Comentario a 'La libertad de las conciencias en el Opus Dei'.- Crespillo
Fecha Wednesday, 13 December 2006
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


He leído con suma atención el escrito remitido por Oráculo el pasado viernes (La libertad de las conciencias en el Opus Dei, Viernes 8 de diciembre de 2006) y no me he resistido a contestarle en esta web que se está convirtiendo cada vez más en canal de expresión tanto para “ex” como para miembros de la Prelatura, donde se nos permite exponer libremente nuestras opiniones lejos de los cauces oficiales de una institución que no admite ni de lejos la crítica ni los puntos de vista minimamente divergentes de la postura oficial.

 

Ante todo mis felicitaciones a Oráculo por la concienzuda labor que viene realizando en la documentación y puesta en evidencia de los tremendos errores doctrinales que encierra la praxis del Opus Dei, así como alentarle a que continúe en esa labor que con toda seguridad acabará dando sus frutos.

 

En lo que respecta al escrito que justifica esta carta tengo que decir que no puedo estar más de acuerdo con lo que allí se dice. Realmente la manipulación de las conciencias en la obra y la confusión que existe entre el fuero interno y el externo suponen un abuso y una trasgresión de la doctrina de la Iglesia en un tema de tanta trascendencia y sensibilidad como es la libertad y el respeto a la intimidad de los individuos.  

 

Dicho esto, lo único que no me gusta y me deja un tanto perplejo es lo que se dice en el último párrafo que paso a transcribir: “Pero igualmente es verdad que hoy muchas personas del Opus Dei están haciendo el bien con rectitud, y que la misma organización podría dar unos magníficos frutos apostólicos si no lo obstaculizaran las actuales desviaciones que vician profundamente su pastoral. Ésta es una razón suficiente para que la Santa Sede intervenga y ayude a rectificar aquellos modos de hacer que se oponen al don de Dios. Y bien cierto es que tal intervención, de producirse, debería ser pública y conocida, no vaya a suceder que también se lograra aguarla en la “conciencia secuestrada” de no pocos fieles de la Prelatura.”

 

¿Realmente es creíble que después de tantos años mintiendo a diestro y siniestro, tanto a sus miembros como al mismo Papa, después de haber arruinado la vida a tanta gente y llevado a tantos ante el psiquiatra, de haberse apropiado de bienes y haciendas en base a la búsqueda de un fin que se ha visto falso, de haber actuado siempre con dolo y doble moral pasando por encima de cualquiera que discrepara minimamente de la línea oficial y de haber tergiversado y manipulado la mismísima doctrina de la Iglesia y hasta el mismísimo Evangelio, todo se va a arreglar con unas directrices de la Santa Sede? ¿Es que no es ya patente que esta institución está viciada desde su inicio, que representa una gran mentira y que lo único que debería hacer la Iglesia, si realmente es Madre para con sus miembros, sería retirarle su legitimidad por craso incumplimiento de los Estatutos y disolverla? ¿Cuales son los frutos apostólicos? ¿Los miles de niños-as que son manipulados desde su adolescencia para convertirlos en esclavos durante el resto de sus vidas? ¿O tal vez las decenas de sacerdotes ordenados cada año sin conciencia de vocación al sacerdocio y abocados a esa situación por un pretendido “buen espíritu”?

 

Demasiado sabemos que la enfermedad que achaca al invento es mortal de necesidad, que lo de la manipulación de las conciencias es un tema medular pero únicamente un reflejo de lo que supone el funcionamiento de una institución sectaria que yo me atrevo a denominar “sacrílega” pues utiliza el nombre de Dios en vano para doblegar la voluntad de sus miembros. Son demasiadas cosas como para pensar que el asunto tenga solución.

 

Bajo mi punto de vista no cabe más que una petición pública de perdón por parte de la institución a todos los damnificados, con la reparación, también material, de los daños causados, la práctica de la penitencia para todos los que actuaron con dolo, empezando por el propio Prelado, y la oferta a los miembros de seguir el camino marcado en los Estatutos bajo la autoridad directa de la propia Iglesia y en un marco bien distinto al actual que se decidiera tras sendos congresos en los que se permitiera expresarse a los miembros sin distinción de clases ni sexo.

 

Esto que parece utópico creo que sería lo único acorde con la doctrina de Jesucristo y la única respuesta satisfactoria por parte de la Iglesia, que es la primera interesada en que situaciones de este tipo no se den en su seno y en que nadie se considere transmisor exclusivo de la voluntad de Dios y utilice este desvarío para someter y manipular a sus hijos.

 

Crespillo









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