Autoabastecerse. Propaganda sobre el Opus Dei (2).- Doserra
Fecha Wednesday, 22 November 2006
Tema 050. Proselitismo, vocación


Increíble propaganda sobre “La vida en el Opus Dei”

II. El fin: autoabastecerse - Doserra

 

El segundo apartado del folleto que venimos comentando, “La vida en el Opus Dei”, lleva por título una frase que el Fundador solía repetir como slogan, pero que luego desmintió con su manera de gobernar: “De cien almas nos interesan cien”.

 

En su Carta sobre la labor apostólica con la juventud, Escrivá había dejado bien sentado que aunque deseamos que el Señor promueva muchas y buenas vocaciones, os insisto en que buscamos en primer lugar la mejora espiritual de todas las almas –sin excepción-, que con buena voluntad se acercan a nuestro apostolado (Carta Quem per annos, 24.X.1942, n. 10). Pero luego, con la excusa de las necesidades de expansión, permitió que se adulterara el estilo de los apostolados de la Obra y se convirtieran -de lugares de ayuda desinteresada en los que fuera Dios quien suscitara las vocaciones entre quienes deseara y al ritmo que quisiera- en maquinarias polarizadas en autoabastecerse a sí mismas y que dejan para un segundo momento, que nunca llega, la ayuda desinteresada...



Por eso, teniendo en cuenta que en la realidad ese slogan se ha quedado en una frase bonita nunca practicada, resulta doloroso que sea usado para describir la vida de una institución que vive desde sus inicios como una réplica de Saturno devorando uno tras otro a sus hijos: buscando desaforadamente incorporar como prosélitos a quienes sean, para paliar la desbandada que lógicamente luego se produce. Si citaran el slogan como ideal hacia el que caminar desde la autoconciencia de la precariedad, resultaría tolerable. Pero mencionarlo como algo característico de sus apostolados raya en el cinismo y convierte la explicación que realizan, y que recojo a continuación, en un boomerang que se les vuelve contra sí mismos:

 

«Esta especie de eslogan apostólico puede parecer demasiado ambicioso. Atractivo, pero poco realista, diríamos. Sin embargo, lo repitió miles de veces el fundador del Opus Dei. Él estaba convencido. Tanto que lo puso en práctica sin dudar. Realmente se identifica con la caridad: no existen motivos para tratar a unos de una forma y a otros de otra. Comprender a los demás no admite fronteras de ningún tipo, ni geográficas, ni sociales, ni lingüísticas, ni intelectuales, ni de salud, ni de cultura, ni de nada. Por eso, si la capacidad de amar a Dios afecta a todas las almas, ¿por qué conformarse con menos?

         La caridad tiene dos vertientes perfectamente unidas: amar a Dios y al prójimo. Acercar a otros a Dios es caridad. Y descubrirles la figura de Jesucristo. Y escuchar a quien sufre o está solo. Y comprender a quien tiene un problema. Amar a Dios, además, tiene consecuencias importantes al tratar a los demás. Nos facilita la solidaridad con los más necesitados. Nos compromete a curar, acompañar, consolar a los enfermos… Anima a procurar que todos adquieran la cultura espiritual y humana que les corresponde: es decir, ayuda a trabajar con empeño para acabar con la enfermedad de la ignorancia. Las personas del Opus Dei intentan ver a Cristo en los demás, y a actuar en consecuencia. Por otra parte, gente del Opus Dei, junto con sus amigos, impulsa en todo el mundo cientos de iniciativas: dispensarios médicos, centros de promoción de la mujer, colegios y universidades, centros de investigación médica, programas de integración multirracial, escuelas agrarias, clubes juveniles… Servir a los demás es el motor de estas iniciativas y del día a día de cada uno allí donde se encuentra, cerca de los suyos, con sus vecinos, en su barrio y en la ciudad. Vivir la caridad está al alcance de la mano: es cuestión de querer. Basta con dejarse ayudar con Dios, contar con la eficacia de la oración y de algún medio de formación. De aquí procede la energía para afrontar todo tipo de tareas evangelizadoras en medio de la calle».

 

Me parecen pertinentes las siguientes observaciones:

 

1.                Interesarse por el 100% de las almas que Dios nos ponga en nuestro camino no sólo no es una meta demasiado ambiciosa, sino el mínimo que la caridad cristiana exige.

2.                Que Escrivá estuviera convencido de la verdad de esa exigencia moral, y la repitiera, no significa, ni mucho menos, que lo aplicara a la hora de dirigir los apostolados del Opus Dei, como le sucedió en otras muchas cuestiones, según se viene mostrando en esta Web.

3.                Ese hermoso canto a la universalidad de la caridad cristiana, que aparece en el párrafo primero, con la acertada descripción de las consecuencias que deben seguirse en el orden de las obras de misericordia, que puede leerse en el segundo párrafo, se consignan en este folleto como una explicación de lo que la institución promueve, cuando en realidad debería servirles como un buen guión de examen de conciencia que les ayudara a rectificar.

4.                En efecto, quien se mueva en esos ambientes, sabe que, salvo honrosas excepciones, son los intereses proselitistas y económicos los que rigen el trato apostólico que se mantiene con las personas que ahí se acercan. La gratuidad de la caridad (del griego járitas = gratuidad) brilla por su ausencia en las habituales directrices apostólicas de los Directores.

5.                Asimismo, quien conozca los apostolados de la Obra, sabe que las labores asistenciales –personales y corporativas- son proporcionalmente minoritarias, y que la mayoría de los esfuerzos se dedican a promover colegios caros, clubes juveniles para muchachos de clase media-alta y universidades.

 

En la idea final sí estoy muy de acuerdo: «Vivir la caridad está al alcance de la mano: es cuestión de querer. Basta con dejarse ayudar con Dios». Pues, ¡hala!, ya lo saben: nunca es tarde para empezar a vivirlo.

 

Saludos cordiales,

 

Doserra

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