lo mismo. Precisamente en aquella organización es donde me adiestraron en el prejuicio permanente como, digamos, forma de pensamiento. El caso es que ser el primer pecador en esta materia es muy cómodo para, respecto a este proceso, escribir lo que sigue.

 

Al enjuiciar a personas no sólo se puede condenar, también absolver. Eso se hace en el artículo titulado La inocencia de los dirigentes del Opus Dei, que tuvo por virtud abrir este debate, pero del cual disiento de algunas ideas y de la propia forma empleada.

 

“No estoy sosteniendo de ninguna manera que Escrivá fuera un farsante o un hipócrita. Nada de eso. Sugiero el modo en que su temperamento podía estar tendiéndole la gran trampa a él mismo (y a los demás) mientras que, con una aguda sensibilidad religiosa, desarrollaba un carisma de cuyo carácter divino no hay motivos para dudar”.

 

Su temperamento tendiéndole la gran trampa a él mismo… pero, ¿de quién, si no, era su temperamento, de su prima? ¿Acaso, en estos asuntos, se puede caracterizar a alguien prescindiendo de su temperamento?

 

Que “La inocencia, como la describieron y analizaron primero Hegel y después Kierkegaard, es la mera y crasa ignorancia del mal, y, como también señaló Hegel, ni es virtud ni tiene nada que ver con la virtud. Es ceguera” me parece muy instruido, pero la cuestión (la cuestión a la que el propio autor del artículo se somete) no es si la inocencia es ceguera, sino si los directores estaban o están ciegos, cosa que es muy distinta. Cuando se juzga por prevaricación a un funcionario se delibera si el acusado es o no autor, no se debate sobre si prevaricar es “dictar sentencias injustas a sabiendas”.

 

Y sobre el argumento, como circunstancia atenuante o eximente en la causa, de la entrega absorbente de los directores a la tareas de gestión, que “todavía […] podía acentuarse aún más en su dedicación a los enfermos”, ¿podrían argumentar lo mismo los padres atareados que malcríen o maltraten a sus hijos el día que éstos les pidan cuentas?

 

-Perdona, anduve atareado. Además, a veces enfermaste.

 

También me resulta pintoresca la distinción entre ingenieros y humanistas a la hora enjuiciar responsabilidades morales, no profesionales. Ignoro si algún código civil o penal refleja esa clasificación académico-corporativista. Por cierto, ¿cómo escapan los médicos o los arquitectos, que tienen un poquito de esto y un poquito de lo otro?

 

Con mis desahogos anteriores, al contrario de lo que pudiera parecer, no quiero hacer culpables a los directores, sino decir que es imposible juzgarlos. Cosa distinta son los actos, y, en este sentido, quien no vea reprobable al Opus Dei ® (sé que esto no se mantiene en el citado artículo) es porque no lo sufrió, o peor, porque aún lo sufre. Uno, un buen día, se va de la organización, pero, ¿cuándo se va de uno la organización? Acaso nunca, al menos si se mantiene un pensamiento prejuiciado.

 

Se suele mantener que quien no ha pasado por donde uno no puede entenderte. Pero creo que, al menos en esto, es justo al contrario, pues los que allí estuvimos tendemos a seguir usando sus tramposas palabras, conceptos y análisis. ¡Y es tan pesado rebatirles ad hóminen!

 

Culpables, inocentes…digo yo que entre el linchamiento y la amnistía (veredicto que, quizá, tenga que ver con lo cruel o indulgente que haya sido la historia de cada uno) habrá un punto, si no intermedio, más elevado. Quiero decir que una forma de aproximarse sería tomando distancia; a vista de pájaro, a vista de paloma. Y ésta es mi crítica a la forma del artículo mencionado.

 

Jacinto ilustra con leones y cocodrilos, cebúes e impalas. Unos, implacablemente inocentes; otros, resignados bocados. Resulta curioso que para hablar de los hombres mire a la fauna. Aún así, quizá ese lenguaje de las imágenes sea el apropiado cuando las ideas se empeñan en adentrarse no en los actos sino en los mundos íntimos, si no insondables, de las personas.

 

Me refiero a lo que Nicolás de Cusa llamó intelligere incomprehensibiliter (entender incomprensiblemente). Y hay textos que nos ayudan a entrar en ese particular estado, apropiado para sentenciar nuestra propia historia y para acercarnos a la intimidad ajena: con luz, sin notas a pie de página; trascendiendo la latitud de la palabra hacia reinos más lejanos.

 

Ese entender incomprensiblemente, ese antídoto al menos para mí, al que me acostumbré frente a tanto juicio, lo produce, por ejemplo, un poema de José Ángel Valente. Creo que al finalizar su lectura diréis conmigo: ¿por qué entiendo, si no explica?

EL HOMBRE santo reunió a sus palomas
y así les dijo:
                    -sed como palomas,
volad protervas, pero siempre santas,
por el ancho mundo
y en él multiplicaos como
                               ratas,
como hipopótamos y tigres,
jabalíes, panteras,
mas sed palomas bajo toda forma
de distinta apariencia.

Cada paloma es libre
de ser el hipopótamo que quiera.

Así habló en Barbastro
Zoroastro.

Luxidex y Yo









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